CAPÍTULO 20
Hermione se agachó rápidamente para coger el móvil, le temblaban las manos.
—¿Hola? —preguntó nerviosa.
—Vaya, qué pena, creía que te habías desmayado de la impresión.
Agarró con más fuerza el teléfono, aquella voz prepotente y rasposa era inconfundible. Como en el pasado, la forma en que la dijo "querida" volvió a darle escalofríos.
—¿Dónde está Luna?
—Me está haciendo compañía, es buena y servicial.
—¡Cabrón!
—No, no, no, querida, no estás en posición de insultarme. No estás en posición de nada. Vas a hacer todo lo que yo te pida —las últimas palabras sonaron con dureza y rabia.
—¡Suéltala!, me quieres a mí, no a ella.
—¿Y perderme la diversión? He esperado mucho tiempo para esto.
«Tranquila, tienes que mantener la calma», se dijo a sí misma. Si daba un paso en falso podría poner en peligro a Luna. Draco era rencoroso e impulsivo, por lo que debería tener cuidado.
— Quiero que nos veamos.
Ahora fue él quien se quedó callado, estaba segura que lo había sorprendido.
—Vaya, me has estropeado la sorpresa. Claro que nos vamos a ver y antes de lo que esperas.
Tenía pensado amenazarte, pero veo que no va a ser necesario.
—Quiero hablar con Luna.
Escuchó cómo se reía al otro lado del teléfono.
—Yo también quiero muchas cosas, pero poco a poco, Ariadna. Debes pedírmelo por favor. Hermione se mordió el labio, sentía una furia imparable contra él.
—Ponme con ella…, por favor.
—¿Cómo? No te he escuchado bien.
«Imbécil», pensó.
—Por favor, necesito hablar con ella. Se hizo el silencio.
—¿Hermione? —La voz de Luna se escuchaba muy baja.
—¡Luna!, ¿estás bien?
—Hermione, por favor, sácame de aquí.
—¿Te ha hecho algo? ¿Dónde estás? Nadie contestó.
—Lo siento —contestó Draco—. No paraba de llorar, así que he tenido que hacer algo para que se callase durante un rato.
—¡Hijo de puta, si la tocas te mato!
—No me amenaces. Te advierto que me queda poca paciencia. El corazón latía cada vez más rápido en su pecho.
—¿Dónde estás?
—No te preocupes por eso—contestó despacio y tranquilo—. Ahora deberás esperar a que te vuelva a llamar y te diré dónde quedamos.
—¿Cuándo?
—Que te quede claro que eso lo decidiré yo. Te avisaré cuando me apetezca.
—Eres un cobarde, si tienes lo que tienes que tener quedaríamos hoy mismo.
—Veo que no lo has entendido.
En ese momento escuchó un grito agónico, era Luna. A Hermione se le pusieron los pelos de punta.
—No la hagas daño, por favor —suplicó angustiada.
—Ahora sí que lo has entendido.
Tenía los nudillos blancos de apretar el teléfono, la ira y la impotencia se apoderaban de ella.
—No llames a la policía o tu amiga morirá. Cuando nos veamos, estaremos solos tú y yo. Eres lista, así que sé que harás lo correcto.
Hermione no dijo nada, saber que Luna estaba en sus manos la llenaba de angustia. Le daban ganas de decirle muchas cosas, y ninguna era buena. Se mordió la lengua y no le contestó.
—¿Cuándo volverás a llamarme?
—Cuando me aburra. Adiós Ariadna, tu amiga y yo vamos a disfrutar un momento juntos.
—¡Ni se te ocurra toc…! —Escuchó que colgaban al otro lado del teléfono—. ¡Mierda!
Empezó a dar vueltas por el salón, no sabía qué hacer. Lo peor que podía haber hecho Draco, es decirla que esperase a que tuviera noticias suyas. Esa era la mejor manera de vengarse, no podría estar tranquila sabiendo que tenía a su amiga. No tenía ni idea de cuál sería la opción más correcta. ¿Debería ir a la policía y arriesgarse o quizá debería callar y esperar como él le había indicado?
Se sobresaltó al escuchar de nuevo el móvil, lo cogió rápidamente y contestó nerviosa:
—¿Si?
—¿Hermione? ¿Estás bien?
Era Harry, con las prisas no había comprobado quien era creyendo que de nuevo sería Draco.
Estaba segura que él se había cuenta que algo ocurría por la angustia con la que respondió.
—Harry, yo… —se le empezó a formar un nudo en la garganta. Si la escuchaba llorar la presionaría hasta que se lo contase—. Debo colgarte, lo siento.
—Hermione, espera…
Harry se inquietó, algo grave sucedía. Le había colgado, pero en su voz se notaba que estaba mal. No se lo pensó dos veces, cogió las llaves de su coche y fue hacia allí. Desde que había hablado con su hermana, se había dado cuenta que ella tenía razón. Hermione era muy importante para él y le daba igual que pensase que era un pesado, un impaciente o un bruto. Estaría a su lado y si no quería tenerlo como pareja, al menos la apoyaría. No podía permitir que ella siguiera sintiéndose tan sola y creyendo que podía con todo.
Aparcó cerca de su casa, el coche de policía seguía allí. Subió deprisa las escaleras. Cuando se estaba acercando a la puerta de su casa, escuchó golpes dentro de su apartamento. Agudizó el oído, pero no había gritos, ni voces, solo golpes fuertes contra algo. Llamó a la puerta, nadie le contestaba.
—¡Hermione, abre!
Ahora sí que escuchó un grito, y nervioso, intentó abrir. Con el hombro empezó a dar a la puerta para intentar echarla abajo, a la vez que gritaba su nombre. Cuando ya le iba a dar una patada para derribarla, ella le abrió. Tenía los ojos hinchados como si hubiera llorado y la cara roja. Se miraron. Hermione se abalanzó hacia él y le abrazó.
Miró dentro de la casa y vio un jarrón por el suelo, el mando a distancia de la televisión destrozado, las sillas tiradas, los cojines en cada esquina de la habitación. Parecía que había pasado un tornado por aquél apartamento.
—Creo que voy a tener que comprarte el saco de boxeo más pronto de lo que pensaba. Ella le miró.
—Sí, creo que me habría venido bien en estos momentos.
—¿Qué te ha pasado?
Hermione se apartó de él, pero le cogió de la mano. Cerró la puerta y se sentaron en el sofá. Harry no habló, espero paciente a que ella diera el paso, sabía que estaba teniendo su habitual lucha interna decidiendo confiar en él o no. Deseaba con todas sus fuerzas que esta vez le dijera lo que le atormentaba. Ahora, más calmada, estaba pálida, y debajo de sus hermosos ojos, dos sombras oscuras evidenciaban su preocupación.
Se recogió el pelo en una coleta, había observado que lo hacía cuando tomaba una decisión, parecía el mismo gesto que hacían otras personas remangándose la camisa por los brazos y poniéndose manos a la obra. Por fin le miró y le cogió de la mano.
—¿Me prometes que si te cuento algo, dejarás que sea yo la que tome cualquier decisión? Harry entrecerró los ojos.
—Lo intentaré.
—No, no es suficiente con eso. Te conozco y sé que te vas a alterar e intentar decirme lo que debo hacer.
—Si hay algo que te pone en peligro no puedo prometerte quedarme de brazos cruzados.
Entiéndelo, Hermione.
Ella apartó la mano de la suya y miró hacia abajo.
—Tienes razón, por lo que será mejor que no te diga nada.
Harry resopló. Si se lo contaba, ella no quería que él formase parte de lo que ocurría. Esa opción tampoco le gustaba aunque prefería eso que nada.
—Está bien. Te lo prometo.
Vio como el alivió se reflejaba en el rostro de Hermione. Necesitaba contárselo. Se acercó más a él, estaban sentados frente a frente. Cogió su mano, pero no podía levantar la mirada, parecía sentirse avergonzada por lo que le iba a decir.
—Tiene a Luna. Harry frunció el ceño.
—¿Quién?
—Draco —susurró.
—Pero, ¿cómo es posible?
—No lo entiendo. No sé cuándo la ha conocido y cómo la ha relacionado conmigo.
—¿Cuándo fue la última vez que la viste?
Hermione se mordió las uñas a la vez que intentaba recordar cuando fue el día que la vio.
—En mi casa, vino a verme hace unos días. Habíamos quedado en vernos el fin de semana. Harry se levantó y empezó a dar vueltas por la habitación andando de un lado a otro.
—Seguramente Draco estaba siguiéndote. La vería entrar, pero debía estar muy cerca para saber que era amiga tuya. ¿Qué demonios está haciendo la policía? ¿No se supone que te están vigilando? —Se pasó la mano por el pelo—. ¿Cómo coño van a protegerte si se ha acercado tanto a ti?
—La seguiría a casa cuando salió de aquí y así averiguó donde vivía. No encuentro otra explicación.
—Pero, ¿por qué a ella?
Hermione se levantó y empezó a recoger todo lo que había tirado por el suelo. Se puso en el pecho uno de los cojines, abrazándolo.
—Es su manera de hacerme daño, de que todo se repita de nuevo… Harry se acercó a ella y la abrazó.
—No dejaremos que eso ocurra. Quizá deberíamos llamar a la policía. Ella le empujó apartándose de él.
—¡No! Podría matarla, no me voy a arriesgar.
—¿Y qué vas a hacer?
—No lo sé, todavía no he tenido tiempo de pensarlo con claridad.
—Ven aquí —la cogió y la acercó a su cuerpo—. ¿Qué puedo hacer? Hermione le miró y acarició su rostro.
—Estar conmigo y apoyarme, eso es más que suficiente.
Harry metió la mano por su cuello y, acercándola a sus labios, la besó. Ese contacto dulce y suave la tranquilizó levemente, aunque seguía demasiado nerviosa por su amiga.
—¿Puedo quedarme hoy a dormir? Seré bueno —dijo con una pícara sonrisa.
—Sí, está bien.
Se fueron al dormitorio. Él se desnudó y se metió en la cama junta a ella. Hermione se acurrucaba en su pecho mientras que él le acariciaba el pelo para que lograra dormirse. No se arrepentía de habérselo contado, aunque los nervios y la preocupación seguían ahí, el estar a su lado le reconfortaba. Su apoyo le hacía sentirse menos sola. No hablaban, solo sentían el calor mutuo de uno y otro intentando no pensar en el mañana, solo en ese instante, valorando el poco tiempo que les dejaran estar juntos.
