CAPÍTULO 21

Harry se despertó y ella no estaba a su lado. Escuchaba sonidos de platos y vasos que parecían proceder de la cocina. El olor a tostadas hizo que le rugiera el estómago. Comprobó el despertador y quedaban diez minutos para que sonase la alarma y se fuera a trabajar.

Se levantó, se puso los vaqueros y fue hacia la cocina.

—Que bien huele —le dijo a la vez que rodeaba su cintura y la besaba en el cuello. Ella le acarició la nuca sin girarse—. ¿Has dormido algo?

—La verdad que no mucho —se dio la vuelta y le miró.

—Tranquila, vamos a hacer todo lo posible para que esto salga bien.

—¿Vamos?

—Sí, no creas que voy a mantenerme al margen. Si Draco se vuelve a poner en contacto contigo, deberás decírmelo.

Hermione se apartó de él acercándose al microondas para coger los cafés. No le contestaba. Puso las tostadas en el plato y las colocó en la mesa. Ambos se sentaron en la pequeña mesita que había en la cocina.

—Hoy trabajas ¿no? —preguntó Hermione.

—Bien sabes que sí. No desvíes el tema.

Ella le miró. Se la veía cansada y se reflejaba en su rostro la tensión y la preocupación que tenía.

—Harry, no te prometo nada. Intentaré hacer lo que sea más correcto para todos.

—Sé muy bien lo que es correcto para ti. Echarte todo a tus espaldas y no contar con nadie.

—¿Podemos hablar de otra cosa?, por favor. Él sintió la angustia y la súplica en su voz.

—¿Nos veremos esta noche? —preguntó accediendo a cambiar de tema.

—Cuando salga del trabajo te llamo y te digo algo.

A Harry no le gustó aquella respuesta, sabía que intentaba alejarse por si Draco la llamaba para que se encontraran. No la dijo nada, pero estaría pendiente de ella.

—Debo irme, gracias por el desayuno —él se levantó y la dio un beso—. Espero tu llamada.

Hermione asintió. Minutos después escuchó la puerta cerrarse. Se había quedado sola, no quería pensar demasiado, por lo que se dio una ducha, se vistió rápidamente y fue al coche.

Draco ya no aguantaba más. Esa misma noche, se llevó a Luna al almacén abandonado donde planeaba encontrarse con Hermione. Lo conocía desde hacía tiempo y seguía en las mismas condiciones. Afortunadamente no había ningún mendigo ni okupas por allí. Había pertenecido a uno de los pobres diablos a los que prestó dinero de Severus y nunca pudo devolvérselo. Como venía siendo habitual, quien no pagaba solo tenía una manera de acabar, muerto.

Tenía que llamar a Hermione, no podía dejarle mucho tiempo para que se pensara las cosas, si lo hacía, quizá ella cometería alguna estupidez, como contárselo a la policía. Además, cuanto más tiempo estuviera desaparecida Luna, más peligroso sería.

La mantenía drogada para no escuchar sus suplicas y llantos. Le había robado las drogas a Pansy, la prostituta. Ayudaban a que Luna estuviera calmada y dormida. Le costó sacarla del apartamento, se estaba arriesgando demasiado, pero no se iría de allí hasta que no viera a Hermione muerta. Después, podría hacer lo que quisiera.

Se había mantenido bien escondido, aunque Severus descubrió donde se ocultaba cuando estuvo en casa de Pansy. Tenía que actuar rápido o él también lo encontraría y eso sería mucho peor que la cárcel. Aunque si lo pensaba, tanto si volvía a la cárcel como si se encontraba con Severus, estaría muerto en ambos casos.

Hoy mismo llamaría a Hermione para encontrarse con ella.

Harry estaba tomando la temperatura de Gregoria, una anciana de noventa y siete años. Parecía increíble, pero aunque a veces se le iba la cabeza, todavía estaba muy lúcida. Permanecía ingresada, a parte de otras complicaciones que ya había solventado, ahora tenía una pequeña infección de orina, a su edad eso podía ser mortal.

—Que buen mozo que eres —le dijo la anciana.

—Muchas gracias Gregoria.

La tenía cariño, era entrañable, con su pelo totalmente blanco. Parecía muy frágil, delgada, con la suave piel adherida a sus huesos. Todavía podía andar y alguna vez daban un pequeño paseo por el pasillo del hospital, aunque se cansaba muy pronto.

—Estás estupenda, hoy no tienes fiebre. Creo que dentro de poco tus hijos te podrán llevar a casa.

—Dios te oiga hijo, Dios te oiga.

Harry terminó su ronda y se fue a la cafetería, cogió un café y se fue a una de las salas donde dormían. No había nadie y lo prefería, necesitaba estar solo.

Se tumbó en una de las camas. Recordó el día que llevó allí a Hermione, se sorprendió al verla en el hospital, pensaba que ya nunca la iba a ver de nuevo. La acorraló y si no llega a ser porque tuvo un aviso por el busca, la habría hecho suya.

Estaba inquieto, no sabía muy bien cómo ayudarla. Ahora que había confiado en él no podía estropearlo, pero lo único que quería era acudir a la policía. Si lo hacía y le ocurría algo a Luna, Hermione nunca se lo perdonaría. Habría traicionado su confianza, pero si no lo hacía, algo horrible podría ocurrirle a ella. Estaba convencido que seguía ocultándole información y que no le iba a decir nada de los próximos movimientos que tenía pensado dar.

No quería estar constantemente preocupado, así que decidió que no esperaría solo a que le llamase. Hermione no lo sabía, pero la había estado vigilando, no se fiaba de la policía y, siempre que podía, se aseguraba que llegaba bien al trabajo o a casa. Si se lo decía sabía que no se lo permitiría. Cuando hoy saliera del trabajo haría lo mismo. No pensaba perderla de vista. Esperaría a que le llamase, pero no le quitaría el ojo de encima.

Hermione golpeó el teléfono contra el suelo, soltó un grito de impotencia. Se sentó en el sofá y se abrazó a sí misma las piernas. Era la postura en la que se sentía más segura, la que utilizaba cuando tenía que tomar una decisión. Eso es lo que estaba haciendo, sentía que se le iba todo de las manos. Acababa de hablar con Draco, esa misma noche tendría que ir a la dirección que él le proporcionase. El muy capullo todavía no le había dado los datos, aun así se tenía que poner en contacto con Severus para comunicarle que se iba a encontrar con él.

Había vuelto del trabajo y pensaba llamar a Harry, pero recibió la llamada de Draco. Todo era un caos a su alrededor, lleno de amenazas y corrupción. Cuando Severus le dijo que tendría que ser el cebo de Draco, lo aceptó, pero ahora que tenía a Luna, estaba preocupada por lo que le pudiera ocurrir. Debía hacer todo lo posible por protegerla, no podía permitirse otra muerte a sus espaldas, no quería que nada malo le ocurriera. Luna siempre había estado allí, apoyándola. Lo irónico es que había intentado mantenerla al margen de todo aquello y ahora estaba secuestrada por el hombre que más odiaba y, lo peor, estaba en peligro de muerte.

Llamó a Severus por el teléfono que él le había proporcionado. Nadie contestó y le dejó un mensaje diciéndole que por favor la llamase. Se fue a dar un baño, todo su cuerpo estaba agarrotado y tenso. El estómago lo tenía revuelto por los nervios y no podía evitar pensar que quizá, todo terminase aquella noche.

Se metió en el agua caliente con espuma, cerró los ojos y disfrutó por unos instantes de aquel momento. No dejaba de preguntarse si ese sería su último baño, si el beso que esa mañana le dio Harry sería el último. Recordó sus caricias, la forma en que la trataba. Como le hubiera gustado conocerlo antes, que su vida no fuera tan caótica. ¿Habrían sido felices? Era lo único bueno que le había pasado y ahora que por fin lo encontró, tendría que perderlo.

Se enjabonó el cuerpo y se aclaró. La situación era insostenible, su pasado siempre estaba ahí, persiguiéndola, acosándola. Lo peor de todo es que esos dos hombres la manejaban a su antojo y se sentía indefensa. Tenía que hacer algo, no estaba dispuesta a que se salieran con la suya.

Fue al salón y cogió el teléfono.

Harry se estaba cambiando para irse. Llamaron a la puerta, le extrañó, ya que todos los enfermeros tenían acceso a los vestuarios. Abrió la puerta y se quedó sorprendido al verla.

—¿Hermione? ¿Qué haces aquí?

—¿Estás solo ahí dentro?

Él asintió. No le dio tiempo a reaccionar, ella se adueñó de su boca y cerró la puerta tras de sí.

—Espera nena —Hermione acarició su paquete y él gimió—. ¿Qué haces? ¿Estás bien? —preguntó con la voz entrecortada.

Le miró a los ojos. El deseo se licuaba en sus ojos.

—Hazme tuya, por favor. No preguntes.

La presionó contra la puerta y comenzó a besarla intensamente. Llevaba una minifalda negra y una camiseta de tirantes que se ajustaba a su pecho. Metió la mano entre sus muslos. Acababa de verla y ya le estaba enloqueciendo. Acarició su vagina por encima del tanga, estaba caliente y húmeda. Iba a perder el control, pero ese sitio no era el adecuado para hacer aquello.

—Hermione, alguien puede entrar.

—Llévame a algún sitio donde podamos hacerlo.

Clavó los ojos en los suyos, estaba dudando, pero la deseaba tanto que tenía que poseerla. La cogió de la mano y pasaron por el estrecho pasillo donde estaban los casilleros y la metió en un pequeño cuarto donde estaba lleno de baldas con material del hospital. Guantes, gorros, uniformes… Cerró la puerta y puso varios utensilios bloqueando la entrada.

Se dio la vuelta y la observó. Estaba preciosa, la camiseta roja hacía juego con sus labios, ahora algo hinchados por sus besos.

—¿Sabes que esto es peligroso? Si alguien quiere entrar lo hará.

—Lo sé, pero esto no es más peligroso que todo lo que nos rodea. Por un rato quiero dejar de ser responsable —se acercó hacia él—. Quiero hacer lo que realmente me apetezca y lo único que deseo hacer es esto.

Harry todavía tenía los pantalones blancos del uniforme. Hermione le sacó la camiseta y pasó las manos por su pecho. Él cerró los ojos, a la vez que le tocaba la erección cada vez más prominente. Cogió su muñeca y la paró.

—¿Ha ocurrido algo? —la miró de forma dura y penetrante.

—No.

—Me estás mintiendo Hermione, lo sé.

Se deshizo de su agarre y dio un paso atrás.

—Prefiero que no me preguntes nada.

—Cuéntamelo —exigió.

—Ha sido un error venir. Me voy.

Hermione fue hacia la izquierda para intentar ir a la puerta y salir de allí. ¿En qué demonios estaba pensando? Sabía que él le iba a preguntar, pero tenía la esperanza de poder dejar todo atrás por unos instantes. Quería sentirlo por última vez…

Harry la bloqueó con su cuerpo impidiendo que avanzara. La necesidad se hacía mayor, tenerle tan cerca y no poder tocarle la estaba consumiendo. Él la acarició con la mirada, miró su boca y la dio la vuelta.

—Agárrate a la estantería, inclínate y no te muevas —le ordenó susurrando cerca de su oreja.

Se humedeció solo con escuchar su voz ronca y baja. Lo hizo, esperando ansiosa. La subió la falda por la cintura a la vez que acariciaba sus nalgas. Metió la mano entre la tela del tanga y tiró hacia arriba, lo que provocó que la fina tela se metiera entre sus labios rozando su clítoris. La presión hacía que el deseo aumentase. Hermione jadeó excitada.

Lentamente llevó una de sus manos hacia su sexo y la torturó con uno de sus dedos. Hermione cerró los puños, estaba muy alterada, sus caricias le transportaban a un mundo lleno de placer provocando que se olvidase de todo. Harry fue deslizando el tanga entre sus muslos bajándolo hasta sus pies. Ya no la tocaba. Sabía que estaba ahí, detrás de ella, observándola en esa posición. Cuando iba a mirar hacia atrás él se lo impidió.

—No, no me mires o te dejaré así más tiempo. Quiero observar tu culo mientras me toco.

Imaginarse que él se estaba masturbando viéndola en esa posición hizo que la lujuria se elevara al máximo. Quería que la penetrara, consumirse en sus brazos.

—Harry, por favor. Alguien puede entrar, no podemos esperar.

—Eso ya te lo había advertido. Si quieres que te folle, será como yo diga. Quítate la camiseta y el sujetador —Lo hizo, ahora estaba desnuda excepto por la minifalda que se encontraba en su cintura—. Inclínate de nuevo.

Cuando lo hizo, sus manos se posaron en sus caderas. Deslizó uno de sus dedos hasta su clítoris y lo movió arriba y abajo esparciendo la humedad por su sexo. Metió dos dedos en su interior y Hermione creyó que las piernas no le responderían. Jadeaba por la tortura del movimiento que ejercía con los dedos entrando y saliendo poco a poco.

Con la otra mano acarició su pecho, masajeando el pezón y tirando suavemente de él. Sacando los dedos de su interior fue directo hasta su ano y le metió uno de ellos. Hermione sentía las pulsaciones en su vagina, hambrienta por él.

—No aguanto más, hazlo ya Harry.

Él agarró su erección y, con la punta de su miembro, comenzó a jugar en la entrada de su ano, después fue bajando hasta su vagina, pero volvía a subir, como si estuviera pensando dónde penetrarla. Hermione se tensó y de una brusca estocada se la metió en su sexo.

Ambos jadearon. Harry la agarró por el hombro para entrar y salir con más fuerza.

—¿Esto es lo que querías nena?

—Sí… —gimió excitada.

—Hermione, estoy muy duro. Me gustaría estar todo el día follándote. Tu estrechez me vuelve loco.

Pero hoy voy a hacer algo que he querido desde hace tiempo.

Él sacó el pene de su interior y lo situó en su ano. Presionó el capullo y lo fue metiendo poco a poco.

—Harry, ¿qué haces?

—Tranquila cariño, te va a gustar. Confía en mí.

Y lo hacía, pero no estaba segura que aquello entrase fácilmente. Había fantaseado con que Harry la penetrara analmente aunque ahora que se volvía real, no sabía si podría hacerlo.

Fue metiendo el capullo, despacio, a la vez que acariciaba su clítoris. Hermione sentía la presión de su miembro, era una sensación extraña, mezcla de excitación y dolor.

—Relájate. Empuja hacia mí, déjame entrar.

Ella obedeció e intentó destensarse. Profundizaba cada vez más en su interior y sentía cómo la invadía, cómo la conquistaba con su pene, hasta que lo tuvo dentro completamente.

—Muy bien nena, ya estoy dentro. Siento como abrazas mi polla. Dios mío Hermione, te deseo tanto.

—Muévete, por favor —suplicó.

El empezó a salir y entrar, al principio despacio, pero las estocadas fueron cada vez más intensas, más profundas y fuertes. Hermione sentía que le llenaba y un deseo distinto y extraño bailaba por todo su cuerpo. Las caricias en el pecho, en su clítoris, el sentir la plenitud y la presión de su miembro en aquella zona, le gustaba.

—Más —pidió ella.

Harry ya no pudo controlarse, movió las caderas entrando y saliendo, cada vez de forma más salvaje. La pellizcó un pezón y después puso ambas manos en las caderas para penetrarla más profundamente. Iba a correrse, pero antes quería que lo hiciera ella. La tocó en clítoris y le pidió que se corriera. Hermione lo hizo, mientras que Harry le tapó la boca con la mano para que no se escucharan los gritos que salían de su garganta. Estaba teniendo un orgasmo realmente intenso. Cuando ella se relajó, él volvió a moverse, solo le hicieron falta unas cuantas embestidas y se derramó dentro de ella. El clímax fue brutal y tan intenso que parecía que no tenía fin.

—¿Qué demonios me haces Hermione? —murmuró en su oído.