Burning Lavender
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:
:◇:◊::◊::◊::◊::◊::◊::◊::◊::
Capitulo III
El suave murmullo del viento meciendo las ramas y hojas de los árboles en el desierto exterior del palacio, resonaba gentilmente en los oídos de la joven mujer de orbes miel, que se encontraba caminando tranquilamente sobre el gris empedrado, que recorría con sus piedras la enorme extensión del jardín. La caricia de los tenues rayos solares sobre su piel, le daban una paz que pocos podrían explicar, pudiera que sirviera al amo y señor de la noche. Pero Rafaela no podía dejar de ser humana, a no ser que su señor le ofreciera la vida eterna… Pero no le parecía que semejante cosa fuera a suceder, al menos no por ahora. Y tampoco sabía… si sería capaz de aceptar dicha oferta del señor de los vampiros.
La dueña de las hebras castañas extendió ambos brazos hacia sus costados, estirándose como si se tratara de un perezoso felino, que disfrutaba del cálido sol. El suave y casi imperceptible 'Tap' de sus botas chocando contra el empedrado, era uno de los pocos sonidos que se podían apreciar en los tranquilos alrededores, pero era algo de esperarse a semejante hora del día. La mayoría de la actividad del castillo se detenía al amanecer. No todas las criaturas disfrutaban del sol, esa era la principal razón por la que se encontraba en el exterior. Sabia de sobra que no todos los seres en el palacio estaban felices con su estadía, para algunas de las criaturas ella siempre sería una simple humana, no importaba que fuera una forjadora de demonios, y que hubiera jurado su eterna lealtad al señor del castillo.
De hecho… se atrevería a decir que a las criaturas les indignaba la forma en la que el vampiro de orbes rojos, solía preferir darle prioridad a su opinión, por encima de las de otros seres de la noche. Una divertida sonrisa se dibujó sobre sus labios, mientras acomodaba la sedosa tela de la camisa roja sobre su persona, asegurándose de continuar con la armadura negra que llevaba en su espalda la marca de los dragones encontrándose, la luna, el sol y las estrellas que la marcaba como uno de los apreciados generales y forjadores de demonios del señor del castillo. El murmullo del 'clank' del metal de las botas de una armadura resonó en sus oídos, arrancándole una discreta sonrisa al ver de reojo a la criatura que había sido forjada por las mismas habilidades, que la habían convertido en un apreciado miembro de la corte del príncipe de las tinieblas.
Habían pasado ya un par de meses desde esa noche en la que los señores vampiro se encontraron en el palacio de Drácula; fue en esa misma noche en la que su forja había tomado efecto dándole vida al demonio de armadura blanca. El repentino grito ofendido de Arthur al verse atrapado por las garras de un Allister oculto entre las flores, resonó en sus oídos para arrancarle una discreta sonrisa. Al mismo tiempo que sus orbes se deslizan sobre la estática silueta de Ludwig, que se mantiene vigilante en el arco que usaron para llegar al jardín. Una parte de ella siente le necesidad de ordenarle que se relaje, pero el esqueleto andante siempre se mantiene a la expectativa de una batalla, por lo que darle semejante orden le parece algo absurdo, ya que incluso cuando no está en guardia se encuentra completamente rígido y serio.
Es algo de lo que Rafaela está más que consciente, absolutamente todas sus forjas tienen una personalidad propia que no tienen inconveniente alguno en mostrarle. Arthur es una cosita gritona que intenta ocultar absolutamente todo su afecto con gestos que demuestran desagrado, los mismos que desaparecen en el momento en el que se acerca a ella para sanar una herida. Allister en cambio es una criatura juguetona a la que le gusta molestar principalmente a Arthur, lo curioso de esto es que parece disfrutar como eso la hace reír, el dragón es un poco distante por momentos, pero… se mantiene cerca por si ella necesita la cosa más absurda en el mundo. Ludwig es silencioso, rígido y firme, siempre manteniéndose cerca si es que llega a necesitar cualquier tipo de protección, incluso aunque su enemigo sea una de las tantas criaturas en el castillo.
Emilio es una criatura curiosa y problemática que disfruta de causar caos a donde valla con ella, si uno de los seres de la noche en el palacio la mira de un modo que no le agrada. Es más que obvio que el ente será purificado, en el momento menos esperado por la pequeña forja. De igual modo Emilio es la pequeña compañía que la ayuda a verificar el estado de los cuerpos, que utiliza para asegurarse de poder forjar los soldados perfectos para el ejercito de Drácula. La criaturita es completamente encantadora, revoloteando a su alrededor para abrazarse a ella, con cada oportunidad que se le presente y así conseguir causar la ira de Arthur en el proceso.
El suave aleteo de las emplumadas alas que se extienden a su espalda, llama por completo su atención consiguiendo que la mirada miel se separe del nuevo intento de escape de Arthur, el mismo que ahora es frustrado por Emilio al usar su cetro para empujar de vuelta a la pequeña hada, hacia el interior de la improvisada cárcel que es producida por las garras de Allister. Una gentil sonrisa se apodera de las bronceadas facciones, al ver la cuestionadora mirada de Emmet posarse sobre el curioso espectáculo que forma su extraño equipo, Rafaela intenta evitar la risa que amenaza con escapar de sus labios, al ver lo que parece ser una negación del demonio, ante las acciones del resto de las criaturas con las que debe compartir a la forjadora.
Emmet es su orgullo, su experiencia, su lealtad, su poder, su deber, su cariño y aprecio por el legendario rey vampiro hecho tangible a los ojos del mundo. Hay algo nostálgico en su corazón al ver la criatura que ahora es más alta que ella, cuando al forjarlo él era una cosita pequeñita… quizás un poquito más chico que el mismo Arthur. El verlo crecer había sido algo un tanto catártico, pues ella había llegado al castillo del señor de la noche como una simple sierva con un futuro incierto. Era eso o permitir que aquello a lo que quería proteger, pereciera ante el ataque de las criaturas de la noche. Para su buena fortuna el don de su familia para la magia corría por su sangre y antes de darse cuenta, había logrado conseguir un lugar fijo en la corte de Drácula.
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
Pero el demonio blanco es diferente, esas resplandecientes amatistas la miran de un modo que no puede explicar… Podría jurar que las mismas buscan diseccionar cada parte de su persona, como si intentaran encontrar algo oculto en las profundidades de su alma. Ni siquiera ha tenido la oportunidad de brindarle un nombre, ante la falta de iniciativa de la criatura por acercarse. Por más que lo ha intentado, los orbes violetas la rehúyen en el momento que se acerca y una parte de ella siente que debe esperar a que sea él quien venga a ella. El resto de las forjas se han adaptado a su silenciosa presencia, la misma que se encuentra siempre pululando en los rincones oscuros, casi como si él demonio de armadura blanca fuera una nueva sombra para la forjadora de demonios.
–¿¡Que crees que haces!?
Chillo escandalizada la pequeña vocecilla a la par que un pequeño destello de luz verde revoloteaba alrededor del inmenso ser, que se encontraba inclinado sobre una de las tantas jardineras del lugar, como si intentara encontrar explicación alguna a las extrañas flores silvestres de diversos colores, que se encontraban creciendo en el extrañamente fértil suelo. La ojimiel se mordió el labio intentando evitar soltar una sonora carcajada, al ver la forma en que el pequeño Arthur aferraba sus manos a la armadura blanca intentando controlar a su nuevo compañero, el mismo que insistía en intentar tomar las inocentes plantas como si la existencia de las mismas, fuera algo imposible de comprender para la imponente criatura. Los sonoros gruñidos de la pequeña hada aun resonaban en los alrededores, mientras intentaba conseguir que la nueva forja lo escuchara.
–Son flores.
El pálido rostro del demonio giro en su dirección, sin percatarse de la cercanía de la pequeña hada que fue enviada a volar, gracias al repentino movimiento del portador de la armadura blanca. La mirada del ente se encontraba fija sobre su figura, como si intentara verificar que las palabras que habían salido de los carmines labios en verdad hubieran sido para él. Los orbes violáceos de la criatura se posaron sobre la humana, que se encontraba tan tranquilamente frente a él "Nuestra ama" murmuro una tranquila voz en su cabeza, logrando así que un pequeño gruñido escapara de su garganta al entender, que esa voz siempre resonaría en su cabeza cada vez que la mujer que llevaba una espada en su cintura, se encontrara en su mente.
Había algo que causaba una extraña emoción ante esa idea, él no creía ser ninguna clase de sirviente que debiera estar a la merced de algo tan frágil como lo era la humanidad. No porque pensara que su ama no fuera digna, pero… "Somos libres…" susurro de nuevo la voz, haciéndole recordar la forma en que su cuerpo ya marchito después de tantos años, se había encontrado atado entre las sombras de la celda, que había sido diseñada especialmente para él. La prisión de la eterna tortura era como la habían llamado los antiguos amos del castillo. Los mismos que lo habían sellado en ese infierno lleno de oscuridad y frio. Ese mismo lugar en el que había perdido tanto de su existencia… La fantasmal sensación de las larvas que devoraban gustosas su carne, aun yacía en lo más profundo de su ser. Pero curiosamente… la misma parecía desaparecer con la voz de su nueva señora.
–Flores…
Susurro la áspera voz desde el interior del exoesqueleto que resplandecía como si se tratara de la armadura de un galante caballero. Sus orbes violáceos se posaron de nuevo sobre la figura de la pequeña humana, que a sus ojos no debería de tener poder alguno sobre él, porque solamente podría traerle desgracias a su ama "Nuestra señora" siseo nuevamente la voz en su cabeza, recordándole de nuevo que se encontraba atado a la dueña de los orbes miel. Ya que habría sido su magia la que crearía un cuerpo nuevo, a partir de los restos de su antiguo yo… él le pertenecía por completo, aunque no quisiera hacerlo ante la inminente idea de que lo único que podría hacer al servirle… seria lastimarla.
El eco de un repentino aleteo llama la atención de todas las criaturas y la forjadora. La pequeña criatura se encuentra revoloteando insistentemente bajo la sombra del inmenso arco, que dirige hacia el oscuro interior de la guarida de su amo. Con apresurados pasos, la ojimiel empieza a dirigirse en la dirección del pequeño murciélago. El que los mamíferos aparezcan durante el día no es algo usual, y absolutamente todos se encuentran en excelente salud, porque su señor se asegura de que las criaturas tengan su propio ecosistema, en diversos puntos del palacio. Así que es bastante obvio que la criatura ha sido enviada para llevarla ante el amo del castillo. La forjadora dirige su mirada hacia las forjas, que empiezan a acercarse perezosamente hacia su señora, solo para detenerse al escuchar las palabras que escapan de los labios de la mujer.
–Descansen.
Una sonrisa se apodera de los labios de la ojimiel al ver como algunas de las criaturas dudan, pero que al final terminan dirigiéndose hacia el mismo lugar en el que se encontraban, para continuar con sus propios asuntos. Un siseo escapa de Ludwig al saberse como el vigilante del problemático trio, con el que tendrá que lidiar en lo que la junta con el rey vampiro los separa de su ama. El aleteo de Emmet acercándose al arco revolotea en sus oídos, mientras la dueña de las hebras castañas coloca los dedos de su diestra bajo su barbilla. No es usual que su señor la llame durante el día. Cualquiera que sea la situación, debe tratarse de algo que Drácula considere relevante para su continua conquista de Europa.
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
Las facciones del demonio se posan sobre la mujer que caminaba frente a él, como si no tuviera la más mínima preocupación de que él, se encontrara tan cerca de su persona. Hace años la sola idea de que un humano pudiera mirarlo sin temblar, le parecía la cosa más absurda que jamás habría podido pensar. Los ojos del demonio blanco se posan sobre la mirada esmeralda, que se encuentra fija sobre él. Desde su llegada a la torre hay una extraña emoción en su interior dirigida hacia la criatura alada, debería de suponer que la ira se apoderaría de él ante la inminente amenaza recibida por el curioso demonio de piel amarilla. Pero en vez de eso… siente la necesidad de mirar sus movimientos y tomar lo que sea útil para él.
Porque hay algo extraño en su cabeza, una voz que parece gruñir al ver la forma tan familiar que la criatura comparte con su señora. Una emoción que parece destrozar su interior al ver como el alado ser, parece acurrucarse en el cuello de su ama. La misma que arde con descontrol al recordar la forma en que las garras toman con cuidado los bronceados dedos de la mujer, al intentar alejarla de ese extraño cuchillo negro que utiliza con su magia y del que nunca se separa. Pero al mismo tiempo hay algo diferente… un cariño que no puede explicar, un afecto que parece nacer de algo muy en el fondo de su existencia y él sabe que esas emociones no son suyas. Pero de lo que está seguro… es que quiere un poco de eso para sí.
El repentino cariño de Emmet consigue la completa atención de Rafaela, no es inusual que la criatura muestre algo de afecto como el resto de las forjas. Es el hecho de que ha preferido guardar silencio, lo que le dice que no hay riesgo alguno en los alrededores, pero igual informa que no están solos en el silencioso pasillo. Ahora que no se encuentra perdida entre sus pensamientos, puede apreciar el casi imperceptible murmullo de pasos metálicos detrás de ellos. Una revelación pasa finalmente por la cabeza de la joven mujer, al entender que en verdad no extendió una orden al caballero demoniaco, así que es más que seguro que su silencioso acompañante sea la nueva forja que aún no tiene un nombre. Quizás sea el momento de evitar la confrontación, que la criatura parece intentar evadir al rehusarse a acercarse a ella.
–Iván.
El nombre escapa de sus labios antes de siquiera poder detenerlo, pero ha tenido dos meses para evaluar a la silenciosa criatura, que parece disfrutar de hacer lo mismo con ella. Es tiempo más que suficiente para elegir un nombre a pesar de no saber mucho del ente. Iván es silencioso y tranquilo, pero sus orbes parecen devorar absolutamente todo aquello que se encuentre a su paso. Los orbes ámbar y amatista se encuentran una vez más, gracias a la mirada que Rafaela le dedica a la criatura sobre su hombro, solamente para sonreír divertida al ver la forma en que las curiosas gemas violáceas se desvían rápidamente hacia la pared. Por más tierno que le parezca el acto, es momento de darle su lugar al caballero para que se sienta comprometido a la causa del señor de la noche. 'Iván' repite con firmeza la voz de la ojimiel, consiguiendo que los orbes violetas miren de reojo a la mujer que continúa mirando en su dirección. Es en ese instante que ese extraño ardor vuelve a su pecho.
–Mantente cerca, si algo nos ataca es tu deber detenerlo.
Los irises violáceos se posan sobre las resplandecientes gemas verdes que lo miran fijamente, hay algo que parece tomar control de su torso… Esa extraña sensación de ardor y calor que su señora ha hecho aparecer en diversas ocasiones en su interior, se ve arder completamente fuera de control al percatarse del asentimiento que le dedica el demonio que se encuentra flotando a un costado de su ama. Es extraño saber que hay alguien esperando algo de su persona, y que toda parte de él se encuentra completamente dispuesta, a escuchar cualquier indicación que la dueña de su existencia pida de él. Es algo completamente distinto al vago recuerdo del crudo frio, que sentía en su interior mientras era un preso en la sala de tortura.
Ese insistente golpeteo contra su pecho es algo que no sabe a que se debe, pero está consciente de que la extraña emoción es realmente agradable. Aunque es algo completamente nuevo y diferente a lo que no puede brindar aun un nombre. La mirada violácea se posa una vez más en la silueta de la forjadora que camina frente a él, la insignia en su espalda es algo que se encuentra grabado en sus retinas desde la primera vez que la siguió a las afueras del jardín, asegurándose de mantenerse entre ella y el vampiro que no se permitía que la mujer escapara de su vista. La repentina sensación de una desagradable mirada, llama la atención de la criatura hacia uno de los costados del pasillo. La forma en que las garras de la silueta, que se mantiene oculta entre las sombras se aprietan con molestia, son todo lo que Iván se permite ver antes de asegurarse de obedecer las órdenes de la forjadora de demonios.
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
El suave murmullo de la puerta abriéndose resuena en el silencioso recinto, al mismo tiempo que ambas forjas se colocan a cada costado del exterior de la puerta, permitiéndole a su señora estar segura que nadie interrumpirá la repentina reunión con su amo. Las gruesas cortinas rojas cubren por completo la luz del astro rey, inundando el estudio del conde en la completa penumbra. La única luz que proviene de la habitación son las velas y la chimenea que arden con un fuego de un singular tono escarlata, tan parecido a los ojos del rey de la noche. El silencio es apacible en esta habitación, donde sorpresivamente ha tenido las conversaciones más amenas y agradables, con una criatura que bien podría asesinarla y arrojar sus restos para que las alimañas del castillo los devoren y así hacerla quedar completamente en el olvido.
–Mi forjadora.
Los orbes miel se encuentran fijos en el joven rostro del hombre que se encuentra liderando su propia guerra contra la humanidad en el continente europeo. 'Maestro' saluda con un gesto curioso la dueña de las hebras caramelo, para acercarse al escritorio donde se encuentra sentado el monarca de la noche. El mapa que se encuentra sobre la vistosa caoba demuestra las marcas del uso, que usualmente el hombre le brinda al pedazo de piel que ha sido grabado cuidadosamente, por las manos de la mente maestra detrás de toda esta sangrienta guerra. Los resplandecientes orbes se mantienen fijos sobre la silueta de Rafaela, analizando lentamente las facciones que Vladimir conoce gracias al tiempo que han compartido juntos, no como amo y soldado, si no como dos cómplices y amigos que se aprecian el uno al otro.
–La forja… ¿Ha sido de tu agrado?
La dueña de los orbes caramelo se sienta en la silla frente al vampiro, asegurándose de suspirar ante el recuerdo del ahora congelado pasillo que tendrá que cruzar en su camino de vuelta hacia la torre. 'Iván es realmente… encantador y peculiar' una discreta risa escapa de los labios del dueño de los encantadores rubíes, para después dar paso a una maliciosa sonrisa. 'Aunque me pregunto porque semejante obsequio' La sonrisa del hombre cambia completamente, para demostrarle una admiración que Rafaela siente es algo completamente fuera de lugar, ella no es más que una humana con talento para la magia. No hay razón por la que un ser inmortal deba sentir semejante cosa, por alguien que eventualmente perecerá ante el crudo maleficio del tiempo.
–Si tengo que elegir a quien entregarla, es obvio que te elegiría a ti.
La mirada ambarina se posa sobre las pálidas facciones del hombre que se encuentra recargado sobre la silla de respaldo alto, absolutamente todo en él pelicastaño grita poder, desde esos orbes ardientes que resplandecen como el fuego, hasta su postura recta y cuidadosa junto a su rostro que parece ser esculpido de tal forma, que el mismo mármol podría palidecer y sentirse como algo sin valor. Es esto lo que le recuerda a Rafaela que en verdad sirve a un maravilloso rey. Porque el resto de los vampiros son criaturas deplorables, sin modales o la más mínima cortesía y educación, palideciendo ante el imponente porte del Conde Vladimir Tepes Drácula. Con el resto de los congéneres de su señor Rafaela se sabe expuesta, a ser vista como simple ganado con talento. Pero para su señor…
–Me has servido con tanta dedicación Rafaela…
La sensación de una helada mano deslizándose contra la parte inferior de su barbilla, le arranca un escalofrió que produce en ella una sensación placentera y familiar, esto es algo completamente diferente al toque del adonis rubio. Porque cualquiera que sea la ridícula idea de esa criatura, las emociones y sensaciones que su maestro produce en ella, son algo completamente diferente a lo que el otro ser de la noche le hace sentir. Vladimir la ha educado e instruido en lo más profundo de la magia negra. El rey de la noche la ha protegido y le ha dado un propósito, el cual es el de pelear esta guerra por él y para él. En este castillo Rafaela es importante y alguien que no puede ser considerada como una simple mascota. A pesar de que otros de los sirvientes del vampiro rey se opongan a semejante cosa, Rafaela sabe que puede confiar ciegamente en el hombre que se encuentra con ella en ese instante.
–…Que jamás podría dudar de tu lealtad.
La sensación de los pálidos dedos de Vladimir entrelazándose en su cabello para acercarla a su pecho, le disparan el corazón por completo. La evocación de semejantes emociones no es desconocida, y tampoco es algo de lo que sienta que daba de escapar u ocultarse. Su vida antes de servir al rey vampiro era la misma que la del resto de los nerviosos humanos, pero con su servicio al amo de la noche todo ha cambiado. No tiene por qué temer a la noche… porque ella es el crepúsculo que une al sol con la luna, el punto intermedio que existe entre el día y la noche. A donde vaya un ejército de criaturas, ella habrá de seguir para hacer realidad la voluntad del gobernante absoluto de Valaquia. Ya ha perdido la noción de cuantos vampiros han muerto a causa de su propia mano, por osarse a ofrecerle una libertad que no necesita. Pues no se encuentra bajo el yugo de ningún monstruo controlador, como hacen sonar a su preciado amo.
–El señor vampiro de Estiria ha muerto.
Las palabras del hombre la sacan de golpe de sus ensoñaciones, justo como si le hubieran arrojado encima un balde de agua helada, recién recolectada de uno de los congelados ríos en la región. La visión de un palacio rodeado por nieve se apodera de sus recuerdos, es el mismo lugar donde sabe de sobra derramo sangre humana para proteger a su señor, quien tenía una reunión con el vampiro que había tomado el control completo de toda Austria. Ella misma había guiado la matanza, había arrojado a sus criaturas a la pelea y había cortado cuellos sin piedad alguna. Uno de los cazadores de monstruos incluso había intentado arrojar uno de los viales de agua bendita hacia su amo, obligándola a interponerse entre el vampiro rumano y el cazador austriaco para evitar cualquier daño a su maestro. Después de semejante acto… se había asegurado de que no quedara un solo cazador de vampiros en pie, en ninguna de las cercanías inmediatas al palacio.
Continuara…
:◇:◊::◊::◊::◊::◊::◊::◊::◊::
Hybrid-Virus
Yo! ¡Buen día lectores espero que estén teniendo un excelente fin de semana! ¿Tenemos otra actualización doble, como es eso posible? Honestamente… no tengo idea. Pero aprovechémoslo por que no estoy segura de sí tendremos una tercera actualización doble este mes. Así que solo gócenlo.
Aww Iván es una cosita tierna y adorable. Tengamos en cuenta que no está acostumbrado a convivir diariamente con absolutamente nada, ya que la mayoría de su existencia la ha pasado encerrado en el calabozo. Así que lentamente ira incorporándose a la vida diaria de Rafaela. Algo que podemos apreciar, es que lo único que parece llevarlo a reaccionar por su cuenta, es la idea de proteger a Rafaela.
Del mismo modo las emociones que Iván siente, no le pertenecen a él. Son completamente de Rafaela, ya que se encuentran de cierto modo conectados. El cristal se encarga de unirlos como forja y amo. Pero al mismo tiempo gracias a las circunstancias de la creación de Iván, hay un pequeño lazo que es diferente al de las otras forjas con Rafaela. Vladimir no es el creador de Iván simplemente tomo poder del castillo al convertirse en vampiro, el antiguo amo del castillo cuya alma contribuyo para crear a Drácula, es quien creo a Iván y lo abandono en el calabozo para contener su poder.
La relación entre Rafaela y Vladimir es bastante similar a la de Isaac y Drácula. Entre ambos hay un aprecio y empatía por las circunstancias que han tenido que pasar a lo largo de sus vidas. Esa es la razón de que Rafaela sea considerada como la "Favorita" de los forjadores de demonios. Rafaela tiene dos compañeros forjadores de demonios, los tres generales conforman el triunvirato de la horda de la noche, cada uno lidera su propia facción del ejercito del señor vampiro. Y también cumple con una actividad propia aparte de forjar y dirigir su parte del ejercito de criaturas. Rafaela al tener más tiempo sirviendo a Drácula es considerada como su guardiana, pues es quien lo acompaña a cada momento que deja el castillo, además de ser quien se asegura de la protección del palacio.
Es a causa de esto que Rafaela dirige el ataque en Estiria contra los cazadores de vampiros, pues al adentrarse en el territorio del señor vampiro austriaco fueron atacados a pesar de que Vladimir no era el blanco original. Eso no significa que Rafaela odie a los humanos como lo hace Isaac, simplemente está cumpliendo con su deber como guardiana. Esto es algo en lo que entraremos en detalles más adelante.
Sin más por el momento, dejen un review y nos vemos en la próxima actualización.
¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Critica? ¿Etc.? ¡Ya saben qué hacer, envíen un review!
"Formemos parte de la línea de reviews, cuando leamos un fanfic con un personaje que nos gusta y no es muy común ver, de un fandom olvidado o de una historia que nos guste; dejemos un review, porque esa persona escribe para nosotros y que mejor forma de inspirarla y darle combustible para seguir"
