Burning Lavender
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:
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Capitulo IV
El suave resplandor de la luna baña gentilmente el desierto bosque que marca el límite entre el territorio austriaco y aquel que ha sido conquistado por el rey de la noche hace algunos meses atrás. Aunque el dominio de dicha tierra no es más que una simple forma de afianzar su poder, algo para recordarle a algunos cuantos vampiros, quien entre todos ellos es el ser de la noche más fuerte. La fresca brisa eriza la piel de la ojimiel, mientras continua caminando a un costado del hombre que ha decidido, extender un poco de cortesía al señor de Estiria y no invadir directamente los dominios del vampiro. El silencio del bosque es algo completamente extraño, pues no hay razón aparente por la que los animales deban de hacer silencio.
–¿Cuál es el punto de tener caballos vampiro, si no los usamos?
Una discreta sonrisa se apodera de los labios del ser de la noche, mientras sus orbes rubí se posan en la joven mujer que camina tranquilamente a su costado. Hay algo completamente fascinante en la forma en que, la forjadora de demonios se ha adaptado a él con el paso de los años, Rafaela no le teme en lo más mínimo y eso le hace sentir que entre los dos, hay una conexión que no puede ser expresada con simples palabras. El ganado tiembla, llora y súplica ante la presencia de los lobos, que saben los devoraran sin pena o remordimiento alguno. Le llena de orgullo el saber que su protegida no es parte del ganado, la mirada escarlata se mantiene fija sobre la hechicera que le ha demostrado lealtad con cada batalla que han librado juntos. No… jamás se atrevería a decir que su forjadora es uno de los tantos humanos, que forman parte de las víctimas de los vampiros. No… Rafaela es un fascinante vampiro sin colmillos.
–¿Por qué desperdiciar una romántica caminata, cabalgando en esos mismos vampiros?
La incrédula mirada de la ojimiel es seguida por una divertida risa, Vladimir no se permitirá admitir que el sonido ablanda una parte de su corazón. Pues con el paso de los años, la única constante que ha continuado en su vida, ha sido la pequeña mujer que le sigue con tanta devoción, al igual que muchos otros de sus sirvientes. De igual modo sabe que ninguno de sus súbditos, tiene la más mínima oportunidad de competir contra su forjadora favorita. Los vampiros y las criaturas se postran ante sus pies, dispuestos a servirle y entregarles todo de sí. Y aunque Rafaela le ha seguido y servido de una forma impecable, jamás se ha visto en la necesidad de exigirle que se incline ante él, no es necesario cuando puede ver el honesto deseo de seguirle al mismo infierno, en esos ojos que arden con el tono del ámbar.
–No creo que nuestra inesperada visita les agrade.
Una sonrisa maliciosa se apodera del rostro del vampiro, al mismo tiempo que sus labios se separan para compartir una vez más aquella sabiduría que le había brindado a la hechicera desde el primer día que había llegado al castillo 'Los fuertes tienen el derecho de elegir el destino de los débiles que juzgan… Pues, así como juzgan habrán de ser juzgados.' Lentamente el silencio se vuelve más denso junto a la silenciosa atmosfera, hay un extraño aroma en el ambiente, algo que le hace cosquillear la nariz y a lo que su magia parece reaccionar. El suave murmullo de una rama crujiendo en las cercanías, retumba como un rayo que parte el cielo despiadadamente durante una tormenta.
–¿Es una trampa?...
Susurra gentilmente la ojimiel, al mismo tiempo que su mano se aferra a la empuñadura de su espada. Sabían de sobra que no estaban solos en el lugar, pues el silencio era completamente innatural. Tal parece que ambos cometieron un pequeño error, al suponer que al percatarse de quienes se trataban los dejarían en paz. El final del bosque se encuentra a unos cuantos pasos de distancia, y más allá de este se puede apreciar un inmenso claro de nieve, que se extiende hasta la base del palacio del señor de la noche de Estiria. El viento sopla gélidamente contra el rey vampiro y su sierva, trayendo consigo ese extraño aroma que Rafaela no puede explicar de dónde conoce, pero que consigue que los orbes carmines se entrecierren, para afilar su mirada entre las sombras.
–No, los vampiros no usan humanos para enfrentarse a otros vampiros.
Apenas han escapado las palabras de los labios de la criatura, cuando el eco de apresurados pasos resonando en los alrededores se hace presente. Los orbes miel se entrecierran con un gesto repleto de molestia, a la par que el siseo de su espada al ser desenvainada retumba en sus oídos. La mano de la ojimiel se extiende asegurándose de llamar a sus pequeñas criaturas, al mismo tiempo que una divertida sonrisa se apodera de sus labios. La silenciosa figura de Ludwig se materializa repentinamente de entre la nada, atendiendo al silencioso llamado de la forjadora de demonios. La silueta de la criatura se irgue imponente entre la espesura del bosque, sabiendo que se encuentra preparada para derramar toda la sangre que sea necesaria, para así cumplir con los deseos de su ama y señora.
–Se lo dije maestro, debimos traer a los caballos con nosotros.
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
El pánico y la histeria es palpable en el interior del blanco castillo, los aterrados murmullos y apresurados pasos de algunas criaturas, y de vampiros jóvenes resuena insistentemente en el lugar. Los orbes azules se encuentran fijos en el imponente palacio que ha aparecido de la nada, en aquella tierra que fue arrebatada al antiguo señor vampiro de Hungría. Un silencioso recordatorio de la legendaria fuerza de aquel, que muchos conocían como el verdadero soberano de la noche. El rubio se muerde el labio inferior al entender, que absolutamente todo puede cambiar radicalmente con la inesperada intervención. El eco de aterrados gritos y lamentos, resuena imponentemente en sus oídos, hundiéndolo en una furia que le hace apretar los puños. Todos aquí actúan como si no tuvieran la más mínima oportunidad de enfrentarse a Drácula.
–¿¡Qué diablos hace Drácula aquí!?
Sisea la voz del rubio al mismo tiempo que puede sentir como sus colmillos empiezan a crecer en un gesto de firme agresión. Los orbes cerúleos se posan sobre el silencioso vampiro de hebras platinadas, que se mantiene mirando fijamente el castillo que se encuentra en los límites del bosque 'Lo sabe…' susurra la tranquila voz del dueño de los orbes zafiro, al mismo tiempo que gira para ver a su hermano a los ojos. 'Sabe que entramos en su territorio' la incrédula mirada que arroja el rubio en la dirección de Siegfried, es algo digno del hastió. Mathias ha estado expuesto a la leyenda de ese hombre lo suficiente, como para estar harto del mismo. No hay forma en la que un simple vampiro, pueda percatarse de que entraron en sus dominios, cuando ni siquiera habita en dichas tierras.
–Basta, Drácula es más razonable que otros señores de la noche, explicaremos la situación y todo se resolverá.
Ambos jóvenes giran ante la repentina interrupción de la firme voz a sus espaldas. El rubio aprieta los dientes al ver al señor de Estiria encontrarse frente a ellos, este es el señor vampiro que le dio el regalo de la eternidad. Aquel que le ha educado y le ha hecho servirle con el paso de los años, este que es un grandísimo cobarde… Porque al igual que el resto de la sociedad vampírica, permite que un anciano los utilice a todos como peones, y los mantenga bajo su control con el miedo de su burda leyenda. Las resplandecientes aguamarinas se deslizan sobre el pálido rostro, que es adornado por esas hebras castañas que siempre se encuentran bien acomodadas, su amo es quizás la criatura más vanidosa que Mathias ha visto pavonearse en la sociedad de los vampiros.
–Amo Roderich.
Susurran ambos esbirros al mismo tiempo que se inclinan en la dirección del vampiro que los creo, una mirada molesta de parte de Siegfried obliga a Mathias a inclinarse correctamente ante su señor. Los orbes violáceos se posan sobre el castillo en la distancia, el austriaco debe de admitir que aunque no es la primera vez que ve el palacio, y que también supone que tampoco será la última, este se ve cada vez más y más imponente. Roderich aún recuerda cuando Vladimir hace algunos años atrás, se adentró en todos los territorios de los vampiros, en lo que todos los seres de la noche conocen como la búsqueda del ultimo heredero del linaje de los Belmont.
–Andando, hay que recibir al señor de la noche.
Ordeno el señor del palacio a la par que giraba, para dirigirse a la entrada principal. Puede que todo fuera un simple error y Drácula en verdad no se dirigiera hacia ellos, quizás simplemente decidió aparecer en esta zona para vigilar las tierras, que todos saben se encuentran completamente solas, gracias a que no hay un amo que las habite. El vacío de las mismas prueba el miedo que el señor vampiro esparce en otros, pues nadie se ha atrevido a reclamarlas después de la batalla entre Vladimir y Daniel. Ningún señor vampiro se ha atrevido a tomar el territorio ante la doble amenaza que implica enfrentarse a Drácula, y al mismo Daniel que aún se presume vivo en alguna parte del mundo.
–Maldición…
Gruñe el alto vampiro a la par que empieza a caminar en la dirección que el mayor ha empezado a recorrer. Las puertas del frente se abren lentamente, permitiéndole a la brisa nocturna adentrarse en el palacio. El viento sopla gentilmente trayendo con él un peculiar aroma, que consigue llamar la atención y afilar los orbes de las criaturas de la noche, ante el perfumado aroma de la sangre que se encuentra en el ambiente. El eco de los pasos del pelicastaño alejándose de ambos esbirros, resuena en el silencioso ambiente mientras la pálida mano del dueño de las hebras platinadas, se aferra con fuerza a la muñeca del rubio. La mirada de ambos hermanos de sangre se encuentra, mientras en la cabeza del rubio resuena el insistente pero silencioso susurro de Siegfried, repitiendo varias veces la misma pregunta al más alto '¿Qué hiciste Mathias?'
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
Le repentina caricia del alto pelicastaño la saca de sus ensoñaciones, haciéndola que se percate de la forma en que sus bronceadas manos se han aferrado con fuerza a la madera de su asiento, el recuerdo de un alto hombre de cabello castaño y orbes amatistas recibiéndoles en el exterior de un palacio blanco revolotea en su mente. Incapaz de comprender las palabras que ha mencionado el señor vampiro de Valaquia. No hay forma en la que alguien pudiera acercarse a ese castillo sin ser visto, estaba completamente segura de ello. Ella misma había estado en esa tierra y había luchado en la misma, no había forma en la que un enemigo pudiera adentrarse en el lugar, sin que los vampiros que custodiaban los alrededores se percataran del inminente peligro.
–Eso es imposible… ¿El conde Roderich?
Susurro la ojimiel para después morderse el labio inferior, era completamente imposible que un vampiro del calibre del austriaco pereciera sin pedir el beneficio de la alianza que habían pactado él y su maestro. Simplemente no tenía el mas mínimo sentido, a no ser… que la amenaza que se encontrara enfrentando, resultara ser algo igual de riesgoso para el rey de la noche. La mirada caramelo se posa sobre los orbes escarlata, que puede ver se encuentran fijos sobre su persona. Rafaela conoce lo suficiente a su señor para reconocer ciertas de sus silenciosas emociones, pero lo que le sorprende ver es la duda y molestia que se desprende del pelicastaño. Los labios de Vladimir se separan dejándola ver sus afilados colmillos, es esa acción lo que le da una idea de qué clase de palabras, escaparan de los labios del señor de la noche.
–Acusan de su muerte al Belmont.
Sentencia la voz del vampiro rumano, mientras las yemas de sus dedos se deslizan lentamente contra su barbilla. Los orbes escarlatas se encuentran fijos en el mapa, donde puede ver marcada la extensión de las tierras austriacas, las mismas en las que ahora no posee una alianza, ni un sirviente dispuesto a inclinarse ante su poder. No es que lo necesite, pero siempre es preferible el que haya un vampiro a cargo de los dominios, de lo contrario cualquiera podría intentar tomar el control de esos abandonados pedazos de tierra. Como era el caso del abandonado dominio húngaro. El eco de los apresurados pasos de la ojimiel resuena en los oídos de Vladimir, al mismo tiempo que las manos de la pelicastaña se presionan con fuerza contra la caoba del escritorio.
–¡Eso es completamente imposible!
Gruñe la molesta mujer mientras señala la costa más lejana de Francia, en el mapa que el mismo Drácula ha grabado con el paso de los años. '¿Cómo llego el Belmont desde Francia, hasta Estiria sin que un solo vampiro lo viera?' sisea la voz en un tono que denota ira e incredulidad. Un cansado suspiro escapa del dueño de los orbes rojizos, pues sabe que su hechicera tiene toda la razón. No hay forma de que el último de los Belmont, pudiera adentrarse en los dominios de los vampiros, sin que estos se percataran de ello. Tampoco es posible que dejara vivir a los señores vampiro de varios dominios, en el proceso de eliminar al señor vampiro de las tierras austriacas. La situación apesta a pura inmundicia y le alegra ver que no es el único, que puede percibir el terrible hedor de la misma.
–Estoy consciente de ello, es por lo mismo que pedí que te trajeran a mí.
Los dedos del vampiro pelicastaño se posan una vez más sobre el mapa en el escritorio, asegurándose de encerrar con su dedo índice la extensión territorial perteneciente al antiguo señor de Estiria. Usualmente reclamaría su derecho sobre el territorio, pues al ser el vampiro más fuerte en las cercanías, podría hacer notorio que solamente él tendría la fuerza suficiente para protegerlo. Estaba consciente de que nadie se opondría a ello, pero en ese lugar había esbirros del antiguo amo y señor de dichas tierras. Mientras le juraran lealtad no tenía la más mínima razón para intentar eliminarlos, aunque pareciera ser completamente notorio que todos mentían sobre el verdadero destino del antiguo amo de dicho dominio.
–El vocero del nuevo señor de Estiria, se ha puesto en contacto.
Una extraña sensación toma control del estómago de la ojimiel, mientras que su mirada se mantiene a la expectativa de las palabras del señor vampiro. Hay algo extraño en su maestro, algo que le hace fruncir el ceño como si en verdad fuera capaz de percibir algo bastante desagradable. 'Sabes que es costumbre enviar un forjador para evaluar la situación.' Menciona como si nada el más alto, al mismo tiempo que un extraño escalofrío se apodera del cuerpo de la forjadora de demonios. Algo le dice que las siguientes palabras de su señor no le van a agradar en lo más mínimo y es por lo mismo, que se mantiene a la expectativa de que razón es la que el hombre tiene para ella. Un pequeño deje de esperanza en su interior, grita porque no sea aquello que ella se imagina.
–Desconozco la razón de ello… pero el nuevo señor vampiro, ha pedido exclusivamente por tu presencia.
Un desagradable sabor toma control de la boca de la ojimiel, mientras su mirada se mantiene fija sobre la molestia, que se refleja abiertamente en el rostro de Vladimir. Durante su corta estadía en ese castillo, Rafaela solamente pudo conocer a dos de los esbirros creados por el vampiro austriaco, que eran los mismos con los que se encontró en ese baile ya hace unos meses atrás. Uno de ellos era Siegfried, quien era conocido por muchos individuos como un hechicero despiadado cuya magia podía destruir todo a su paso. El otro… era ese descargable adonis rubio que su Iván había arrojado al suelo de un golpe. Un escalofrío se apodero de su cuerpo, al imaginarse que semejante criatura tomara el lugar de un señor vampiro. Mathias era todo lo que le desagradaba de los vampiros, colocado en un solo ente de la noche.
Continuara…
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Hybrid-Virus
Yo! Buen día lectores, espero que estén teniendo un excelente día. Me parece casi impensable y realmente me sorprende, pero si hubo una tercera actualización para este mes. Me sorprende bastante el hecho de que 4 historias han tenido un tráfico de entre los 50 y 80 lectores en el transcurso de lo que va del mes.
En este capítulo podemos ver un poco de la relación de Vladimir y Rafaela, podemos ver que para ambos hay un reconocimiento de maestro y estudiante, en vez del enfoque de amo y sirviente. Lo cual técnicamente viene a ser correcto, ya que es Vladimir quien ha contribuido con sus años de experiencia a mejorar la magia de Rafaela, para que contribuya en su guerra contra los vampiros que se interponen en su camino y la humanidad por igual.
Del mismo modo podemos ver que el desagrado de Mathias, ya existía incluso antes de poner sus ojos sobre Drácula. Este existe simplemente del desagrado del rubio porque haya alguien más fuerte que él. Pues en el mundo de los vampiros, el débil debe doblegarse ante el fuerte. Dado esta situación, Mathias ha buscado la forma de volverse más fuerte y conseguir su propio territorio.
Finalmente, el plan de Mathias empieza a tomar forma con la muerte de Roderich, el cual supuestamente ha perecido a manos del último miembro de la familia de los Belmont. Lo cual tanto Rafaela como Vladimir saben es imposible, pues uno de los forjadores de demonios se encuentra siguiendo el rastro que los dirigió a Francia. Con esto Mathias se afianzará como el nuevo señor de Estiria, y así iniciará su intento de derrocar a Drácula.
Sin más por el momento, dejen un review y nos vemos en la próxima actualización.
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"Formemos parte de la línea de reviews, cuando leamos un fanfic con un personaje que nos gusta y no es muy común ver, de un fandom olvidado o de una historia que nos guste; dejemos un review, porque esa persona escribe para nosotros y que mejor forma de inspirarla y darle combustible para seguir"
