*DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de la mangaka Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su trama son de mi entera pertenencia. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.

*SUMMARY: A la hora de escoger "¿Dulce o travesura?" Kagome escoge "dulce", dejando implícita la ternura propia de la pareja en cada una de sus viñetas y drabbles. Porque octubre es conocido por ser un mes aterrador... Aterradoramente dulce.


DAY 3:

''Protector''


Bebió el último trago de su refresco y dejó salir una sonrisa confiada mientras sentía el alcohol quemar sus cuerdas vocales. La música alta y el bullicio de las personas, lejos de irritarlo, solo hacían el ambiente más animado y por una vez se permitiría dejarse llevar.

—¿Hay algo mejor que esto? —Murmuró y de inmediato sus ojos hicieron contacto con los zafiros de otra mujer— Pues parece que sí...

Su libido normalmente calmado parecía verse incrementado por lo ameno del clima. Las personas a su alrededor parecían estar unidas por un único pensamiento: fornicar.

—¿Te gusta esa?

La voz de Miroku captó su atención y pudo apreciar el ligero rubor que comenzaba a formarse en sus mejillas. Miroku nunca había sido un buen bebedor, pero las fiestas de fraternidad lo motivaban a llenar sus venas de alcohol para poder disfrutar de las mujeres que a menudo concurrían a ese tipo de eventos.

—Puede que sí —respondió—. ¿Por qué no habría de gustarme? Tiene buen cuerpo.

—Pues... Tiene novio, creo.

—La forma en que me guiña el ojo hace que parezca que su novio no le importa —comentó mientras correspondía el guiño de la joven que poco a poco se acercaba al dúo.

—¿Acaso piensas...?

—Sí. ¿Por qué no? Para eso son este tipo de fiestas, ¿cierto?

No le dio tiempo de responder cuando se encontró de frente con la que suponía sería su revolcón de universidad durante lo que quedaba de la noche. La inspeccionó de arriba abajo y arqueó una ceja sin disimular su interés. Tenía piernas torneadas, cintura estrecha y un buen par de pechos que servirían como la almohada perfecta una vez que ambos hubieran terminado su pequeño descargo sexual. La mirada azulina que la joven le dirigió pareció indicarle que tampoco le disgustaba lo que veía, haciéndolo sentir aún más confiado.

—Hola, soy... —Saludó, pero el bullicio de la fiesta le impedía seguir una conversación con normalidad, por lo que el ojidorado asintió en respuesta para fingir que había entendido lo esencial de la conversación—. Voy a primer año.

—Un gusto —Murmuró sin dejar de estudiarla con la mirada—. ¿Quieres beber algo? —Sugirió.

Bien, puede que fuera a tener sexo con esa joven pronto, pero tampoco era un canalla que se salteaba las etiquetas y coqueteos básicos. Un par de minutos de plática trivial servirían para que cada uno supiera lo esencial del otro, entraran en confianza y, finalmente, se divirtieran en algún cuarto del departamento.

—Gracias —aceptó—, una cerveza estaría bien.

—Voy por ella.

Miroku e Inuyasha intercambiaron miradas pícaras desde la lejanía. Tendrían mucho de lo que hablar al día siguiente.

Mientras su mente divagaba en lo que le deparaban las próximas horas fue en busca de las bebidas para ambos, no sin antes maldecir unas cuantas veces por no encontrar dónde estaba cada cosa en ese lugar. Le habría encantado encontrar al anfitrión de la fiesta, pero seguramente le tardaría demasiado y probablemente estaría haciendo lo mismo que sus otros compañeros. No deseaba interrumpirlo solo por un par de botellas de cerveza, vasos y hielo. Podría arreglárselas solo.

—¿Qué estás buscando?

Le tomó un par de segundos distinguir una curiosa voz que se abría paso entre la multitud de jóvenes y le tomó otro segundo descifrar que aquella voz se estaba dirigiendo a él.

—¿Eh?

—Dije que qué estás buscando —repitió—. ¿Puedo ayudarte?

Pero le fue imposible responder. Tal vez fuera el ligero mareo producto del alcohol o simplemente la pregunta lo había tomado por sorpresa. En cualquier caso: había guardado silencio ante la atenta mirada de la joven de rizos azabache. La chica lo miraba con desmedido interés mientras intentaba ver qué estaba haciendo con los cajones de la cocina. Cuando se recuperó de la sorpresa inicial se percató de que la actitud de la chica, lejos de ser tierna, parecía más bien algo... Invasiva.

—¿Qué te importa? Métete en tus asuntos.

La mirada brillante y casi inocente pasó entonces a mostrarse claramente ofendida. Inuyasha se encogió de hombros y tuvo la intención de retomar su tarea inicial, pero su voz volvió a interrumpirlo.

—Me importa porque es mi casa.

—Mentirosa.

—¿Qué?

—La fiesta fue organizada por mi compañero, un hombre —aclaró y la miró con desagrado—, y hasta donde sé no pareces ningún hombre. Así que vuelve por donde viniste.

—Es porque esta casa es de mi hermano, tonto.

—¡¿Ese idiota tiene una hermana?!

—Sí, vivo con él porque entraré a esta universidad el próximo semestre... Y exijo saber qué estás buscando en mi cocina —reafirmó. A la mierda la amabilidad con ese imbécil—. Ni se te ocurra robarnos o llamaré a la policía.

—No robaré nada. Solo estoy buscando hielo y...

—¡Inuyasha! —Ambos voltearon a ver el origen del sonido. Solo para encontrarse con el ojiazul levantando triunfalmente dos botellas de cerveza— ¡Ven, Koga trajo bebidas! ¡Y están frías!

El aludido sonrió al ver que no debía continuar buscando en ese laberinto mal llamado cocina y miró de soslayo a la joven que seguía parada junto a él con el semblante fruncido en una clara mueca de desconfianza.

—Genial, ya tengo lo que quería —murmuró—. Me marcho. Gracias por nada, niña.

—Bruto.

._._._._._._._._._.

—¿Entonces Higurashi tiene una hermana?

—Así parece.

—¿Y es linda?

—¿Cómo quieres que lo sepa? Apenas hablamos unos minutos —bufó—. No tuve tiempo de fijarme, su irritante voz se llevó toda la atención.

—Lo que digas, pero esos minutos que perdiste discutiendo los aprovechó otro sujeto —respondió y apunto a algún punto entre la muchedumbre.

Inuyasha ni siquiera se esforzó en girar la cabeza. Simplemente le dio un trago al potente licor y soltó una grosería por lo bajo. Comprendía que la mujer de hace unos momentos era alguien fácil y claramente muy poco fiel a su supuesto novio, pero demonios, ¿tan poco le importaba como para irse casi de inmediato con otro tipo? No había demorado más de diez minutos en ir y venir y sin embargo fue suficiente para que otro se adueñara de su atención.

—Se los ve muy acaramelados.

—Ahórrame las náuseas, Miroku. No tengo ganas de hablar de eso.

Definitivamente lo último de lo que quería hablar era de su rotundo fracaso sexual. Seguramente Koga se burlaría de él al día siguiente. Mierda, de solo pensarlo le dolía la cabeza.

—¿Y el plan?

—¿Plan?

—Sí, ¿qué sigue? ¿Quieres que volvamos a nuestro departamento o prefieres intentar suerte con otra?

—Ninguna —afirmó—. Por ahora todo lo que quiero es beber hasta quedar muy, muy ebrio.

Tal vez así olvidaría la vergüenza que le producía haber perdido una de las mejores oportunidades de su vida. Con un par de cervezas extra podría limitarse a ser solo otro ebrio en medio de la fiesta... Y eso sería suficiente.

—Como quieras —respondió el ojiazul a su lado para luego darle otro trago a su bebida y arquear una ceja con desagrado—. ¿La cerveza está caliente o solamente soy yo?

—Probablemente ambas —se burló—. Como sea... Iré a buscar hielo.

—Gracias.

._._._._._._._._._.

Removió los trastos con restos de comida congelada en la nevera y maldijo por enésima vez esa noche. No había conseguido encontrar cervezas por su cuenta, no había logrado intercambiar algo más que palabras con la joven curvilínea de antes y ahora tampoco podía encontrar hielo. Estaba vacío, simple y llanamente vacío. No quedaban cubeteras, ni botellas o latas con hielo. ¡Ni siquiera podía sacar escarcha de las paredes! ¿Cómo se suponía que iba a disfrutar de lo que quedaba de la noche bebiendo sin una buena porción de hielo para refrescarse? Esto era el colmo.

Justo cuando estaba a punto de rendirse sus ojos dieron de lleno con un cuenco sobre la mesada de la cocina y, si la vista no le fallaba, parecía contener hielo. Casi con desesperación alcanzó a tomar los últimos cubos que quedaban en el fondo. No eran demasiados, pero definitivamente ayudarían.

—¿Por qué alguien dejaría los hielos fuera de la nevera? ¿Acaso son tontos?

Vertió todos los cubos junto con la cerveza en un vaso lo suficientemente grande como para albergar todo y no tener que volver a buscar más botellas por el resto de la noche. Vale, puede que sí, después de todo lo mejor sería emborracharse para no recordar el penoso fracaso de hace un rato. Dio media vuelta con su bebida recién preparada e inmediatamente algo inusual captó la atención. Le pareció haber visto una cabellera azabache y su mente recordó qué había tenido otro desagradable encuentro esa noche. ¿Podría tratarse de la misma chiquilla? Forzó su vista lo suficiente como para buscar la melena que le pareció haber visto hace un segundo y sí, efectivamente se trataba de la misma chica que había osado llamarlo ladrón sin motivo alguno. Se encontraba en frente de él, bueno, casi... Si no fuera por la muchedumbre de jóvenes yendo y viniendo entre besos y caricias acaloradas. Desde su posición apenas alcanzaba a ver un mechón de su cabello y una que otra parte de su ropa, pero sí, de no ser por todo eso podría decirse que se encontraban frente a frente.

Movido por la curiosidad se vio obligado a buscar un mejor ángulo, uno más alejado del refrigerador al que todos parecían querer acceder con desesperación. En su lugar se colocó cerca del lavavajillas y, tal como su precaria mente anticipó, ese lugar le brindó una mejor visión. La chiquilla se encontraba hablando con alguien, probablemente otro de los invitados porque dudaba que fuera otro hermano suyo. Especialmente por la mirada acalorada que le dirigía el joven con el que platicaba. Esa mirada que los hombres poseen cuando miran a una chica con buen cuerpo y con la que desean acostarse. Arqueó una ceja en un gesto completamente burlesco. La pobrecilla tenía menos curvas que una regla, pero bueno, tal vez correría con la suerte de enamorar a algún pobre iluso.

La cocina no era especialmente grande y sin embargo le pareció estar mirando todo desde un punto muy lejano. Probablemente era el alcohol lo que lo hacía sentir fuera de cuadro. No obstante, eso no impidió que se reclinara cómodamente sobre la mesada y le diera un largo trago a su refresco.

Bastó ver la forma en que el muchacho rompía su espacio personal para pasar a posar una mano en su cintura e incluso para él no pasó desapercibido el respingo que recorrió el cuerpo de la pelinegra. Esto sería entretenido.

—Parece que la hermanita de alguien no es tan inocente como parece, ¿eh?

Sus ojos cansinos observaron el panorama con interés y, tal vez, con algo de gracia también. Era entretenido ver la forma en que el chico tanteaba el terreno. Primero fue la mano en su cintura, luego acomodó el cabello de la fémina detrás de su oreja y le susurró algo que bien podría haber sido un halago por la forma en que ella se sonrió.

Era como ver una película porno de bajo presupuesto en tiempo real. El mismo vídeo ridículo donde, sin argumento aparente, dos personas comenzaban a tener sexo desenfrenado. Solamente que en este caso podría verlo en vivo y con la pequeña —pero divertida— diferencia de que uno de los protagonistas sería la hermana menor de su compañero. ¿Qué cara pondría cuando mañana en el campus le dijera lo que otro invitado le había hecho a su hermanita? Oh, Dios, pagaría por ver eso. Se habría pavoneado al ver su reacción durante toda la semana, inclusive se lo recordaría en fechas cercanas a exámenes con tal de verlo rabiar y tener canas verdes. Realmente lo habría hecho de no ser porque notó algo que, a pesar de ser obvio, había pasado inadvertido hasta el momento: el rostro sonrosado de la joven. Al principio lo había atribuido al coqueteo, mismo que la hacía sonrojarse, pero ahora que la veía bien podía notar sus ojos ligeramente entrecerrados en un gesto que no parecía ser el típico "bésame" al que estaba acostumbrado. Entonces la vio dar un paso hacia atrás y tambalearse. Aquello lo terminó de confirmar: estaba ebria... Y el sujeto frente a ella lo sabía perfectamente. Su asquerosa sonrisa ladina lo confirmaba.

La confianza y labia con la que delineaba sus curvas le producía náuseas. Ni siquiera la había besado y ya estaba desnudándola con la mirada. Probablemente pensando en cuál sería su siguiente paso, en qué posiciones la haría suya y cómo se regodearía al día siguiente al contárselo a medio mundo. Su sangre corrió pesada por sus venas de solo imaginarlo.

Sus pies caminaron por instinto al dúo de jóvenes y se apresuró a interrumpir la charla de la forma más grosera posible. No alcanzó a decir su nombre cuando vio al chico en cuestión tomarla de la cintura para apartarla de cualquier roce que pudieran tener. La acción parecía denotar protección, pero él sabía demasiado bien que solo era una excusa para tenerla más cerca y poder tocarla. Ese tipo era tan asqueroso que el más mínimo roce parecía encenderlo... Un pervertido en toda la extensión de la palabra.

—Buenas noches, ¿interrumpo algo?

—Creo que sí.

Era obvio que acababa de interrumpir sus planes. Un segundo más y probablemente ya se habría encerrado con ella en alguna habitación. Inuyasha sonrió satisfecho al ver el rostro frustrado del tipo. Aprovechó ese preciso instante para apoyarse cómodamente en la barra de la cocina, anunciando que no planeaba irse o, por lo menos, no muy pronto.

—Creo que no.

El pelinegro frente a él soltó una grosería por lo bajo y apretó el curvilíneo trasero de la joven de cabellos rizados, misma que apenas y se inmutó por el acto tan descarado. ¿Realmente estaba tan ebria? Diablos, ahora mismo a duras penas podría decir su nombre.

—Hay un par de tipos en el jardín —comenzó y dio un trago a su bebida—. Creo que necesitaban algo de beber. ¿Podrías llevarles algunas latas?

—Ve tú, fenómeno. No te necesitamos aquí.

—Me parece que no me estoy explicando bien —respondió mirándolo a los ojos. Temía que al dejar de hacer contacto visual fuera a toparse por error con la evidente erección de aquel canalla, debía mantener la vista en alto. No deseaba tener pesadillas esa noche—. Eres tú a quien no necesitamos.

Tomó la mano libre de la azabache, misma que a duras penas se mantenía en pie, y tiró bruscamente para apartarla del sujeto que no había dejado de acariciar sus glúteos en ningún momento.

—Ahora vete.

—¿Y quién demonios es este tipo, Kagome?

Kagome... Así que así se llamaba. Curioso nombre.

—No quieras pasarte de listo —bramó—. Sabes perfectamente que no está en sus cinco sentidos. Así que largo si no quieres que...

—¿Por qué quieres hacerte el héroe? También estás ebrio —comentó señalando el vaso de cerveza casi vacío que seguía en su otra mano—. ¿Acaso quieres acostarte con ella?

—¿Quién dijo que quiero hacer algo como eso? Si tú quieres, hazlo —y, por una fracción de segundo, le pareció ver una sonrisa en el rostro del sujeto—. Pero no cuando esté ebria, maldito imbécil.

—¿Cuál es el problema? Todos en esta fiesta están borrachos. Déjanos divertirnos, entrometido.

—Su hermano está en la casa. Si no la dejas en paz, iré a buscarlo a donde putas esté metido y te garantizo que no será bonito.

—¡Solo déjanos...!

—Es todo. Llamaré a la policía.

Bastó sacar su teléfono y desbloquear la pantalla para que el pelinegro palideciera e intentara quitarle el celular. Sin embargo, sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos como para alzar el móvil por sobre su cabeza.

—¿Qué pasa? ¿Asustado? —Se burló.

—Suelta ese maldito teléfono, idiota.

—¿Por qué? ¿Temes que vengan y vean algo que no es de su agrado?

El silencio del muchacho y la forma en que tragó duro solo confirmó que no se trataba más que de un hombre de papel queriendo pasarse de listo. Bloqueó su teléfono y acortó tanto la distancia entre sus rostros que sus respiraciones casi se mezclaron. Clavó sus ojos dorados en los oscuros del sujeto y soltó las palabras justo contra su oído.

—Eso es... Si no quieres problemas, es mejor que te largues, ¿me oíste?

No hizo falta obtener respuesta. La forma en que su piel se erizó y sus pupilas temblaron le bastó para confirmar que su amenaza había sido bien recibida. Lo empujó con poca delicadeza hacia atrás, especialmente para apartarlo de cualquier tipo de roce que pudiera tener con la joven a su lado.

—Y que no se te ocurra molestarla —advirtió viéndolo marchar. Una vez que se aseguró de que estaban solos se volteó hacia la azabache—. ¿Estás bien?

Los ojos almendrados lo miraron por primera vez de forma directa y fue consciente de su estado. Tenía la mirada ida, sus ojos habían perdido aquel brillo fulgurante que minutos antes había servido para intimidarlo mientras osaba llamarlo ladrón. La recorrió con la mirada para estudiarla rápidamente y, además de la respiración pesada y las mejillas sonrojadas, no parecía tener nada grave. Ni arañazos, ni moretones. Sus labios tampoco se veían hinchados, por lo que dudaba que ese tipejo le hubiera robado algún beso aprovechando la situación. Desvió su atención a su bebida casi inexistente y la dejó sobre el lavabo. Adiós a su plan de emborracharse hasta desvariar...

—Necesitas tomar agua.

No podía ponerse a beber. No ahora que debía protegerla de cualquier otro abusivo.

—¿Tienes resaca? —Indagó y nuevamente solo el silencio le respondió— Ya sabes, dolor de cabeza, eso.

A pesar de que la chica no parecía tener intenciones de hablar sí fue consciente de que seguía costándole trabajo mantener el equilibrio. Si seguía así, probablemente terminaría vomitando.

—Mejor espera aquí sentada —pidió—, y olvida el agua. Lo mejor será tomar un café, eso te quitará la borrachera antes —concluyó—. ¿Sabes dónde está el café?

—¿Ca...? ¿Café?

—¿No dijiste que esta era tu casa? Deberías saber en dónde... —Pero se apresuró a interrumpirse al darse cuenta de que en su estado actual era difícil sonsacarle cualquier tipo de información— Olvídalo. Encontraré el café yo mismo.

Lo encontraría en algún lugar entre esa marea de alumnos, cigarros, música y alcohol. No podía ser difícil encontrar algo tan cotidiano en una cocina como cualquier otra, ¿no?

._._._._._._._._._.

—Aquí tienes tu café.

La joven tomó la humeante taza entre sus manos y disfrutó del agradable calor que esta desprendía mientras Inuyasha murmuraba una que otra grosería. Al parecer encontrar el café sí había sido más problemático de lo que pensó. Luego de revisar cada una de las gavetas y desenchufar el equipo de música para poder conectar la pava eléctrica para hervir el agua —y llevarse una buena ración de insultos por cortar la diversión— había conseguido preparar el café. No sin antes tener otra desesperada búsqueda donde debía encontrar el azúcar, pero no quería pensar en eso.

—Anda, bébelo antes de que se enfríe —pidió.

—No quiero.

—¿Qué?

—No me gusta el café. Es mi hermano quien toma... Café —bostezó.

—Pues me importa un comino si es tu hermano quien toma café. Bébelo si quieres que se te quite lo ebria.

—Grosero —bufó, y seguidamente dio un sorbo a su taza.

Inuyasha se relajó en su sitio al ver que no había opuesto tanta resistencia como creyó que lo haría. Seguramente el alcohol la volvía mucho más dócil o algo parecido.

—Apresúrate para poder llevarte a tu habitación y volver a la fiesta —gruñó—. Ya perdí demasiado tiempo contigo.

La chica guardó silencio. Por un momento había entrecerrado sus ojos con recelo, pero acabó por guardar silencio y darle otro sorbo a su taza de café. Como si eso fuera todo lo que pudiera hacer. Inuyasha estudiaba con detenimiento la forma en que sus ojos chocolate se cerraban cada vez con más pesadez y tardaban más en abrirse. Su cuerpo le estaba pasando factura y pronto caería dormida. Esperaba que no le tomara tanto trabajo encontrar el cuarto de la azabache o de lo contrario le saldrían canas verdes por el estrés. Maldita sea, ¿eso era un departamento o un laberinto interminable?

Cuando la vio más recuperada captó su atención al chasquear los dedos frente a ella.

—Oye, Kagome... ¿Así te llamas, no? —La joven asintió en su dirección— Debes tener más cuidado con esa clase de tipos. Hay muchos que se habrían aprovechado de tu situación y...

—¿Aprovecharse?

—Sí, cosas como... Grabarte o tocarte, esas cosas...

¿Por qué se le hacía tan difícil expresarse en voz alta? ¿Era por la diferencia de edad? No podía ser, apenas eran tres años. ¿Tal vez fuera porque era la hermana de su compañero? En cualquier caso la había salvado de un depravado. Podría decirse que acababa de saldar la deuda con su amigo por haberlo ayudado a estudiar para el examen final el semestre pasado. Sí, sonaba justo.

—Como sea. No debes bajar la guardia en fiestas de este tipo.

—Oye...

—¿Mmm?

—¿Sabías que eres un entrometido?

—¿Disculpa? —La indignación colmaba su voz. Había dejado de bailar y beber para vigilarla... ¿Y así se lo agradecía?— ¡Pues tú eres una...!

—Pero eres... Un entrometido lindo.


FIN


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"Declaración estando borracho"

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Lectores amados, espero que además de lindo, lo vean como una gran enseñanza. A las lectoras quiero decirles que tengan cuidado cuando vayan a fiestas, que vigilen a sus amigas y no se fien de extraños. A los lectores les pido que no sean parte del problema y ayuden siempre que puedan. No hagan la vista gorda aún si se trata de un amigo o un familiar. No dejen que a ustedes o a alguien más le pase algo que los romperá por siempre...

29.9.21