*DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de la mangaka Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su trama son de mi entera pertenencia. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.
*SUMMARY: A la hora de escoger "¿Dulce o travesura?" Kagome escoge "dulce", dejando implícita la ternura propia de la pareja en cada una de sus viñetas y drabbles. Porque octubre es conocido por ser un mes aterrador... Aterradoramente dulce.
DAY 5:
''Boing, boing''
Movió su nariz disimuladamente al captar el aroma floral al que tanto estaba acostumbrado y sus orejas se giraron instintivamente hacia atrás en cuanto oyó pasos inquietos a su alrededor.
—Iremos a las aguas termales —informó Kagome mientras tomaba una toalla de su mochila—. No nos espíen —advirtió, más por costumbre que por otra cosa.
—¿No se llevarán a Shippo? —Se animó a preguntar Miroku con tranquilidad, pero el agudo oído del peliplata logró captar cierto interés morboso en la respuesta a su pregunta.
—No, está durmiendo y es muy tarde.
—Comprendo.
—Bueno, vamos, Sango. ¿Tienes todo?
—Sí.
Las suaves pisadas femeninas se perdieron poco a poco entre el follaje del bosque dejando al par de hombres en un silencio que se le antojaba de lo más agradable al hanyou. Sin embargo, una risilla a la que estaba demasiado acostumbrado rompió su anhelada paz.
—Ah, ni creas que te dejaré ir —gruñó sin dignarse a abrir los ojos y se enfurruñó más en su sitio—. Estoy demasiado cómodo como para vigilarte.
—Precisamente eso es lo que quiero hacer, amigo mío, debemos vigilarlas para que no les pase nada malo, ¿cierto?
—No caeré en tus trucos.
—¿Qué trucos? —Respondió con fingida inocencia— Es un hecho que alguien podría aprovecharse para espiarlas estando indefensas. Verían sus cuerpos mojados, sus cabellos alborotados bajo el agua, el redondeado trasero de mi amada Sango, sus turgentes pe...
—¡Miroku! —Bramó abriendo los ojos de golpe. No quería imaginar tan siquiera un pixel de eso— ¿Quieres callarte?
—¿Qué? ¿Prefieres que otro las espíe? Si no vamos, eso es lo que sucederá.
—¡Que te calles!
._._._._._._._._._.
—¿Oíste eso?
—¿Qué cosa?
—Las hojas —aclaró—. Suena como si alguien estuviera detrás de ellas...
—O como si un conejo hubiera pasado muy rápido —respondió la azabache quitándole importancia al asunto—. Solo relájate, Sango.
—Eres demasiado confiada, Kagome. Tal vez por eso ese demonio ciempiés logró hacerte atravesar el pozo en primer lugar —se burló, olvidando por completo el ruido de hace unos instantes.
—Para empezar: fue un ataque sorpresa, a cualquiera lo habría sorprendido —se defendió.
—Si tú lo dices... ¡Kagome! ¡No salpiques!
La risa de ambas féminas logró hacer que el dúo de hombres pudiera respirar con alivio mientras se reacomodaban en su escondite detrás de la vegetación. Eso había estado cerca, tal vez demasiado.
Miroku intentó apartar un poco la maleza para mejorar su campo de visión, pero rápidamente un puño dio de lleno contra su cabeza obligándolo a apretar los dientes con dolor.
—¡¿Y eso por qué?!
—¡Ya vámonos, maldita sea!
El monje había sido demasiado rápido, aún con sus piernas fue difícil seguirle el paso. Para cuando logró alcanzarlo ya se encontraba junto a las aguas termales y no le quedó de otra que esconderse junto a él. Solo esperaba lograr sacarlos de aquel embrollo sin ninguna herida de por medio.
—No lo olvides: en cuanto se distraigan, te arrastraré lejos de aquí, libidinoso.
—Yo las noto muy distraídas ahora y no te veo sacándome a rastras —se burló—. No engañas a nadie, pequeña bestia, tú también quieres espiar.
—¡Que yo no quiero...!
—Shh, escucha, están diciendo algo. ¿De qué hablan?
—¡No soy tu maldito radar!
—¡Shh!
Miroku movió su mano con rapidez para tapar la boca de su amigo y antes de que comenzaran a forcejear una voz los interrumpió dejando a uno de los presentes sumamente interesado y al otro muy, muy sonrojado.
—¿No crees que deberían ser más grandes, Sango?
«¿Qué?»
—No, así están bien. Se ven firmes.
—¿Segura?
Miroku fue el primero en salir de su estupor y lentamente retiró su mano para dejar a su amigo respirar. Sin embargo, tiró de una de sus orejas con poca gentileza para acercarlo a él.
—¿Estarán hablando de su trasero o de sus pechos?
—Cállate —susurró de mala gana—, quiero escuchar.
El monje miró con alegría a su acompañante y se reacomodó en su sitio, listo para dejar que sus oídos lo guiaran esa noche. Por lo menos contaba con el interés de Inuyasha, de manera que no tendría que preocuparse porque lo arrastrara lejos del lugar en cualquier momento.
—Claro que sí, Kagome. Solo míralos —instó—: parecen dos melones, son lindos.
Un sonrojo surcó el rostro del ojidorado y tragó saliva con pesadez sin saber por qué. Su cuerpo hormigueó con cierta incomodidad, pero ni siquiera así atinó a moverse siquiera un centímetro de su sitio.
—No lo sé, Sango, creo que debería ser más... Rellenita, ¿sabes?
—¿Rellenita?
—Sí, las mujeres de esta época son mucho más... Mmm... ¿Agraciadas? No lo sé.
—¿Te refieres a que parecen mujeres adultas incluso siendo jóvenes?
—Sí.
—Eso es porque son madres a una edad muy temprana. Tú misma lo has dicho, Kagome —se rio la castaña.
—¿Crees que hablarán de mí en algún momento? —Murmuró el ojiazul relamiéndose para sus adentros. ¿Hablarían de su valentía? ¿De su gallarda apariencia? ¿Tal vez de su talento en la cama?— Estoy ansioso por oír a mi bella Sango hablar de...
Rápidamente algo lo tomó por el cuello de sus vestimentas, interrumpiendo así su pequeño monólogo. Miroku no pudo más que mirar sorprendido la mirada amenazante del hanyou a su lado y una pequeña gota de sudor surcó su frente.
—Cállate.
El susurro fue suave, pero tan firme como gélido y fue suficiente como para dejar al monje advertido. Soltó su ropa despacio y devolvió la vista al frente disfrutando del silencio de su compañero. Era su culpa por haberlo arrastrado a una situación que, queriendo o no, había captado por completo su atención.
—Bueno, sí, pero... —¿Cómo decirlo sin enredarse con sus propias palabras?— Aun así me gustaría que fuesen más grandes.
—¿Por qué? —La joven de cabellos rizados guardó silencio, pero fue su sonrojo el que la delató— Oh... Es para gustarle, ¿cierto? —Nuevamente el silencio fue su única respuesta— Honestamente no creo que a él le importen esas cosas.
—Yo sé que no... —Se animó a responder—, pero quisiera que hicieran... Bueno, el típico "boing, boing". ¿Sabes de lo que hablo?
Sango dejó salir una pequeña risilla al tiempo que se sonrojaba y se recargaba en una roca para estar más cómoda.
—Sí, entiendo.
No sabía si era por el rumbo que la conversación estaba tomando o si el vapor de las aguas comenzaba a afectarlo, probablemente era una mezcla de ambos factores. El hecho era que Inuyasha se encontraba sonrojado desde las orejas hasta la punta de los dedos de sus pies. Simplemente se sentía demasiado abochornado al escuchar semejantes comentarios y al mismo tiempo su curiosidad no lo dejaba marcharse.
—Yo creo que a él le gustan más...
Vale, tal vez ahora sí su curiosidad le permitiera salir corriendo de aquel sitio. No quería escuchar lo que ambas mujeres suponían sobre cuáles eran sus gustos y mucho menos que el monje a su lado pudiera descifrar algo a través de lo que las jóvenes fuesen a decir.
—Vámonos —ordenó.
—¿Qué? ¿Por qué? Yo quiero seguir escuchando lo que tienen que decir.
Miroku comenzó a sentir que le faltaba el aire y su ropa se tornó incómoda. La zona del cuello lo apretaba hasta casi asfixiarlo y en cuanto el suelo bajo sus pies comenzó a moverse supo que Inuyasha se estaba encargando de, literalmente, arrastrarlos fuera de esa situación.
—He dicho que nos marchemos —repitió de mala gana en cuanto supo que estaban lo suficientemente lejos como para no ser oídos.
—La conversación estaba interesante.
—Me incomoda —bufó—. Es raro oír a Kagome hablar de esas cosas.
Miroku lo miró durante unos segundos antes de sacudirse la ropa y ponerse de pie. Lo estudió silenciosamente y, tras pensarlo unos instantes, soltó algo que llevaba pensando demasiado tiempo.
—Pues... Tal vez si le dejaras en claro que te gusta cómo se ve no estaría diciendo esas cosas.
—¿Qué?
—Digo que esas inseguridades son fruto de tu falta de comunicación, amigo mío.
Inuyasha frunció el ceño y Miroku casi creyó oírlo gruñir, juraría que el peliplata estaba a punto de darle un puñetazo, pero sus manos, a pesar de estar cerradas con fuerza, permanecieron a los lados de su cuerpo sin dignarse a asestar el temido golpe. Algo dentro de Inuyasha sabía que lo que el monje le decía contenía cierto grado de verdad.
._._._._._._._._._.
La paz de la mañana envolvía todos y cada uno de los rincones del Japón feudal, todos, excepto el interior del hanyou que miraba su tazón de ramen como la cosa más desabrida y sin sazón del mundo. Cualquiera que lo viera creería que estaba mirando una auténtica bazofia. Kagome intentó ignorar el clima tenso y silencioso, pero tras dos bocados no se resistió a acercarse con cautela al monje a su lado.
—Ey, ¿tienes idea de qué le pasa?
—No tengo la menor idea de qué puede ser, señorita —mintió.
—Está raro.
Miroku disimuló una risilla y procedió a comer con la tranquilidad que lo caracterizaba mientras una de sus manos se deslizaba ocasionalmente hasta el trasero de la castaña a su lado. Obteniendo siempre el mismo doloroso resultado.
—¡Monje idiota! ¡¿Usted no aprende, verdad?!
—¡Es la maldición de mi mano, Sango! ¡Mi mano!
Kagome miró al albino frente a ella esperando encontrar la clásica cara de fastidio que solía poner cada vez que aquel par peleaba. Sin embargo, no tenía el ceño fruncido, ni la comisura de su boca torcida con desagrado o tan siquiera sus orejas plegadas hacia atrás con clara molestia. En cambio lo vio mirarla fijamente, como estudiándola. Sus miradas no estaban conectadas. Ella intentaba buscar sus ojos, pero el par de orbes estaban ligeramente desviadas hacia abajo y, por un momento, le pareció que Inuyasha se veía como un chiquillo de su época que mira un escote con demasiado interés. Tuvo el impulso de cubrirse a pesar de tener el uniforme escolar de siempre, pero solo atinó a dejar de respirar a la vez que veía a Inuyasha tragar saliva con pesadez, como si su saliva se hubiera vuelto tan densa que le resultaba imposible a su garganta poder tragar. Sabía de sobra que el pobre no había probado tan siquiera un bocado del humeante ramen, así que... ¿Por qué tragar con tanta dificultad? Un ligero sonrojo cubrió sus pómulos al intuir que su ordinario busto podría llegar a generar semejante reacción en el peliplata.
—Voy a nadar en el río.
Kagome parpadeó varias veces antes de terminar de entender. ¿En qué momento Inuyasha se había puesto de pie para marcharse? ¿Cuánto tiempo había estado mirándolo fijamente? ¡¿Se había dado cuenta y por eso decidía largarse?!
Lo vio pasar a su lado casi con total indiferencia, como si no hubiera estado hace solo unos instantes intentando desnudarla con la mirada. Rápidamente se puso de pie y tiró de una de sus mangas para detener su marcha, pero lo que Inuyasha le susurró fue capaz de detenerla a ella misma sin necesidad de tocar siquiera un cabello suyo.
—Me gustan como están.
Fueron apenas unas milésimas de segundos las que le llevaron a ella comprender lo que había dicho mientras Inuyasha se zafaba de su agarre y se perdía en el bosque rumbo al río. Milésimas de segundos en las que Sango se tapó la boca con asombro y Miroku dejó salir su conocida risa ladina... Milésimas... En las que tuvo ganas de que el suelo se abriera bajo sus pies. Ahora era su turno de sonrojarse.
—Oiga, señorita Kagome: "boing, boing".
—¡Cállate!
FIN
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"Hora del baño"
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Zio reportándose desde el trabajo! Porque sí, ahora que mi computadora está agonizando estoy actualizando desde el trabajo.
Me derritieron con sus comentarios en el drabble anterior, de verdad que son lo más lindo de este mundo. Gracias por alentarme y comprenderme, es un alivio saber que más de una entiende mi posición c:
Espero que el drabble de hoy les haya gustado porque lo hice desde el fondo de mi corazón :D. Dejenme saber en los comentarios qué les pareció, los espero ansiosa, ¡nos leemos pronto! ❤❤❤
01.01.22
