Reina Fantasma
Volviendo a donde yo trabajaba para el gobierno, diseñé el sistema de seguridad que protegía la base de operaciones de nuestro equipo. Eso no era suficiente dado que el edificio era un refugio antibombas de la CIA con cuatro de sus cinco niveles bajo suelo. También tenía sensores monitoreando el área en un kilómetro en toda dirección, y quiero decir toda. Si un grupo de ratas excavaban muy cerca de uno de los niveles bajo suelo, habría encendido muchas alarmas. Y Madigan era aún más paranoico que yo. Eso era el por qué Inuyasha y yo estábamos seis kilómetros lejos, mirando la base a través de binoculares desde nuestra posición en lo alto de un árbol.
Desde el exterior, se veía como un anodino aeropuerto privado que estaba en el borde cercano. Por dentro contenía uno de los más rudos equipos tácticos en el país, sin mencionar toneladas de información clasificada. La persona promedio no tenía idea de que compartían el planeta con los no muertos, y así es como nuestro gobierno intentaba mantenerlo. La mayoría de los días, yo estaba de acuerdo con ésta política de que la ignorancia es una bendición. Hoy, sin embargo, hacía las cosas más complicadas.
- Vamos a enfrentarlo, solo tenemos un juego. Don dijo que Madigan no saldría pronto, nosotros no podíamos atormentar el lugar sin matar a gente inocente, y ahí no hay posibilidad de mirar a hurtadillas sin ser atrapados. - dije, bajando mis binoculares.
- Sofisticadamente tocando el timbre, ¿entonces? - le di una mirada. Inuyasha dejó salir un resoplido.
- Eso es exactamente lo que intento hacer. - Sus cejas oscuras subieron por un instante, entonces encogió los hombros.
- Danos el elemento sorpresa al menos. - Entonces él soltó sus binoculares y sacó su celular, texteando algo muy rápido para que yo lo pudiera leer.
- ¿Qué es eso? –
- Nuestro seguro. Si no le envío a Inuno otro texto en seis horas, vendrá por nosotros con la caballería apropiada. - me replicó.
Miré de nuevo al edificio con un escalofrío interno. Por mucho que me preocupen los transeúntes inocentes, Inuno no era solamente la versión yokai del gran señor de Inuyasha y su co dirigente de sus dos enormes líneas, también era el más poderoso yokai que alguna vez conocí. No quedaría nada atrás si él se parara aquí para sacarnos.
- Tengamos la esperanza de que Madigan se está sintiendo cooperativo - dije, tratando de que mi voz sonara ligera.
- ¡Feh! Lo dudo, pero las maravillas nunca paran. - Inuyasha acomodó su celular entre dos ramas y saltó hacia abajo, aterrizando en sus pies con más gracia que un jaguar. Bien era hora de trabajar
- ¿Ella está aquí? - Fue casi gracioso escuchar el tono impresionado del otro a través de la línea. No podía ver la cara del guardia a través de su visor entintado, pero su voz también sostenía un distintivo tono de sorpresa.
- Sí señor, ella y el otro yokai. - Inuyasha sonrió, imperturbable por todas las armas que apuntaban en su dirección, yo solo tenía algunas apuntándome a mí. Reconozco que los guardias estaban siendo sexistas. Un largo silencio, entonces la voz de Madigan volvió a la línea, sonando tersa esta vez.
- Déjenlos entrar. - Inuyasha y yo pasamos a través de los siguientes cinco puntos de revisión sin incidentes antes de finalmente alcanzar el edificio principal.
Cuando las enormes puertas de metal del complejo se cerraron detrás de nosotros, yo tenía la esperanza de que el sonido de cerrado fuera un nuevo sistema de seguridad y no Madigan tratando de atraparnos. Eso no sería un buen augurio para el destino de mis amigos, y mucho menos de los empleados del interior. Más guardias en tropel nos escoltaron hacia la oficina de Madigan, no porque fuera necesario. Yo podía encontrar a ciegas la que había sido la oficina de mi tío. Madigan no había perdido tiempo alzándose aquí una vez que tomó el cargo. El hombre cuyo pasado era tan turbio que mi tío se reusó a divulgar lo que sabía de él se levantó de su asiento en cuanto entramos.
- Usted tiene un nervio sorprendente. - Madigan no era educado, eso agregaba fuerza a las dagas que miraban en nuestra dirección. Me encogí de hombros.
- Yo diría que estábamos en el vecindario, pero… - Dejé la oración colgando. Inuyasha la captó inmediatamente.
- Tú sabes que no podemos atenernos a ti, así que, ¿por qué pretender que es una visita social? - Madigan no recordaba la marcada franqueza de Inuyasha o no le importaba el insulto.
Yo no podía decirlo desde que no podía oír sus pensamientos detrás de la canción de Barry Manilow que él continuaba repitiendo en su cabeza. Yo odiaba a Madigan, pero tenía que darle en su defensa que él había desarrollado la defensa contra la lectura mental de los yokais. Nadie podría empujar más allá de los molestos mantras que él eligió. Entonces con un brillo en sus ojos que parecía demasiado satisfecho para mi gusto, él señaló las sillas que estaban opuestas a su escritorio.
- Te dije que tendría que arrestarte si volvías, pero mientras eso pasa, tenemos algunos negocios que discutir. - ¿Él tenía negocios conmigo?, la curiosidad me detuvo de demandarle saber dónde estaban Tate y los otros. Vi que Madigan subió su manga primero.
- Dispara. - Inuyasha se quedó donde estaba, pero yo me senté extendiendo mis piernas hacia afuera casi relajadamente mirando al hombre delgado delante de mí. Una pequeña sonrisa relajó la boca de Madigan como si él contemplara la otra posibilidad detrás de esa directiva.
- La última vez que estuviste en mi oficina, me dijiste que leyera los archivos de tu personal, tomé tu consejo. - Yo vagamente recordaba haberle dicho que hiciera eso, él se dio cuenta que mi tío una vez había desconfiado de los yokais como hacía Madigan. Don superó sus prejuicios, pero Madigan nunca cambiaría su punto de vista hostil hacia mi clase, no que me importara nunca más.
-¿y? - dije con un gruñido evasivo.
- Cuando lo hice, encontré algo interesante. - Prosiguió quitándose sus lentes como si los examinara.
- ¿Qué? - pregunté, sin molestarme en esconder el aburrimiento en mi voz.
- Tú te fuiste antes de que tu término de servicio concluyera. - El me miró, y su mirada azul brillaba como si acabara de descubrir la cura contra el cáncer.
- Debiste leer esos expedientes más cuidadosamente. Don acordó acortar el término de mis servicios si Inuyasha hacía yokais de los soldados que él seleccionara. Nosotros llevamos a cabo nuestra parte cuando Inuyasha transformó a Tate y Juan. Dave fue traído de vuelta como oni como un bono. - Ahora yo bufé divertida.
- Ese fue el trato que Don solicitó a sus superiores, pero su solicitud fue rechazada. De acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos, tú todavía tienes cinco años de servicio activo para completar, y a diferencia de tu anterior tío, yo no voy a falsificar registros para dejarte salir de esto. - Madigan me dio una breve sonrisa engreída, mientras se ponía sus lentes de vuelta.
- Debes estar tomando una meada de mí. - Yo estaba demasiado impresionada para responder, pero la carcajada de Inuyasha rompió el silencio.
- ¿Esperas que yo sepa lo que eso significa? - preguntó Madigan fríamente.
- Déjame aclarártelo viejo ciruela pasa; si crees que vas a forzar a mi esposa a trabajar contigo, entonces no sabes con quién estás jodiendo. - Inuyasha se inclinó hacia adelante, todo rastro de su risa se fue.
- Te has propuesto decirme la mejor broma que he escuchado en todo el año, pero no estoy de humor para jugar juegos. Venimos a saber dónde están Tate, Dave, Juan y Cooper. Por lo que he escuchado no han ido a casa en semanas. - Lo que sea que significó para él o para mí, no lo sé, y finalmente encontré mi voz.
- Eso es porque están muertos. - Mi mente inmediatamente rechazó rotundamente las palabras dichas, por lo que no salté inmediatamente a la garganta de Madigan.
- Dos bromas, estás en la lista, pero no tengo paciencia. ¿Dónde están? –
- Muertos. - Madigan enunció la palabra con algo cercano a la satisfacción esta vez. Yo estaba de pie, colmillos aplomados para penetrar carne, cuando Inuyasha me arrastró hacia atrás con un agarre tan fuerte que no pude romperlo aun con mi estado inducido de ira.
- ¿Cómo? - preguntó Inuyasha calmadamente.
- Murieron cuando trataban de tomar un nido de yokais. - Madigan dio un cauteloso vistazo al agarre que Inuyasha tenía sobre mí antes de responder.
- Debió ser un nido enorme. - Madigan solo se encogió de hombros.
- Como resulto ser, sí. –
- Quiero sus cuerpos. – gruño Inuyasha.
- ¿Qué? - Madigan se mostró más sorprendido que cuando me abalancé sobre él.
- Sus cuerpos. Ahora. - repitió Inuyasha su tono estaba endureciéndose.
- ¿Por qué?, a ti ni siquiera te agradaba Tate - murmuró Madigan. Mi niebla asesina se había despejado. Él estaba estancado, lo que significaba con toda probabilidad, que estaba mintiendo acerca de sus muertes. Le di un golpecito al brazo de Inuyasha. Él me liberó, pero una mano permanecía en mi cintura.
- Mis sentimientos son irrelevantes. Yo los engendré, renacieron con mi sangre, así que son míos, y si están muertos entonces no tienes un uso adicional para ellos. - respondió Inuyasha.
- ¿Que posible uso tienen sus cadáveres para ti? - demandó Madigan.
- No es asunto tuyo. Estoy esperando. - Levantó una obscura ceja.
- Entonces es una buena cosa que no envejezcas. Sus cuerpos fueron cremados y sus cenizas esparcidas, así que no hay nada que darte. - soltó Madigan mientras se levantaba de su silla.
Si Madigan quería que nosotros creyéramos que estaban muertos, entonces ellos debían estar en serios problemas. Aun si Madigan no estuviera detrás, claramente tenía intención de dejarlos a su suerte. Pero yo no. Algo en mi mirada debió alarmarlo porque el miró de derecha a izquierda lanzando una mano en dirección a Inuyasha.
- Si no tienes intención de dejarla completar su servicio, entonces los dos pueden irse. Antes de que la encierre por negligencia en el cumplimiento del deber, deserción e intención de atacarme. - Yo esperaba que Inuyasha le dijera a dónde irse, lo que es por lo que me sorprendió cuando se limitó a asentir.
- Hasta la próxima vez. –
- ¿Qué? - reventé.
- ¡No nos vamos a ir sin más respuestas! - Su mano apretaba mi cintura.
- Lo haremos, Gatita. No hay nada para nosotros aquí. - Miré a Inuyasha antes de prestar mi atención al delgado anciano hombre, la cara de Madigan estaba pálida, pero debajo de la pesada esencia de colonia, no olía a miedo.
En su lugar su mirada azul era desafiante. Casi… retadora. Una vez más el agarre de Inuyasha se apretó. Algo más estaba pasando. No sabía qué, pero yo confiaba lo suficiente en Inuyasha para no tomar a Madigan y comenzar a morderlo para sacarle la verdad como quería. En su lugar, sonreí lo suficiente para mostrar mis colmillos.
- Lo siento, pero no creo que tú y yo pudiéramos tener una sana relación de trabajo, así que tengo que declinar la oferta de empleo. - Múltiples pasos sonaron en el pasillo. Momentos después, guardias encasquetados pesadamente armados aparecieron en el camino de salida. En algún punto, Madigan debió haber oprimido una alarma silenciosa, una actualización que instaló desde mi previa visita a su oficina.
- Fuera - repitió Madigan.
No me molesté con ninguna amenaza, pero una simple mirada que le di dijo que esto no había acabado. Fuimos seguidos por el complejo todo el camino de regreso a los árboles donde Inuyasha había dejado su teléfono celular. Una vez que lo recuperó, nos lanzó hacia el aire. Tomó una hora pasar a través del cielo antes de que perdiéramos el helicóptero. Inuyasha podría haberlo estrellado, pero yo no tenía nada en contra del piloto además de molestarlo sobre sus habilidades de manejo. Una vez que nos aseguramos de haberlo perdido, me lancé en picado hacia un campo cercano, aterrizando con un resbalón sordo. Inuyasha se dejó caer cerca de mí sin siquiera doblar un tallo de pasto. Un día seré una maestra aterrizando con gracia. Por ahora hice bien en no dejar un pequeño cráter tras de mí.
- ¿Por qué dejamos ir a Madigan tan fácilmente? - Fueron mis primeras palabras.
- Mi telequinesis no es lo suficientemente fuerte para detener todas las armas. - Inuyasha se sacudió algo de polvo que levanté con mi impacto.
- ¿Crees que los guardias podrían ser más rápidos que tú? - Mi risa fue más de incredulidad que de diversión.
- No ellos. Las ametralladoras automatizadas en las paredes a cada lado de nosotros. - dijo Inuyasha firmemente.
- ¿Qué? - Di un grito apagado. Entonces recordé que Madigan miró hacia la derecha e izquierda de nosotros cuando estaba por ir tras él. Pensé que estaba buscando alrededor alarmado. Obviamente no. No hay duda de por qué no olía a miedo.
- ¿Cómo lo supiste? - pregunté.
- El cuarto olía como a mucha plata y pólvora aunque no podía ser visto, además la textura de las paredes a través de su escritorio ha cambiado. Su mirada hacia ellas cuando se sintió amenazado solo lo confirmó. - Y yo que pensaba que la alarma silenciosa había sido la única adición de Madigan a su oficina. Nota para mí misma: Poner atención a los alrededores.
- ¿Por qué no las uso?, siempre nos ha considerado una amenaza, y ahora que sabemos que está mintiendo acerca de los chicos, está en lo cierto. - La expresión de Inuyasha fue fríamente contemplativa.
- Tal vez no estaba seguro de que esas armas serían suficientes, pero lo más revelador fue la forma en que trató de obligarte a trabajar para él. Te quiere para algo, Gatita, lo que significa que te necesita viva. Las nuevas medidas de seguridad eran solo si no tenía otra opción. - Yo estaba en silencio mientras digería esto.
Desde que nos conocimos por primera vez hace meses, Madigan había exhibido un interés inusual en mí, y no era de un modo halagador. Lo que sea que él quería, podría terminar en mi muerte, de eso no tenía duda. La única cosa de la que no estaba segura era qué esperaba que lograra antes de eso. Él no tendría oportunidad de averiguarlo. Una vez que descubriera qué había pasado con mis amigos, mataría a Madigan.
- ¿Ahora qué? - pregunté, mentalmente preparándome para la carretera.
- Ahora rastrearemos a tu tío citoplásmico y lo exorcizaremos hasta que comience a decirnos el secreto que ha tratado tan duramente de mantener. – Inuyasha me dio una mirada medida.
Qué suerte la mía que cuando no quería hablar con Don, no pudiera librarme de él. Ahora que necesitaba hablar con él, no le podía encontrar por ningún lado. Tras dos días esperando a que se mostrara, me había quedado sin paciencia. En algún lugar ahí fuera, mis amigos estaban en peligro, y cada segundo que pasaba podía acercarles a la muerte. Una vez, había sido capaz de convocar fantasmas a kilómetros de distancia quisieran venir o no, pero ese poder, como todos los otros que había absorbido cuando bebí la sangre de los no-muertos, había desaparecido. En su estado sin forma, no podía llamar ni mandar un mensaje de texto o un correo electrónico a mi tío para exigir que se presentara, pero había otra manera de ponerse en contacto con él aunque requería un viaje por carretera.
Inuyasha y yo llegamos al centro comercial de Washington D.C. justo cuando el sol se estaba poniendo. Las luces estaban todavía encendidas en el interior de Helen del Jardín de Troya, iluminando los variados arreglos florales que la tienda vendía. Más importante era el hombre afroamericano que vislumbré entre las flores, su camiseta bermeja lo bastante ajustada para parecer pintada.
- Bueno, está aquí - dije.
No habíamos llamado porque no estaba segura de si Tyler estaría de acuerdo en ayudarnos. La última vez, casi le matan. La gente tiende a aferrarse a ese tipo de cosas, pero un buen médium era difícil de encontrar. Mientras nos aproximábamos a la puerta, un perro comenzó a ladrar. Segundos más tarde, un rostro peludo, con baba colgando se presionó contra la parte inferior de la puerta de cristal, todo su culo agitándose por lo fuerte que movía la cola.
- ¿Qué te pasa, Dexter? - murmuró Tyler. Entonces se acercó y nos vio a Inuyasha y a mí al otro lado del cristal. Oh, DEMONIOS, no, pasó a través de su mente.
- ¿Es esa forma de saludar a viejos amigos? - preguntó Inuyasha con sequedad. Tyler echó sus hombros hacia atrás, estirando aún más la tensa tela de su camiseta.
- Es mi respuesta a lo que sea que han venido a pedirme que haga. - Eso no es un saludo dulce.
- Hola, Tyler, estás genial. Me encanta la camiseta. ¿Es una Dolce? Se pavoneó durante un momento antes de controlarse. - dije, reprimiendo una sonrisa mientras entraba a la tienda.
- Robert Graham, y no intentes engatusarme. ¡Tuve que teñirme el cabello para librarme del gris que me provocaste la última vez que te ayudé! - Ignoré eso, acariciando a Dexter y arrullándole. El corpulento bulldog inglés vibraba con alegría mientras cubría mis manos de besos descuidados.
- Traidor - dijo Tyler con exasperación.
- No hay necesidad de preocuparse, compañero. Sólo queremos que te pongas en contacto con su tío para nosotros. – Inuyasha dio una palmada a Tyler en la espalda.
- ¿Don? ¿Por qué me necesitan para eso? ―Tyler dejó escapar un bufido.
- Porque no podemos perder más tiempo esperando a que se muestre por sí mismo. Madigan ha hecho algo a nuestros amigos. - Levanté la vista. Ante la mención de su nombre, una oleada de insultos cruzaron la mente de Tyler. Madigan tendía a hacer más enemigos que amigos
- No habrá edificios trampa ni objetos de madera postergeizados hacia mi garganta por asesinar fantasmas, ¿verdad? Contacto con Don, ¿y hemos acabado? -. Aun así, la sospecha estrechó los ojos color chocolate de Tyler.
- Prometido - dijo Inuyasha a la vez. La mirada de Tyler se deslizó sobre él.
- Eres demasiado guapo para negarme, Inuyashito - dijo con un suspiro de arrepentimiento.
- Pero no tan guapo como para hacerlo gratis. - Entonces me guiñó el ojo.
- Trato. – Solté un bufido, acostumbrada al flirteo de Tyler así como a su vena codiciosa.
Así es como dos yokais, un médium y un perro fueron a sentarse alrededor de una tabla Ouija en la trastienda de una floristería. Sonaba como la trama de una película del canal SyFy un sábado por la noche, pero algunas veces "raro" era el ingrediente clave para conseguir las cosas hechas. Cuando en las manos de un habilidoso médium, las tablas Ouija abrían las puertas al otro lado. La urna que contenía los restos incinerados de Don era para asegurarnos de que no teníamos que abrirnos paso a través de otros espíritus antes de llegar a Don. Tyler y yo descansamos nuestras manos en la plancha de madera después de que él rociara una fina capa de las cenizas de Don en el tablero. Entonces comenzó a recitar una invitación para que apareciera mi tío.
Tras unos pocos minutos, la plancha comenzó a moverse y sensaciones punzantes subieron por la parte de atrás de mi cuello. Dexter gimió, el sonido a la vez ansioso y excitado. Los animales podían sentir la presencia de fantasmas mejor que nadie, incluyendo los yokais. Entonces un remolino apareció sobre el tablero Ouija, como un tornado en miniatura que no generaba ningún viento. Tentáculos helados subieron por mi columna vertebral en una caricia resbaladiza. Ya no éramos los únicos en la habitación.
- ¿Está aquí? - preguntó Tyler, incapaz de ver los remolinos de energía todavía. Los miré fijamente, viéndolos crecer y alargarse hasta formar un viejo hombre en un traje de negocios, la tabla Ouija sobresaliendo de su abdomen como si hubiera sido cortado por la mitad con ella.
- Hola, tío Don. Feliz de que lo lograras. - dije con satisfacción.
- Kagome. ¿Cómo...? - Mi tío miró alrededor con confusión.
- ¿Cómo te he sacado de la esquina después de la vida donde sea que te estabas escondiendo? Soy amiga de un médium, ¿recuerdas? - interrumpí.
- ¿Quién iba a saber que estas cosas realmente funcionaban? - Don miró el tablero obstruyendo su estómago, su boca curvándose hacia abajo.
- Haz amistad con otros de tu clase, ganarás un montón de cosas - dijo Tyler, entrecerrando los ojos en dirección a Don.
- Oh, ahí estás - Entonces su frente se alisó.
- No hay tiempo para cumplidos, Don. Tienes que decirnos todo lo que has estado ocultando sobre Madigan. La vida de mi gente depende de eso. - declaró Inuyasha.
- ¿Tu gente? - Don frunció el ceño.
- Tate, Juan, Dave y Cooper - proporcioné.
- Son considerados de Inuyasha bajo la ley yokai. Más importante, son nuestros amigos. Sabes que están desaparecidos. Bien, Madigan clama que murieron durante un trabajo, pero está mintiendo, lo que significa que están en serios problemas. - El aire no se movía a pesar del pesado suspiro que Don dejó salir.
- Quería que investigaras su desaparición porque me gustaría que hubieran desertado de sus puestos y se estuvieran escondiendo de Madigan. O estuvieran profundamente encubiertos, o incluso hubieran muerto en una misión. Lo que sea menos esto, porque si Madigan les tiene, entonces, ahora, probablemente estén muertos. - Sólo su falta de forma sólida me impidió sacudirle.
- O están vivos, atrapados en algún sitio, y esperando que hagamos algo. - La mirada que me dio estaba tan llena de tristeza que casi me pierdo la otra emoción que pasó por su cara. Vergüenza.
- Cuando Madigan me quitó mi viejo trabajo, temí que podría intentar esto, pero no lo esperaba tan pronto. Lo siento, Kagome. No hay nada que puedas hacer. Ninguno de nosotros podemos. Sin duda Madigan ha hecho a prueba de fantasmas ese edificio también. -
- ¿Qué edificio? - Las dos palabras hervían de amenaza. Así lo hizo la mirada que Inuyasha lanzó a Don. Ambas deberían haber asustado a mi tío para decir la verdad. En cambio, suspiró una vez más.
- Si alguna vez te acercas a Madigan de nuevo, mátale de un golpe. No puedes salvar a Tate y a los otros, pero puedes vengarles y salvar a otros como ellos si las cosas no han progresado ya demasiado. - Entonces, antes de que pudiera preguntarle qué demonios significaba eso, desapareció.
- ¡Espera! - grité. Nada. Si siquiera quedó frialdad en el aire. Inuyasha juró, pero yo empujé la tabla hacia Tyler y arrojé otro dedal de las cenizas de Don en la tabla Ouija.
- Tráelo de vuelta. Ahora. –
- Kagome… - comenzó Tyler.
- Hazlo - dijo Inuyasha cortante.
Tyler murmuró algo sobre lo irrazonables que éramos los yokais, pero aun así, invocó el espíritu de Don de vuelta. Lo hizo, pero después de unos pocos 23 segundos de silencio sepulcral en los que arremetí contra él, mi tío desapareció. Repetimos el mismo proceso una y otra vez con el mismo resultado. Fue el equivalente sobrenatural a ser colgado repetidamente.
- ¿No puedes hacer algo para hacer que se quede? - dije enojada.
- Intenté decirles que no podía, Sr. y Sra. Impacientes, pero no escuchan. Sólo hay una forma de hacer que un fantasma se quede si no quiere, y acuérdate de la mierda que fue. Además, ¿realmente quieres encerrar a tu tío en una trampa mineral? - Tyler me dirigió una mirada sardónica.
En ese momento, la idea era definitivamente atractiva. Conociendo a Don, sin embargo, permanecería tercamente en silencio incluso si lo encerrábamos en una celda a prueba de fuga de fantasmas. Además, hacer una llevaría demasiado tiempo. Por las pocas pistas que Don nos había dado, Tate y los chicos estaban en problemas letales. Teníamos que actuar ahora, pero no sabía qué hacer. Tyler era nuestro experto, y estaba sin ideas.
- ¡Esto no tiene sentido! Don es el que nos advirtió de que Tate y los otros estaban desaparecidos, sin embargo, ahora que hemos confirmado que Madigan los tiene, ¡se niega a ayudarnos! No lo entiendo. - seguí despotricando.
- Yo sí. Significa que Don preferiría ver gente por la que se preocupa morir que revelar lo que sabe sobre Madigan, pero hay una persona que puede forzar a tu tío a hablar. - Inuyasha se dio unos golpecitos en la barbilla, su expresión a la vez furiosa y determinada.
- ¿Quién? - me pregunté. Entonces la comprensión me inundó.
- ¡Naturalmente! Nadie sabe más sobre los fantasmas que Midoriko Laveau, y con todo el poder de las tumbas en ella, no hay nada que no pueda conseguir que Don haga. - Yo debería saberlo, había experimentado una vez las habilidades de Midoriko después de que ella me forzara a beber su sangre. El recuerdo me hizo estremecer. Tener línea directa con el otro lado era más poder del que nadie debería tener.
- Lo que me preocupa es lo que pedirá a cambio. Midoriko no hace nada sin pedir un precio. - Inuyasha me lanzó una mirada sombría. Eso me preocupaba también. La última vez que había visto a Midoriko no había sido exactamente amistosa si contabas el hecho de que ambas nos habíamos amenazado con matarnos la una a la otra.
- Espera un minuto. ¿Estás hablando de Midoriko Laveau, la reina vudú de Nueva Orleans que supuestamente murió hace cien años? - Tyler se levantó, una gran sonrisa en medio de la cara.
- La misma - dije, cansada de repente.
- ¡Esto va a ser tan divertido! - Tyler aplaudió con la pura alegría de un niño.
- ¿Qué pasa? – Ahora la sospecha reemplazó mi cansancio.
- No te preocupes, cariño, papi no te va a dejar atrás. - Me ignoró, tomando a Dexter y gruñendo ante el peso del perro.
- Ninguno de ustedes va a ningún sitio - dijo Inuyasha rotundamente.
- Amigo, déjame deletrearlo para ti cariño. Me debes una enorme, y me la estoy cobrando. ¿Tienes una idea de lo grande que es Midoriko en el mundo médium? ¡Es como descubrir que Santa Claus es real y obtener un billete en primera clase para su taller! - Tyler le miró como si pensara que él era el que había perdido la cabeza.
- No lo entiendes, Tyler. Es peligrosa. - Intenté con la lógica incluso aunque dudaba que funcionara.
- No esperaba que ella hubiera pasado los últimos cien años tejiendo. - Puso los ojos en blanco.
En realidad, Midoriko sí tejía. También podía invocar espectros llamados Remnants que atravesaban a los vivos y los muertos vivientes con ridícula facilidad, además de trabajar con suficiente magia negra para volar una ciudad. Y luego estaba su poder sobre los fantasmas. Sí, Midoriko daba miedo, de acuerdo. Si no hubiera luchado y sangrado al lado de Tate y los otros durante años, reconsideraría pedir a Midoriko ayuda. Si accedía, no querría ser recompensada con dinero. No, querría algo de lejos más valioso. Intercambié una mirada con Inuyasha. La mirada en sus oscuros ojos marrones decía que esperaba que esto fuera tan peligroso como yo creía, sin embargo no había menos determinación en sus delgados y duros rasgos.
- Son mi gente, nacidos con mi sangre o jurados a ella, y ningún señor abandona a su gente cuando hay una oportunidad de salvarles. - No era señor de una línea, pero estuve de acuerdo con cada palabra. Ningún verdadero amigo abandonaría a sus amigos para morir, tampoco.
- Parece que vamos a Nueva Orleans - dije suavemente.
- ¿Podemos dejar de hablar sobre ello y hacerlo ya? - Tyler dejó salir un sonido exasperado.
Las luces de Nueva Orleans brillaban como cristales contra las oscuras aguas que rodeaban el largo puente que nos llevaba a la ciudad. Finalmente, estábamos aquí. Había sido casi un día de coche teniendo en cuenta que habíamos tenido que pasar por nuestra casa en Blue Ridge para recoger a mi gato. No podíamos volar a Nueva Orleans por los paquetes de ajo y marihuana que empacamos en caso de que Midoriko azuzara a sus espías espectrales sobre nosotros. Y lo de alquilar una caravana en vez de coger el coche, bueno, esta no era la primera vez que había viajado por carretera con Dexter. Los pedos del perro podrían considerarse arma química, y el espacio extra me daba algo de lugar para correr. Acabábamos de girar hacia el Barrio Francés cuando Tyler dejó escapar un suspiro de felicidad.
- Ahí están. - Miré por la ventana.
Los fantasmas cubrían el Barrio Francés más abundantemente que las cuentas de plástico durante Mardi Gras. Flotaban a través de las multitudes de turistas, colgando de los tejados, en los bares y, por supuesto, a la deriva a través de los famosos cementerios de la ciudad. Lo más notable era cuántos de ellos eran inteligentes. La mayoría de los fantasmas solían ser repeticiones de un momento en el tiempo, incapaces de pensar, simplemente reviviendo sin cesar el mismo incidente. No es sorprendente que muchos de esos incidentes estuvieran relacionados con sus muertes. La muerte era un acontecimiento trascendental para todo el mundo.
Pero los residentes etéreos de la Ciudad Creciente eran diferentes. La mayoría de ellos estaban tan vivos como la gente que conocía su presencia. Algunos eran bromistas. El joven que tropezó y cayó de bruces en el escote de una chica bonita no tenía ni idea de que había sido empujado por un fantasma que se rió de la bofetada que el disgustado niño recibió. Más arriba en la acera, un par de fantasmas se divertían inclinando los vasos de los juerguistas para que los sorbos se convirtieran en salpicaduras en la cara. Tyler se rió cuando vio eso.
- Espero no volver cuando muera, pero si lo hago, me voy a mudar aquí donde la fiesta nunca acaba. - Inuyasha le echó un vistazo antes de volver su atención a las estrechas calles.
- No te recomendaría eso, amigo. Nueva Orleans no es la ciudad más embrujada del mundo por casualidad. - Tyler se encogió de hombros.
- Sirve que un montón de gente es asesinada aquí. Evitaría a los fantasmas con mal humor. –
- Eso no es lo que quiere decir - susurré las palabras. Estábamos ahora en medio del territorio de Midoriko y la reina de Nueva Orleans tenía espía por todas partes.
- El poder de Midoriko atrae fantasmas hacia ella, y una vez que están atrapados allí, como insectos en una red, la mayoría de ellos no son lo suficientemente fuertes para salir. - En lugar de tomarlo como la advertencia que pretendía, Tyler sonrió.
- Tienes que presentármela. Cumpliría el sueño de mi vida. - O tu muerte, pensé cínicamente, pero mantuve eso para mí misma.
Midoriko era selectiva sobre a quién le concedía una audiencia. Podría ni siquiera estar de acuerdo en reunirse con Inuyasha y conmigo, así que dudaba que sacara tiempo en su agenda para charlar con un fan desconocido.
- Maldita sea. - Las palabras gruñidas apartaron mi atención de Tyler.
Estábamos casi en la casa de la ciudad de Inuyasha, sin embargo, él miraba por la calle con una expresión de resignación en el rostro. ¿Se daba cuenta justo ahora de que la caravana nunca pasaría por el espacio que conducía al estacionamiento? Entonces vi al hombre afroamericano alto y grande de pie enfrente de nuestra casa, mirando hacia nosotros como si hubiera estado esperando toda la noche nuestra llegada.
- Mierda - susurré. Inuyasha me dirigió una mirada que decía que estaba completamente de acuerdo aunque no habló mientras se dirigía hacia el hombre y bajaba la ventanilla.
- Jacques - saludó al gran oni con frialdad.
- Inuyasha. Parca Negra. Pueden dejar su vehículo conmigo. Majestic está esperándolos. - respondió, dirigiéndose a mí por mi apodo.
- Ooh, ¿tienes un portero? No sé por qué vives en ese escondite en las colinas en vez de aquí. - Tyler sonaba impresionado.
- No es un portero… Es la mano derecha de Midoriko. - dije, maldiciendo para mí misma.
- ¿En serio? Pensé que no la habías llamado para decirle que venías. - Tyler miró al oni con más interés.
- Pensaste bien - dijo Inuyasha, saliendo del coche.
Ninguno se molestó en traer nuestras armas. Son inútiles contra Midoriko. Tyler miró a Jacques otra vez antes de encontrar mi mirada. Están jodidos entonces, ¿verdad?, pasó por su mente. Mi sonrisa era frágil. Midoriko siempre garantizaba paso seguro hacia y desde una reunión, pero una vez que nuestra audiencia con ella terminara, todas las apuestas estaban en contra.
- Eso está por verse. -
- Ve dentro. Volveremos más tarde. - Inuyasha entregó las llaves de la caravana a Jacques antes de dar un juego diferente a Tyler.
Si tenía alguna duda acerca de lo que sucedería después de nuestra reunión, no lo mostró en su tono. Cuadré los hombros y adopté su actitud de confianza. Así que los espías de Midoriko habían descubierto que habíamos entrado en su ciudad. Por el lado bueno, ahora no tendríamos que esperar a ver si estaría de acuerdo en hablar con nosotros. Por el lado malo, dudaba que ella enviara a alguien a buscarnos de inmediato porque nos echara de menos, pero sólo había una manera de averiguar lo que quería. Forcé un tono despreocupado mientras me giraba hacia Tyler.
- No tengas demasiada diversión mientras estamos fuera. –
- Voy a reservarme para cuando vuelvan. - Lanzó una mirada mordaz al gran oni antes de responder
- No te llevas esta cosa a ningún sitio hasta que tome a mi perro y a su gato. Grandullón. - Entonces dijo a Jacques
Como regla general, los cementerios no me molestaban. Estaban llenos de gente muerta, y como sabía desde que empecé a cazar yokais a los dieciséis años, la gente realmente muerta no podía hacerte daño. Eran los vivos y los muertos vivientes los que tenían que preocuparte, por lo que caminar entre los miles de restos del Cementerio de Saint Louis Número Uno no era lo que hizo que un escalofrío me recorriera la espalda. Era saber lo que había debajo de la cripta del residente más famoso del cementerio. La tumba de Midoriko Laveau sería fácil de encontrar incluso si no supiera dónde estaba situada. Sobre uno ochenta de altura, tenía varios juegos de oscuras X garabateados en sus lados blanqueados. También tenía siempre ofrendas frente a ella a pesar de que los saqueadores de tumbas pasaban de forma regular. Las contribuciones de esta noche consistían en velas apagadas, flores, monedas, perlas, caramelos, pedazos de papel y un par de auriculares de iPod. Ignoré todos los tributos mientras me acercaba a la parte delantera de la cripta y golpeaba en su parte cuadrada superior.
- Estamos aquí, Majestic. - El chirrido comenzó al mismo tiempo.
Salté hacia atrás y vi que el bloque de cemento donde estaba se echaba hacia atrás para revelar la estigia oscuridad. Todas las ofrendas que habían estado en esa área cayeron con un ruido sordo en la negrura de debajo. Ninguna voz nos dijo de entrar. Nadie tenía que hacerlo. Esta era toda la invitación que alguien recibía de Midoriko. Tenía que concedérselo a la reina vudú. Sabía cómo aprovechar al máximo su versión de la ventaja de campo. Estaba a punto de saltar en el agujero cuando Inuyasha me detuvo con una mano en mi hombro.
- Yo iré primero, Gatita. - No discutí. Esto no era una bofetada a mi feminismo, era una buena estrategia de batalla.
Inuyasha podría no haber dominado su telequinesis, pero un poco de habilidad para controlar objetos con tu mente era mucho mejor que nada. Midoriko tampoco era consciente de su nuevo poder, por lo que, si las cosas tomaban un giro letal inesperado, teníamos el elemento sorpresa. Inuyasha saltó al foso, aterrizando con una pequeña salpicadura a unos veinte metros de profundidad. Nada bajo la tierra de Nueva Orleans podía permanecer seco para siempre, incluso con el impresionante sistema de bombeo que Midoriko tenía bajo el cementerio. A continuación, salté, contenta de tener las botas para que lo que fuera que aplasté bajo mis pies no terminara salpicado en mi piel. El agujero sobre nosotros se cerró de golpe, sumiendo al túnel en lo más cercano a una oscuridad completa que era posible para la visión de yokai.
Sólo había un camino que seguir, por lo que Inuyasha se dirigió al interior del túnel, y yo le seguí. Teníamos que andar en fila india para evitar tocar las paredes, y quería evitarlas por más razones que su capa de moho esponjoso. Madigan no era la única persona que amaba las trampas explosivas. Midoriko tenía hileras de largos cuchillos escondidos en estas paredes, y un roce de un interruptor las enviaría a cortar en juliana a quien tuviera la mala suerte de estar en su camino. Después de unos treinta metros, llegamos a una puerta de metal con bisagras que deberían haber estado oxidadas, pero que no dejaron escapar ni un crujido cuando abrimos la puerta. Luego había que subir la corta escalera hacia la sala sin ventanas que suponía estaba dentro de una de las más grandes criptas comunales. No tenía salida aparente aparte del camino por el que llegamos, pero una vez más, las apariencias engañaban. Tomemos, por ejemplo, la hermosa mujer afroamericana en el sillón frente a nosotros.
Manolo Blahniks asomaban por debajo de su falda fucsia, su brillante color repetido en la cadena de piedras preciosas que colgaban sobre su suéter negro. Se había cortado el cabello desde la última vez que la vi, su oscura longitud ahora terminaba en la barbilla en lugar de los hombros. El halagador nuevo look enmarcaba sus rasgos moca cremoso que eran a la vez intemporales y ligeramente marcados. Lo más cerca que podía llegar a adivinar la edad de Midoriko cuando había sido convertida en un oni era de los cuarenta a los cincuenta, pero no había duda de los años en su mirada. Esos ojos avellana ocultaban un conocimiento que intimidaría al más alabado de los sabios, y no dejé que su suave sonrisa me engañara. Era más una advertencia que una bienvenida, tan bonita como su labial de color concha podía ser.
- Majestic - dijo Inuyasha, llamándola por el nombre que ella prefería.
- Parca Negra. Inuyasha. ¿Qué los trae a mi ciudad? – Esa exuberante boca se curvó más.
Su acento era puro criollo sureño, más suave que la mantequilla y más dulce que el pastel, pero como de costumbre, Midoriko no se molestó con falsas cortesías. Ese rasgo lo teníamos en común. Dos sillas desocupadas eran los únicos otros muebles de la pequeña habitación, pero no nos sentaron. Esto no llevaría mucho tiempo.
- Estamos aquí para pedirle un favor si usted es capaz de hacerlo. - La ceja de Midoriko se elevó ante mi desafiante declaración.
- ¿Qué es? - Inuyasha le dirigió una suave sonrisa, pero con sus escudos levantados, sentí su aprobación pasando a través de mis emociones. Ahora, al menos, oiría cuál era la solicitud, aunque sólo fuera para demostrar que podía hacerlo.
- Necesitamos interrogar a un fantasma que sigue desapareciendo de nosotros - le dije.
- ¿Puede hacerle quedarse si no quiere? - Se agachó y tomó un vaso de vino que no había notado antes.
Debe haber estado escondido detrás del pliegue de su falda. La visión de aquel líquido rojo trajo un rabioso recuerdo de la última vez que los tres habíamos estado en esta sala: Inuyasha clavado en la pared con los Remnants eviscerándole de adentro hacia afuera y Midoriko negándose a llamarles hasta que estuve de acuerdo en beber su sangre. Conociendo a Midoriko, había elegido traer ese vaso porque quería recordárnoslo. Como si pudiera olvidarlo.
- Puedo hacerlo sin dificultad - contestó mientras bebía su vino.
- Aunque tomas un riesgo admitiendo ante mí que no puedes. - Me tensé, pero Inuyasha se rió como si no acabara de hacer una alusión a iniciar una guerra sin cuartel entre yokais y onis.
- Vamos, Majestic, usted no tiene ningún interés en enfrentar nuestras dos especies entre sí. También ha sabido por algún tiempo que Kagome ya no manifiesta sus habilidades, ¿o vamos a pretender que no nos ha estado espiando este año pasado? - Midoriko levantó su hombro en un encogimiento tímido.
- Sólo un tonto elige vivir en la ignorancia cuando el conocimiento se obtiene tan fácilmente. - Había días en que me recordaba a mi amigo Sesshomaru. Sería igual de descarado sobre ser atrapado espiando.
- Ahora que eso está aclarado, ¿quiere ayudarnos? - le pregunté sin rodeos.
- Sí. - No dejé escapar un suspiro de alivio.
- ¿A qué precio? – Sabía más que eso. Igual que lo sabía Inuyasha.
- La ubicación del fantasma que encarcelaste el pasado Halloween. Quiero saber dónde atrapaste a Heinrich Kramer. - La sonrisa de Midoriko me recordó a una serpiente desenrollándose para atacar
La palabra "no" creció en mí, casi escaldando mis entrañas con la petición de ser expresada. Otra grieta en sus escudos me permitió sentir la rabia que se extendía a través de Inuyasha, aunque el único signo visible fue un músculo que se tensó en su mandíbula.
- ¿Por qué? ¿Por qué te interesa el cazador de brujas ultra misogino? - preguntó él con admirable calma.
- Eso no es de tu incumbencia. – Sus ojos parecían brillar con luces en su interior.
- Lo es cuando el hijo de puta me golpeó con un coche, hizo que su cómplice disparara a mi mejor amiga y, oh sí, me prendió fuego en una maldita imtacion de un juicio de brujas - le dije con acritud.
Kramer había hecho más, pero hacer una lista de todas sus malas acciones llevaría demasiado tiempo. Había sido un cabrón asesino en vida, y convertirse en fantasma no lo detuvo. Sólo le permitió continuar con su reinado de terror durante siglos. Casi morimos atrapando a Kramer, ¿y ahora Midoriko quería la dirección de su celda? Si alguna vez le dejaba salir, Kramer vendría directamente por mí. En el mejor caso, un día miraría hacia abajo para ver un cuchillo de plata saliendo de mi pecho. En el peor... bueno, prefiero el cuchillo de plata. Por el brillo en la mirada de Midoriko, lo sabía todo a pesar de que sus espías fantasmales no habían encontrado la celda de Kramer, obviamente.
- Tu precio es demasiado alto - dijo Inuyasha en voz baja.
- Su necesidad de respuestas de este otro fantasma debe ser mayor o no habrían venido - contestó Midoriko de inmediato. Recuerdos de la última vez que vi a Kramer me hicieron querer discutir. Dar a un adversario letal la posesión de otro era como tener siempre un arma cargada apuntando a tu corazón. Aun así, lo que mis amigos estaban enfrentando en este momento podría ser peor.
- Hecho. - la mirada de Inuyasha volvió a mí
- Tiene razón. Necesitamos lo que Don sabe más de lo que necesitamos mantener la ubicación de Kramer en secreto. – . Le tendí una mano.
- ¿Don? ¿Tu tío es el fantasma que sigue desapareciendo de ti? - Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Midoriko.
- Ya conoces a las familias. Siempre un dolor en el culo. - Mi tono fue cortante.
Inuyasha miró a Midoriko. Su expresión no revelaba nada, y sus emociones estaban cerradas, así que a menos que me parara frente a él, no podía determinar lo que en silencio le estaba diciendo. Midoriko parecía saberlo, sin embargo. Ella le devolvió la mirada de la misma manera inquebrantable antes de inclinar la cabeza en un leve asentimiento. Entonces su intercambio sin palabras acabó.
- La celda de Kramer está enterrada en las alcantarillas bajo la vieja instalación inundada en Ottumwa, Iowa. Si se rompe de alguna manera, Kramer podrá escapar. - declaró Inuyasha.
Una expresión de satisfacción brilló en los rasgos de Midoriko. Una vez más, me preocupaba mucho lo que quería del fantasma. Con suerte, la reina vudú sólo quería poseer uno de los más infames cazadores de brujas del mundo; una ironía que podía apreciar considerando el odio de Kramer hacia todas las cosas femeninas y mágicas. Por otra parte, ¿cuándo fue la última vez que creí en algo tan simple como la suerte?
- Hemos mantenido nuestra parte, Majestic. Su turno. - dijo Inuyasha en tono uniforme.
Los golpes de Inuyasha resonaron en la puerta. Después de un momento, el "¿Quién está ahí?" de Tyler se podía oír por encima del ruido de los ladridos de Dexter.
- El propietario de la casa sangrienta. - La puerta se abrió para revelar a un sonriente Tyler.
- Tu casa tiene realmente estilo. ¡Y está justo en el corazón del Barrio Francés! Dime otra vez por qué vives en esa cabaña en los bosques... - Dejó de hablar cuando vio que no estábamos solos.
Inuyasha empujó a Tyler a un lado lo suficiente para permitirnos entrar a Midoriko y a mí. Podíamos haber hecho esto allí en el cementerio, pero no creía que Tyler pudiera perdonarme si le arrebataba la oportunidad de conocer a su ídolo. Ahora que habíamos acordado los términos, él estaba a salvo.
- Majestic, este es nuestro amigo, Tyler. Tyler, te presento a madame Laveau. - La mirada de Midoriko pasó sobre Tyler con educado desinterés.
- Bonjour. - Tyler se quedó mirándola, su boca abriéndose y cerrándose. Durante unos pocos segundos, ni siquiera respiró. La única vez que le había visto así de extasiado fue cuando conoció a Koga.
- Madame. Mi reina… - dijo finalmente con voz ahogada.
- Es un honor. - La boca de Midoriko se curvó y me lanzó una mirada que, si hubiera sido cualquier otra persona, habría jurado que era una versión humorística de "Al menos, alguien que me aprecia". Entonces extendió su mano. Tyler la agarró pero no la agitó. Se inclinó sobre ella con más formalidad de lo que le habría pensado capaz. Mi reina, sus pensamientos dijeron reverentemente. Mi culo, no le respondí en voz alta. Para mi sorpresa, Midoriko sujetó la mano de Tyler, su expresión tornándose pensativa.
- Tienes poder, así que debes ser el médium del que he oído hablar. - Tyler se irguió de inmediato
- ¿Ha oído hablar de mí? - Ella liberó su mano.
- Considero mi obligación saber sobre todos los que pueden invocar con éxito espíritus. - Si él ganara la lotería, no creo que Tyler pudiera lucir más feliz. Inuyasha, sin embargo, fue directo a los negocios.
- ¿Necesita algo antes de proceder, Majestic? - Echó un vistazo alrededor de la sala, haciendo una pausa en la urna que Tyler había colocado sobre la mesa del café.
- ¿Contiene esto las cenizas de tu tío? - Tras mi asentimiento, Midoriko dejó escapar un pequeño bufido.
- Entonces esto será sencillo. - Se acercó y se sentó en el sillón más cercano a la urna. Inuyasha y yo nos quedamos donde estábamos, pero Tyler comenzó a descargar su maleta.
- Aquí, mi señora - dijo, sacando su tabla Ouija.
- Eso no es necesario. - Ella le lanzó una mirada desdeñosa antes de tomar la urna.
Tan pronto como sus dedos tocaron las cenizas, una corriente helada atravesó la habitación, tan súbita y aguda como si hubiéramos caído en el centro de una tormenta de nieve. Antes incluso de tener la oportunidad de temblar, mi tío estaba en el centro de la habitación, lo suficientemente materializado como para ver que su cabello gris estaba despeinado, como si hubiera sido atraído tan fuerte de donde estaba que despeinó su estilo marca registrada.
- ¿Qué demonios? - demandó a Midoriko. Entonces nos vio a Tyler, Inuyasha y a mí.
- No otra vez - murmuró Don, empezando a desvanecerse por los bordes.
Un momento, Midoriko estaba sentada en el sofá rodeada nada más que por seda. El siguiente, tenía una aureola de sombra que dejaba salir alaridos de ruptura de huesos al convergir sobre mi tío. No la vi sacar la sangre que era el catalizador para convocar a los Remnants, pero por eso tenía una aguja oculta en su anillo. Una pequeña punción era todo lo que necesitaba para empuñar su arma más letal. El poder que los Remnants emanaban rasgó a través de mi piel, haciéndome dar un instintivo paso hacia atrás. Apenas oí el jadeo de Tyler sobre los gritos de mi tío mientras aquellas diáfanas formas comenzaron a deslizarse a través de él como si fueran de acero y él fuera líquido.
- Ya está. Haz tus preguntas. Él no irá a ninguna parte con ellos sosteniéndole. - La voz de Midoriko cambió, el acento sureño reemplazado por un eco misterioso que sonaba como miles de personas hablando a la vez.
- Retíralos. Esto no es lo que queríamos. - Hablé a través de la conmoción por lo que ella había hecho.
- ¿Cómo pensaste que aseguraría a tu tío? ¿Pidiéndole amablemente que se quedara? - La ceja de Midoriko se alzó.
- ¡No te dijimos que lo torturaras! - estallé, la culpa estrellándose contra mí con la nueva ronda de gritos de mi tío.
- Hice un trato para asegurar que este fantasma respondiera a tus preguntas, y yo siempre cumplo mi palabra. Cuanto más tiempo esperes para preguntarle, Parca Negra, más tiempo sufre tu tío. - Discutir más sería inútil. Ahora, la única persona que podría poner fin a esto era Don. Le lancé a mi tío una mirada suplicante mientras me acercaba.
- Dinos lo que sabes sobre Madigan. Por favor. - Su cuerpo se inclinaba y estremecía mientras esas formas sin piedad continuaban atravesándole. Inuyasha miró hacia otro lado, con la boca apretada. Qué bien sabía él por lo que mi tío estaba pasando.
- ¿Cómo pudiste hacerme esto, Kagome? - La angustiada acusación me desgarraba el corazón. Era demasiado inútil pronunciar: ¡No quería hacerlo! Además, aunque esto no era lo que yo hubiera querido, Don había admitido condenar a Tate y los otros a una muerte segura. Si sólo nos hubiera dicho la verdad, nada de esto estaría sucediendo.
- Eso no importa - me obligué a decir.
- Responde la pregunta, o los Remnants seguirán atravesándote hasta que no quede nada sino ectoplasma. - Eso era una mentira. No podías matar lo que ya estaba muerto, como a menudo había lamentado mientras perseguía a Kramer, pero Don no sabía eso.
- Entonces moriré - dijo con voz rasgada, las palabras rotas por el dolor.
- Mejor... así... - ¿Ni siquiera ahora divulgaría su secreto? La frustración me hizo morderme el labio para no gritarle. No había sentido mis colmillos salir, pero por el sabor de la sangre, lo habían hecho.
- No seas tonto. Los Remnants se alimentan de dolor, por lo que a medida que aumenta tu sufrimiento, también lo hace su fuerza para infligir más. - dijo bruscamente Inuyasha.
- Noooo. - Mi tío dejó salir la palabra con tal desesperación que mi control se rompió.
- ¡Dime lo que hizo el jodido Madigan! ¡Ahora! - No podía soportar verlo así, y no podía hacerlo parar, como la expresión pétrea de Midoriko me recordó.
- ¡Experimentos genéticos! - Mi boca cayó por la respuesta. La de Don lo hizo, también, antes de que otro grito lo contorsionara en un manojo de agonía. Además del dolor, algo más atravesó sus rasgos. Sorpresa, como si no pudiera creer que me hubiera contestado la verdad.
- ¿Experimentos genéticos de qué? ¿Humanos? - presionó Inuyasha. Un gruñido seguido por una ristra de maldiciones fue su única respuesta. Una vez más, me encontré mordiendo mi labio con frustración. Maldita fuera la cabezonería de Don.
- Contéstale - espeté.
- No sólo humanos - dijo Don antes de que otra expresión de ¿Qué demonios? cruzara su cara. Midoriko comenzó a reír.
- Ah, ya veo. - Yo no lo veía. La única vez que había sido capaz de obligar a los fantasmas a hacer lo que yo quería era cuando el poder de la tumba de Midoriko corría por mis venas, pero me quede sin él hace mucho tiempo.
- ¿Te importaría informar al resto de nosotros? - le pregunté firmemente. Su mirada fue de impaciencia y diversión a partes iguales.
- ¿Cómo puede ser que muchos de los míos te teman cuando eres tan ingenua? - Antes de que pudiera ladrarle una respuesta, continuó.
- Murió mientras todavía poseías mis poderes, ¿verdad? ¿Y lloraste mientras su espíritu dejaba su cuerpo? - No aprecié su tono de ¿no-es-obvio?
- ¿No llora todo el mundo cuando un ser querido muere? –
- Los mambos no - dijo, usando la palabra por la que me llamó cuando se dio cuenta de que absorbí sus poderes después de beber sangre de no-muerto.
- No a menos que quieran que la persona se quede. –
- Pero él no se quedó. Murió. - dije, ira por el dolor de Don afilando mis palabras.
- Y aun así aquí está… Un fantasma. O más precisamente, tu fantasma. - replicó Midoriko con un gesto de sus dedos hacia Don.
Continuara…
