Hola, rápido mensaje, en este libro las actualizaciones son los miércoles, para que estén atentos y puedan disfrutarlos recién salidos del horno.
Inspiración nupcial
Nos colamos en el avión privado de Inuno ya que tanto él como Izayoi también fueron invitados. De hecho, Inuno era el padrino de Sesshomaru. Koga, sin embargo, no fue invitado ya que él y Sesshomaru no eran cercanos. Diablos, tampoco lo eran Inuyasha y Sesshomaru. Si no fuera por mí, Inuyasha jamás hubiera sido invitado, y si Inuyasha no supiera, que Sesshomaru estaba en mi pequeña lista de amigos verdaderos, preferiría apalear arena húmeda por dos décadas completas sin descanso que ir a su boda.
Mientras en el avión, Inuyasha y yo, informamos a Inuno e Izayoi sobre lo que habíamos descubierto acerca de Madigan. Aparte de ser la versión vampírica de un Gran Sire, Inuno también era el corregente de sus líneas combinadas, por lo que era de confianza. Su esposa, Izayoi, podría comenzar el entrenamiento para ser una Enforcer, lo cual era la versión vampírica de un policía, pero también mantendría la boca cerrada. Entonces pasé el resto de nuestro vuelo ideando un modo de descubrir una entrada que no implicara una espera de once días hasta que Barbara reclamara otro maletín. Nuestra corriente inhabilidad de asimilar el compuesto me frustró al máximo.
Pero en este caso, la paciencia no era una virtud. Era una necesidad. Nosotros no podíamos engañar al sistema de seguridad, y con Sesshomaru seriamente no disponible porque se estaba casando, no tenía cómo crear un camino alrededor de eso sin que terminara en una misión suicida. Parte de mí odiaba volar cientos de kilómetros lejos, mientras nuestros amigos estaban en peligro, pero el resto notó resignadamente que estando aquí o allí, estábamos atascado en el modo espera. A menos que…
- Puedes usar tus poderes telequinéticos para congelar todo el subterráneo mientras buscamos una entrada - le sugerí a Inuno a pesar de que eso sonara ingenuo hasta en mis propios oídos.
- ¿Y si esa instalación no es el centro de mando de las operaciones de Madigan? - Una ceja se le elevó.
- Entonces estaremos bien jodidos. - Suspiré.
Alguien muy arriba en el gobierno debió de apoyar a Madigan todos estos años después de que Don lo despidiera. ¿Cómo si no podría tener al menos dos instalaciones subterráneas a su disposición, sin mencionar la astronómica financiación que toda su investigación experimental debió de costar? Así que la sombra (o sombras) detrás de Madigan irían a esconderse una vez que supieran que teníamos el poder para inmovilizar una base completa. No, había que guardar nuestra mejor arma para la batalla final, para cuando descubriéramos a Madigan y a la gente detrás de él, no desperdiciar el factor sorpresa en una batalla.
Era la única opción lógica, pero no presagiaba nada bueno para sacar a mis amigos con vida. Intenté recordar la última vez que hablé con Tate. ¿Habíamos peleado? Posiblemente. Nuestra relación había ido tensándose en los últimos dos años, pero las cosas habían empezado a volver a la normalidad. Odiaba pensar que nunca tendría la oportunidad de decirle lo que su amistad había significado para mí, a través de los tiempos buenos y malos. Inuno debió de sentir mi inquietud.
- Regresaremos mañana a los Estados Unidos contigo. Estaré cerca para cuando me necesites, Kagome. - dijo en su voz más suave.
- ¡Gracias! - Le di el destello de una sonrisa de agradecimiento. Una vez odié al anciano yokai egipcio. Ahora que sabía que estaría cerca para la confrontación final me llenó de un profundo alivio.
Me regaló de sus extrañas sonrisas. De nada. Las palabras no fueron dichas en voz alta. En cambio, se deslizaron directamente en mis pensamientos al igual que un mensaje de texto telepático. Inuno, con su edad y asombrosas habilidades, era el único yokai que conocía que podía comunicarse de esta manera, aunque sólo lo había hecho una vez conmigo.
- Fanfarrón - murmuré.
- Llegamos. - Otro tirón en sus labios, pero entonces volvió su atención a la ventana y las luces le revelaron cuando el avión se ladeó bruscamente.
La casa de Sesshomaru Basarab Dracul era exactamente lo que uno espera de un príncipe de la oscuridad: una enorme mansión que era en parte iguales; tanto hermosa como barbárica, con balcones de madera tallada y columnas al lado de gárgolas adornando las torres y torrecillas. También se veía bastante más ocupada de lo que la había visto. Miembros de su equipo esperaban afuera de los cuatro pisos, apresurándose en estacionar los coches lo más rápido posible en cuanto llegaban los invitados. Esa no era la única diferencia desde mi última visita. En lugar de electricidad, ahora había antorchas iluminando el exterior. Se mantenía una docena alrededor de los jardines, mientras que las pequeñas adornaban los muchos balcones de la mansión.
Lo habría denominado un llamado al peligro de no ser por las habilidades de Sesshomaru. Nada se quemaría alrededor de él, si no lo deseaba. Amablemente nos empujaron dentro del gran vestíbulo, donde más asistentes tomaron nuestras bolsas de noche después de la petición de nuestros nombres. Dentro, las velas sustituyeron a las luces normales, y el personal de esmoquin paseaba con copas llenas de algo carmesí burbujeante. Curioso, cogí una de las bandejas más cercana y tomé un sorbo.
- Deberías de probar esto. Es como Cristal y 0-negativo para encantar a los niños. - le dije a Inuyasha entregándole la copa.
Inuyasha lo tomó, levantando una ceja de forma apreciativa mientras lo tragaba. Puede que no fuera el mayor fan de Sesshomaru (está bien, la mayoría de los días se odiaban mutuamente) pero claramente aprobaba la Drac-infusión de plasma burbujeante. Viendo su garganta tragar mientras tomaba un segundo y largo trago me recordó que no me había alimentado en más de un día. Tan atractivo lucía Inuyasha en esmoquin con su cabello color plateado brillante abrazando su cabeza como un elegante casco, aumentando el hambre dentro de mí. No habíamos tenido tiempo de hacer las compras antes de que Inuno nos recogiera, pero afortunadamente el ex faraón tenía un montón de ropa de lujo. Inuno e Inuyasha eran de tamaño similar, por lo que su esmoquin prestado le sentaba como si hubiera sido hecho para él.
- Toma otro - le dije a Inuyasha, entregándole un nuevo vaso de sangre champán después de haberse terminado la primera.
- Necesitarás estar bien hidratado para más tarde. - Su boca se curvó mientras aceptaba la copa.
Entonces sus dedos capturaron los míos mientras sujetaba la copa para beber. Mis nudillos rozaron su suave barbilla mientras sus dorados ojos jamás dejaron los míos. Sólo después de haber drenado la copa me liberó, y para entonces ya no quería que lo hiciera. De hecho, me estaba preguntando en dónde estaba nuestra habitación y si teníamos tiempo de escaparnos antes de que comenzara la boda.
- Me lastimas, con lo hermosa que eres Gatita. – Se inclinó, su mirada ahora teñida de rojo mientras dejaba el vaso vacío sobre la bandeja de un camarero que pasaba sin dejar de mirarme ni una sola vez.
El vestido formal y sin tirantes que Izayoi me había prestado era un poco estrecho, pero por la forma en que los ojos de Inuyasha, me invadieron, aprobó como mis pechos sobresalían un poco demasiado desde el corpiño y en que el negro terciopelo me envolvía como si estuviera pintado en mí. Mi cabello estaba suelto desde que sujetarlo era inadmisible, pero su profundo color negro contrastaba con mi alianza. Era la única joya que llevaba, aun así, su magnificencia hacía que más de una invitada femenina se detuviera a mirarla. Los diamantes se encontraban en un muso en algún lugar. Resbalé mis brazos a su alrededor, aspirando su olor y deleitándome con la dura sensación de su cuerpo presionándome cerca.
- Te dolerá algo más tan pronto nos encontremos solos - le susurré. Sus brazos se apretaron a mi alrededor.
- A ti también. - El bajo y grave tono causó un sensual temblor bailar sobre mí, pero luego detrás de nosotros, alguien aclaró su garganta. Ya que estábamos en una casa llena de yokais, eso no fue un accidente.
- Disculpen la interrupción, pero Inuno me dejó para ver a Sesshomaru, y no conozco a nadie más aquí. – murmuro Izayoi viéndose casi cohibida.
- No seas tonta, no estás interrumpiendo - dije, aunque mi cuerpo protestó cuando me aparté de Inuyasha. Entonces cogí una copa de cristal de los camareros.
- Además tienes que probar el champán. Está para morirse. – le sonreí.
La ceremonia de boda tuvo lugar en el salón de baile, que además de las tierras de alrededor del estado de Sesshomaru, era el único lugar lo bastante grande como para albergar a sus muchos invitados ya que éstos subían hasta más del tercer piso. Aproximadamente, había unas dos mil aquí, aun así, sólo necesitaba ambas manos para contar el número de humanos. La novia, Rin, y el hombre mayor que supuse era su padre, estaban entre las raras excepciones mortales. Ella jadeó cuando entró al salón de baile, que bien podría haber sido por los miles de personas que se levantaron cuando ella apareció, o pudo ser por los gigantes pilares hechos de rosas blancas que se alineaban en la ruta de acceso del altar, o por los antiguos candelabros que ardían con más velas de las que podría contar. Esa no era la mejor decoración de Sesshomaru, sin embargo. Cuando Rin comenzó su descenso por el pasillo, el dosel de hierro bajo el que Sesshomaru esperaba estalló en llamas que ardían con tanto ardor, al tiempo que ella llegaba junto a él que parecía que estaba aureolado por una cubierta de oro.
- Wow - susurré.
- Perro exhibicionista - murmuró Inuyasha por respuesta.
Una vez que Sesshomaru tomó la mano de Rin, la ceremonia comenzó y resultó ser sorprendentemente tradicional. Inuno entregó los anillos cuando llegó el momento y una morena que se parecía a Rin aceptó el ramo. Sesshomaru, además de dar sus respuestas en inglés y rumano, y el rugido que dejó salir después de que él declaró que iba a amar, honrar y apreciar a Rin como su esposa, fue textual al normal libro de boda. Y una dosis de normalidad fue al parecer lo que había necesitado. De inmediato supe que me había perdido en nuestra tranquila vida en las montañas, pero no me había dado cuenta de cuánto hasta ahora.
Algo muy apretado dentro de mí se relajaba un poco mientras veía a dos personas jurar y asumir todos los desafíos juntos en el nombre del amor. En mis treinta años en esta tierra, había visto y hecho más que muchos harían durante su vida, pero no había llegado tan lejos si no fuera por el amor. Esa había sido la tierra firme bajo mis pies cuando todo lo demás a mi alrededor se había retorcido, y a pesar del peligro y de la incertidumbre de lo que pasaría, sé que lo volvería a hacer. Por una fracción de segundo, me compadecí de Madigan. Sólo tenía la ambición y la crueldad para que lo sostuviera. Así de grande sería su caída con una percha tan tenue y poco fiable.
Silenciosamente, deslicé mi mano en la de Inuyasha. Y a la vez, se la llevó a sus labios, rozando un suave beso sobre mis nudillos. Otro nudo oculto dentro de mí fue aliviado al igual que la nube que había estado sobre mí por las semanas de frustración fue perforada por rayos de esperanza. Habíamos pasado por tantas cosas juntos. Seguramente no habíamos llegado tan lejos para fallar ahora. Animada por la idea, me alegré cuando Sesshomaru y Rin fueron declarados oficialmente marido y mujer (de acuerdo con la ley humana, de todas formas) y juré aprovechar al máximo la breve interrupción de nuestros problemas. Pronto comprendí que, si la ceremonia había sido más tradicional que natural, la recepción tenía sombras del excesivo estilo de Sesshomaru. Derramado en todo el tercer piso de su mansión, tenía suficiente comida y bebida para hacer enfermar incluso a los yokais y no estaba contando el pastel de boda que era más alto que yo, en tacones altos. Ni siquiera tuve la oportunidad de saludar hasta tres horas después, cuando cerraba la marcha en la línea de la recepción.
El cabello largo y platinado de Sesshomaru estaba peinado hacia atrás, lo suficiente como para mostrar el nacimiento en forma de punta. El estilo severo también resaltó sus altos pómulos, cejas fuertes y extraños ojos dorados. Él no era clásicamente guapo como Inuyasha, pero era sorprendente la forma en la cual no podía ser ignorado. Su capa escarlata con pieles en los bordes y el traje exquisitamente trenzado debajo de ella sólo reafirmaban su presencia imponente, sin mencionar que podría golpear a alguien hasta la muerte con el colgante de oro macizo que colgaba de su cuello.
- Vas a acuñar el término "Fabuloso Medieval" con ese atuendo - bromeé mientras me inclinaba para besar su mejilla.
- Estoy muy feliz por ti. - murmuré contra su piel sin afeitar. Me abrazó breve, pero acogedor.
- Estoy contento de que hayas venido, Kagome. - Sus labios se curvaron hacia abajo mientras miraba por encima de mi hombro, pero todo lo que dijo fue "Inuyasha", en un tono evasivo.
- Tepesh - Inuyasha lo saludó con una voz igual de ambigua.
Puse mis ojos en blanco. Por lo menos no estaban amenazando con matarse el uno al otro. Eso era un progreso en su relación. Entonces volví mi atención a Rin, envolviéndola en un abrazo antes de que un toque de electricidad me recordara que ella desprendía voltajes debido a un accidente con un tendido eléctrico cuando era una adolescente.
- Felicidades - le dije a la encantadora novia de cabello negro.
Nos dio las gracias mientras se veía un poco abrumada, no podía culparla. La primera vez que había estado en una habitación llena de miles de criaturas sobrenaturales, me había asustado también, y era sólo mitad humana en ese tiempo. Rin era totalmente humana, y la nueva señora Drácula o no. Si hubiera tenido una bebida fuerte conmigo, se la hubiera dado. Inuyasha besó su mano enguantada al tiempo que ofrecía sus propias felicitaciones. Antes de que los dejáramos, me incliné mirando hacia Rin.
- Nadie pensó que lo que acabas de hacer se pudiera realizar, ¿sabes? Te ganarás el apodo de "La asesina de Dragones". –le dije misteriosamente, Sesshomaru me miró fijamente en advertencia, pero Inuyasha se rió, mientras nos alejábamos, se inclinó hasta que sus labios rozaron mi oído.
- Me haces desear que Sango estuviera aquí. Ella podría mostrarle a Tepesh un dragón que pondría en vergüenza el emblema de su casa. - susurró Inuyasha.
Ella ciertamente podría hacerlo si eso no revelara que era la única cambia formas del mundo. Un demonio marcó a Sango con su esencia, convirtiéndola permanentemente después de su muerte. Ahora mi mejor amiga tenía todos los poderes que el demonio había tenido, entre ellos la inmortalidad y la capacidad de cambiar de forma en cualquier cosa que eligiera. Y había elegido un dragón para ahuyentar a Heinrich Kramer cuando el fantasma había estado a punto de matar a Inuyasha. A pesar de que lo había visto con mis propios ojos, parte de mí todavía no podía creer que Sango se hubiera transformado en una criatura mítica de dos pisos de altura, con la misma facilidad como si se hubiera cambiado de ropa… Dejé de caminar de forma tan abrupta que sólo los reflejos de un yokai permitieron que la pareja de detrás de nosotros no chocara con nuestras espaldas.
- ¿Qué está mal Gatita? - preguntó Inuyasha, apartándose de la multitud de personas.
- Ya sé cómo vamos a infiltrarnos en esa instalación subterránea de Point Pleasant. Ellos nos van a dejar entrar. – La emoción hizo que mi voz vibrara, aunque tuve la precaución de hablar sólo en un susurro.
Tuvimos turbulencia en el largo vuelo de regreso a los Estados. Estaba bien con ello, pero Inuyasha, quien odiaba volar incluso bajo buenas condiciones, estaba en un menos que encantador humor para el momento en el que aterrizamos en San Luis. Fue su mala suerte que Miroku y Sango no hubieran estado en su finca de Inglaterra. Eso habría sido relativamente un viaje corto desde Rumanía. Por supuesto, su temperamento podría ser porque él odiaba mi plan. Aun así, cómo le había dicho más de una vez en el vuelo de regreso con su lucha desigual de baches, que, si tenía una idea mejor, estaba abierta a escucharla. Su silencio sobre el tema habló a montones, pero conocía a Inuyasha. Él no había terminado de pelear.
Por supuesto, yo tampoco. Además, mientras me sentía confiada de la respuesta de Sango, también teníamos que convencer a Miroku para ir adelante con esto. Si él no lo hacía, Inuyasha no tenía de que preocuparse. Para el momento en el que paramos en la casa de Miroku y Sango, el sol estaba poniéndose, aunque el desfase horario y viajar muchas zonas horarias en los últimos dos días me tenían sintiéndome como si fuera el caer del amanecer. Miroku ya estaba esperando por nosotros en la puerta principal, causando que me preguntara qué le había alertado de nuestra llegada primero: sentir la presencia de otros yokais o escuchar nuestro coche llegando por el camino de entrada.
- Inuyasha, Kagome. Bienvenidos. ―dijo Miroku.
- Ahora sé que tu visita trae problemas, como si tú diciéndome que limpie mi personal antes de su llegada no fuera advertencia suficiente. - Las palabras eran graciosas, pero el tono de Miroku era más cauteloso que cordial. Le di al alto yokai de cabello negro mi sonrisa ganadora, que me ganó una mueca al instante.
- No estás equivocado, Miroku. Pero necesitas escuchar esto, no obstante. - dijo Inuyasha. Luego lo palmeó en la espalda.
- ¡Sango! - Los seguí dentro, contenta de ver un rostro amigable venir por el pasillo. Ella sonrió, dándome un abrazo cuando me alcanzó. La apreté de regreso, sin preocuparme sobre lastimarla con mi fuerza. En muchas formas, la esencia demoníaca con la que Sango estaba marcada la hacía más fuerte que yo.
- ¿Qué está pasando? ¿Está tu madre bien? - Cuando se retiró, sin embargo, su sonrisa se había desvanecido.
- Ella está bien - dije, hice una nota mental para llamarla pronto.
- Estamos aquí por algo que mi tío comenzó hace un largo tiempo. - Los llenamos de los detalles mientras sorbíamos café en su sala de estar. Los atractivos rasgos de Miroku fueron asentados por duras líneas para el momento en que terminamos.
- Él causará una guerra si tiene éxito. La respuesta es sí, Inuyasha. Pelearé contigo para prevenir una contaminación de cruce entre especies y para que no vuelva a suceder. - declaró. Luego le dio una mirada a Inuyasha de acuerdo.
- No podemos irrumpir en la base donde pensamos que Madigan está ejecutando sus experimentos (y manteniendo a nuestros amigos) hasta que sepamos quién es su respaldo en el gobierno. Y no podemos averiguar eso sin conseguir entrar en la base, así que ha sido un Catch hasta ahora. - Nunca dudé eso, amigo, pero ese no es el por qué estamos aquí. - Inuyasha bufó.
- Sólo Madigan puede caminar dentro de la base y conseguir la información que necesitamos sin levantar sospechas. - Con eso, aclaré mi garganta. Eché un vistazo a Sango antes de fijar mi atención de regreso a su marido.
- O alguien que se vea igual que él. - Siempre había pensado que los ojos de Miroku se parecían a los de un tigre. Justo ahora, viéndolos fijos en los míos de una forma que cada uno de mis instintos de supervivencia gritaba "¡Alerta Roja!", estuve segura de ello.
- Miroku ―dijo Inuyasha. Aunque la simple palabra fue suave, el impacto de poder que al instante inundó la habitación era cualquier cosa menos eso.
- No me amenaces, Bestia. – Miroku dejó salir un sonido; medio gruñido, medio siseo.
- Entonces no mires a mi esposa de esa manera - fue su respuesta instantánea.
- Hey ¿Me recuerdan, la persona sobre la que trata esto? - Sango se puso de pie, ondeando su mano para romper su concurso de miradas.
- Lo hago, querida, pero no puedes caminar por ese centro por tu cuenta. Es demasiado peligroso. - Miroku miró en su dirección, su expresión suavizándose a la vez.
- Estoy de acuerdo - dije calmada.
- ¿Qué? – Eso sorprendió a Miroku en una mirada hacia mí sin su usual mirada de muerte.
- Estoy de acuerdo. Incluso si Sango consigue entrar, no tiene ni idea de cómo hackear el ordenador de Madigan para conseguir la información que necesitamos. Mientras no soy tan buena como el grupo de hackeadores anónimos, sé lo suficiente como para recuperar lo que estamos buscando. Ese es el por qué estaré yendo con ella. Madigan ha estado tras de mí por años, así que sus científicos verían que finalmente su objetivo para la experimentación completa es capturado. Y una vez que estemos en el interior del compuesto, y descubra quién ha estado respaldando a Madigan, además de lo que le sucedió a Tate, Juan, Cooper y Dave… la verdadera pelea comenzará. - repetí.
- ¿En serio estás de acuerdo con dejarla hacer esto? - La mirada de Miroku se sacudió hacia Inuyasha.
- ¿De acuerdo? Jamás. ¿Resignado? sí, pero ella no va a ir sola, tampoco. Estaré yendo con ella. - Una carcajada precedió a su respuesta.
- Inuyasha… Hablamos sobre esto. Un rehén yokai, su personal lo creería, ¿pero dos? Eso es estar empujándolo. - dije en un suspiro.
- Normalmente, sí. Pero cualquiera que me viera juraría que soy completamente inofensivo. - dijo en un suave tono. Por supuesto. Porque un maestro yokai de un metro noventa, musculoso, super sexy, conocido por ser un tipo duro de siglos de edad era la imagen de la impotencia ¿verdad?
- Necesitarías usar hipnotismo masivo para convencer a cualquiera de eso, y sus guardias usan visores para prevenir ser hechizados. - La sonrisa de Inuyasha fue peligrosamente exuberante, como el veneno escondido en el mejor de los vinos.
- Ya lo verás, pero antes de que lleguemos a eso, necesitamos encontrar una forma de capturar a Jason Madigan. Sango no puede hacerse pasar por él en Virginia del este si todo el mundo sabe que aún está en Tennessee. -
Fabian cayó a través del techo de la cocina de nuestro apartamento alquilado, sus rasgos translúcidos diciéndome la historia antes de que empezara.
- Él aún no ha dejado el compuesto, ¿lo ha hecho? - le pregunté con resignación.
- Lo siento, Kagome. - El fantasma sacudió su cabeza.
El rostro de Sango reflejó mi propia decepción, pero Miroku se giró lejos antes de que pudiera atrapar su expresión. Probablemente fuera una sonrisa. Él arriesgaría su propia vida sin ningún reparo, pero cuando suponía la vida de su esposa, incluso se las arreglaba para dejar a Inuyasha parecer sobreprotector.
- Esto no está funcionando. Madigan podría haber dejado el compuesto cada par de semanas antes, pero obviamente se acurrucó como una garrapata hasta ahora. ¿Que si son meses hasta que salga por su cuenta? - dijo Sango, declarando la opinión a la que había llegado días atrás.
- La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. Llamaré a Madigan y le diré que quiero reunirme. Sabemos cuánto quiere capturarme, así que eso lo sacará del compuesto. - dije cuadrando mis hombros.
- ¡Absolutamente no! - chasqueó Inuyasha.
- Los anzuelos trabajan mejor cuando están cebados. Soy lo que él quiere. Vendrá afuera si cree que puede capturarme. - repliqué, lanzando sus palabras del otro día de regreso hacia él.
- Uy sí, vendrá corriendo, ¡con el ejército más fuerte que pueda amasar para capturarte! -dijo Inuyasha, sus emociones parpadeando a través de las mías con la intensidad de relámpagos.
- ¿Necesito recordarte la última vez que te reuniste con tu adversario en sus términos, fuiste disparada y casi quemada hasta la muerte? - Por reflejo, recorrí una mano a través de mi cabello. Incluso con las habilidades de sanación yokai, aún no había crecido a la longitud en la que había estado la noche en que Kramer me prendió fuego.
- Pero ¿quién está aquí y quién está atrapado en una trampa fantasma? Si el fantasma más poderoso de la historia no pudo hacerme entrar, entonces el imbécil más grande de la humanidad no tiene oportunidad. - contesté.
Miroku se inclinó hacia atrás, poniéndose más cómodo mientras una expresión satisfecha cruzaba sus rasgos. Sin duda estaba pensando que los reembolsos son una perra mientras escuchaba a Inuyasha y a mí discutir sobre riesgos aceptables de seguridad.
- ¿Por qué te molestas, Bestia? Te casaste con una luchadora, así que deja de tratar de convencerla que estar al margen es lo mejor. – Koga. La persona que menos me esperaba que tomara mi lado entró en la cocina, usando nada más que una sábana café envuelta alrededor de sus caderas.
- El día que tú ames a alguien además de a ti mismo, será el día que tome en cuenta tu consejo marital, Koga - Inuyasha mordió de regreso en un tono helado.
- Entonces hoy es ese día. Porque te amo, tú, miserable granuja testarudo. - contesto Koga abruptamente.
- Y también amo a ese arrogante sobre privilegiado tipo sonriendo hacia nosotros. - Una seña señaló a Miroku, cuya sonrisa se desvaneció después de ser mencionado.
- Al igual que al emocionalmente fracturado, psíquico en mal funcionamiento quien me señorea. Y tú, Bestia, amas a un demonio sediento de sangre quien probablemente mató a más personas en sus treinta años de vida que lo que tuve en dos siglos de vida, así que de nuevo te digo, no te molestes en tratar de convencerla de que ella no es quien es. - La boca de Sango colgaba abierta, o la descripción menos encantadora de nosotras, al hecho de que maté a más personas que él.
La expresión de Miroku ahora era pétrea, pero un músculo palpitó en la mandíbula de Inuyasha (la única indicación de sus emociones desde que envolvió su aura en una nube impenetrable). Tanto para mí, no sé si golpear a Koga por llamar a Inuyasha granuja testarudo o darle las gracias por decir lo obvio. Podría estar cansada de todas las peleas y constantes cabalgatas entre la vida y la muerte, pero eso no significaba que no fuera buena en ello. Algunas personas nacieron para ser madres, padres, inventores, artistas, oradores, predicadores… y luego, allí estaba yo.
- Él tiene razón - dije en un tono tranquilo.
- Mi verdadera habilidad es matar. He sobresalido en ello desde que tenía dieciséis años, cuando tomé mi primer yokai sin saber nada sobre ellos. - Entonces fui hacia Inuyasha y enmarqué su cara entre mis manos.
- Fuiste quien me enseñó a no juzgar a las personas por sus acciones en lugar de sus especies. Me salvaste de una vida de miserias, arrepentimiento, y recriminaciones bien merecidas. Ahora es momento de dejarme hacer mi asunto, Inuyasha. Y confío en que me enseñaste a ser la mejor jodida asesina que podría ser. - Sonreí secamente. Cubrió mis manos con las suyas, su carne vibrando con el poder que mantenía tan apretadamente bajo control. Luego me besó, suavemente pero aún lleno de abrasadora pasión. Que fue el por qué, cuando se retiró y habló, no podía creer lo que dijo.
- Tienes razón, cariño. Pero aún me rehúso a ser parte de eso. - Entonces, realmente no lo creí cuando caminó fuera del apartamento. Esta no era la primera vez que Inuyasha había conseguido enojarse lo suficiente como para alejarse de mí. ¿Quién dijo que el matrimonio era fácil? Yo no.
- Sólo necesita tiempo para calmarse - le dije a Sango, quien rondaba por la puerta sosteniendo una botella de ginebra en una mano y un bote de Häagen-Dazs en la otra. Tenía que concedérselo a mi mejor amiga: Sabía cómo cubrir sus bases. Señalé hacia la ginebra. Entró y me la entregó. Luego se sentó a mi lado en la cama y abrió la tapa del helado, cavando en él.
- Por supuesto que regresará - dijo entre cucharadas de helado de zarzamora.
- ¿Pero tú estás al mismo tiempo, ya sabes, bien? - Tomé un trago de ginebra antes de contestar.
- He estado mejor. Cuando Inuyasha regrese, tendremos que hablar de la manera que eligió expresar su disidente opinión, pero el matrimonio es un maratón. No una carrera de velocidad. - Sango levantó la cuchara a modo de saludo.
- Eso es cierto. - Le palmeé el brazo, tomé un último trago de ginebra antes de poner la botella en la mesita de noche. Luego saqué uno de mis teléfonos de prepago, marcando un número que solía conectarme con mi tío cuando estaba vivo.
- Madigan - respondió una brusca voz.
- Esta es Kagome Taisho. Tenemos que hablar. - dije. Pasaron dos latidos antes de que Madigan contestara.
- ¿No estamos haciendo eso ahora? - dijo de una manera que sonaba más cautelosa que sarcástica.
- El humor nunca fue tu punto fuerte, Jason. Quiero decir, cara a cara, y más temprano que tarde. - Dejé escapar una breve carcajada.
- Hagámoslo entonces. Ya sabes dónde estoy - fue su respuesta inmediata.
- ¿Para así poder quedar atrapada en un fuego cruzado de docenas de ametralladoras ocultas en tus paredes? - mi burla fue suave.
- Gracias, pero no. - Esta vez su silencio se prolongó un poco más que un par de latidos. Probablemente tratando de averiguar cómo es que sabía sobre las armas.
- ¿Qué tenías en mente? - preguntó al fin.
- A medianoche esta noche en el embarcadero Rat Branch fuera de Watauga Lake. Es justo al este de Hampton, Tennessee. Ven solo, y yo haré lo mismo. - La risa flotó a través de la línea, dura como vidrio siendo molido por piedras.
- ¿Harás lo mismo? Los dos sabemos que Inuyasha está viendo por encima de tu hombro en este momento, jurando en silencio acompañarte.
- Si él estuviera aquí, lo estaría haciendo. Pero acabamos de tener una pelea, se enojó y se fue. Es por eso por lo que nuestra reunión tiene que ser esta noche. No se irá por mucho tiempo y una vez que regrese, insistirá en ir. - le dije, y esa era la verdad sin adornos. Otro prolongado silencio. Ya sea que Madigan estaba meditando sobre esto o tratando de rastrear la llamada, pero no llegaría a ningún lado con eso.
- Esto me intriga, Higurashi, pero no creo que te dé una oportunidad de matarme. ¿Quieres hablar? Ven a mí aquí. - Finalmente, después del tiempo suficiente para que me preguntara si había colgado, volvió a hablar.
- Es Taisho, y veamos si esto te intriga: Don hizo arreglos para que me fuera entregada una carta en caso de su muerte. Me he movido mucho los últimos meses, así que apenas la acabo de obtener. En ella, se disculpa por las cosas horribles que permitió que sucedieran mientras ustedes dos trabajaban juntos… - dije a la vez.
- ¿Qué cosas? - interrumpió Madigan. Sonreí. Tengo tu atención ahora, ¿no?
- Eso es lo que quiero averiguar, pero no lo suficiente como para darte la ventaja de local. El embarcadero en Watauga Lake esta noche u olvídalo. Demonios, tal vez debas olvidarlo de todos modos. Probablemente está otra carta en camino con más información. - La frustración prácticamente hervía a través del silencio en el otro extremo.
No sólo Madigan realmente quería capturarme; como todos los burócratas, no era otra cosa sino paranoico acerca de mantener ocultos sus secretos. La última cosa que querría era un grupo de yokais hurgando en sus experimentos ilícitos, y la idea de que su antiguo némesis podría soltar la sopa póstumamente le debía estar dando una úlcera.
- Si supiera que tienes una pizca de honestidad en ti, te haría jurar sobre la vida de Inuyasha que vendrás sin él. O cualquier otra persona. - dijo finalmente entre dientes.
- Lo juro. Y Jason… de nosotros dos, yo no soy la mentirosa más grande. ¿Verdad? - dije uniformemente.
- Supongo que, a la media noche, lo averiguaremos. - El ruido que hizo fue demasiado bajo para determinar si fue una burla o una risa.
- Hasta entonces - dije secamente, y colgué.
- ¿Realmente no tienes la intención de ir sola, ¿verdad? - Sango me miró fijamente, con sus ojos color avellana abiertos de par en par por la alarma.
- Por supuesto. Como he dicho, entre Madigan y yo, yo no soy la mentirosa más grande. - Mis labios se estiraron en una sonrisa fría y depredadora.
El embarcadero Rat Branch en Watauga Lake era un lugar público, sin embargo, incluso si hubiera elegido el mediodía en lugar de la medianoche para nuestra reunión, sería todavía muy aislado. Más de la mitad de los veinticinco kilómetros de costa del lago estaban rodeados por el Bosque Nacional Cherokee, mientras que una serpenteante carretera eclipsada por el terreno escarpado y boscoso bordeaba el otro lado. Sólo la luna proporcionaba iluminación ya que el único poste de luz al lado del muelle estaba roto. La lluvia constante, más un sinnúmero de árboles susurrantes y la presa cercana, amortiguaban los sonidos naturales de los moradores del bosque.
Aun así, aquí y allá, capté el brillo de ojos de criaturas nocturnas buscando comida, compañeros, o ambos. Esperé en el final del muelle, mi ropa ya estaba empapada por la lluvia de verano. Las nubes ocultaban la mayor parte de la luz que la luna proyectaba, pero con mi visión mejorada, no tuve dificultad en ver a Madigan detenerse en un brillante Cadillac negro antes de estacionarse junto al embarcadero. Incluso si de repente me hubiera quedado ciega, su mente transmitía su llegada. Esta noche, había elegido para cantar, el estribillo de la canción de "I Still Haven´t Found What I'm Looking For" una y otra vez para bloquearme de sus pensamientos. Y yo que había pensado que el malparido no tenía sentido del humor.
Madigan estacionó, pero luego se quedó en el auto en vez de salir. Era poco menos de medianoche; ¿iba a esperar hasta que fueran exactamente las 12:00 a.m.? ¿O es que no me veía en el extremo del muelle? Entonces me tensé cuando comenzó a hurgar en el asiento delantero, pero lo único que sacó fue un paraguas. Cosita. Bajó del auto, sosteniendo su paraguas sobre él con una mano y cargando una pequeña pero potente linterna en la otra. Sus pasos eran seguros mientras caminaba hacia el muelle, y cuando dobló la esquina hacia la última sección, la linterna brevemente me cegó cuando alumbró mi cara. Supongo que sabía dónde había estado esperando todo el tiempo.
- Buenas noches - dije amablemente.
- Enséñame tus manos - respondió de una manera mucho menos cordial. Las saqué de los bolsillos de mi abrigo, sin molestarme en ocultar la mueca de mis labios mientras meneaba mis dedos hacia él.
- Estás solo en la oscuridad con un yokai, ¿y tu primera preocupación es si estoy escondiendo armas? - Mi tono implicaba: ¿En serio? Su boca se estrechó en una línea, enfatizando las arrugas provocadas por el fruncimiento en lugar de sonrisas.
- Deberías saber que, si no regreso de esta reunión, he dejado instrucciones de llevar a cabo un ataque aéreo sobre la ubicación de tu madre. - Mi media sonrisa nunca cayó.
- Si supieras dónde está, me creería eso. - Su mirada me barrió, fría y calculadora.
- Tú eres cuidadosa. Ella no lo es. ¿Puedes creer que regresó a tu hogar de la infancia en Ohio, como si yo no hubiera tenido el lugar vigilado desde que la visitaste el otoño pasado? El sentimentalismo puede ser una maldición, ¿verdad? - No sabía a quién quería estrangular con más ganas… si a Madigan por su amenaza o a mi madre por volver a un lugar que ella sabía que había sido comprometido. Espera, sin competencia. Madigan, pero no podía. No todavía. Todavía no ha encontrado lo que estoy buscando.
- ¿Por qué decirme tu plan de respaldo? Si voy a matarte, ahora sé que tengo que llamar a mi madre después y decirle que salga pitando de ahí. - Su sonrisa no llegó a sus ojos. Nunca lo hizo.
- El servicio del teléfono ha sido temporalmente deshabilitado en su área. - Dejé escapar una breve carcajada.
- Eres inteligente, te concederé eso, pero no tengo ninguna intención de matarte esta noche. - Entonces mis ojos se pusieron rojos, cortando a través de la oscuridad con más intensidad que su linterna. Cuando volví a hablar, mi voz resonó con el poder de las criaturas de la noche.
- Sin embargo, tengo algunas preguntas. - Madigan miró directo a mi brillante mirada escarlata. Y se echó a reír.
- ¿Realmente crees que sería así de fácil? - Rápido como apretar un interruptor, apagué las luces en los ojos. Como había sospechado, se había inoculado a sí mismo contra el control mental bebiendo la sangre de yokai.
- No, no lo creí. - Entonces le di una sonrisa torcida.
- Aun así, tenía que intentarlo, ¿no? - Me devolvió la sonrisa.
- Mis pensamientos exactamente. - No tuve la oportunidad preguntar lo que quería decir con eso, porque un poder arremetió a través del aire. Tuve sólo una fracción de segundo para reconocer su fuente cuando algo grande cayó del cielo, aterrizando detrás de Madigan con un golpe que hizo temblar el muelle.
- Hola, amigo - dijo Inuyasha, tirando al viejo contra él. Madigan no luchó. Ni siquiera lucía sorprendido, aunque bien podría haberme derribado con una pluma ante la repentina aparición de mi esposo.
- Me mentiste, Higurashi - siseó Madigan.
- Taisho - le corregí automáticamente, sin dejar de mirar a Inuyasha con incredulidad. Entonces mi cabeza se levantó de golpe ante ruidos de choque a través del bosque, el cielo, e incluso las aguas alrededor del muelle. Madigan consiguió esbozar una sonrisa a pesar del férreo control que Inuyasha tenía sobre él.
- Está bien. Mentí, también. - Si dijo algo más, no lo escuché. El sonido de las ametralladoras era demasiado fuerte…
Continuara…
