Feliz navidad, capitulo adelantado como regalo para su disfrute mis queridos lectores.

p.d. para Sara y su pregunta, la autora de los libros que yo sepa no ha aclarado que los personajes de Sesshomaru e Inuyasha se lleven mal porque ha pasado algo entre ellos simplemente no se toleran por algunos factores, como por ejemplo Sesshomaru despresa que Inuyasha sea el "favorito de Inuno" siendo solo un campesino, e Inuyasha no le gusta Sesshomaru porque lo considera muy arrogante y presumido, además el personaje de Inuno ha dicho en libros anteriores que como ambos son tan parecidos en varios rasgos de carácter eso hace que se lleven mal, aunque la verdad es que si se dieran la oportunidad serian buenos amigos.

Laboratorio

Salté al aire, haciendo una mueca mientras las balas me atravesaban más rápido de lo que podía volar fuera de rango. Ser baleada varias veces duele, pero el dolor rápidamente se desvaneció, lo que significaba que las balas no eran de plata. Eso me sorprendió hasta que recordé que Madigan me quería viva. Debe pensar que tengo algo realmente especial en mi ADN para arriesgarse a no utilizar fuerza letal para capturarme, pero se le volteó el chiste. Estaré encantada de entregarle el remate una vez que lo tengamos en el departamento, donde Sango se transformaría en su gemela no-malvada y nosotras…

Espera, ¿por qué siguen los disparos allá abajo? ¿Acaso no se dan cuenta las gentes de Madigan que ya nos hemos ido? Hablando de eso, ¿por qué Inuyasha no había llegado a mí todavía? Él era, por mucho, el volador más rápido. Me detuve y giré en un círculo para explorar el cielo desde todas las direcciones, pero lo único que vi fueron nubes de tormenta. No había tampoco ninguna carga que indicara energía sobrenatural en el aire. ¿Dónde diablos estaba? Luego una lluvia fresca de disparos hizo que mi estómago se apretara. Él no podía seguir en el muelle, ¿verdad?

Caí en picada como un gavilán persiguiendo a su presa. Mientras atravesaba capa tras capa de opacas nubes de tormenta, la escena de abajo finalmente se hizo visible. Los soldados se reunieron en el muelle saliendo de los bosques, de botes en el lago, y de autos que chillaban hasta la rampa de lanzamiento. Todos con armas automáticas que escupían balas hacia el yokai solitario arrodillado en el extremo del muelle.

- ¡Inuyasha! ¡Vuela, maldita sea! - grité.

Pero no lo hizo. En su lugar, cayó hacia adelante, su cuerpo se desplomó contra las ásperas tablas. Luego el único movimiento que vi fue el de sus ropas siendo rasgadas mientras las balas lo seguían bombardeando sin piedad. Aterricé junto a él con tanta fuerza que la mitad de mi cuerpo atravesó el muelle. Sólo me tomó un segundo liberarme y arrojarme sobre él, contenta de que las agujas del dolor de hielo caliente que significaban las balas me penetraban a mí en lugar de a él. Luego, por sobre el sonido de los disparos, oí un grito.

- ¡Alto el fuego! - Era la voz de Madigan, amplificada por algún tipo de dispositivo.

Levanté la cabeza, un gruñido escapó de mí mientras lo veía flotando en el agua unas cuantas docenas de metros de distancia del muelle. De alguna manera, se me había escapado Inuyasha y salté hacia él. Eso estaba bien. Podría llevármelos a los dos mientras volaba… Una onda de choque me apartó de Inuyasha y me envió toda despatarrada contra el otro lado del muelle. Granada de Conmoción, diagnostiqué mentalmente. Una amplificada lo suficiente para los yokais. Madigan realmente había mejorado sus juguetes, pero antes de que pudiera salir en desbandada de nuevo hacia Inuyasha, vi algo que me heló hasta la inmovilidad. Una línea apareció en su mejilla manchada de sangre, oscura como boca de lobo y serpenteó a través de su piel como una grieta en una estatua.

Entonces otra línea apareció, y otra. Y otra. No. Fue el único pensamiento que mi mente era capaz de producir mientras líneas negras comenzaban a aparecer por toda su piel, zigzagueando y astillándose en nuevos y despiadados caminos. Había visto lo mismo sucederle a un sinnúmero de yokais antes, por lo general después de torcerles un cuchillo de plata en sus corazones, pero la negación hizo imposible para mí creer que lo mismo sucedía con Inuyasha. Él no podía estarse marchitando lentamente frente a mis ojos, la verdadera muerte cambiaba su apariencia juvenil en algo que se asemejaba a la arcilla de cerámica cocinada demasiado tiempo en un horno. Mi inmovilidad desapareció, reemplazada por un terror como nunca había sentido. Salté al otro lado del muelle, agarrando a Inuyasha en mis brazos mientras mis lágrimas se unían a la lluvia para empapar mi rostro.

- ¡NO! - A pesar de que el grito me dejó, los cambios en él empeoraron.

Su musculoso cuerpo se sentía como si se desinflara, las duras líneas de su cuerpo se volvieron de goma antes de que empezaran a encogerse. Lo agarré con más fuerza, los sollozos se convirtieron en lágrimas escarlata, mientras algo empezaba a martillar en mi pecho. Se sentía como si estuviera siendo golpeada en el interior con duros y firmes golpes. El latido de mi corazón registró una parte de mí. Había permanecido en silencio durante casi un año, pero ahora, golpeaba con más fuerza de lo que lo hizo cuando era humana. Otro grito rasgó fuera de mí cuando la piel de Inuyasha se quebró debajo de mis manos antes de deshacerse en los tablones de madera.

Agitada, traté de armarlo de nuevo, pero más carne comenzó a desprender más rápido de lo que podía mantenerla unida. Músculos y huesos asomaban por aquellos espacios ampliados, hasta que su cara, cuello y brazos se parecían a una enorme losa de carne. Pero lo 88 que arrancó a través de mí como un fuego que nunca se detendría de quemar fueron sus ojos. Esos orbes dorados que amaba se hundieron en sus cuencas, disipándose en una sustancia viscosa. Mi grito, agudo y agonizante, sustituyó los sonidos aleatorios de soldados ajustando su posición a mi alrededor. No traté de detenerlos. Me quedé sentada allí, agarrando puñados de lo que ahora parecía cuero seco, hasta que lo único que podía ver bajo la acribillada ropa de Inuyasha era una cáscara pálida y marchita.

- ¡Dije que munición de plata no! ¿Quién jodidos disparó esas rondas? - Vagamente escuché a Madigan gritar antes de que todo se desvaneciera, excepto el dolor que irradiaba a través de mí.

Esto hizo que el dolor que sentí cuando estuve cerca de ser quemada hasta la muerte, fuera un recuerdo feliz. Eso sólo había destruido mi carne, pero esto rasgó a través de mi alma, tomando toda emoción y destruyéndola con el conocimiento de que era demasiado terrible de soportar. Inuyasha se había ido. Había muerto justo delante de mis ojos, porque insistí en capturar a Madigan a mi manera. Me merecía todo lo que obtuviera del retorcido burócrata por llevar a mi amado esposo a su muerte.

- Agárrenla - gritó Madigan.

Manos ásperas me tomaron, pero no me preocupé ni siquiera cuando algo duro y pesado se cerró de golpe en mi cuello, hombros y tobillos. Sin embargo, cuando alguien intentó desencajar a Inuyasha de mi agarre, mis colmillos desgarraron la garganta de esa persona sin ni siquiera un pensamiento. La sangre caliente roció mi cara y corrió por mi boca, mientras docenas de rifles se preparaban para disparar.

- ¡Alto al maldito fuego! - La voz de Madigan de nuevo.

Si algo importaba además del hombre que acunaba, habría sido desgarrar su garganta enseguida, pero no hice nada excepto apretar mi agarre en Inuyasha y dejar caer mi cabeza junto a la suya. Irregulares parches del cráneo me frotaron donde debería haber habido suave y lisa piel… otra bola de demolición para mis emociones Nunca me recuperaría. Los sollozos me sacudían con tanta fuerza que sentía como si me estuviera desmoronando. Eso estaba bien. Quería ser rasgada en pedazos. Dolería menos que el conocimiento de la muerte de Inuyasha. Es por eso por lo que no peleé cuando Madigan dijo:

- Déjenla que se quede con el cuerpo. Lo estudiaré, también. –

Y una pesada red fue arrojada sobre mí. Debido a la quemazón dondequiera que tocaba piel, supe que era de plata, y debido a los cortes sentía como si estuviera más apretada, también estaba equipada con navajas de plata. Luchar sólo me cortaría, y no es que tuviera intención de luchar. Sabía sin lugar a duda que Madigan me 89 mataría una vez que hubiera terminado conmigo. Si escapaba, sin embargo, mis amigos tratarían de impedirme que me uniera a Inuyasha. Hace años, Inuyasha me había hecho prometer que seguiría adelante si él era asesinado. Yo había dicho que sí, sin embargo, ahora, me iba a retractar de esa promesa. La muerte era mi única oportunidad de reunirme con él. No me perdería eso por nada.

- Espérame. Estaré ahí pronto. - susurré, mi voz rompiéndose en otro sollozo.

Me monté en la parte trasera de una camioneta mientras media docena de guardias armados apuntaban sus armas hacia mí. Por extraño que parezca, sus pensamientos estaban silenciados detrás de un ruido blanco estático que emanaba de sus cascos. Aparte de la gruesa armadura blindada, el vehículo podría haber sido la parte de atrás de un U-Haul, el interior era demasiado simple. Tampoco tenía ventanas, pero por lo largo del camino, nuestro destino no era el compuesto de Madigan en Tennessee.

No estaba segura de a dónde nos dirigíamos, pero por los pensamientos que capté, teníamos un convoy armado acompañándonos todo el camino. La pequeña parte de mí que no se retorcía de dolor se preguntó por qué Madigan no había volado a nuestro destino. Tal vez tenía miedo de que yo rompiera mis ataduras, una pelea a diez mil metros de altura podría derribar el avión y matar a todos. Fue sabio al temer eso. La única cosa que me atraía más que la idea de mi propia muerte era la de llevar a Madigan y sus soldados conmigo. De hecho, ahora que había tenido varias horas para procesar todo, me estaba pateando a mí misma por dejar que Madigan me atara con varias restricciones, más una red llena de navajas de plata. Me podría haber ido del muelle en una lluvia de disparos después de arrancarle la garganta, y luego pisotear sus restos. Como se suele decir, la retrospección es siempre mejor.

La camioneta comenzó a rebotar mientras la carretera principal se convertía en una de un solo carril que se sentía de tierra en lugar de grava. Moví por completo el cuerpo de Inuyasha sobre mi regazo para que los duros empellones no golpearan nada de él. Él había sido casi invencible en vida, pero en la muerte, sus restos eran frágiles, tan ancianos como si ahora estuvieran en sus completos dos siglos y medio de edad. Si no fuera por el triple juego de grilletes restringiéndome, me habría quitado el abrigo y lo hubiera envuelto con él, pero mis brazos estaban pegados a mis costados, clavando la chaqueta sobre mí. Después de quince minutos más o menos, el vehículo se detuvo, y la escotilla trasera se abrió dejando entrar una pared de luz.

Parpadeé hasta que el brillo se transformó en un fondo de árboles cubiertos de musgo. Entonces inhalé, notando que el aire fresco estaba cargado de humedad, moho y del punto característico de químicos rancios. Al ver que el desolado y hermoso paisaje tenía una pequeña cúpula cubierta de hierba en la distancia, era casi redundante. Madigan me había llevado a la zona Manejo de Vida Silvestre McClintic en Point Pleasant, West Virginia. Exactamente a donde yo quería ir, excepto que bajo circunstancias muy diferentes. Consideré luchar cuando los soldados tiraron de la red para sacarme, pero luego decidí no hacerlo. Por un lado, eso diezmaría los restos de Inuyasha. Por otra parte, si Tate, Juan, Dave, y Cooper estuvieran aquí, entonces mi último acto sería liberarlos. Ellos eran mis amigos.

Además, Inuyasha querría que liberara a su pueblo. ¿Cómo podría decepcionarlo? Una vez fuera de la camioneta, fui apresurada hacia lo que parecía un gran carrito para equipaje. Cuando aparecieron las finas líneas rojas entrecruzadas de poste a poste para delimitar el perímetro alrededor de mí, sin embargo, entendí. Rayos láser. Esta debía ser la forma en que había metido a Tate y los demás en la instalación sin grandes pérdidas. Cualquier cosa que traspasara esos rayos conseguiría ser rebanado, y mientras los miembros de yokais volvían a crecer, nuestras cabezas no lo hacían. Mientras era llevada hacia uno de los antiguos iglús de municiones, una voz masculina gritó mi nombre. Mi cabeza se levantó con sobresalto. A través de la malla y los rojos rayos láser, vi a Fabian volando en círculos frenéticos por encima del carrito.

- ¿Qué debo hacer? ¿A quién se lo cuento? - lloriqueó el fantasma.

Ninguno de mis guardias levantó la vista. No podían oírlo, así que cuando dije: "No hagas nada. Vete a casa", varias cabezas con cascos se volvieron en mi dirección antes de mirar alrededor con cautela. Fabian voló más cerca, hasta que pude ver la determinación en su mirada azul desteñido.

- No te abandonaré. No tienes opción, mi amigo. Ahora, por favor, vete. - dijo en un tono duro. Aparté la mirada, nuevas lágrimas se derramaban por mis mejillas.

- ¡Kagome…! - Su voz fue cortada mientras yo era empujada dentro del iglú de concreto y una puerta oculta parpadeaba en la entrada.

Mi carrito de láser se sacudió cuando algo metálico se sujetó de las ruedas. Luego cuatro postes cortos con forma de T se elevaron del manchado suelo de cemento. Los guardias los agarraron justo cuando el suelo comenzó a vibrar, haciendo que la vieja suciedad pegada a él temblara, antes de que repentinamente cayera por debajo de nosotros. Las paredes cubiertas de grafiti fueron reemplazadas por acero liso mientras caíamos en picada a unos treinta kilómetros por hora. Mi red de plata brevemente se levantó por la velocidad, sólo para estrellarse de nuevo sobre mí cuando nos detuvimos bruscamente un par de minutos después.

Entonces la puerta se abrió con un zumbido revelando una enorme sala con docenas de empleados en estaciones de trabajo, gráficos de seguridad en 3-D tanto del área de la vida silvestre de los alrededores, así como de este complejo, y guardias con cascos patrullando alrededor como tropas de asalto. La sala de reuniones subterránea de Marie Laveau no tenía nada que hacer contra las instalaciones de pruebas secretas de Madigan.

- Lleva el espécimen A1 a la celda ocho - gritó la odiosa voz de Madigan.

Miré alrededor pero no lo vi, y había una cualidad metálica en su voz. Debió haber estado dando órdenes a través del intercomunicador. Una vez más, me pateé a mí misma por no matarlo cuando tuve la oportunidad, pero rectificaría eso en mi próxima oportunidad. Luego fui sacada de lo que supongo era el centro de mando y llevada por un largo pasillo. Las botas de mis armados acompañantes sonaban con un ritmo entrecortado en las baldosas del suelo mientras me guiaban a través de dos vueltas a la derecha y una a la izquierda antes de llevarme a la entrada de lo que parecía un ala de hospital de la prisión.

- Escala para exploración - dijo un guardia en un tono aburrido.

También llevaba un casco de visera completa, pero el suyo no emitía el ruido blanco para descifrar el pensamiento que el artefacto de mis captores tenía. Me di cuenta de que tampoco lo tenía ninguno de los otros guardianes con cascos aquí. Debía ser tecnología élite que sólo las unidades tácticas tenían. Entonces los láseres que rodeaban mi carro desaparecieron y mis escoltas obedientemente se quedaron firmes mientras aparecían líneas azules en un formato cuadrado sobre nosotros.

- Hay algo en el carro con ella. – El guardia miró hacia la pantalla de su computadora, y su cabeza se levantó de golpe.

- Un yokai muerto - respondió uno de mis acompañantes. Las palabras hirieron demasiado, me tomó un segundo registrar la respuesta del otro guardia.

- No, algo con un latido de corazón. - La confusión se enhebró a través de mi dolor.

Mi corazón había dejado de latir hace horas… Con un chillido, algo pequeño y peludo saltó por entre los agujeros de la red de plata. Dos de mis curtidos guardias realmente saltaron hacia atrás mientras que un tercero intentó, sin éxito, pisotear a la criatura, la cual lo dejó atrás, y luego desapareció debajo de una puerta cercana.

- Maldita rata - murmuró el guardia. Entonces giró su cabeza hacia mí.

- ¿Por qué no la mataron? - preguntó en tono acusador.

- Para que así pueda cagar en tu sopa - espeté.

¿Creía que me iba a disculpar por no ser una buena exterminadora? Incluso si no hubiera estado demasiado abrumada por la pena para notarla, por qué me iba a preocupar si un roedor estaba escondido en la parte trasera de mi carrito de secuestro… Mis ojos se estrecharon, pero agaché la cabeza antes de que los guardias pudieran captar algo sospechoso en mi expresión. Esa rata no sólo acababa de vagabundear en el vehículo equivocado. Había estado dentro de la red de plata, lo cual sólo sería posible si se hubiera ocultado en la ropa de Inuyasha durante el breve intervalo entre su muerte y nuestra captura. Y las probabilidades de que un animal hubiera merodeado alrededor después de un tiroteo tan intenso que mató a un maestro yokai eran casi nulas.

- Encierren a la perra - gruñó el guardia.

Esos rayos láser entrecruzados aparecieron alrededor de mi carrito otra vez. No dije nada mientras fui llevada a través de las puertas de la unidad y nada aun cuando el guardia murmuró algo sobre la necesidad de que mantenimiento dejara trampas para ratas en ese piso. Las trampas no funcionarán porque este no era un animal ordinario. De hecho, lo que se escurrió debajo de la puerta hace unos momentos no era un animal en absoluto. Era Sango.

Las celdas estaban dispuestas en un semicírculo frente a la zona de trabajo principal del piso, similar a como los cuartos de los hospitales enfrentan la sala de enfermeras en una unidad de cuidados intensivos. Una gruesa pared de vidrio y una capa de láseres de respaldo mantenían a los ocupantes en el interior, pero dejaba sus acciones visibles a los miembros del personal. Mi celda estaba en el extremo de la línea curva, lo que me dio una visión clara de las otras mientras era llevada más allá de ellas. La primera tenía a una niña de cabello castaño en esta, de todas las cosas, pero entonces pasé un rostro muy familiar. Desde la primera vez que lo había conocido, Tate había mantenido su cabello castaño en un corte al ras, un homenaje a sus antiguos días como un sargento de las Fuerzas Especiales.

Ahora era unos centímetros más largos, y la mitad inferior de su rostro estaba ensombrecido por la espesa barba, enfatizando su expresión encantada. En la celda contigua a la suya estaba Juan, su masa de cabello negro ahora colgando más allá de sus hombros, mientras su piel lucía pálida incluso para un yokai. Dave estaba en la celda después de la suya, viéndose igualmente descuidado y pálido, pero fue el cambio de Cooper en la segunda celda del final lo que me hizo jadear. Había perdido quince kilos al menos, transformando su estructura muscular en algo demacrado.

Su corte de cabello normalmente al ras ahora parecía un afro de los setenta, y su piel color moca mantenía un enfermizo tinte azul. Me tomó un segundo darme cuenta de que este venía de extensas contusiones, con especial énfasis en sus muñecas, manos y el pliegue interior de sus brazos. Pinchazos de agujas, me di cuenta con una oleada de furia. Sólo había una razón por la que Madigan se molestaría con repetidas muestras de sangre o inyecciones en un ser humano. Estaba experimentando con Cooper. Mis manos se apretaron en los bordes de la agujereada chaqueta de Inuyasha. Espera por mí, repetí en silencio, sintiendo crecer mi ira. Tengo algo que hacer antes de verte de nuevo. Y con Sango aquí, ahora tenía una mejor oportunidad de tener éxito.

Dado que ninguno de mis amigos miró cuando yo pasé, ellos no debían ser capaces de ver a través del cristal de sus celdas. Mi sospecha resultó ser correcta cuando uno de mis guardias dijo: "Abre la celda ocho", entonces mi carro fue empujado dentro sin contemplaciones. Cuando la puerta de cristal se cerró, todo lo que vi fue mi propio reflejo debajo de un montón de malla de navajas y plata.

- ¿No olvidaste algo? - grité, sabiendo que los empleados tenían estas habitaciones supervisadas para el sonido, también.

Ninguna respuesta, aparte de los láseres desapareciendo en mi carro. Suspiré y me apoyé contra uno de los postes, nuevas lágrimas deslizándose mientras miraba al cuerpo de mi marido. Desde los huesos me levanté y en Inuyasha me volví, él había dicho cuando me contó la historia de cómo escogió su nombre después de despertarse como un yokai en un cementerio. Eso es todo lo que era ahora, huesos, y el conocimiento hizo que mis lágrimas fluyeran rápidas y rojas. Entonces el choque siguió los pasos del dolor mientras un clic sonó en mi triple juego de esposas y varios cuchillos me apuñalaron a la vez.

Cuando ese dolor comenzó a deslizarse a través de todo mi cuerpo, quemando mis terminaciones nerviosas mientras corría, me di cuenta de que no eran cuchillos. Eran agujas inyectándome con plata líquida. No quería dar a los hijos de puta que me vigilaban la satisfacción de oírme gritar, pero después de unos pocos minutos, lo hice. Entonces, yo realmente no quería darles la satisfacción de escucharme abogar para que esto se detuviera, pero después de varias agonizantes horas de ser quemada de adentro hacia afuera, hice eso, también. Ninguna misericordia llegó, sin embargo. Sólo la inconsciencia que me llevó a la oscuridad. Me desperté atada a una mesa en una habitación diferente. Las luces halógenas salpicaban el techo con brillo parecido al sol, y estaba tan fuertemente atada que mis movimientos estaban limitados a menear los dedos de mis pies, pero para mí alivio, el dolor horrible se había ido.

- Ah, estás despierta - dijo una voz agradable.

- Sin duda sintiéndote mejor, también. Sacamos la plata de ti disolviéndola con ácido nítrico, luego extrayéndola. Es el único método seguro cuándo ésta penetra tan profundamente. - Traté de levantar mi cabeza, pero estaba apretada, también.

Entonces busqué con mi mente. La mayoría de los pensamientos vinieron con la aleatoriedad de escuchar la radio mientras te desplazas por los canales, pero los de una persona resonaron claramente, y ella estaba en esta habitación. Entonces una mujer de cuarenta y tantos apareció en mi limitada línea de visión, todos menos unos pocos mechones de cabello rubio cenizo ocultos por una gorra médica. Sus rasgos estaban controlados en una máscara cortés, y su pálida mirada verde mantenía el desapego que los médicos clínicos de todas partes habían perfeccionado. No te molestes en intentar el control mental, pensó ella hacia mí. Estoy inoculada. Lo intenté de todas formas. ¿Qué tenía que perder?

- Libérame - dije, poniendo toda mi rezagada potencia en mi voz y mirada. Ella ni siquiera parpadeó.

- Sólo aprendes de la manera difícil, ¿no? - dijo en voz alta.

- Siempre - le contesté con firmeza.

- ¿Dónde está mi marido? - Un inseguro encogimiento de hombros que la colocó justo después de Madigan en mi lista de blancos.

- ¿El yokai muerto? En el congelador. - Con el resto de ellos, concluyó sus pensamientos.

Cerré los ojos, una ola de dolor aplastándome bajo su peso. Cuando los abrí, la hembra médica había desaparecido. Probé mis restricciones aplicando presión en una extremidad a la vez. Nada. Entonces intenté lanzarme contra ellas con todo lo que tenía, todo a la vez. Ni siquiera un movimiento. Madigan no había escatimado en gastos para la creación de una mesa de examen a prueba de yokai.

- Ahora que has conseguido que eso salga de tu sistema - dijo la voz de la doctora secamente.

- ¿qué tal un poco de comida? - Ella regresó a mi línea de visión, colgando una bolsa de plasma en un largo tubo por encima de mí.

Le di a sus dedos una breve y calculadora mirada. Demasiado lejos para morderlos. Claramente, yo no era su primera cautiva. Ya que me sentía más débil que un yokai bebé al salir el sol, cogí el extremo del tubo entre mis labios y tomé un largo sorbo. Entonces hice una mueca.

- Marca equivocada - le dije, escupiendo el tubo.

- Fuiste drenada casi hasta secarte para extraer la plata de ti. ¿Cómo puedes negarte a comer basada apenas en la preferencia de grupo sanguíneo? - Por primera vez, la rubia mostró un destello de emoción genuina. Sorpresa.

- No es el tipo, es la fuente. No bebo sangre humana. - Ella tenía razón; estaba tan hambrienta que me dolía, pero para mí, esto no era comida.

- ¡Pero eres un yokai! – Su frente se arrugó, profundizando las finas líneas de expresión ya visibles.

- Voy a llamarte Dra. Obvia. De milagro no rebuznas. - murmuré.

- Tú no eres mi primer chico problemático. Si te niegas a la sangre por vía oral, te será inyectada. El director Madigan ha ordenado extenso trabajo de laboratorio una vez que estés rehidratada. - Ante eso, su expresión regresó a su serena máscara clínica.

- Apuesto a que lo hizo. Estoy segura de que Madigan te dijo que yo era un caso especial, pero él no sabe tanto como piensa. Como el hecho de que bebo sangre de yokai, no humana. - Yo había agrietado esa heladamente agradable expresión exterior de nuevo. Sus ojos se abrieron, y abrió los labios como si estuviera a punto de discutir.

- Voy a informar al director. Si él lo aprueba, vamos a traerte un poco de sangre de yokai. – Luego los frunció cerrándolos, asintiendo.

- Embolsada no funcionará - dije, pensando rápido.

- Tiene que ser directo de la vena de un yokai de mi árbol genealógico de no-muertos, o me moriré de hambre, y Madigan no conseguirá sus preciosas muestras. Afortunadamente para él, tiene dos yokais que mi marido engendró justo aquí. - Yo no sabía cuándo Sango haría su movimiento, pero si Tate o Juan estaban fuera de sus celdas cuando lo hiciera, tanto mejor.

Ahora, a esperar que Madigan creyera mis inusuales requisitos alimenticios. La Dra. Obvia se me quedó mirando el tiempo suficiente para hacer que la persona promedio o se retorciera o dejara escapar una confesión. No hice ninguno. La peor cosa en mi vida ya había sucedido, así que aparte de la pena y la furia asesina, el resto de mi cuerpo estaba entumecido.

- Voy a dejarte saber lo que el director dice - respondió finalmente.

Luego desapareció de mi vista. Cerré mis ojos contra el resplandor de las luces del techo. No tenía nada que hacer sino esperar, pero pronto, sería capaz de matar. Y una vez que hubiera terminado con eso, yo sería capaz de morir. Alrededor de una hora más tarde, varias personas entraron en la habitación, por el ruido y la repentina crecida de pensamientos. De nuevo traté de estirar el cuello y sólo conseguí clavar profundamente la correa de metal en mi cabeza lo suficiente como para extraer sangre. No tuve que esperar mucho para saber quiénes eran mis visitantes, sin embargo. Dos voces cortaron a través de los otros sonidos, ambos familiares, pero sólo uno bienvenido.

- ¡Kagome! –

- Si esto es un truco, lo lamentarás, Higurashi. - Un grito de angustia de Tate, seguido por el de Madigan.

- Por última vez, es Taisho - le solté.

- Ya no más, pero eso es solamente tu culpa. Juraste sobre la vida de Inuyasha que habías venido sola, y no lo hiciste. – Madigan se aseguró de inclinarse sobre mí, así pude ver cada matiz de su petulante expresión antes de hablar.

Había oído el dicho "ver rojo" pertinente a un repentino aumento de rabia, pero nunca lo había experimentado antes. Ahora lo hice, porque tomó varios segundos antes de que mirara a Madigan y viera nada más excepto una visión de él cubierto de sangre y muriendo en dolor extremo. Luego que se desvaneció, y tomé una respiración profunda para calmarme, solté el aire lentamente. Tú conseguirás liberarte, y lo matarás, juré. Hasta entonces, esto sólo ayudaría si Madigan se sentía satisfechamente superior. Entonces sería más probable que cometiera un error.

- ¿Voy a conseguir alimentarme, o estás bien con no descubrir todos los nuevos tesoros en mi sangre? - pregunté en un tono uniforme. Madigan retrocedió, soltando: "Pon su muñeca contra su boca", a cualquiera de los guardias que tenían a Tate.

- ¿No puedo conseguir ponerme en posición vertical primero? Vamos, sé que buscaste esa característica con esta extra elegante mesa de examen. - Un gruñido de satisfacción consigo mismo.

- Por supuesto. No necesito ser un mal ganador. - La mesa en la que estaba atada se desplazó lentamente a una posición vertical, dándome mi primera visión completa de la habitación.

Miré a mi alrededor, tomando nota de la ubicación de las puertas (dos), el número de guardias (seis), y las armas que llevaban (carabinas M-4 totalmente automáticas en sus manos, respaldadas con pistolas semiautomáticas en sus cinturones), todo ello en menos tiempo del que le tomaba a la persona promedio parpadear. Luego mi mirada se posó en la Tate. Tenía las mismas esposas cuello-hombro-brazos con las que Madigan me había restringido anoche, con un conjunto adicional alrededor de sus tobillos que limitaban su paso a unos pocos centímetros a la vez. Probablemente tenían las agujas con el líquido plateado en ellas, también, lo cual tenía que admitir, era un maldito buen disuasivo. No sólo quemaba como tener un lanzallamas funcionando dentro de tu cuerpo, era una de las pocas cosas aparte de la muerte que podrían incapacitar a un yokai. Pero lo más inquietante sobre Tate era su mirada. Si ya no hubiera resuelto liberarlo y a los demás sin importa qué, viendo la mirada atormentada me habría influido.

- Hola - dije en voz baja. Su boca era una dura línea recta, pero esos ojos azul oscuro comenzaron a llenarse con lágrimas coloreadas.

- Oh, Kagome, preferiría nunca verte de nuevo que verte aquí. - Forcé una sonrisa porque no podía empezar a llorar, también. Ya que perdería el control delgado como telaraña que tenía sobre mi dolor.

- Estoy segura de que no es tan malo. Probablemente Madigan sólo es incomprendido. - Tate resopló con cansado desdén.

- No sabes ni la mitad de lo que él ha hecho. –

- Se supone que debes ser alimentada, no ponerte al día - dijo Madigan secamente.

- Hazlo, o él se va. - Incliné mi cabeza tanto como pude, indicando mi deseo de empezar. Los guardias de Tate lo empujaron, y sólo sus reflejos de no-muerto le impidieron caer hacia adelante con esas restricciones de tobillo. Entonces, con una expresión pétrea, se volvió y agitó sus manos hacia ellos.

- A menos que la desaten o yo de repente me vuelva casi un metro más alto, ella va a tener que alimentarse de mi cuello, no de mis muñecas. - La sonrisa de Madigan podría haber convertido el agua en hielo.

- Ella se queda amarrada y tú también, por lo que es el cuello. - Tate se inclinó y su olor familiar superó el olor a lejía, germicida, sangre, y el miedo al que esta habitación apestaba.

Cuando su cuello rozó mi boca, el hambre se hizo cargo; poderosa, exigente y sin importarle cómo el dolor había destrozado mi voluntad de vivir. Por su propia voluntad, mis colmillos se clavaron en su garganta, liberando ese delicioso líquido carmesí en mi boca. Mientras tragaba, los labios de Tate rozaron mi oreja. Luego habló tan bajo que ninguno de los humanos debía haber sido capaz de escucharlo.

- Si tienes la oportunidad, vete. No vuelvas por nosotros. - No respondí.

Por un lado, mi boca estaba llena, y por otro, no podía arriesgarme a hablarle de Sango. La restricción de su cuello podría tener un micrófono, además de sus otros aparatos. Luego susurró algo más que hizo que mi garganta se cerrara a pesar de la demanda sin conciencia de mi hambre.

- ¿Inuyasha realmente está muerto? - Yo no podía hablar ahora, porque si lo hacía, esto saldría con un gemido de angustia. En cambio, asentí y me obligué a tragar. Su sangre se sentía como si estuviera ahogándome todo el camino hacia abajo. El suspiro de Tate parecía venir de muy dentro de él.

- Lo siento mucho. - Aun así, no le respondí.

No podía tragar más, tampoco, y los pocos bocados que había consumido se sentían como si fueran a devolverse. Entonces, como si el espíritu de Inuyasha estuviera susurrando desde el más allá, casi pude escucharle hablar, y parecía molesto. ¿Quieres matar a los bastardos, Gatita? Necesitarás tu fuerza, por lo que deja de lloriquear y bebe. Él estaba en lo cierto. Casi siempre había estado en lo cierto, y yo rara vez había escuchado. Lo haría ahora, sin embargo. Manteniendo mi resolución, mordí el cuello de Tate de nuevo, pero me quedé mirando a Madigan mientras tragaba. No has ganado. Simplemente aún no lo sabes.

Continuara…