Dante
Ellos se llevaron a Tate después de que hubiera bebido cerca de un cuarto de él, pero luego lo trajeron de vuelta después de que Madigan drenara eso mismo de mí para realizar sus primeras rondas de pruebas. Por los pensamientos de la Dra. Obvia, estaban muy emocionados por los resultados preliminares porque mi sangre parecía ser compatible con el ADN oni. Me preguntaba sobre eso. Cuando yo era una mestiza, todo el mundo sabía que podría haber sido convertida en un oni y aun así conservar las habilidades de ambas especies. Ese fue el motivo por el cual las dos razas casi van a guerra por mi culpa.
Incluso como un yokai completo, mi corazón aún latía cuando estaba bajo presión extrema, y mi dieta era nada sino ordinaria, dos hechos que habíamos mantenido en secreto para que la nación oni ya no me considerara una amenaza de cruza de especies. Si estas pruebas estaban en lo cierto, tal vez lo era todavía. Hablando de guerra, ¿dónde estaba Sango? Había pasado casi un día desde que se había escurrido bajo esa puerta. Tenía que apurar su culo peludo antes de que Madigan comenzara a transmitir los resultados de mi sangre a las otras partes interesadas. ¿Qué estaba esperando?
Otro, más oscuro pensamiento se deslizó en mi consciencia. Ella quizá no estaba esperando algo. Tal vez la rata que había visto había sido sólo eso, una rata que se había acurrucado en el interior de la ropa de Inuyasha para escapar de una lluvia de disparos, para después, correr a la primera oportunidad que tuvo. No mi mejor amiga cambia-forma disfrazada. Si es así, estaba simplemente por mi cuenta. Estaba atada desnuda a una tabla incapaz de liberarme, y mucho menos podía liberar a Tate, Juan, Dave, y Cooper. O hacer que Madigan pagara por lo que había hecho. Diablos, ni siquiera podía evitar que la Dra. Obvia hundiera otra aguja en mi yugular para poder extraer más sangre. "Jodida" no empezaba a cubrir mi situación.
La desesperación se deslizó en mis emociones, hundiéndose más profundamente en un pozo de oscuridad. Si sólo eso fuera lo peor que me hubiera pasado, pero Inuyasha se había ido. Aunque Sango apareciera por arte de magia, y nos las arreglamos para matar a todos los presentes a excepción de mis amigos, él aún se habría ido. Las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos. Todo lo que quedaba de él era el cuerpo en el congelador y un poco de su sangre en mí que no había sido drenada todavía… Sangre. En medio del fango negro de la desesperación llegó una rendija de luz. Todavía tenía algo de la sangre de Inuyasha en mí, lo que significaba que había absorbido sus habilidades como lo hice con todos los yokais u oni de los que antes bebí. Por su increíble fuerza no había sido capaz de hacer ceder las múltiples correas de titanio que me restringían a esta tabla, pero eso no era el truco más impresionante de Inuyasha.
Lo era el más reciente. Esperé hasta que la Dra. Obvia terminó con su última extracción y desapareció al otro lado de la habitación antes de que comenzara con la correa más pequeña. La que detenía mi cabeza. No moví un solo músculo en mi intento de moverla, pero, en cambio, enfoqué toda mi concentración en imaginar que la correa se abría y rompía. Nada. Muy bien, así que no lo conseguí en el primer intento. ¿Cuándo algo importante había sido tan fácil? Cerré los ojos y me concentré de nuevo, tratando de forzar la correa a abrirse con la fuerza de mis pensamientos. Un poco más, un poco más, de acuerdo, uno más debería hacerlo… Todavía nada.
Dejé escapar un suspiro de frustración. La capacidad tenía que estar en mí. Mis habilidades para leer la mente vinieron de la sangre de Inuyasha, eso era seguro. Inuyasha había dominado eso plenamente, y él todavía estaba explorando su telequinesis incipiente. Es por eso por lo que habíamos asumido que no se había manifestado en mí antes, pero todavía tenía que estar allí, incluso si no se había mostrado espontáneamente todavía… ¿La correa de metal vibró un poco? No podía estar segura, pero me dije que sí, que lo hizo. Entonces me concentré más duro, disponiendo que esas vibraciones aumentaran hasta que se desprendiera. Éstas no lo hicieron. No sentí ninguna presión, vibraciones, sólo el frío metal contra mi frente y mi creciente ira por el hecho de que Madigan podría haber ganado después de todo. Maldita sea, yo podría no merecer golpearlo, pero ¡él merecía perder!
Y Inuyasha merecía algo también. Había estado en ese muelle porque estaba tratando de protegerme, así que lo último que querría era que yo estuviera atrapada en esta tabla como la última rata de laboratorio de Madigan. Él me querría levantada y 102 desencadenando el infierno para todos los que habían ayudado a encarcelar a su gente, aquellos que le habían disparado a muerte, y que me habían empujado a este retorcido laboratorio subterráneo, en especial al imbécil que lo había orquestado todo. Si Inuyasha estuviera aquí, me exigiría que dejara de hacer estallar mis ataduras e hiciera volar esa cosa a través de la maldita sala dándole a la Dra. Obvia justo en medio de… Clic. Con ese sonido único, glorioso, la presión en mi frente desapareció. La Dra. Obvia no lo oyó, sin embargo.
Cuando volví la cabeza sin restricciones todo el camino hacia un lado, ella estaba mirando a su computadora, haciendo comparaciones mentales sobre las similitudes entre el porcentaje de mis genomas y el porcentaje de los genomas de células de yokais y humanos normales. No iba a tener la oportunidad de terminar sus hallazgos. La ira siempre había sido el catalizador de mis capacidades, pero en mi estado casi paralizante de pena, me había olvidado de eso. Qué apropiado que el recuerdo de Inuyasha me lo hubiera recordado. Ahora todo lo que tenía que hacer era dejar que mi rabia fluyera, y teniendo en cuenta todo lo que había sucedido, esa parte era fácil. Con un empujón de furia alimentada por mi mente, las otras seis correas se abrieron de golpe con múltiples sonidos de clicks. Eso llamó la atención de la Dra. Obvia, pero antes de que su mano pudiera volar a su boca con incredulidad yo estaba al otro lado de la habitación y tirando de ella hacia arriba por las solapas de su bata de laboratorio.
- Nunca nos presentaron adecuadamente querida. Soy Parca Negra, y tú estás muerta. - dije con un ronroneo vicioso.
Después que aplasté su laringe, la desnudé de su bata de laboratorio y me la puse. No porque pensara que engañaría a alguien para que pensaran que trabajaba aquí, sino porque había algo inquietante sobre caminar alrededor completamente desnuda sobre una serie de cuerpos asesinados. Luego escaneé la habitación por armas, muy consciente de que solo tenía unos minutos. Como cada otro lugar en este centro, había cámaras de seguridad. Efectivamente poco después el pitido de una alarma se encendió. Solo me las había arreglado para encontrar dos pistolas semiautomáticas y dos cargadores extras, que no era mucho, pero tendría que ser suficiente.
Entonces irrumpí a través de la puerta justo antes de que se cerrara y gruesos barrotes se deslizaron de los marcos como algún tipo de cerradura automática. Una vez en el pasillo corrí hacia el grupo de pensamientos aproximándose hacia mí en lugar de alejarse. Tan pronto como los soldados rodearon la esquina, me lancé hacia adelante, mi vientre deslizándose sobre el azulejo con fuerza suficiente para romper mis costillas. El dolor fue fiero e inmediato, pero sus disparos pasaron sobre mi cabeza. Mantuve mis brazos extendidos cuando el impulso y el azulejo pulido me llevaron hacia delante mientras disparaba hasta que ambas armas estuvieron vacías. Los guardias se dejaron caer con múltiples golpes.
Habían sido equipados con chalecos kevlar y collares de malla de acero alrededor de sus gargantas, pero mientras sus visores tintados eran a prueba del control mental, no eran a prueba de balas. Dejé caer las pistolas en mis bolsillos con los cargadores extras. Luego arrebaté tantos de sus rifles de asalto como podía llevar. Ahora, esto era más de mi agrado. No es un momento demasiado justo, tampoco. Adelante en el pasillo, otra estampida de botas sonaba. Miré alrededor, decidí que estar a la intemperie era demasiado riesgoso incluso con mi nuevo arsenal, y me propulsé hacia arriba lo suficientemente duro para acabar con el techo.
Dejó mi cabeza repiqueteando con más sonidos además del de las armas de fuego cuando el siguiente grupo de soldados encontró a sus compañeros y comenzó a disparar al agujero que hice, pero ya me había ido para entonces. La capa exterior de este centro estaba demasiado reforzada para explotar mi camino a la luz del día, aun como la mayoría de los hospitales y laboratorios, tenía espacios intercalados entre sus pisos. Y este, al menos, no estaba vigilado o equipado con puertas automáticas de cierre. Salté sobre tuberías y otros equipos mientras corría hacia adelante a lo que supuse era la sección de celdas de yokais, basada en los pensamientos de los empleados además del hecho que tenía una pared solida de acero por todo el camino hacia arriba al siguiente piso. Antes de que pudiera intentar disparar mi camino a través de la base, sin embargo, tuve que zambullirme por un bombardeo de balas. Los soldados habían encontrado el camino en el espacio entre los pisos, también.
- ¡Tenemos el espécimen A1 arrinconado sobre la sección 9! - Alguien informó.
Eso fue seguido por una réplica que no conseguí oír cuando tuve que esquivar otra lluvia de disparos. Me puse a cubierto detrás de uno de los refuerzos de acero, manteniéndome abajo mientras disparaba de regreso. Solo un tercio de los guardias cayeron con sus vísceras hechas añicos, y escuché más refuerzos viniendo. Comencé a disparar a los soldados con un arma mientras disparaba al piso con la otra. Mirando atrás y adelante entre los dos y necesitando cambiar posición para evitar ser disparada hizo que perdiera puntería incluso más. La división de mi atención también me costó ser rozada por más que unas cuantas balas.
Para mi sorpresa, estaban disparando municiones regulares, no plata. Aun así, si una me golpeaba entre los ojos, estaría indefensa mientras mi cerebro se armaba de nuevo lo suficiente para poder pensar. Entonces una granada fue lanzada a mi rincón. La pateé lejos una pequeña fracción de segundos antes de que explotara. No era una granada de conmoción amplificada como solían utilizar en el muelle, pero contenía astillas de plata. Debían estar poniéndose impacientes. Pasé unos tensos pocos minutos disparando a ciegas mientras mis ojos sanaban, y cuando mi visión estuvo restaurada, para mi consternación vi que las barreras de acero sobre mis amigos estaban aún intactas a pesar de mis dos cargadores vacíos en el piso.
Otra granada llena de plata explotó cerca, forzándome a alejarme de la protección del refuerzo resistente a balas. No podía arriesgarme a que una fuera detonada cerca de mi corazón. La frustración casi me hizo ajena al dolor cuando me dispararon muchas veces a pesar de seguir abajo en el piso. La barrera de acero sobre las celdas de yokais era demasiado gruesa, no podía llegar a Tate y los otros de esta forma. Muy pronto, tuve que impulsarme a través del techo o arriesgarme a ser explotada donde estaba agachada, y eso era solo si les ganaba a los soldados que ya estaban de camino al subnivel sobre mí. Desde los pensamientos que escuché, sin mencionar sus dispositivos de comunicación inalámbricos, Madigan les había ordenado atacarme desde el nivel superior también.
Él podría querer más de mi sangre para sus propósitos de prueba, pero no arriesgaría mi escape para conseguirla. Madigan. Mis dedos se apretaron sobre la M-4 a pesar de haber sido disparada lo suficiente para hacer el metal abrasador. Parecía como si no fuera capaz de liberar a mis amigos, pero todavía había algo que podía hacer. Pasé muchos minutos inestables tratando de no ser disparada mientras enviaba mis sentidos hacia fuera para buscar a través de la gran cantidad de pensamientos en este recinto. Al menos, encontré el que estaba buscando, y por una vez, no estaba cantando algo para sí mismo. Madigan estaba implementando los procedimientos de seguridad de emergencia que nunca habían sido necesarios, todo el tiempo corriendo a un lugar seguro en el centro.
Me concentré en sus pensamientos como si fuera un faro de guía. Luego utilicé las correas para colgar las dos M-4 alrededor de mi cuello antes de empujarme arriba con una gran unidad de control térmico. Sosteniendo la máquina de metal en frente de mí, volé hacia el rincón opuesto y al espacio cerrado, haciendo una mueca cuando más municiones dieron en su blanco. Aun así, ninguno de ellos estaba cerca de mi cabeza. No podía disparar de regreso mientras sostenía la pesada unidad, pero era un efectivo, algo tosco, escudo a prueba de balas. También lo utilicé como un ariete cuando lo empujé sobre mi cabeza y me propulsé hacia arriba al mismo tiempo.
Escombros obstaculizando mi visión, y mi mitad inferior tomo la peor parte de disparos cuando me forcé a través del concreto, madera, y acero al siguiente nivel sobre mí. Me tomó más tiempo desde que esta sección estaba más reforzada que la otra por la que había irrumpido. Entonces, en medio una nube de polvo y partículas aislante, busqué a Madigan. No estaba aquí, pero por sus pensamientos, estaba cerca. Antes de que pudiera ir en su búsqueda, un nuevo grupo de guardias corrían a la sencilla puerta. Sin dudar, tiré la maquina congelante demolida hacia ellos. Con la velocidad sobrenatural que usé, hizo un fuerte sonido cuando los golpeó, pero tristemente, solo a unos pocos de ellos.
El resto se esparció a través de la puerta mientras abrían fuego. Traté de escapar a través de la pared más cercana y terminé estrellándome contra ella como pensé que lo haría en una caricatura. La habitación a la que había intentado forzar mi camino tenía paredes de acero que debía ser de más de medio metro de espesor y una sola puerta cerrada con el amenazador sonido de 106 cerraduras pesadas. Cuando traté de forzar el camino a través del techo siguiente, tuve el mismo triste resultado, con un agregado perjuicio de agrietamiento de mi cráneo, con suficiente fuerza para marearme. Esta no era una oficina ordinaria.
Con su falta de muebles u otros accesorios, más paredes increíblemente gruesas de acero y puerta, tenía que ser una habitación de pánico. La única forma de salir era hacia abajo, y una mirada al agujero que hice mostraba casi una docena de guardias con armas apuntadas justo hacia mí. ¡Hijo de perra, me atrapé en la habitación de pánico de Madigan antes de que el bastardo entrara aquí!
- Cambio a la munición de plata - gritó un guardia con casco, al sonido acompañado de múltiples recamaras siendo cambiadas.
Oh, oh, trate de atascar sus armas con mis habilidades telequinéticas prestadas, pero no funcionó, probablemente porque mi cabeza todavía realmente dolía. No creo que todas las fisuras de mi cráneo se hubieran tejido uniéndose aún, y no quería saber qué era la cosa húmeda y pegajosa que estaba cayendo por mi cuello.
- No hay forma de salir, cabeza de chorlito. Ríndete. - El mismo guardia espetó.
¿Cabeza de chorlito? Eso me hizo reír, lo que envió alarmas a mi parte que todavía podía pensar. Haz lo que dice, o te mataran, esa parte urgió. No estás en forma para pelear, y te han arrinconado. Cierto, y, cierto. Pero cuando hablé, no dije "Me rindo". En cambio, dije otra palabra.
- Jódete. - La muerte no me asusta. Era mi camino de regreso a Inuyasha. Entonces me tensé, a punto de atacar y tomar tantos de ellos conmigo como pudiera, cuando una voz frenética estalló a través de su sistema de comunicación.
- ¡Este es Falcon 1! ¡Espécimen A1 este suelto en la sección 6! - ¿No era yo el espécimen A1 como los otros me habían llamado? Eh, algo como salsa de carne… sacudí mi cabeza empeorándola al tratar de detener esa inútil línea de pensamientos. ¡Sana rápido, cerebro!
- Negativo, Falcon 1. Este es Falcon 7, y tengo al espécimen A1 contenida en la sección 13 - dijo el que me había llamado cabeza de chorlito.
- Falcon 7, estoy mirando a A1. - Vino la respuesta enfática.
- No puede ser, la perra está aquí - espetó mi chico, sonando molesto.
Mi confusión se levantó, no porque mi cabeza finalmente terminó de sanar o porque era la única que sabía quién era la persona que podía hacer que yo estuviera en diferentes lugares al mismo tiempo. Cuando me reí de nuevo, no fue en una forma aturdida. Era con alivio. Sango estaba aquí, y por los gritos que venían a través de la siguiente transmisión, estaba pateando algunos traseros.
- Estoy diciéndote que A1 está aquí, y también tenemos un desconocido hostil irrumpiendo en la sección 11. ¡Necesitan respaldo, ahora! - Cabezas con cascos comenzaron a oscilar de mí al guardia, que había deducido era el líder de la unidad.
- ¿Qué diablos? - murmuró alguien.
No sabía quién era ese otro "hostil", pero conocía una buena distracción cuando veía una. Me lancé arriba y me moví cerca del techo a máxima velocidad mientras pasaba entre los guardias. El impacto mato a dos en su lugar, pero los otros abrieron fuego. Llevé uno de los guardias muertos encima de mí, utilizándolo como un escudo mientras me lanzaba hacia el resto, rompiendo tobillos y luego cuellos cuando caían. La habitación sellada que me había atrapado ahora los atrapó a ellos. Los guardias más allá comenzaron a disparar a través del agujero, pero golpearon a sus amigos más que a mí.
Además, con los chalecos kevlar que los guardias usaban, el escudo de cadáver mantenía las balas lejos de cualquier lugar vital, aunque mis brazos y piernas crepitaban por toda la plata bombeada en ellas. Ignoré el dolor, concentrándome en terminar mi tarea. Por todo lo que sabía, uno de esos guardias había hecho el disparo que mató a Inuyasha, así que era inmisericorde en mis acciones. Romper. Aplastar. Rasgar. Repetí eso hasta que nada a mi alrededor se movía. Luego empujé cuerpos en el agujero para dejar que las balas acribillaran la habitación y rebotaran en las paredes de acero.
Cuando eso estuvo hecho, dejé salir un alarido de victoria que terminó cuando me di cuenta de que había ganado, pero todavía no podía salir de la habitación a menos que alguien abriera la puerta. Tal vez podía conseguir que alguien hiciera eso. Presa de una idea, agarré el guardia muerto más cercano y hablé en su sistema de comunicación.
- ¡Sango! ¡Tienes que encontrar una forma de abrir esta puerta! - grité.
- ¿Quién diablos eres tú? - espetó la voz en el otro lado.
No me importaba lo suficiente para responder. Escuché un ruido de fondo, el que significaba que Sango debería haber sido capaz de escucharme también, si aún estaba cerca de este chico. Dado el rudo sonido de pelea, tenía que estar. Luego una voz diferente estalló desde un dispositivo de comunicación en otro cuerpo.
- TODAS las unidades a la sección 13, ¡situación crítica! – Au, diablos, la sección 13 era donde yo estaba. Los guardias debían haber llamado por el hecho de que había destruido a los soldados en la habitación de pánico.
- ¡De prisa, Sango! - grité en el comunicador. Luego comencé a reunir M-4, de los que tenían más munición antes de tratar de tirar de un chaleco kevlar de un guardia muerto. Mucho más manejable que tomar su cuerpo conmigo.
- ¡Repito, situación crítica! Visión hostil y… oh, Dios. ¿Qué es eso? ¡¿QUÉ ES ESO?! - gritó una voz con pánico a través del comunicador.
Me puse el chaleco salpicado de sangre, preguntándome qué forma había tomado Sango esta vez. Por el sonido del guardia, podría haber sido un Tiranosaurio Rex. Llegó a mi piso rápido, también. Solo momentos antes, había estado en la sección 6, donde sea que eso estuviera. La cerradura de titanio grueso de la puerta chasqueó de regreso en las paredes más rápido de lo que se había plegado.
Entonces no se abrió, se estrelló hacia dentro, aplanando un cuerpo debajo con suficiente fuerza para hacer algo que parecía como mermelada de frambuesa chorreando de sus lados. Pero eso no fue lo que me hizo congelar, mi M-4 vacilando medio camino arriba en un arco. Fue la cosa en el otro lado de la puerta. Cabello blanco enmarcando un rostro que mostraba más cráneo que piel excepto por un juego de llameantes ojos escarlatas. Ropas acribilladas colgando fuera de un cuerpo que parecía como cuero viejo y carne seca envuelta alrededor de hueso. Cuando desnudó sus dientes en una espantosa versión de una sonrisa, instintivamente retrocedí. Y entonces habló.
- Hola… Gatita. -
Más tarde había estado avergonzada de que no corrí a sus brazos cuando me di cuenta de quién era, pero en ese momento, mi cerebro se negó a conciliar al cuerpo medio podrido y caminante con el hombre que amaba. Inuyasha no notó mi indecisión. Tampoco tenía más del sesenta por ciento de su carne, pero ese era el punto. Agarró mi brazo y me sacó de la habitación del pánico, luego me empujó hacia el pasillo. Le permití que me guiara, todavía tratando de lidiar con la realidad de él estando aquí, y ni hablar de darle sentido a la condición en la que se encontraba.
Los cuerpos de los guardias cubrían el pasillo, sobre todo con las cabezas arrancadas y los charcos de su sangre provocaron que me resbalara una o dos veces mientras corríamos. Las luces rojas destellaron y las alarmas sonaron, pero no encontramos más guardias, y si esta sección tenía empleados, los habían evacuado hace tiempo. Entonces un gran conjunto de puertas dobles entorpeció nuestro camino a la siguiente sección. Desde la vacía estación de seguridad, de donde el guardia de la entrada había abandonado su puesto y a través del pequeño panel de visualización, no vi a nadie en la sala de más allá tampoco.
- Iniciando protocolo Dante para la sección 13 en quince segundos - entonó una voz automatizada desde el sistema de comunicaciones.
Extendí mis sentidos hacia afuera tratando de descubrir lo que eso significaba, y los pensamientos que capturé fueron de mal agüero. ¡No pueden incinerar la sección 13! ¡Es posible que haya sobrevivientes! Oh, Dios, voy a morir… ¡Así es, quema a todos y cada uno de esos hijos de puta!
- Van a incendiar esta sección - le dije a Inuyasha, entonces lo sacudí cuando lo único que hizo fue cerrar los ojos.
- ¡Inuyasha! Tenemos que irnos ahora o vamos a arder. - Todavía no abría los ojos.
¿No me escuchaba? Puede que no, no parecía que algo de sus oídos quedara bajo esa mata de cabello blanco. Lo agarré y traté de volar, con la intención de llevarnos a través del techo hacia una sección que no estuviera a punto de ser asada, pero él plantó sus pies y no se dejó mover. Pude concluir que estaba más allá de mí mientras lucía como un de Night of the Living Dead, aun así, bien pude haber tratado de levantar una montaña.
- No - dijo con esa gutural y poco familiar voz.
- Cinco segundos para el protocolo Dante en la sección 13 - entonó el sistema de advertencia.
Inuyasha todavía no se movía. Si volaba sin él, tendría una oportunidad de lograrlo, pero prefería morir que hacer eso. Luciendo peculiar o no, éste era Inuyasha, y mi lugar estaba con él, en la vida o en la muerte. Lancé mis brazos a su alrededor y cerré los ojos con fuerza, esperando que el fuego fuera tan intenso que esto terminara rápido. Las explosiones sonaron, provocando que todo se estremeciera como si estuviéramos en un terremoto, aun así, no había calor o dolor. Después de unos segundos, me atreví a abrir los ojos. Ningún muro o llamas se precipitaron hacia nosotros. O a los guardias, para el caso, pero debido al crescendo frenético de gritos en mis pensamientos, la gente estaba muriendo en algún lugar. Me tomó algo de trabajo ordenar lo suficiente a través del caos mental para averiguar lo que pasó, y cuando lo hice, me quedé atónita.
- Utilizaste tu poder para sabotear su máquina de incineración antes de que pudiera incendiar este piso, y explotó donde estaba localizada. - Hablando de atacar fuego con fuego. O con telequinesis, en este caso. ¿Cuándo Inuyasha había llegado a ser tan poderoso? Una pregunta mejor, ¿cómo podía todavía serlo en su condición? Asintió.
- Y… abrí… puertas. - Hablar era claramente difícil para él, pero sus habilidades estaban a niveles sorprendentes, a juzgar por lo que había hecho.
- ¿Qué puertas? - Con suerte las que los llevaban a la superficie.
- Todas… ellas. - Diciendo esto, las puertas frente a nosotros se desbloquearon y se abrieron.
Cuando una oleada de nuevos gritos invadió mi mente, comprendí el significado de lo que había dicho. No solo había abierto esas puertas. Había abierto todas las puertas de la instalación, incluyendo las que mantenían cautivos a los no-muertos en sus celdas. Esta vez, cuando escuché los gritos mentales, sonreí. A decir por los sonidos, Tate, Juan, Dave y Cooper tenían la situación bajo control, pero más guardias podrían estar de camino a ellos.
- Quédate aquí, iré por los chicos - le dije a Inuyasha. Podría faltarle más de la mitad de la carne en su rostro, pero aun así no tuvo problema para verbalizar con su expresión: ¿Estás bromeando?
- Es posible que haya peleas, y tú luces como si una dura mirada pudiera arrancarte una extremidad - dije con exasperación.
Algo me golpeó en la espalda. Me volví, ya disparando, pero había sido golpeada con una asquerosa cabeza decapitada, sin embargo, no era peligrosa. Luego, otra cabeza se apuró hacia mí como si fuera una bola de bolos, y mis piernas fueran los bolos. La esquivé solo para que se girara en el aire y me golpeara en el culo.
- ¡Detente, ya has demostrado tu punto! - Supongo que debería haberme dado cuenta de quién mató a todos esos guardias para empezar, aunque con lo deteriorado que se veía Inuyasha la única amenaza que alguien asumiría que representaba era su apetito…
Me golpeó entonces. Todo. Tal vez debería haber sido obvio desde el momento en que rompió la puerta de la habitación del pánico, pero la impresión me había impedido poner las piezas juntas. Ahora sabía que seguía vivo a pesar de que lo había visto morir, y por qué se veía de la forma en que lo hacía. Y si no supiera que le quitaría un pedazo de su carne, le habría dado un puñetazo justo en la cara.
- Eres un bastardo sin corazón. - Me atraganté. Sus ojos no parpadeaban. La carencia de párpados le haría eso a una persona.
- Más tarde - respondió con esa voz ronca. Ah, podía apostar a eso.
- ¡Kagome! - Me volví, viendo un reflejo de mí misma saltando por el pasillo.
En algún momento desde su transformación de rata a mi doble, Sango había robado un uniforme médico. Por todos los agujeros en ellos, también tomaron el fuego pesado mientras se hacía pasar por mí. Mi felicidad de verla se vio atenuada cuando me di cuenta de que no se veía mínimamente sorprendida de ver a Inuyasha vivo, o en la condición en la que estaba. ¿Era yo la única que no había conocido el verdadero plan detrás de mi reunión con Madigan en el muelle?
- Vamos, la sección de la cárcel yokai es por aquí - dijo Sango, antes de correr más allá de nosotros y girar a la derecha justo donde se bifurcaba el pasillo.
La seguí, empujando mis confusas emociones para enviar mis sentidos hacia el exterior. No sería bueno para nosotros correr derecho a una trampa. Después de escuchar unos segundos, mi tensión disminuyó. La destrucción de Inuyasha de la máquina del protocolo de Dante no solo había matado un montón de gente. También había lesionado gran parte del resto de ellos ya que la mayoría de los pensamientos que recogí eran desarticulados por el dolor.
Los pensamientos que todavía estaban claros parecían en pánico, ya que los empleados de Madigan se dieron cuenta de que todas las puertas interiores estaban abiertas, pero el ascensor principal a la superficie estaba fuera de servicio. Bien. Ya era hora de que supieran lo que era sentirse indefenso y atrapado en este infierno subterráneo. Busqué a través de los pensamientos lo mejor que pude, pero Madigan no estaba entre ellos, ya sea que estuviera muerto o inconsciente.
Esperaba que fuera la última ya que quería matarlo yo misma. Sin embargo, primero lo primero. Sango pasó corriendo las puertas de seguridad abiertas en la sección donde estaban las celdas de detención. Entonces se detuvo, arrugando la nariz. Las celdas estaban vacías pero los cuerpos estaban desplomados encima de los monitores de los ordenadores, las sillas, y en el suelo manchado de rojo. Tate y los chicos habían estado ocupados. Múltiples huellas ensangrentadas guiaban a una habitación interior más allá de las celdas, aunque otro conjunto más pequeño había ido por el pasillo en dirección opuesta de donde habíamos venido.
- Un poco más, amigo - canturreó la voz baja de Juan desde la habitación interior. Luego en un tono más suave y urgente dijo.
- Prepárate. Alguien viene. - Me fui en esa dirección en lugar de hacia el pasillo.
- Soy Kagome - dije en voz alta, no queriendo que me dispararan de nuevo.
- ¿Querida? - Juan dejó escapar una cansada risa.
- Por supuesto. ¿Quién más podría causar tantos problemas? - Mire a Inuyasha y a Sango antes de hablar.
- Aunque… La mayor parte de ellos no los cause yo esta vez. - Entonces pasé por otra forma abollada mientras entraba a lo que parecía ser una sala de operaciones.
Equipo médico colgaba del techo en varios lugares, mientras que escalpelos, sierras para huesos y otros instrumentos afilados descansaban en una mesa junto a una gran losa de metal con correas de sujeción. Esa mesa estaba vacía, pero la máquina tubular en el lado opuesto de la habitación no lo estaba. Tate estaba dentro de ella, unos tubos sobresalían por todas partes de él, mientras que Juan y Cooper estaban junto a un panel de control. Dave salió de la esquina, bajando una jodida carabina M-4.
- Me da mucho gusto verte, Kagome - dijo, dándome un breve y fiero abrazo.
- Espera. Están sacando la plata líquida de Tate. – Luego se aferró a mi brazo cuando traté de llegar a los demás.
Miré a mi alrededor con sombrío entendimiento. No recuerdo haber estado aquí, pero ésta debía ser la máquina a la que la Dra. Obvio se refirió cuando dijo que la plata líquida se había disuelto con ácido nítrico y se había purgado. Eso significaba que la mesa de restricción y los múltiples instrumentos eran para casos menores cuando la plata se podía sacar, no por ello sería menos agonizante.
- ¿Cómo consiguió Tate la plata? - Dave comenzó a responder, entonces miró por encima de mi hombro. Sango y Inuyasha estaban detrás de mí, y fue un cara o cruz en cuanto a cuál de ellos lo había sorprendido más.
- Sango puede cambiar de forma, e Inuyasha estaba jugando a hacerse el muerto. Se regenerará completamente cuando beba más sangre. – resumí.
- Ahora lo he visto todo - murmuró Dave, negando con la cabeza.
- Las abrazaderas de sujeción de Tate estaban todavía cuando lo regresaron a su celda después de que bebiste de él. Cuando de manera inesperada las puertas se abrieron, nos fuimos por los cabrones, pero uno de ellos se las arregló para golpear el interruptor que metía el zumo en ellos. Inundando el cuerpo de Tate con plata líquida. - Me estremecí ante el recuerdo de cómo de insoportable se sentía.
- Lo sacarán pronto, no llegó muy profundo - continuó Dave.
- ¿Cómo supiste cómo funcionaba la máquina? Me dio una oscura mirada. - La entendieron después de todas las veces que se había utilizado para sacar la plata de ellos. Tate murmuró algo que sonó como mi nombre, pero su voz era apenas audible por encima del ruido que hacía la máquina.
- Estoy aquí - dije en voz alta.
- Tú no, querida. Moroha. Corrió cuando las celdas se abrieron. ¿La has visto? - dijo Juan, levantando la vista antes de presionar más botones.
- ¿Es una empleada? - Si era así odiaba romperlos, pero estaba probablemente muerta.
- ¡La niña! - dijo Cooper, impacientemente. Hice una mueca. Qué horror si alguien había traído a su hija al trabajo hoy de todos los días…. espera.
- ¿La niña de la celda? - pregunté, sacando de la memoria a la que le había dado un vistazo cuando los guardias me llevaron allí.
- Sí, esa niña. ¿La has visto? - Dave dejó escapar un gruñido.
- Pasos - declaró una voz gutural detrás de mí. Inuyasha tenía razón. Ahora sabíamos a quién pertenecían los pequeños pasos que se alejaban de esta sección.
- Iré por ella. Prefiero hacer eso a lo que ustedes tienen que hacer. - dijo Sango de inmediato. Bien gracias. Sango odiaba matar, y yo no podía dejar a ninguna pobre niña deambulando, sin embargo, tampoco podíamos apartar tiempo para buscarla. Ya habíamos gastado demasiado como estaban las cosas.
- No trates de forzarla si no quiere ir contigo. - Dave agarró a Sango antes de que pudiera salir.
- No voy a asustarla - dijo con un bufido.
- Eso no es… -
- Madigan. - La áspera voz de Inuyasha cortó cualquier cosa que Dave había estado a punto de decir. Todos nos volvimos excepto Sango, quien se fue con una velocidad sobrenatural.
- ¿Qué? ¿Madigan qué? - espoleé.
- Vivo. - Su boca se estiró en una sonrisa verdaderamente aterradora.
- ¿Dónde? - Agarré su brazo y dije una sola palabra.
Continuara…
