Rata escurridiza

Inuyasha redefinió el término "comida rápida" mientras corríamos por el laberinto de pasillos y túneles en esta enorme instalación. Cada treinta metros, más o menos, agarraba un cuerpo, lo exprimía hasta que ningún pulso igualaba el bombeo natural de la sangre, chupaba duro, y luego lo lanzaba para buscar uno nuevo. Tenía una gran cantidad para elegir, dada la alucinante masacre en la que se debió de haber ocupado antes de llegar a mí. Mantuve los ojos bien abiertos ya que los pasillos laterales podrían contener soldados esperando para emboscarnos, pero tampoco podía dejar de mirarlo. Con cada cuerpo del que bebía, su estructura se llenaba, y nueva piel volvía a crecer para cubrirlo.

Pronto, todos los horribles huecos estaban cerrados y los músculos sobresalían donde había tejido seco y hundido. Era como ver a un yokai marchitarse al revés mientras la juventud y la vitalidad superaban todo vestigio de su desaprovechada apariencia. Si no fuera porque su grueso y rizado cabello seguía siendo blanco, luciría exactamente a como había estado antes. Ese no fue el único cambio notable. A medida que su cuerpo se regeneraba, también lo hacía su aura hasta que el aire a su alrededor se volvió cargado de ondas pulsantes. Sentir su conexión conmigo de nuevo fue un alivio casi tan grande como ver su cuerpo restaurado.

- Si podías regenerarte así de rápido, ¿por qué no bebiste sangre antes? – No pude evitar preguntar.

- No tenía tiempo. - Era su voz de nuevo, ese suave acento inglés como siempre, aunque su tono estuvo bordeado con algo que no podría nombrar.

- Drenaste más de una docena de cuerpos mientras apenas bajabas el ritmo - señalé.

- Estuve en un estado de hibernación hasta que Sango mató a un tipo y dejó caer su sangre en mi boca. Entonces lo drené y a los siguientes dos cabrones con los que me encontré, lo cual me dio la suficiente fuerza mental para ir por ti. En cuanto a por qué no bebí más en el camino, fue porque te habían disparado. Cualquier tiempo gastado alimentándome, era demasiado tiempo para perder contigo en peligro. – Me dirigió una mirada sesgada, su mirada dorada expresaba tanta ternura como frustración.

No supe qué decir a eso. Todavía echaba humo contra él por llevar a cabo el engaño más cruel posible, pero debajo de eso, estaba tan feliz de que estuviera vivo, que quería abrazarlo y nunca dejarlo ir. Tal vez las ganas de estrangularlo con una mano mientras lo acunaban con la otra, era cómo había hecho sentir a Inuyasha todos estos años. Si era así, se podría argumentar que había visto esto venir. De pronto, me agarró deteniéndonos por completo sin un solo derrape. El abrupto cambio en la velocidad hizo que mi cabeza chasqueara hacia atrás lo suficientemente fuerte como para romper mi cuello, pero antes de que siquiera el dolor fuera registrado, lo vi. Redes de láseres colgaban como una tela de araña frente a nosotros, el mismo color azul claro de las paredes y tan cerca, que, si extendía la mano, perdería mis dedos.

- Hijo de puta - solté.

Tres pasos más, y Madigan hubiera recogido nuestros restos con una pala. Entonces Inuyasha me dejó en el suelo y se aplanó sobre mí. Ahora tenía la mandíbula y la caja torácica rotas, también, pero cuando una lluvia de balas pasó por encima de nuestras cabezas en lugar de dentro de ellas, no me importó.

- Cabrón - lo escuché gruñir por encima del tiroteo.

Vamos a ver cómo disfrutan de su propia trampa. No podía moverme con un furioso yokai maestro sosteniéndome contra el suelo, pero todavía podía ver, a los guardias que habían salido de su escondite para dispararnos repentinamente, se convirtieron en el aire y se precipitaron hacia la red de láser. Gritaron en tono alto y entraron en pánico mientras trataban de luchar contra la invisible fuerza que tiraba de ellos. Entonces sus gritos fueron cortados, seguidos por repugnantes golpes alrededor y encima de nosotros. Cuando eso se detuvo, Inuyasha me puso de pie.

- ¿Estás bien, Gatita? - Me aseguré de no mirar a los lados. Claro, no era ajena a la fealdad de la muerte. Solo hoy, había matado a mucha gente y tenía la intención de añadirle a esa cifra, pero esto era… repugnante.

- Bien - dije, manteniendo mi mirada en él.

- ¿Puedes derribar la red de láser, o tenemos que encontrar una manera rodeándola? - Cerró los ojos, sus cejas se juntaron por la concentración. Los láseres desaparecieron momentos después. Negué, debatiéndome entre el asombro y la irritación. No se había graduado en las habilidades de mega maestro durante la noche, lo cual significaba una sola cosa. Había estado escondiendo su creciente poder de mí.

- Cariño… Tienes mucho que explicar de vuelta a casa - murmuré. Su boca reclamó la mía en un rápido beso.

- Lo sé. Pero más tarde. - dijo, acariciando mi cara cuando se apartó.

Correcto. Teníamos que encontrar a alguien, y por los pensamientos que atrapé, estaba cerca. Continuamos por el pasillo, los pensamientos de Madigan señalaban el camino. Esta vez, sin embargo, fuimos más lento y mantuvimos nuestras armas levantadas delante de nosotros. Habíamos tenido suerte de que Inuyasha hubiera descubierto la red de láser hace un momento. No hay necesidad de empujar esa suerte yendo ahora hacia adelante imprudentemente. A medida que nos acercábamos al eje central del complejo subterráneo, más cadáveres cubrían el pasillo.

No por obra de Inuyasha; las paredes estaban negras por el hollín, y los cuerpos estaban ya sea quemados o ametrallados por los escombros voladores. La máquina Dante debió haber estado ubicada en las cercanías para que los daños fueran así de extensos. Entonces, al final del pasillo a nuestra derecha, vislumbré el epicentro de la instalación. Empezamos a ir hacia él. En medio de los gemidos del personal herido y los pensamientos frenéticos de los que trataban de ocultarse, capté una señal de estática como ruido. Al principio pensé que venía del sistema eléctrico dañado del recinto, entonces me di cuenta de que me resultaba familiar. ¿Dónde había oído esto antes…? Arrastré a Inuyasha hacia atrás antes de que pudiera dar un paso más.

- Guardias - articulé, apuntando hacia el techo a unos cien metros más adelante.

Sus labios se curvaron. Luego apretó los puños y los dejó caer. Guardias con cascos explotaron a través del techo para caer de golpe al suelo. Los que sobrevivieron al violento impacto fueron fusilados mientras el poder de Inuyasha quitaba sus armas de sus manos y las giraba para abrir fuego en sus viseras. Fue demasiado para los aparatos de bloqueo de pensamiento que Madigan había instalado en sus cascos. Saltamos sobre los cuerpos de los guardias y continuamos hacia el eje principal.

La enorme sala que había parecido tan impresionante cuando fui arrastrada a través de ella, ahora se asemejaba a un extinto centro de llamadas. No había guardias patrullando el perímetro, y todas las estaciones de trabajo estaban vacías. Los ordenadores que monitoreaban el área Manejo de Vida Silvestre McClintic y el interior del recinto, mostraban estática en lugar de los impresionantes gráficos en 3-D, y las luces rojas de emergencia bañaban la zona alguna vez iluminada con un resplandor misterioso.

¡Mueran, monstruos! Me volví hacia la dirección del pensamiento a tiempo para sentir algo zumbar por mi cara. No tomó mucho leer la mente para averiguar de qué se trataba, y me agaché antes de que el siguiente tiro fuera disparado. Dos cosas ocurrieron al mismo tiempo. La pistola salió volando de la mano del empleado, y su cuello se rompió con un audible crujido. Se desplomó sin otro pensamiento, pero mi mente estaba lejos de tranquilizarse. El tirador era la única persona visible, sin embargo, la habitación no estaba vacía.

- La siguiente persona que le dispare a mi esposa obtendrá que su pistola sea metida y disparada en su culo - chasqueó Inuyasha.

- Salgan. – Luego movió la mano hacia un gran archivo empotrado en la pared.

Los sollozos sonaron mientras el archivador era hecho a un lado, revelando un espacio de escondite interior. Varios heridos estaban apoyados contra las paredes, y las cuerdas de mi corazón se sacudieron cuando vi a una mujer agachada protectoramente sobre un inconsciente y sangrante hombre. Debido a sus ropas casuales supe que eran empleados, no guardias o médicos, y sus pensamientos revelaban que todos estaban convencidos de que estaban a punto de morir en las manos, y colmillos, de dos monstruos despiadados. Una vez, no hace mucho tiempo, yo me sentía de la misma forma por los yokais. A pesar del hecho de que cada uno de ellos me mataría si se daba la oportunidad, me acerqué a Inuyasha y le toqué el brazo.

- No lo hagas - dije en voz muy baja. Su boca se torció, no con la sonrisa cruel que había brillado cuando sacó a los guardias del techo, pero sí algo irónica.

- Como si necesitaras decirlo, Gatita. - Luego su mirada brilló rojo intenso mientras volvía su atención a los aterrorizados espectadores.

- A diferencia de los hijos de puta para los que trabajan, no asesino inocentes, así que, si no estuvieron directamente involucrados en el secuestro o experimentación con mi gente, no serán perjudicados. Hasta entonces, no se muevan o hablen. ¿Gatita? - Me acerqué a ellos, contenta de escuchar su ritmo cardíaco volver a su estado normal mientras el poder de Inuyasha los convencía de que no serían asesinados en el acto. Entonces busqué a través de los que estaban de pie y los heridos. El hombre que buscábamos no estaba entre ellos, pero estaba aquí. Podía oír sus pensamientos, por no hablar de su pesada respiración.

- Ahí - dije, señalando la entrada cerrada a la plataforma de elevación.

Inuyasha cerró los ojos. Momentos después, la puerta de acero silbó abriéndose, revelando el manchado departamento que, a un kilómetro o algo así hacia arriba, llevaba al iglú de hormigón y la libertad. Gracias al poder de Inuyasha, la plataforma no era operacional por el momento. Ningún humano podría escalar esos muros lisos de acero tampoco, así que no me sorprendí al ver a Madigan presionado tan lejos de la puerta como podía, tratando de ocultarse, pero incapaz de escapar. Lo que no esperaba era la pistola Desert Eagle que él había presionado en su sien.

- Acércate un paso más, y dispararé - advirtió. Tomada por sorpresa, me reí. Me lo había imaginado diciendo un montón de cosas cuando lo encontráramos, pero esa no había estado en ningún lugar en mi lista.

- ¿Se supone que es una amenaza? ¿Te perdiste la parte donde te queríamos muerto? - Los labios de Madigan se estiraron en algo demasiado feo para ser llamado una sonrisa.

- Sí, pero lo que más deseas es información. Déjame ir, y tendrás la oportunidad de obtenerla algún día. En cambio, muévete un centímetro más, y salpicaré todo lo que sé sobre esta pared. - Por primera vez, no cantó nada en su mente, así que lo escuché alto y claro cuando pensó: Pruébame y ven, Higurashi.

Nunca conseguiría mi apellido correcto. Me quedé mirando sus ojos azul claro y supe que no estaba faroleando. Si nos movíamos tan siquiera un poquito, jalaría el gatillo, y el poder de esa arma volaría su cráneo al siguiente reino. ¿Sabía él algo que no pudiera encontrar hackeando sus ordenadores aquí? Tal vez, y por eso no lo haría.

- Ah, Cariño… - dije con dulzura.

- Ya está hecho, Gatita. - Los ojos de Madigan se desorbitaron cuando Inuyasha entro.

Entonces Inuyasha se adelantó con deliberada y burlona lentitud. La mano de Madigan bajó de su cabeza a pesar de que sus pensamientos gritaban en señal de protesta. Su frustración era una sinfonía para escuchar al darse cuenta de que no tenía control de su propio cuerpo. Me acerqué también. Sonriendo. Sin un solo adelanto de pensamiento para advertirnos, su mandíbula chasqueó. Inuyasha se lanzó hundiendo los dedos dentro de la boca de Madigan, pero era demasiado tarde. Espuma burbujeaba de sus labios y sus ojos rodaron hacia atrás de su cabeza. Luego todo su cuerpo comenzó a convulsionar.

- ¡No! - jadeé, reconociendo los signos de envenenamiento por cianuro. Al ver el medio disuelta cápsula encerrada en un diente falso que Inuyasha sacó de su boca fue casi redundante. Debió haber contenido una dosis enorme. El pulso de Madigan se disparó, y luego se detuvo abruptamente.

- No, tú no - gruñó Inuyasha.

Cortó su muñeca con un colmillo y la sostuvo en la boca de Madigan, trabajando la garganta del otro hombre para obligarlo a tragar. Luego lo golpeó en el pecho, tratando de hacer circular manualmente los poderes curativos de su sangre a través de él. No fue suficiente. El carmesí burbujeó fuera de los labios de Madigan, y sus ojos se pusieron fijos y dilatados. Sucedió tan rápido que no tuvo tiempo para un último pensamiento. Si lo hubiera tenido, habría sido probablemente: Jódanse. Y nos había jodido. La frustración y la rabia contenida me hicieron sacar espuma. Después de todo lo que había hecho, Madigan se las había arreglado para escapar aun cuando lo teníamos atrapado y acorralado. Cualquier cosa acerca de sus patrocinadores y los resultados de sus retorcidos experimentos que no fueron guardados en los ordenadores estaban ahora fuera del alcance, para siempre.

- Maldito seas - dije con voz ahogada por la furia. Inuyasha dejó caer a Madigan y se retiró, dándole al muerto una mirada fríamente calculada.

Una vez que habían conseguido sacar la plata líquida de Tate, él, Juan y Cooper hicieron un barrido de la instalación, asegurándose de que más guardias no estuvieran escondidos en algún lugar esperando su oportunidad para atacar. Sango todavía no había regresado con la niña desaparecida, pero no estaba preocupada. Solo el hueso de demonio clavado a través de sus ojos podía matar a Sango, y Madigan no tenía ninguno. Casi nadie lo tenía. Un hueso de demonio era más difícil de conseguir que el Astatine. Dave, como siempre, se fue con Inuyasha y conmigo. Él se quedó mirando el cadáver de Madigan, su boca comprimida en una línea delgada, apretada.

- Normalmente, disfrutaría muchísimo escarbando el pecho del bastardo, pero en este momento, la idea no me atrae. No puedes permitirte el lujo de esperar. Con cada día, la sangre pierde poder. - Inuyasha golpeteó el gran cuchillo que había confiscado de la sala de operaciones del complejo contra su muslo.

- Tú me levantaste después de que estuve en la tierra durante más de tres meses. - La frente de Dave subió.

- Ella forzó una gran cantidad de sangre de yokai en ti mientras estabas muriendo - dijo Inuyasha, con una mirada de aprobación hacia mí.

- Este cabrón apenas bebió una gota. - Luego pateó el cuerpo tendido de Madigan.

- Estuviste allí para ver esto puesto en mi pecho. Supongo que es lógico que estés aquí para verlo fuera, también. - Dave dejó escapar un suspiro de concesión antes de quitarse su camisa y entregármela con una sonrisa sardónica.

- Era de Rodney, luego, tuyo, así que es un buen corazón - le contesté, preparándome para lo que estaba por venir.

- Él no lo merece. Y yo no quiero el suyo, pero aquí estamos de todos modos. - Dave gruñó. Diciendo esto, aceptó el cuchillo de Inuyasha y se arrodilló junto a Madigan. En lugar de desabotonar los botones, cortó a través de la camisa de Madigan, exponiendo el pálido torso, cubierto de vello gris, del hombre mayor.

- ¿Algún truco para esto? - preguntó Dave, apoyando la punta afilada sobre el pecho de Madigan. Inuyasha dejó escapar un leve resoplido.

- No, esta es la parte fácil. Ponerlo de nuevo correctamente es donde necesitas delicadeza y precisión. - Dave clavó la hoja a través del centro del pecho de Madigan. Luego cortó una sección de la caja torácica, dejando al descubierto el corazón del ex operario. Unos pocos cortes más tarde, y Dave estaba sosteniéndolo como un trofeo sombrío.

- Habría jurado que sería negro - murmuró.

Si el mal dejaba una mancha, habría estado en este, pero el corazón de Madigan se parecía al de todos los demás. Eso no quería decir que quisiera un contacto más estrecho con esto, pero cuando Dave lo extendió hacia mí, lo tomé. Tan inquietante como era esto, no se comparaba con lo que se avecinaba. Dave le entregó el cuchillo ensangrentado a Inuyasha y se preparó visiblemente. Inuyasha no dudó. Lo empujó hasta el fondo bajo la caja torácica de Dave.

Entonces, tan rápido como brutal, cortó un espacio lo suficientemente amplio para su mano y se lanzó a eso en el siguiente momento. Ruidos ásperos escapaban de los labios bien cerrados de Dave, pero no gritó. Yo lo habría hecho, si fuera mi corazón el que estuviera siendo sacado de mi pecho. En repetidas ocasiones, sin embargo, esos sonidos rasgados eran la única indicación que Dave daba de cuánto le dolía, más allá del trauma mental de ver a Inuyasha retirar su corazón de su pecho.

- Ahora, Gatita - dijo Inuyasha en un tono cortante.

Le entregué el corazón de Madigan y tomé el de Dave, colocándolo en la cavidad torácica abierta de Madigan. Luego me limpié las manos en mi bata de laboratorio prestada, la cual ahora era más roja que blanca. En el poco tiempo que tomó hacer eso, Inuyasha terminó con Dave, que se tambaleó mientras retrocedía.

- Tienes que comer. Hay mucho aquí, así que tómalo, y recuerda, lo crudo te reparará más rápido. - le dijo Inuyasha.

No se estaba refiriendo a la comida habitual de un oni de cortes de carnicería sin cocinar. Me regañé a mí misma por mi instantánea sensación de náuseas, mientras Dave se iba para seguir esas instrucciones. No podía evitar lo que necesitaba para sobrevivir, y como Inuyasha había señalado, había un montón de 123 soldados muertos para elegir. Además, la parte de Dave en esto podría estar terminada, pero la nuestra no lo estaba.

- Tráeme a dos - dijo Inuyasha.

Se arrodilló junto al cuerpo de Madigan, organizando las partes internas con la habilidad nacida de la práctica. Salí del pozo del elevador y fui a la otra habitación, donde los empleados del complejo esperaban en silencio obediente. Luego seleccioné a dos de los que se veían más sanos y los saqué del grupo. Antes de que vieran el interior del pozo, miré fijamente a sus ojos con mi mirada iluminada.

- No tengan miedo. No serán lastimados. - les dije con voz resonante.

Si yo no hubiera hecho eso antes de conducirlos dentro de la sala circular, habrían estado horriblemente aterrorizados al ver un cuerpo con el pecho abierto y un yokai inclinado sobre este mientras cortaba su propia garganta. Diablos, esto me ponía inquieta, y yo había visto lo mismo hace años, cuando Inuyasha levantó a Dave como un oni. Cambiar a alguien en un yokai era francamente cursi de aspecto en comparación. Una vez que Inuyasha había drenado un par de pintas de su sangre en la cavidad torácica de Madigan, se sentó de nuevo.

Rápidamente, encaminé al hombre y a la mujer. Bebió de cada uno de ellos y volvió a su espantosa tarea de sacar más sangre de él, y hacia el pecho abierto de Madigan. Ya que él no necesitaba mi ayuda para esto, me llevé a los dos donantes de regreso a su grupo. Estarían un poco mareados, pero por lo demás bien. Antes de que pudiera volver a la plataforma de elevación, me encontré con Tate.

- Tenemos un problema - afirmó.

- ¿Más guardias? – Miré alrededor con cautela.

- No, nos ocupamos de los rezagados - dijo de una manera despectiva.

- Estoy hablando del software. Resulta que la máquina de Dante no era la única con mecanismo de autodestrucción. – Entonces su tono se endureció.

- No quieres decir... – Gemí.

- ¿Que Madigan tenía un interruptor de apagado de emergencia que de inmediato frio cada tarjeta de memoria y disco duro de aquí? Sí, lo creo. Ni siquiera los teléfonos y las tabletas escaparon. Todo está tostado. - informó Tate oscuramente.

Luché contra el impulso de golpear mi cabeza contra la pared más cercana. No es de extrañar que el bastardo engreído hubiera dicho que, si él se mataba, ¡nunca descubriríamos sus secretos! Máquinas de incineración. Redes de láser. Dispositivos de autodestrucción de software. Madigan había estado paranoico en un grado fantástico para instalar todas estas medidas de seguridad en estas instalaciones. ¿A quién, o qué, había estado tratando de proteger? Por lo menos todavía podríamos ser capaces de averiguarlo.

- No todo está perdido necesariamente - dije, señalando con la cabeza a la plataforma de elevación abierta detrás de Tate.

Él se dio la vuelta, mirando como Inuyasha inundaba el corazón de reemplazo de Madigan con sangre de yokai, en un intento de traerlo de vuelta como un oni. Si él hubiera bebido más de esta antes de morir, su transformación sería inevitable después de cambiar su corazón con el de un oni y reactivarlo con sangre de yokai. Pero Madigan había tragado solo unas pocas gotas de sangre de Inuyasha como máximo. ¿Sería suficiente? Eso esperaba. Finalmente, después de que Inuyasha reacomodó las costillas de Madigan sobre su corazón y cubrió esa área con más sangre, se levantó, se pasó una mano cansada por su cabello blanco como la nieve.

- ¿Cuánto tiempo antes de saber si funciona? - le pregunté. Se encogió de hombros.

- Se levantará en unas pocas horas o se quedará muerto para siempre. De cualquier manera, tenemos que irnos. Una señal de socorro podría haber sido enviada, cuando comenzó nuestro ataque, así que nos hemos quedado demasiado tiempo en esto. - Es cierto, y no necesitamos la complicación añadida de tratar con los refuerzos mientras esperamos para ver si Madigan volvió de la tumba. Pero antes de ir a ninguna parte...

- ¿Ha encontrado ya Sango a la niña? - le pregunté a Tate. Antes de que pudiera responder, una voz femenina se le adelantó.

- Ella me encontró - dijo Sango, sonando sorprendida.

Me volví, mis ojos se abrieron cuando la vi. Había cambiado de nuevo a su propia apariencia, y su cuello y el cabello de color caoba estaban empapados con sangre fresca. El uniforme médico que llevaba estaba más ensangrentado, también, y tenía un gran agujero nuevo en él, alrededor de su corazón.

- ¡Traté de advertirte! - gritó Dave desde lejos detrás de ella.

- ¡Debiste haber sido más específico! - replicó, la molestia reemplazando a su conmoción.

- Esto es culpa mía. Hace un par de semanas, le dije a Moroha que, si alguna vez tenía la oportunidad, necesitaba escapar y matar a cualquiera que intentara detenerla. - Tate negó con la cabeza.

- ¿Matar? ¡Es una niña, Tate! - repetí incrédula.

- Solo en edad. Te dije que no sabías ni la mitad de lo que Madigan había hecho. Bueno, ella es la mitad. - La mirada que me dio fue compasiva.

- Ella es más que la mitad ¡Esa niña rompió mi cuello tan pronto como me vio, luego cortó mi garganta cuando me levanté después de eso, y entonces me empaló con un tubo que arrancó de la pared cuando me levanté después de eso! Huelga decir, que después de que lo último pasó, me quedé abajo hasta que Caperucita homicida se fue. - respondió Sango hoscamente.

Me le quedé mirando, mi mente negándose a aceptar lo que Sango dijo incluso aunque sabía que ella no mentiría. La niña de cabello negro que había vislumbrado no podría haber tenido más de diez años. También parecía tener menos de la mitad del peso de Sango. ¿Cómo podría tener la fuerza para hacer todo eso, por no hablar de la determinación de ser así, sin piedad?

- Maldita sea. Ella lo es, ¿no es así? - Suspiró Inuyasha.

- ¿Ella es qué? - pregunté, aun tratando de aceptar en mi mente, la idea de que un niño de quinto grado había azotado el culo de mi sobrenatural, e imposible de matar, amiga de tres diferentes y letales maneras.

- La culminación de todo el trabajo de Madigan. Moroha es humana, pero también es parte yokai y parte oni, y Madigan la entrenó para que fuera una máquina de matar. - dijo Tate con voz firme.

Moroha no estaba en la instalación subterránea más. Tate siguió su esencia y descubrió un conducto secreto entre las paredes que conducían directamente a la superficie. El tapón de metal grueso sobre ella había sido expulsado. Era demasiado estrecho para que un adulto cupiera, en lo que podría haber sido un conducto de ventilación, en algún momento en que esta instalación fue un refugio antiaéreo. Pero para un niño delgado con una dosis doble de genética inhumana, habría sido un ascenso relativamente fácil hacia la libertad. Una vez en la superficie, los estanques, los lagos y los húmedos alrededores disiparon su olor lo suficiente para que fuera imposible de rastrear. Entonces las únicas huellas que Moroha dejó terminaron en un canal poco profundo, así que no pudimos encontrarla de esa manera.

Aun había luz de día, también, lo que significaba que no podía arriesgarme a hacer un barrido aéreo. Algo del tamaño de un hombre volando por encima de la zona Manejo de Vida Silvestre McClintic alimentaría rumores del hombre polilla durante décadas, y no podíamos dar vueltas hasta la noche para hacerlo entonces. Tendríamos que volver en otro momento para buscarla. Súper humana o no, Moroha no era más que una niña. No debería ser muy difícil de encontrar. Una vez de regreso en la base, se determinó que los empleados sobrevivientes no estaban directamente involucrados en los experimentos de especies cruzadas de Madigan y reemplazamos sus recuerdos de los acontecimientos del día con una nueva versión.

Entonces les dejamos del lado superior en un iglú de concreto con instrucciones de no dejarlo hasta el amanecer. Si una señal de socorro no se había enviado, tendríamos tiempo extra para escapar. Luego fuimos de regreso bajo tierra y prendimos fuego al resto de la instalación. Mi ADN fue archivado con esas personas, y yo no quería dejar más prueba de que había participado en la destrucción, incluso aunque yo sería la primera, segunda y tercera suposición para los partidarios en las sombras de Madigan. Es por eso por lo que estuve llamando a mi madre tan pronto como tuve un teléfono celular funcionando. Madigan podría haber estado tirándose un farol sobre ella estando en nuestra vieja casa en Ohio, pero si no estaba, no estaba a punto de poner a prueba su amenaza de atacar. Si éramos ridículamente afortunados, partidarios de Madigan creerían la historia de cubierta que implantamos en las mentes de los sobrevivientes: un malfuncionamiento interno disparó la explosión de la maquina Dante, que encendió otros gases inflamables en el compuesto y dieron lugar a una reacción en cadena de fuego.

Era una teoría plausible a menos que alguien se molestara en la autopsia a todos los cuerpos. Madigan todavía no había despertado. El retraso no era algo inaudito, me dijo Inuyasha, pero no presagia nada bueno por sus posibilidades de levantarse como un oni. La mayoría lo hace en cuestión de minutos, como Dave había hecho. Quizás Madigan se las había arreglado para escapar de nosotros después de todo. Si era así, solo puedo consolarme que no escaparía de Dios. Así, salpicados de sangre y cansados, los siete salimos del iglú que contenía el conducto de elevación secreto. Miroku estaba esperando cerca ya que Fabian le dio el visto bueno para entrar al área de Manejo de Vida Silvestre McClintic.

El fantasma había estado muy contento de ver que estaban todos vivos y bien, ya que, como yo, no había sabido que mi llegada con el cadáver de mi marido había sido un montaje. Eso era algo que tenía la intención de abordar tan pronto como estuviera sola con Inuyasha. En este momento, tenemos que salir de aquí sin ser detenidos por refuerzos, luego teníamos que buscar a la diminuta, multiespecie preadolescente que podría ser lo más mortífero sobre dos piernas. Lo que no necesitábamos era encontrar a un grupo de jóvenes, aspirantes a cryptozoologitas que estaban vagando alrededor para preservar el intercambio de historias del hombre polilla.

- Te lo digo ya, ahí vi algo - dijo un muchacho pecoso que llevaba una camiseta, quiero creer, estaba diciendo mientras señalaba a un iglú sellado.

Dejó de hablar cuando nos vio. Las tres chicas y dos chicos que lo acompañaban en un principio nos miraron, luego rieron nerviosamente. ¿Qué les sucedió? ¿Eso es sangre? corrió a través de sus pensamientos. Estaba a punto de empezar a hipnotizar al grupo cuando Sango habló.

- Tienes que probar zombi larping, es la única manera de vivir la acción de juego de roles. - les dijo.

- Ah. - El muchacho pecoso asintió con aprobación mientras veía mi bata empapada de sangre, las ropas de Inuyasha rasgada, acribillada, el uniforme medico ensangrentado de Sango, y los trajes igualmente manchados de rojo de los chicos.

El hecho que Tate tenía el cuerpo de Madigan lanzando sobre su hombre probablemente se añadía a su aire de autenticidad. Entonces los chicos fruncieron el ceño cuando vieron la inmaculada camisa blanca de Miroku y sin arrugas, y pantalón a la medida.

- Su disfraz apesta. -

- Él lo sabe - dije, cubriendo el sonido del gruñido de advertencia de Miroku.

- Bueno… que se diviertan - contestó la chica rubia con una cola de caballo.

Nerds, pensó. Entonces, Oh, él es sexy, siguió mientras miraba a las nalgas de Inuyasha mientras caminábamos pasándolos. Si no hubiera tenido ya un día del infierno, le habría dicho que dejara de comprobar el trasero de mi esposo. En cambio, tomé el brazo de Inuyasha y seguí caminando. Si no estaba tratando de matarnos, no era digno de mi atención por el momento. Caminamos fuera del área de Manejo de Vida Silvestre McClintic sin mayores incidentes, luego nos apilamos dentro de una Suburban negra que tenía a Koga esperando en el volante.

- ¿Quién es el tieso? - fue su único comentario mientras conducía.

- El tonto que ha estado tras Kagome - contestó Inuyasha secamente.

- Estoy buscando por una niñita con cabello negro quien podría haber pasado por aquí hace una hora. ¿La viste? - le preguntó Tate a Koga.

- ¿Pequeña en estatura o juventud? – Él se encogió de hombros.

- Muy joven. Alrededor de diez años. - A eso, las cejas de Koga se levantaron.

- El cautiverio ha hecho de ti un retorcido, ¿no? - Tate golpeó la parte posterior del asiento de Koga demasiado duro, el reposacabezas chasqueó fuera y lo golpeó en la cabeza.

- ¡Ella era una prisionera, imbécil! - Koga golpeó sobre los frenos y puso el auto en punto muerto. Inuyasha se inclinó sobre mí y agarró el brazo de Koga cuando él estaba a punto de abrir su puerta, seguramente para convertir a Tate en albóndigas.

- Yo me encargaré - le dijo en una voz baja y dura.

- No te molestes. Olvidaré su ofensa porque está perturbado tras su reciente experiencia. - Los ojos de Koga ardían rojo mientras miraba a Tare en el espejo retrovisor.

- Gracias, aun así - dijo Inuyasha, aun con ese acero templado en su voz.

- Hace años, cuando querías que te convirtiera en un yokai, te dije que un día terminarías con tu trabajo, pero aun vinculado por las reglas de mi mundo. Hoy es ese día, compañero. – Luego se dio medio vuelta para encarar a Tate.

- ¿Qué se supone que eso significa? - preguntó Tate en una voz áspera.

- Significa que como mi creación, el que golpees a otro yokai es como si yo lo hiciera - respondió bruscamente Inuyasha.

- Ese es el por qué no vas a hacerlo de nuevo sin mi permiso. ¿Bastante claro ahora? - Tate miró hacia él, las líneas rugosas de sus rostros endureciéndose.

- Había olvidado cuánto de desagradas - dijo suavemente. Me dije que no debería interferir, pero esto era demasiado.

- Oh, métetelo por el culo, Tate. La ventaja de ser creación de Inuyasha es él arriesgando su vida para rescatarte de tu prisión, así que trata con la parte de la lealtad menos divertida. Como él dijo, firmaste por ella cuando te convertiste en un yokai. - Luego me volví hacia Koga.

- ¿Un comentario sórdido sobre niños? ¿En serio? –

- Pensé que él estaba siendo sórdido - respondió Koga a la vez.

- Y lo llamé retorcido por ello, como si alguien se interesase de esa forma por una niña. - Él realmente se las arregló para sonar ofendido. Bueno de saber que Koga tenía algún tipo de centro moral, incluso si estaba cubierto por pilas de pornografía y violencia.

- Entonces esto fue un malentendido que fue demasiado lejos - resumí mientras me preguntaba cuántas guerras habían comenzado por la misma cosa.

- ¿Estamos bien ahora? - La última parte fue dirigida a Inuyasha. No sabía todo sobre la jerarquía de yokais, así que no estaba segura si Tate aún tenía que pagar por asaltar a su amigo incluso si Koga estaba dispuesto a pasarlo por alto.

- Por ahora - dijo Inuyasha, mirando a Tate. El yokai más joven apartó la mirada. De la forma en que Tate cruzó sus brazos sobre su pecho, esta no sería la última lucha de poder entre ellos, pero su silencio confirmó su conformidad.

- Nunca respondiste si viste a la niña. - Entonces Inuyasha giró su atención a Koga.

- No, no la vi ¿Por qué tu problemático cadáver se molestaría en encerrar a una niña? - contestó Koga mientras ponía el vehículo de regreso en el camino.

- Eso, amigo, no lo vas a creer. - Inuyasha suspiró.

Continuara…