Explicaciones
En caso de que nos estuvieran siguiendo, abandonamos la Suburban una vez que estuvimos lejos de las miradas indiscretas de las zonas pobladas. Entonces, como la mitad de nuestro grupo no podía volar, el resto de nosotros agarró a una persona y jugó a la versión de Iron Man del Barril de los Monos. Una vez en el aire, los únicos cruces de los que necesitábamos preocuparnos eran aviones, helicópteros o aviones no tripulados, pero por suerte no habíamos visto ninguno de ellos todavía. No volamos por mucho tiempo. El cielo estaba demasiado claro como para arriesgarnos a volar sobre las ciudades y Madigan podría despertar en cualquier momento. Además, ahora que el peligro inmediato había pasado, mi estallido de energía de supervivencia había pasado, dejándome peligrosamente cansada.
Volar mientras llevaba un macho de gran tamaño no ayudaba. Cuando me encontré mirando una parcela de tierras de cultivo y fantaseando con estrellarme contra ella para así poder dormir, supe que había agotado todas las reservas que había estado usando. Afortunadamente Koga y Miroku comenzaron a descender, lo que indicaba que estábamos cerca de nuestro destino. Ese resultó ser un grupo de elevadores de almacenamiento de grano junto a una vía muerta del tren.
El área alrededor de los altos silos estaba desierta y no oí ninguna actividad dentro de ellos, lo que significaba que no tenía que preocuparme por seguir encubierta. Me estrellé contra la tierra blanda detrás de los silos de almacenamiento, aterrizando incluso más fuerte que mi plaf habitual, Dave, mi pasajero desafortunado dejo salir más "¡Oofs!" durante nuestra caída de los que había hecho cuando Inuyasha le había sacado el corazón.
- Pido una pistola con nadie más que ella para el próximo vuelo - dijo cuando finalmente nos detuvimos.
Entonces un grito atrajo nuestra atención hacia un kilómetro más arriba. Tate caía hacia nosotros, agitando los brazos como si estuviera tratando de aletear una manera de salir de su caída libre. No funcionó, por supuesto. Aterrizó con suficiente fuerza como para crear un contorno de unos centímetros de profundidad en el suelo blando a su alrededor, sin querer me reí un poco al acordarme a cuando veía las aventuras del coyote y el correcaminos en mi infancia.
- De acuerdo, una pistola con cualquiera excepto él también - modificó Dave, mientras Koga flotaba hacia abajo hasta el terreno al lado del agujero del tamaño de Tate. Inuyasha aterrizó el siguiente, pero a diferencia de Koga, él se aferró a su pasajero todo el tiempo.
- Essstúúúú… pido ―gimió Tate mientras se impulsaba a sí mismo de pie, con el acompañamiento del sonido de varios huesos rotos volviendo a su lugar. Inuyasha miró a Tate y luego a Koga, que no se molestaba en ocultar su sonrisa.
- Es bueno saber que estás atrapado por tu palabra de permitir que su asalto se deslice - dijo Inuyasha con sarcasmo.
- Cambie mi mente, Bestia. - La sonrisa se convirtió en una sonrisa lobuna. La llegada de Miroku con Sango y Cooper cortó lo que fuera que Inuyasha había estado a punto de responder a eso.
- Él está muy débil. Le di sangre, pero los experimentos que sea que han hecho con él le están matando. - anunció Miroku, todavía aferrando a Cooper a pesar de estar ya en el sólido suelo.
Me acerqué a Cooper, percibiendo el aroma empalagoso de la enfermedad que dominaba sobre su olor natural a clavo y musgo de roble. Incluso con los efectos curativos de la sangre de yokai, su tono de piel aún tenía un tono grisáceo y su mirada de obsidiana parecía ligeramente fuera de foco.
- ¿Recuerdas cuando solía llamarte monstruo? Lo que ellos me han hecho te hace parecer normal. - preguntó, su risa un poco sibilante al final.
- Madigan trató de duplicar la naturaleza tri-especies de Moroha contigo, ¿no es así? - Me tragué el nudo que subía por mi garganta.
- Sip, pero no funcionó. No conmigo ni con los dos mil hijos de puta con mala suerte anteriores a mí. Madigan mantuvo la esperanza de otro golpe de suerte como Moroha, pero debió de necesitar algo más de lo que tomó de ustedes hace años para conseguir que funcionara. Eso, o esperar hasta que Moroha se hiciera mayor. – Otra risa áspera.
Yo sabía lo que esa última parte quería decir, cría forzosa. Madigan había tenido la intención de hacer lo mismo conmigo, así que mientras me hizo enfermar, no me impresionó el dato que Cooper había transmitido.
- ¿Madigan te dijo el número de personas que había matado con sus experimentos? - ¿Estaba el hijo de puta orgulloso de ser el asesino en serie más grande de América?
- Él no tuvo que decírnoslo, podíamos contar. - Esto vino de Tate, que finalmente se había levantado del agujero que había hecho al caer por el impacto.
- Yo era W98. Es difícil hacer un apodo bonito saliendo de eso. - Cooper sacudió la cabeza en señal de sombrío asentimiento.
- Explícate ―dijo Inuyasha, haciéndose eco de mi propio pensamiento. Tate hizo una pausa para mirar a Koga con el ceño fruncido una vez antes de hablar.
- Madigan etiquetaba sus muestras en orden alfabético y luego numéricamente, hasta el cien por cada letra. La primera vez que nos trajo hasta aquí, nos enfrentó con su único éxito, espécimen A80, con el fin de afinar sus habilidades de combate. Por su número de muestra tan pequeño, debe haberla tenido durante mucho tiempo, tendría que haberla cogido cuando ella era un bebé, así que ella no sabía su nombre real. No podía soportar referirme a ella como un número de espécimen, como él hacía, así que la llamé Moroha. - Ahora no había manera de tragar el nudo que se había disparado a través de mi garganta.
Al mismo tiempo estaba temblando de rabia. A mí también me había asignado un número de espécimen. A1, de acuerdo con los guardias de Madigan, pero ¿cómo había podido Madigan secuestrar y experimentar con un bebé? Moroha nunca había tenido una oportunidad a causa de él. No tenía sentido, sin embargo, me di la vuelta y pateé el cadáver de Madigan lo suficientemente fuerte como para golpear el silo cercano.
- ¡Levántate! ¡No puedes permanecer muerto, tienes mucho por lo que responder! - le grité.
- Gatita, detente. - Inuyasha me agarró por la cintura cuando iba a patear el cuerpo de Madigan dentro del silo otra vez.
- Puedes desprenderle el corazón e impedirle que se alce de nuevo. - Me detuve, quedándome flácida entre los fuertes brazos que me agarraron.
- ¿A quién estamos engañando? Han pasado tres horas. No va a volver. - Inuyasha miró a la luz del sol que se desvanecía pintando los silos en varios tonos de naranja, rosa y malva antes de hablar.
- Tal vez no, pero nos quedaremos con él esta noche para estar seguros. Tate. - Su cabeza se levantó, la mirada añil llena de aversión apenas contenida.
- ¿Qué? –
- ¿Estableciste una buena relación con Moroha? - Se encogió de hombros.
- Tal vez. Con sus habilidades y sus ojos brillantes, supe de inmediato qué era, pero Madigan no nos dejó relacionarnos. La única vez que estuvimos juntos fue cuando recibió instrucciones de matarme. Al principio ella era implacable al respecto. Entonces empecé a llamarla Moroha y hablarle mientras luchábamos. Ella nunca lo dijo, pero le gustaba eso. -
- ¿Cómo te diste cuenta? - Tate encontró su mirada en este momento sin resentimiento.
- Porque en las últimas dos semanas, ella fue lo suficientemente buena como para tomar mi cabeza, pero no lo hizo, y le escondió eso a Madigan. - Mis ojos ardían con las lágrimas no derramadas. La pobre chica había permanecido en la forma más cruel de cautiverio desde que era un bebé. Tate debía haber sido lo más parecido a un amigo que había tenido.
- Así que ella vio, que no podía ejecutarte. O tratar de asesinarte como hizo con Sango. - continuó Inuyasha. Miroku se tensó ante eso. Sango miró hacia otro lado con aire de culpabilidad. Imagino que ella no le había contado quien la ensangrentó hasta el máximo.
- Depende. Le dije cómo matar a cualquiera que hubiera sido producido después de ella. Eso podría incluirme, teniendo en cuenta la forma metódica en que funciona su cabeza. – La sonrisa de Tate era irónica.
- ¿Estabas dispuesto a correr ese riesgo? - preguntó Inuyasha sin rodeos.
- ¿Acaso me veo como un imbécil para ti? – Tate resopló.
- No. Te ves como el mismo terco, imprudente, leal cabrón que casi he matado más de cien veces, por lo que tú eres perfecto para el trabajo. - respondió Inuyasha con el fantasma de una sonrisa en sus labios.
- Y tú eres el mismo idiota arrogante que siempre has sido - respondió Tate, con los ojos verdes brillando.
- Pero tienes razón, por esto soy tu hombre. - De alguna manera, después del discurso cargado de insultos, intercambiaron una mirada de completa comprensión. Negué con la cabeza. Tal vez a ellos no les gustase siempre lo que había entre sí, pero tal vez aún podría existir entre ellos el respeto mutuo.
- Entonces llega a ella - dijo Inuyasha.
- ¿Koga? Llévalo de vuelta a Point Pleasant. Fabian quédate atrás para ayudar. Quizás él tenga buenas noticias. - A Koga realmente no le gustaba Tate, así que me esperaba cualquier cosa menos su júbilo.
- ¡Vámonos entonces! - dijo antes de agarrar a Tate de los codos y despegar como un cohete. ¿Por qué iba a hacerlo…? Ah, cierto.
- ¡Detenlo, está feliz con esto porque tiene la intención de matar a Tate! - Inuyasha me lanzó una mirada hastiada.
- No es por eso, cariño. Koga colecciona lo raro e inusual ¿recuerdas? y esa niña es la persona más rara, más inusual en el mundo ahora mismo. Va a rastrear el mundo con Tate y Fabian en busca de ella. - Esa idea fue casi tan inquietante como la primera.
Entonces me consolé con el conocimiento de que Koga era muchas cosas, pero un pedófilo no era una de ellas. Podría querer "coleccionar" a Moroha, pero no pondría un dedo perjudicial ―o lujurioso― sobre ella. No podría decirse lo mismo de otros que podrían andar a la caza del experimento perdido de Madigan.
- Puesto que todo asunto urgente ha sido atendido, necesito un momento de intimidad con mi esposa - dijo Miroku, interrumpiendo mi línea de pensamiento.
Sango me lanzó una mirada compungida antes de marcharse con Miroku. Ambos desaparecieron dentro del silo más alejado de nosotros. Con los muros de hormigón y las paredes metálicas que subían hasta los treinta metros de alto, apenas podía oírlos una vez que estuvieron en el interior. Mi mandíbula se apretó. Tenía un par de cosas que discutir con mi esposo, también, pero antes de que pudiera hacerlo, el estado de Cooper todavía necesitaba ser atendido.
- Después de lo que Madigan te haya podido hacer, no podemos correr el riesgo de llevarte a un hospital. Pero Inuyasha conoce algunos médicos fuera de la red. - le dije, cambiando mentalmente sobre la marcha.
- No más médicos. - Cooper se estremeció al decirlo, los recuerdos de los experimentos brutales revoloteando por su mente. Después de todo lo que había pasado, lo entendía, pero Miroku estaba en lo cierto. Cooper se estaba desvaneciendo justo delante de nuestros ojos. Ni siquiera estaba segura de que más sangre de yokai pudiera curar todo el daño celular. Él no solo necesitaba un médico. Necesitaba varios.
- Cooper, vas a morir - le dije lo más gentilmente que pude.
- Ese es mi plan, y preferiría más bien temprano que tarde ya que me duele por todas partes. ¿Inuyasha? - Sus dientes blancos brillaron en una sonrisa.
- No necesitas preguntar. Has sido uno de los míos durante años. Es hora de que recibas todos los beneficios de eso. - respondió mi marido de manera uniforme.
Oh, quería decir ese tipo de muerte. Mi tensión disminuyó. Madigan podía ser comida para los gusanos, pero parecía que traeríamos a alguien de regreso de la tumba esta noche después de todo.
- Gatita, haz que Miroku llame a Inuno y dile que necesitamos un vehículo seguro para transportar un nuevo yokai ―indicó Inuyasha, ya que ninguno de nosotros tenía teléfono móvil.
Entonces empujó a Cooper hacia él, inclinando la cabeza hacia atrás casi casualmente antes de golpear sus colmillos en la garganta del otro hombre. Parecía que Miroku tendría que hacer la llamada a Inuno justo en este momento. En el momento en el que volví de avisar a Miroku y Sango de lo que estaba pasando y esperar mientras Miroku hacía la llamada, Inuyasha ya lo había hecho. Cooper yacía en el suelo, su pulso en silencio, solo una pequeña mancha de color rojo en su boca indicaba la magnitud del cambio que estaba teniendo lugar en él.
En algún momento en las próximas horas, se levantaría como un yokai, permanentemente libre de todo el daño que Madigan le había infligido y vulnerable solo a la decapitación y a la plata atravesando su corazón. Bueno, y manteniéndose lejos de la salida del sol durante los primeros meses, pero la gente de Inuyasha le protegería a través de esa etapa temporal. Y ya que, finalmente, no teníamos ninguna situación de vida o muerte que resolver, podía dirigir mi atención hacia otros asuntos urgentes.
- Inuyasha. Tenemos que hablar. - Mi voz era suave pero inflexible.
El interior del silo de grano me recordó a la plataforma de elevación de Madigan. Ambos eran altos espacios circulares con paredes lisas, que no podían escalarse. La principal diferencia era que la luz brillaba a través de la parte superior del silo y su altura de treinta metros era mucho más corta que el kilómetro y medio de alto del ascensor secreto de Madigan. El interior estéril me vino bien. Inuyasha y yo no teníamos nada en que concentrarnos salvo en nosotros mismos, aunque me quedé tan lejos de él como el estrecho espacio permitía. Por su parte, Inuyasha bloqueó su aura hasta que no sentí nada de él, excepto un ligero matiz en el aire. Su expresión era igualmente inescrutable. Sólo manchas de sangre estropeaban sus rasgos cincelados, el color en vívido contraste con su cremosa piel de cristal.
- El sabotaje de la máquina de Dante, arrancando puertas, desactivando los sistemas de seguridad completos, y arrojando soldados como muñecas de trapo… tus poderes telequinéticos han crecido enormemente. Escondiste eso de mí. ¿Por qué? - comencé a decir.
- Al principio, pensé que te sorprendería por la forma en que se habían desarrollado. Entonces no dije nada porque temía que un día, iba a necesitar hacer algo imprudente. - Su boca se curvó como si se hubiera tragado algo de mal gusto.
- ¿Estabas planeando contenerme con ellos? ¿Cuál era tu plan para cuando me dejaras ir? ¿Correr como el infierno? - No pude contener mi resoplido enfadado.
- No me importaba mucho lo que pasaría después, si alguna vez necesitaba emplear medidas tan drásticas - replicó. Luego su tono se endureció.
. El enemigo más peligroso que he enfrentado es a ti misma, Gatita. Sé eso incluso si todavía no lo admites. - Esto no era para nada como me había imaginado que esta conversación iría. Esperaba que Inuyasha me pidiera perdón por su terrible engaño. En cambio, parecía que él estaba poniendo mis acciones en juicio.
- ¿Yo soy un peligro para mí misma? En el muelle, utilizaste un poder hereditario que sólo has trabajado por accidente una vez antes - le lancé de regreso. Su mirada marrón oscuro no vaciló.
- No, cariño. Me aseguré de que había dominado el don que heredé de Tenoch antes de usarlo en el muelle. - Él. Había. Estado. Practicado. Durante unos segundos, estaba tan aturdida, que me quedé sin palabras. Entonces dije las palabras que habían estado ardiendo dentro de mí desde que me di cuenta de que su degeneración en un cadáver había sido un truco.
- Me dejaste verte morir. - Mi voz era cruda, mientras que la memoria de verlo marchito rasgó a través de mí como navajas reemplazando a mis emociones. Deseé que nuestro vínculo sobrenatural fuera en ambos lados para que yo pudiera meter esos sentimientos de nuevo en él y verlo doblarse bajo su peso.
- Tú sabías que pensaría que era real, ¡y lo hiciste de todos modos! – solloce. Él agarró mis hombros, pero golpeé sus manos lejos con un siseo incoherente. Inuyasha no trató de tocarme de nuevo. Sólo su mirada sostuvo la mía mientras hablaba.
- Tú misma lo has dicho: Eres una luchadora, y no puedo esperar que cambies. No importan mis objeciones o el peligro, ibas a usarte a ti misma como cebo para conseguir a Madigan porque es un bastardo malvado que necesitaba apuntar a algo. Eso es lo que eres, Gatita. Es lo que siempre has sido. - Entonces su boca se torció en una sonrisa sin humor.
- Pero se te olvidó que soy un bastardo despiadado que hará cualquier cosa para mantenerte a salvo. Así que sí, fingí que uno de los soldados me disparó balas de plata con el fin de que tú y todos los demás creyeran que me había muerto. Era la única forma de protegerte cuando Madigan te trajo de vuelta al complejo, y no tuve dudas de que te habría capturado si ibas a su encuentro. Ha esperado demasiado tiempo para no venir a ti con todo lo que tenía, y si te hubiera dicho mi plan de antemano, tu reacción no hubiera sido auténtica, y Madigan hubiera olido una trampa. - Él extendió la mano de nuevo, pero mi mirada se lo impidió. ¿Qué le había sido difícil de controlar sus sentimientos y sus manos sobre mí?
- Madigan nunca me habría capturado si no hubieras sacado ese truco sucio. Podríamos haberlo agarrado e irnos. Me las arreglé para volar muy bien cuando su equipo descendió. Sólo regresé cuando vi que no estabas conmigo. - le dije con los dientes apretados.
- Tenía drones en posición y láser con el blanco apuntando a ti desde el momento en que llegamos - dijo bruscamente Inuyasha.
- Pregúntale a Sango, ella los vio. Ninguno de nosotros saldríamos vivos del área, excepto bajo su custodia. Mi "truco sucio" aseguró que Madigan no apretara los gatillos. Él sabía, como yo, que nunca me dejarías atrás. - Las noticias de los drones y la focalización del láser me sobresaltaron, pero la buena voluntad de Madigan fue golpeada junto con nosotros, si se trataba de eso, no lo hizo.
Él había demostrado definitivamente que prefería morir antes que estar bajo nuestro cautiverio, así como su cuerpo lo atestiguaba. Parece que Inuyasha había pensado en todo antes de tirar su artimaña, su Caballo de Troya para lograr que Madigan nos llevara a su súper secreta instalación ultra-vigilada. Bueno, casi todo.
- En toda tu planificación, ¿se te ha ocurrido pensar que no me gustaría vivir si pensaba que estabas muerto? Casi te despertabas para una gran sorpresa, porque tenía la intención de estar fuera tan pronto como matara a Madigan. - Horror cruzó sus facciones, y él me agarró demasiado rápido para bloquearlo.
- ¡Me prometiste que nunca harías eso, Kagome! – Me zarandeo.
- Para citar a Koga, "he cambiado de opinión, ¡Bestia!" - le grité de vuelta.
Entonces me metí debajo de él, empujándolo cuando trató de agarrarme de nuevo. Él se quedó dónde estaba, con las manos todavía estiradas como si agarrara carne fantasma. Luego las dejó caer, y esta vez con ellas, bajó sus escudos. Las emociones estallaron en mí con tal fuerza, que retrocedí hasta que la pared me detuvo. Entonces no había ningún lugar para ir cuando un géiser de angustia atormentada me inundó, ahogando mi ira en sus profundidades. Se convirtió en glaciares de determinación despiadada que me heló, la sensación de traición que había cristalizado en mí se hizo añicos.
Por último, un infierno de amor barrió los restos, quemó del todo mi dolor con sus abrasadora e insoportablemente hermosas llamas. Sin querer, me deslicé por la pared. Yo había pensado que mis emociones harían encorvarse a Inuyasha si podía sentirlas, pero yo era la que se había sacudido bajo el ataque de las suyas. No negó lo que había hecho. En cambio, lo afirmó. Lo que sentíamos no podía ser razonado, controlado, o domesticado, y con la vorágine todavía arremolinándose dentro de mí, yo sabía que Inuyasha haría lo mismo otra vez a pesar de que estaría dando un golpe demoledor para los dos.
- Te amo, Gatita. - Cuán enclenques esas palabras parecían en comparación con los sentimientos que me ametrallaban, pero su voz vibró cuando las dijo. Luego se agachó junto a mí.
- Nunca te haría daño de esa manera salvo por una razón: para mantenerte a salvo. Puedo vivir con tu ira, tu infierno castigo sangriento, si es necesario, pero no esperes que me comporte como si tú no fueras la cosa más importante en mi vida. Lo eres, y no voy a dejar que nadie, incluida tú misma, te hagas daño. - Yo no le dije que era imposible. Sabía que nuestras vidas eran peligrosas incluso en un buen día.
Era maestro de una enorme línea de yokais; en cualquier momento, podía ser llamado a arriesgar su vida por uno de los suyos. Algo podría suceder con Tate o Koga esta noche donde tendría que arriesgar la mía también, pero ahora sabía que no había límites a lo que Inuyasha haría para evitar eso. Él tenía razón, que era quien era, y yo no podía esperar que él cambiara cuando no podía alterar quién era yo, tampoco. Esto significó que tendríamos más peleas y dolor en el corazón por delante de nosotros, pero era el precio que pagaría por estar con el hombre que amaba más que a la vida misma. Podría haberlo dicho, sin embargo, ambos ya lo sabíamos. Además, siempre había sido más acerca de la acción que las palabras.
Así que no le dije nada cuando bajé la cabeza hacia él, aplastando mis labios contra los suyos y hundiendo las manos debajo de la ropa, de repente desesperada por sentir su piel bajo mis dedos. Entonces sentí su peso cuando aplanó su cuerpo contra el mío. Gemí contra su boca por la intensidad de su beso. Mi lengua pasó hasta que la espiga de la sangre se desvaneció, y no quedó nada, excepto su gusto. Sólo lo empujé para inhalar hasta que su olor estaba muy dentro de mí, y cuando él inclinó su boca sobre la mía de vuelta, lo bebí tratando de ahogarme en él. Un fuerte tirón sacó mi chaleco antibalas y me abrió la bata de laboratorio, revelando mi desnudez debajo. Sus ropas arruinadas eran fáciles de arrancar, y luego no había nada entre nosotros. Sentir el roce de su cuerpo duro y liso, casi me llevó al orgasmo, y me arqueé contra él con un grito mudo por más. Él me llevó más cerca, tocándome como si necesitara sentir cada centímetro de mí ahora, o nunca habría otra oportunidad.
Cuando él se deslizó hacia abajo y agarró mis caderas, me levanté a él en necesidad flagrante. Su boca era fresca, desmintiendo el calor que disparó a través de mí con cada película de su codiciosa lengua. Los gemidos se convirtieron en gritos que resonaban a nuestro alrededor, uniéndose al sonido gutural que hizo mientras colocaba mis muslos sobre sus hombros y se adentraba profundamente en mi carne. Mis manos corrieron por su cabello de una manera febril, pero si yo estaba tratando de tirar de él hacia arriba o empujarlo más cerca, no lo sabía.
Yo quería que se detuviera, para poder sentirlo dentro de mí, y no quería que se detuviera porque el placer era abrumador. Hizo su decisión más adelante cuando se deslizó hacia arriba, la longitud de su cuerpo una fricción atormentadora hasta que sus caderas se colocaron entre mis piernas. Entonces yo no sabía nada, excepto la dicha de adormecer la mente con su carne dura acuchillándome. Su boca se tragó el grito que hice, grandes manos acunando mi cabeza mientras se movía más profundo, contra mi molido clítoris, lo que desencadenó una tormenta de sensaciones.
Las terminaciones nerviosas se encendieron con cada nuevo empuje, torsión y apriete, haciéndome jadear, gemir y luego crecer al éxtasis. Los músculos ondulaban en su espalda mientras se movía más rápido, más fuerte, y clavé las uñas en él sólo para aguantar. Sus movimientos fueron contundentes al punto de aspereza, pero las lágrimas que se deslizaban de mis ojos no eran de dolor. Eran porque necesitaba más de esto, de él. Todo. Sus brazos eran como acero a mi alrededor, los empujes tan profundos que apenas podía soportarlo, sin embargo, todavía no era suficiente.
En mi desesperación, envolví las piernas alrededor de su cintura y hundí mis colmillos en su garganta. Un sonido áspero vibró contra mi boca. Su sangre, aún caliente de su reciente alimentación, tenía un sabor fuerte y dulce. Salado, caramelo por igual. Tragué saliva, estremeciéndome en el instante que las sacudidas entraron en mi sistema. Cada sentido repentinamente aumentado, cristalizando las sensaciones que me hacían retorcerme contra él y desgarrando mi garganta en lo que sonaba como gritos. Entonces todo lo apretó con tanta fuerza que casi dolía antes de que el éxtasis me inundara, sentí palpitantes oleadas dobles cuando el clímax de Inuyasha invadió mi subconsciente con placer feroz.
Él no me soltó después del último temblor que causó a sus músculos contraerse en la manera más deliciosa. En cambio, nos puso a un lado, usando su brazo como almohada para mi cabeza. Su otra mano se arrastró por mi cuerpo de una manera que habría llamado perezoso excepto por la mirada en sus ojos. Ninguna languidez acechaba en esas profundidades. Ellos brillaron con una intensa resolución, provocando escalofríos que estallaron encima de mí. Por un segundo, sabía lo que se sentía ser una presa justo antes de que fuera devorada. Si no me quemara con un deseo igualmente convincente para ser consumidos ambos, podría haber tenido miedo.
- Inuyasha - La sola palabra reverberó a través del silo, haciendo que el sonido metálico contra el exterior obtuviera una atención innecesaria. Inuyasha no detuvo sus caricias.
- ¡Lárgate, Miroku! ―gritó con una que voz nunca le había oído usar con su mejor amigo.
- No puedo. Tu nueva descendencia justo ha despertado. - fue la respuesta igualmente concisa de Miroku.
- Lo siento, cariño, no podemos correr el riesgo de un nuevo yokai alrededor de Sango. Si Cooper bebe algo de su sangre… - La mano de Inuyasha se quedó quieta, y suspiró.
- No Cooper. Madigan está despierto. - Miroku interrumpió con gravedad.
Continuara…
