Sopa de verduras

Esperaba no tener que llevar puesto esto nunca más, pero dado que no tenía más opciones, me puse nuevamente el abrigo empapado de sangre. Al menos tenía un cinturón ya que Inuyasha le había arrancado todos los botones. Sin embargo, su ropa estaba destrozada. Pero para un yokai centenario que había pasado sus años humanos como un gigoló no era algo de lo que preocupase. Así que salió del silo tal y como Dios lo trajo al mundo. A pesar de que lamentaba su falta de modestia tenía que admitir que era valiente por su parte, ya que si yo fuese un hombre no me atrevería a poner mis partes colgantes delante de un recién renacido y malvado oni. Dado que me llevó un rato vestirme, aún estaba en el silo cuando escuché a alguien gritar con una voz cantarina.

- Hambre… hambre… - Me detuve un instante.

¿Era Madigan? Tenía que serlo, aunque su voz era como la de un niño, y no con la rabia que esperaba después despertarse y darse cuenta de que no nos había atrapado. Salí del silo para ver a Inuyasha, Dave, Miroku y Sango en círculo rodeando a una tercera persona que supuse debía ser Madigan. Mientras me acercaba, noté con cierta diversión que las mejillas de mi mejor amiga estaban rojas y que estaba mirando hacia delante rígida.

- … no estamos jugando. Cuanto antes te des cuenta menos dolorosa será para ti. - dijo Inuyasha seriamente.

- ¡Hambre! ―fue la petulante respuesta.

Me metí dentro del grupo para ver a Madigan y me quedé de piedra. No era su aspecto desaliñado, o más bien diría que "medio muerto" era la frase apropiada, ya que nadie despertaba de la tumba viéndose fabuloso. Y aun así su aspecto era mejor que el de muchos otros ya que había muerto envenenado y no de una forma más sucia. Tampoco era su pecho manchado de rojo, la camiseta abierta o el traje sucio lo que me sorprendió. Fue su mirada. Estaba acostumbrada a ver tantas cosas en esos ojos azul cielo: desprecio, arrogancia, crueldad, fría satisfacción, ciega ambición… pero ahora todo lo que podía ver era confusión y curiosidad, como si no supiese quiénes éramos nosotros y estuviese algo interesado en descubrirlo.

- Hambre, hambre, hambre - soltó mientras movía la cabeza de un lado a otro como si estuviese escuchando una voz dentro de él. Este era solo el segundo oni que veía renacer, pero las expresiones tensas en los rostros de Inuyasha y Miroku me decían que esto no era normal. ¿Qué le pasaba?

- ¿Inuyasha? - pregunté por lo bajo. Apretó mi brazo un momento, pero no respondió.

- Felicitaciones, colega. Muy inteligente por tu parte fingir que estás loco, pero he hecho esto durante centenares de años por lo que sé que no lo estás. Estas jodidamente asustado, y deberías de estarlo si no dejas de fingir. Voy a lastimarte de formas que no puedes ni imaginarte. - No había señales de que Madigan hubiese entendido, pero hizo un mohín.

- Haaaaammbreeeee - soltó como si estuviese enojado porque no lo habíamos entendido antes. Inuyasha lo golpeó tan fuerte que un reguero rojo salió de su cabeza manchando el silo. El hombre de cabello gris se encogió cuando Inuyasha lo agarró de su estropeada chaqueta.

- ¿Te gustó? A mí sí. Te voy a mostrar cuánto. - gritó Inuyasha.

Y con esto empezó a darle una paliza tremenda a Madigan. Hace una hora tendría que haber confesado que me hubiese encantado presenciar algo así, pero cuando los golpes empezaron a ser más fuertes y Madigan no paraba de llorar dolorido y confundido, me empecé a sentir enferma. Sango debía de sentirse así también ya que se marchó y no porque le avergonzara que Inuyasha estuviese dando una paliza desnuda. O bien Madigan era el actor más convincente del mundo o bien no estaba fingiendo. Pero cuanto más miraba, más me convencía de que este no era mismo frío empleado del gobierno que una década atrás había planeado juntar tres especies distintas para crear un arma invencible. Sino que era un niño pequeño atrapado en el cuerpo de un hombre adulto, y no tenía la menor idea de por qué ese hombre malo no dejaba de lastimarlo.

- Ya basta - dije finalmente, agarrando el brazo de Inuyasha cuando estaba a punto de darle otro puñetazo. Esperaba que se soltara y siguiese atacándole. En cambio, bajo su puño y soltó a Madigan que quedó acurrucado en el suelo a sus pies.

- Duele, duele, duele - dijo lastimosamente.

- Está sangrando como debería - dijo Inuyasha, dándole una última patada que lo dejó en posición fetal.

- Tienes suerte de que esté recién des momificado y agotado. Seguiremos por la mañana cuando esté más descansado y con la panza llena. - No sabía si estaba fingiendo o no pero no dije nada. Inuyasha había visto ciento de oni renacidos. Y si en realidad me estaba dejando engañar por un excelente actor, decidí que ya era suficiente por hoy, no quería verlo más.

- Déjenlo en el dispensador de granos - le dijo Inuyasha a Miroku, el cual había observado todo atónitamente.

- Lo mantendremos hasta que llegue Inuno. - Entonces Inuyasha se fue y yo lo seguí al igual que Dave. Detrás de nosotros, Madigan sollozaba.

- Por favor, no me lastimes - le suplicó a Miroku.

Se me revolvió el estómago. Había oído niños menos asustados y vulnerables. Inuyasha fue hasta el silo dónde habíamos hecho el amor. Su ropa estaba aún en el suelo desgarrada, pero él siguió de largo como si no le importase. Dave no dio señales de sentirse incómodo con la desnudez de Inuyasha. Nos siguió adentro y cerró la puerta.

- Hay algo que está mal - dijo Dave quedamente.

- No, no lo es. - Suspiré. Inuyasha levantó la vista, la frustración sellada por todas partes en sus rasgos.

Así que no me estaba engañando, y me di cuenta de la gravedad del asunto. Esperaba que Inuno fuese lo suficientemente previsor como para traer una muda de ropa de más. Dos a ser posible ya que Inuyasha llamaba mucho la atención desnuda y yo estaba deseando sacarme este abrigo lleno de sangre.

- ¿Ha pasado algo así antes? - pregunté, dándome una sacudida mental. Y si así, ¿es pasajero? Inuyasha me miró con seriedad.

- Ha pasado con anterioridad, normalmente en circunstancias similares cuando a la persona no le han dado mucha sangre de antemano. Regresan... dañados. Y no, no es pasajero. - Acepté la idea sin sentirme furiosa, lo que demostraba lo cansada que estaba.

Nuestro enemigo nos había golpeado exitosamente sin dejar la más mínima pista para ayudarnos a mitigar el daño causado. Esa era nuestra realidad, pero aun así me quedó un sabor amargo al saber que el Madigan que queríamos traer de vuelta se había ido para siempre. Además, por supuesto, estaba el tema de qué íbamos a hacer con él. No quería quedarme con el Madigan loco, pero me parecía cruel ejecutarlo por crímenes que estrictamente hablando él no había cometido. 146 Inuyasha se pasó una mano por el cabello, y por un momento bajó sus barreras haciendo que una ráfaga de cansancio llegara hasta mis emociones. Si aún fuese humana me hubiera desmayado, pero ahora era demasiado fuerte. De todos modos, sus reservas de energía estaban casi agotadas.

- Estás cansado - dije, y esto debía de ser lo más inteligente que había dicho en toda la semana.

- Si Madigan nos está engañando, ya lo descubriremos. Si no es así, va a seguir igual después de que nos echemos una siesta. - Tan pronto como dije esto, escuché un helicóptero acercándose hacia nosotros.

Mi primera reacción fue agarrar un arma hasta que me di cuenta de que no llevaba ninguna encima, y a continuación sentí un tremendo alivio cuando Inuyasha dijo: "Es Inuno". No podía sentir quién estaba en el helicóptero, pero confiaba en Inuyasha. Años atrás había compartido el tremendo poder de Inuno, creando una conexión entre ellos aún más fuerte que la que tenían los yokais con su creador. El legado de Caín, lo llamaban, un poder capaz de trazar todas las conexiones hasta el primer yokai, Caín, al cual Dios había maldecido a beber sangre para siempre como pena por derramar la de su hermano Abel.

La noche en que Inuyasha recibió este poder, fue cuando empezó a desarrollar sus poderes telepáticos. Más tarde, manifestó la habilidad de destruir y mover objetos con su mente. Sinceramente, esperaba que nada más sucediese a partir de ahora. Hay cosas que nadie debería ser capaz de hacer. De todos modos, si Inuyasha alguna vez llegase a manifestar la habilidad para controlar el fuego, Sesshomaru insistiría en prenderse fuego mutuamente. Así de competitivo era. Los tres salimos del silo, y una vez afuera vimos que Miroku aún no se había llevado a Madigan. Cuando el agente de la CIA vio a Inuyasha, se agarró de la pierna de Miroku como si fuera su salvavidas. Miroku trato de quitárselo de encima, pero Madigan se aferraba como un mono psicótico, presionando el rostro contra su muslo para evitar mirar a Inuyasha.

- No, por favor, no, por favor - empezó a suplicar gimiendo.

Ya no hacía falta confirmar su condición, estaba segura de que el Madigan que conocía hubiera preferido que les arrancaran la piel a trozos antes que rebajarse así, sobre todo delante de un grupo de yokais. No, definitivamente murió cuando se tomó esa píldora de cianuro, y retornamos una cáscara vacía. Tal vez lo más humano sería matarlo. En este estado no iba a ser capaz de sobrevivir en el mundo de los no muertos y al ser un oni, tampoco podría estar con los humanos. Con su nueva hambre sobrenatural no pasaría mucho tiempo antes de que intentase comerse a la primera persona que viera. El helicóptero aterrizó, trayéndome de vuelta de mis deprimentes pensamientos. Inuno estaba sentado adelante junto a Izayoi, quien manejaba los controles. Debía de haberle enseñado como conducir su nuevo elegante helicóptero europeo.

- Te dije que teníamos que traer una muda de ropa. - Escuché decir a Izayoi por encima del ruido de las hélices.

Me hizo sonreír, ella era como yo, lo suficientemente humana como para preocuparse por este tipo de cosas. Miroku fue el primero en subir, un poco incómodo ya que Madigan seguía pegado a su pierna. Sango le siguió y a continuación subió Dave quien me lanzó una pila de ropa doblada. Agradecida me puse un pantalón por debajo del abrigo y luego me lo quité para ponerme una camiseta demasiado grande para mí. De todas formas, no dejé el abrigo ensangrentado en el suelo ya que tenía muchas pruebas de ADN encima al igual que la ropa destrozada de Inuyasha, por lo que volví al silo a recogerla. Dejé la ropa dentro del helicóptero, en la esquina más lejana. Inuyasha, quien llevaba el cuerpo de Cooper, fue el último en entrar. Él puso los ojos en blanco cuando vio el pantalón que dejé a propósito en la puerta del helicóptero, pero dejó a Cooper y se lo puso.

- ¿Dónde está Koga? - preguntó Inuno.

- Buscando a alguien con Tate - respondió Inuyasha. Parecía que Inuno fuera a cuestionar el tema, pero tan pronto como Inuyasha se sentó en el helicóptero, los gemidos de Madigan se convirtieron en sollozos.

- No, aléjate - lloriqueo mientras se sentaba encima de Miroku.

- Bájate de mí ¡Chu! - dijo Miroku empujándole.

Madigan lo ignoró subiéndose con su renovada fuerza. Sango se movió a los asientos del otro lado para evitar que Miroku la golpease cuando empujó a Madigan. Pero enseguida el oni de cabello gris volvió a subirse rápidamente. Miroku miró frustrado alrededor para darse cuenta de que si lanzaba a Madigan lo suficiente fuerte como para quitárselo de encima podría dañar el helicóptero. Entonces miró a Inuyasha.

- ¿Un poco de ayuda tal vez? - gruñó. El poder se sintió a través del aire, dejando a Madigan en el asiento de al lado de Miroku con los brazos cruzados sobre su regazo. Pero no fue Inuyasha el que usó su poder, sino el antiguo faraón egipcio.

- Ha gastado mucho de su poder. Usar más podría ser peligroso. - dijo Inuno mirando hacia Inuyasha con preocupación. Durante un momento capté el cansancio de Inuyasha y estuve de acuerdo.

Gracias a Dios que Inuno era los suficientemente fuerte para manejar a Madigan y a Cooper, si es que se despertaba durante el vuelo. Demonios, la turbina podría romperse y aun así Inuno sería capaz de llevarnos volando a salvo a cualquier sitio. Así que, aunque teníamos mucho por delante, me permití relajarme durante un rato. Después de que Inuyasha pusiera a Cooper en el asiento de delante, apoyé mi cabeza en su hombro. Me rodeó con su brazo y sentí que se recostaba en su asiento. Cuando el helicóptero dejó los silos de granos atrás, él ya estaba dormido.

Aliento caliente sopló en mi cara antes de que mi mejilla fuera cubierta por una larga y húmeda lamida. Eso me sorprendió llevándome a una posición sentada, que fue cuando me di cuenta de que (a) había estado acostada en una cama, y (b) que la cama debía estar en la casa de Inuno. Solo él tenía mastines ingleses de noventa kilos dando vueltas como si poseyeran el lugar.

- No quiero otra lamida - le dije a mi visitante de color leonado, acariciando su enorme cabeza.

Hizo caso omiso de eso, meneando la cola mientras limpiaba mi otra mano. Miré alrededor, reconociendo la sala ámbar y crema de la última vez que Inuyasha y yo habíamos estado aquí. Él se había ido, pero a partir de la muesca al lado de donde yo había estado yaciendo, no se había ido hace mucho tiempo. Dado que todavía estaba ensangrentada y sucia debajo de mis ropas prestadas, mi primera tarea fue tomar una ducha. Si pudiera haberme quedado bajo esa gloriosa y caliente pulverización durante horas, lo habría hecho, pero después de limpiarme, salí y busqué algo más para ponerme. Inuno siempre mantenía sus habitaciones de invitados abastecidas. Una vez vestida, salí de la habitación, sorprendida de ver la luz de la luna brillando a través de una de las muchas ventanas de este piso. Había dormido mucho más tiempo de lo que pensaba.

- Aquí abajo, Gatita. - Seguí la voz de Inuyasha a la segunda planta.

Estaba en un estudio/salón, con paneles de madera en azul oscuro y madera, o como sea que los ricos llamen a las habitaciones extra que rara vez utilizan. Él se había duchado y cambiado a un nuevo conjunto de ropa, también. Su color se veía mejor, indicando que se había alimentado, pero estaba más aliviada por su aura. No estaba fracturada por el cansancio como lo había estado antes. Inuyasha podría no estar en toda su fuerza todavía, pero por lo menos no se sentía como si estuviera a punto de desmayarse. Inuno estaba con él, su largo cabello azabache recogido en una sola trenza. Ninguna sorpresa, otro mastín estaba acurrucado a sus pies. Obviamente, nadie le había dicho que los egipcios de su época se suponían que fueran adictos a los gatos.

- ¿Cómo está Cooper? - Fue mi primera pregunta. Por favor, no dejes que nada haya ido mal con su transformación…

- Está bien, amor. - A salvo, asegurado en una habitación abajo. Una preocupación aliviada.

- ¿Alguna noticia sobre Moroha? – Tomé asiento a su lado en el sofá, notando con aire ausente que el cuero era como mantequilla blanda.

- Koga llamó hace unas horas, dijo que no la han encontrado todavía. ―Inuyasha acarició mi brazo, viéndose reflexivo.

- Tate no estaba sorprendido. Dijo que ella evitaría a las personas y se escondería hasta que hubiera evaluado totalmente su situación. - Sonaba como si estuviera citando a Tate.

Una vez más, la ira se encendió cuando pensé en todo lo que le habían hecho a ella. Moroha no debería estar sola y operando como militar, como precaución. A su edad, sus mayores preocupaciones deberían haber sido jugar con muñecas contra las figuras de acción. Casi no quiera preguntar, pero tenía que hacerlo.

- ¿Madigan? - En ese momento, las facciones de Inuyasha se tensaron.

- Igual. - Vuelta dos.

- ¿Algo de suerte sacando alguna información de los discos duros que trajimos? - Tomé una bocanada de esperanza.

- Tengo a mi gente trabajando en ellos, pero hasta el momento, han sido incapaces de recuperar los datos. - Inuno respondió a esa. Vuelta tres. Frustrada, dejé escapar el aliento.

- Así que no estamos más cerca de descubrir a quién ha estado escondiendo Madigan todos estos años. Y esa persona, probablemente, estaba en alerta roja después de escuchar lo que sucedió en el complejo McClintic. - En definitiva, estábamos de regreso al punto de partida. Tal vez incluso a algunos puntos detrás ya que no tenía ni idea de si existían más Morohas en otras instalaciones secretas. Algunos días, no valía la pena salir de la cama.

- Inuno tiene una teoría acerca de eso. - Si el nerviosismo en su voz no era indicio suficiente, esas caricias suaves en mi brazo se detuvieron. Claramente, Inuyasha no era un fanático de esta idea.

- ¿Cuál es la teoría? - pregunté, mirando fijamente la insondable mirada dorada de Inuno.

- Los yokais y onis en la condición de Madigan a menudo no recuerdan nada de sus vidas humanas. Algunos, sin embargo, recuerdan pedazos de su pasado, si se le presentaran los estímulos adecuados. -

- Inuyasha estimuló lo suficiente de él con la paliza que recibió. Eso no funcionó - respondí secamente.

- No es ese tipo de estímulo. Lo más exitoso es la interacción con un asociado personal de largo tiempo. - Un encogimiento de hombros elegante.

- ¿Quieres decir que Madigan pase el rato con un viejo amigo? - No pude contener mi carcajada.

- Eso es imposible. Su único amigo era su enfermo y retorcido trabajo… - Dejé de hablar cuando la comprensión llegó. Ahora sabía por qué Inuyasha odiaba esta idea.

- Don. - Inuyasha escupió el nombre de mi tío, como si supiera asquerosamente mal.

- A pesar de que ellos no eran amigos, Inuno cree que su asociación fue por tiempo suficiente y sobre todo importante para tal vez desencadenar recuerdos. - No sabía si estaría enojada con mi tío para siempre, pero de seguro que no había estado lista para verlo tan pronto. Por otra parte, ¿cuándo "preparada" se había tenido en cuenta para cualquier cosa?

- Es digno de una oportunidad - dije al fin. Ahora teníamos que ver si Don estaría de acuerdo en hacerlo.

Inuno nos prestó su helicóptero, ya que tomaría demasiado tiempo conducir todo el camino hasta D.C. Tuvimos que parar una vez para repostar y luego una vez más fuera de la ciudad, porque esa era una zona de identificación de defensa aérea. No estábamos a punto de anunciar nuestra llegada a los funcionarios gubernamentales interesados. Así que, cinco horas después decidimos involucrar a mi tío, estacionamos en la parte trasera del edificio de Tyler en el Boulevard Macarthur. Era medianoche, pero las luces en su apartamento estaban encendidas. Esta vez, habíamos llamado primero. Tyler no se había emocionado acerca de convocar a un fantasma a esta hora, pero presentarlo a Marie Laveau parecía haber aumentado nuestros puntos de favor. Abrió la puerta a nuestro primer toque a pesar de que no se molestó en ocultar su bostezo.

- Entren. Quiero terminar con esto de modo que pueda volver a la cama. - Por su atuendo de pantalón de pijama y bata, eso era obvio.

Dexter fue más entusiasta en su bienvenida. Bailó alrededor de mis pies, oliendo locamente donde los mastines de Inuno se habían rozado contra mí. Lo acaricié, extrañando a mi gato una vez más. Uno de los socios de Inuyasha tenía a Helsing, ya que a mi gato no le había gustado vivir en lugares cerrados con Dexter. Luego nos sentamos en el suelo con un tablero de Ouija colocado sobre su mesa de café. Al igual que la mayoría de los condominios en la ciudad, el de Tyler estaba construido estilo estudio, con la cocina, dormitorio y sala de estar ocupando todos, el mismo pequeño espacio.

- Ojalá pudiera enseñarte a hacer esto por ti misma. Demasiado malo que perdieras tu juju fantasma. - dijo Tyler, colocando sus dedos sobre la tablita.

- Todo termina con el tiempo. - Algunos días, me arrepentía de eso. La mayoría de las veces, no lo hacía.

Luego agitamos la tablita alrededor del tablero, mientras Tyler comenzó sus invocaciones. Como yo no tenía ningún artículo personal de la casa de mi tío, en esta ocasión, tuvimos que abrirnos paso a través de unos espíritus al azar antes de que Don se materializara en la habitación. Cuando se dio cuenta de quién lo había convocado, pareció sorprendido. Entonces la culpa me atravesó cuando su próxima expresión fue de miedo mientras miraba alrededor.

- No hay Remnants, ni Marie. Solo nosotros, Don. - dije firmemente.

Su forma vaciló, desdibujándose en los bordes. Ahora que sabía que no teníamos medios para detenerlo, ¿se estaba yendo? Entonces su nebulosidad se aclaró, revelando su cabello impecablemente peinado y su sofisticado pero discreto traje de negocios. Un nudo en mi interior se alivió. Por más razones por las que necesitara su ayuda, no habría querido que Don desapareciera tan pronto como nos vio. Todavía estaba enojada con él, y no estaba segura de dónde sus acciones habían dejado nuestra relación, pero parece que eso no me había detenido de extrañarlo.

- ¿Qué quieres, Kagome? ―preguntó en tono reservado. Don ni siquiera miró a Inuyasha; una buena cosa ya que su mirada era lo suficientemente fría para congelar rápidamente el vapor. Saqué mis dedos de la tablita en favor de golpearlos contra el tablero de la Ouija.

- Madigan quemó sus unidades de disco duro más allá de su uso y se suicidó cuando nos infiltramos en sus instalaciones secretas - resumí rápidamente.

- Inuyasha lo trajo de vuelta como un oni, pero algo salió mal. Su mente es una sopa de verduras, y estábamos esperando que tú pudieras sacar un poco de carne de esta, si es que queda. - La boca de Tyler cayó al oír esto. Tal vez él había pensado que quería que levantara a mi tío solo para que pudiera quejarme de él de nuevo. La expresión de Don no cambió, aunque su contorno vaciló por un momento.

- ¿Por qué? Cerraste su operación como querías, y ahora él es tu prisionero. ¿Qué más queda? - preguntó al fin.

- Detener a quien sea que ha estado apoyándolo - dije, sin mencionar deliberadamente a Moroha. No quería que Marie averiguara acerca de ella, y ella era una de las únicas personas en el mundo que podía interrogar a un fantasma con éxito.

- Alguien desembolsó incontables millones para mantener la operación de Madigan funcionando, sin mencionar el dinero que gastó esa persona para evitar que tú averiguaras acerca de esto. - Me metía con su orgullo con ese último comentario.

Cuando vivía, el despacho de Don había estado por encima del Máximo Secreto, pero había estado inadvertido de que Madigan estaba continuando sus experimentos con la bendición completa del tío Sam. Mientras tanto, Madigan sabía todo sobre la operación de Don e incluso se puso a cargo de ésta después de su muerte. Eso tuvo que doler.

- Si no lo detenemos, esa misma persona encontrará a otra persona para reemplazar a Madigan. No podemos permitir que eso suceda. - continué.

- ¿Y si el patrocinador tiene un rango demasiado alto para atraparlo? - preguntó Don. La voz de Inuyasha mantuvo la misma resonancia de un bajo y ominoso trueno.

- Para esto, nadie tiene un rango demasiado alto. - Don se puso rígido, mirando una vez a Inuyasha antes de que su mirada se dirigiera de nuevo hacia mí.

- Este nunca ha sido su país, pero es el tuyo, Kagome. ¿Realmente asesinarías a quien sea que esté detrás de esto, sin importar quién es? - Incluso muerto, la lealtad de Don a su nación no había disminuido; una cualidad admirable. Si tan solo hubiera mostrado la misma lealtad a su familia.

- Manejaste una operación secreta que protegía a los ciudadanos estadounidenses de peligros que ellos no conocían que existían - le contesté, sosteniendo su mirada de color acero.

- Quien sea que está detrás de Madigan a sabiendas financió el secuestro, la tortura y la muerte de miles de estadounidenses, todo con el propósito de la manipulación ilegal de genética. Eso es suficientemente reprobable, pero lo que es peor es la guerra que esto podría desencadenar si la noticia se filtra a los oídos de no-muertos equivocados. - Luego me levanté y me acerqué a él, casi retándolo a salir mientras hablaba de la siguiente parte.

- ¿Todavía amas a tu país, Don? Demuéstralo. - Entonces él sonrió.

Triste, cansado y tan agotado que la culpa me golpeó una vez más. Los seres humanos, yokais y onis podían encontrar breve respiro en el sueño, pero ¿podrían los fantasmas? ¿O era su existencia un día sin fin que se estiraba sin piedad hasta la eternidad? Incluso si no lo era, mientras miraba a Don, la simpatía empezó a superar a mi enojo. Me había mentido, me manipuló, y permitió que un burócrata despiadado usara mi ADN para experimentos secretos, aún había algo más en él que eso. Don había protegido a los soldados que trabajaban para él, no experimentando y matado como Madigan había hecho. Una vez que Brams fue inventado, Don rechazó incontables millones en patentes farmacéuticas porque se negó a liberar el fármaco al público.

Cuando Madigan abordó su idea de una fuerza de cría, Don le disparó y lo escondió de mí. Años después, cuando me reveló eso, yo estaba enamorada de un yokai, Don permitió a Inuyasha unirse al equipo. Entonces les mintió a sus superiores sobre mi acuerdo por tiempo de servicio, para que pudiera renunciar cuando mi vida tomó una dirección diferente, por no hablar de todas las veces que usó su influencia cuando los conflictos de yokais me pusieron en el lado equivocado de la ley. Sus buenas obras no pudieron superar sus malas, pero los mayores delitos de Don ocurrieron cuando todavía estaba bajo la idea errónea de que todos los yokais eran malos.

A través de mi adolescencia y tempranos veinte, había hecho algunas cosas horribles bajo ese concepto erróneo también. En los años posteriores, había tratado de compensar eso, y así, a su manera, lo había hecho Don. Incluso si no lo había hecho, no se merecía este destino. Un día me habría ido, sin embargo, él todavía estaría encadenado entre un mundo al que nunca podría cruzar y uno al que nunca podría volver. Inadvertida o no, eso era gracias a mí, un castigo que superó con creces sus crímenes.

Por encima de todo lo demás, Don era familia. Imperfecto casi hasta el punto de ruptura, pero familia. Podría no ser capaz de perdonarlo hoy, pero con el tiempo, lo haría. La familia era demasiado valiosa para apartarla si aún había una oportunidad para la reconciliación. Don demostró eso cuando por fin dio su respuesta.

- No te molestes en llamar a mi patriotismo, Kagome. Mi país está perdido para mí ahora, pero si esto te ayuda con algo que estás decidida a hacer de todos modos… bueno, entonces llévame con él. Veré lo que puedo hacer. –

- ¡Donny! - Madigan reconoció a Don. Tan pronto como le vio, dejó escapar un chillido excitado.

Mi tío hizo una mueca, no sé si de simpatía hacia lo que su némesis se había convertido o de aversión por el horrible apodo. No importaba. Donny fue y Donny seguía siendo, día y noche mientras Madigan divagaba sobre cosas sin sentido, tales como lo triste que era que el helado aquí fuera terrible (no lo era; el gusto de Madigan solo quería carne cruda, un hecho que su mente no había asimilado todavía) o cómo quería jugar en el patio (no iba a pasar; no queríamos que se comiera a los vecinos de Inuno e Izayoi). Tras los primeros días de aburrida idiotez, no me habría importado entrever, aunque fuera de vez en cuando, como un rayo de luz en una habitación oscura, algo de lucidez.

- Estoy muy infeliz con su progreso, Donny. Deberían haber sido capaces de duplicar su ADN ya. - comentó Madigan el otro día.

- ¿Te refieres al de Higurashi? - replicó Don en un cuidadoso tono neutral.

- El suyo, también. Pero después de siete años, ¡nada! No se pueden tener todos los huevos en una sola cesta… jeje. Huevos. - Madigan sonó grosero.

Hay que esperar años para más de esos… A pesar de que Don intentaba volver a dirigirle al tema, Madigan desvariaba desde huevos a tener hambre de nuevo, y una vez que eso ocurría, nada más importaba. Entonces cuando había acabado de comer, caía dormido. Por lo que sabía, ahora dormía mientras se chupaba el pulgar. No podía decirlo, porque nunca entraba en su celda. Me había convertido en sinónimo de Inuyasha en su mente destrozada, y Inuyasha le provocaba sollozos y un terror incoherente. Don, sin embargo, parecía tranquilizar a Madigan, algunas veces al recordar al otro hombre crueldades pasadas.

- Robé tu trabajo cuando moriste. Robé tus soldados también. Morirán pronto. - dijo Madigan ayer en un susurro alegre.

Antes de que Don pudiera contestar a eso, Madigan estaba jugando a Yo Espío. Lo que no debería haber llevado demasiado tiempo ya que su habitación era de cemento y sin ventanas, pero Madigan lo alargaba durante horas. Si Don fuera sólido, podría haberse golpeado la cabeza contra la pared solo para bloquear la charla sin fin. Yo quería hacerlo, y eso solo tras veinte minutos. La realidad era que no tenía mucho más que hacer. Tate, Koga y Fabian no habían encontrado a Moroha todavía. Cómo una niña sin dinero ni experiencia en el mundo normal podía evadir a dos yokais y un fantasma, no tenía ni idea, pero lo había hecho.

La gente de Inuno todavía no tenía nada sobre los discos duros fritos, así que no había pistas que seguir ahí tampoco. Inuyasha podía a duras penas permanecer bajo el mismo techo que Don, dejándome a solas para escuchar su charla sin sentido con Madigan durante horas, así que no podía pedirle que me encantara. Además, las pocas cosas racionales que Madigan decía probablemente provocarían que Inuyasha le golpeara de nuevo. Después de seis días de no aprender nada más que lo que ya sabía, estaba harta. Madigan parecía ser un callejón sin salida para cosechar información en su sombrío estado, pero quizás había algo más que pudiera hacer para localizar a Moroha.

Conocía a alguien muy bueno en rastrear actividad sobrenatural, y como bonus, no era miembro de ninguna línea de no-muertos. Así es como Inuyasha y yo acabamos en el Comic Con de San Diego. He visto un montón de cosas raras en mi vida, pero esta extravagancia de ciencia ficción y fantasía todavía consiguió sorprenderme. Enfrentémoslo; cadáveres convertidos por la magia en asesinos imposibles de matar palidecían respecto a codearse con Lobezno, Xena, Chewbacca, el Joker, Wonder Woman y una princesa Leia con bikini de hierro y eso fue solo mientras hacíamos cola para conseguir nuestros pases.

Una vez dentro del enorme complejo de varias plantas, caminamos a través de miles de personas vestidas de sus personajes favoritos de películas, series de televisión, videojuegos o comics. Algunos trajes eran simples, tales como pintura de cuerpo y otros tan elaborados, que tenían funcionando accesorios robóticos.

- Voy a transformarme en yokai. Nadie se dará cuenta. - le dije a Inuyasha, con el enorme ruido de fondo haciéndome gritar a pesar de su oído.

- Probablemente no - creo que contestó, pero no podía estar segura.

El stand cercano comenzó a proyectar el tráiler exclusivo de una película. Si eso no era suficiente, los gritos y aplausos instantáneos apagaron todo lo demás. Podría no tener la dedicación para pasar horas aplicándome maquillaje y prótesis para parecerme a mi personaje de ficción favorito, pero la idea de dejar mis preocupaciones detrás vistiéndome de alguien más durante una tarde me atrajo definitivamente. Hacerlo con un millar de gente que pensaba parecido debía contribuir a que la energía en la habitación fuera casi palpable. Mis sentidos se sobrecargaron por la feria de vistas, olores, sonidos y contacto continuo con la gente que nos rozaba en su paso a paneles, puestos, firmas o exhibiciones.

Por el hormigueo que se empezaba a generar bajo mi piel, casi juraría que este lugar era un punto caliente sobrenatural. Desafortunadamente, no estábamos aquí para conseguir un colofón de toda la energía frenética. Teníamos que encontrar a un reportero y de acuerdo con su mensaje de texto, estaba en la sección de videojuegos. Bastante fácil, excepto que teníamos el equivalente a ocho campos de fútbol llenos de fans y exhibiciones entre nosotros. Podíamos descubrirnos como yokais volando por encima de todo el mundo, o bien empujar a través de la gente tan lenta y educadamente como pudiéramos.

Elegimos lo último, aunque aquí, volar podría haberse tomado como un truco moderadamente entretenido. Llevó más de treinta minutos alcanzar el área de videojuegos, entonces tuvimos que buscar a través de la multitud. Finalmente, cerca de la pared trasera, vi un hombre delgado de cabello rubio rojizo, la barba de su rostro añadiendo un toque más áspero a su natural aspecto juvenil. Gracias a Dios que no se había disfrazado; no había forma de rastrear gente por el olor en esta mezcla olfativa.

- ¡Timmie! - grité. Mi vecino de mis días universitarios no levantó la vista. Después de todo, yo era solo una voz elevada entre miles. Unos pocos minutos de educados empujones después, y finalmente le alcanzamos.

- ¿Por qué sangrante infierno no te reuniste con nosotros fuera? - Fueron las primeras palabras de Inuyasha. Timmie se estremeció ante su tono duro.

- Voy con el tiempo justo. Además, creí que les gustaría esto. Va a empezar un panel de True Blood pronto. – Entonces me miró y cuadró los hombros, como si recordara que nunca permitiría que Inuyasha le hiciera daño.

- ¿De verdad? – espeté sin querer emocionada.

- No estamos aquí por diversión. Vinimos a pedirte si podías ayudarnos a encontrar a alguien. - La elevación de cejas de Inuyasha me hizo añadir contra mi voluntad.

- No es que no disfrute verte, Kagome, pero podrías haberme mandado un mensaje. - Una sonrisa curvó los labios de Timmie.

- No estamos poniendo nada de esto por escrito. O confiándolo por teléfono. - dije un poco sombríamente.

- Ah, relacionado con lo sobrenatural. ¿Es seguro hablar en público? - Timmie lanzó una foto a alguien que pasaba por allí, entonces dejó colgar la cámara de la cuerda de su cuello.

- ¿En este sitio? Sí. Cualquiera que lo oiga no creerá ni una palabra - replicó Inuyasha despectivamente. Cierto, además, solo había visto humanos aquí. Lástima. Los no-muertos se estaban perdiendo un buen rato.

- Si les ayudo a encontrar a esta persona, ¿estoy autorizado a informar sobre algo de esto? - preguntó Timmie con voz esperanzada.

- No solo no, demonios no - dije firmemente.

- Apestas, Kagome. - Suspiró.

- ¿De verdad dijiste eso? - pregunté, sonriendo de colmillos para afuera.

- Lo siento. Algunas veces olvido que eres… ya sabes. – Timmie sonrió de vuelta.

- Necesitamos que encuentres a una niña de alrededor de diez años - dijo Inuyasha, entrando en negocios.

- Empieza con rumores de una niña de brillantes ojos rojos, o cuerpos de gente con cuellos rotos que fueron vistos por última vez con una niña pequeña. - La boca de Timmie se abrió.

- ¿Han perdido un pequeño yokai? – Entonces nos miró. ¿Por qué necesitan MI ayuda para encontrarla?, cruzó a través de su mente.

- No podemos pedírselo a nuestros aliados usuales porque no queremos que la gente de nuestro mundo sepa sobre ella. - Agarré su brazo mientras mi sonrisa desaparecía.

- No puedo explicar por qué, pero la matarían, Timmie. O la usarían para hacer que cosas realmente horribles ocurrieran. - Por sus pensamientos, estaba intrigado, aunque todavía dudaba. Necesitaba encontrar otro trabajo como fotógrafo freelance para pagar el alquiler de este mes. Además, apestaba tener que investigar algo que no podía contar a nadie…

- Te daremos veinticinco mil dólares para empezar. Y otros veinticinco si tu información nos lleva a la pequeña. - dijo Inuyasha, congelando los pensamientos de Timmie en un único coro de ¡SÍ!

- ¿C-cuando empiezo? - logró decir Timmie, sorprendido hasta el tartamudeo.

- Ahora, así que no necesitarás esto más. - Inuyasha rompió la cuerda alrededor del cuello de Timmie con un golpe casual, enviando la cámara al suelo estrepitosamente.

Sabíamos que Timmie era bueno. Había dado a Don, y luego a Tate, dolores de cabeza cuando continuaba exponiendo secretos sobrenaturales al público a través de su blog de investigación. También era digno de confianza, como había demostrado hace un año cuando reclutamos su ayuda para rastrear a los onis renegados. Cuando dejamos California, tenía altas esperanzas de que pudiera encontrar el rastro de Moroha finalmente. Lo que no esperaba era el mensaje de texto solo dos días más tarde.

- Busca tu paquete en el lado este en Detroit. –

- Vaya, Timmie piensa que tiene una pista, y está en algún sitio cerca de donde Koga y Tate han estado buscando - dije a Inuyasha.

- El lado este de Detroit es uno de los sitios con más crímenes en América. - Echó una mirada al texto.

- ¿Y por qué estás contento de que una niña pequeña esté sola en esa área? - Por extraño que parezca, sonaba a que lo aprobaba, y matices de admiración pasaron a través de mis emociones.

- Está más segura ahí - replicó Inuyasha, arqueando una ceja.

- Tiene miles de edificios abandonados para elegir en un área donde la gente no se mete en los asuntos de los demás, y donde el cuerpo ocasional de alguien que intente jugar con ella no elevará una protesta pública. - Un análisis frío y lógico. Inuyasha había pasado cientos de años luchando por su vida para pensar así. Moroha solo tenía una década de vida, y aun así estaba demostrando la misma mentalidad si había elegido Detroit por esas razones en lugar de terminar allí por accidente.

- Si fue deliberado, también muestra moderación por su parte - continuó Inuyasha. Algo helado rozó contra mis emociones esta vez.

- Eso es bueno. Menos oportunidades de tener que matarla si es susceptible a quedarse oculta. - Durante varios segundos, no pude hablar, mi mente rechazando la idea de que realmente había dicho eso.

- ¿Tener que matarla? ¡¿Estás loco?! - repetí finalmente. La mirada que me lanzó fue tan escalofriante que me recordó que Inuyasha había sido un asesino a sueldo durante casi dos siglos antes de conocernos.

- El peligro de la guerra no disminuye debido a su edad. Es la razón por la que estoy dispuesto a dejar a Moroha vivir si nos permite ocultarla durante el resto de su vida. De otro modo, ya sea por nuestra mano o por la de alguien más, tendrá que morir. - Mi expresión debe haber transmitido mi rotunda negativa porque me agarró de los hombros y me sacudió.

- ¡Me pone enfermo, pero sabes que llevo razón! Te convertiste en yokai por completo porque la mera posibilidad de que pudieras añadir atributos de oni a tu naturaleza medio-vampírica casi provoca una guerra. Moroha es esa adicción, y si alguna vez se convierte en conocimiento público, empezará la guerra que todos tememos. O será asesinada para impedirlo. -

- Pe-pero no tiene que permanecer oculta para siempre. Cuando sea suficientemente mayor, podría elegir convertirse a una especie o la otra… - susurré, todavía aturdida por el futuro negro que Inuyasha había presentado para la niña.

- Es demasiado tarde. Moroha ya es una combinación de yokai y oni. Perder su humanidad no negará eso; solo lo aumentará. - dijo Inuyasha en un tono mucho más suave.

No tenía palabras para refutar eso. Demasiado bien, recordaba los cientos que habían muerto cuando los onis empezaron a acabar con maestros yokais en las etapas iniciales de un levantamiento de especies. Entonces los cientos más, de ambos bandos, que murieron sofocando ese conflicto. Inuyasha llevaba razón; solo mi transformación había impedido que esos cientos se convirtieran en millones ya que el diez por ciento de la población mundial era no-muertos. Eso, y nuestra frágil tregua con la nueva reina oni, Marie Laveau, que ya había establecido que, si no acabábamos con esta nueva amenaza, ella lo haría. Tomé un suspiro entrecortado, más por la familiaridad del acto que por la esperanza de que eso me calmara.

- Tienes razón. ¡Maldito seas, Madigan! - Lo mejor que Moroha puede esperar es una vida oculta. Quizás no sea demasiado horrible. Debido a su sangre demoníaca alterada para ser una droga para yokais, Sango tiene que ocultarse también.

- Y si prueba ser imposible de ocultar, no seremos capaces de protegerla de lo siguiente que pase. - Inuyasha me dejó ir, solo su mirada mantenía la mía mientras hablaba.

- No. Supongo que no. - Dejé escapar mi aliento en un suspiro amargo.

Moroha era una vida contra la de millones. Muchos millones, añadiendo el hecho de que los humanos serían daño colateral si los yokais y los oni se veían involucrados en una guerra sin cuartel. No solo estaríamos luchando contra nuestros enemigos intentando mantenerla con vida. Lucharíamos contra nuestros aliados también. Haría todo lo que estuviera en mi poder para prevenir que una joven fuera sacrificada por el bien mayor, pero como mi larga lista de pasados arrepentimientos probaba, algunas veces, todo lo que podía hacer no era suficiente. Por favor, Dios, deja que esta vez sea suficiente. Inuno eligió ese momento para entrar en la habitación. Con sus oídos de murciélago, habría oído todo lo que habíamos dicho, pero no discutió, y eso era lo mismo que su completo acuerdo.

- Hemos recuperado algunos datos. Vengan y miren. - estableció.

Continuara…