Este segundo salió rápido.
Para que sepan (y para hacer drama): la tal Mid (a quien le diremos Mid aunque sea una gran amiga) no había visto este fic dedicado a ella. ¡El descaro! ¿Me siento o fen di do!
De todas formas, este capítulo también está dedicado a ella, porque, seamo honestos, se lo merece.
¡Disfruten!
Corashe
—¡Bakugou! —exclamó Kirishima, tocando con fuerza el timbre del departamento del rubio. Era simplemente increíble. ¿Qué había sido esa salida repentina? Y dejándolo a él con esa mirada de idiota en medio de toda la gente como si nada.
Y no obtenía respuesta, lo que lo llevaba a impacientarse más y más a cada segundo. Desde jamás Bakugou se había escondido de nada, mucho menos de nadie. Muchísimo menos de él. ¿O había sido por otra razón? Se podría haber asustado... no, eso no tenía ningún tipo de sentido. Bakugou Katuki era el hombre más temerario que podía haber conocido Kirishima.
Siguió tocando el timbre una y otra y otra y otra y otra vez. Estaba empezando a cansarse. Por si fuera poco, el alcohol le nublaba la vista y el juicio, y su ira salía a borbotones por sus poros. Hacía minutos estaban bailando, y ahora tenía frío, estaba afuera, y su mejor amigo no quería verlo por alguna razón desconocida.
Bufando, Kirishima revisó en su bolsillo hasta sacar las llaves de su casa. Tenía enganchadas con otra arandela las de su rubio amigo. Recordaba haberlo molestado sin parar para tener una copia.
En caso de emergencias y nada más, Kirishima.
Esa había sido la respuesta de Bakugou, después de días y días (y días) de insistencia por parte del falso pelirrojo. Y, bueno, nunca se había aclarado qué involucraba una emergencia. Para Kirishima, sin dudas, la situación presente lo era, así que con fuerza abrió la puerta de entrada al edificio, sin preocuparse con consultar una vez más con el timbre.
Entró a los tumbos, cerrando con fuerza. El piso se movía un poco, y algunas cosas parecían medio duplicadas. Encontró sin demasiada dificultad la puerta del ascensor, y le costó un poco más hallar el botón para llamarlo. Mientras esperaba, se paseaba de un lado hacia otro, acentuando su mareo y su enojo. ¿QUé demonios pasaba? ¿Desde cuándo tenía que correr para hablar con su mejor amigo? O, para el caso, ¿desde cuándo se iba sin despedirse y tan de repente? Con otras personas, seguro. Pero Kirishima Eijirou no era "otras personas". Oh, claro que no. Y no permitiría convertirse en ello. Mucho menos sin previa explicación.
Las puertas metálicas se abrieron. Entró, apretando el botón para llegar al piso. Despacio, paciente, la gran caja metálica fue subiendo. La espera se le hacía eterna. Y en esa espera, su enojo decayó. Por un momento, fue reemplazado por una enorme sensación de inseguridad. Quizá, solo quizá, Bakugou se había ido de esa manera para no hacer una escena. Podría estar por fin cansado del pelirrojo y, al no querer herirlo, había preferido el silencio.
Quizá ya no serían más amigos, solo compañeros de trabajo. O tampoco. Quizá Bakugou se iría a otro país, a otro continente. A otro puto planeta, por todo lo que sabía Eijirou. ¿Y entonces? Las despedidas podían ser demasiado difíciles. Quizá su amigo no había querido exponerlo a eso...
Y mientras tanto, el ascensor seguía subiendo. Y así como había llegado la inseguridad, se fue yendo, cuando Kirishima entendió que sí, existían todas esas posibilidades. ¿Y qué? ¿No se merecía él al menos una palabra? ¿Algo?
No se quedaría así. Oh, no.
Ting. Sonó el ascensor, avisando que ya había llegado. Sin pensarlo, fue hasta la puerta que conocía casi de memoria. Sin pensarlo, golpeó una, dos, tres, cuatro veces con fuerza.
—¡Bakugou! —gritó, recuperando su anterior enojo.
Esperó unos segundos, hasta que vio cómo la puerta se separaba del marco. Dio el empujón hacia adentro, entrando. Bakugou tenía una mezcla extraña de cosas en su expresión. Algo parecido al miedo y a la irritación. Fruncía el ceño y tenía los brazos cruzados.
—¿Qué quieres? —preguntó el rubio.
—¿Que qué quiero? ¿En serio? —Kirishima no quería hacerlo, pero sin darse cuenta iba levantando más y más la voz.
—No grites, idiota.
Eso fue todo. Las tres palabras que terminaron de hacerlo explotar.
—Accedes a venir con nosotros —empezó el pelirrojo, intentando calmarse—. Vienes. Pedimos cervezas. Tomamos. Bailamos. Todo esto siendo amigos hace, ¿hace cuánto Bakugou? ¿Eh? O mejor, ¿cuánto tiempo debería pasar para que no me dejes parado como un idiota en medio de una multitud?
Estaba gritando y lo sabía. Al día siguiente se sentiría mal por todo esto, y eso también lo sabía. Pero no le importaba. Con el tiempo y el arduo trabajo, se había acostumbrado a no dejarse pasar por encima. ¡Su singularidad se trataba de eso, sin ir más lejos!
—¿Y encima llego hasta acá y no me abres? Quedo ahí en la calle, como un demente, gritándole a la nada.
—Nadie te pidió que vinieras —soltó Bakugou, aunque por lo bajo. No hacía contacto visual. No parecía a punto de estallar. Pero esos detalles Kirishima no los notaba. No quería notarlos.
—¡Y nadie te pidió que te fueras, idiota! —gritó el aludido, y Katsuki hizo una mueca. Kirishima no insultaba a nadie, ni siquiera a los villanos. En eso, tenía que sentirse un privilegiado (aunque todavía no se decidía si era un buen privilegio).
Pero no le contestó. No tenía nada para contestar. O, al menos, nada que no sonara extraño y algo incómodo. Con algo de suerte, Kirishima terminaría calmándose. Era solo una cuestión de esperar un poco.
—¡Y encima! ¡Encima de todo! Me recibes con un ceño fruncido en lugar de con una disculpa. ¡Disculpa que todavía estoy esperando! O cuando menos una explicación. ¿Por qué te fuiste así sin más?
Bakugou gruñó. No iba a responder a esa pregunta.
—¿Por qué? —Lejos de parecer más calmada, la voz de Kirishima era más y más peligrosa.
Seguía sin responder, aunque por dentro sentía unas ganas enormes de gritarle de vuelta algo. Pero no, eso no lo calmaría.
Pasaron unos momentos de silencio, donde hicieron contacto visual. Ambos tenían posturas tensas, casi de ataque, aunque el rubio se notaba bastante más agazapado, como defendiendo algo.
—¿Sabes qué? —dijo Kirishima de pronto, casi en un susurro— No importa. Es todo. Me largo.
Bakugou no atinó a decir nada. Si hablaba, tenía que hablar por completo. Si decía tan siquiera media palabra, nada le asegurara que no saliera la siguiente, y la siguiente, y la siguiente. Y no podía permitirse ese lujo. Así que vio a su mejor amigo irse, vio su espalda salir por la puerta, sin siquiera cerrar. Escuchó sus pasos alejándose por el corredor, tomando las escaleras en lugar del ascensor. Y Bakugou se quedó parado, quieto, apenas respirando. En ese momento, casi que se odiaba a sí mismo (más de lo normal).
—Cobarde, ¿eh? —se dijo en voz alta, su voz repiqueteando contra las paredes—. Quién lo hubiera dicho.
Fue a cerrar la puerta y, al hacerlo, sintió que cerraba más de una cosa. Sacó su celular de su bolsillo, marcó el segundo número que más veces figuraba en su registro de llamadas.
Esperó.
—Mina —dijo, sintiendo ese estúpido nudo en su estúpida garganta. Dios, ya recordaba por qué no salía tan seguido con sus amigos-que-no-eran-amigos— ¿Podrías venir a mi departamento?
Cualquier error de tiepo o etcétera, por favor háganme saber.
Los capítulos serán cortos por dos razones: para que, dentro de lo posible, puedan leerse con la canción de fondo sin tener que dejarla horas en loop. Y, segundo, para que salgan un poco más rápido.
En fin, ¡hasta la próxima!
¡Saludos!
