«Muy bien, hora de probar mi teoría» se dijo Guido mientras las puertas se abrían, en sus manos llevaba una bocina con Bluetooth.

Pasó rápidamente pero sin hacer mucho ruido, las criaturas no salieron para verlo, las había visto convivir con Giulia a la hora en que debía lavar el laboratorio, así que él se presentó en la mañana, antes de que las encargadas de limpieza entraran, ver que ninguno de los dos se asomaba le hizo pensar a Guido que tenían una percepción del tiempo.

«Interesante».

Dejó la bocina en la orilla y fue a esconderse tras de una las columnas que sostenían el techo, sacó su celular y seleccionó la canción.

O mio babbino caro

Mi piace è bello, bello

El primero en salir fue el verde, con los ojos cerrados, los abrió sonriendo pero su sonrisa se desvaneció al ver que no había nadie, apoyó ambas manos en la superficie y volteó hacia los lados.

«La está buscando» pensó Guido.

El ser abrió la boca, pero volvió a cerrarla rápidamente y miró preocupado en todas direcciones.

«¿Estuvo a punto de hablar?» Se preguntó Guido, pero luego negó con la cabeza, era imposible, así que continuó observando.

Vo'andare in porta rossa

A comperar l'anello!

La criatura regresó su atención a la bocina, vio al aparato con sus grandes ojos bien abiertos, estaba a punto de agarrarla pero se detuvo, entonces pegó sus manos a la pared como si se estuviera secando las manos.

«¡Impresionante! ¿Es posible que haya visto a Giulia y ahora la imite?» Paso seguido tomó la bocina con sus manos y empezó a estudiarla. «¡También entiende el propósito de la acción!».

Guido sacó su libreta y empezó a anotar sus observaciones.

Sì, sì, ci voglio andare!

E se l'amassi indarno

La criatura dejó la bocina, se encogió de hombros y se despegó de la orilla, colocándose boca arriba, flotando mientras escuchaba atento a la melodía.

«Parece estar disfrutándola».

Andrei sul ponte Vecchio

Ma per buttarmi in arno!

Mi struggo e mi tormento!

O, Dio, vorrei morir!

Babbo, pietà, pietà!

Cuando la canción acabó, el ser volvió a su postura normal y regresó a estudiar el aparato, esa fue su señal, Guido salió de su escondite y caminó hasta el estanque, la criatura lo notó y rápidamente de hundió.

«No es como un animal que, después de que un humano lo alimente, espera que cualquier humano haga lo mismo, es capaz de distinguir».

Tendría que ganarse su confianza como Giulia lo había hecho, se sentó en el escalón más cercano al agua, le dio la espalda y he inclinó su cabeza para colocarla entre sus dos manos, luego rompió a llorar, o esperaba transmitir eso, durante sus años de escuela secundaria había tomado algunos cursos de actuación, y esperaba que ahora dieran frutos.

No pasó mucho para que escuchara las aguas moverse, giró muy ligeramente el ojo, y pudo comprobar que la criatura lo estaba viendo con… simpatía, eso es lo que parecía ser.

—Lo siento, es que las cosas están difíciles en casa —se sorbió un moco—, mamá está muy enferma… no creen que sobreviva la semana.

Esperaba no sonar sobre-actuado, después de todo, su mamá estaba sana y salva en Génova.

Pero al parecer la criatura entendía sus palabras, pues sus ojos estaban entre-cerrados en lo que parecía una mueca, no podía saberlo con exactitud, la mitad de su rostro seguía sumergida.

Guido volvió a llorar y se dio la vuelta, el anfibio no se ocultó, solo lo seguía viendo, entonces giró ligeramente la cabeza hacia un lado, Guido encontró eso interesante, lentamente el ser fue sacando su mano del agua, luego todo el brazo, en su dirección, Guido se puso tenso, quizás el otro sujeto había sido quien le arrancó los dedos a Ercole, pero este también poseía garras y colmillos, fácilmente podía cortarle la garganta.

Sin embargo, algo en su mirada le daba confianza, se veía solidario con su situación.

Yendo contra todo sentido común, o de supervivencia para ese caso, Guido se encontró acercando más su rostro al brazo de aquel ser.

«Esta es muy mala idea, quizás el morado me esté esperando para atacarme como cocodrilo».

Más sin embargo no hubo ninguna sorpresa, tan solo un tacto frío y escamoso, la criatura había puesto su mano sobre la mejilla de Guido, y lo miraba con mucha simpatía, como si quisiera decirle con los ojos que las cosas estarían bien.

Guido no podía creer lo que veía, la criatura era capaz de entender las emociones humanas, sin saberlo una lagrima se resbaló por sus mejillas, pero esta era verdadera, y de alegría, estaba ante una nueva y hermosa forma de vida.

Sin embargo el semblante del ser cambió, a uno de curiosidad, despegó su mano y con uno de sus dedos tomó la gota que se resbalaba, luego la acercó hasta sus ojos sin dar cabida a lo que veía.

Miró a la gota y luego a Guido, múltiples veces.

—Así es, los humanos producimos agua.

Los ojos de la criatura estaban encantados, se sumergió sin dar previo aviso, Guido giró la cabeza, ¿había hecho algo malo?

Pero en eso la criatura volvió a salir a flote, esta vez acompañada de la morada, el primer instinto de Guido fue retroceder, pero decidió que era mejor esperar, era una buena oportunidad para ver si la otra criatura era igual de inteligente que su amigo, o sí el verde era una especie de súper-dotado.

El verde señaló el rostro del humano, y el morado abrió sus ojos al ver sus lágrimas, ambos se acercaron más, Guido no se movió y volvió a inclinarse para que pudieran verlas mejor.

Inmediatamente el morado repitió la acción de su amigo de hace rato, tomó una de las lágrimas y la observó de cerca, solo que él llegó más lejos, pues luego de estudiarla la lamió.

Guido se rió y se acomodó.

—Les sorprendería saber que los seres humanos somos ochenta por ciento agua.

Eso pareció impresionarlos, pues apoyaron las manos en la orilla y lo miraron agitando la cabeza, casi suplicando que continuara, Guido sonrió y empezó a explicarles.

Esa noche Guido se sentó en su escritorio, iluminado solo con una lámpara, y acompañado de una taza de espresso, puso su libreta sobre la mesa y le dio un sorbo a su bebida antes de ponerse a escribir:

«Tras el experimento de hoy pude comprobar que estas criaturas son inteligentes, al grado que creo que son capaces de comunicarse con nosotros, responden a la música, al lenguaje… y a las emociones».

Tras escribir esas palabras Guido puso el punto final y exploró el resto de sus apuntes, eran más que nada notas anatómicas de las criaturas, así como algunas ilustraciones de sus rostros, aletas y colas. Hasta ese punto solo los había estado analizando como animales, pero tras el acercamiento de ese día…

Se daba cuenta que eran mucho más, eran… increíbles.

Demasiado preciosos como para lo que Ercole quería hacer con ellos, debía protegerlos a toda costa.