Hola, antes que nada quisiera agradecer a todos los que siguen esta historia, su apoyo me ayuda mucho para seguir con el fic, y asegurarme de que llegue a su conclusión, así mismo quería comentarles que hubo un cambio en el fic, anteriormente había un personaje llamado Hooper que servía como el anterior encargado de seguridad, bueno pues re-edité todas las partes donde salía para cambiarlo por Ciccio, ya que pensaba usarlo más adelante, pero luego me di cuenta de que era mejor ponerlo desde el inicio para que así tener el mayor número de personajes de la película en el fic, y que se respetaría su papel como subordinado de Ercole, así que desde ahora Ciccio forma parte de la historia, y a Hooper lo dejaremos para otra XD

Por cierto también quiero avisar que este capítulo tendrá descripciones gráficas de violencia y sangre, así que se recomienda discreción.

Sin más que agregar podemos empezar:

Ese día Ercole le había avisado a Giulia que no necesitaban que limpiara el laboratorio, pero ella quería ver a sus amigos así que no le importaba lo que ese tonto le dijera, como ya era rutinario se encontraba caminando por los pasillos en dirección al laboratorio E-3, y como no tenía que hacer el aseo no tenía que ir con su carrito, lo cual agradecía ya que no le gustaba cargar con esa cosa.

Cuando llegó a la puerta pasó su tarjeta por el identificador y entró, tal y como todas las otras veces, solo que esta vez nada era igual.

Al principio no sabía lo que ocurría, la imagen que vio la dejó en shock, Luca y Alberto estaban fuera del agua, encadenados de los brazos, las piernas, el cuello, la cintura y la cola; sobre una plataforma circular. Se estaban apoyando en sus brazos para no desplomarse en el suelo, y estaban respirando con dificultad.

—Santa ricotta —salió de sus labios sin que ella realmente quisiera decirlo.

Al oír su voz ambos chicos levantaron sus cabezas, y ahí fue cuando a Giulia le pegó la realidad del asunto, no solo había sufrimiento en sus ojos, también estaban sangrando de la boca.

Olvidando todo miedo Giulia fue corriendo hasta ellos, se agachó para estar a su altura, y actuando por puro instinto, tomó las cadenas y empezó a jalarlas con todas sus fuerzas, como si eso pudiera hacer algún cambio.

—G…Giu… Giulia —alcanzó a decir Luca.

—¡Tranquilos, tranquilos, tranquilos! ¡Los voy a sacar de aquí! ¡Los voy a sacar de aquí! —respondió ella frenéticamente, verlos estar exhibidos así, como si fueran una atracción de circo…

No podía permitirlo, no iba a permitirlo, tenía que sacarlos en ese instante, jaló con más fuerzas las cadenas, y entonces notó que había gotas de sangre esparcidas por todo el suelo; ahogando un grito levantó la mirada hacia el pecho de su amigo, Luca tenía pequeños orificios por todo el pecho de donde sangraba, miró a Alberto y comprobó con horror que ocurría lo mismo.

—Giulia —agonizó Alberto.

El corazón de la chica estaba acelerando su ritmo, y su mente no podía encontrar respuesta a lo que pasaba, ¿¡quién los había puesto ahí?! ¡¿Por qué estaban haciéndoles eso?!

—Giulia —volvió a repetir Luca.

—¡Los voy a sacar! ¡Los voy a sacar!

—Giulia… escóndete —terminó de decir Alberto.

La chica levantó su mirada, como si no supiera lo que estaba tratando de decirle, y entonces vio que a un lado de la plataforma habían colocadas dos sillas de color turquesa, y en una de ellas reposaba la vara eléctrica que había visto el primer día que limpió el laboratorio.

A ella le pareció la cosa más horrorosa que hubiera visto en su vida, eso fue utilizado para lastimar a sus amigos…

La detestaba, quería ir por eso y romperla en dos, asegurarse de que jamás volviera a herir a nadie. Y estuvo a punto de hacerlo, se levantó pero la mano de Luca la agarró del brazo, ella se detuvo y volvió a verlo.

—Giulia… —hizo una mueca antes de continuar—, tienes que irte de aquí… ahora.

Antes de que Giulia pudiera responder, el ruido de la puerta abriéndose se escuchó, Luca la soltó y miró preocupado a la entrada, luego de regreso a su amiga.

—Escóndete —susurró, parecía más preocupado por su seguridad que la de él mismo.

—Rápido, rápido, rápido —susurró Alberto también.

«Si mueres o te atrapan no podrás ayudarlos después» la parte razonable que aún le quedaba le hablo, y por más que odiaría admitirlo, tenía razón.

Apretando los dientes para tratar de contener su ira, fue corriendo hasta el otro extremo y se ocultó detrás de una máquina, cerró los ojos y luchó contra las ganas que tenía de romper a llorar.

Las puertas se abrieron por completo y se escucharon pasos.

—¿Me extrañaron?

Giulia sintió que el corazón se le detenía, esa voz…

Seguido se escuchó un rugido, uno animalesco y primitivo.

—¡Por supuesto que me extrañaron!

«Ercole…»

Siendo muy cuidadosa Giulia asomó la cabeza, el bastardo estaba ahí, vistiendo un traje gris, y en su mano, la que no tenía herida, llevaba un chocolate que estaba comiendo, arrojó el dulce sobre la silla y tomó la vara de nuevo, Luca tenía una expresión de miedo, su cabello se vino para abajo al igual que las aletas que tenía por orejas, y se encogió; mientras que Alberto solo entrecerró las cejas y enseñó los dientes.

Giulia apretó ambos puños, quería salir de ahí y abalanzarse sobre Ercole, pero estaba en desventaja, y sí ese desgraciado llegaba a encontrarla ahí…

Sería el fin para todos ellos.

«Los ayudas más si esperas, los ayudas más si esperas» se repetía sin parar, así quizás lo creería.

Cuando Ercole estuvo cerca de ellos Alberto soltó un rugido, su cabello se le erizo y las aletas de la cabeza se levantaron; Giulia tuvo que aceptar que hasta ella se asustó, el chico testarudo pero cordial que había llegado a conocer había desaparecido, ahora solo veía a un animal salvaje que no dudaría en asesinarte.

«Y aun así, él no es el monstruo aquí».

—Oh que aterrador eres número uno —se mofó Ercole levantando ambas manos, y moviendo las palmas hacia los lados.

El rugido de Alberto se apagó, pero no dejó de sisear ni despegó los ojos de Ercole.

—Sí, eres muy rudo, ¿no? —volvió a burlarse mientras se acercaba más—, pero tu amiguito no, ¿verdad?

Y sin previo aviso golpeó a Luca con la vara.

¡ZAP!

Luca aulló en dolor mientras la electricidad recorría su cuerpo, fue un grito tan agonizante que Giulia no soportó más y tuvo que apartar la vista mientras las lágrimas empezaban a rodar por su rostro.

La expresión agresiva de Alberto desapareció, en tan solo unos segundos Ercole había logrado destruirla, ahora estaba asustado, intentó levantarse para ir a auxiliar a Luca, pero sus cadenas se lo impidieron.

Ercole sonrió y le quitó la vara, Luca dejó de gritar y su cuerpo enteró se desplomó con un golpe seco, su pecho se inflamaba y desinflamaba en un intento por respirar, y luego escupió sangre.

Alberto soltaba alaridos desesperados mientras arrastraba sus cadenas esforzándose en romperlas, el sonido metálico que provocaban hizo sangrar los oídos de Giulia, quien apretó con más fuerza los puños.

—Oh no te preocupes número uno, también tengo para ti.

¡ZAP!

Los gritos de Alberto rebotaron por las paredes, Giulia se cubrió los oídos con las manos y cerró sus ojos con intensidad.

«¡Detente! ¡Por favor detente!» Jamás creyó que llegaría el día, pero estaba dispuesta a suplicarle a Ercole que se detuviera con tal de salvar a sus amigos.

Ercole despegó la vara y Alberto dejó de gritar, solo que él no cayó rendido, sino que se mantuvo sentado de rodillas mientras respiraba con dificultad, Ercole se agachó un poco para que pudieran verse frente a frente.

—Ahora ya no eres tan rudo, ¿o sí?

Lentamente Alberto levantó su mirada, pese al dolor que sentía, no suavizó sus facciones, miró a Ercole con odio y le enseñó su dentadura.

—Una nuez dura de roer —se rió Ercole, entonces levantó su mano, la herida, y la puso a pocos centímetros de la boca de Alberto—, apuesto a que te gustaría otra probadita, ¿no?, otro pedazo del buen Ercole Visconti, bueno, ¿Qué estás esperando?

Agitó su mano, Alberto la siguió con la mirada.

—Hazlo, te reto.

Giulia volvió a asomarse.

«Por favor no lo hagas, no caigas en su juego».

Alberto hizo una mueca, y lanzó sus dientes hacia la mano de Ercole.

¡ZAP!

Ercole pegó la vara en su estómago y el cuerpo entero de Alberto dio una sacudida, Giulia volvió a esconderse y se mordió el labio para no gritar, no paso mucho para que sintiera el líquido cálido recorrerle la boca.

Tras lo que pareció ser una eternidad, Ercole dejó de torturarlo y Alberto se fue para atrás, cayendo su espalda contra el concreto, inhalaba y exhalaba casi al mismo instante, no dándole el tiempo que necesitaba a cada acción, y para colmo de males, el también escupió sangre, y al estar boca arriba toda esta cayó en su rostro, manchándolo como si fuera una horrible mascarilla.

Ercole solo sonrió y se puso de pie.

—Estúpida bestia.

Cuando los gritos cesaron, y lo único que se escuchaba eran las débiles respiraciones de Luca y Alberto, Giulia dejó de morderse el labio, pero ya era tarde, el líquido se había resbalado hasta su barbilla, la garganta le dolía por el grito que se había guardado, y no podía seguir llorando solo porque ya no le quedaban lágrimas.

Las puertas volvieron a abrirse, pero ella no quiso asomarse, no quería contemplar esa cámara de tortura.

Guido entró acompañado de Ciccio y otros dos trabajadores, en sus manos llevaba un sobre tamaño carta, sintiéndose nervioso por lo que pasaría cuando Ercole viera los resultados, pero ni él pudo imaginarse el horror que le esperaba.

Sus ojos pasaron de una criatura a la otra, ambas parecían estar al borde de la muerte.

—Ercole… —dijo en un intento por controlarse, si lo provocaba más sentenciaría a esos dos a la tumba— ¿Qué pasó aquí?

—Oh, solo les enseñaba a estos dos quién manda —respondió sin darle mucha importancia al asunto.

Le entregó el sobre a Ciccio, y casi corriendo se acercó a ambos, se agachó para poder examinarlos, como lo temía, estaban haciendo un esfuerzo por seguir respirando.

—Necesitamos regresarlos al agua —dijo, pero Ercole estaba muy ocupado comiendo su chocolate—. ¿Ercole?

—Unos minutos más Guido, aún no he terminado con ellos.

Giulia volvió a cerrar sus puños, algún día mataría a ese desgraciado por lo que había hecho.

Guido suspiró, haciendo un esfuerzo por no estallar.

—Ercole están agonizando, si no los metemos al tanque podrían morir, aún no hemos ni rascado la superficie de lo que estás criaturas tienen para enseñarnos —pero eso siguió sin importarle a Ercole, Guido suspiró y sacó su arma secreta—. Si mueren ahora todo el proyecto se estropeará, no hemos realizado suficientes pruebas, y estoy seguro que a nuestros superiores no les gustará eso.

Eso sí pareció tener efecto, los ojos de Ercole se abrieron y se giró para ver a Guido, si bien al científico le hubiera gustado mostrar su firmeza y enfado, prefirió una mirada neutral, como si lo único que le importara fuera el proyecto.

—Solo estoy pensando en cuidar tu reputación Ercole, no quisiera que se arruinará por un desliz como este.

Ercole se llevó la mano buena a la barbilla y miró al suelo, tras pensarlo unos segundos volvió a mirar a Guido.

—Tienes razón Guido, no vale la pena arruinar tanto por estos estúpidos —señaló con la mano a Ciccio y a los otros trabajadores—, métanlos al agua.

Guido suspiró aliviado y retrocedió para que los trabajadores hicieran su labor, ellos se acercaron y empezaron a desencadenar a los pobres, su estado era tan malo que era claro que no iban ni a intentar atacar.

Giulia no pudo evitar sentirse un poco más tranquila.

«Quizás en el agua sanen mejor» rezó para que así fuera.

Tras desencadenarlos cada trabajador cargó a uno de ellos y luego los arrojaron al agua, Giulia volvió a sentir fuego en su estómago al ver como sus amigos eran tirados como si fueran basura, ya era oficial, odiaba a to… odiaba a casi todos los de ese espantoso lugar.

Guido suspiró aliviado al ver que ambos estaban de regreso en la piscina, si sus estudios eran correctos el agua les permitiría sanar con más rapidez sus heridas, y sus pulmones podrían descansar, aunque aún le preocupaba que el daño que Ercole había provocado fuera irreparable.

Mientras tanto Ercole solo terminó de comerse el chocolate y luego arrojó la basura al suelo.

—Bueno Guido, ¿creo que tenías algo que mostrarme, no? —le preguntó, pero el científico tenía sus ojos puestos en la piscina, Ercole se molestó y apretó las cejas—, ¡Guido!

El mencionado pestañeó antes de voltear a verlo.

—¿Qué…? Oh sí, Ciccio.

El rubio se acercó con el sobre, se lo dio a Ercole y este lo abrió, dentro estaban unas radiografías que les habían tomado a Luca y Alberto, pero en el sobre solo estaban como Número Uno y Número Dos. Ercole sacó ambas y empezó a revisarlas, aunque pronto arqueó las cejas.

Las radiografías estaban borrosas, aparecían las costillas pero los órganos estaban difusos, como si estuvieran desenfocados, y detrás de estos se veía como si hubiera algo más, pero estaba igual de borroso.

—¿Guido que es esto? —preguntó Ercole golpeando las hojas con una mano.

Guido escondió ambas manos en los bolsillos de su bata, bajó la mirada y luego miró a Ercole, Giulia aprovechó para volver a asomarse, por suerte Ercole le estaba dando la espalda.

—Ercole, tienes que entender que nunca habíamos visto formas de vida como estas, son capaces de intercambiar entre dos mecanismos de respiración diferentes, es normal que las radiografías no sean claras.

Eso pareció poner a Ercole pensativo, volvió a ver los papeles con una mirada más crítica, mientras que Giulia se aventuró a sacar un poco más la cabeza, estaban hablando algo con respecto a Luca y Alberto, y no quería perderse ningún detalle, grave error, Guido tenía sus ojos en Ercole, pero en cuanto la pelirroja se asomó Guido la vio, la chica se percató y rápidamente volvió a esconderse.

El científico giró la cabeza, ese día no iba a haber limpieza…

«Sí que se preocupa por ellos».

—Entiendo Guido —respondió Ercole finalmente, bajando las radiografías—, si queremos saber cómo estas cosas funcionan, tenemos que abrirlas.

Por tercera vez en ese día Giulia sintió que su corazón se le detenía, mientras las malditas palabras se repetían en su cabeza una y otra vez:

«Tenemos que abrirlas, tenemos que abrirlas, tenemos que abrirlas, tenemos que abrirlas».

«No… no… ¡No!».

Guido abrió los ojos, pero rápidamente recuperó su compostura, no podía dejarse llevar por sus emociones, por más que Ercole pareciera querer probar su paciencia.

—Ercole te lo repito, estas criaturas son únicas, podemos aprender mucho más de ellas con vida, la disección podría estropear los órganos.

—Por eso tenemos dos Guido, si lo estropeamos una vez podremos repetir.

Giulia sabía que Ercole siempre había sido un imbécil, pero jamás se imaginó que fuera un auténtico monstruo, ahora lo veía.

Mientras tanto Guido estaba igual de sorprendido, ¿Cómo era que Ercole podría ser tan indiferente ante un asunto como ese? ¿Qué no se daba cuenta del gran valor que poseían ambos seres? Matarlos sería un desperdicio, por no decir un crimen.

—Ercole, no podemos matar a estas criaturas —apretó los dientes, no sabía si era una buena idea decírselo, pero tenía que jugárselo todo para salvarles la vida—, he hecho más experimentos, y tengo razones para creer que estos seres son inteligentes, capaces del lenguaje y de entender emociones.

—También los vietnamitas Guido, y aun así los matamos.

Y ahí fue cuando perdió toda esperanza, Ercole no iba a escuchar razones, lo único que quería era la muerte de esos dos, y no iba a detenerse hasta conseguirlo.

—Oigan ya se lo que podemos hacer —interrumpió Ciccio—, llamemos al general, ambos podrán presentar su caso pero la decisión final la tendrá él, y procederemos de acuerdo a sus deseos.

Guido suspiró aliviado, quizás podría convencer al general de detener la operación, y así quizás salvarlos. Por su parte Giulia estaba en las mismas, ya sin valor de asomarse, seguía escuchando atentamente a cada palabra, tratando de controlar su respiración, pero con todas las noticias que había recibido era casi imposible, ya no se sentiría tranquila hasta que el bienestar de Luca y Alberto fuera asegurado.

—Bien, me parece la forma correcta de proceder —aceptó Guido.

Ercole solo se encogió de hombros.

—Está bien, después de todo ya termine aquí —con eso dicho tomó su vara—, y que alguien llame a Apestulia para que limpie este desastre.

Y dicho eso se dirigió hacia la salida acompañado de Guido y Ciccio, Giulia aprovechó el momento para salir corriendo, por suerte los otros dos trabajadores seguían en la piscina, colocándoles las cadenas del cuello, así que ninguno se percató de su presencia.

La chica corrió tan rápido que no ayudó a mejorar su ritmo cardiaco, logró pasar antes de que las puertas la aplastaran, cuando salió vio que el trío se había subido en un mini-coche que se alejaba, con Ciccio conduciendo, Ercole de copiloto y Guido en la parte de atrás; Giulia sabía a donde se dirigían, iban a la sala de control principal, a decidir el destino de sus dos únicos amigos.

Mientras se alejaban Ciccio miró por encima de su hombro, y sus miradas se cruzaron, ella pudo ver su misma preocupación reflejada en los ojos de Guido, todo lo que había dicho el laboratorio era verdad, él también quería salvarlos.

«No te preocupes, haré lo que sea para protegerlos» creyó que le decía con la mirada.

Rápidamente el auto dio vuelta en una esquina y se perdieron de vista, mientras que Giulia agilizó sus pasos para seguirlos, no quería perderse nada de lo que sucedería a continuación.

Llegó a la sala poco después, tratando de parecer tranquila y calmada, pero su corazón no había regresado a su ritmo normal, era como una locomotora a toda marcha. Fue hasta las escaleras, tenía un trapo en su mano con el que pretendía disimular por si alguien se le acercaba, apenas puso un pie en el primer escalón se detuvo, desde donde estaba podía ver a Guido y a Ercole hablar a través del cristal de la enorme ventana; Guido movía los brazos intensamente y parecía estar hablando con mucha pasión, mientras que Ercole tenía la espalda pegada a la pared, con los brazos cruzados y una mirada de triunfo.

A Giulia no le gustó nada, parecía que las cosas no estaban yendo bien para Guido.

Y en eso el científico simplemente se detuvo, dejó de discutir y solo vio hacia el frente, Giulia suponía que ahí debía estar una computadora, Ercole se despegó de la pared, miró al frente e hizo un gesto de agradecimiento, luego miró a Guido y le dio unas palmadas en la espalda.

El científico bajó los brazos y la mirada, en señal de derrota.

«No…»

Tras decir eso Ercole desapareció de su vista, y Guido giró ligeramente sus ojos hacia la escalera, nuevamente sus miradas se encontraron, solo que esta vez Guido articuló algo con sus labios:

«Lo siento».

Y entonces Giulia sintió un enorme vació en su interior, uno que espero jamás tener que volver a sentir en su vida.

Esa noche Massimo estaba preparando Trenette al Presto, algunos quizás dirían que estaba abusando al preparar la pasta tan seguido, pero desde que Giulia había vuelto a ser la misma se sentía tan contento que estaba dispuesto a celebrar cada noche, además de que se seguía matando en el trabajo para mantenerlo, así que una buena comida caliente cuando llegará a casa era una buena recompensa.

Terminó de agregarle los últimos detalles cuando escuchó la puerta abrirse.

—Giulietta, que bueno que estés en casa.

Pero al no tener respuesta se preocupó, incluso en sus días más grises Giulia siempre anunciaba su llegada, apagó la lumbre y se dirigió a la puerta; su hija estaba parada en el marco, aún sostenía su bolsa con una mano, pero estaba tirada en el suelo, aparte de que sus ojos estaban rojos, tenía ojeras y estaba pálida, parecía que acababa de ver a un fantasma.

—Giulietta… —dijo Massimo con un hilo de voz, no la había visto así de mal desde…

Giulia cerró la puerta, soltó su bolsa y luego un grito que salió desde lo más profundo de su ser, corrió hacia su padre y lo abrazó, hundiendo su cabeza en su pecho y rompió a llorar.

Massimo supo que algo muy malo le había pasado, pero no quería forzarla, dejaría que se desahogara y cuando estuviera lista para hablar ahí estaría para ella.

—No te guardes nada hija, sácalo todo.

La condujo hacia la sala y ambos tomaron asiento, Giulia siguió llorando y llorando hasta que Massimo perdió la noción del tiempo, tras lo que parecieron ser horas Giulia finalmente se detuvo, respiró hondo recuperando la compostura.

—¿Mejor? —le preguntó su padre.

Giulia asintió con la cabeza.

Massimo sonrió y le dio unas palmadas en la espalda, Giulia se sorbió un moco y giró la cabeza para verlo.

—Papá…

—¿Sí?

Giulia tomó aire, ahora que se había desahogado era hora de empezar su plan, no pensaba dejarle la victoria a Ercole, o por supuesto que no, Luca y Alberto eran la mejor cosa que le había pasado en mucho tiempo, y no iba dejarlos solos a su suerte.

—Necesito tu ayuda.

—Por supuesto Giulietta, lo que necesites.

No podía irse con rodeos, ni darle vueltas al asunto, tenía que ser directa con lo que iba a decir.

—Papá, debemos asaltar mi trabajo —y antes de que su padre pudiera cuestionar su sanidad agregó—: Para salvar a mis amigos.