Ercole Visconti siempre había sabido que era un ganador, desde esos veranos donde incontables veces venció a todos en la copa de Portorosso, siete para ser exactos, ¿pero quién llevaba la cuenta? ¡Oh claro! ¡Él!

Siempre supo que estaba destinado a grandes cosas, a siempre estar por encima de los demás, era por eso que no era ninguna sorpresa que decidera enlistarse en el ejército, pasó años y años subiendo de rango hasta que su gran oportunidad le llegó.

Había rumores de unas criaturas que rondaban las aguas cerca de Isla del Mare, el gobierno de Estados Unidos quería capturarlas para su investigación, pero no querían transportarlas hasta sus tierras por temor a que no sobrevivieran el viaje, así que rehabilitaron un viejo laboratorio de los años cincuenta, y lo prepararon para la llegada de los «huéspedes».

Había mucho en juego, así que llamaron a su mejor hombre, a él, para que buscara y capturara a esas cosas, y tuvo la fortuna de que no solo los encontraron, sino que los animales fueron lo suficientemente estúpidos para acercarse al bote, no fue difícil capturarlos; aunque sí que fue un problema el retorno, esas cosas se defendieron, sobre todo el morado, luego lloraron y gritaron durante todo el viaje, arañando el cristal o golpeando el vidrio con sus colas; Ercole llegó a odiar cada sonido que esos dos producían, y no podía esperar el momento para deshacerse de ellos.

Ya que para colmo de males, él no vería el resto de su dinero hasta que los experimentos terminarán, y la forma más rápida de hacerlo era matando a esos dos; él solo quería cobrar su cheque y salir de ahí lo más rápido posible, empezar de nuevo en alguna otra parte de Italia, o quizás en otro país, lo mejor fue que pudo convencer al general de su propuesta, lo que significó un adelanto de su salario final, recibiría el resto cuando los órganos de esas cosas estuvieran en tubos.

Por lo mientras, se daría un regalo.

Así que el lunes por la noche, saliendo del trabajo, se dirigió a una agencia de autos; lo primero que hizo fue atravesar unas puertas de cristal automáticas, tras las cuales se encontraban una infinidad de coches en exhibición, colocados sobre plataformas de forma redonda que giraban, las paredes y el piso eran blancos, y las luces del techo amarillas, había varios empleados vestidos en trajes negros que mostraban y presumían los vehículos.

Sin esperar a ninguno de ellos, Ercole se puso a revisar los coches, esperando encontrar uno que fuera de su agrado, cuando estaba examinando uno feo de color verde, similar al de esa horrenda cosa, un trabajador se le acercó.

—Buenas noches caballero, ¿buscaba algo en especial?

—No realmente, solo viendo —respondió Ercole sacando ligeramente el pecho, tratando de parecer más imponente.

—Y eso es perfecto señor, porque cuando lo veo, veo al hombre del mañana, y el hombre del mañana no puede tener cualquier auto, debe ser uno que engrandezca su persona.

Ercole sonrió, ese hombre si sabía de lo que estaba hablando, el vendedor extendió su brazo hacia el frente, enseñando un brillante vehículo de color rojo brillante.

—Y creo tener lo que necesita.

Ambos fueron hasta el auto, y al verlo Ercole sintió que veía a una vieja amiga, ese tono de rojo era el mismo que tenía su Vespa de la infancia.

—Maserati 3500 GT, uno de los mejores autos que ha producido el país, en perfectas condiciones —presumió el vendedor mientras le abría la puerta del conductor, —pruébelo usted mismo.

Ercole se metió y puso ambas manos frente al volante, inmediatamente se sintió poderoso, y en control, y sentirse al mando era una de las cosas que más disfrutaba.

—Sabe algo señor, cuando lo veo a usted, veo a un campeón, y este auto fue creado específicamente para los mejores, puedo verlo desde aquí.

Ercole sonrió, sí, lo que el vendedor le decía era verdad, ese auto había sido diseñado específicamente para él, e iba a llevárselo.

Ciunga ciunga ciù

Ciunga ciunga ciù

La la la la la

Ciunga ciunga ciù

Ciunga ciunga ciù

La la la la la

Andavo a cento all'ora

Per trovar la bimba mia

Ye ye ye ye

Ye ye ye ye

Andavo a cento all'ora

Per cantar la serenata

Blen blen blen blen

Blen blen blen blen

Ercole le subió al volumen a todo lo que daba mientras se dirigía al trabajo, tenía el vidrio de la ventana abajo por lo que el aire le pegaba en toda la cara, dándole una sensación de libertad y confianza.

E non vedevo l'ora

Di baciar la bocca sua

Ye ye ye ye

Ye ye ye ye

Ma si bruciò il motore

Nel bel mezzo della via

Blen blen blen blen

Blen blen blen blen

Un auto pasó al lado suyo y le tocó el claxon, Ercole volteó a verlo, era un descapotable, en él iban varias chicas en la parte trasera, y dos chicos en la delantera, el joven que iba de copiloto le enseñó el pulgar arriba, mientras que las chicas rieron y le mandaron besitos, antes de rebasarlo y seguir por el camino.

Ercole sonrió y apoyó un brazo sobre el borde del asiento, conduciendo con una sola mano, sí que era una estrella.

Amore aspettami

Corro a piedi da te

Son cento chilometri

Che io faccio per te

Andavo a cento all'ora

Per trovar la bimba mia

Ye ye ye ye

Ye ye ye ye

Andavo a cento all'ora

Per cantar la serenata

Blen blen blen blen

Blen blen blen blen

Giulia estaba caminando hacia la puerta cuando escuchó la canción, se dio la vuelta y vio pasar a Ercole a toda velocidad, había algunas empleadas en el camino, quienes tuvieron que apurar la marcha para no ser aplastadas por Ercole, quien se dirigió al estacionamiento subterráneo.

Giulia hizo una mueca y se volvió a colgar la bolsa al hombro.

«Que idiota» pensó, antes de seguir su camino hacia la entrada.

Andavo a cento all'ora

Per trovar la bimba mia

Ye ye ye ye

Ye ye ye ye

Andavo a cento all'ora

Per cantar la serenata

Blen blen blen blen

Blen blen blen blen

Ciccio estaba esperando junto a la puerta cuando oyó el motor del coche, Ercole llegó sacando humo con sus ruedas, dio una vuelta para poder estacionarse justo al frente del puerto de carga, el coche se levantó ligeramente antes de regresar al suelo con una sacudida.

«Excelente» pensó Ercole mientras bajaba.

Ciccio se había cubierto el rostro con ambos brazos, creyendo que el auto lo aplastaría, lentamente fue bajándolos, comprobando que la carroza no estaba encima de él.

Ercole bajó y Ciccio se acercó a él.

—Ese es un gran auto, Ercole —le dijo.

—Lo sé Ciccio —le respondió mientras le lanzaba sus llaves, Ciccio apenas fue capaz de atraparlas en el aire—, estaciónalo en mi lugar.

Tras eso se puso sus lentes sus lentes de sol y entró.

Ciunga ciunga ciù

Ciunga ciunga ciù

La la la la la

Eh ciunga ciunga ciù

Ciunga ciunga ciù

La la la la la

Bellucci, su secretaria, le sirvió un vaso de agua y luego regresó a la sala de espera, mientras que Ercole tenía los ojos clavados en los televisores que tenía detrás de su escritorio. Realmente era el rey de ese sitio, ahí no pasaba nada sin que él se enterara, estaba en su reino, y aun así, una parte de él se sentía muy bien por saber que pronto dejaría ese lugar.

Era cierto que extrañaría el poder y control que ese sitio le daba, pero también lo hacía sentir claustrofóbico, además de que le recordaba a esas malditas bestias del laboratorio E-3, cada que pasaba por los pasillos no podía olvidar cuando ese monstruo le arrancó los dedos, la humillación que sintió, claro que pudo desquitarse de ellos tiempo después, pero eso no hizo que la mancha de vergüenza fuera limpiada, oh no, esas cosas lo habían dejado en ridículo con todos ahí, y por más electro-choques que les diera, jamás podrían compensarlo.

Aunque claro que ayudaba torturarlos.

Pero en fin, no podía esperar para poder irse de ahí y empezar de cero, aunque… todavía le faltaba una cosa, y es que para ser un verdadero campeón, necesitaba de una novia que estuviera acorde a sus estándares, o bueno, que se acercara, ya que era imposible que una mujer estuviera a su altura, tendría que conformarse con una que al menos lo aparentara.

Y creí saber quién era la perfecta candidata.

En la cámara dieciocho se veía a Giulia trapeando el piso de un pasillo, Ercole giró ligeramente la cabeza hacia un lado, la pequeña Apestulia, él siempre se había preguntado si su olor se debía a que trabajaba en la pescadería de su padre, o que su PH era muy alto, como fuera, su aroma era uno para no envidiar con su esencia de pescado, aunque…

Ignorando el olor, Giulia no era fea, su brillante cabellera roja era única, ya que no había otra pelirroja en el pueblo, y Ercole tenía que admitir que sentía debilidad por el color, eso y que la chica también tenía buena figura, era una hábil nadadora y sus años de práctica lo mostraban, además de que le agradaba ese tono bronceado.

Y no debía ser mala en la cama.

Así que Ercole volteó a ver el vaso que estaba en su escritorio, sin pensarlo dos veces lo tiró, derramando todo el líquido en el suelo, Bellucci se dio cuenta del incidente, se levantó de su asiento y abrió la puerta que separaba sus oficinas.

—Señor Ercole —le dijo preocupada—, ¿está todo bien?

—Bellucci, ¿podría llamar a la señorita Marcovaldo para que limpie este accidente?

Giulia pasó rápidamente y se puso a limpiar el suelo con un trapo, luego lo exprimía en la cubeta que había traído y volvía a repetir todo el proceso, Ercole estaba de pie observándola, pero ella evitaba su mirada, odiaba tenerlo cerca, al monstruo que había torturado a Luca y Alberto, sin misericordia, lo único que quería era escupirle en la cara y pisarle un pie, pero no podía, no podía comprometerse antes del golpe, porque entonces podrían despedirla, imposibilitando el escape, tenía que ser fuerte y aguantar un poco más.

Por Luca y Alberto.

Sus manos giraron el trapo mientras el agua sucia caía a la cubeta, Giulia se preparó para repetir el procedimiento cuando la voz de Ercole la interrumpió.

—¿Sabes? Siempre me he preguntado porque apestas tanto, ¿será el pescado de tu papá? ¿O son tus axilas?

Giulia no respondió, pensó que quizás le encargaría algo más, pero no, solo era otro de sus insultos, pero no caería, solo se apresuraría a terminar su tarea y a salir de ahí.

—Y a pesar de eso, eres guapa —Ercole se agachó junto a ella, y Giulia se detuvo, ¿Qué estaba pasando? ¿Qué tramaba?—. No me importa el olor Giulia.

Tocó su mano y le dio un suave apretón, Giulia miró su extremidad y sus ojos se abrieron, ¿acaso…? Oh no, no podía ser.

—Mientras que lo de aquí atrás este bueno —dijo.

Y antes de que Giulia pudiera reaccionar, Ercole le puso una mano sobre el trasero y se lo apretó; Giulia gritó poniéndose de pie, llevándose el trapo y la cubeta con ella, retrocedió sin dejar de mirar a ese cerdo, hasta que tocó pared. Ercole no se veía arrepentido para nada, solo tenía su misma mirada arrogante de siempre.

—Oh vamos Giulia, no te portes así, ¿Cuándo volverás a tener oportunidad para que alguien te coja?

Giulia sentía su corazón latir como una locomotora, ¿Cómo se atrevía ese idiota a… a…? Sujetó con más fuerza al cubo, iba a bañar a ese bastado en basura, porque eso es lo que era, se preparó para echárselo encima pero se detuvo.

«Si lo haces, será un despido seguro, te echarán a la calle de inmediato, y todo el plan se irá al carajo, y Luca y Alberto serán para él» pero sus manos no querían soltar el cubo, quería arrojárselo. «No lo dejes ganar Giulia, él cree que está en control pero no sabe lo que le espera, por favor, sé que te duele, pero no lo hagas, sal de aquí, sal de aquí».

Cerró los ojos mientras algunas gotas volaban fuera de sus ojos, se guardó el paño en uno de los bolsillos, abrió la puerta y salió corriendo de ahí, de vez en cuando miraba sobre su hombro, para comprobar que Ercole no la siguiera.

El bastardo se había quedado en su oficina, viéndola alejarse, ella bajó las escaleras lo más rápido que pudo, y luego se echó a correr.

Ercole solo soltó un suspiro burlesco.

«Lástima, siempre las más guapas son las más locas».

Giulia fue hasta un baño, tras comprobar que estaba sola, dejó el balde en el suelo y se miró al espejo.

«Él me… me… t….» sin poder contenerlo más, soltó un grito que salió desde lo más profundo de su ser, se dio la vuelta y le dio una patada a la puerta de un cubículo, abriéndolo, luego le dio repetidos golpes a la pared, imaginando que era el rostro de Ercole.

«¿Cómo se atrevía ese idiota a tocarla? ¿Cómo se le ocurría que podría tratarla así? ¿Cómo si fuera una simple cosa…?»

Con otro gritó golpeó la pared, pero se detuvo al darse cuenta de que solo se estaba haciendo daño a sí misma.

«Tranquila, inhala y exhala» se dijo.

Hizo lo que su cabeza le decía, luego lentamente se fue resbalando hasta el suelo, ahí se quedó sentada mientras su corazón recuperaba su ritmo normal. No podía derrumbarse así, tenía que sobreponerse, no podía permitirle ganar, y menos ahora que estaba a punto de darle el mayor golpe a esa bestia.

«Ríe mientras puedas imbécil, porque yo reiré al último».