«Tú puedes Guido, tú puedes» se dijo a sí mismo el científico mientras caminaba por el pasillo del nivel subterráneo, el mismo donde se encontraba el estacionamiento, y donde también estaba la caja eléctrica, tenía que seguir derecho en el pasillo que llegaba al aparcamiento, de ahí giraba a la derecha y junto a la pared, ahí estaba incrustada en la pared.
Guido tragó saliva mientras sacaba un clip de su pantalón, con él forzó la abertura.
Click.
Guido sonrió, después de todo esos veranos con Ercole si habían dado sus frutos, sacó la bomba de su bata, la plantó en la caja y activó el cronometro, Giulia ya debería estar saliendo, así que le daría veinte minutos; volvió a cerrarla y miró hacia arriba.
Su familia siempre había sido muy religiosa, él no tanto, era un hombre de ciencia, pero esa noche, le rezaba a quien fuera que estuviera allá arriba por su ayuda.
…
Giulia pasó su tarjeta por el escáner, luego salió tranquila evitando mirar a las cámaras, creía que eso la haría ver demasiado sospechosa, una vez fuera siguió su camino hacia la parada, pero se detuvo cuando estuvo segura de que estaba fuera del alcance de las cámaras, miró por encima de su hombro, sus compañeros de trabajo estaban muy enfocados hablando de sus asuntos, ninguno le prestaba atención.
Giulia sonrió, por fin el no tener amigos humanos jugaría en su favor.
Se salió del camino de concreto y fue corriendo hacia una de las esquinas del edificio, al llegar pegó la espalda a la pared y miró hacia arriba, la cámara no apuntaba en su dirección, suspiró aliviada y volvió a caminar, estuvo andando hasta que vio a Guido, quien tenía la mitad del cuerpo fuera del edificio. La chica se sorprendió, la puerta estaba pintada del mismo color que la pared, logrando un camuflaje perfecto.
«Sí que es secreta».
Guido suspiró aliviado de verla, sacó de su bolsillo un juego de dos llaves y se la entregó.
—Aquí están, la plateada es la de Luca y la dorada para Alberto —le indicó.
Giulia asintió con la cabeza, Guido se hizo a un lado mostrando que el carrito estaba listo, su interior estaba lleno de sábanas blancas para cubrir a los chicos.
—¿Y la bomba?
—Ya la planté, estallará en quince, será mejor que te apresures, yo iré con Ercole.
Ella hizo una mueca al escuchar su nombre, y cerró los puños, pero luego negó con la cabeza, su mejor venganza sería salvar a sus amigos.
—Mi papá debe estar en camino.
Guido asintió con la cabeza, Giulia comenzó a empujar el carrito con dirección al laboratorio, había llegado el momento.
—Giulia.
Ella se detuvo al oír su nombre, se giró para verlo de nuevo, él tenía una mirada sincera de admiración y respeto.
—Buena suerte.
Giulia sonrió, y asintió con la cabeza.
—Gracias, voy a necesitarla.
Y dicho eso reanudó su marcha, lista para enfrentarse a su destino.
…
Ercole no había salido de su oficina desde que Giulia salió corriendo, a él le tenía sin importancia, por un lado podría tener a cualquier mujer que quisiera, y por el otro, ¿Qué haría Apestulia? ¿Acusarlo son sus superiores? ¡Ja! Como si alguien fuera a tomar en serio a una simple empleada de limpieza, la que limpiaba su mierda.
Esperaba que así, al menos Giulia recordará su lugar.
Unos llamados a la puerta lo regresaron a la realidad, se giró para encontrarse con Guido, quien estaba parado sobre el marco, con una botella de champan en una mano, y dos copas de vidrio en la otra.
—¿Puedo pasar? —Preguntó.
Ercole levantó una ceja.
—¿Qué estás tramando?
—¿Yo? Nada —Guido pasó dejando ambas copas sobre su escritorio—, solo pensé que querías celebrar, mañana es el gran día.
Ercole se cruzó de brazos, no se le había olvidado toda la resistencia que Guido había puesto contra la disección de los monstruos, ¿y ahora debía asumir que lo aceptaba? ¿Y que además lo festejaba? Algo no le olía bien.
—Hace unos días no estabas feliz con la idea, ¿y ahora lo estás?
Guido se encogió de hombros.
—Lo estuve pensando Ercole, y tienes razón, es tonto lamentarse por estas criaturas, es mejor salir de aquí lo más pronto posible —tomó asiento y miró hacia su derecha—, ya había olvidado lo aburrida que era la vida en Portorosso.
Ercole seguía mirándolo escépticamente, a lo que Guido solo rodó los ojos y llenó las copas.
—¿Me creerías entonces, si te dijera que solo quiero celebrar el triunfo de un viejo amigo?
Guido levantó su copa ofreciéndosela, Ercole la miró con duda unos instantes, luego lo miró a los ojos, Guido movió la copa hacia los lados.
—Bueno, ¿por qué no empezaste por ahí? —finalmente Ercole aceptó y tomó asiento, le quito la copa y sonrió.
Guido lo imitó y lleno su vaso, mientras veía a los televisores, principalmente a la tercera cámara de la primera fila, donde una camioneta estaba llegando al estacionamiento.
…
Massimo inspiró hondo y se preparó para lo que venía, esperaba que el maquillaje de la quemadura fuera suficiente para despistar al guardia, o si no, tendría que ensuciarse las manos.
Se detuvo tras la barra y se aclaró la garganta, el guardia salió de su cabina y se acercó hasta el vehículo.
—Buenas noches —dijo Massimo con su tono casual y amigable.
—Buenas —le respondió el oficial, sacó una linterna del cinturón de su pantalón y le iluminó el rostro, entonces Massimo supo que su maquillaje había funcionado.
El guardia abrió los ojos en cuanto la luz pegó con su rostro, luego la bajo inmediatamente así como su cabeza, avergonzado de lo que había hecho.
—Oh señor, lo lamento, no sabía que…
—Tranquilo, es mi primer día —contestó mientras buscaba su tarjeta—, solía trabajar en Milán, hasta que una fábrica explotó y me dejó esto.
Señaló su cicatriz, pero el guardia se negó a verlo.
—Está bien, aún puedo trabajar, eso es lo bueno.
Le tendió la tarjeta, el de azul muy lentamente se fue acercando hasta él, tomó la carta y la examinó, sin voltear a verlo, Massimo esperaba que eso fuera rápido, pero algo frustro sus planes. La expresión aterrada del guardia desapareció y fue sustituida por una de desconfianza, miró la tarjeta y luego de nuevo a él. Massimo se quedó calmado, pero dentro estaba empezando a ponerse nervioso, su maquillaje era bueno, ¿pero que habría de la tarjeta? Guido le había dicho que los de seguridad raramente se fijaban en detalles, que solo veían la tarjeta e inmediatamente los dejaban pasar, entonces, ¿por qué este se estaba tomando tanto tiempo?
El oficial miró de nuevo a Massimo, y parecía que ya no estaba tan convencido de su inocencia.
…
Guido apretó un puño debajo de la mesa, mientras tomaba champaña sin tan siquiera fijarse en el sabor de la bebida, Ercole seguía parloteando sobre lo grandioso que era, pero él solo tenía ojos para ver que la situación no estaba saliendo tan bien, la identificación parecía no haber convencido al guardia.
Bajó la copa y la apretó con más fuerza, si llegaban a descubrirlo… tendría que pasar a la fase dos antes de tiempo.
Miró a Ercole, el tonto seguía muy ocupado en su parloteo, no se había dado cuenta de lo que pasaba, eso le dio esperanza, quizás podría usarlo a su favor.
…
El guardia finalmente bajó la tarjeta, Massimo sonrió pensando que al final lo había convencido, pero en eso notó que estaba acercando su boca al woki toki que tenía en el pecho.
—Espere —le dijo.
El guardia volteó a verlo.
—Que torpe de mí, esa es mi vieja tarjeta, se me había olvidado que había caducado, deje le muestro la nueva.
Y antes de que pudiera responderle se puso a hurgar debajo de su asiento, esperando ganar tiempo, el guardia se despegó del comunicador y fue acercándose al coche.
—Señor, le advierto que si esto es un engaño…
—No, no, ningún engaño —respondió Massimo incorporándose—, ¿lo ve?
Y antes de que el guardia pudiera reaccionar, Machiavelli saltó detrás del pescador y se aferró con sus garras a su rostro, él guardia gritó y se fue para atrás, mientras intentaba con ambas manos despegar al gato, pero este no se dejaba y volvía a rasguñar.
—¡Abajo! —gritó Massimo.
Machiavelli lo soltó y corrió de regreso a la camioneta, el pobre guardia estaba por reaccionar cuando sintió el enorme puño de Massimo contra su rostro, y salió volando hacia atrás, quedando inconsciente.
…
Guido hizo una mueca al ver como el golpe de Massimo dejaba inconsciente al pobre de seguridad, jamás había visto al pescador enojado, pero sabía que cuando lo hiciera, vería a un verdadero coloso en acción, solo esperaba que el guardia estuviera bien.
—¿Guido que pasa?
Las palabras de Ercole lo regresaron a la realidad, miró hacia el frente y comprobó que Ercole lo estaba viendo fijamente.
—Oh, no es nada Ercole, solo recordé algo que me contaron ayer, un pobre diablo al que le dieron una paliza en un callejón.
Ercole soltó una risa burlona.
—Seguramente se lo tenía merecido —respondió reclinándose en su silla, bebió de su champaña antes de seguir—: pero como te iba diciendo, mi papá siempre me dijo que nunca sería lo suficientemente bueno, pero mírame ahora, mira donde estoy.
Guido, siendo lo más discreto posible, miro de nuevo a las pantallas, y se sintió aliviado al ver que Massimo había logrado esconder el cuerpo dentro de la cabina, y que ahora estaba entrando con la camioneta al estacionamiento.
…
Massimo estaba conduciendo hacia el puerto de carga, ahí donde había acordado reunirse con Giulia, cuando lo interrumpió un maullido de Machiavelli, volteó a ver a su gato quien lo miraba con una sonrisa, como si hubiera disfrutado lo que acaba de pasar.
—Esto no lo volveremos hacer —le dijo con una voz firme, antes de volver a retomar su atención al frente.
Machiavelli solo sonrió.
…
Giulia había llegado hasta la puerta del laboratorio, se escondió detrás de una columna, quedando fuera de la vista de la cámara, luego miró hacia el pasillo, no se veía a nadie, esa era buena señal, checó la hora en su reloj.
«Un minuto… llegó la hora».
Levantó de nuevo la mirada, lista para salir corriendo en cuanto las luces se apagaran.
…
Guido sacó su celular y checó la hora, el momento había llegado.
—¿Recuerdas a todos los tontos del pueblo? ¿Dónde están ahora, eh? Desperdiciando sus vidas como pescadores o vendedores, y te lo digo porque Portorosso está lleno de…
Sin previo aviso todo se apagó, las luces, las computadoras, todo fue sumido en una obscuridad absoluta, y lo mejor de todo fue que, las puertas eléctricas comenzaron a abrirse.
…
En cuanto todo se puso negro, Giulia no perdió ni un segundo y empujo el carrito hacia el laboratorio, estaba a ciegas pero pudo escuchar como la puerta iba abriéndose, era una fortuna que hubiera caminado por ahí cientos de veces, pues había memorizado el trayecto.
Mientras esperaba que terminara de abrirse, las luces regresaron, pero estas eran de un rojo intenso que pintaban todo a su alrededor, Giulia juraba que se encontraba en una de esas viejas películas de terror que a veces veía con mamá, así mismo comenzó a sonar una horrible alarma que hizo chillar a sus oídos.
Giulia cerró los ojos y los apretó, haciendo caso omiso del dolor.
La puerta se abrió por completo y ella corrió hasta la piscina.
—¡Luca, Alberto! —gritó.
Los chicos salieron a flote tapándose los oídos.
—¡Giulia! ¿Qué es ese horrible sonido? —preguntó Luca casi a gritos, era lo más horrible que había escuchado en toda su vida.
—¡No hay tiempo para explicar! —sacó las llaves y se acercó a Alberto, pero el negó con las manos.
—¡Primero a Luca!
Giulia asintió con la cabeza y se aproximó a Luca, lista para meter la llave en la cerradura, pero antes de que pudiera hacerlo, el volumen de la alarma incrementó, asustándola, su mano perdió fuerza y soltó las llaves, las cuales se hundieron en el agua.
—¡No! —exclamó.
Alberto entrecerró las cejas y se sumergió en su búsqueda.
—¡Alberto! —aulló Luca antes de unírsele.
Giulia se mordió un labio y miró detrás de ella, esperando que nadie se estuviera acercando.
…
Cuando las luces rojas se activaron, Ercole se puso de pie y miró alrededor.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí!? —gritó en cólera.
Guido se puso de pie, fingiendo sorpresa.
—Las luces de emergencia, debe haber algo malo con la caja.
Ercole estaba a punto de refunfuñar, cuando su cara puso una expresión más pensativa, se llevó una mano a la barbilla, y luego, como si la iluminación hubiera llegado hasta su cerebro, levantó el rostro, con una mirada que irradiaba fuego de los ojos.
Tomó su vara eléctrica y salió corriendo de su oficina.
—¿Ercole, a dónde vas?
—¡Pide refuerzos! ¡Que todos vayan al laboratorio E-3!
Y salió siendo hecho una furia; Guido sintió miedo en su estómago, esperaba que Giulia ya estuviera camino al estacionamiento, porque no quería ni pensar lo que Ercole le haría si la agarraba. Tomó la champaña y empezó a regarla sobre los televisores, ahora no habría reacción, pero cuando la luz regresara, el líquido ya habría arruinado los cables, así como la memoria, borrando cualquier pista de que Giulia hubiera rondado por los pasillos antes del incidente.
Tras ver que había eliminado la evidencia, Guido fue corriendo detrás de Ercole, quizás podría detenerlo si las cosas se complicaban.
…
Los chicos salieron a flote, con Alberto teniendo las llaves, Giulia se las arrebató y velozmente metió la plateada en la cerradura de Luca, la giró y tras el click, el collar se abrió.
—¡Quítatelo, rápido!
Luca se llevó ambas manos y lo abrió, para luego tirarlo al agua, inmediatamente se sintió feliz al ya no sentir nada alrededor de su cuello, pero no tenía mucho tiempo para celebrar, pues aún tenían que llegar hasta la camioneta.
—¡Al carrito, ahora!
Impulsándose con ambas manos, Luca salió de la piscina, gracias al Gran Pez por esas lecciones de caminar que Alberto le había dado, pues una vez fuera del agua, corrió hasta el carrito y se metió dentro, mientras que Giulia liberaba a Alberto.
—¡Ya está! —dijo en cuanto el collar cayó.
Alberto no tuvo que esperar a que se lo ordenaran, salió del agua y fue a reunirse con Luca.
Giulia se guardó las llaves, recordando que no debía dejar evidencia, y empujó, solo que esta vez no logró moverlo, lo intentó de nuevo pero no pudo, era demasiado pesado…
«¡Mierda! ¡No tomé en cuanta el peso extra de los dos!»
Aun así volvió a empujar, pero no logró moverlo, aquello era demasiado para ella.
—¡No puedo moverlo! ¡Están muy pesados!
—¡Son las colas! —Gritó Alberto—, dan peso extra.
—¡No es el momento! —le respondió la chica en otro intento por empujar.
Por suerte no estaba sola, los chicos abrieron de un puñetazo pequeños huecos a su alrededor, luego apoyaron sus manos en el suelo y se impulsaron hacia adelante, con la fuerza extra el coche pudo moverse, Giulia casi se cae pues no esperaba el impulso, pero pudo aferrarse al mango y miró a los costados, notando lo que sus amigos habían hecho.
—¡Buena idea!
Volvió a empujar y el carrito fue volando hasta la salida.
—¡Ahora giramos!
Ellos obedecieron clavando sus garras sobre el suelo, el coche dio una ligera vuelta, los chicos despegaron y volvieron a ir hacia el frente.
—¡Tranquilos, ya casi es pura línea recta!
…
Ercole iba bajando las escaleras a toda prisa hacia el segundo piso, donde el laboratorio estaba ubicado, al abrir la puerta salió a toda prisa y terminó chocando con Ciccio.
—¡Ciccio idiota!
El rubio había escuchado el grito de alarma de Ercole, así que él también acudió para ayudar, solo que había corrido con tanta desesperación que no se fijó realmente por donde iba pasando.
—Lo siento Ercole, es que las luces se apagaron y…
Pero Ercole no lo dejó terminar y lo agarró del cuello de su camisa, arrastrándolo por el pasillo.
—¡Silencio tonto! ¡Alguien intenta robarse a esas cosas!
Eso hizo que Ciccio reaccionara de inmediato, Ercole lo soltó y siguió corriendo, mientras que el robusto sacó su pistola y empezó a cargarla, luego siguió a su jefe.
…
—¡Aquí, giramos! —le gritó Giulia a los chicos cuando llegaron a la esquina.
Ellos volvieron a poner sus manos sobre el suelo y el carrito giró, fue con tanta fuerza que Giulia tuvo que soltarlo, este pegó con pared y luego se detuvo.
—Lo siento chicos.
—Estamos bien —respondió Luca sacando su dedo de las sabanas, con el pulgar levantado, aunque por su tono Giulia sospechaba que se había mareado un poco.
¡BANG!
Un hueco se abrió en la pared, Giulia había podido jurar que sintió la bala pasar detrás de su cabeza, algo del concreto que salió se le pegó al cabello.
—¡Detente! —escuchó a Ercole gritarle.
El corazón comenzó a latirle como una locomotora, literalmente estaba pisándole los talones, si llegaba a agarrarlos…
No, no lo haría.
Tomó de nuevo el carrito y empezó a empujarlo con más prisa.
—¡Rápido, rápido! —Susurró, los chicos empezaron a impulsarse con más fuerza—, ¡Ercole está a mis espaldas!
Luca hizo una mueca, no iban a poder perderlo, si estaba detrás de ellos los alcanzaría y entonces si sería el final, dejó de empujar y asomó su ojo por el agujero que había hecho. Ese túnel estaba lleno de tubos que sacaban vapor, como el que salía de las rocas calientes en la isla cuando les echabas agua, eso le dio una idea.
—¡Giulia detente!
—¡¿Estás loco?!
—¡No vamos a poder perderlo, confía en mí!
Giulia se mordió un labio, no solo Ercole estaba entrenado, sino que también armado, y ella tenía la desventaja de estar empujando un carrito con dos monstruos muy pesados, así que si Luca decía que tenía un plan, era porque era uno muy bueno, así que se detuvo.
—¡¿Qué estás haciendo?! —le gritó Alberto.
—¡Haz lo mismo que yo! —fue la única respuesta que le dio.
Luca se asomó por encima de las sabanas, levantó su brazo y luego golpeó con sus garras a los tubos con tanta fuera que estos se abrieron, una ola de vapor salió disparado de ellos; Alberto abrió los ojos.
—¡Luca, eres un genio!
Se bajó del coche de un salto.
—¡Alberto! —gritaron sus dos amigos.
—¡Sigan, yo voy detrás de ustedes! —y sin darle tiempo de responder, le dio un coletazo a los tubos que estaban a su izquierda, el pasillo empezó a llenarse de vapor, estaba tan caliente que Giulia tuvo que hacerse hacia el frente para que no la quemara.
—¡Hagamos lo que dice! —concordó Luca.
—¿Hablas en serio?
—De nada nos servirá discutir con él —lo último que quería Luca era dejar a Alberto detrás, pero sabía lo terco que era su hermano, así que discutiendo solo perderían tiempo, era mejor hacer lo que decía.
Giulia asintió con la cabeza, teniendo los mismos sentimientos que Luca, empezó a correr, y notó que ahora era más fácil sin el peso de Alberto; el morado no perdió tiempo, extendió sus brazos hacia los lados, pegando los brazos a los tubos, y fue detrás de ellos, mientras corría sus garras fueron desgarrando los caños hasta que todo el lugar fue inundado por el vapor, era imposible ver algo en esa niebla, además de que la temperatura había aumentado considerablemente.
…
Ercole bajó su pistola, había identificado que alguien estaba en el pasillo, pero la luz no le ayudaba a identificar detalles, tan solo distinguía una forma humana allí, quizás esa fue la razón por la que no atinó.
Gruñó mientras Ciccio llegaba con él, también con su arma preparada.
—¡Están en el pasillo, rápido!
Ambos fueron corriendo, cuando llegaron ambos apuntaron al frente, pero se encontraron con una sorpresa, el pasillo estaba lleno de vapor, era imposible ver más allá de la neblina.
—¡Mierda! —refunfuñó Ercole, intentó internarse dentro pero rápidamente retrocedió, estaba demasiado caliente—. ¡Al diablo!
Apunto hacia el frente, no le importaba no tener un blanco, debía atinarle a algo, su dedo estaba por apretar el gatillo cuando alguien llegó, sujetó el arma y la levantó hacia el techo.
—¡No! —gritó Guido.
Ercole lo empujó contra la pared.
—¡Guido! ¡¿Qué estás haciendo?!
—¡Si los matas la autopsia no servirá de nada! ¡Hay que recuperarlos con vida!
Ercole frunció el ceño, más Guido no suavizó su mirada, ya no eran niños y él ya no podía simplemente ordenarle que hacer.
—¡Está bien! —aceptó de mala gana, de todos modos el vapor ya se estaba reduciendo.
…
Luca y Giulia se detuvieron al salir del pasillo, miraron hacia atrás esperando ver a Alberto.
—Vamos… vamos… —dijo Luca entre dientes.
Giulia se aferró con más fuerza al tubo, esperando por lo peor, por suerte apareció una figura en medio de la niebla, una que tenía cola; ambos suspiraron aliviados cuando Alberto llegó con ellos.
—¡Eso fue una locura! —le reclamó Giulia.
—¡Pero funcionó! —respondió Alberto mientras saltaba dentro.
Inmediatamente reanudaron la marcha, ya estaban cerca.
…
Massimo había estacionado, se bajó de la camioneta y corrió hasta la parte trasera, las luces rojas y la sirena le indicaban que Giulia había completado la primera parte del plan. No pasó mucho hasta que vio a su hija corriendo hacia él.
El abrió las dos puertas traseras y luego fue con Giulia.
—¡Conduce! —le dijo mientras le lanzaba las llaves.
Giulia las atrapó en el aire y fue directamente al asiento del piloto; Massimo tomó el coche con su único brazo y lo jaló, Luca y Alberto fueron sacudidos por tanta fuerza.
—¡Wow! —exclamó Alberto sorprendido.
Massimo arrojó el carrito dentro de la camioneta, luego se metió cerrando las puertas.
—¡Todo listo!
Giulia, ya sentada y lista, asintió con la cabeza, giró la llave y el motor se encendió; Massimo tomó asiento, en eso notó movimiento bajo las sabanas, levantó una ceja y se asomó dentro; Alberto sacó su cabeza, y el pescador no pudo evitar abrir los ojos en sorpresa, así como soltar un pequeño grito, se hizo para atrás chocando con una de las puertas, Giulia se los había descrito, pero ver al verdadero… era realmente increíble, no se parecía a nada que hubiera visto en su vida, y eso que había pasado la mayoría en el mar.
Alberto soltó una risa nerviosa.
—Eh… ¿hola?
Giulia apretó el acelerador y la camioneta se hizo hacia el frente, empezaron a avanzar cuando la chica se dio cuenta de algo, el coche de Ercole estaba justo frente a ellos…
No debería hacerlo, pero…
«¡Ríete ahora imbécil!» Pensó.
Giró el volante y la camioneta fue directamente hacia el Maserati 3500 GT.
—¡Agárrense!
Embistieron al auto, mandándolo contra la pared, los viajeros fueron empujados hacia los lados y al frente.
—¡Giulietta!
—¡Lo siento papá!
Giulia metió reversa, al hacerlo, la puerta del copiloto del coche se cayó, el parabrisas estaba roto, así como las luces delanteras y los espejos de los lados, y ella no pudo evitar sentirse muy feliz por ello.
Ahora sí se dirigió hacia la salida, y justo a tiempo, porque en ese momento llegó Ercole, ahora armado con una legión de soldados, los habían alcanzado mientras esperaban que el vapor se redujera.
—¡Disparen! —gritó.
Nadie desobedeció, y rápidamente el espacio fue llenado de balas, las cuales impactaron en la parte trasera de la camioneta, destruyendo algunas ventanas. Massimo se echó al suelo, Machiavelli se escondió debajo del asiento, mientras que los chicos se acostaron en el suelo mientras se abrazaban, odiaban ese horrible sonido.
Giulia no dejó que eso la distrajera, pasó a segunda y volvió a pisar el acelerador, empezaron a ganar más velocidad, pero así mismo los disparos incrementaron, sin embargo, lograron perderlos mientras subían más y más en el túnel, aun así, Giulia no redujo la velocidad ni cuando dejaron las instalaciones atrás.
…
Al momento en que la camioneta se perdió de vista, el generador entró en acción y las luces volvieron a encenderse, la alarma se calló y todo pareció volver a la normalidad.
Ercole bajó su pistola, no pudiendo creer lo que había pasado, ellos habían… no…
En eso notó otra cosa, un olor a quemado, miró hacia su derecha y se percató de su coche, o más bien, lo que alguna vez había sido, se acercó lentamente examinando los daños; su bello rojo se había perdido, el golpe sacó la pintura, y estaba saliendo humo del motor, dudaba que funcionara, los vidrios estaban destruidos, y parecía algo sacado del basurero.
Todos los presentes se miraron entre ellos, conociendo el mal genio que tenía Ercole, él único que estaba ligeramente aliviado era Guido, parecía que todo había salido según el plan.
—Em… Ercole —le dijo Ciccio, acercándose lentamente.
Pero en eso Ercole se puso de pie y salió corriendo, rumbo al laboratorio E-3, ignorando cualquier otro pensamiento que tuviera en su cabeza.
«Quizás, solo quizás… no hayan venido por esas cosas, quizás estuvieron aquí por otra razón», le decían sus últimos rastros de cordura.
Cuando llegó al laboratorio, la puerta ya se había cerrado, así que pasó su tarjeta, en cuanto se abrieron pasó echó un demonio y examinó la piscina, las cadenas estaban caídas, miró el agua, no había movimiento ni burbujas, todo estaba extremadamente calmado.
Entonces fue ahí cuando lo supo, y perdió toda calma.
Con todas las fuerzas que tenía en sus pulmones, Ercole soltó el grito más fuerte que pudo, y golpeó la orilla con su vara.
—¡NO!
…
—Giulietta, estamos a salvo, detente.
—¿Aquí? ¿Papá, estás seguro?
—Sí, hazme caso hija, por favor.
Giulia no estaba muy confiada, pero hizo lo que le decían, piso el freno y luego puso el de mano.
—¿Qué pasa? —preguntó mirando hacia atrás.
—Vamos a cambiar de vehículo.
—¿Qué?
Pero Massimo solo asintió con la cabeza, se bajó por la parte de atrás y desapareció de su vista, Machiavelli fue detrás de él; Giulia rodó los ojos, debió saber que Guido y su padre tendrían un plan de reserva, como fuera lo peor ya había pasado, lo habían conseguido.
Descendió y fue hasta la parte trasera, había empezado a nevar, era una hermosa noche de luna llena acompañada de copos de nieve.
—Santa mozzarella, lo hicimos —les dijo mientras volvía a subirse, pero no obtuvo respuesta, de hecho, desde que escaparon ambos habían estado muy callados—, hey ya pueden salir, estamos fueras del laboratorio, Ercole jamás volverá a lastimarlos.
Nada.
Giulia entrecerró las cejas, ¿Qué estaba pasando?
—Oigan, ya sé que mi papá se asustó un poco, pero es una persona muy buena, denle tiempo, ya se acostumbrara a ustedes.
Entonces las sabanas empezaron a moverse, Giulia sonrió.
—Vamos, salgan, les prometo que todo estará bien —puso una mano en el borde del carrito. .
En eso una mano salió y se puso sobre la suya, solo que no era ni verde ni morada, ni tenía cuatro dedos, sino que era de tez blanca con cinco dedos, humanos. Giulia gritó al notar que la otra mano era humana, se hizo para atrás, cayendo del auto, por suerte la nieve suavizó su caída. Massimo escuchó el golpe y se volteó para verla.
—¡Giulietta! ¿Qué pasa? —Machiavelli se había subido a su hombro, y él también se veía preocupado.
La chica retrocedió con los codos, mientras respiraba agitadamente, ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo había un humano ahí dentro? ¿Qué había hecho con sus amigos? Si ella mismo vio cuando ambos entraron, como podía ser que…
Las sabanas volvieron a moverse, y alguien salió de ellas; era un chico de piel blanca, pelo rizado de color marrón oscuro, ojos marrones, y pecoso.
El chico volteó a verla, y Giulia sintió que el corazón le daba un vuelco. ¿Quién era él?
Antes de poder preguntarle, otro chico apareció, este era moreno, de pelo rizado marrón, también pecoso y de ojos verdes… tal y como los de…
Giulia abrió los ojos mientras la idea más loca se le venía a la cabeza, ¿podría ser que…?
Los chicos se miraron entre ellos, antes de verla de nuevo.
—¿Giulia? —preguntó el caucásico, y era la misma voz de…
—¿Luca, Alberto?
