Giulia pasaba su mirada de un muchacho a otro, ambos se veían como sus amigos, al menos en la forma de sus cabezas, y en sus voces, ¿pero cómo podía ser? Ella no metió a dos humanos en ese carrito, no, eran dos criaturas marinas, ¿Cómo habían podido transformarse?
—Giulia, somos nosotros —dijo el que se parecía a Luca, se bajó del carrito y luego saltó fuera de la camioneta, gracias a Dios que no estaba desnudo, sino que vestía un short que parecía estar hecho de algas.
Le pareció curioso que nunca se fijó de eso en el laboratorio.
En cuanto el chico puso los pies sobre la nieve, un escalofrió recorrió su cuerpo, miró al suelo sin saber sobre que estaba parado, Giulia también vio al piso, y sus ojos se abrieron al ver lo que pasaba; las piernas seguían siendo humanas, pero sus pies solo tenían tres dedos, y estaban repletos de escamas del mismo color que las de Luca.
El muchacho examinó sus pies antes de volver a ponerlos sobre la tierra, luego miro a su amiga, los copos que caían sobre él se derretían cambiando la piel por escamas, de pronto, el cuerpo del chico tenía pequeños puntos escamosos de color verde. Luca extendió sus dos brazos, dejando que más copos le cayeran encima, su mirada curiosa pasó por ellos.
—¿Esto es… agua?
Alberto se bajó también, al tocar la nieve sus pies se transformaron, y también aparecieron puntos morados alrededor de su cuerpo, él se veía igual de sorprendido que Luca, y estaba usando el mismo short.
Giulia miraba con curiosidad a ambos muchachos, al menos comprobó que sí eran sus amigos, además el que preguntaran si la nieve era agua le hizo sospechar algo.
—¿Chicos, acaso el agua…?
Pero no pudo terminar porque su papá se le acercó, el parecía igual de sorprendido, pero mantenía mejor sus emociones bajo control.
—Ya podrán explicar todo después, ahora tenemos que salir de aquí.
Los chicos lo miraron, y Luca ahogó un grito al ver el maquillaje, mientras que Alberto solo abrió los ojos, sintiéndose intrigado por esa herida.
—No se asusten, no es real —aclaró Massimo, luego camino de nuevo hasta unos arbustos cercanos y los apartó, revelando un Chevy blanco detrás de ellos—, vámonos, no tardarán en seguirnos.
Luca y Alberto intercambiaron miradas, luego asintieron con la cabeza, ambos fueron hacia el coche, Giulia estaba por seguirlos cuando su padre la detuvo con su brazo.
—Giulietta espera, necesito tu ayuda.
Ella no discutió, su papá fue a la camioneta y sacó una botella de vidrio, que en su interior tenía un líquido de color transparente.
—Sostenme—le indicó, ella obedeció.
Massimo procedió a arrancarse un trozo de su camisa, lo enrolló y metió la mitad dentro de la botella, luego sacó un encendedor y prendió la prenda; Giulia miró con confusión la bomba que tenía en sus manos, luego su padre abrió el depósito y metió la botella dentro.
Giulia abrió los ojos.
—Papá…
—No podemos arriesgarnos a dejar pistas Giulietta.
Dicho eso se dio la vuelta y empezó a correr hacia el Chevy, Giulia lo siguió.
—Pero es la camioneta de Bernardi.
—Tranquila, yo le explicaré, lo importante ahora es salir de aquí, además, algo me dice que tienes muchas cosas que preguntarles a tus amigos.
Dicho eso ya no pudo discutir más, tenía razón, quería saber cómo funcionaban los cambios que sufrían sus amigos, las dudas la estaban comiendo viva.
Así que padre e hija se subieron al coche, decidieron que sería mejor que ella manejara para que fuera más rápido, Giulia tomó el volante no sin antes ver a Luca y Alberto, los puntos habían desaparecido, y ahora ambos se veían como humanos comunes y corrientes, tenían la vista hacia afuera, felices por ser libres de nuevo, eso la alegró.
Encendió el motor y rápidamente emprendieron el viaje, los chicos no despegaban los ojos de la camioneta.
—¿Qué es lo que hicieron? —preguntó Luca.
—Oh bueno, veras…
¡KABOOM!
Antes de que Giulia pudiera contestar, la camioneta explotó saliendo por los aires, los chicos no gritaron pero ambos se quedaron estáticos ante la explosión, incluso Giulia se asustó un poco, pero no dejó el volante. Ambos chicos miraron como la camioneta regresaba al suelo, ardiendo en un mar de llamas, luego miraron de nuevo a Giulia. Ella soltó una risita nerviosa y se encogió de hombros.
—Es mejor no dejar pistas.
…
Por el resto del viaje, Luca y Alberto se la pasaron mirando por la ventana el paisaje por donde pasaban, con sus caras pegadas al cristal, maravillados por los árboles y la nieve que caía, Giulia se sentía feliz por ellos, dudaba que la hubieran visto antes .
—¿Qué es eso? —preguntó Luca.
—Nieve —respondió Giulia—, ¿saben lo que es el vapor, no?
Asintieron con la cabeza.
—Sí, es la cosa que nos salvó allá atrás —dijo Alberto.
—Exacto, pues verán, a veces el vapor llega hasta la atmósfera, se descompone y cae de regreso al suelo.
—Entonces es agua —dijo Luca.
—Sí —y eso reactivó la curiosidad de Giulia—, el agua… los cambia, ¿verdad?
Ambos asintieron con la cabeza.
—Pero en el laboratorio, hubo momentos en que ambos estuvieron secos, les di toallas, ¿Por qué no cambiaron entonces?
Los chicos intercambiaron miradas, sonriéndose el uno a otro, luego apuntaron hacia el cielo nocturno.
—¿La luna?
Volvieron a asentir con la cabeza.
—Siempre que el gran pez brille en el cielo, podremos caminar entre ustedes.
Eso respondía alguna de sus preguntas, pero no todas, Giulia quería saber más, pero en eso vio que estaban entrando en el pueblo, por lo que los chicos volvieron a maravillarse por las luces y los grandes edificios.
—Wow —exclamó Luca asombrado.
Giulia sonrió, dejaría que disfrutaran el momento, ya cuando llegaran a casa podría preguntarles todo lo que quisiera.
…
El resto del viaje progresó con normalidad, con ambos cambia-formas asombrados por cada nueva calle que pasaban, parecía que encontraban cada detalle como el descubrimiento del siglo, y Giulia no los juzgaba, era un mundo completamente nuevo para ellos, desearía que tuvieran más tiempo para explorarlo; cuando llegaron a la casa; Massimo se bajó para abrir el portón, luego desapareció por la puerta mientras ella metía el auto.
—Pasen —dijo ella.
Luca descendió primero, sacando un pie a la vez, la chica le indicó el camino hacia la cocina, entró mientras Alberto lo seguía.
—Caminan muy bien para… bueno, ya saben.
—En casa había una isla donde solíamos jugar —contestó Alberto—, no somos tan nuevos en esto de la Superficie.
—Debiste ver la primera vez que subí, era un pez fuera del agua —se rió Luca.
Mientras pasaban veían las paredes, los recuadros, y los muebles que adornaban todo el lugar.
—Que cueva más extraña —dijo Luca.
—¿Es similar a la suya? —preguntó Giulia.
—Bueno, nosotros vivimos en cuevas submarinas, y casi hacemos todo sobre rocas, las medusas sirven como iluminación.
—Eso suena genial, sería bueno verlo algún día —continuó con un tono de deseo, aunque sabía que posiblemente eso jamás sucedería.
Pasaron a la cocina donde tomaron asiento, en ese momento llegó Massimo ya sin su maquillaje, se venía limpiando el rostro con una toallita húmeda, ya sin la quemadura Luca se veía más tranquilo, mientras que Alberto seguía asombrado por el tamaño del hombre, jamás había visto a un monstruo de tierra de esas dimensiones.
—Lamentó si antes no nos presentamos correctamente, pero necesitábamos ponernos a salvo —tiró la toalla al bote y luego extendió su brazo—, Massimo Marcovaldo, padre de Giulietta y pescador.
Luca tomó la mano de Massimo, era diminuta en comparación, pero el apretón del mayor fue suave.
—Luca Paguro.
Se soltaron y Massimo prosiguió a tomar la mano de Alberto.
—Alberto Scorfano —él la agitó hacia los lados y luego de atrás para adelante, aunque apenas y pudo mover el brazo del pescador—; Piacere, Girolamo Trombetta.
Massimo levantó ambas cejas y miró a Luca, el negó con la cabeza, luego vio a su hija, quien solo se encogió de hombros.
—Em… es un placer, Luca y Alberto.
Ambos chicos sonrieron, Massimo volvió a salir y regresó con dos cobijas, una azul y otra amarilla.
—Pensé que tendrían frío.
A Luca le dieron la azul mientras que Alberto se enrolló alrededor de la amarilla.
—Muchas gracias señor Massimo.
—No hay de que Luca, por cierto, con Massimo es suficiente.
Luca asintió con la cabeza, aunque al principio le pareció aterrador, todo indicaba que en realidad era una persona muy amable y pacífica, aunque seguía sorprendido por la fuerza que poseía, jamás olvidaría como fue capaz de arrojarlos dentro de la camioneta con mínimo esfuerzo.
—¿Cómo supo hacer explotar la camioneta? —Preguntó Alberto— ¿lo había hecho antes?
Massimo se rió antes de tomar asiento.
—No, es como le contaba a Giulietta, cuando uno ha pasado la mayoría de su vida en el mar, conoce a muchos viajeros, y cada uno tiene una historia fascinante que contar, y uno que otro consejo.
Giulia sonrió, los chicos estarían distraídos con la historia de su padre, así que se puso de pie diciendo que prepararía chocolate caliente, pensó en hacer espresso, pero después de las emociones, decidió que algo dulce les caería mejor.
Al terminar de prepararlo lo sirvió en tazas y le dio una a cada uno, sus hombres le agradecieron y empezaron a tomar con cuidado, ya les había advertido que estaba caliente; así que los cuatro terminaron tomando de la bebida, mientras que Luca y Alberto no dejaban de prestarle atención a las historias de Massimo.
Giulia sonrió, ahora que estaban libres de las garras de Ercole, no podía expresar lo feliz que la hacía verlos fuera de ese laboratorio, sin cadenas, y sin torturas, de aquí en adelante las cosas solo podían mejorar.
Y a pesar de ello, no podía evitar sentirse extraña, y creía que se debía a la apariencia de sus amigos, simplemente… se le hacía raro verlos como humanos después de haber pasado semanas viéndolos como monstruos marinos, y no es que su apariencia humana fuera fea, de hecho ambos se veían bastante bien, era solo extraño el cambio tan repentino que habían tenido, y eso que solo el físico parecía cambiar, el tono de voz, las expresiones, la personalidad, todo era lo mismo.
Luca se percató de la mirada de Giulia y volteó a verla, ella no le quitaba los ojos de encima, lo que hizo que el chico se sonrojara y apartara la vista.
—Oh lo siento, no quise hacerte sentir incomodo —se disculpó bajando la mirada—, es que… creo que me acostumbre demasiado a las escamas y aletas.
—Podemos transformarnos si quieres.
—No, así está mejor, será más fácil esconderlos de Ercole.
En eso la sonrisa de Alberto desapareció, y Luca hizo una mueca.
—¿Qué pasa?
—Verás… este truco de la transformación… no es permanente, solo podemos hacerlo los días y noches que el Gran Pez este en el cielo, aunque técnicamente se oculta durante el día...
Entonces Giulia supo de qué hablaba.
—Mientras haya luna llena ustedes pueden cambiar, incluso en el día.
Ambos asintieron con la cabeza.
—¿Acaso ustedes y los hombres lobo están relacionados?
—Oh, no metas a esos rabiosos en esto —dijo Alberto algo molesto.
—Según las leyendas nuestros ancestros estuvieron en guerra con ellos —explicó Luca.
A estas alturas no debería sorprenderla que los licántropos existieran, aunque todo ese asunto de una guerra si sonaba interesante, pero antes necesitaba otra explicación.
—¿Y por qué solo pueden transformarse en estos días?
Ambos intercambiaron miradas, Luca se llevó una mano detrás de la cabeza y comenzó a rascarse.
—Bueno, nadie sabe con certeza porque podemos hacerlo…
—Si lo sabemos.
—Es una leyenda, nadie puede comprobar que realmente haya pasado.
—Yo diría que el hecho de que podamos hacer esto —Alberto tomó la jarra de agua de la mesa, dejó caer un poco del líquido sobre su mano, está se transformó y él la levantó para que todos pudieran verla—, es prueba suficiente.
Giulia admitía que ver la garra le daba un sentimiento de familiaridad.
Luca suspiró.
—Muy bien, hay una leyenda que explica porque podemos cambiar…
«Hace mucho tiempo, vivía una habitante del mar, que soñaba con explorar el mundo de los humanos, pero ella sabía que era demasiado peligroso, pues los humanos lanzarían sus arpones al primer vistazo, así que desistía, pero eso no evitaba que todos los días, recostada sobre una roca, observará la tierra de aquellos seres, tan extraños pero fascinantes.
Una noche, cuando el Gran Pez estaba brillando en el cielo nocturno, ella estaba asomándose como de costumbre, vio que del castillo salían bolas de fuego que volaban hasta el cielo, y luego explotaban en un mar de colores, ella quedó maravillada por el espectáculo, y supo que tenía que saber que eran esas luces.
Así que suplicante miró al Gran Pez, y juntando ambas manos le rezó porque esa noche le diera el poder de ir con los humanos, su deseo era tan grande que el Gran Pez respondió.
Le dijo que las tres noches y días que estuviera en el cielo, ella podría convertirse en una humana, y así podría asistir al castillo, con la única advertencia de que no se mojara, porque si no regresaría a su forma acuática.
Ella le prometió ser cuidadosa, y aceptó el trato, el Gran Pez descendió, y al pasar por encima de ella dejó caer unas gotas que salían de su propio ser, la chica fue bañada con ellas, y cuando terminó vio que se había convertido en humana.
Entusiasmada admiró su nuevo cuerpo, era precioso, sin perder tiempo se zambulló en el agua, comprobando que eso la transformaba de vuelta, nadó hasta la orilla y se secó.
Al aventurarse en el castillo se dio cuenta de que era un baile, millones de fieles se habían reunido para celebrar el cumpleaños del príncipe de esas tierras, ella caminó fascinada por los pasillos, sintiéndose asombrada por cada invención y costumbre de los humanos.
Pero lo que no esperaba era que, el príncipe humano, se fijará en ella, pues quedó bastante sorprendido cuando la vio con su vestido de algas, se acercó a ella pidiéndole un baile, ella muy nerviosa le dijo que no sabía bailar, el príncipe le contestó que él le enseñaría.
Y así empezaron su baile, al principio a ella le costaba seguirle el paso, pero él la tranquilizó, diciéndole que mirara sus pies y lo siguiera, poco a poco ella pudo seguirle los pasos, el príncipe sonrió, era una aprendiz rápida.
Tras el baile, en el que recibieron una ovación, el príncipe le mostró el resto de su castillo, la arquitectura del palacio voló la cabeza de la joven, era increíble lo grande que era, y cuantos cuartos podía tener.
La joven aprovechó cada día al máximo, pasando cada segundo de ellos con el príncipe, quien le mostró las maravillas que el mundo humano tenía para ofrecerle; cuando le preguntó de dónde venía, ella solo respondió que de un reino lejano, lo que intrigo más al noble.
Los días pasaron mientras el amor entre ellos florecía, por desgracia llegó el momento que tanto temía, el Gran Pez volvería a guardarse hasta un nuevo mes, y era hora de separase.
Por temor a que rechazara su verdadera forma, la joven huyó al mar sin avisar, pero antes de que pudiera zambullirse, el príncipe la alcanzó, implorándole de rodillas que no se fuera, a lo que ella no tuvo más opción que revelar su verdadero ser; se sumergió en el agua para emerger como una criatura marina, esperando que su amor la desconociera, y cazara. Para su sorpresa, el príncipe no estaba aterrado, todo lo que veía era a la mujer que amaba.
La tomó de las manos y le dio un beso de amor verdadero, la joven jamás había sido tan feliz en su vida.
Por desgracia, a pesar de que su amor era real, eran de mundos diferentes y no podrían estar juntos, ya que el reino jamás lo entendería, el Gran Pez, al ver que el amor que se tenían era sincero, decidió que daría un regalo, no solo a ella, sino a todos sus niños.
Durante las tres noches que él brillará por completo en el cielo, los seres del mar podrían convertirse en humanos para explorar la Superficie; con su aliento bañó los océanos, concediéndoles aquel don a todos sus hijos.
El príncipe y la doncella se contentaron, y se juraron amor eterno, ella regresó al mar, y cada mes que el pez se alzaba, ella volvía a la costa, donde su amado la esperaba para estar los tres días a su lado, y así vivieron hasta que llegó su momento de partir.
Se alzaron juntos hacia el cielo, donde hasta el día de hoy nadan al lado del Gran Pez.
Y desde entonces nosotros podemos transformarnos, para que jamás olvidemos el gran amor que se tenían».
Luca terminó de contar la historia y sonrió, era una leyenda bien conocida por todos en casa, era muy común que los padres se la contarán a sus hijos antes de dormir, y como había dicho, era la única explicación que tenían del cambio.
Giulia se había llevado una mano al pecho, sintiéndose conmovida por el relato.
—¿Y fue real? ¿Realmente existieron? —preguntó.
—Nadie puede afirmarlo —respondió Luca.
—Repito, el que podamos transformarnos debería ser prueba suficiente —refutó Alberto terminado su chocolate.
—La leyenda es muy antigua —siguió Luca—, nadie sabe con exactitud qué tanto, no hay registros en piedras ni pinturas en cuevas, se ha transmitido de generación en generación de forma oral, así que puede que también se haya distorsionado.
—Mi padre solía contarme la misma historia, cada detalle es igual —continuó Alberto.
—Bueno, esa podría ser la versión que nuestros padres escucharon, la de nuestros abuelos podría ser diferente.
—Abuela la cuenta igual.
—Mi punto es que es muy antigua, nadie sabe de dónde viene, pero es la única explicación que tenemos.
Giulia se llevó una mano a la barbilla.
—Bueno, si los licántropos existen la luna también debe afectarlos, quizás ellos tengan una respuesta.
Pero Alberto soltó un bufido.
—No metas a esos pulgosos en esto.
Giulia rodó los ojos, ya otra noche preguntaría por esa guerra.
—Bueno chicos, creo que es hora de que nos vayamos a la cama —dijo Massimo poniéndose de pie—, fue un día lleno de emociones, y será mejor que descansemos un poco, mañana tienes que ir a trabajar Giulia.
—Es cierto.
Luca se asustó, sus cejas se entrecerraron y su sonrisa cayó.
—¿Tienes que volver?
Alberto apartó la mirada, no queriendo que los demás notaran que tenía miedo, no quería regresar a ese laboratorio nunca jamás.
—Sí, es mi trabajo después de todo, y si falto me veré más sospechosa, pero el que puedan transformarse en humanos hace más fáciles las cosas, pueden pasar el día con mi papá.
Massimo sonrió, lo que devolvió los buenos humos a la mesa.
—Y relájense, Ercole no puede conmigo.
Ahora que los chicos estaban a salvo, ella le juró al Gran Pez que si ese cerdo volvía a tocarla, le arrancaría los ojos.
…
—Habíamos pensado que uno de ustedes durmiera en la tina, y otro en una piscina, pero ya que son humanos, creo que la cama estará bien —dijo Giulia mientras abría la puerta del cuarto de invitados, una preocupación menos, el miedo a que no sobrevivieran fuera del agua.
Era una habitación normal, con una cama al centro, dos buros a los costados, uno tenía una lámpara y la otra un libro, también había un armario y un mueble al otro lado con varios cajones. La chica prendió la luz y se hizo a un lado para que ambos pasaran.
—Aunque solo tenemos una cama.
—Ese no es problema —respondió Alberto con un movimiento de mano—, en casa compartimos recámara.
—Y también hemos acampado en la isla —continuó Luca, en eso soltó una risa—, incluso en el laboratorio compartimos cuarto.
Alberto se rió, mientras que Giulia no sabía si debía encontrar eso chistoso o no, abrió el armario y sacó una almohada extra, Luca la miró asombrada.
—Oh, esto es una almohada, los humanos la usamos para dormir —la colocó contra la cabecera de la cama y la apachurró un poco—, es suave.
Luca se acercó y puso una mano sobre el cojín, puso un poco de fuerza y su mano se hundió, sonrió.
—Es como una medusa, pero menos viscosa.
Giulia sonrió.
—Hay más cobijas en el armario, por si les da frío.
—Nuestra especie es muy adaptable —dijo Alberto con orgullo mientras miraba sus uñas—, estaremos bien.
Giulia rodó los ojos, pero sin dejar de sonreír.
—Buena noche chicos.
Estaba por salir cuando Luca la tomó de la mano, ella se detuvo y miró a su amigo, quien la veía a los ojos, con mucha gratitud en ellos.
—Gracias por lo que hiciste por nosotros, nos salvaste la vida.
Alberto apareció a su lado y tomó la mano libre.
—En serio, muchas gracias, jamás podremos pagártelo.
—Ustedes no tienen que pagarme nada.
Y sin previo aviso se lanzó sobre los dos, rodeándolos en un abrazo para después apachurrarlos contra sus mejillas, nuevamente se sentía extraña por no sentir las escamas, pero no le dio importancia, humanos o monstruos marinos, ellos eran sus amigos.
Los chicos devolvieron el abrazo y la apretaron ligeramente contra sus cuerpos, luego se separaron pero siguieron sosteniéndose de las manos.
—Descansen —fue lo último que les dijo antes de soltarlos para ir a su habitación, sentía que si se quedaba allí más tiempo, no podría irse nunca.
Ahora que lo pensaba, si podían pasar por humanos por tres días y tres noches… quizás podrían pasarlos en el pueblo, ahora que estaban a salvo podía ver que el siguiente movimiento lógico era liberarlos para que regresaran a casa, pero si podían pasar por humanos… Quizás podrían estar con ella un poco más, solo un poco.
Negó con la cabeza, esa debía ser una decisión de ellos, y ya era muy noche como para pensar en eso, lo mejor sería descansar y discutirlo con ellos por la mañana.
