«Sí, muy bien, sigue así» se dijo Giulia mientras bajaba del autobús, «como si no supieras nada».
Y siguió caminando hasta la entrada, al menos todo se veía normal, sus demás compañeros no parecían percatarse, para ellos, era solo otro día de trabajo.
«Igual para ti, no sabes nada» continuó, sabía que no debía estar nerviosa, no habían dejado ninguna pista que los incriminara, además, tenía la protección de Guido, se había asegurado de borrar todo rastro.
Así que confiaba en que todo estaría bien, cruzó las puertas; y ahí se dio cuenta del lío que había provocado.
El vestíbulo estaba lleno de guardias que revisaban las tarjetas de todos los empleados, había uno en cada esquina, eran prácticamente imposibles de esquivar.
—Todo el personal, presente su identificación y tarjeta de acceso —avisó una voz desde las bocinas del techo.
—¡Dios mío! ¿Qué diablos…? —Exclamó una de sus compañeras.
Ahora había un guardia frente al identificador, Giulia sacó su tarjeta y se la entregó, él la revisó, luego la miró a la cara, la chica comprendió lo que quería y sacó su credencial, después de revisarla el guardia pasó la tarjeta por el escáner, tras el bip asintió con la cabeza.
—El siguiente —indicó.
Giulia no espero a que se lo repitieran y pasó, lo mejor sería actuar natural, así que se dirigió a los vestidores de las chicas, mientras pasaba, no notó ni a Ercole ni a Ciccio, estaban detrás del escritorio de la secretaría, Ercole quería revisar el proceso de entrada él mismo, creyendo que atraparía al ladrón si lo veía, estaba seguro de conocer el perfil que el espía debería tener.
—En mi opinión, se trata de un grupo altamente entrenado —le dijo a Ciccio—, creo que posiblemente se trate de fuerzas especiales, o algo parecido.
—¿Crees que regresó el Ejército Rojo? — Preguntó Ciccio asustado.
—Posiblemente, soldados altamente entrenados, un grupo de élite con muchos recursos económicos.
—Encontramos la camioneta que usaron para escapar a unos kilómetros de aquí —mencionó Ciccio.
Ercole lo miró fijamente.
—¿Algo que podamos usar?
Ciccio negó con la cabeza.
—La hicieron volar por los cielos, para cuando nuestros hombres lograron apagar el fuego, todo se había quemado, y las huellas habían sido enterradas por la nieve.
Ercole maldijo por adentro.
—¿Y él que conducía la camioneta? ¡El guardia dijo que le vio el rostro con claridad!
Ciccio asintió con la cabeza, sintiéndose esperanzado por primera vez.
—Oh sí, por suerte el hombre tenía el rostro quemado, nadie pasa desapercibido con ese detalle.
Ercole soltó una risa burlesca, Ciccio esa especialista en decir lo obvio.
—Ya estamos dibujando un perfil, pronto tendremos anuncios de "se busca" por todo el pueblo —continuó el rubio.
Ercole se cruzó de brazos, al menos ya tenían algo, en eso miró hacia el frente, y notó a Giulia.
«Ella era la única empleada que tenía acceso al laboratorio» recordó, «podría ser que…»
Entonces soltó una risa burlona, ¿en qué estaba pensando? Apestulia no podía ni ganar una carrera infantil, ¿Cómo iba a poder robarles dos monstruos marinos? Además, para ese trabajo se necesitaría de hombres, no de una niñita asustada.
—Debemos tener cuidado, por lo que me has dicho Ercole, estamos lidiando con hombres eficientes, despiadados, con precisión milimétrica, infiltrarse les tomó menos de cinco minutos, cálculo que la unidad de ataque era de al menos diez hombres.
—Sí, tienes razón Ciccio.
…
Massimo quería abrir la pescadería de inmediato, decirle a los demás que podrían celebrar las fiestas con pescado, pero sabía que primero debería conseguirles un poco de ropa a los chicos, no solo para que no se murieran de frío, sino que sus shorts de alga se verían muy extraños, y lo que menos querían era llamar la atención. Su primer intento fue buscar algo de su vieja ropa, pero lamentablemente no le quedaba mucha, había donado casi todas sus prendas de la infancia cuando supo que tendría una niña, y la poca que le quedaba era demasiado grande para los muchachos, así que tras indicarles que lo esperaran, fue rápidamente a la tienda. Estaban algo escasos de dinero, pero podía usar la tarjeta, después de todo, esta era una ocasión especial, además, algo le decía que ese día sería de suerte.
Compró pantalones de mezclilla para ambos, uno marrón y otro azul claro, una playera roja de mangas largas y otra de cuadros azules con blanco, un suéter amarillo y otro azul marino, y dos bufandas; una roja y otra gris, dos pares de calcetines y tenis, unos verdes y otros morados; la pareció divertido que combinaran con las escamas de los chicos.
Tras eso regreso a casa, y encontró a los muchachos jugando con Machiavelli, bueno, más bien lo estaban estudiando, el gato estaba sobre la mesa de la cocina, mientras Luca y Alberto lo rodeaban, de vez en cuando, uno de ellos era lo suficientemente valiente como para acariciar el felino; Machiavelli veía con ojos, bastante penetrantes, a quien osará tocarlo, y gruñía un poco, pero después de un rato se relajaba y se dejaba.
Massimo se rió un poco al ver la escena, Machiavelli raramente confiaba en los extraños, así que los chicos si habían logrado un gran avance.
En cuanto llegó, el gato saltó de la mesa, y fue a refugiarse en el hombro de su amigo, sin dejar de ver a los chicos, aunque su mirada sí se había suavizado.
—Les traje algo.
Alberto escogió los pantalones marrones, la playera roja y el suéter amarillo, completó su atuendo con la bufanda roja; mientras que Luca se vistió con la playera de cuadros, el pantalón y el suéter azul, y la bufanda gris, al final cada uno se calzó los zapatos que correspondían a sus colores, ellos también encontraron ese detalle bastante divertido.
—¡Mira Alberto, ahora parecemos más humanos! —dijo un emocionado Luca, mientras él y su amigo se observaban en un espejo.
Se había sentido un poco raro la noche anterior, con Giulia y su papá vistiendo ropas mientras que Alberto y él solo tenían shorts, hechos de un material que los humanos no usaban para prendas, así que ahora se sentía más parejo.
—Nos vemos geniales —dijo Alberto, mientras le daba su mirada más seductora a su reflejo.
Massimo soltó una carcajada, le gustaba la actitud de ese chico.
—Muy bien, pónganse cómodos muchachos, estaré por aquí si me necesitan —les avisó, estaba por dirigirse a la tienda cuando Luca volvió a hablar:
—¿Qué va a hacer, señor Massimo?
Se detuvo, Giulia ya le había contado que Luca era una persona muy curiosa, no debería sorprenderle que le hiciera preguntas sobre todo.
—Trabajar, de seguro Giulia les contó a lo que me dedico.
Ambos asintieron con la cabeza.
—Bueno, ahora gracias a ustedes puedo volver al ruedo —estaba seguro que la emoción se notaba en su voz, y no podía evitarlo, esto era algo que nunca antes le había pasado.
—¿Podemos ayudar? —preguntó Luca inocentemente.
Massimo levantó una ceja.
—¿Ya han trabajado en una pescadería antes?
—No —admitió Luca.
—Pero aprendemos rápido —añadió Alberto orgullosamente.
Massimo se quedó pensando, había cosas buenas en aceptar su ayuda, pero también desventajas, no solo agradecería mucho el apoyo, sino que así podía cuidar a los chicos; pero su inexperiencia podría ser perjudicial para el negocio, y podría hacer sospechar a los vecinos.
Sin embargo, la confianza que Alberto desprendía, le hizo pensar a Massimo que quizás debería intentarlo.
«Voy a enseñarles, si veo que tienen potencial, los dejaré, si no ya buscaré con que entretenerlos» pensó, después de todo, quien no se arriesga no gana.
—Supongo que podemos intentarlo.
Los chicos se sonrieron, Luca puso una mano en el hombro de Alberto y lo sacudió juguetonamente, Massimo tenía que admitir, que le agradaba su entusiasmo.
—Muy bien, síganme.
…
Giulia había hecho su rutina normal, empezando con los baños y manteniendo una actitud neutra, no quería parecer muy feliz para no verse extraña.
Tras terminar eso tomó su carrito y se dirigió hacia el laboratorio E-3, sabía que era muy improbable que la dejaran entrar, pero sentía que esa era la mejor manera de disimular.
Cuando estaba por llegar, vio que había tres guardias en la puerta, uno de ellos la notó y la detuvo.
—Alto ahí señorita.
—Disculpe, pero tengo que limpiar el laboratorio —dijo inocentemente.
—Ya no, esta habitación ha quedado clausurada —le respondió.
Giulia giró la cabeza, y puso su mejor cara de incredulidad.
—¿En serio? ¿Qué pasó?
—Es clasificado, siga caminando.
El tono del oficial era algo tosco, pero parecía que lo había convencido de no saber nada.
—De acuerdo —y empezó a caminar, cuando la voz de Ciccio se escuchó:
—Oh Giulia, ahí estás.
La chica se detuvo y se giró para verlo, Ciccio se veía bastante descuidado, despeinado, su ropa estaba arrugada, y parecía que no había dormido en veinticuatro horas, se le acercó con paso apresurado.
—Ciccio —dijo Giulia fingiendo sorpresa—, ¿puedo saber qué pasa? Creí que limpiar el E-3 era mi trabajo, y ahora estos caballeros me dicen que no puedo pasar.
—Eh… sí Giulia, ha habido un cambio de planes.
—¿Ah sí? —preguntó ella entrecerrando una ceja.
—Sí, desde hoy el laboratorio ha quedado inhabilitado.
—Oh… ¿esto afectará mi paga?
«Finge desinterés» se dijo a sí misma.
—No, no para nada, por eso no te preocupes —le aseguró mientras negaba con la cabeza.
—Que bien —sonrió y empezó a alejarse, cuando el rubio volvió a llamarla.
—Giulia espera, eso no es todo.
Ella lo miró por encima del hombro.
—Es Ercole, quiere hablar contigo.
—Muy bien —respondió, estaba lista para enfrentarlo, esta vez las cosas no serían como la última vez, ahora ella tenía el control.
…
Massimo tenía que reconocer que los chicos sí aprendían rápido; basándose en lo que Giulia le había contado, le encomendó a cada uno una tarea dependiendo de sus habilidades; Luca aprendió lo que era el dinero, cuanto valía cada billete y moneda, luego Massimo le enseñó lo que era una calculadora, para hacer más rápido las operaciones. Luca quedó encantado, y rápidamente se encontró haciendo todas las sumas y restas que se le venían a la cabeza; Massimo se rió y prosiguió a enseñarle como cobrar, el precio de las cosas y a dar el cambio, el chico no pareció confundirse en ningún momento, de hecho, parecía fascinado.
Después fue con Alberto, algo le decía que él era más activo, así que decidió que lo mejor sería que él se encargara de revisar y empaquetar los pedidos, lo primero que quería ere enseñarle a identificar los pescados, pero pronto se dio cuenta que Alberto ya sabía cómo diferenciarlos.
«Claro, viene del mar» pensó.
Pero si pudo enseñarle como enrollar a los peces en el papel para su entrega.
Y así fue como decidieron dividirse el trabajo, Luca en el mostrador atendiendo a los clientes, tomándoles la orden, y cobrándoles, luego Alberto escogía el pez y lo envolvía para su entrega.
Al principio no hubo muchos clientes, ya que nadie sabía, ni esperaba, que Massimo abriera por esas fechas, pero al pasar la señora Marsigliese por enfrente de la pescadería, y ver que estaba abierta, entró sintiéndose incrédula, la cual solo incrementó cuando vio a los muchachos.
—Oh… ¿hola? —preguntó, hasta donde sabía, Giulia era la única hija de Massimo, y no conocía que tuviera sobrinos.
Luca estaba por responder cuando Massimo pasó a la tienda.
—Buenos días, señora Marsigliese —la saludó—, le presento a Luca y Alberto, son amigos de Giulia que vienen de Génova.
—Ah —exclamó, entendiendo mejor la situación.
—¿Señora Marsigliese? —Preguntó Luca—, oh, usted es la que organiza la Copa de Portorosso.
—Oh sí, Giulia nos platicó sobre eso —agregó Alberto—, también mencionó que era una de las mejores clientes de su papá.
Marsigliese se sonrojó un poco.
—Parece que soy famosa.
—Son unos chicos muy curiosos, Giulia hace lo que puede para satisfacer esa curiosidad.
Ahora fueron Luca y Alberto quienes se sonrojaron.
—Eso es bueno, y supongo que vinieron por la Fiesta del Mar, ¿no?
Luca y Alberto no supieron que responder, Giulia no había mencionado nada de una fiesta; por suerte, Massimo se dio cuenta de que no sabían nada, así que se apresuró a decir:
—Sí, eso mismo, quedaron tan encantados con las historias de Giulia que quisieron verla por ellos mismos, ¿no es así muchachos?
Con una sola mirada, supieron que debían seguirle la corriente.
—Oh sí, después de lo que nos contó Giulia, no podíamos perdérnoslo —dijo Alberto.
—Y para matar el tiempo, decidimos a ayudar a Massimo con el negocio, mientras Giulia está trabajando —agregó Luca.
Massimo asintió con la cabeza, le agradaba que Luca supiera improvisar.
—Que bien —continuó la señora Marsigliese—, ¿pero cómo lograste pescar en esta época?
—Solo digamos, que tenemos algunos trucos bajo la manga —respondió Alberto sonriendo.
Una gota de sudor se resbaló por el rostro de Luca, le gustaba el entusiasmo de Alberto, pero no sabía si estaba hablando de más.
—¡Eso es bueno! —dijo Marsigliese, sabía lo difícil que era esta época del año para Massimo, y ver que podía volver a vender la alegraba, además de que eso significaba que podría prepararse un rico pescado asado para la comida—, déjenme ayudar a la causa entonces.
Y ahí fue su primera venta del día, cada uno llevó su tarea a cabo de manera eficiente, Marsigliese agradeció y se fue contenta de ahí, Massimo vio a los chicos y les dio un pulgar arriba, lo que solo hizo que se sintieran orgullosos de ellos mismos.
Tras esa visita, más y más personas clientes se presentaron, después de todo, muchos habían esperado que Massimo reabriera para poder degustar de la fauna marina, al principio el pescador creyó que el trabajo abrumaría a los jóvenes, pero para su sorpresa no fue el caso, ya que Luca y Alberto demostraron manejar bastante bien la situación.
Luca era ágil administrando el dinero, mientras que Alberto había sabido copiar los movimientos de Massimo, era algo que estaban disfrutando mucho, no solo por poder ayudar al papá de su amiga, sino que hacer un trabajo humano era bastante divertido, dudaban que otro monstruo marino hubiera tenido la oportunidad de hacer algo igual, y estaban muy felices de poder ser los primeros.
Massimo solo los miraba con orgullo y sonreía, era claro porque se habían ganado el cariño de Giulia.
…
«Las medidas de seguridad se han incrementado al nivel máximo, presenten su identificación y tarjeta de acceso» se escuchaba por todos lados.
«Tranquila, tranquila, nadie sospecha nada» se dijo a sí misma mientras Ciccio la guiaba a la oficina de Ercole, sabía que no debía tener miedo, pero la presencia de los guardias, y la voz mecánica de las bocinas, si le ponían los pelos de punta.
Había una fila esperando en las escaleras de acceso, sin embargo, Ciccio le indicó que pasará, nadie cuestionó su autoridad, ni vieron feo a Giulia, casi nadie la conocía, pero sabían que era la encargada del laboratorio E-3, así que todos debían suponer que algo había pasado en ese cuarto.
Guido estaba revisando las computadoras, se había asegurado de destruir las grabaciones, y de que no hubiera nada que pudiera incriminar a Giulia, pero ahora que la veía subir a la boca del lobo, no podía evitar sentirse nervioso, Ercole sospechaba de él, y sabía que habían sido amigos en su infancia, rezaba porque no, pero tampoco había que desechar la idea de que Ercole podía hacer una conexión.
«Atención. Las medidas de seguridad se han incrementado al nivel máximo» repitió la voz de las bocinas.
«Ya entendimos, ya puedes callarte» pensó Giulia para sus adentros.
Finalmente llegaron a la oficina de Ercole, el jefe de seguridad estaba revisando unos papeles sobre su escritorio, le había pedido a Bellucci que imprimiera los registros de entrada y salida de todos los trabajadores del día anterior, sabía que el espía debía ser uno de ellos.
Ciccio tocó a la puerta, y Ercole lo miró.
—Señor, aquí esta.
Giulia pasó antes de que se lo indicarán, no iba a mostrarse débil, ya no, y tampoco quería darle la sensación a Ercole de que se sentía intimidada por lo que le hizo.
—Giulia —dijo Ercole mientras tomaba una hoja, con la mirada busco otra, tomándola cuando la encontró—, al parecer registraste tú salida antes del incidente, y no volviste a entrar al E-3 después de tu hora de trabajo.
—¿Cuál incidente? ¿Por qué ya no puedo limpiar el laboratorio? —preguntó, tratando de sonar confundida.
—Alguien se robó a esas cosas —respondió Ercole.
«Vaya, ahora estamos en confianza» pensó burlonamente.
—¿Qué? —Esperaba sonar sorprendida—, ¿Cómo?
—Es lo que tratamos de averiguar, pero no te preocupes por eso —apoyó su cintura contra el escritorio, se cruzó de brazos y la miro—, eso no es asunto tuyo.
«Ni siquiera vas a tratar de comprender lo que me hiciste, ¿verdad?» Pensó con enojo.
—Entonces ¿por qué me llamaste aquí? —no tenía por qué seguir aguantando su mierda.
—Eras la única de rango inferior que tenía acceso al laboratorio, y que sabía lo que guardábamos ahí.
«Si quiere pasarse de lista conmigo, haré que la despidan» pensó, lo último que necesitaba era una demanda por acoso.
—Así que si sabes algo sobre lo que sucedió aquí, es tu obligación informar sobre cualquier detalle, por pequeño o trivial que parezca —tras unos segundos de silencio añadió—: trivial significa insignificante.
—Yo no vi nada fuera de lo normal, ni trivial, hice mi rutina como siempre, y después salí, creo que fue cuando me llamaste para que limpiara tu oficina, ¿lo recuerdas? —Señaló a Bellucci con un dedo—, tu secretaría puede confirmarlo.
Ercole se aferró al borde de su escritorio, y lo apretó con fuerza.
«Así que quieres jugar, zorra» pensó con ira.
Sin embargo Giulia solo sonreía, esto era lo que quería, ver como la desesperación lo iba consumiendo, el pobre tonto no tenía nada.
Ercole se despegó de su mesa, era mejor no seguir por ese camino, tenía que encontrar la manera de seguir interrogándola sin que mencionara lo que pasó ayer, se fijó en la parte inferior desde el cristal, y notó a Guido platicando con otro científico.
—Guido, ¿lo viste entrar o salir del laboratorio? —le preguntó viéndola.
—Trabaja ahí, ¿no? —respondió con un tono sarcástico.
—Me refiero a algo inusual, a que hiciera algo diferente.
—¿Algo trivial? —preguntó inocentemente.
Eso fue el colmo, las facciones de Ercole se endurecieron, caminó hasta ella con la espalda recta, se detuvo cuando solo los separaban centímetros; Giulia ni se inmutó.
«¿Crees que te tengo miedo? ¿Crees que tienes poder sobre mí? Si es así, eres más tonto de lo que creí» esperaba que su mirada pudiera decirle todo eso a Ercole.
La desesperación de Ercole aumentó, volvía a sentirse como un niño en su presencia, incluso de pequeños, Giulia jamás fue intimidada por él, por más burlas o insultos que le arrojara, y ni con todo el poder que tenía ahora, ni después de lo que le hizo en esa misma oficina, Giulia era una roca que jamás iba a poder mover, nunca iba a ser suya.
Pero era demasiado orgulloso para admitirlo.
Se rió, quería parecer burlesco, pero la verdad es que empezaba a desesperarse.
—¿Para que interrogó a la maldita Apestulia? —Dijo mientras se alejaba de ella—, la que limpia la mierda —se giró para verla—, la que lava la orina.
—Supongo que es porque no tienes ni una pista, nunca se te dio lo intelectual, ¿verdad?
Ercole se puso rojo del coraje.
—Lárgate —dijo con un hilo de voz, usando todas sus fuerzas para no explotar.
—Gracias, señor —agradeció, y antes de irse, sonrió como la dulce niña que era, antes de salir se detuvo en la puerta para ver a Ciccio—, lamento no poder ayudar más.
—Está bien, regresa al trabajo.
Giulia volvió a sonreír y bajó las escaleras, vaya que ese día estaba sintiéndose genial, mientras que Ercole solo miró sus papeles de nuevo, y con más intensidad con la que debería gritó:
—¡Siguiente!
…
A eso de las tres, Massimo decidió que los muchachos se habían ganado un descanso, después de todo, tan solo la mañana había sido muy productiva, estaba seguro de que ganaron lo de un mes, la espera había rendido sus frutos.
Así que para recompensarlos, preparó una pizza y una ensalada César, para cambiar de la pasta. Lo empezó a preparar antes de que cerraran, de ese modo, cuando los muchachos terminaron la comida ya estaba lista.
—Por favor, es para ustedes —dijo Massimo, la pizza estaba al centro de la mesa, y acababa de salir del horno.
Luca y Alberto sonrieron, se sentaron en la mesa y estaban por agarrarla con las manos, cuando Massimo los detuvo.
—Esperen —y enseñó un cuchillo—, caliente.
Los chicos bajaron sus manos; Massimo le cortó un trozo a cada uno y se los sirvió en su plato, después de eso ambos fueron más precavidos, le soplaron antes de tomarla, y cuando la probaron, pareció que sus papilas gustativas explotaron, la combinación de ingredientes no era como nada que hubieran probado, la salsa acompañaba al queso, y el pepperoni sabía delicioso, y que decir de la crujiente corteza, todo estaba espectacular.
En cuanto terminaron la primera rebanada, se lanzaron por la segunda, ignorando la ensalada; Massimo se rió un poco, le recordaban a Giulia cuando era menor.
—Chicos, no se olviden de la verdura.
Luca y Alberto vieron el tazón, sonrieron mostrando los dientes y empezaron a servirse. Massimo aprovechó para llenar su copa de vino, luego miró a los jóvenes, ¿tendrían edad para tomar? Su apariencia parecía indicar que tenían la misma que Giulia, pero su comportamiento era más infantil, ¿podía ser que los monstruos marinos envejecieran diferente?
Al final se encogió de hombros, ¿qué más daba un solo trago? Esta sería una oportunidad única para ellos; tomó otras dos copas y sirvió un poco.
—Prueben esto.
Los chicos miraron las bebidas sin saber que pensar, se veía rara, sin embargo decidieron intentarlo, Luca la olfateó primero, entonces sintió que la nariz le picaba un poco, mientras que Alberto se aventuró a tomar, e inmediatamente lo escupió en el suelo.
Massimo levantó una ceja, Alberto se rió nerviosamente, Luca alejó su copa.
—Lo siento… muy fuerte —y no mentía, sentía la garganta ardiéndole.
—No se apuren —respondió Massimo, después de todo, él sabía el riesgo y aun así lo tomó—, creo que ustedes son más de soda.
Le dio un refresco a cada uno, y los chicos parecieron más felices con eso, les gustaban las cosas dulces, además de que les daba la sensación de cosquillas en el estómago, y de que, parecía haberlos despertado, de repente se sentían con más energía y poder.
—Esa es la cafeína —dijo Massimo—, es algo que los humanos usamos para mantenernos despiertos.
Los chicos asintieron con la cabeza, eso explicaba algunas cosas.
Continuaron comiendo en silencio, ellos no tardaron en reducir la pizza a migajas, aunque dejaron bastante de la ensalada.
—Lo sentimos —dijo un apenado Luca—, es que no tenemos nada como esto en el mar, aunque sí muchos vegetales.
Massimo asintió con la cabeza.
—¿Qué les ha parecido el mundo humano? —preguntó Massimo, sabía que la primera experiencia debió ser todo menos agradable, pero no quería pensar que se quedarían solo con el recuerdo de lo malo.
—Bueno, estar en el laboratorio no fue agradable —dijo Luca—, ni estar en el bote donde nos transportaron, oh y Ercole, a él no lo recordaremos con cariño.
Alberto solo asintió con la cabeza, si volvía a ver a ese malnacido, le arrancaría la garganta con sus dientes.
—Pero… todos los momentos que tuvimos con Giulia… fueron geniales, nos enseñó tantas cosas, y nos divertimos, así que… —se encogió de hombros, sonaba raro decirlo, pero—, estamos felices de haberlo vivido.
Alberto asintió con la cabeza, hubieran preferido ahorrarse las partes de la captura, el encierro, la experimentación y la tortura, pero fuera de eso, ver todo lo que Giulia les mostró, las comidas que habían probado, y el trabajo, había sido maravilloso, era la aventura que siempre quisieron.
—Sí, además de que ha sido muy divertido ayudarlo —mencionó Alberto—, en casa el trabajo es demasiado rutinario, cuidar peces, recoger algas, cambiarlos con los vecinos, no está mal, pero a veces sentimos que es todo lo que hacemos.
Luca asintió con la cabeza.
Massimo los entendía, aunque la vida en la Superficie también podía volverse bastante rutinaria, él mismo era un hombre de costumbre, aunque a su edad ya no le molestaba, podía entender el sentimiento de los jóvenes, siempre buscaban por algo más.
—Bueno, me alegra que pudiéramos mostrarles un lado más amable del mundo humano.
Los dos sonrieron.
—Quizás puedan ver un poco más… claro, sí es que quieren.
—Ya lo hablamos, y nos gustaría quedarnos al menos hasta mañana, cuando el Gran Pez vuelva a bajar nos iremos a casa.
Massimo asintió, sonaba como un buen plan, y así Giulia podría pasar un poco más de tiempo con sus amigos, ella no se lo había dicho, pero sabía cómo pensaba, extrañaría el sentirse parte de un grupo, sería bueno que disfrutaran antes de lo inevitable.
—Me parece correcto.
Luca y Alberto se sintieron felices al oír su aprobación, en eso el moreno puso sus ojos en el brazo que le faltaba a su anfitrión, Massimo lo notó girando sus ojos, Alberto se sintió avergonzado y bajo la mirada.
—Lo perdí peleando contra un tiburón — dijo levantándolo.
— ¿Qué? —preguntaron los dos chicos, se acercaron más para escuchar la historia, pero Massimo se rió.
—No, así es como vine al mundo.
—Oh… —el par se miró, sintiéndose un poco decepcionados, pero inmediatamente se rieron por el humor de Massimo.
El veterano se rió mientras tomaba su copa, era agradable tenerlos en la casa, era como si hubieran traído más vida a ella, no había silencio, solo risas y armonía.
«Ojala pudieran quedarse para siempre», pensó, pero sabía que eso era imposible.
…
El día transcurrió sin más incidentes, Ercole no volvió a meterse con ella, aunque el anuncio si la molestaba, y tener a tantos guardias alrededor la puso paranoica, pero no dejó que el miedo la controlara, se mantuvo tranquila y serena.
Ya había ganado.
Terminó su rutina y fue a cambiarse, ya no podía esperar, quería ver a los chicos y divertirse con ellos, deseando ver sus caras cuando exploraran el pueblo.
Para cuando terminó, las demás chicas ya estaban saliendo, ella estaba colocándose su suéter cuando la salida de emergencia se abrió, Giulia ahogó un grito mientras se levantaba de la banca, ¿acaso Ercole la había descubierto? ¿Dejaron algo incriminatorio en la camioneta?
Para su suerte, solo era Guido, detrás de él había muy poca luz, lo que le daba un aspecto tétrico, él se veía mejor que Ercole y Ciccio, aunque también se le notaba cansado.
—¡Guido! —Lo regañó.
—Lo siento, pero podrían estar espiándome —miró detrás de su espalda—, y este es el único lugar sin cámaras.
—Sí, ¡por una razón! —le respondió cubriendo sus pechos, tuvo suerte de que ya hubiera terminado de cambiarse, porque si la hubiera visto desnuda, le habría sacado los ojos.
Guido tomó aire antes de hablar, él también había lidiado con la paranoia por buena parte del día.
—Luca y Alberto, ¿ellos…? —No quiso terminar.
—Sí, todo salió bien, y están a salvo.
Guido suspiró aliviado, era lo que había querido escuchar desde la madrugada.
—¿Cuándo planeas liberarlos?
Giulia tragó saliva, sabía que sus intenciones eran algo egoístas, y algo le decía que Guido se lo reclamaría.
—Mañana por la noche, quedaron agotados por todo, será mejor dejarlos descansar antes de que emprendan un viaje tan largo.
Guido asintió con la cabeza, no tomaría tanto, eso era bueno, así Ercole no podría volver a lastimarlos jamás, le gustaría ir a verlos una última vez antes de que se fueran, pero sería demasiado arriesgado, Ercole ya andaba desconfiando de él, habían llegado muy lejos como para cometer tal error, por más que le doliera, era mejor dejarlos ir.
—Suena bien, parece que has engañado a Ercole, de ti no sospecha nada, sigue así y libéralos en cuanto puedas.
Giulia asintió con la cabeza, al parecer engañar militares y científicos se estaba convirtiendo en su especialidad.
Guido se dio la vuelta para irse, hasta que ella lo llamó nuevamente.
—Guido…
Él se volteó para verla.
—Gracias, por todo.
Guido sonrió.
—No me lo agradezcas, solo hice lo que era correcto.
Y dicho eso se fue.
…
El viaje de regreso a casa se le hizo eterno, no solo por lo que tardó en llegar el camión, sino también el trayecto a casa, en el trabajo al menos tenía cosas que hacer para distraerse, aquí se estaba muriendo del aburrimiento, lo mejor que podía hacer, era ver por la ventana como caía la nieve.
Así que cuando finalmente llegaron al pueblo, Giulia fue la primera en salir y fue a paso veloz hasta la pescadería, en su camino vio que muchas personas iban con envolturas de papel en los brazos, grandes envolturas de papel con forma de peces.
Sonrió al saber de lo que se trataba.
Al llegar al negocio, vio que sus tres hombres estaban a la entrada, despidiendo al último cliente del día; se detuvo un momento para apreciarlos, con sus nuevas ropas, Luca y Alberto genuinamente pasaban como humanos, anoche aún se veían un poco fuera de lugar con sus shorts, pero ahora se mezclaban a la perfección, engañarían a cualquiera.
Hasta debía admitir, que se veían geniales.
—Vaya, parece que tuvieron un muy buen día —dijo cuándo se les acercó.
Luca sonrió, mientras que Alberto posó triunfal.
—Tus amigos hicieron todo esto posible —mencionó un orgulloso Massimo, dándole una palmada juguetona en el hombro a Alberto, él levantó la mirada hacia él, sintiéndose alagado.
Giulia se rió.
—Buenísimo.
—Vayan a divertirse, yo cierro —continuó Massimo, no queriendo que pasaran más tiempo separados.
—¿De verdad? —preguntó Luca.
Massimo asintió con la cabeza.
—Sí, se lo han ganado.
Giulia saltó de la alegría.
—Dejen me pongo algo más cómodo y nos vamos, ¿okay?
Todos estuvieron de acuerdo, sin perder más tiempo, Giulia fue corriendo a su habitación, cambiando su atuendo por uno que consistía en un pantalón de mezclilla, un suéter de rayas naranjas con blancas, una bufanda roja, y su tradicional gorro azul marino; cuando terminó, se reunió con todos en la planta baja.
—¡Ya estoy lista, vámonos!
Y así, los Relegados emprendieron su nueva aventura.
