A Midousuji no le gusta el contacto físico con otros, odia que otras personas le toquen, detesta sentir otras manos sobre cualquier parte de su cuerpo. Sin embargo hay un excepción... Sí, ese chico llamado Onoda que últimamente le metió en una relación.
—Midousuji-kun... Esto, ¿está bien si tomo tu mano? —preguntó Onoda con timidez. Se encontraban solos en un parque cercano, sentados en un banco.
—Kimo. —Fue lo primero que atinó a decir, ¿por qué querría tomar la mano de Sakamichi?
—Perdón... Está bien si no quieres. —Rio un poco tratando de bajar la tensión en el ambiente.
—¿Hay algo interesante en tomarse de la mano? Detesto que me toquen.
—Ah... Eh... No lo sé, pero... De verdad quiero tomar tu mano, siento la necesidad de siempre estar cerca tuyo... —dijo Onoda sin mirarle y con un sonrojo en sus mejillas.
—... Bien. —Midousuji tendió su mano sin mirar al otro chico, quería ocultar el sonrojo que apareció en sus mejillas.
—¡Midousuji-kun! —le nombró emocionado, tomó su mano nervioso, y las dejó reposar entre ambas piernas.
Cálida y reconfortante, así se sentía la mano de Sakamichi para Akira, era como si ese chico de gafas le sostuviera fuerte, como si le prometiera que siempre estaría allí. Se recriminó en su mente por sus pensamientos tan asquerosos hacia esa persona a su lado. Se sintió nervioso con la piel de gallina, pero también tranquilo a su lado, jamás admitiría que en realidad no quería soltar su mano.
Caminaron por el parque sin rumbo fijo, ninguno de los dos se atrevía a decir nada, Onoda con la cabeza baja y Midousuji con las manos en sus bolsillos.
—Sakamichi.
—Dime. —Le sonrió. Akira de la nada se acercó a su cara, a Onoda no le extrañó, siempre hacía ese tipo de cosas.
—Vamos a tomar el tren.
—Ah... ¿Ya nos vamos a mi casa?
—Sí, tengo hambre.
—Está bien.
Onoda no se veía muy conforme con irse ya, el día está soleado y estar a solas con Midousuji le gusta mucho, pero no le queda más que ceder, él también tiene hambre. Akira le miró con algo de fastidio por la cara larga que puso, pensó unos segundos, acercó más su cara a la de Onoda y depositó en un beso en sus labios.
—¿Eh? —La cara de Onoda parecía un tomate.
—Kimo, deja de poner esa cara, me fastidia.
—¡P-Perdón, no quería...! —Su voz temblaba y su cuerpo también, Midousuji era tan injusto besándole así, sin siquiera avisarle.
—Vamos, tengo hambre.
—¡Sí!
