Hace más o menos tres meses que está viviendo en Chiba. Hoy es domingo y Midousuji salió a comprar unas cuantas cosas para el almuerzo, preferiría que saliera su padre y no él, pero aprovecharía ese momento para ver a Onoda.

—Sakamichi —le nombró en cuanto contestó su llamada, en la otra mano sostenía su paraguas negro.

—Mi-Midousuji-kun, ¿qué sucede?

—¿Puedes venir a la cafetería a la que vamos siempre? —preguntó sintiéndose algo estúpido.

—¿Por qué?¿Pasó algo? —preguntó preocupado.

—¡Kimo! —exclamó haciendo que Onoda se sobresaltara, suspiró con las mejillas rosadas—, solo quiero verte, ¿no puedo, Ahomichi?

—¡Claro que sí! Yo también quiero verte, te extraño —dijo emocionado, Midousuji hasta podía ver en su mente la sonrisa asquerosa de su novio.

—Asqueroso —susurró y luego habló en un tono normal—. Entonces, ven a la cafetería de inmediato.

—¡Sí!

Cortó, sintiendo las mariposas en su estómago y el corazón acelerado, era asqueroso y repugnante, la cara le ardía, se sentía un idiota por todos sus pensamientos sin lógica y por las palabras que le dijo a Onoda en un impulso. Apretó los dientes e inicio su caminata hacia el tren mientras sostenía la bolsa con sus compras.

La lluvia no cesaba, se sentó en el lugar de siempre, pidió de inmediato lo que comerían y observó por la ventana como las gotas fluían por el vidrio, luego pudo divisar a un chico con paraguas amarillo, su corazón se aceleró, sabía que era él.

—Midousuji-kun, perdón por hacerte esperar, vine lo más rápido que pude —dijo mientras se sentaba en su lugar e inmediatamente después vino la camarera con sus pedidos—. Woa, es la bebida que siempre pido, gracias Midousuji-kun.

—Silencio, Ahomichi —dijo con las mejillas ruborizadas mientras la camarera se retiraba.

—Es que... estoy muy feliz, enserio quería verte, pero a solas.

—Hentaimichi. —Sonrió con lascivia.

—¡No me refiero a eso! Yo solo... quiero estar a solas porque siempre nos interrumpen.

—Kimo.

Comieron en silencio y salieron de la cafetería, aún llovía a cántaros, Onoda buscó su paraguas y no lo encontró, entró en pánico escarbando entre los paraguas, sin embargo fue inútil. Midousuji le observaba con algo de impaciencia, quería irse de allí a algún lugar más privado, pues no tenía mucho tiempo, debió llegar a casa hace mucho.

—Sakamichi, deja de buscar como idiota y usemos mi paraguas.

—Ah... ¡Sí! Pero ¿no será incómodo para ti ir tan juntos?... —inquirió teniendo temor de molestarle.

—¡¡PIII!! Ahomichi, ponte bajo el paraguas y guarda silencio.

Y así caminaron chocando sus brazos por la cercanía, Sakamichi no podía lidiar más con sus nervios, tenerlo tan cerca es todo lo que había deseado, su corazón iba a explotar de tan fuerte que late. Llegaron a un parque bastante solitario, todo está mojado por la lluvia y ambos pararon su andar, nerviosos, ansiosos, sonrojados.

—A-Aquí no hay nadie, ¿verdad?

—No, más adelante está el lugar donde nos sentamos de vez en cuando.

—Entiendo... -Onoda abrazó a Midousuji—. Te eché mucho de menos.

—Sakamichi, nos vemos casi todos los días en la escuela... —dijo sonrojado, no podía corresponder su abrazo, pues ambas manos estaban ocupadas.

—Pero, no es suficiente... quiero, de verdad quiero abrazarte, b-besarte... ¿Acaso está mal?

—Kimo, por supuesto que no es malo.

—Midousuji-kun...

Akira se encorvó hasta llegar a su altura y besó sus labios, suave, delicado, amable, y de repente, una lamida, luego otro beso.

—Abre la boca —ordenó y Onoda obedeció.

Su lengua se metió en la boca del otro, juguetona e imparable, Sakamichi en ese momento supo que Akira sabía la manera correcta de mover su lengua, se preguntó si ya había besado antes a otra persona mientras sus sentidos eran inundados por ese músculo en su boca.

—Sakamichi...

—Esto... Midousuji-kun... ¿Has besado a otra persona antes?

—¿Haa? ¿A qué viene eso?

—Solo... Me lo preguntaba.

—Por supuesto que no, que asco —dijo sacando la lengua.

—Oh... Ya veo. —Rio un poco—. Es que besas tan bien que pensé que sí.

—¡¡PIGYA!! ¡Kimo, Ahomichi!