Midousuji leyó esa carta en su casillero, la tercera en esa semana, apretó sus dientes con las mejillas rojas, le fastidia ese latido en su pecho, le molesta estar tranquilo todo el día y de repente encontrarse esas cartas de cierto cuatro ojos en su casillero, profesándole amor eterno y elogiando cada aspecto de él. Era asqueroso, Onoda es asqueroso a sus ojos, insoportable con esa aura amarilla a su alrededor y su exceso de halagos hacia su persona. Sin embargo, lo que más le asquea es que sabe que muy en el fondo no le incómoda esa atención de parte de él, puede que hasta el megane le acostumbrara a ello.

Suspiró y dejó la nota en el casillero, luego de cerrarlo pensó un poco, volvió a abrir el casillero y agarró las tres cartas que había dejado allí, las guardó en su bolso y se dirigió a los vestidores del club de ciclismo.

En cuanto llegó vio a Onoda cambiándose, entró sin tapujos y cerró la puerta sobresaltando a su novio.

—M-Midousuji-kun... Me sorprendiste —dijo riendo nervioso.

—Sakamichi —dijo alargando las sílabas de su nombre.

—¿Q-Qué pasa? —dijo dándole la espalda mientras Midousuji se acercó a él hasta casi rozar su espalda.

—¿Qué planeas dejando esas notas en mi casillero? —preguntó toqueteando su cuello hasta llegar a su barbilla.

—N-Nada, solo quería... ser romántico y esas cosas...

—¡PII! Asqueroso Sakamichi —exclamó y pegó su mejilla con la de él.

—Es que... desde que pasó el segundo Inter High no hemos tenido tiempo para estar juntos... y quería que me recordaras —dijo nervioso y sonrojado.

—Kimo —dijo con un leve rubor en sus mejillas—, ¿eres tonto? Es obvio que me acuerdo siempre de ti, idiota.

—¿De verdad? —preguntó Onoda volteando su rostro y Midousuji por inercia alejó su cara de la de él.

—Siendo tan molesto es imposible olvidarlo. —Onoda de inmediato sonrió y le abrazó.

—Midousuji-kun... Aún así me gusta escribirte cartas... y que sepas lo que siento por ti.

—Kimoimichi —susurró tapando su cara con la mano, se sentía realmente avergonzado por culpa del megane—, si quieres mandarlas está bien, pero es asqueroso.

—¡Gracias, Midousuji-kun! —dijo emocionado apretando el abrazo.