Jamás le había visto llorar hasta ese momento, no sabía que hacer.

Todo comenzó ese día, Midousuji le dijo que iría a Kyoto para algo importante, Onoda se ofreció a acompañarlo y el todo terreno aceptó sin darle mucha importancia, al parecer luego de estar tantos años juntos ya le tenía más confianza, ambos vivían en el mismo apartamento, así que cada vez se sentían más unidos. Tomaron el tren bala, sería un viaje de más de 2 horas hasta su destino, Onoda se entretuvo mirando el paisaje pasar tan rápido que no le daba tiempo de darle forma, Midousuji por su parte se mantuvo con la mirada atenta al móvil.

Llegaron a su destino y caminaron con las maletas en las manos hasta llegar a la casa de la tía de Akira, fueron muy bien recibidos y Onoda se sintió avergonzado al escuchar tantos cumplidos sobre su persona. Almorzaron, vieron anime en el cuarto de Midousuji, comieron chucherías, se besaron y abrazaron de vez en cuando disfrutando el momento a solas, aunque al pequeño de anteojos le dio vergüenza actuar tan meloso sabiendo que habían otras personas en la casa, a Midousuji parecía no importarle, de hecho Onoda le notaba más serio de lo normal.

Durmieron en el cuarto del todo terreno, cada uno en su propio futon hasta el otro día, Midousuji despertó a Onoda temprano, se alistaron y salieron con sus bicicletas, el escalador no tenía idea de a dónde iban, pero le siguió como un perro fiel.

Onoda se extrañó al ver que Midousuji pasó cerca de una floristería, compró un ramo de flores y luego le indicó que era hora de marcharse, todo el camino tuvo curiosidad de saber dónde se dirigían, hasta que llegaron al cementerio y ahí el cerebro de Onoda hizo click. Venían a visitar a alguien al cementerio.

—Llegamos, deja la bicicleta por aquí —indicó y aparcaron ambas bicis.

—Akira-kun...

—Te deje venir porque creo que ya es hora de que la conozcas -le interrumpió teniendo el ramo de flores en la mano.

—Está bien... —susurró Onoda siguiéndole sin entender aún a quien iban a visitar.

Entraron en el cementerio y Midousuji caminó hasta pararse frente a una tumba, Onoda le siguió y en cuanto vio el nombre en la tumba recordó que una vez le preguntó a Akira el nombre de su madre, allí está grabado en la piedra. Puso una mano en su corazón sintiéndose algo triste, ¿desde cuándo estará muerta? Onoda pensó que debió ser difícil para él.

Midousuji se puso en cuclillas adornando la tumba con las flores, Onoda de inmediato comenzó a ayudarle, el todo terreno no se negó y ambos decoraron la tumba de su madre. Juntaron sus manos en un pequeño rezo para ella y se levantaron, quedándose allí en silencio, Onoda se distrajo mirando lo bonita que quedó la tumba hasta que vio de reojo a Midousuji, está llorando. El de lentes entró por un momento en pánico decidiendo que podría hacer por él mientras Akira solo se mantenía inexpresivo con esas lágrimas corriendo por sus mejillas.

—M-Midousuji-kun —susurró llamando la atención de Akira, este limpio sus lágrimas con las manos.

—Kimo. —Onoda en un impulso se avalanzó a sus brazos y empujó la cabeza de Midousuji apoyándola en su hombro—. Kimoimichi, ¿qué haces? —le preguntó en voz baja, como si no tuviera ganas de emitir ningún sonido.

—¡Te doy mi apoyo! —dijo con determinación en su voz, el todo terreno soltó una pequeña risa y correspondió el abrazo.

—Eres asqueroso. —Apretó aún más el abrazo, como si no quisiera soltarle y Onoda sintió las lágrimas mojar su piel.