Onoda corrió lo más rápido que pudo hasta encontrar una floristería en ese lugar, se maldijo internamente por olvidar ese pequeño detalle, pero aún tenía tiempo, Midousuji en este momento está en el podio recibiendo su premio como campeón del Tour de France.

Sonrió al encontrar lo que buscaba, compró un ramo de tulipanes rojos y caminó lo más rápido que pudo de regreso, Midousuji para ese entonces se está bajando del podio corrió hasta la carpa del equipo y suspiró, no había nadie puesto que todos se pusieron de acuerdo para llevar a cabo esta situación tan especial. Observó el anillo de promesa con las mejillas rosadas, recordando ese momento en el que casualmente hablaron sobre el matrimonio, Midousuji le había comentado que ahora ese tema le daba igual y que si era con Sakamichi tal vez aceptaría. En ese momento, al parecer, Midousuji no le tomó peso a sus propias palabras mientras Onoda estaba a punto de tener un ataque cardíaco, lo que más desea es casarse con él, aunque suene tonto, aunque suene como un sueño imposible o algo sin importancia, aún así quiere ser su esposo.

Empuñó su mano tratando de que dejara de temblar, arregló un poco su cabello y acomodó sus lentes, por último sacudió su ropa y asintió satisfecho antes de tomar el ramo nuevamente en sus manos. De repente se alertó al ver la mano huesuda abriendo la carpa, ahí está Midousuji con una toalla en su cuello.

—Sakamichi, ¿qué haces aquí? Te busqué por todos lados —le regañó y entró al lugar topándose de frente con los tulipanes.

—Akira, son para ti —dijo con la voz temblorosa.

—¿Para mí? —preguntó, luego soltó una risita levemente sonrojado y tomó el ramo de tulipanes—. Kimo, eres un asco.

—¡Akira! —exclamó llamando su atención—... yo... ¡Por favor, cásate conmigo! —Hizo una reverencia de inmediato.

Midousuji le miró sorprendido, luego escondió su cara entre esos tulipanes que tenían el color de su rostro en ese momento. «Ese idiota megane haciendo semejante propuesta en una situación como esta, Kimo Kimo Kimo», pensó hasta el cansancio.

—¿Akira? —preguntó al levantar la cabeza y encontrarlo en esa situación—, si no quieres lo entende...

—Bien, hagámoslo —aceptó bajando el ramo para que su cara se viera.

—¿De verdad? —preguntó esperanzado.

—Sì, y deja de poner esa cara, es asqueroso a tu edad —dijo clavándole una flecha imaginaria a su prometido de treinta y tantos años.

—P-Perdón —habló nervioso jugando con sus dedos—, por cierto, eres increíble Akira, ganaste y... creo que hoy me he enamorado más de ti.

—Kimo —dijo con una sonrisa auténtica que no pudo reprimir y rascó su nuca—, ten las flores y deja esas cursilerías para después —dijo entregándole el ramo y se sentó en una de las sillas agotado.

—Ire por agua —dijo con una sonrisa y buscó una botella de agua para Midousuji.

Dejó el ramo a un lado y le tendió la botella, Midousuji lo tomó de la muñeca y jaló de ella para ponerlo a su altura, Onoda nervioso por la cercanía iba a alejarse, pero su prometido con la otra mano le agarró de la nuca y plantó un beso en sus labios, un beso suave y que le transmitió todos sus sentimientos al hombre de gafas. Está feliz, tan feliz que su corazón se desborda por ese amarillo resplandeciente, y por el rojo amor eterno de los tulipanes.