Tetralogía
Highlanders
Por Mayra Exitosa
Un escocés en primavera
Capítulo 4
Ataque a los Clanes
La pareja parecía un matrimonio habido de caricias, el joven rubio al acercarse a sus tierras y alcanzar a visualizar las paredes de las murallas de su Clan se bajaba de su caballo no sin antes darse un aferrado beso que invitaba a la seducción y al desfogue de caricias con un arrebato de pasión entre los bosques escondidos antes de llegar, haciendo posesión del cuerpo de su amada que no se resistía a su toque y lo dejaba hacer en ella lo que quisiera, al sentirse correspondida la noche antes y el amanecer, hasta esas horas en las que decidieron volver. Ya luego notando que había abusado de su habilidad y de la debilidad de su nueva y apasionada pelirroja, Anthony la subía en su corcel cubierta con su tartán, mirándola enamorado, encaminándose hasta llegar a su castillo, cuando los gritos y las órdenes dadas por su padre, sorprendían a la pareja,
- …Es un ataque brutal, van hacia los Cornwell, ustedes los hombres de familia se quedarán a cubrir nuestra fortaleza, los que todavía son libres se marcharán a ayudar al Clan Cornwell, no quiero que regresen hasta que hayan vencido a esos malditos. La orden de su Laird la escuchaba atento Anthony y Elizabeth se escabullía al encontrarse casi desnuda, por lo que se marchaba hasta la casa de su abuelo, aprovechando la distracción que tenían por brindar las atenciones hacía su Laird, por lo que no alcanzaba ni a despedirse de Anthony quien era señalado al primer vistazo de su padre para ir al frente, el hombre que lo atendía y preparaba para sus salidas y sus llegadas, le llevaba algunas cosas, incluso le cambiaba de caballo, asegurándole que había ropa y alimentos para su viaje, que lo había estado buscando desde la mañana pero que no había avisado para no delatar su ausencia, este sabía cómo se las gastaba su jefe con las damas y no tardaría en aparecer luego de retozar con cuanta mujer lo deseara.
El rubio giraba su cabeza buscando a su mujer, sabía que debía estar yéndose a cambiar y que mejor que nadie se diera cuenta que se encontraba sin prenda alguna cubierta solo por su tartán, además debía estar agotada, no habían dormido lo suficiente, así aprovecharía el viaje para despejarse de lo que había estado haciendo por muchas horas, tenía que retomar su lugar y pelear por su familia, que debían estar entre los clanes que estaban siendo atacados en esos momentos.
De pronto recibía el abrazo de su padre y este atormentado con una visible mirada de preocupación, le hacía prometer que volvería a su lugar en el Clan, a lo que seguro le confirmaba que no se preocupara que vendría tan pronto que no lo echaría de menos, luego buscaba a Andreas, pero este no se hallaba por ningún lado, por lo que a su regreso atendería la importante petición de su nieta para él.
Lejos de ahí en el castillo Mackenna, las cosas se salían de control, el Laird había puesto a los hombres que quedaban al frente, para quienes los atacaban de manera brutal, mientras que las mujeres que pertenecían al clan se tomaban de las armas, ahora disparaban flechas como si fueran guerreros, el castillo resguardaba no solo al Laird y a su ultima hija con vida, sino que ocultaban que los hombres se habían ido muriendo entre cada ataque dejándolos cada vez más vulnerable que nunca. Sus vecinos de tierras altas eran los Cornwell a quienes tenían como aliados desde que el padre de ambos varones vivía, por lo que la llegada de todos los hombres con las vestimentas conocidas de su clan, se dejaban pasar al resguardo de las tierras del castillo Mackenna, deseando que llegaran lo antes posible, para los Cornwell era como defender a su clan, ya que este se encontraba primero al frente de cualquier ataque antes que llegaran a las tierras de ellos, si vencían al Laird Mackenna, las familias del Clan Cornwell serían las siguientes en ser atacadas, el clan Mackenna había servido por muchos años como frente para cualquier ataque y los Cornwell al saberse beneficiados de estos, habían correspondido con apoyo constante de su clan.
Alistar y Archivald se hallaban al frente cuando notaban que había demasiados hombres muertos con vestimentas distinguidas de varios clanes, estos llegaban a caballo desenfundando espadas y enfrentando a tales atacantes, el Laird al verlos llegar, levantaba sus manos para detener a sus arqueras y que no atacaran a sus vecinos, deteniendo de forma inmediata las flechas, veían como llegaban mas de cien hombres de los Cornwell que con tal brío peleaban aun siendo menos cantidad que los que yacían en el ataque, al ser de tantos y variados clanes.
A cierta distancia luego de días de cabalgata intensiva, Anthony trataba de concentrarse y aceleraba lo más veloz posible junto a todos sus hombres, sin embargo su mente se distraía ahora con imágenes de su fiera en sus brazos, de lo que había estado viviendo y de su preocupación al no haberse despedido correctamente, eso lo incomodaba, antes nunca había sentido esa sensación, había yacido y retozado con cuanta mujer quería y en algunas ocasiones con esclavas o mujeres que deseaban atraparlo, más algo había cambiado, esa mujer lo descolocaba en muchas formas, pues su sangre hervía de solo recordar como ese mal nacido la intentaba golpear para llevársela y ahora eso lo sentía como un dolor personal, luego de haberse entregado a él de esa manera, meditaba que debía haberle dicho que no saliera a pasear por los alrededores del castillo, mucho menos lo buscara pues él había tenido que irse sin aviso, al recordar que ni siquiera sabía que era el hijo del Laird, como se lo diría a su abuelo Andreas. Todo se le venía de pronto y eso fue por la inmediatez de haberse ido sin verla, ni despedirse, sin decirle que lo esperara a su regreso, su incomodidad iba en incremento conforme se había alejado de las tierras de los Mc Brown.
En la casa de Andreas, ver a su nieta había sido tal agrado que se le salieron las lagrimas al pensarla muerta o perdida para siempre, su abrazo protector lo hizo sentir por primera vez emocionado, a tal grado que no recordaba haber pasado algo similar con su hija Sara, al estar siempre en los frentes de las peleas, jamás había tenido un acercamiento tan notorio como lo tenía con su nieta y mucho más al ser ella quien lo trataba como a un padre y le pedía disculpas comentando como había sido atacada, secuestrada y mal tratada, al grado de casi ser violada, después agregaba como se había defendido para luego su mayor salvación había sido uno de los hombres Mc Brown quien la rescatara y la devolviera al castillo.
- Pero ¿te dijo que me conocía, hija? - Si abuelo, me dijo que hablaría contigo. Que él vendría por mí. - ¿Tan pronto? Te alejaran de mi lado. - No lo he visto en estos días abuelo. - Imposible de verlo, todos los hombres libres fueron enviados a combate, atacaron a los clanes de Loch Earn. - Eso significa que… ¿puede morir? - Todos podemos morir en cualquier momento, pero un Mc Brown muerte con honor, hija. - Pero ni siquiera te lo presenté. - Si vale la pena, estará aquí a su regreso.
El rostro de Elizabeth se entristecía, sin esperarlo salía corriendo a su habitación sorprendiendo a su abuelo e indicándole que, para haberlo acabado de conocer, su nieta ya se había encariñado con ese hombre, preguntándose a sí mismo si había sucedido algo entre ellos.
Pasado el tiempo, Elizabeth comenzaba a cambiar, sus salidas ya no eran constante, los hombres solteros no se hallaban en el castillo, el trato de los hombres mayores o con familia era verlos jugando con los pequeños que con espadas de madera, practicaban para iniciar en ser futuros soldados del clan, sus madres se hacían cargo de sus hijas y de los detalles en los que ellas podían mostrarles sobre sus responsabilidades del hogar sin embargo, para Andreas ver triste a su nieta no era precisamente lo que deseaba, previniendo lo que le había sucedido, había mandado hacer con el herrero una daga hermosa que luciera en la empuñadura pequeña y fácil de tomar por su nieta para que se defendiera.
Al enterarse los hombres Mc Brown de lo que Andreas pedía y el porque lo hacía, muchos hombres que ya eran padres labraban por si mismos detalles similares de madera en pequeñas dagas, otras para asimilar la que Andreas había realizado y se lo darían a las jóvenes hijas, asegurándole que de cualquiera que se las intentara robar se tenían que defender como parte de ser del Clan Mc Brown. Todo por haber visto a Andreas hacerlo y ser ejemplo de otros hombres.
- Mira hija, la mandé hacer para ti. - ¿Para mí, Abuelo? - No quiero que vuelvan a atacarte y si lo hacen sepas defenderte, si deseas vamos al patio de armas y te diré la forma correcta de cómo puedes usarla sin lastimarte. Elizabeth salía y miraba a su abuelo atacar un tronco grueso que giraba al son del uso que requería para mostrar su defensa con una daga personal, a lo que poco a poco en los patios del castillo los pequeños miraban al viejo Andreas peleando y mostrando su habilidad para la defensa y como al ver a su nieta, esto hacía que las demás mujeres también rodearan la exhibición que hacía llamando la atención de todos, desde niños o niñas al igual que hombres y mujeres ahí presentes.
En el ventanal del castillo, el Laird Mc Brown notaba como hacía mucho no veía a Andreas en los patios entrenando y ahora eran niños y mujeres quienes aprendían de él, notando la cualidad de su viejo guerrero para enseñar a las futuras generaciones, solo que se le hacía extraño al haber incluido esta ocasión a sus mujeres, eso era nuevo por lo que se iba para ver como ellas lo harían, fue Elizabeth quien tomaba con maestría su daga y mostraba agilidad dentro de sus faldas al esconderla y atacar inesperadamente, llamando la atención de todos los que observaban, haciendo vítores por su logro. Andreas orgulloso sonreía a lo que su Laird que se había mantenido a la distancia aplaudía y agregaba, - Ahora enseñaras a tu nieta a defenderse, pero si logró volver al castillo viejo amigo. - Fue gracias a un Mc Brown que la trajo de regreso mi señor.
Los niños ya estaban practicando con sus espadas y sus dagas de madera. Elizabeth de pronto se mareaba y caía inesperadamente, haciendo que la conversación de los dos grandes hombres se detuviera, para ser llamada a la curandera del Clan que la revisara en su casa. Todos se daban cuenta que la joven se encontraba encinta, por lo que el viejo Andreas era felicitado y su Laird preguntaba que quien era el hombre del que su nieta se había preñado, más este solo negaba al ser uno de los hombres enviado a defender a los clanes de Loch Earn.
El lamento era mayor porque ella no decía nada del hombre que la había tomado, ya que ella no lo mencionaba hasta su regreso. Su abuelo tampoco le había preguntado, pero era ella la que con su tristeza al échalo de menos, no le había dicho a nadie porque ahora temía por su vida y se guardaba en silencio al ser ahora una futura madre, meditando que no podía comunicar su buena nueva a todavía a su familia debido a que no se lo podía decir hasta que el hombre respondiera por su mujer y estar respaldada por el padre de su futuro bebe.
CONTINUARA...
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Mayra Exitosa
