O

Tetralogía

Highlanders

Por Mayra Exitosa

II

Escocés para el verano

Capítulo 1

Engañado y Satisfecho

Anthony despertaba, había estado durmiendo hacía días y sus pesadillas lo inquietaban, debía volver cuanto antes a su tierra, si alguien osara tocar a su mujer lo mataría a como diera lugar, ella era suya y nadie tenía derecho a tocarla, mucho menos a preñarla, todo lo que había estado soñando le daba mala espina. Se levantaba adolorido y el curandero soltaba un suspiro al verlo sentarse - ¡Por fin, mi señor! No me han dejado salir, usted ha estado delirando las últimas tres lunas y creen que lo embruje. - ¡Embrujarme! ¿Quién ha dicho semejante estupidez?, que no vieron que llovía hierro del cielo, como iba a esperar esas malditas flechas cuando estaba en el ataque. - Lo sé mi señor, pero su primo me dijo que, si usted no vivía, yo no lo haría y si quedaba idiota, me cortaría las bolas. Una sonora carcajada hacía el rubio al escuchar lo que el matasano decía y reía orgulloso, pensando que ese debía haber sido su primo Stear era el único con esas ideas de amedrentar a quienes pudiera si no le daban lo que quería, desde niño lo hacía el muy infeliz sabía cómo hacer que todos le obedecieran si o sí.

Días antes de que despertara, Archivald había sido invitado por el Laird Mackenna al sentirse perdido, amenazado y ultrajado, en cualquier momento le tirarían las puertas de su castillo, y los Cornwell lo habían defendido colocando a todos sus hombres en la defensa, cuando lo vio entrar sabía que era el Laird Cornwell el mayor de los hijos, tenía una voz de mando y una forma de ser tan meticulosa con todas las mujeres que vio, al parecer era una ofensa que las mujeres hicieran lo que debía realizar los hombres y esa actitud le gustaba, así que lo paso sin preguntar y le cedía la mejor de las habitaciones, con un buen baño, las mejores atenciones y lo convencería de quedarse a apoyarlo en el clan.

Su hija lo vio entrar y ambos se quedaron sorprendidos, eso le gustaba al Laird Mackenna, Anya odiaba a todo hombre del clan, pero a ese no le podía hacer sus desprecios, le rebasaba en altura y ella aun siendo alta le sacaba una cabeza, los músculos se tensaron y se imaginó que ese hombre en una de esas la tomaría y la pondría en sus piernas a darle unos azotes si le hacía alguna de sus niñerías mimadas por haberla consentido demasiado tanto él como sus hermanos, todo porque la habían sobreprotegido, a falta de ellos y con las noticias de que habían muerto en tierras bajas, no le quedo más que fingir demencia y ocultar su situación por meses, cuando llegaron los Cornwell a su rescate, parecía haber recuperado a sus hijos, solo que el hermano dijo que se tenían que hacer las cosas como el decía, al parecer se quería deshacer de su Laird y el quedarse con el clan Cornwell, el mayor debía ser más fuerte, además dejo sin palabras hirientes a su hija, por lo que solo le quedaba hacerle caso al pelinegro al verlo como todos le obedecían, debía saber lo que hacía y si trataba así a su Laird, tenía sus razones.

Se fue el Laird Mackenna a buscar al Fraile que yacía escondido en los sótanos del castillo, mientras dejaba al pelinegro hablando con su hija Anya. – Madame, su castillo puede caer en manos enemigas en cualquier momento, puedo hacer que conserve su clan y se lo deban a usted - ¿Qué tengo que hacer, mi señor? Le dijo la pelinegra con desafío en su mirada lista para encajar una daga de ver si el listo ese se aprovechaba de ella. - Haga suyo a ese hombre que está dentro y todos los hombres que defienden su castillo le obedecerán. - ¿A mí? - Por supuesto, será él quien le de un lugar privilegiado, por lo que de ese hombre que está ahí dentro tomando el baño, puede ser suyo, se lo dejaría y lo haría usted un… ¡Mackenna! - ¿Se casaría conmigo y respetaría mi clan? - Por supuesto, pero antes tiene que poseerlo y que de fe de entregarle su virtud al fraile y a su padre. - ¿Y él salvará a todo mi Clan? - Será el clan de él, su padre ya esta de acuerdo, pero esto no funciona si… usted no hace su parte, debe hacer que caiga en sus brazos, su padre me dijo que es usted una guerrera y sabe defender lo suyo, solo déjelo verla y… le garantizo que tendrá un Laird que le de respeto a su Clan.

Anya meditaba las palabras, era hacer suyo al hombre, no que ella fuera la que se entregaría sino dejarlo yacer con ella y dar fe de que era un Mackenna, sus hermanos ya no estaban y perder el clan era el peor deshonor de todos, le estaba diciendo que ese hombre que se estaba dando un baño y se veía bastante alto y muy atractivo era el jefe del Clan Cornwell, pero si lo hacía suyo sería ahora el Laird Mackenna solo tenía que convencerlo de que la poseyera.

Nerviosa al nunca haber estado en esa posición y temerosa de que un grandulón tarado abusara de ella, como le había dicho su padre, solo tenía que hacer que el atractivo hombre que su padre había dado orden que debían tratarlo bien si querían salvar el Clan, y si ella era lo suficientemente buena, lo convencería de dejar el Clan Cornwell por el de ella, no perderían y por lo tanto su padre no tendría que morir. La dama alzaba su mano y el travieso jefe del Clan Alistar Cornwell, le conseguía a su hermanito menor ser un Laird tal y como él, con sus mismas responsabilidades, ya no estaría flojeando ni tomando a cuanta doncella quisiera, una guerrera Mackenna sería su dueña y él estaría al frente cuidando de que no atacaran al Clan Cornwell, era matar dos pájaros en uno.

Afuera la lluvia de verano arreciaba y Anthony recibía la visita de Stear en la espera de que la lluvia se calmara para que sus hombres volvieran a pelear con los clanes apostados fuera del castillo.

- Anthony, tendremos una boda en unas horas. - ¿Te casarás Alistar? - No, tu y yo casaremos a Archivald. - ¡Qué! - Recuerdas la noche aquella que nos fuimos de juerga con las doncellas de la taberna del Clan Andrew. - Como olvidarlo, el tabernero dijo que estábamos muy grandes para sus doncellas y que debíamos pagar el triple por haberlas dejado incapacitadas y que ya no aceptaban a otros hombres. Una sonora carcajada, soltaban los dos escoceses al recordar la tarugada con la que el tabernero de los Andrew quería cobrar de más. - Después de eso, Archie no quiso volver al Clan Andrew, supuestamente las doncellas eran pequeñas y los hombres enormes las usaban demasiado. A lo que quiero llegar, es que el Clan Mackenna perdió a sus hijos y adoptará a mi hermano entregándole a su doncella, por lo que mostraremos que ya esta preñada de mi hermano y que no hay mujer por la que pelear, los Mackenna tienen Laird y un convenio con los Clanes Highlands, estando aquí tu y yo para respaldar con nuestros escudos, podemos casar a Archivald y salvaremos a todas esas mujeres que no tienen pareja. - ¿No tienen? - Mataron a los hombres Mackenna para llegar por ellas, esa es la jugada de tener a todos los clanes de tierras bajas peleando en nuestras tierras. Creen que les dejaremos que se queden con ellas, si tus hombres son libres, podemos dejar que se lleven unas cuantas, el castillo esta lleno de hembras, solo que las casaría el Laird Mackenna y podrían convertirlas en mujeres de su Clan.

El rubio lo miraba con media sonrisa, aceptando la propuesta de llevarse mujeres si sus hombres deseaban casarse, y vaya que les urgía, estaba seguro de que todos querrían llevarse la suya al Clan Brown. Más sabía que al igual todos los hombres de la familia, iniciando por su tío William y finalizando por él no eran fácil de casarlos, a excepción de que ellos ignoraban que tenía una flama encendida y con las piernas bien abiertas esperándolo a su regreso. Con un dolor interno de las heridas que habían quemado, le hizo la pregunta que le quedaba por hacer,

-¿Y cómo lo convencerás? - Engañé a la hija del Laird, ambos piensan que es a mí a quien tiene como invitado de honor, solo le dije que, si lo conquistaba y mostraba su virtud, se quedaban con él. Creen que mi hermano es el mayor de los Cornwell. - ¡Alistar! - Es un plan prevenir, si Archie se convierte en Laird de los Mackenna, tendremos un clan más en Highlands, está de más decir que ya mandé llamar a los hombres Andrew, si ellos llegan todos los apostados afuera saldrán corriendo. Somos demasiados para ellos, lo sabes. La sonrisa chueca del rubio, le daba su aceptación a lo que había hecho Alistar.

-Pues démosle privacidad y esperemos que la dama sea suficientemente bonita y candente, ya sabes que Archivald es muy exigente. - Mi cuñada es preciosa, vaya que sí, tiene todo en su lugar y un genio que divertirá mucho a mi hermano. - ¿genio? - Ella cree que lo conquistará y que será ella quien lo posea. Las carcajadas de ambos hacían que el rubio se doliera de sus heridas a lo que se sentían mal, pero no podía dejar de reír Anthony estaba sobándose encima de los trozos de tela al estar recientemente curado, tenía que terminar ahí y volver a buscar a su flama encendida, que ya no tardaba en venir el frío y necesitaría tenerlo entre sus piernas. Solo deseaba quedarse ahí todo el invierno de ser posible.

Archivald había estado tomando un baño caliente, el barril de madera amplio cubierto de telas le daban un masaje relajante, se había bañado y lavado a conciencia, pero de pronto ver a la damisela pequeña y nívea, dejando caer sus prendas quedándose desnuda, era la declaración más romántica que había visto en su vida, sus cabellos negros fungían como una capa y su mirada azul, le daba un aire de ternura y al acercarse, temblaba cual hoja al viento, no podía controlarse ni un momento más, apenas la vio y su miembro saludo a la preciosidad tan valiente que entró decidida a servirle y ofrecerle lo que anhelaba desde que había llegado al ese clan colmado solo de mujeres, notaba que le temblaban las manos y de pronto tenía miedo ser tomada, al parecer la había impresionado agradablemente, a tal grado que se había quedado muda, las caricias tomaron posesión y el temblor se incrementó a cotas altas, era virgen su preciosidad, no tenía quien la tomara, se la llevaría al Clan Cornwell y la haría su exclusiva, no dejaría que nadie la poseyera, era una muñequita muy decidida, que al entrar en su cuerpo, aguantaba el dolor como las diosas de los bosques, le rasguñaba la espalda con tal ferocidad mordiendo las cobijas en su enfundada estrechez, no deseaba hacerle daño, pero poseerla no podía una sola vez, tenía que yacer con ella lo más que pudiera, si el Laird Mackenna le había prestado a una de su Clan, para brindar sus atenciones, quien era él para negarse ante tal regalo, tenía meses de no tener a una virginal doncella, era tan estrecha y se notaba que desde que lo vio, la había impresionado agradablemente que entraba decidida a entregarse, como le hacían falta hombres al clan Mackenna, todas las mujeres debían estar en una situación de necesidad anticipada, deseaban hijos varones y había que darle una buena calentada al horno para darle lo que con tal entusiasmo estaba deseando esa preciosa mujer.

CONTINUARA...


Con este inicia la segunda parte de la TETRALOGIA HIGHLANDS, la cual lleva ahora el libro: Escoces para el Verano

deseando sea de su total agrado, continuamos poniendo kilts a los escoceses, agradeciendo sus comentarios en cada capítulo

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa