O

Tetralogía

Highlanders

Por Mayra Exitosa

II

Escocés para el verano

Capítulo 2

La llegada de los Andrew

- No me vas a dar tu nombre, preciosa. - Soy… yo… Anya Mackenna, la hija del Laird Renan Mackenna, ¡ahora eres mío! Y… y… te quedarás para siempre conmigo. - ¡Que! temblando cual hoja y contando lentamente lo que su hermano le había dicho que ella hiciera, este se quedaba con las quijadas ajustadas, lo habían pillado como en la taberna de los Andrew, para colmo había formado una alianza su hermano sin saberlo, ni siquiera le habían consultado, lo cierto es que se hallaba tan contento, los Mackenna lo creían el Laird Cornwell hijo mayor y todo lo que escuchaba era a esa pequeña diciendo que lo declaraba ahora suyo y al oírla apretaba los labios para no reírse, la tenía desnuda y con su cuerpo dispuesto a sus deseos, ningún Cornwell le creería como lo conquistó su mujer, pero le dio tal ternura, que la abrazó por encima de los hombros, tratando de no burlarse le preguntaba,

- Y de pura casualidad tu… ¿serás la Laird de este castillo? - ¡No! te hare Laird Mackenna, mira ya tengo mi fe de que soy solo tuya. Indicaba las cobijas con la muestra de su virtud, - No preciosa, ya tengo la muestra de que te hice mía, y soy yo quien reclama en este lugar, no mi preciosa mujer, tu solo puedes reclamar como tuyo mi cuerpo, que no será de nadie más, si me juras que el tuyo será solo mío para siempre, estarás cada noche en mi cama y no dejaras que otra mujer ocupe tu lugar. - ¡Lo juro! ¡Lo juro! ¡Lo juro! Esa efusividad y ese temblor de su labio, derritiéndose por su toque al masajearle los bustos y tirarle sus botones, se veía tan candente y dispuesta, estaba con la boca suelta, las piernas abiertas en su cintura, lista de nuevo y llevaban haciéndolo desde hacía horas, tentado a poseerla con mayor intensidad, se aguantaba para susurrarle,

- Bien, entonces haré el convenio y nos casaremos, conservaremos el nombre del Clan Mackenna y lo representaremos juntos, pero nada de andar alardeando que yo soy tuyo y que me poseíste, eso no es verdad, mira que todavía puedo volver a entrar, eres una hermosa mujer que se derrite a mi toque, mi mujer y yo… seré tuyo dentro de esta habitación, afuera quien te defenderá seré yo. Quien de las ordenes, seré yo, y si usted me da hijos, serán todos Mackenna, serán solo nuestros, todos míos. ¿Quedo claro?

La mano de Archie estaba entre las piernas de su damisela y ella con la boca suelta los ojos entrecerrados, temblando casi agonizando, asentía deseosa de que le diera lo que habían estado probando desde antes de que pasaran a las presentaciones formales y lo hacía tan bien que ella se perdía con solo sus dedos moviéndose dentro de ella, mucho más con ese enorme potentado que tenía como espada desenvainada mostrándose listo para volver a hacerlo de nuevo. - ¡Si! ¡Si! ¡Si! ¡lo que ordene, mi Laird! - Así está mejor, mucho mejor.

La sonrisa de satisfacción del castaño era al verla como cera ardiente dejándose humedecer sus dedos, para luego así sentado con ella al frente, le levantaba el trasero y la insertaba haciéndola temblar y agitarse al mismo tiempo, se veía tan preciosa recién hecha mujer, ahora suya y eso se lo debía a su hermano, que había planeado todo con tal de no ser el único con las responsabilidades de todo un clan, ahora lo había puesto a él como el Laird de los Mackenna y eso haría todavía más grande y poderoso a los clanes Highlands, todo solo con hacer suya a esa belleza, como era posible que apenas habiéndola iniciado ya fuera tan ardiente y estuviera tan dispuesta, estaba derritiéndose y provocándolo como jamás nadie lo había hecho. Le juraba que solo sería suya, se veía tan preparada que al insertarla le encajaba las uñas anclándose para moverse solita. Y de pronto ya no podía ir a ese ritmo lento, tenía que darle mayor intensidad, la recostaba en su lecho y la fuerza, la hacía gemir y gruñir, moviendo sus caderas para encontrarse con las suyas. Era una preciosidad dispuesta a salvar su clan y aunque quisiera no tomarla tan fuerte, tenía tanto sin hacérselo, mucho menos con una doncella virginal y dispuesta amarlo y que la hiciera suya sin quejarse, ya todas las hembras del Clan Cornwell estaban enlazadas con sus hombres y no era fácil conseguir una mujer disponible exclusivamente como esa cosita hechicera que llevaba recibiéndolo desde ya tres ocasiones fincándole su semilla dentro para ver si se ponía más hermosa ahora que era su mujer. -¡oh! ¡oh! - No soy caballo… para … que intentes… detenerme… - ¡no! ¡Más! ¡Mas! - Si es así entonces agárrate fuerte que ahora llegaremos con todo hasta que sientas que te amoldaste a tu Laird, preciosa. - ¡Si! La velocidad fue mayor y la tomo para darle con mayor fuerza, a lo que, al aviso de colmarse, ella encajaba sus dientes en su hombro para no gritar, mientras que él sonreía satisfecho, amando a su doncella valiente, definitivamente sería la mujer que no saldría de su cama jamás. Un beso efusivo para sellar el trato y ella aceptaba lo que le hacía mientras que la invitaba a corresponderle y ella no lo soltaba se enajenaba deleitándose en la boca de su nuevo Laird. - Es usted deliciosa, mi Lady. - No tanto como usted mi Laird.

Los que planeaban apenas iniciar el día entre el lodazal, fueron sorprendidos con el temblor de la base de sus pies, los caballos con hombres enormes y con cara de asesinos en serie, llegaban tras de ellos desde el Clan Andrew guiados por su Laird al frente, apenas había sabido del ataque al Clan Cornwell habían emprendido su llegada, más al ver que solo era el Clan Mackenna quien se encontraba sitiado colocado estratégicamente antes de llegar a tierras Cornwell, los tranquilizaba su Laird, al haber cabalgado por horas los traía molestos y apenas llegaban desenfundaban espadas y arrasaban con cuanto bombo despistado mostraba la cabeza, era un correr de hombres ya que nadie esperaba que el Clan Andrew llegara tan temprano y los superara de esa manera, los primeros en caer fue el grupo que los lidereaba, al saber que estaban escondidos tras todos sus hombres, fue a los primeros que atacaron y así cobraron caro las muertes de los hombres del Clan Cornwell que habían negado oportunidad de defenderse, según había contado su informante.

Para William saber que le había llovido flechas a su sobrino el líder guerrero del Clan Mc Brown fue suficiente para llegar enfurecido, al pensarlo herido o moribundo. Pero al bajar de los caballos en el castillo desconocido para ellos, como lo era el Clan Mackenna, y ver elegantemente con su atuendo a su valiente sobrino con telas que fungían como coberturas de momia, lo hizo reír y dejar soltar el aliento que llevaba contenido al pensarlo muerto.

- Que susto me han dado, acabaría con todos si algo te pasaba Anthony. - ¡Tío William! El abrazo fraternal hacía que los demás notaran y confirmaran que los hombres que se habían negado a aceptar la tregua de Cornwell ya no se encontraban con vida, pues habían sido atacados de manera sorpresiva por el los del Clan Andrew que iban llegando azorados con la idea de que sus hombres habían sido masacrados.

El fraile sorprendía a William, quien giraba para ver finamente vestido a su sobrino Archivald, junto a una damisela vestida con atuendos de un telar que no era el conocido de los Cornwell para contraer nupcias, de inmediato se limpiaba el polvo y se quedaba mirando a los rostros traviesos de sus sobrinos, sabían que si lo invitaban a una boda no asistiría, siempre andaban queriendo atrapar al tío con cuanta mujer lo solicitaba. Y ver como ese par de sobrinos lo habían engañado para asistir a la boda de Archivald, le daba un gusto enorme, pues ninguno de ellos quería ser atrapado y por lo que notaba, a Archivald lo habían convencido muy bien porque no solo aceptaba, sino que sonreía de oreja a oreja, dejándose abrazar de la cintura por la mujer que aseguraba a quienes los rodeaban, que era suyo y de nadie más. Dejando al tío más sorprendido porque Archie aceptaba que su mujer se adueñara con tal de verla feliz.

- Así que todo fue un plan para hacerme venir. -No tío, mira Anthony si fue herido, y Archivald realmente fue atrapado, pero no por los captores, sino por esa mujercita que dice que ahora es suyo y… lo convirtió en Laird de los Mackenna - ¡Que! ¿Laird? decía sorprendido el jefe de los Andrew al llevarse la sorpresa más agradable, y tener de su lado un nuevo Clan aliado.

Stear celebraba, al saber que su tío había llegado enfurecido por la nota que le habían enviado y que aquellos que no aceptaron que ya los Mackenna tenían su Laird y eran falsas las noticias de que el castillo era de puras mujeres Mackenna, sino que formaba parte de los Highlands. Al no creer y no aceptar, pensaban volver a atacar en un par de horas, ignorando que no tardaba en llegar una cantidad enorme de hombres de los Andrew, que respaldarían al Laird de los Mackenna Archivald, a cambio de hombres, daría mujeres, el muy listo aseguraba que cada mujer que desearan se quedarían los hombres aceptando jurar lealtad a los Mackenna y eso había molestado a Anthony y Alistar, que el tiro les había salido por la retaguardia y ahora el nuevo Laird daba ordenes a sus mujeres de atrapar a cuanto incauto se dejara y lo convencieran de apoyar al Clan Mackenna, por lo que cada mujer ahí tenía esa intención, no todas lo lograban, menos al ver a los Andrew llegar, con ese hombre alto, fornido, rubio y con esa sonrisa que desarmaba a todas, no les importaba quedarse sin Clan.

CONTINUARA...


De la segunda parte de la TETRALOGIA HIGHLANDS, la cual lleva ahora el libro: Escoces para el Verano, llega este capítulo para no quedarse atrás

deseando les guste, agradeciendo sinceramente sus comentarios en cada capítulo

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa