O
Tetralogía
Highlanders
Por Mayra Exitosa
Escocés para el verano
V
De primavera al verano
El hombre sopló para inflar el fuelle, llenando la estancia de sonido la música anunciaba la llegada de sus hombres de la batalla que había mantenido por cinco meses fuera a sus jóvenes soldados. Cuando todos los músicos estuvieron listos, Anthony hizo una reverencia y empezó entregando obsequios obtenidos por haber ido a la batalla, sus hombres traían parejas, para hacer el lazo nupcial y el juramento, más también se veían cicatrices nuevas, en algunos hombres y sobre todo en él. Las conversaciones se hicieron largas y ver a Andreas con un brillo de esperanza, más su pelirroja no se veía por ningún lado y eso no le daba buena espina, finalizaba con los detalles que habían ganado en las batallas al respaldar a sus primos, mencionado la partida de dos de sus hombres en la batalla al ser atacados por muchos de los clanes y uno de todos se vio quedándose en el Clan aliado de los Mackenna, con su nueva familia. Ahora que su primo Archivald era el nuevo Laird.
El padre notaba la turbación e incomodidad de su hijo, quien se despidió rápidamente y salió tras Andreas este se iba por un costado y el deseaba alcanzarlo. - ¡Andreas! - Mi joven guerrero, ¿en que puedo serviros? - Mi mujer, tu nieta, ¿Dónde se encuentra? - ¿tu mujer? ¿Eres quien la rescato del secuestro hace meses? Preguntaba asombrado el viejo Andreas girando para ver a su Laird, soltaba tremendo grito de alegría y todos los hombres que ya se enfilaban para el juramento ante el Laird Mc Brown, se sorprendían.
Andreas le alzaba la voz a su Laird aludiendo la buena nueva, - ¡Es él! ¡Es él! ¡Su hijo, mi Laird! ¡Su hijo! - Tranquilízate hombre, ya se que Anthony es mi hijo, no hagas un lío de eso, querrán asustarse las mujeres que llegaron con nuestros hombres. - Su hijo, mi Laird, su hijo es el padre de mi bisnieto.
Anthony al escuchar eso, asustado por escuchar la noticia salía como alma que lleva el diablo y corría hasta la casa de Andreas, dejando a todos sin entender de lo que hablaba, en la casona de Andreas cercana al castillo, dos mujeres le mostraban los lienzos del tartán y ella sacaba el que su pareja le había dado para su hijo cuando naciera.
Las mujeres lo tomaban y aseguraban -Este lienzo es del tejido del Laird Mc Brown. - No entiendo. La puerta se abría de par en par, entraba Anthony y la miraba con su tartán en sus brazos, ella se puso de pie, mostrando su vientre abultado que le decía lo que Andreas había anunciado, - ¡Elizabeth! -¡Volviste!
Las mujeres salían asombradas, el hijo del Laird había entrado a la habitación de la joven, ambas corrieron espantadas al escuchar como él reconocía a la joven, a la que nadie sabía quién era el progenitor de su preñez, a lo que salieron con la noticia al castillo, comentándole a su Laird que su hijo estaba con la nieta de Andreas, que la nombraba, como si su mujer fuera.
Habían sido muchos días, meses sin saber de quien se trataba el hombre que la había rescatado, verla caminando solo dentro de las murallas del castillo ahora sin salir y sin exponerse, ver como su cuerpo cambiaba y crecían sus bustos enormes y un vientre anunciaba la llegada de un Mc Brown, pero nadie sabía quién era el hombre al no dar el nombre del padre, y quedarse en silencio, ocultando la tristeza de que posiblemente estaría muerto o no volviera de donde habían sido enviados y ahora el mismo Laird lo anunciaba a los cuatro vientos emocionado, el pronto sería abuelo, mientras que, Andreas todavía lloraba porque no podía creer su suerte, el hijo del Laird había preñado a su nieta y era ese hombre Mc Brown que la había rescatado del secuestro.
- Calma Andreas, fueron muchos meses, mi hijo no me anunció nada, recuerda que se fueron todos a la batalla de los Cornwell. Además, han ganado un Clan más como aliado, ya regresó y no trae mujer, todas ellas son de los que están en la fila, el vino por tu nieta. - Mi Laird, estaba tan preocupado de que fuera uno de los que partieron al otro mundo y no tuviera quien le diera su protección, que ya me había hecho a la idea de que fuera como un nieto para mí. - Pues que suerte que te equivocaste, no lo será, es mi nieto y como tal se vendrá a vivir aquí en el castillo y también tú, viejo alcahuete, que me has atormentado por meses.
En la casa de Andreas, ella era abrazada con delicadeza, sus bocas no se despegaban, su mano acariciaban su vientre y su semilla florecía en ella, su mujer lo haría padre muy pronto, ya crecía un Mc Brown en espera, no era de nadie más que suyo, nadie la había tocado y ella se había preocupado de que no volviera, se había esperado e ignorando su nombre, sin decirle a nadie quien era el padre, ahora luego de hablar y pedirle perdón por su salida inesperada la llevaba en sus fuertes brazos, si había una fila para enlaces a matrimonio, el suyo no sería el ultimo, sino el primero, como si afuera corriera frío cuando solo un viento de otoño anunciaba, cubría con el tartán que él le había dejado a ella en señal de compromiso y la llevaba con su cabeza en su hombro emocionada porque sus heridas no le dolían, eran según su expresión solo rasguños de gatos, mientras que ella ajustaba sus brazos a su cuello y él sonreía orgulloso porque ella no debía continuar en esa casa, sino en le castillo Mc Brown que era donde pertenecía.
- Me dijeron que todos los hombres traían pareja - No el tuyo, desde que partí a esa batalla mi corazón lo había dejado contigo, y verte me lo confirma todo, estoy muy orgulloso de saberte mía por entera. Que mi hijo yace creciendo sano y salvo donde debe estar. -Fue difícil al comienzo, no te había pedido tu nombre. - Anthony Mc Brown será tu marido en este momento, mi padre hará el enlace, aprovechando que esta el Fraile dando la unión religiosa en el castillo, temía perderte y mira que bien que te deje preñada. - ¡Anthony! Me gusta ese nombre. - Si es niña, me gustaría ponerle el nombre de mi madre. - Por mi no hay problema, pero si es niño, quiero que se llame también como mi abuelo Andreas. - Nos pondremos de acuerdo entre todos en como se llamará, mandare por tus cosas, ya no debes estar lejos de mí nunca más.
No se había realizado aquel baile desde hacía años, pero ellos lo recordaron sin esfuerzo. Los hombres celebraban estar unidos formalmente en matrimonio, junto a los guerreros, el hijo del Laird se encontraba en la danza de todos los hombres, miraba a su mujer a la izquierda junto a su padre, mientras el bailaba igual a la par de los demás la danza de las espadas, a la izquierda luego a la derecha, al tiempo que subía el brazo para no perder el equilibrio, tanteaban los cuatro cuadrantes que formaban la espada y la funda curva, trazando la primera cruz. Luego brincaban en su lugar de la derecha más alto y a la izquierda, haciendo que se balanceara los kilt elegantes de sus hombres, a juego con el suyo. Una vez trazada otra cruz, movió el pie, punta y talón, pisada y otra vez a saltar. Delante y atrás, atrás y delante, fuera y dentro. El baile en armonía perfecta de todos los hombres que al final de la danza de espadas se unían en un grito de jubilo para danzar en una rueda formada solo por ellos, las mujeres en sus mesas, las familias de sus parejas cerca de ellas, conociendo a las nueras que habían llegado, era una boda enorme, y él que no lo esperaba se había casado y sería de todos el primero en ser padre. Los asistentes batían palmas y los hombres gritaron eufóricos. Anthony por fin se relajaba, descansando en el sillón que le correspondía al frente, ella se ponía de pie al igual él lo hacía, solo para traerla y sentarla en sus piernas, nada de hacer actividades, ahora era solo cuidarla, ella se ruborizaba y su Laird orgulloso giraba a ver a su amigo Andreas con la atención a la que suponía la melodía mientras los tres hombres seguían moviendo los pies, danzando imaginativamente.
Muy lejos de ahí, habiendo puesto en orden el plan para el castillo Mackenna, dejando a Trompas y trípode de la vigilancia de los hombres, el cuidado del castillo y del Laird, sabiendo que eran los más recelosos y mayores, además de provenir del Clan Andrew, ahora eran tomados en cuenta, y el joven del Clan Mc Brown, se quedaba como amigo del Laird, su mujer era de la familia de Anya y ahora, estaba rodeado de aliados que habían hecho el juramento, se habían balanceado las cosas, de entre hombres y mujeres ya estaba colmado el castillo y el lugar, solo dos abuelas y el Laird eran los ancianos sobrevivientes, pero el Clan Mackenna lucía radiante, colmado de luces de fuego y de nuevos matrimonios, asegurándose un respaldo con el Clan Cornwell vecino, ambos tenían las tierras unidas y siendo hermanos de sangre podían decirse que no había enemistad a futuro.
Anya tenía apenas un par de meses de embarazo y su padre ya quería que tuviera una docena, el acueducto que rodeaba las murallas, fue limpiado y el pasadizo que yacía enmohecido bajo el castillo, se saneaba, más que tener tantas mujeres, ahora había muchos planos por ver, Archivald estaba viendo el castillo que tenía tres pasadizos de escape, que el mismo antiguo Laird le mencionaba para si hubiese un ataque, salvar a los niños y las mujeres por ese lugar, sus antepasados lo habían construido con esa idea, y el veía que no solo podía ser un escape excelente, sino una invasión si alguien descubría la salida, por lo que buscaba protegerlos no solo de la salida sino de la entrada de otros no deseados a ese lugar. Las cuatro torres que rodeaban al castillo ya no estaban, solo se habían salvado dos de ellas de los ataques recibidos, por lo que tenían que reparar esas partes, - Que habitaciones había ahí. - La de visitas de mi prima Patricia del Clan McCormick, es la hija del Laird y prima por mi madre, ella viene seguido y le dejan la puerta abierta, solo que ahora no habrá habitación disponible cuando venga.
Gracias por leer, hasta aquí finaliza el segundo libro de cuatro que ocupan los Highlands, el próximo continua
ESCOCÉS EN EL OTOÑO
Un abrazo a la Distancia
Mayra Exitosa
