FIC

Tetralogía

Highlands

Por Mayra Exitosa

Escocés en el otoño

Capítulo I

Alguien en mi torre

En el Clan lejano de tierras bajas, Patricia escuchaba a su padre molesto, el elegiría al hombre con el que casaría a su preciosa hija Patricia, tendría que ser un guerrero indestructible, y que no fuera un Laird, porque entonces se llevaría a u hija a su Clan y no tendría a quien heredar igual que la hija de Mackenna que por lo que había escuchado había salvado y tenía un Laird Mackenna a pesar de haber perdido en las batallas a ambos hijos. Patricia ya debía haberse casado desde hacía un par de años, más el hombre que había elegido su padre estaba muerto y otros dos que le habían gustado a él, era por demás que los elegía viejos o feos y al paso que iba pronto elegiría a un amigo de estos que estaban ahí, tomando whisky y embriagados, terminaría odiando más su vida que la de su prima Anya que se había vuelto una guerrera porque ya no había hombres que defendieran su clan.

Que dicha fue saber que ahora se hallaba casada y que el hombre que la había desposado era el Laird vecino y cedió su lugar a su hermano para convertirse en Laird de los Mackenna, eso era lo que Anya había explicado a breves palabras que le mandó, que estaba radiante y feliz, esperando un hijo ya con un embarazo avanzado y ella ahí, esperando a ver con quien la unía su padre, eso ya no era de soportar, por lo que tenía que ir a visitar a su prima y darse un poco de espacio, que no terminara desesperado su padre casándola con el primer aventurero que le diera por eliminar su clan McCormick de la faz de la tierra luego de tantos años de batallas y enfrentamientos, quedar solo ella era una agonía que no tardaba en vencerse.

- Si cuídenla bien, ella se sabe el camino de memoria, siempre va con su tío y su prima, déjenla y regresen de inmediato, para que luego mi primo la envíe acompañada de sus guerreros y no perder a los míos, - ¡Si mi Laird! Los tres hombres a caballo acompañaban a Patricia rumbo a tierras altas, con la consigna de dejarla en el castillo y volver lo antes posible, pues no podían perder hombres que custodiaran al clan y no había sobrados en esas fechas en los que morían por heridas y por batallas, una guerra sin aviso, con intereses de por medio y luchando por contener su clan y que este sobreviviera, esa era la primera ley de cada clan en Escocia, crecer y mejorar, ser quien al ser atacado, les temieran y que su gente no les faltara nada, eran familia y no podían dejarlos sufrir por decisiones equivocadas, por lo que el Laird McCormick era temeroso de elegir un hombre que no respondiera a la valentía de su clan, tenía que elegir bien, o todo podría salir peor.

Una de las cosas que nadie sabía era que Patricia carecía de vista lejana, gozando de una excelente vista de cerca, más en aquellos tiempos se ocultaban en ocasiones esos detalles pues si alguien se daba cuenta sería una debilidad de la que podrían aprovecharse. Ver los castillos lejanos ante el atardecer y llegar la lluvia ennegreciendo todo, fue un problema más notorio para su visibilidad. El castillo Mackenna de tener cuatro torres solo tenía dos y aunque había sobrevivido a mas de cuatro batallas consecutivas, su castillo necesitaba reparaciones urgentes que se iban haciendo despacio para no llegar con el frío invierno sin tener el castillo plenamente preparado para resguardar a todas las nuevas familias formadas en el Clan Mackenna. Mientras que el castillo de los Cornwell poseía seis torres delgadas que fungían como punto para cubrir a los soldados y desde ahí vigilar la llegada de extraños al castillo.

Alistar Cornwell llevaba tres viajes constantes entre el castillo Mackenna y el suyo, si era por problemas de mujeres traidoras o de legalidad ante las que se querían ir con sus hombres a vivir al clan que debían aceptar sus leyes antiguas, pues ningún Cornwell que se preciara de serlo, se cambiaria de apellido solo porque si, mucho menos si la mujer podía ser convencida por el hombre de que su castillo tendría todo lo que necesitaría. El punto de discusión era que las mujeres Mackenna deseaban a los hombres que se quedaran y dieran juramento al clan de ellas, por petición de su Laird, mientras que los Cornwell pedían que respetara las leyes y que las mujeres siguieran a sus hombres al clan que las protegería, en un estira y afloja de entre los dos clanes, terminaban por intercambiar algunos hombres por las mujeres, más Archivald se daba cuenta que eran hombres sin clan que habían dado apoyo en el castillo Cornwell pues el reconocía a todos los suyos y estaba cediendo advenedizos y no hombres Cornwell, pero si les decía eso a los Mackenna, exhibiría a su hermano como desleal, por lo que siendo justos los Cornwell habían salvado a los Mackenna y su recompensa era mínimo llevarse mujeres a cambio ya que ellos habían salvado de la destrucción.

- Esta bien, hermano, déjame a esos hombres y veamos cuantas mujeres formaron parejas con tus hombres. - Vaya por fin, eres un hueso duro de roer, estas hecho un Laird avaro y codicioso, cuando los clanes Andrew y Mc Brown se llevaron más de cincuenta mujeres no te puedes quejar para que te las devuelvan. - Tienes razón, pero aquí es el frente de las peleas y lo sabes, no voy a permitir quedarme sin guerreros cuando seremos tu defensa en todo momento, además mi esposa tiene un regalito para ti, te daremos una sorpresa cuando menos lo esperes. - ¿Ah sí? Se trata de mi sobrino, será niña o niño. - Será un varón, puedes apostarlo, - Hasta no ver su entrepierna y que haya salido de tu mujer, no cantes victoria. Estos Mackenna parieron puras mujeres y eso es lo que más han tenido por años. - Cuando nazca mi hijo, lo veras y no dirás nada cuando sea el futuro Laird de estas tierras, y quieras que despose a tu hija. - ¡Por Dios! En Cornwell si sabemos hacer hombres. - ¡Alistar! ¿Olvidas de donde soy? - No hermanito, pero te tiene bien atrapado mi cuñadita, casi no sales de tu habitación. - Son los antojos del embarazo. - Más parecen lo de ella, según se rumora.

Archivald lanzaba un plato de hojalata, y Alistar salía corriendo, asegurándoles a sus hombres que se llevarían a las mujeres a cambio de los que deseaban convertirse en Mackenna. Ya era noche y muy tarde, pero no deseaba quedarse otro día más en el Clan Mackenna, por lo que preparaban a las mujeres y los hombres aseguraban que fueron cambiadas por hombres y ellas debían obedecer a su Laird, con unos fingidos lamentos salían las mujeres que no eran traidoras, sino que obedeciendo las leyes se irían con los hombres del Clan Cornwell.

Cansada y a caballo directo, guiaba a quienes la custodiaban y por fin llegaba al castillo, muchos hombres ingresaban y ella se despedía pidiendo que les cambiaran los caballos a sus hombres para que regresara a su clan. Patricia daba órdenes y los hombres asombrados por escucharla, le hacían una seña uno al otro y la obedecían al ver que ella subía por las escaleras de la primera torre, que pertenecía a la habitación de su Laird, por lo que les cambiaban de caballos y les llenaban sus bolsas de viaje, para luego cerrar las puertas y escuchar el grito de que a lo lejos regresaba más de sus hombres con sus parejas.

Los Cornwell venían a todo vuelo, agotados y con sus mujeres para ser ya horas de madrugada y las carretas no eran suficientes, por lo que se habían venido de grupos pequeños del castillo Mackenna al Clan Cornwell ya llevaban tres caravanas ingresando, a parte de la mujer que dio ordenes y entró a descansar.

Patricia agotada, veía el barril de madera con el agua entibiada y parecía que su prima Anya ya la esperaba, porque el baño le caía de maravillas, no podía comer del cansancio que traía, pero probaba la carne y las frutas que en la mesa había, no veía sus ropas que mantenía siempre por ahí, por lo que tomaba una camisola y se la colocaba en lugar de la bata de dama que ella siempre usaba. Bebía del jarrón de vino y este sabía bien, tenía sed y no le importaba darse un poco a la bebida si con eso se dormía y descansaba luego de la lluvia y el viaje tan largo, lo único que anhelaba era dormir hasta altas horas del amanecer.

La llegada de Alistar Cornwell, anunciando que él era el ultimo de todas las caravanas que había enviado, ordenaba ya no abrir las puertas y cambiar la guardia de los soldados por los que ya habían descansado. Así el Laird, subía su escalinata, veía su baño y gotas de agua en el suelo, cosa que el todavía no entraba, más estaba tan deseoso de darse una buena ducha que eso no le importaba, uno de los problemas que el Laird Cornwell tenía era que no veía muy bien de cerca, más de lejos veía perfectamente, por lo que eso le había ayudado siempre en las batallas, más su valiente hermano lo ayudaba con los escritos, todo cuanto de planos y mapas se trataba, ahora que ya estaba casado y que el muy listo exigía hombres para defender su clan, por supuesto que lo comprendía, tenía que tener suficientes soldados si las batallas entraban por ese lugar para llegar hasta los Cornwell, ellos eran la defensa. Como lo necesitaría ahora que no habría quien viera los documentos, mapas y planos de los que él debía hacerse cargo.

Cansado y muy agotado, vio su plato de comida, su copa de vino lo cual ya estaba servido, le dio por comer un poco y se quedo desnudo como siempre que se iba a dormir, no necesitaba nada para tomar el sueño a gusto, le estorbaba todas las prendas y dormía sin ellas era lo justo. Al entrar a su cama, sintió una calidez, palpando en la obscuridad al haber apagado las velas, supo que había una mujer bella con dos grandes bustos y lo seguro era que sus soldados en agradecimiento por haber traído a sus parejas, le habían enviado una a él, para que durmiera colmado de placer, meter las manos y tocar fue solo el comienzo que pudo gozar.

Continuará...


Inicio del libro ESCOCÉS EN EL OTOÑO, un comienzo que avisa será.. calientito el verano

y muy aventurado el otoño, por lo que esperemos continuar lo más pronto posible con el siguiente capítulo

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa