FIC

Historias de Albert y Candy

Tetralogía

Highlands

Por Mayra Exitosa

El Escocés del Invierno

Capítulo 2

Verano Ardiente

El camino para William había sido muy torturador, todos estaban como garañones en primavera, y sus sonidos no eran nada decentes, era estar estresado e incómodo recordando como había yacido con algunas mujeres hacía meses de eso, para luego verlas con más y más hombres, siempre cobrando y buscando no engendran hijos, era algo injusto, pues al parecer solo se vendían por negocio y carecían de corazón, con eso formaban endurecidos caparazones en los hombres del Clan, quienes sabían que eran felices por hacerlo varias veces y lo mejor por cobrar por cada que lo hacían, evidenciando siempre y cobrando más que si fueras a vivir en un castillo con ellas mantenidas, su afán por tener más hombres las había hecho competir y una de esas veces lo tomaron a él como meta y si no lo hacían con el Laird, no podía entrar a la taberna, fue tal su desprecio al enterarse que lo pusieran como listón para luego hacerlo con todos los guerreros, al parecer si el Laird se lo hacía ya los demás no les dolerían, según una de las mujeres de la Taberna, y es que él lo ignoraba, nunca se puso a meditar que cada mujer que quería ser tomada, era porque le atraía o deseaba tener algo con él sino para luego formar parte de la taberna, así al darse cuenta era voluntario para desvirgar mujeres por lo que se hizo tal endurecido corazón que nunca más volvió a tener algo con ninguna de las mujeres del tabernero Andrew, luego se lamentaron y pidieron perdón, pero para entonces él, prefería salir a buscar en otros lados que en su propio clan con las mujeres que mostraban una copa de satisfacción al cobrar a todos menos al Laird Andrew.

El regreso de los hombres Andrew sorprendía a las mujeres de la taberna, no solo porque ahora que por fin volvían sus mejores clientes, sino porque todos estaban casados, venían con mujeres muy hermosas y algunas pequeñas comparadas con ellas, por lo que llamaban mucho la atención, era una gran variedad, de las cuales se veían más joviales, frescas, lozanas y todos venían muy contentos de un viaje que al parecer había sido una mentira, pues más que ir a vengar al sobrino del Laird, resultaba que otro Laird se casaba y él debía estar presente para que se aliara uno más de los clanes de las Highlands.

William miraba orgulloso la desilusión de las mujeres de la taberna quienes se encontraban en la entrada del castillo Andrew, exhibiéndose descaradamente mostrando sus piernas y el nacimiento de sus bustos, sus peinados glamurosos y sus escotes muy marcados, llamando la atención de todos los que ingresaban a buscar sus lugares en el castillo, para llevar a sus casas a sus mujeres antes que llegara el invierno y se cambiaran a las partes internas del castillo, para que no se vieran perjudicados, hibernaban en las profundidades y pasaban en un lugar más cálido, para luego salir en primavera de nuevo volviendo a sus hogares. Ninguno de los hombres osaba mirarlas, por el contrario, algunos de los hombres llevaban a sus mujeres y frente a ellas, las presumían al ser suyas y para formar una familia, instrucción que les había encomendado su Laird, y que fueran fieles a sus maridos y él se los pagaría con la protección de sus hijos y que no les faltara nada para su hogar. El Laird se detenía al ver a Dallas una mujer delgada, muy alta y un poco mayor, que ocultaba su edad, para ser atractiva para los hombres.

- ¿Todo bien Dallas? - Pues no tan bien, mi Laird, mi mejor cliente ya trae una mujer, todos cuentan que los casó usted. - No será eterno que haya carencia de mujeres en el Clan Andrew, -pues aquí necesitamos a los hombres para vivir mi Laird, además en su ausencia hubo un ladrón, y vamos a encontrarlo. - ¿Un ladrón? - Si mi Laird, se llevaron nuestra dote de hierbas desde inicios del verano y nadie sabe dónde están, eran todas las que había, dicen que solo habrá hasta la primavera. - De tanto que les dieron a mis hombres, mira lo que lograron, conquistar a sus mujeres y darles satisfacciones a sus esposas, están felices y ahora ya no habrá tantos clientes, pero si familias, confórmense con los que quedaron. - Los mejores nos los ganaron, confirmaba Gaira, una mujer alta y caderona con unos pechos muy grandes, molesta se unía a la queja de Dallas su compañera en la taberna Andrew. -Pues ustedes se lo buscaron, nadie del Clan Andrew compartirá a su esposa, además ustedes son tan avaras que no solo quieren a uno, sino a muchos a la vez, además buenas para cobrar, con la infusión de hierbas que les hacen, es una trampa estar en la taberna Andrew. - Es un trabajo como cualquier otro, mi Laird, ¿O acaso se está quejando de nuestros servicios? - No osaría hacer eso, solo piensen, en los otros clanes, todos hablan del maldito Tabernero del Clan Andrew, pero Jonás no es un desgraciado, ha sido muy bueno consintiendo todo lo que ustedes quieren y el solo aguanta sin elegir mujer, porque todas quieren a todos y ninguna lo quiere a él. Dallas giraba a buscar a Jonás y se iba con él, ella siempre lo había querido, porque pensaba que no iba a aceptarlo. El Laird se reía por lo que había dicho, pero así cada uno buscaría al suyo y no al hombre de otra.

Mai salía visiblemente preocupada, la Brownie había salido de temprano y no había regresado, por lo que cuando el Laird preguntaba, este apenas había llegado y se salía en su búsqueda, no podía creer que la pequeña hubiera sido secuestrada de su clan en su ausencia por lo que buscaba preguntando por donde se había visto. Mai le decía que rumbo al bosque cerca de la laguna, siempre se iba a buscar hierbas.

Candy, todos los días se hacía una reverencia con la naturaleza y su ceremonia picto heredada la celebraba en un círculo de hojas y vestida como ella procuraba hacer, se ponía hierbas y barro por todo su cuerpo y se unía a la tierra, para agradecer que trajera pronto a los hombres del clan, ya que había problemas con las mujeres de la taberna y continuaban buscando las hierbas, temía que si no estaba el Laird ahí, podían dar con ella y quizás por sus medicinas darse cuenta que la hierba la había robado ella, al saber cómo la utilizaban chantajeando a los hombres para luego cobrarles y eso era ir contra la naturaleza. Luego de finalizar su rito, cubierta de lodo se metía a la laguna para quitarse el barro y las hojas como si fuera parte del polvo que volara y se sumergiera en el agua, combinando los elementos.

William Albert, Laird del Clan, miraba una sombra llena de barro y hojas, asustado recordaba que había una Brownie y eran muy traviesos si los descubrían según la leyenda, por lo que se escondía para no ser visto, pero al observar los giros y el baile de la sombra, mostraba unos pechos y una caderas de mujer muy insinuantes, por lo que no podía quitar su vista de ella, al meterse a la laguna, se perdía en la profundidad, así que temiendo que se ahogara no la veía salir, se quitaba la ropa y se metía para sacarla, con tanto lodo podía hundirse, al hacerlo, salía una hermosa rubia desnuda completamente y este la miraba de frente, ella sorprendida al reconocerlo decía -¡Mi Laird!

La mirada verde intensa, fue la primera que reconocía, era su niña o era una mujer, ella se quedaba con la boca suelta, ya que él se había desvestido para salvarla y al final los dos estaban desnudos dentro del lago, por lo que ella se bajaba para ocultar sus redondos y bastante erectos pechos que mostraban que lo habían visto completamente, puesto que ahora comprendía porque se había reído Mai, pues no era para nada una niña, era una preciosa mujer y él, se acercaba a ella cuestionándola, - ¿Qué hace usted tan lejos del castillo? no le dije que era mía y que la protegería. - Si, mi Laird, solo que, no sabía que usted tomara el baño aquí en la laguna. - Ahora ya lo sabe y dígame, ¿le gusta bañarse aquí? Ella se ruborizaba, no estaban cerca sus prendas y él estaba rodeándola, la estaba observando y temía que viera más, por lo que no se movía, de pronto sintió que él se ponía en su espalda y su boca estaba en su oído. - ¿me teme? - Nunca le temería. - Que bueno, porque usted es hermosa, y… una Andrew preciosa. - Si, usted me dijo que le pertenecía. - ¿le gusta pertenecer al Laird? - Me ha ido muy bien desde que llegue. - Puede quedarse para siempre, usted es libre. - Si, usted me lo dijo cuando pago por mí. El roce del pecho de él en su espalda, le erizaba más sus pezones, no podía ocultar la atracción que sentía por él y sentir su voz enronquecida en su oreja, la estaba provocando como jamás nadie lo había hecho, por lo que, sin premeditarlo, echaba su cabeza hacía atrás y caía en su hombro, para luego él la tomaba bajo el agua, con caricias que no podía negar que estaba deseando más que nada. -¡Oh!

Continuará...


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participación en OctoBert 21.10.2021

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa