FIC

Tetralogía

Highlands

Por Mayra Exitosa

El Escocés del Invierno

Capítulo 3

Impacto Profundo

En la taberna Andrew había una molestia general entre las mujeres, pues ahora sus clientes preferidos tenían esposa y no se separaban ni un instante de ellas, eran jóvenes y más hermosas, no les gustaba la mala vida y no solo habían jurado lealtad al Laird, sino fidelidad para con sus hombres y así formar una familia lo cual habían aceptado a tal grado que todos estaban muy satisfechos, no pagarían ni un trago para desperdiciar su tiempo, por lo que sin las hierbas y sin los clientes las cosas no eran tan buenas para el futuro de las mujeres de la taberna Andrew. Dallas aseguraba que su trompas no había vuelto y estaba muy molesta, al parecer la había cambiado de buenas a primeras, por lo que ahora le lloraba a Jonás pidiéndole que no la dejara, mientras que este ya había estado dándole mantenimiento a Caris, pues su hombre ya no estaba de regreso y le pedía que la poseyera porque ya nadie le daba una acariciadita siquiera, Jonás aprovechando que Caris ya no tenía a Casto el trípode de entrepierna enorme, por lo que parecía tener tres piernas en vez de dos, el muy abusivo había estado con Caris y no había quien la llenara ahora, así que Jonás le daba lo que tenía al menos para que no extrañara y la muy lamentada Caris se encontraba deprimida.

Dallas por su parte luego del comentario del Laird, llegaba asegurando que no tenía favorito, que trompas era solo un cliente y que Jonás era el hombre que ella amaba, por lo que cada que lo hacía con él era porque lo consideraba solo suyo, a lo que Jonás al no tener una sola pareja, pues era quien atendía a toda mujer de la taberna como suya si esta no tenía cliente por la noche, el solo se hacía cargo de darles un poco de lo que ellas requerían luego de estar acostumbradas a altos estándares constantes de entradas y salidas de todo el que pagara.

- Jonás, tendrás que jurar al Laird fidelidad para conmigo. - no puedo Dallas, luego quien me atiende a las demás. - las demás tienen a sus favoritos. - ¡Ya no! y ahora debo hacerme cargo de ellas, viven en mi casa, en mi taberna y les juré que las apoyaría cada que me contaran cuando debía cobrar. - Pero si yo también soy tuya. - Pues si lo sé ¿necesitas que te dé? - Pues sí, no ves que ya no hay clientes, todos llegaron con sus mujeres. - Pues sí, que voy a hacer con las que tengo ya, solo cuidarlas, eso es lo que le dije al Laird que, si nunca me hacías caso y si elegiste al "trompas" en vez de a mí, yo solo seré de las mujeres que viven en mi taberna y mientras ellas continúen ayudándome aquí, les daré lo que necesiten. - ¿a mí también? - ¿lo necesitas? - Pues sí, ya tengo mucho esperando a varios de los clientes, no solo trompas, que lo más seguro es que murió allá en el ataque pues ninguno volvió solo, eres el único que me queda. - Solo si me dejas atender a todas, te daría a ti también. - Si, no me importa con quien te decidas, yo seré mejor que ellas. - ¿a ver? ¿veamos cómo me animas? Le sonreía el grandulón tabernero, al saber que ya había estado con dos y ella era la tercera, cuantos años le rogo e imploro que solo se quedara tras la barra junto a él, cuantas veces le pidió que no aceptara al engreído del Trompas, y ahora ya no necesitaba pedirle, era ella quien había tomado la iniciativa y eso habría que aprovecharlo. Se levantaba el kilt y ella se arrodillaba, sin dejar de ver su rostro, para saber si eso le gustaba.

La mujer levantaba el trozo colgante con seguridad, masajeando lo que parecía haber estado yaciendo ya con varias de sus compañeras, mientras no se encontraban los guerreros, por lo que Jonás era bien dotado, más ella siempre le había dado preferencias al Trompas y ahora el muy canijo la había dejado y al parecer ya tenía a otra en un clan del que ya no regresaría. Se lamentaba de haber perdido al mejor oral de todos los Andrew, no había nadie que tuviera la magia de su lengua que el poseía, ahora el muy sádico y desvergonzado de Jonás era lo único que les quedaba y a ese le gustaba que lo animaran, y se tardaba horas para echar andar el equipo viejo que traía, pero nomas con ella eso hacía, pues con las demás bien que les daba de todo y a ella le tocaba al final, la muy ladina de Caris y la Gaira ya se lo habían estado tomando casi a diario para poder irse a descansar, luego de que los hombres se habían marchado al Clan Cornwell.

Mientras que lo hacía entrar en vigor en otro lugar las cosas eran muy diferentes. La laguna fue testigo de la declaración de entrega, y la tierra participaba en lo que el viento avisaba.

- ¿Te gusta preciosa? - ¡Mi Laird! - Si me quieres debes jurarme que solo estarás conmigo para siempre. - No he estado con nadie antes. - es tu primera vez, ni siquiera con los golpes de esos malditos vendedores de esclavas lograron atarte. - No me alcanzaban, me subía a lo alto y luego me ensuciaba, pero no aceptaba que me hicieran lo que a las mujeres que se quedaban sin sus familias. - ¿Dónde fue eso? preguntaba el Laird casi ronroneándole al oído, para no soltar su mano de entre sus piernas al notar lo estrecha que era para solo uno de sus dedos.

- Mi familia murió, mis hermanos tenían tierras y ahora son mías. - Las mujeres son del hombre que las posee, - Por eso no deje que nadie lo hiciera. - ¿Y yo sí? - Usted pagó por mí. - Pero te di la libertad, es tu derecho elegir. - Me gusta lo que me está haciendo. - ¿esto? Introducía su dedo al fondo y ella se recargaba agitada al sentirlo. - ¡si! - ¿luego lo harás en la taberna? - ¡Jamás entraría ahí! primero muerta que con esas desgraciadas que enhierbaban a los hombres. - ¿lo sabías? - Todo el mundo lo sabe, pero no habrá más para que envenenen a los guerreros. - Me alegra mucho saberlo, no aceptaba que los estimularan cuando no era necesario. - la hierba es una medicina de la tierra y como tal debe respetarse. - También lo creo, mi familia decía que somos uno con la tierra. - La mía también. - Ahora me gustaría ser uno contigo, preciosa. - A mí también.

El beso abrazador en los labios al girarla y tomar su trasero para acomodarla en su cintura luego de haber estado estimulándola, lo hacía salir por fin del lago, hasta donde hallaba su caballo y sus prendas, extendía su tartán y la recostaba con cuidado, sin dejar su boca por ningún instante, para luego continuar con la estimulación y buscar seducirla mucho más, para que pudiera recibirlo. Ella estaba en el limbo y eso lo tenía encantado, se dejaba hacer aun siendo su primera vez y era muy grande para ella, por lo que su humedad debía ser suficiente para poder darle su pasión en esa situación. El comienzo fue ansiado y el dolor soportable, la mujercita tenía todo muy bien definido, su cuerpo poseía la vibra en su interior y se armonizaba con el de él. Le devolvía caricias que le había hecho y que nunca le habían dado, como eso de que besara sus pequeños pezones, o mirarlo al rostro y besar el dedo luego que la estimulaba sin dejar de observar como ella le imploraba que así de profundo le hiciera lo mismo. - ¡vas a acabar conmigo! - ¡Jamás! antes muerta que sin mi Laird. - ¡preciosa!

El intenso deseo se desbordaba al intentar introducirse ella se adaptaba húmeda y ansiosa, anhelando algo que jamás había sentido. - te lastimaré. - de una mujer nace el hombre. - Cierto, pero no cuando eres tan estrecha mi pequeña florecilla. - Si usted me ayuda, ya solo seré suya. - ¡me lo juras! - haremos la ceremonia con la naturaleza y seremos uno para siempre. - ¿lo harías conmigo? - Solo con usted me atrevería a hacerlo, no quiero que nadie más haga su voluntad. - ¿Es tu deseo ser mía? - Si, y lo quiero desde que supe quién es. - ¿me estabas buscando? - No, la naturaleza me dijo que eras para mí. - ¿y que más te dijo? - Que, si tú me tomabas, nadie jamás me haría daño. - En eso tiene razón, no lo permitiría. - Aunque tuvieras a todo Saint Andrew tras de ti. - Esos más que nadie, son de mi clan, aunque no lo quieran. - Lo sé, el repudio fue lo más cruel, más si tu regresas, nadie jamás me haría daño. - ¿Eres de los que repudiaron a los Andrew? - no, soy de los que olvidaron allá y no soy la única que espera tu regreso. - entonces, eres de Saint Andrew - Si, del mismo Clan que le dio su nombre. - Porque no viniste junto con todos acá. - Porque nos escondimos y ahora nos llamaron Brownies.

Mientras hablaba, iba lentamente introduciéndose y besando su oreja, cuando le contaba lentamente como hechizada por su tono de voz, ella respondía con los ojos cerrados y la boca ansiosa de ser tomada de nuevo, pero el introducía su lengua en su oído y ella temblaba cual hoja a punto de caer del árbol, y él al notar su movimiento ingresaba en su cuerpo avanzando para luego tomar su boca haciendo lo mismo con su lengua y le daba batalla de caricias entre ambos como sus pequeñas manos hacían arañando su espalda. Mientras que sus pechos se rozaban ansiosos a él. Con un dolor punzante ella se aceleraba y se adaptaba más colmándose y dejándose llenar, sin poder finalizar la intromisión entera, se daba vuelo en su mundo interno subiendo y bajando en repetidas ocasiones hasta que él la sometía y se dejaba llevar por ese baile seducido de la primeriza virginal a la que le había roto por fin su ingreso en un vaivén antiguo, para después se dejaba avanzar sin soltar su boca y probando con su lengua suavemente su rostro tomaba sus lágrimas anhelante de no hacerla sufrir. - ¡lo siento mi preciada belleza! - ¡me gusta mucho! - me alegro, jamás te lastimaría si puedo evitarlo, no dejaría que nadie te tocara, y mataría aquel que lo intentará. -También soy una Andrew desde antes de que me compraras, nunca seré de nadie que ose obligarme y quien ataque a mi gente, morirá por mis manos o las de mi Laird. - ¡Si!

En ese instante tan intenso de la pareja, ella lanzaba su juramento asegurando que ya era una Andrew desde antes de llegar a él, ahora lo confirmaba al poseerla, bailando con ella tomaba su trasero agitándolo a la guía que la mantenía erguida y ensartada a su eje, mientras yacían con toda pasión el vaivén más intenso jurado por ambos ahí frente a la naturaleza del bosque, encima de su tartán y ella danzaba con él aferrándose sin soltarlo agitada y gimiendo sin limitarse como una mujer libre y entregada solo a él. Al culminar los dos parecían hacer lo mismo, sus agitaciones intensas armonizaban vibrantes ante la germinación de su semilla en su interior y ella se soltaba de su espalda y dejaba caer su cabeza emocionada por el logro que ambos estaban realizando. - Eres mía, solo mía preciosa. - Si, y tú ahora también serás solo mío.

Continuará...


Gracias por comentar leyendo y comentando esta historia, deseando les agrade y tratar de finalizarla para este fin de mes

con un capítulo como este que está ardiendo y derritiendo a quien lo lee además de encontrarse

participando en OctoBert 24.10.221

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa