FIC
Historias de Albert y Candy
Tetralogía
Highlands
Por Mayra Exitosa
El Escocés del Invierno
Capítulo 6
Marca de Traición
El otoño iniciaba, ella parecía cambiar de tonalidades como las hojas de los árboles, sus cabellos ya no estaban encendidos como el color del sol, brillaban con su luz en rojizos y naranjas combinando con el bosque, o quizás así es como se veía en el atardecer a la distancia, siempre estaba sentada en la rama de un árbol mirando solitaria como se escondía el sol, pero ahora solo estaba recargada en ese mismo lugar, luego de casi perseguirla y buscarla por todo el castillo, donde ayudaba a curar de las familias, dando infusiones para los dolores y cuidando a los niños, revisándolos con su hermosa mirada oculta y que los pequeños le sonrieran como el deseaba hacerlo, pues ella lo tenía en su hechizo de amor, y continuaba así de enloquecido por ella.
Ella había llegado en algunas noches cuando la pensaba, habiendo permanecido angustiado por no verla en días ya que no la había encontrado, pero estaba dentro de sus habitaciones y cuando él había terminado de enjuagarse para entrar a su lecho, ella lo esperaba mirándolo cautivadora y completamente desnuda, haciendo que se irguiera con tan solo verla desde sus bustos hasta recorrerla completamente y soltar un suspiro al ver entre sus piernas, no había sido una o dos veces, ella lo visitaba constantemente, terminaban charlando en ocasiones de sus actividades efectuadas que tuvieran importancia para el clan y eso le gustaba, incluso al ser tan tonto de contarle un poco de todo cuando ella confirmaba que lo había visto en algunas de esas veces en que él no se imaginaba que lo estaba siguiendo, se sentía agradablemente vigilado por ella, consentido en todo cuanto de una mujer requería, más deseaba hacerla su esposa y vestirla de mujer frente a todos y que notaran lo feliz que lo hacía tan solo por poseerla, pero luego recordaba que todavía no la había convencido para que aceptara.
Fue en una de esas ocasiones se había quedado dormida, después de las varias veces que la poseía sin esperarlo la había cansado más de lo que podía, se notaba que ya le pesaban las actividades que estaba realizando y en su lecho principal por fin se dejaba caer, un logro debía ser, pues podía notar que confiaba un poco más que antes que no se quedaba hasta el amanecer, la observaba inquisitivo disfrutando como lucía tan hermosa dormida, cuando tanto de él guardaba en ella al culminar de placer, de pronto una marca en su pierna llamaba su atención, era el sello real de Eduardo I, ¿porque lo tenía en su pierna? cuando despertara se lo preguntaría, pero después de esa ocasión no habían coincidido, solo la encontraba lejana, ausente y en muchas ocasiones agotada pues las cosechas se estaban guardando para el invierno y todos se encontraban ocupados sin tregua en actividades, incluso él con la llegada de seis hombres a caballo, que habían sido detenidos y que requerían que los cuestionara.
Sin muchos deseos dejaba de ver por la ventana a su mujer recargada en el árbol y no en sus ramas como antes, se veía tan hermosa viendo el atardecer, a regañadientes se iba a ver a los que andaban merodeando su territorio.
- ¿Qué los trae por mis tierras? - buscamos a una mujer de tierras bajas. - ¿Quién la busca? ¿y para qué? El más alto y fornido de los seis sonreía de lado y comentaba, - Es mi mujer, nos casaremos antes del invierno y alguien la ayudo a escapar. - ¿Tienes una mujer que se escapa de ti? entonces no es tu mujer. - Lo es por decreto. - ¿por decreto? - Si, mi padre es Laird del clan McGee y desea que las tierras de mi mujer sean para nuestro territorio, ya lo habíamos hablado y hay un trato, más ella no lo reconoce, y no tiene voz en esto. - Ya veo, y ¿qué tierras son? - Las de Saint Andrew.
Todos los hombres que rodeaban a los seis detenidos se inquietaron y ellos también lo notaron, se pusieron en guardia, más ninguno los atacaba, fue el turno del Laird de calmarlos con sus preguntas, - ¿Cómo es tu mujer? ¿puede ser cualquiera que ya es mujer de mis hombres, puesto que mi clan es Andrew. El silencio se hizo bastante claro, con un leve temblor del más valiente de todos, este titubeante reía nervioso, - ¡no puede ser! Los Andrew fueron repudiados y acabados hace años. - Ya veo, entonces las tierras por decreto son de los Andrew y ustedes buscan a una mujer para tomar tierras que no son suyas, el repudio de esa historia no está escrito, fue un engaño que descubrieron después y otros aprovecharon ese delito, ahora me dices que una mujer es la heredera de las tierras de Saint Andrew, con tal facilidad frente a los que estamos aquí y somos por derecho y por sangre los descendientes de Saint Andrew.
De nuevo todos se encontraba bastante tensos y ya no quedaba nada de la valentía con la que habían preguntado, sin identificar el tartán y el sello imperial que predominaba en todo el castillo desde las entradas, los pasadizos y hasta lo que ahí había, nunca lo asimilaron, era porque no sabían de linajes y estaban robando él de ellos en sus propias narices.
- Con lo que has dicho, mi gente ira a Saint Andrew y tomara las tierras que por derecho nos pertenecen, más no saldrás de aquí con vida si no me aclaras todo lo que deseo saber, nadie llama repudiados a los Andrew, ni un sanguinario que desconoce los sellos de mi clan puede atreverse siquiera a nombrar las tierras de Saint Andrew y a sus herederos, cuando todos yacen en este castillo imperial aceptado por el mismo Eduardo I como todos los clanes de Escocia.
Atados y amordazados el hombre que llegaba valiente soltaba toda la información con tal de que liberaran a sus hombres y no los lastimaran, fue así como iba explicando como habían muerto los descendientes que se habían quedado con las tierras de Saint Andrew y solo una mujer sobrevivía, la tenían encerrada en un castillo y había escapado, era la única descendiente con vida y poseía el sello real en su pierna, el mismo que la identificaba como la heredera de todo Saint Andrew por decreto y por lo que si ella no estaba preñada por un clan, pronto lo estaría pues era suya.
La rabia paso de su cerebro a su pecho como un rayo, la mujer que buscaban era la suya y lo peor era esa cruel verdad, la única descendiente de los que hicieron el repudio más monstruoso de toda la historia de su clan, la sangre de los malditos que inventaron y difamaron a sus ancestros yacía desde hacía meses en sus tierras, caminando como una Brownie, escondida de todo Escocia, ahora comprendía, temerosa de ser reconocida, no podía decirles a sus hombres sin confirmar que la matarían sin cuestionar nada, muchos habían perdido a sus familias en el maldito engaño del repudio, más esa rubia parecía tener sus habilidades heredadas por cómo se había atrevido a venir a buscarlo, atraparlo como suyo con el juramento Sagrado de los Andrew, frente a la naturaleza por testigo,
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo conocía que era así como se casaba a un Andrew? también eso les habían robado de su cultura más antigua, de su sangre mutilada en la difamación y ella era la última de esos despreciables bastardos, todos habían ido muriendo. Por qué había sido tan maligna para venir y atraparlo de esa manera, como el engaño en el que había caído.
Candy por su parte veía caballos de hombres de otros clanes, por lo que se escondía y desde lo alto del salón escuchaba y observaba todo, ahí estaba Bernard el hijo del ambicioso Laird que se quedaba con las tierras de los demás. Sus hombres yacían atados y eso la tranquilizaba hasta que escuchaba su mayor dolor, cuando le decía a su Laird porque la buscaban, notando la palidez que ahora imperaba en el rostro de su amado, él la estaba juzgando al pensaba uno de esos viles malnacidos que habían acabado con el clan Andrew, debía saber que su manera de ser y actuar era la de una Andrew, ahora la estaba juzgando como uno de ellos. Lo comprendía, ya no la querría y pronto sabría lo que venía, porque no preguntarle a ella, eso debía hacer su amado Laird por tanto amor que pregonaba cada que yacía en su lecho, aclararle todo lo que los Brownies de Saint Andrew hicieron para que ella estuviera ahí y que el destino de los espíritus la trajo hasta él.
Sentada en las orillas del lago lo esperaba con toda calma, sabía que iría a buscarla y su rabia supuraba sin miramientos, el enfado estaba presente antes de llegar, lo dejo hablar todo lo que quiso sin moverse, sin alterar su paz, tenía que dejar que se tranquilizara para que ella pudiera responderle, - ¡Como pudiste! robaron también nuestra cultura antigua, te ocultaste como una de las nuestras, esa leyenda es por sangre Andrew y la utilizaste para llegar a mí, para volver a engañarme como les hicieron a mis antecesores, acabar con mi corazón hecho pedazos, molerme antes de que tomara por derecho mis tierras, para acabar con el último de los descendientes de esos criminales y regresar a lo que nos pertenece. Sabías que eso no era justo, sabías lo que hacías y lo que estabas tramando, fuiste fría y despiadada. Digna hija de esos malnacidos difamadores ruines y miserables, eres tal como los tuyos, viniste a engañarme y usarme para luego repudiar de nuevo a los Andrew con una falsa acusación ¿y ahora que dirás? ¡lo logré! vencí al más grande imbécil de los Andrew.
Ella escuchaba su dolor y todo lo que le lastimaba, también le perjudicaba a ella creando un nudo en su garganta tan difícil de tragar, sentía como se encontraba lleno de furia, sin embargo, lloraba desesperado porque su amor estaba lastimado y su orgullo herido. Y el de ella también al pensarla uno de esos que mataron a los suyos, que acabaron con el amor de sus padres, de sus hermanos pequeños, de todos los que guardaban el odio y la venganza como ahora lo manifestaba su Laird, un odio igual de grande que el de él.
Continuará...
Gracias por leer y comentar esta historia, que corre para alcanzar la meta y finalizarla el último día del mes de octubre 2021
deseando que cada capítulo sea de su agrado además de concluir la participación en OctoBert 31.10.2021
Un abrazo a la Distancia
Mayra Exitosa
