Rosalina comenzó a sentir la luz del sol sobre su párpado descubierto, pero esta era tenue, tanto que no la molestaba. Sin embargo, ya había despertado, por lo que comenzó a sentir algo rozando su brazo, y ese algo se estaba moviendo ligeramente. Poco a poco comenzó a abrir sus ojos, y logró vislumbrar que estaba justo a la par de Mario. Durante la noche se había movido, terminando recostada a la par de él, con su cabeza descansando en su hombro.
Su primera reacción fue alejarse de él, flotando un poco para no despertarlo con el movimiento de la cama. Su rostro se tiñó de rojo, y se sentía avergonzada. Pero ahora que estaba despierta, sintió que el ambiente estaba fresco, notando que el calor que sentía al estar dormida no provenía del ambiente. Curiosa, comenzó a acercarse nuevamente a Mario, recostándose a su lado. Al tocarlo, él se movió repentinamente, roncando, y murmuró entre dientes una mezcla de sonidos sin sentidos y platillos de comida. "Ah, eh, mmmm ... ravioli ... ah, mama-mía."
Rosalina no pudo evitar soltar una suave risilla al escucharlo, recostándose a su lado con más cuidado que antes. Y al pegarse a él, sintió de nuevo ese acogedor calor que recordaba en su sueño. Era distinto al que sentía cuando los destellos se acurrucaban junto a ella cuando estaba leyendo, o mientras dormía o se recostaba en la grama a ver las estrellas. No solo era una fuente de calor más grande, sino que se sentía más personal, más agradable para ella. Lentamente comenzó a cerrar los ojos, dejando escapar un suave suspiro en el hombro de Mario. 'Es mi mejor amigo.' Pensó. 'No tiene nada de malo que me acurruque a su lado. Solo estoy siendo cariñosa y cercana ... espero que no se moleste.'
Rosalina se quedó en esa posición por un par de minutos, disfrutando del calor que sentía al estar tan cerca de Mario. Incluso podía escucharlo respirar, y si se concentraba lo suficiente, podía escuchar el lento y suave latido de su corazón. Y se habría dormido nuevamente de no ser porque su estómago se quejó, moviendo sus tripas en señal de demanda por alimentos. Ella se apartó de Mario de inmediato, sosteniendo su estómago mientras suspiraba. '¿Porque tengo hambre? Mmm, creo que no es tan temprano como pienso. De hecho, ni si quiera recuerdo a qué hora me dormí a noche. Vaya, estuve tan entretenida con Mario que perdí la noción del tiempo.' Pensó, tras lo que se levantó de la cama, levitando fuera del colchón para hacer el menor ruido posible.
Al levantarse, notó que su varita estaba arriba del colchón y la alcanzó, tras lo que observó el reloj de la sala, notando que eran las 11 de la mañana. Su estómago volvió a quejarse, esta vez más fuerte que antes, y ella se lo sostuvo mientras ponía cara de angustia. 'Sí que es tarde, incluso para mi horario; con razón tengo tanta hambre.' La rubia se fue flotando hacia la cocina, pero al llegar escuchó ruido proveniente del patio. Miró de reojo hacia la puerta de cristal, y notó una mancha de color crema moviéndose entre la grama. Llevada por la curiosidad comenzó a acercarse a la puerta, y justo cuando estaba a unos pasos de esta el destello maestro salió de entre la grama. Rosalina abrió los ojos en señal de sorpresa, tras lo que abrió la puerta preocupada por saber cuánto tiempo llevaba el pequeño en el patio. "Hijo ¿hace cuanto regresaste?"
"No sé, yo vine tan pronto me desperté y toqué la puerta, pero nadie respondió así que vine a tocar esta puerta. Me tumbe en el piso mientras esperaba y creo que me quede dormido." El destello volvió a emitir una serie de soniditos agudos, probablemente una risilla. Su mamá le sonrió de manera comprensiva, tomándolo de su bracito y metiéndolo a la casa, en donde le dio un fuerte abrazo y le plantó un amoroso beso maternal en la parte de arriba de su cuerpo, levantando su gorra. El pequeño volvió a reír a su manera, tras lo que se acomodó la gorra y se separó un poco de su mamá.
"Lamento haberme despertado hasta ahora, pero me dormí tarde viendo las estrellas con Mario." La rubia cerró la puerta del patio, y el pequeño destello se acercó a su mamá, emocionado. "Ese siempre ha sido tu pasatiempo favorito, mamá, y el mío también. Quisiera que algún día lo hiciéramos los tres juntos, quiero ver que tan bueno es Mario. Claro, no será mejor que yo." Rosalina dejó escapar una suave risilla ante el comentario de su hijo, quien dio una vuelta, entusiasmado. "¿Dónde está Mario?"
"Oh, claro." Rosalina colocó el dedo índice de su mano izquierda frente a sus labios, y habló en un tono de voz más bajo. "Él aún esta dormido, así que debemos movernos en silencio ¿de acuerdo?"
El destello estiró uno de sus bracitos hacia el frente de su cuerpo, imitando el gesto de su mamá, lo que la hizo sonreír. Rosalina movió su cabeza hacia el interior de la casa, indicándole al destello que la siguiera. Ambos flotaron hasta la sala, pasaron a la par de Mario, y se dirigieron hacia la habitación de Rosalina. "Voy a darme un baño. Si Mario se despierta dile donde estoy ¿de acuerdo?"
"Sí mamá." El destello se dirigió hacia la entrada de la habitación de Rosalina y se quedó flotando en medio de esta, como si la estuviera protegiendo. Rosalina usó su magia para convertir su ropa nuevamente en su vestido, tras lo que entró al baño de su habitación. Caminó hasta la regadera y corrió la cortina, dándose cuenta de que la regadera quedaba a la altura de su cabeza. 'Bueno, al menos no esta tan baja, lo que tiene sentido ya que esta solía ser la habitación de Luigi.' Pensó, tras lo que con un simple movimiento de su varita la hizo subir unos cuantos centímetros por encima de su cabeza, y cuando estuvo a una altura cómoda para ella la dejó.
Y mientras su invitada se daba un baño, Mario comenzó a reaccionar. Lo primero que hizo fue sentarse en el colchón y buscar a Rosalina. Al no verla asumió que ella se había levantado antes que él, por lo que se levantó del colchón y se estiró, soltando un prolongado y profundo bostezo. Acto seguido rascó su espalda y se acomodó sus jeans, sintiéndose algo adolorido pues estaba acostumbrado a dormir o con ropa más delgada, o solo con un calzoncillo.
Una vez despierto y con todos sus sentidos alertas, comenzó a buscar a Rosalina en la cocina, pues supuso que por el hambre estaría allí. Al no verla, decidió seguirla buscando por el primer piso, y finalmente decidió subir. Al hacerlo y asomarse al pasillo pudo ver al destello flotando cerca de la puerta de la habitación de Rosalina. "¡Hey, pequeño, buenos días!" Saludó cortésmente pero con alegría de verlo de nuevo. El destello lo volteo a ver, y salió volando hacia él, abrazándolo. "¡Buenos días, Mario!" El pequeño fontanero le devolvió el abrazo, acariciando suavemente la parte de atrás del cuerpo del destello. Ambos se separaron, y Mario aprovechó para comenzar con las preguntas. "¿Hace cuanto que viniste?"
"La verdad no recuerdo, pero hace unos pocos minutos mi mamá me abrió la puerta y me dejó entrar."
"Ah, eso tiene sentido." Mario rascó su cabeza algo apenado. "Lamento que nos despertáramos tan tarde."
"¡No importa! Mamá dice que estuvieron observando las estrellas, y yo se lo mucho que a ella le gusta hacerlo." El pequeño dio una vuelta de la alegría. "Y me entusiasma que a ti también te guste. Es bueno ver que mamá comparte sus gustos y actividades favoritas con otros, o al menos eso he oído que Polari desea."
Mario le sonrió al pequeño, comprendiendo las intenciones de Polari. "Él tiene razón, tu mamá ha aprendido mucho sobre convivir con otras personas y es bueno que lo haga. Aunque no este sola, pues los tiene a ustedes, es bueno que también tenga amigos."
"Es verdad, mamá ha estado más feliz desde que tiene amigos ¡especialmente tú!"
"Bueno" Mario rasca la parte de atrás de su cuello, desviando la mirada del destello mientras habla algo avergonzado. "Fui su primer amigo, y junto a Luigi la introdujimos al resto, así que es normal que me estime tanto."
"Así parece. Y ahora que tú también observas a las estrellas podemos hacer competencias. Yo soy muy bueno nombrando constelaciones y nebulosas, además de observando. Mamá dice que soy el mejor de todos mis hermanos."
Mario volvió a ver al destello, cambiando su tono a uno retador y juguetón, levantando una ceja en señal de duda. "¿De verdad? Pues, no es por presumir, pero ayude a Rosy a ponerle nombre a varias nebulosas, y jugamos hasta que ella se durmió."
"¡Entonces esto será muy divertido!" El destello dio otra vuelta movido por la emoción, lo que causó que Mario riera suavemente. Al dejar de reír, recordó que era lo que estaba haciendo. "Ah, y pequeño, respecto a tu mamá ¿sabes en dónde está? La busque por toda la casa, pero no aparece."
"¡Oh! Eh, verás, ella está bañándose. Se me olvidó que tenía que decirte al verte." Mario esbozó una cálida sonrisa. "Tranquilo, al menos ya me lo dijiste. Pues en ese caso, creo que yo también me bañare." Mario pasó al lado del destello y comenzó a caminar hacia su habitación, pero a los pocos pasos se dio la vuelta. "Y antes de que se me olvide, dile a Rosy que puede tomar lo que quiera del refri ¿de acuerdo?" El destello asintió, tras lo que Mario volvió a dar media vuelta y siguió el camino hacia su habitación.
Una vez que Rosalina salió del baño, se colocó nuevamente su vestido y esta vez lo transformó en unos jeans azules y una blusa celeste que dejaba su hombro derecho descubierto. Al terminar de vestirse, su estómago volvió a quejarse, haciendo que nuevamente lo sostuviera. A continuación, salió flotando de su habitación, topándose con el destello, quien estaba esperando al lado de la puerta sentado contra la pared. "Ya estoy lista." El pequeño flotó hasta la altura de la cabeza de su mamá al momento de escucharla. "Qué bueno, porque ahora yo también tengo hambre."
"Lo sé, ya te daré unos cuantos trozos de estrella."
"Bien, entonces vamos a comer. Mario dice que puedes tomar cualquier cosa en su refri."
"¿Ya se despertó?"
"Ya, y subió a buscarte, así que le dije que te estabas bañando tal y como me lo pediste."
"¿Y ahora donde esta?"
"Bañándose."
Rosalina no respondió, sino que se limitó a dar media vuelta e irse flotando hacia la cocina. Mientras, Mario terminó de bañarse y se colocó unos shorts blancos junto a una playera negra con una línea roja en vertical en medio de esta. Y una vez que bajó a tender su toalla al patio, pasó viendo a Rosalina en la cocina. "Buenos días, Rosy." Saludó desde lejos, pues no quería estorbarle. En respuesta, la rubia lo volteo a ver y le sonrió, respondiendo de forma dulce. "Buenos días, Mario, me alegra ver que ya estas despierto."
"A mí igual, y dime ¿Qué tal la noche? ¿Dormiste bien?"
"Sí, la cama estaba muy cómoda y suave. Me siento descansada, y hambrienta."
Mario dejó escapar una suave risilla. "Lo sé, yo también siento que mi estómago está a pocos pasos de comerse a sí mismo." Él continuó su camino hacia el patio, colgó su toalla, y volvió a entrar, tras lo que Rosalina le habló. "Ah, y por cierto, te estoy haciendo el desayuno."
Mario se sorprendió por la respuesta que recibió, por lo que se acercó a ella para ver que estaba haciendo y notó que estaba preparando dos huevos estrellados. "Oye, no tenías que hacerlo, yo..." Mario no pudo terminar su oración pues su estómago se quejó en el momento en que olió los huevos en el sartén, así como la salsa que Rosalina estaba preparando. Ella lo miró con ternura y le sonrió, sonrojándose un poco. "Se nota que ya tienes hambre, así que por eso tomé la iniciativa de hacerte el desayuno, para que no tuvieras que esperar tanto para comer."
Mario le devolvió la sonrisa a Rosalina, tras lo que le dio unos toquecitos a su hombro. "¿Podrías agacharte un poco, por favor?" Rosalina lo miró sorprendida por la petición, pero aceptó. Se inclinó un poco flexionando las rodillas, y cuando estaba casi a la altura de Mario él se puso de puntillas y le dio un suave beso en la mejilla, causando que ella se sonrojara. "Eres la mejor Rosy, en serio te quiero amiga."
Mario sonrió tímidamente y dio media vuelta, dirigiéndose a donde guardaba los platos para sacarlos. Rosalina, por su parte, se quedó en shock, pues no esperaba el repentino beso que le dio Mario. Volvió a erguirse y se quedó ida por unos segundos, hasta que escuchó como la salsa comenzaba a bullir y a salirse de la olla, acompañado de los gritos de advertencia del destello. Rápidamente extendió su varita y bajó el fuego de la hornilla, destapando la salsa. Mario notó el descuido, por lo que se acercó a ella nuevamente, dejando los platos en el estante al lado de la estufa. "¿Sucede algo?"
Ella recuperó su compostura y su tono serio y calmado, volteándolo a ver. "No, solo me ... tomó por sorpresa tu repentino gesto de agradecimiento, es todo." Mario se sonrojó levemente, rascando su cabeza. "Ah eso, jejeje, lo lamento. Creo que me acostumbre tanto a recibir un beso en la mejilla o la nariz por parte de Peach que ahora lo considero algo tan natural como dar la mano. Lamento si te hice sentir incómoda, o si me metí demasiado en tu espacio personal, no era mi intención."
"Oh, no, no, no, para nada." Rosalina dejó escapar una suave risa nerviosa. "Pienso que fue muy tierno y que salió de tu corazón, con honestidad. Solo me tomó por sorpresa, es todo, ya que no te había visto ser tan, em, cariñoso con otras mujeres que no fueran Peach."
Mario le sonrió a Rosalina, dando media vuelta para dirigirse hacia la mesa. "Pues ahora ya sabes que también puedo ser muy cariñoso contigo." Mario caminó hasta la mesa, sentándose en su lugar, y Rosalina se quedó pensando frente a la estufa. 'Y a mí me gusta que seas cariñoso conmigo. Creo que después de todo, sí necesito algo de afecto humano.'
Una vez que la guardiana terminó con el desayuno, sirvió los huevos en ambos platos, y le pidió al destello que sacara un plato del microondas. El pequeño accedió, y regresó al estante a la par de la estufa, llevando un plato con tiras de tocino. Repartieron el tocino y luego Rosalina vertió la salsa en los platos, tras lo que tomó uno con cada mano y los llevó a la mesa. Al poner el plato de Mario frente a él, lo volteo a ver. "Espero que te guste."
Ella se sentó a la mesa y colocó su plato frente a ella, y acto seguido hizo aparecer una pequeña bolsa de tela celeste, de donde sacó unos cuantos trozos de estrella y se los pasó al destello para que comiera. Mientras, Mario tomó una porción del huevo y la llevó a su boca. Al inicio pensó que estaba delicioso, pero luego comenzó a sentir una sensación de ardor en su garganta que se fue extendiendo por toda su boca hasta llegar a su lengua, haciéndolo toser. Rápidamente tomó el vaso con agua frente a él y lo tomó de un solo trago, sorprendiendo a Rosalina, quien habló preocupada y algo desilusionada de sí misma. "¿Qué pasa, Mario?" Antes de que él pudiera responder, ella también probó un pedazo de huevo, teniendo la misma reacción que Mario. Y sin complicarse mucho, tomó su varita y se quitó el ardor junto al de Mario, tosiendo una última vez. Ella vio hacia los desayunos, suspirando de tristeza. "Lo eche a perder, esto esta incomible ¿Por qué pica tanto? Lo probé antes de calentarlo. Ay, lo siento Mario, en verdad que sí."
El pequeño héroe se aclaró la garganta, tras lo que habló en un tono calmado y consolador. "Oye, no pasa nada, es la primera vez que haces esto ¿verdad?"
"Bueno, en tu casa sí." Fue con esa última declaración que Mario comprendió que era lo que había pasado. "Le echaste hojas de flor de fuego para condimentar ¿verdad?"
"S~sí, unas cuantas." Balbuceó Rosalina, temiendo haber hecho algo que no debía.
"¿Y leíste la parte de atrás del bote?"
"¿Parte de atrás? Pero si el bote solo tiene una etiqueta al frente." Respondió Rosalina, más confundida que antes.
"¿En serio?" Mario estaba confundido, por lo que caminó directamente hacia el estante donde guardaba sus condimentos y buscó el pequeño bote con las hojas. Al encontrarlo lo revisó, y efectivamente se dio cuenta de que alguien había arrancado la parte de atrás. Esto hizo que se sonrojara de la vergüenza, regresando a la mesa con el bote en la mano. "Ay Rosy, esto en realidad es mi culpa. Le quité la advertencia de atrás pensando en que nadie más que yo usaría el bote. Verás, estas hojas son muy buen condimento, pero cuando se cocinan se hacen hasta tres veces más picantes de lo usual. Para darle un toque especial a esta salsa debías usar solo una hoja. Debí decírtelo durante el almuerzo de ayer cuando me preguntaste como había hecho tan rica la salsa."
"Bueno, al menos aprendiste la lección de no quitarle las advertencias a los productos." Comentó Rosalina, ya más calmada.
Mario rio suavemente. "Y que lo digas. Ahora habrá que enfriar la salsa y recalentarla con unas hojas de flor de hielo para bajarle lo picante. Es una pena pues te quedó deliciosa."
Rosalina sonrió entusiasmada por el comentario de Mario. "Gracias. Aunque eso atrasará el desayuno, ya que, aunque puedo enfriar la comida con mi magia aún no soy muy buena gradualmente calentando la comida, por lo que lo haría de forma manual."
"Bueno, te propongo algo. Comamos un aperitivo para mientras, como una fruta o unos panes con algo, y luego salimos a almorzar. Después de todo ya casi es hora del almuerzo, y conozco un buen restaurante en la ciudad Toad que tiene almuerzos muy buenos a buen precio. Además, y aquí entre nosotros, suelen darme descuentos de vez en cuando." Mario le guiñó a Rosalina de forma juguetona. "Una vez salvé al dueño en uno de los varios castillos que visité en mi primera aventura, sin saber que él era el dueño. Cuando vine a enterarme él estaba sacudiendo mi mano en la entrada de su restaurante. Desde entonces suelo ir a comer a su local, y se toma muy en serio mis sugerencias."
Rosalina dejó escapar una suave risilla ante el comentario de Mario, interrumpiéndolo. "Bueno, no creo que haya alguien mejor que tú cuando se trata de catar comida y hacer nuevas recetas." Mario también rio en respuesta al comentario de su amiga. "Al menos que pueda comunicarse normalmente, porque los yoshis suelen tener un buen gusto y mucha creatividad para crear ciertos platillos; pero el problema es que no todos hablan español."
Rosalina volteó a ver al destello, quien se terminó de comer el último trozo de estrella, tras lo que se dejó caer recostado sobre la mesa. El estómago de la guardiana volvió a quejarse, pero decidió seguir la idea de Mario. "Bien, hagamos eso. Siempre he tenido curiosidad de conocer más platillos, y creo que ya es mediodía así que tendría sentido almorzar de una vez. Además, así aprenderé a acostarme más temprano para también levantarme más temprano."
Mario levantó el pulgar de su mano derecha en señal de aprobación. "¡Okey dokey! No te arrepentirás, créeme." Él se levantó de la silla. "Este lugar tiene platillos de todo el mundo, cortesía de mis viajes, así que seguro habrá algo que llamará tu atención. Además, así podré enseñarte más de la ciudad, ya que solo has visto la parte más concurrida de la misma ¿verdad?"
"Sí, es la parte por la que paso cuando voy a los estadios." Rosalina se levantó de la silla también, tras lo que siguió a Mario a la cocina, en donde ambos se prepararon un par de emparedados y comieron una fruta cada uno, tras lo que ambos salieron a la calle, llevando al aún dormido destello en una pequeña mochila celeste que Rosalina hizo aparecer para ella.
Una vez fuera de la casa de Mario, el grupo se trasladó por un sendero de tierra entre los árboles y vegetación, pues la casa de Mario quedaba fuera de la ciudad en un rinconcito algo apartado. Rosalina iba flotando a la par de él, y Mario llevaba las manos entre los bolsillos mientras silbaba una suave melodía que Rosalina identificó luego de las primeras notas.
"¿Estas silbando mi canción de cuna?"
Mario dejó de silbar de inmediato, bajando el rostro avergonzado. "L~lo siento, es solo que cuando te escuché tarareándola en el portal celeste me gustó y se me quedó grabada. Es una melodía lenta y suave, triste, pero a la vez llena de esperanza por algún motivo. La suelo silbar cuando estoy relajado, y creo que lo hago de forma involuntaria, perdón." Rosalina siguió viendo hacia el frente, y comenzó a hablar de forma tranquila y consoladora. "No me molesta que silbes esa canción, o que la tararees. Está bien si te gusta y la quieres repetir."
Mario se detuvo repentinamente y volteo a ver a su amiga, quien luego de flotar unos centímetros más se dio cuenta de que él ya no iba a la par suya, por lo que volteo rápidamente y retrocedió hasta estar cerca de él. "¿En verdad no te molesta? Es algo tuyo." Mario parecía preocupado, pues en verdad se le había quedado grabada la canción a tal punto que de forma inconsciente la silbaba. Rosalina, por su parte, comenzó a bajar lentamente hacia el suelo hasta que estuvo de pie en el mismo, y luego tomó a Mario de los hombros, sonriéndole. "En verdad, Mario. Al igual que el hecho de que me llames Rosy, esto es algo que nos une aún más y es nuestro. Me siento feliz de tener estas cosas solo entre nosotros, siento que ... le dan un calor especial a mi corazón, uno que no se describir."
Mario comenzó a sonreír, y con algo de timidez tomó las manos de Rosalina. "S~se de que hablas, porque yo también siento esa calidez cuando estoy contigo." Rosalina respondió con una sonrisa, tras lo que retiró sus manos de los hombros de Mario. "Bien, sigamos, y por favor no dejes de silbar. Después de todo, a mí me gusta mucho esa canción." Ella dio media vuelta y volvió a levitar sobre el suelo, y acto seguido Mario comenzó a caminar nuevamente con las manos en los bolsillos. Él comenzó a silbar, y para su sorpresa Rosalina comenzó a tararear la canción suavemente, uniéndose a él. Ambos continuaron con la canción hasta que estuvieron a pocos pasos de la entrada de la ciudad, en donde Mario se detuvo, causando que Rosalina también lo hiciera.
"¿Sucede algo?" preguntó la rubia, algo confundida.
"Veras, esta ciudad es bastante concurrida, y hay mucho ajetreo en las calles. Creo que será mejor si vas caminando en vez de levitando."
"Oh, entiendo."
Rosalina descendió suavemente hasta estar de pie, tras lo que ambos continuaron su camino hacia la entrada de la ciudad. Al entrar a la misma se toparon con una gran multitud de toads que iban y venían por las calles de la ciudad, siendo que algunos se quedaban cerca de la gran fuente en el centro a admirar las vistas o a tomarse fotos. "Vaya, jamás había visto tanta actividad en la ciudad." Comentó Rosalina, viendo con curiosidad hacia todos lados. Y es que varios toads parecían ir de un extremo a otro de la ciudad llevando bolsas, telas de diversos colores, varas de madera, y demás objetos que usarías para construir carpas. "Sí, es extraño. Me pregunto que estará pasando, y creo que iré a preguntar ¿Me sigues?" Rosalina asintió, tras lo que ambos caminaron hacia un grupo de toads que llevaban dos varas de madera, divididos en dos grupos de tres, uno de toads de color rojo y otro de color verde. Estos las llevaban sobre sus cabezas, las cuales estaban algo apachadas por el peso de las vigas. Y al ver a Mario, todos los toads lo saludaron, y él devolvió el saludo.
"Hola toads." Saludó, y Rosalina (quien venía detrás de él), se quedó a la par de él, saludando a los toads moviendo su mano en el aire y hablando de forma tímida. "Hola."
Todos los toads respondieron al unísono al saludo de Rosalina. "Buenos días, princesa Rosalina." Y después del saludo inicial, el que iba al frente de la fila de toads verdes tomó la palabra. "Díganos, ¿vienen por el festival del amor?" Mario y Rosalina vieron confundidos hacia los toads, quienes interpretaron sus rostros, pero antes de que pudieran dar una explicación, Mario tomó la palabra. "¿Qué no ese festival debió de haber sido hace unos meses? Tengo idea de que es durante la primavera, y estamos casi en invierno." Esta vez, fue el toad líder de la fila roja el que respondió. "La princesa decidió correr la celebración para aprovechar la lluvia de estrellas predicha para dentro de tres días, un evento que no sucede cada año. Por ello, decidimos hacer el tema de este festival ¡uno sobre las estrellas y el universo!" Mario se cruzó de brazos. "Pues no estaba enterado."
"Bueno, el tema se nos acaba de ocurrir, y ya que no te mostraste interesado en el primer festival decidimos no molestarte con el cambio de fecha."
"Tiene sentido."
"Además, el capitán y su brigada nos están ayudando con las decoraciones, ya que ellos estuvieron en las partes más alejadas del universo. Y ahora que lo pienso, ustedes dos también han visto muchas cosas allá arriba, especialmente la princesa Rosalina ¡podrían ayudarnos a hacer el mejor festival de la historia!" Todos los toads apoyaron la idea, por lo que Mario volteó a ver a Rosalina. "¿Estás interesada?" Ella lo volteó a ver, un poco preocupada. "B~bueno, no soy muy experta en decoraciones, pero creo que será divertido."
"¡Okey dokey!" Mario volteó a ver a los toads, levantando los pulgares en señal de aprobación "Cuenten con nosotros."
Los toads gritaron de la felicidad. "¡Genial! Este será el mejor festival de todos. Y esperamos verlos a ambos, aunque no necesariamente juntos ¡Vamos toads, la capataz Toadette espera!" El grupo de toads continuó su camino, sin ver que la última declaración sobre Mario y Rosalina asistiendo al festival del amor causó que estos dos se sonrojaran levemente ante la idea. Por suerte, el momento fue interrumpido por el rugir de sus estómagos. "Mama-mía, vaya hambre. Será mejor dejarnos de encuentros inesperados e ir a comer de una vez." Mario rio, y Rosalina también soltó una pequeña risilla en respuesta, tras lo que ambos reanudaron su camino hacia el restaurante para almorzar.
Para ello siguieron el camino principal que llevaba al castillo de Peach, pero al llegar a una intersección de tres caminos, Mario dobló a la derecha, entrando a una sección de la ciudad que Rosalina jamás había visto. Esta no tenía hileras de casas, sino que había pequeñas tiendas a ambos lados de la carretera, todas con forma de hongos de diversos colores de acuerdo con lo que vendían (más o menos). Por ejemplo, la tienda de flores tenía un hongo blanco con manchas de diversos colores, la de artículos de cocina era blanca con machas negras y plateadas, la de vegetales tenía manchas verdes, entre otras más. Rosalina iba viendo a todos lados, sorprendiéndose de la cantidad de toads que entraban y salían de las tiendas. "Este debe ser el distrito comercial o algo parecido ¿no?"
"Sí, así es. Aquí encuentras de todo, bueno, casi de todo. Las tiendas de power-ups o martillos, por ejemplo, están algo más cerca del arco por donde entramos. Pero si hablamos de cosas no letales entonces sí, aquí encuentras de todo."
"Interesante." Respondió Rosalina, tras lo que ambos siguieron caminando y dieron una vuelta en el primer cruce que encontraron, solo para ser recibidos por varios olores de diversas comidas. Y frente a ellos se encontraban diversos locales de comida chatarra o dulces, y se podía escuchar a los toads invitando a los transeúntes a comprar su comida. Sin embargo, ellos siguieron su camino hasta llegar a un edificio algo apartado de las tiendas informales, el cual consistía en tres edificios en forma de hongos conectados por pequeños pasillos en forma de tuberías verdes. El edificio era en su mayoría café, con el techo de hongo de color blanco con manchas negras en las cuales se podían ver algunos de los platillos que el restaurante ofrecía.
Al llegar a la puerta de cristal del frente, Mario se adelantó un poco y le abrió la puerta a Rosalina, quien pasó adelante y sostuvo la puerta desde el otro lado para que Mario pasara. Una vez que él entró, ella dejó de sostener la puerta y ambos caminaron por la alfombra azul oscuro de la recepción, la cual era bastante grande, con paredes de madera y piso de mármol, junto a dos bancas a los lados para que la gente que quisiera esperara a que una mesa se desocupara en los días más demandantes. Unos cactus de Tostarena terminaban de adornar la recepción, colocados pegados a las paredes en espacios iguales.
Una vez que llegaron a la recepción, el toad de color amarillo que estaba allí se bajó del banquito donde estaba subido, caminando hacia ellos. Iba vestido con un pantalón verde oscuro y una camisa del mismo color con un pequeño pañuelo rojo atado a su cuello. "Muy buenas tardes y bienvenidos a Los Tres Champiñones, Mario, princesa Rosalina. ¿Mesa para dos o van a comer por separado?" Mario fue el primero en hablar. "Mesa para dos, y asegúrate de conseguir una mesa y bancos extragrandes, por favor."
El toad recepcionista hizo una pequeña reverencia hacia ambos. "Por supuesto. Le informare al dueño que viniste, seguro le hará ilusión verte de nuevo. Esperen un momento mientras conseguimos una mesa donde la princesa pueda sentarse cómodamente." Él dio media vuelta y se fue del lugar, tras lo que Mario y Rosalina se sentaron en una de las bancas, y ella aprovechó para abrir la mochila donde llevaba al destello, el cual salió flotando, sacudió un poco su cabeza, y fue a sentarse al regazo de su mamá. Ella, por su parte, volteo a ver a Mario y le hizo una peculiar pregunta. "¿Alguna vez has invitado a alguien más aquí?"
Mario la volteo a ver. "Solo a mi hermano, y bueno a Daisy cuando ellos aún no salían juntos y veníamos como tres amigos a pasar el rato ¿por qué?"
"Porque el recepcionista preguntó si comeríamos por separado, así que pensé que lo hizo porque sueles venir con alguien más."
"Bueno, seguro lo hizo porque es raro vernos juntos. Tanto que no quiso asumir que comeríamos juntos." En ese momento el recepcionista se acercó a ellos, indicándoles que ya tenían mesa. Ambos siguieron al recepcionista, quien los hizo pasar por uno de los pasillos en forma de tubería hasta una sección más despejada del restaurante, la cual tenía un candelabro dorado en el techo y un ventanal desde donde se podía ver a la calle. "Pusimos la mesa lejos del ventanal para evitar que los transeúntes los molesten." Mario y Rosalina asintieron en respuesta al comentario, y fueron llevados a una mesa de tamaño humano, en la cual se sentaron. El toad recepcionista se fue y a los pocos segundos de haberse ido se acercaron a ellos un toad azul con saco azul oscuro y que llevaba un par de menús, y un toad rojo vestido con un pantalón negro y una camisa rojo claro. Este último venía sonriendo, y al llegar a la mesa saludó a Mario dándole la mano. "Veo que no resististe venir nuevamente aquí ¿eh, Mario?" El antes mencionado se bajó de la silla y le dio unas palmadas en la espalda a su viejo amigo. "Pues claro que no me resistí, este lugar sirve la mejor pasta de la ciudad." Ambos rieron, tras lo que el toad volteó a ver a Rosalina. "Buenas tardes, princesa."
"Buenas tardes, em, señor toad dueño del restaurante. L~lamento no saber vuestro nombre, Mario no lo mencionó." El destello se acercó al toad y lo saludó tomando su mano y sacudiéndola enérgicamente. "¡Buenas tardes señor toad!"
Rosalina se levantó algo avergonzada y tomó al destello con sus manos, separándolo del toad, tras lo que habló rápidamente, algo avergonzada. "¡L~lo la~lamento! Él aún es pe~pequeño y..."
Las disculpas de Rosalina se interrumpieron por la risa del toad. "¡No pasa nada, princesa! Me agrada la actitud del pequeño, muy energética. Y bueno, una vez echas las introducciones ¿vas a querer lo de siempre, Mario? O pedirás uno de nuestros menús para dos, ¿eh?"
"Déjame el menú y ya veremos."
"¡Claro!" El toad de saco, que resultó ser un mesero, dejó los dos menús en la mesa, tras lo que ambos toads se retiraron. Una vez solos, el destello se sentó en la mesa a la par de Rosalina, y tanto ella como Mario ojearon el menú. Ya cuando se decidieron por un platillo cada uno por separado y terminaron de almorzar, el grupo salió del restaurante y comenzó a caminar hasta donde se iba a montar el festival. Rosalina suspiró de forma pesada, sosteniendo su estómago mientras caminaban. "Tenías razón, la comida allí estaba deliciosa."
"Te lo dije, un excelente lugar para ir a comer. Además, me dieron descuento por los dos almuerzos, así que todo salió de maravilla."
Ambos continuaron caminando hasta que se toparon con un grupo de toads que llevaba carretillas con maderas y lonas de diversos patrones y colores, como por ejemplo lisos, a rayas, con lunares, entre otros. Una vez que saludaron a los toads, decidieron seguirlos y caminaron hasta salir de la ciudad, llegando a un área despejada cerca del bosque. Allí vieron varias carpas y quioscos construidos, y otros aún en construcción, además de una torre de ladrillo a la que estaban adornando con banderines en forma de corazón. En el centro del lugar, y coordinando el movimiento de materiales y la distribución de las carpas, estaba Toadette subida en un banquito de madera, llevando un portapapeles en la mano junto a un lápiz. De vez en cuando anotaba algo en uno de los papeles que llevaba, pasando ágilmente entre los mismos, o simplemente tachaba algo.
Una vez que levantó la cabeza y reconoció a Mario y Rosalina, se bajó del banco de madera en el que estaba y fue corriendo hacia ellos, saludándolos a ambos con un apretón de manos. "¡Mario, princesa Rosalina, que bueno verlos! Algunos toads me informaron de que vendrían a ayudar con la ambientación, y me entusiasma ver que hallaron el tiempo para hacerlo."
"Bueno, sabes que nos gusta ayudar ¿verdad?"
"¡Sí!" Respondió el destello entusiasmado, mientras que su mamá se limitó a asentir con la cabeza, causando que Toadette sonriera. "Veo que sigue siendo algo tímida y reservada, princesa. No tiene que ayudar si no quiere, no quiero que se sienta incómoda." Rosalina negó con la cabeza. "Quiero ayudar, y además, Mario va a estar aquí cerca y eso me da confianza."
"Y veo que ya tienen algunos locales puestos ¿tienen una idea de cómo organizarán todo?" preguntó Mario, a lo que Toadette respondió enseñándole su portapapeles. "¡Así es! Hice un pequeño boceto de como quiero que luzca todo, al menos la organización." Mario notó que la gran torre de mármol tenía un nombre, por lo que la señaló en el pequeño boceto de mapa. " 'Torre de las almas gemelas' ¿Qué es eso?" Toadette le sonrió a Mario, llevando la libreta a su cuerpo mientras hablaba de forma fantasiosa. "Las leyendas cuentan que esta torre es mágica, por lo que cada festival del amor se tiene la tradición de que las parejas enciendan una vela cada uno y las dejen juntas dentro de la torre. La tradición dice que de esa forma asegurarán vivir juntos para siempre."
Mario rio entre dientes, más por burla que por escepticismo. "O sea, una de esas trampas para turistas ¿eh? Además, jamás había oído sobre eso ¿se lo acaban de inventar?" Toadette vio a Mario un poco sorprendida por su actitud, pero luego relajó su rostro y le volvió a sonreír. "No, es solo que hasta este año decidimos abrirlo al público. Generalmente solo dejábamos entrar a toads, ni siquiera la princesa podía hacerlo, pero decidimos dejar que todas las parejas se beneficien con la magia de la torre."
Mario rodó los ojos en señal de desesperación de la dichosa torre, murmurando entre dientes. "Ni que el amor fuera algo tan sencillo como eso." Después, volvió a ver a Toadette a los ojos y habló en voz alta. "Bien, solo dinos como podemos ayudar y lo haremos ¿de acuerdo?"
"¡De acuerdo, síganme!" El grupo comenzó a avanzar hacia el centro de toda la operación de montar el festival, y desde allí se movieron de kiosco en kiosco dando consejos sobre la decoración para combinar el tema de las estrellas con el amor. Y no solo eso, sino que también dieron ideas para la decoración del exterior de los kioscos, como colocar postes que en vez de antorchas tuvieran trozos de estrella, o colgar entre dichos postes recortes de maxiestrellas alternadas con recortes de corazones, entre otras cosas estéticas. Estuvieron ayudando hasta que llegó la noche, pero justo antes de irse de regreso a la casa de Mario, Toadette los detuvo.
"¡Hey, Mario, espera!"
Mario volteó a verla. "¿Qué sucede Toadette?"
"Hay alguien que viene de muy lejos y quiere verte. Ven conmigo, por favor."
Mario volteo a ver a Rosalina. "¿Te importa?" Rosalina negó con la cabeza. "Ve a ver que sucede, el destello y yo nos adelantaremos." Mario se acercó a Rosalina y le dio un abrazo de despedida, y luego abrazó también al destello, tras lo que siguió a Toadette. "Y dime ¿Quién es esta persona misteriosa?"
"Ya verás." Ambos siguieron caminando, entrando de nuevo al área destinada para el festival, y se detuvieron frente a una carpa negra llena de dibujos de estrellas y constelaciones. Mario se detuvo en seco y volteo a ver a Toadette algo molesto. "¿En serio?"
"Vamos Mario, solo dale una oportunidad a esto, al menos entra por curiosidad. Esta adivina fue difícil de encontrar, y solo aceptó estar presente si podía hablar contigo."
"Pft, no necesito que alguien me recuerde lo mal que me va en las relaciones."
"Por favor, hazlo por nosotros, por el festival." Toadette juntó sus dos manos y miró fijamente a Mario, suplicándole. Él suspiró molesto, viendo hacia otro lado. "Está bien, solo por el festival." Toadette saltó de la emoción, y acto seguido tomó la mano de Mario y lo guio adentro de la carpa. Al entrar, Mario se dio cuenta de que lo único que había dentro era una mesa de madera y dos sillas. "¿Sin bola de cristal?" Dijo de forma despectiva, por lo que Toadette ignoró el comentario. Y de repente, una mujer de unos 40 años se asomó al lugar donde estaban, entrando por el lado opuesto. Tenía el pelo negro recortado hasta la altura del cuello, y ya se podían ver algunas canas en el mismo. Llevaba además una bandana de color negro con dibujos de estrellas, y un conjunto de falda larga con el mismo diseño que la bandana y una blusa azul oscuro. Unos misteriosos ojos verdes que se clavaron de inmediato en Mario completaban la descripción de aquella mujer.
"Bueno, los dejo para que discutan de sus cosas." Dijo Toadette, tras lo que salió de la carpa.
Mario volteó a ver a la mujer, luciendo fastidiado de estar allí. "Así que ¿me siento y vas a leer la palma de mi mano o cómo?"
La mujer solo soltó una suave risilla, sentándose en la silla que estaba más cercana a ella. "Toma asiento, joven Mario. He querido conocerte desde hace mucho." Mario tomó asiento, recostándose en la mesa. "¿De verdad? ¿Y con qué motivo, si puedo saber?"
"Bueno, eres una persona muy particular, por decirlo de alguna forma. Y luego de escuchar muchas de tus aventuras, me gustaría conocer lo que guarda tu corazón." Mario rio entre dientes. "Créeme, no quieres saberlo."
"Vale la pena intentar ¿no crees?"
La curiosidad pudo más con Mario, por lo que terminó aceptando. "Bien, como sea ¿qué debo hacer?"
La misteriosa mujer solo le sonrió. "Tú ya lo dijiste, solo dame tu mano, de preferencia la dominante." Mario extendió su mano derecha, la cual aquella mujer sostuvo entre sus dos manos, cerrando los ojos. Comenzó a palpar la palma de la mano del héroe de rojo, causando que lanzara unos cuantos quejidos. Y luego de unos segundos, ella comenzó a hablar.
"Mmmm, sí, puedo verlo. Tu corazón se encuentra lleno de dudas, y estas en una situación algo complicada ahora, pero a pesar de eso puedo ver a una mujer muy especial en tu futuro, sí, veo una pareja para ti."
"Déjeme adivinar, es rubia y princesa ¿verdad?" Comentó Mario de forma pesada, pero la mujer continuó su discurso, ignorando sus palabras.
"Es una mujer diferente a las que habías conocido antes. Por fuera es una adulta seria y madura, pero en su interior yace el corazón de una niña. Es inteligente, seria y amable, y actualmente esas cualidades te deslumbran y llaman tu atención." Mario comenzó a sentirse algo incómodo e intrigado, y se inclinó un poco más sobre la mesa. "Sí, la estimas mucho, pero aún no sabes si ese cariño es suficiente para dar el siguiente paso. Y sabes que debes tener cuidado, porque si das el paso con éxito y luego te arrepientes, sabes que el daño será aún más grande que perjudicar tu amistad con ella. Al ser tan tímida y al haber pasado tanto tiempo sola, sabes que si le rompes el corazón lo harás más allá de cualquier reparación, y ella preferirá morir de soledad que volver a amar a alguien más, para así evitarse ese gran dolor que podrías causarle."
Mario retiró su mano rápidamente, casi cayéndose de la silla. Su corazón había comenzado a acelerarse, pero ahora parecía como si hubiera estado corriendo por varias horas, martilleando contra su pecho. Rápidamente se bajó de la mesa, tartamudeando molesto mientras señalaba a la mujer. "¡Usted no me conoce y no tiene ni idea de que está hablando! ¡Ella es solo una amiga!"
La mujer sonrió de forma pícara. "Así que aceptas que ella es real ¿eh? Vamos, quédate un rato ¿no quieres saber si ella siente lo mismo por ti?" Mario solo dio media vuelta y salió molesto y confundido de la carpa, gruñendo entre dientes mientras corría hacia su casa. "No sabe de qué habla, nadie conoce mis sentimientos más que yo ¡esto fue una maldita pérdida de tiempo!" Una vez que llegó a su casa entró usando sus llaves, y caminó directo hacia su habitación sin dirigirle la palabra a Rosalina, encerrándose en su habitación. Ella decidió dejarlo solo, por lo que se quedó en su habitación junto al destello.
