Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es completamente mía, queda prohibida cualquier adaptación. Todos los medios de contacto se encuentran en mi perfil.
OS: Crezy in love
Summary: Isabella Swan está al borde de la locura, amar a Edward Cullen la está dejando vacía. Tal vez solo ya es demasiado tarde para un amor corrompido.
Pareja: Bella/Edward
Rated: T
Número de palabras: 5,259
Música: Sia – Breathe me, Bryce Fox – Horns, Fleure – Hurks like hell
El maquillaje escurrió por mis mejillas. El rímel por toda la piel. La oscuridad manchaba todo mi rostro, así como mi propia alma. ¿Es así como se ve un corazón roto? ¿Es así como una mujer destruida se ve?
El reflejo en el espejo se burló de mí.
Los ojos chocolate me muestran la verdad que he negado por tanto tiempo. Soy patética.
—Soy una estúpida —reclame— ¿En serio pensaste que sería diferente? —me pregunte a mí misma, un sollozo resonó en la habitación, mi sollozo— Eres una puta.
Su puta.
Su puta para pisotear y humillar.
Su puta para ser su sucio secreto, mientras él está más preocupado por su carrera política que por la mujer que se encargó de cargar su mierda todos estos años.
—Maldito Edward. —miré mis ojos enrojecidos y acaricie mi reflejo en el espejo, la chica herida, patética y humillada en la que me había convertido en los últimos años— Mil veces maldito.
Él me hizo esto.
El reflejo de los ojos azules de mi madre me llamó desde una esquina del espejo.
La foto lucía un poco maltratada y desgastada, pero aun podía notar el pelo rubio de Renne y sus mejillas rojas. Mi madre había sido una mujer feliz, sensata y chispeante que siempre solía tomar las mejores decisiones. Siempre dijo que la mejor de ellas había sido casarse con mi padre.
Mis padres tuvieron un matrimonio amoroso y lleno de amor. Charlie Swan besaba el piso por donde mi madre caminaba, mi padre era un romántico empedernido y nunca se cansó de demostrárselo a mi madre.
Crecimos en un pequeño pueblo; mis padres, mi hermano mayor y yo. Nos criaron con valores, una buena educación y metas. En un hogar colmado de amor. Aun podía recordar tardes eternas mirando a mis padres ir uno detrás de otro. Crecí creyendo que tarde o temprano, la respuesta te lleva al amor.
Me equivoque.
Desde la primera vez que miré a Edward Cullen a los ojos supe que estaría arruinada para toda mi vida.
Fue una tarde húmeda de abril, mientras ayudaba a mi madre a hornear galletas de chispas de chocolate. Emmett, mi único hermano, y el mayor, había comenzado su segundo año de instituto. Aquella tarde nos presentó al chico nuevo de Forks, el hijo de Esme Cullen, una pobre madre soltera que acababa de mudarse de vuelta a Forks después de casi veinte años de estar fuera. Mamá dijo que sabía quién era Esme. Dijo que me esforzara por ser educada y no hacer demasiadas preguntas.
Le ofrecí un par de galletas a Edward. Él las acepto, mirándome a través de sus pestañas castañas y ojos verdes enojados.
Con solo catorce años, supe qué serie mi único para siempre. Soñé con suaves besos y caricias, con un amor colmado de paciencia y confianza. Con flores y chocolates. Pero solo fueron eso. Sueños vacíos.
No sabía que el amor también podía ser doloroso, cruel, vacío y triste.
Edward fue todo para mí. Siempre rondándome por todos lados, mirando y probando, pero sin tomar realmente.
Acompañaba a Emmett de vuelta a casa todos los días, comía con nosotros y solía pasar un rato con papá y Emmett, hasta que su madre lo recogía más allá de la media noche en su Chevy destartalado color rojo.
Rece para que algún día me miraría de una forma diferente, soñando despierta cuando lo tenía alrededor. Pero al pasar de los años, mi dulce niña se fue apagando, dejando a la joven resentida y deseosa de atención a su paso. No solo estaba triste por no recibir el amor que creía merecer, sino también por el mismo Edward.
El hermoso niño que venía a casa todas las tardes tenía mucho más para preocuparse que el insulso enamoramiento de la hermana pequeña de su mejor amigo. Lo veía cada noche ir y venir de casa, comer con nosotros, ver la televisión con papá. Lo hacía, pero su mente se iba a otro lugar. A lugares oscuros que provocaban que sus ojos verdes se pusieran oscuros y recelosos.
Esa fue la primera vez que mi instinto de supervivencia me dijo que debería alejarme.
Lo hice. Juro que me esforcé con cada célula de mí ser. Pero Edward era demasiado listo para una chica de dieciséis años. Algo en sus ojos me decía que no sería tan fácil.
Emmett partió a la Universidad en Chicago junto a su novia Rosalie, Edward no.
Decidió ir a por una beca en el lluvioso Seattle en la Universidad de Washington, se consiguió un trabajo de medio tiempo en la cafetería del pueblo junto a su madre y seguía viniendo a casa a comer todas las tardes después de su turno.
A pesar de que se mantenía justo en la línea, siempre sentí su mirada sobre mí, advirtiéndome sobre no olvidar la única cosa que realmente importaba. Que era suya para cuando él quisiera.
Rompió esa cosa importante cuando trajo a casa a su primera novia formal. Leah era alta, atlética, hermosa y espontánea. Todo lo que yo no era con mi timidez, torpeza y juventud.
No soportaba verlos juntos.
Para cuando llego la hora de irme a la Universidad, lo tomé como una vía de escape. Necesitaba escapar de él. Tenía el corazón hecho trizas. Asi que rompí el corazón de mis padres y partí a Phoenix sin mirar atrás.
Hice una última promesa antes de dejar mi hogar y a la familia que tanto amaba. Me esforzaría por borrar cada rastro de Edward en mí.
Pero todo se rompió demasiado rápido. Eran las primeras vacaciones de Navidad, tan solo un año después de mi partida cuando mi madre llamó. Aún recuerdo lo mucho que esa llamada rompió mi corazón, drenando todo en mí. Mi padre estaba muriendo y me necesitaba. Tres días después estaba volando a Forks y dos semanas después, Charlie Swan murió.
El cáncer de mi padre simplemente rompió a mi familia.
El amor no fue suficiente.
Emmett partió de casa de vuelta a Chicago apenas terminó el funeral, casi como si quisiera correr lejos del dolor. Mi madre solía vagar largas horas por la noche, ocultando su dolor de mí y cualquiera que preguntara como se encontraba.
Siempre sonreía, pero su mirada nunca volvió a ser la misma. En el azul de su iris brillaba la pérdida del único hombre que amo.
Nunca más volví a pensar en la Universidad.
Conseguí un buen trabajo en la tienda deportiva de los Newton y mi madre comenzó a trabajar en la cafetería de Forks, junto a la madre de Edward. No lo necesitábamos gracias a la buena pensión de mi padre, pero era una buena manera de huir del dolor.
Esme fue una gran amiga para mamá, acompañándola silenciosamente en su duelo. Fueron malos meses, pero sobre todo, los más oscuros de mi vida, hasta ese momento.
Volví a ver a Edward Cullen seis meses después de que Charlie murió. Había estado fuera del país durante casi un año, en un programa de intercambio luego de que Esme lo amenazara si no tomaba, y según sus palabras, la maldita decisión de largarse de ese lúgubre pueblo de una buena vez. Sabía que había intentado conseguir que lo dejaran viajar de regreso a casa para el funeral de papá, pero no lo consiguió. Lo único que consiguió fue un par de llamadas con Renne, una con su madre y una llamada conmigo.
Una llamada que no respondí a pesar de que mi teléfono no dejo de sonar toda la noche.
Entro en la cafetería donde mi madre trabajaba, hablaron, se abrazaron. Almorzó con su madre, sin ni siquiera dedicarme una mirada. Y al final de la noche, cuando estaba esperando a mi madre afuera de la cafetería con un cigarrillo entre los labios y la nariz roja granate por el frio, él me ataco. Con todas sus fuerzas. Fue a por mí.
Se recargo sobre la pared a mi lado. Hablo. Se disculpó. Hizo las preguntas necesarias. Y sonrió, mostrándome estos hoyuelos en sus mejillas que me habían vuelto loca cuando adolescente.
Su coqueteo evidente y desgastante, así que acepte salir con él.
En nuestra primera cita comimos un helado, me conto un poco de su vida en California y que tan difícil le era ajustarse a tantas personas y autos, me hablo de sus profesores, de leyes, me beso y me follo.
Ese fue mi segundo error. La segunda vez que mi instinto me dijo que me alejara, que algo iba a salir realmente mal entre nosotros. Nuestra dinámica era… toxica.
Le permití romperme.
Al siguiente día desperté en una cama vacía, desnuda, sin virginidad y con una nota que contenía un pequeño y cortó mensaje: gracias, pequeña Bella.
Esa fue la primera vez que me trato como una puta.
Recuerdo el dolor tan quemante, sobreviniendo desde la boca de mi estómago hasta mi pecho. La quemazón de las lágrimas. La humedad de la almohada bajo mi cabeza y la frialdad de las sabanas que envolvían mi cuerpo desnudo.
Siempre pensé que fue su manera retorcida de castigarme por haberle abandonado e irme a Phoenix.
Edward no había dejado de ser el chico oscuro que vino a casa con Emmett, simplemente aprendió a disimularlo. A esconder su dolor y actuar en consecuencia.
Después de ese día comencé a odiar Forks, odiaba el frio que me calaba más allá de los huesos, el eco de los bosques cada noche que mi madre lloraba en su habitación a escondidas y los recuerdos. Los recuerdos de sus carisias y besos robados. Los recuerdos que me hacían revolcarme en mi casa en medio de horribles pesadillas.
Edward me destruyo de maneras que nunca pensé que fueran posibles.
Seguimos teniendo sexo. Y él siguió yendo y viniendo. Entre una vida nueva y su asqueroso pasado del cual yo era parte.
Mamá notaba mi tristeza. Ambas sabíamos que solo era cuestión de tiempo para que nuestra familia terminara por ser destruida, o al menos lo poco que quedaba de ella. Aquel pueblo nos estaba matando lentamente.
Nos mudamos a Phoenix un par de meses después de mi cumpleaños veintitrés. No dije ni cuatro palabras para que Renne aceptara y comenzara los trámites para vender la casa en la que vivió con el amor de su vida. Era como si las dos quisiéramos salir corriendo.
Encontramos un pequeño departamento en el centro de la ciudad no mucho después. Ella inicio trabajando en un centro de internación oncológica, lo cual parecía llenarla de alguna manera y yo comencé a trabajar en una biblioteca. Era fácil, sencillo y podía pagar las cuentas fácilmente. Emmett llamaba continuamente, pero nunca hablaba de visitarnos. Fue en una de sus llamadas que menciono tentativamente a Edward, casi titubeando. Y entonces lo supe, lo saboree y lo trague amargamente.
Emmett lo sabía.
Y yo había vuelto a hacerlo de nuevo.
Abandonarle.
Así de simple, solo con una nota que le deje a su madre y ocho palabras escritas en un arrugado papel.
"Lo siento, no puedo seguir haciendo esto.
—Bella. "
Después de la llamada de Emmett comenzaron las suyas. Y sabía que era él. Dios, recuerdo como mi cuerpo gritaba por volver a su lado, por volver a sentirme suya aunque fuera un momento.
Nunca conteste ninguna de las llamadas y mamá no pregunto. Cambie mi número de teléfono, el de casa también, mi correo, toda red social desapareció y mi segundo nombre estaba plasmado en cualquier cosa que lo necesitara.
Me permití salir con chicos, tuve fiestas locas, me cambie demasiadas veces el color de cabello, la ropa, moldee mi personalidad como quise y nunca me arrepentí, era como si quisiera vivir más que nunca.
No sabía que la libertad y fuerza de voluntad estaban por acabárseme.
Jamás debí volver a Edward.
Él fue mi perdición.
Cuando mamá me pidió regresar a Forks a por el último pago de nuestra casa supe que si me encontraba con Edward, mi tiempo quedaría en números rojos. Forks era mi infierno personal y con en el Edward Cullen estaba esperando por mí.
Esme llamó la tarde antes de que me marchara, informando que sería Edward quien se ofrecía a recogerme en el aeropuerto.
Renne acepto antes de que si quiera tuviera la oportunidad de abrir la boca.
"Nunca te iras de mi lado de nuevo, Isabella." Esas fueron sus palabras el día que me recogió en el aeropuerto de Seattle un día lluvioso en medio de septiembre.
Todo se fue a por el caño cuando volvimos a unirnos.
Y estaba tan cansada de huir a mis sentimientos. De tratar de ser todo lo que quería ser sin él a mi lado. Lo necesitaba con cada respiro que daba.
Él cumplió su promesa, me amarro completamente, quitándome la voluntad y el respeto hacia mí misma. Y fui su fiel participe en ese juego, encantada de dejarme llevar por la vorágine de su vida.
Se encargó de que toda yo quedara en sus manos, y jamás tuve la fuerza para obtener mi libertad de nuevo. Mi amor por él me encadeno a una vida plagada de amargura, dolor y vació.
Se negó a que volviera a Phoenix. Me hizo mentirle a mi madre sobre una beca que nunca existió, sobre él. Se mantuvo como mi mentor, cuando en realidad éramos amantes. Cuando en realidad me escondía y me trataba como su sucio secreto.
Trabajo duro. Oscuridad. Manipulación. Deseo.
Esos son pocas palabras, pero las suficientes para describirle.
Edward Cullen se convirtió en el diplomático más joven del estado de Washington, Implacable, correcto e imputable. Siempre cuidando su reputación, pero tan sínico como para presentarme como su amiga íntima en las reuniones sociales. Era una burla para mí misma, saber que todos se reían a mis espaldas, que perdí las pocas amigas que tenía, la dignidad, la voluntad, la dependencia, el orgullo, la vanidad, la autoestima. Lo perdí todo por alguien que no valía nada.
Tome los listones de mi vestido y lo deje caer al piso. Camine despacio hacia la cama y tome las sabanas entre mis puños.
Los recuerdos se arremolinaron uno detrás de otro tras mis parpados.
Reí secamente mientras abrazaba su almohada y hundía la nariz en ella. Su olor mesclado con el mio, sudor y sexo me hizo volver a llorar.
Flashback.
—Más rápido, Edward. —gemí, enredando mis piernas alrededor de él— Dios... Oh…— pude sentir como todo él estaba dentro de mi tanto como podía. Lleve mis manos a su espalda, sintiendo como mis uñas se enterraban es su carne y él jadeaba.
La cama se movía una y otra vez. El cabecero de la cama impactaba contra la pared y las sabanas quemaban mi espalda por el roce constante con mi piel.
—Aférrate a mí. —gruño, mientras yo lo hacía y él daba la vuelta dejándome encima para montarlo, tomo sus caderas guiándome a su ritmo. Me aferre a su cuello y pude sentir como su miembro pulsaba a cada estocada que daba.
—Más rápido, más, más, más, Edward —exigí como una posesa, mientras yo le ayudaba guiándome encima de él.
Sus dientes clavándose sobre la sensible piel de mi cuello me hicieron sisear.
—Júramelo, Isabella. —bajo sobre mi hombro con su boca, tomo un pezón entre sus dientes fuertemente y lo succiono.
—Nunca. —hable mirándolo directamente a los ojos, esas lagunas verdes que me llamaban a cada segundo. Casi podía sentir como el corazón se me saldría del cuerpo, la sangre de mis venas corría rápidamente y el tacto de sus manos aumentaba esta sensación.
Mi cuerpo subía y bajaba.
Lento. Rápido.
Dentro. Fuera.
Las paredes de mi sexo se contrajeron alrededor de su miembro.
—¡Hazlo! ¡Hazlo! —frustrado, tomó mi cintura entre sus manos, bajándome totalmente en su erección, con su hueso púbico estimulando mi clítoris directamente.
Grite, dejando caer mi cabeza hacia atrás por el orgasmo que se acumuló en mi bajo vientre.
La habitación se llenó de jadeos, de nuestros gemidos y olores mezclados que se sentían en el aire; lujuria pura se miraban en sus ojos oscurecidos, mientras yo ponía mis manos a cada lado de su cabeza, moviendo mi pelvis más rápido, despacio y de arriba a abajo. Sabía lo que le gustaba, chupe su cuello, entre la mandíbula y la oreja, sintiendo como sus manos se enterraban en mis costillas.
Baje por su cuello mordiendo.
Nos giró de nuevo.
Dejándome de espaldas a la cama.
Conocía perfectamente sus puntos débiles.
—Dime que me amas. —jalo mi labio con violencia, mientras con una mano en mi espalda se impulsaba. Mi cuello se arqueo y los dedos de mis manos tomaron las sabanas en un puño.
—Nunca. —jadeé y me corrí intensamente de nuevo, él dio unas cuantas estocadas más antes de caer encima de mí. Su peso volviéndose poco a poco algo asfixiante.
Mi corazón revoloteo en mi pecho por la cercanía.
—Mierda. —mis músculos pulsaron, tome sus hombros tratando de moverlo de mi —Edward, muévete. —empuje su hombro.
No sirvió para nada.
—Cállate, Isabella. —escondió más su rostro en mi cuello, y pude sentir mi piel estremecer.
Empuje de nuevo.
—Que te quites, Edward. —gire mi rostro cuando sus ojos verdes captaron los míos.
La humedad de su piel y la mía, hicieron que mi piel escociera cuando comenzó a moverse sobre mi cuerpo. Su codo izquierdo se clavó sobre las sabanas, mientras que uso su mano derecha para llegar a mí.
—Mírame, Isabella. No escapes como siempre. —tomó mi mentón entre sus dedos, recorriendo hasta mi mejilla. Tomé rápidamente su mano, quitándola y sintiendo el asco recorrer cada célula de mi ser.
Como si de verdad fuera algo más para él que un coño al cual follar.
—No me toques, Edward. —el nudo de mi garganta se apretó intensamente — ¡QUE TE QUITES JODER! —grite y con todas mis fuerzas lo volteé para luego bajarme de encima suyo, rápidamente tomo mis muñecas con sus manos.
Mis rodillas resbalaron del borde de la cama, haciéndome caer directamente a su pecho.
— No huyas, Isabella. —me miro directamente a los ojos. Casi creí ver por un momento el dolor reflejado en ellos.
—No estoy huyendo —susurre— me das asco y odio que me toques... —hable cerca de su rostro, mirando como este se desencajaba. Ultimadamente y de una forma retorcida, disfrutaba tener el poder de dejar al gran Edward Cullen sin palabras.
Sus manos me liberaron y me pare lo más rápido que pude de la cama.
—Mejor si te vas antes de que vuelva… —camine y entre al baño, cerrando la puerta a mis espaldas de un portazo.
Después de escuchar como dejaba la puerta, me deje caer al piso.
Flashback
Abrí los ojos nuevamente, mientras los recuerdos se esfumaban y un sollozo salió de mi garganta.
Siempre había sido amorosa con él, comprensiva y gentil. A la hora de tener sexo siempre era sumisa y dejaba que él me controlara. Nunca fui rencorosa o grosera, jamás me negué a su contacto y siempre lo abrazaba después de terminar de hacer el amor. Ponía mis brazos alrededor de su cabeza y acariciaba su cabello, hasta sentir su respiración cadente en mi cuello.
Comprendía la oscuridad en él. Era ilusa. Pensaba que algún día tomaría el lugar que me correspondía a su lado.
Cuando finalmente él se marchó esta mañana y pude salir del baño, recibí un mensaje de parte de su asistente personal, pidiéndome que estuviera lista a las siente en punto para un evento del señor Cullen.
Tomé el vestido más bonito que encontré en mi closet, planche mi cabello y me puse los tacones más altos que tenía.
Como siempre sucedía, el chofer y el coche llegaron puntuales. Subí, pensando en un poco más de pelea, sexo y tal vez una buena cena, estaba lista para aceptar lo que fuera. Yo también podía ser sínica.
Cuando llegamos a un gran hotel, la recepcionista me dirigió hacia el salón y en el instante en el que traspase la puerta. Lo supe. Supe que nunca debí venir.
Edward estaba en medio del salón bailando con Tanya Denali, hablando en susurros, pareciendo los perfectos amantes, la perfecta pareja, mi rostro se desfiguro un momento antes de que un mesero se acercara a ofrecerme una copa de vino y rompiera el silencio, junto con la maldita magia que parecía rodear a los hijos de puta en la pista. En un instante todos me estaban mirando, incluso él.
Saque mi mejor sonrisa y con un asentimiento acepte la copa. Me la tomé de un solo trago, mi corazón dolía, pero sin demostrar ningún sentimiento seguí caminando hasta llegar a Alice, la mejor amiga de Edward.
Los observe bailar, observe con odio como ella acariciaba su mejilla y apreté la copa entre mis dedos sintiendo como esta se rompía en mi mano.
Lo sabía. Había sabido que él tenía otra mujer. La olí a través de su piel y en sus ojos la miré.
Me había sentido enojada por semanas con él, mas dolida y confundida de lo usual. Ahora entendía porque. La maldita Tanya Denali.
Alice tomo mi brazo y me guio al baño, mientras susurraba palabras como : "Es un idiota" "Lo voy a golpear" "Maldito imbécil" pero nunca puse atención a nada, solo recuerdo haber corrido fuera del hotel, mientras tomaba mi mano y me subía a un taxi a toda prisa.
Llegue al departamento y me senté en mi tocador
Dure horas sentada allí, pensando que estaba mal conmigo antes de comenzar a limpiar el maquillaje corrido de mi rostro.
Gire en la cama llorando y hundiéndome más en ella, quería morir mientras sentía mi alma ser destrozada, sentía como todo dentro de mí se destruía. Me senté en la cama y tomé mi bata, poniéndola sobre el cuerpo, camine por todo el departamento en busca de mis papeles, teniendo la ilusión de que tal vez él los había escondido aquí.
Hable enserio cuando trate de decir que él me tenía amarrada completamente.
Era su prisionera.
Su puta personal.
Termine sentada en medio de la sala con todo a mi alrededor destruido, los cuadros estaban rotos y mis manos lastimadas.
Exactamente así me sentía.
Rota y lastimada.
Unos fuertes golpes en mi puerta me alarmaron y me pare del suelo decidida a matar a quien fuera. Tanya Denali estaba en mi apartamento, sus ojos azules me regresaron la mirada desde la entrada.
—Isabella Swan —entro y paso por mi lado, mientras yo cerraba la puerta tan fuerte como pude— La humillación duele, ¿cierto? —se burló— Pero me debías unas cuantas y tenía que hacértelas pagar, ser la amante de Edward no es fácil... —suspiro dramáticamente— Ver cómo te llevaba a las cenas, a los discursos, recepciones y no poder decir nada. —camino hacia mí.
Hija de perra.
—Tanya. —intente tomarla del brazo, intentando sacarla del apartamento. Pero se zafo rápidamente, evadiéndome y caminando por el salón.
Así como me sentía, terminaría por matarla.
—¿Cuántas veces te dijo que éramos solo amigos, Isabella? Mientras en las noches se iba conmigo, Edward fue de mucha ayuda para todo esto. —se rio y pateo un porta retratos del suelo; Edward me abrazaba por detrás, mirando a la cámara. Era nuestra foto favorita. Fue una de las tantas veces que fuimos a visitar a mi madre a Phoenix— Es tan idiota y manipulable que cuando esta mañana llego a mi casa pidiendo un consejo para arreglar las cosas contigo le dije que estaba embarazada. —me miró— En nuestro viaje a Brasil nos acostamos, me fue bastante fácil que el entrara a mi baño donde encontró la prueba, después me pidió explicaciones y entre sollozos se lo dije —levanto su mano, mostrándome un anillo de compromiso— Las princesas como yo no perdemos, las putas como tú sí.
Entonces salió de mi casa en medio de risas y el portazo de la puerta.
Sentí al instante el color irse de mi rostro y solo me pude derrumbar en medio de la sala, cayendo al piso tapando mi boca, mordí mi mano tratando de sofocar en dolor y recordé todas las veces que Edward me había engañado. Primero fue Irina, luego su secretaria Kate, Jessica fue la tercera y después de ellas le siguieron mucho más.
Hasta Tanya. Tanya no es solo una mujer más cautivada por su belleza. Tanya es mucho más. Hija de uno de los socios más importantes de Edward. Con clase y soltura. El molde perfecto para una madre y esposa.
Ahora se iban a casar.
No conmigo. Con ella. Y ella ahora llevaba su anillo y su bebé.
Reí seca, recordando como él mismo me llevaba al médico todos los meses, como siempre me revisaba, asegurándose que no quedara embarazada. A pesar de mis deseos por convertirme en madre, a pesar de que él sabe lo mucho que siempre he querido… una familia.
A pesar de todo eso, él tomó mi amor y lo pisoteo.
Estoy loca de dolor.
Dolor.
Un sentimiento con el que estoy familiarizara. El tipo de dolor con el que te congracias al haber sido lastimada tantas veces por la misma persona.
Me pare de la cama y camine a la habitación, mientras buscaba ropa, tomé un vestido azul, sabía que era su favorito y corte la bastilla dejándolo más corto, me lo metí por la cabeza y me mire en el espejo para luego tomar unas zapatillas planas, me las puse y limpie mi cara lo mejor que pude.
Quedo maquillaje bajo mis ojos, pero no me importaba. Esto era todo lo que quedaba de mí. Nada. Un embace vació de nada.
Resquicios de la mujer que alguna vez fui.
Esperaba que a él le gustara, porque sería lo último que miraría.
Tomé el pequeño bolso negro de arriba del buró y las llaves de mi coche, baje las escaleras sin usar el elevador, pues realmente nunca me habían gustado usarlo, odiaba la altura. Y las ganas de vomitar me tenían al borde. Apenas y logre bajar hasta salir del edificio. Mis pies trastabillaban cada dos por tres, mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas.
Salí hacia el estacionamiento y me metí en el coche, arrancando a toda velocidad.
Si Charlie viera como conduzco, seguro se volvería a morir.
—Te extraño, papá. —susurre con una sonrisa triste.
Papá siempre fue sobreprotector conmigo, pero yo era obstinada. Y siempre me gusto andar por el límite. Él me enseño a defenderme correctamente.
De pronto, el pequeño maletín negro en mi regazo se sentía demasiado pesado.
Estacione justo afuera del edificio de Edward, abrí la puerta del coche y camine poniendo el pequeño bolso bajo mi brazo. Miré a la recepcionista, ofreciéndole una sonrisa tímida y subí por las escaleras.
Edward tenía su oficina en el décimo piso, pise cada escalón mientras los contaba.
Mil quinientos sesenta y cuatro escalones.
Llegue al pasillo, donde estaban un par de empleados.
—Señorita Swan —susurro la asistente de Edward y me ofreció una sonrisa cálida— El señor Cullen está ocupado pero… Oh… su mano. ¿Se encuentra bien? —pregunto mirando mi mano.
Fruncí el ceño hacia ella. Había olvidado por completo la herida. Cuando eres lastimada tantas veces, el dolor físico de vuelve nada.
—Un feo accidente, no te preocupes, Nadia. Quiero ver a Edward —apreté mi mano contra el vestido, manchándolo de sangre — Esperare a que se desocupe. ¿Puedes solo traerme un poco de hielo para mi mano?
—Claro. —asintió y se marchó rápidamente.
Miré la puerta de Edward y camine a paso firme, tomando entre mis dedos el pequeño bolso negro, entonces abrí la puerta y la cerré tranquilamente.
Edward estaba recargado sobre su escritorio con las manos a cada lado del cuerpo de Tanya Denali… abrazándola como tantas veces me beso y abrazo a mí también en ese mismo lugar.
Perdí todo entonces.
—Edward. —susurre, mientras sacaba los pequeños guantes negros del bolso y me los ponía.
La frialdad remplazo el dolor.
—Isabella. —se separó rápidamente de Tanya.
Levante una mano.
—No te acerques... —siseé— Ni siquiera me toques.
El dolor se vio reflejado en su mirado. Como si realmente pudiera sentir algo. El chico oscuro sigue en él. Y nos hace pagar a todos por su sufrimiento.
Sonreí.
—Solo vengo a entregarte esto. —saque las pequeñas llaves del apartamento — Y esto. —avente las llaves del auto al suelo. Justo en sus pies— Ya no las necesitare.
Negó enérgicamente.
—No... Por favor, tenemos que hablar. —rogo en un susurro.
—Ya no las necesito. —dije entre dientes.
Entonces, puse toda mi atención en la rubia a sus espaldas. Sus hermosos rasgos en tensión, sus manos temblando.
Me tiene miedo.
Camine hacia ella.
—¿Qué quieres, puta? —me reto con la mirada.
—Tanya... —Edward la reprendió.
Resistí las ganas de largarme a carcajadas.
—Gracias, Tanya. —tomé el bolso y saque la brillante pistola, apuntándola directamente en su frente. Pude ver el terror en su mirada y me encanto. La adrenalina corría libre por mi sistema, casi como una droga imposible de resistir.
Goce como dio un paso atrás. Como levanto las manos temblorosas y sus labios se retorcieron.
—Isabella —Edward trato de acercarse, pero cambie la pistola de objetivo, apuntando directamente a su pecho. Tanya chilló, refugiándose entre una ventana y un librero— ¿Te has vuelto loca?
¿Se atreve a llamarme loca?
—Estoy tan loca… —apunte la pistola más arriba, mirándolo a los ojos directamente— Que te voy a matar solo para que no seas de ella. —miré a Tanya— Te voy hacer el favor de tu vida, princesa.
Y a mí también. No puedo huir de él. Pero si hay una manera. Puedo eliminarlo. Ver su sangre manchar el suelo como mis lágrimas en la almohada el día que me quito la virginidad y me dejo sola, puedo verle retorciéndose de dolor, el miso dolor con el que he tenido que convivir todos estos años y puedo acabar con su vida, así como él termino con la mía.
—Bella, amor, escúchate por favor. No es lo que cre…
Aquello me enfureció.
—¡Isabella! ¡Isabella para ti! —grite con lágrimas en los ojos. —Bella ya no existe. Y es tu culpa.
Él la mato.
Él la asesino.
—Tranquilízate. —susurro mirándome a los ojos. Sus orbes verdes estaban cristalinos y el miedo relucía en el fondo de ellos.
Perfecto.
—Hice todo por ti, he dejado que me pisotearas. Me engañaste, pero nunca de esta manera. Creí en ti, Edward, y me fallaste. Jure que te amaría hasta la muerte. ¿Qué te hizo creer que me refería a la mía? —le grite, cerrando los ojos y tirando del gatillo.
El ruido ensordeció mis oídos junto al grito horrorizado de Tanya. Y luego otro, y otro, y otro, y otro, hasta que todo termino.
La sangre salpico mi rostro, el sonido del cuerpo del hombre que amaba cayó al suelo con un ruido seco sin vida.
Todo termino.
Aunque…
Abrí los ojos para mirar a Tanya.
...
Isabella Swan pasó por un riguroso juicio donde se declaró culpable. Fue condenada a cadena perpetua por homicidio en primer grado con premeditación por matar a Edward Cullen, a quien le disparo con alevosía y ventaja más de diez veces en tórax y miembros superiores. Tanya Denali, quien fuera apuñalada por la imputada con un arma blanca por lo menos dieciséis veces, se reporta como estable en el hospital. Renne y Emmett Swan se han negado a dar declaraciones a todo medio de comunicación.
Isabella Swan cumple su sentencia King County Adult Detention a la espera de dar a luz al hijo de quien fuera su víctima.
¡Hola, nenas! Y si, esta fue mi primera historia. La primera que escribí desde que comencé a escribir sobre Bella y Edward. Ya la había editado años atrás, pero hasta hoy puedo decir que estoy conforme con las correcciones que le di. No es demasiado larga. Es corta y concisa y algo retorcida. Es sobre Bella cayendo en lo más bajo que el amor te puede dejar caer, algunas veces ya me habían preguntado si lo que le dijo Tanya a Bella fue ciento. Lo confirmo. Edward se acostó con ella y la embarazo. Fue accidental, pero oye, el muchacho si era muy retorcido en esta historia. Por eso la idea se quedó en un OS y nunca avanzo más. ¿Se imaginan un fic real? Seguro termino por darme un balazo yo sola Hahaha. ¡Gracias por leerme! Nos vemos la siguiente semana con el siguiente Os que voy a re-editar. Ustedes saben de cual hablo. ¡Noche de Halloween! No olviden pasarse por el grupo de Facebook para que vean el álbum de fotos sobre este Os.
Las leo en sus reviews siempre y no lo olviden: #DejarUnReviewNoCuestaNada.
—Ariam. R.
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