"Porque hay cosas que solo a los niños les importa".
Masachika y Sanemi veían la espalda de Kanae mientras ella los guiaba de camino a una aldea para que descansaran lo que quedaba de noche. Ella había apuntado que existía una buena iluminación y alta presencia humana, así como un campo de hermosas glicinas cerca de ella. Era, básicamente uno de los sitios más seguros en los que habían pisado ambos chicos en un buen tiempo.
Sanemi tenía el ceño fruncido mientras escrudiñaba los ángulos que faltaban por ver de la chica. Su nuca, sus canillas, su largo cabello, todavía con la esperanza de encontrar algo raro en ella y sospechó muchísimo con el enorme haori que llevaba la chica, que ocultaba gran parte de su figura.
La escuchaba tararear distraídamente mientras observaba la entrada de la aldea, que no quedaba demasiado lejos ya.
Sanemi se inclinó sobre el oído de Masachika, sin quitarle un ojo de encima a la chica.
—¿Estás seguro de que no es un demonio?—susurró.
—¡Ya te dije que no! ¡La he visto de día!—replicó Masachika, luego se acercó al oído de Sanemi—. ¡Y te aseguro de que es más bonita con el sol!
—¿Y eso a mí que me importa?
—Claro que te importa. De hecho, estás muy interesado—agregó Masachika con una sonrisa pícara—.
—¡Claro que no!—Sanemi alzó la voz, pero se crispó, asustado de que la chica pudiese oírlo. Al percatarse de que ella seguía perdida en sus pensamientos, se volvió nuevamente hacia Masachika—. Claro que no…
—¡Claro que sí!—exclamó Masachika, buscando que la chica los oyese.
—¡TE DIJE QUE NO!—gritó Sanemi, luego demoró en pensar una serie de adjetivos cuyo significado no dominaba del todo y, bueno, porque en una discusión sin motivos, era complicado seguir peleando—. ¿Qué puede gustarme de ella? Se ve simplona, enclenque, bajita-
—¿"Bajita"?—lo interrumpió Masachika—. ¡Pero si ella es más alta que tú!
Sanemi se volteó a verlo indignado.
—¡No lo es!
—Sí lo es.
—¡Que no!
—¿Qué ocurre, chicos? —la muchacha se dio la vuelta ante el escándalo.
Sanemi la escrutó con la mirada entrecerrando los ojos.
El enorme haori ocultaba su cuerpo en general. Ocupar espacio, según tenía entendido, era un método usado para verse más grande, más intimidante, esto era para que el demonio no pudiera distinguir la masa muscular del cazador, de ese modo, el demonio tendría muchas variantes a considerar al momento de atacar, podría distraerse, ponerse a la defensiva, o bien, lo que solía ocurrir más seguido, subestimar al cazador.
Pero aun con el enorme haori, ella no se veía intimidante y era clarísima su figura delgaducha y alfeñique. Y, lo más importante, no era grande.
No más que él, al menos.
¿Cierto?
Sanemi se la quedó viendo unos momentos más.
"No puede ser…".
Sanemi se adelantó a Masachika, acercándose a Kanae. Estaría a un metro de distancia de ella, cuando se dio la vuelta para ver a Masachika.
—¿Ves? ¡Ella no es más alta que yo!
—¡Sí lo es!—se burló Masachika.
—¡Puedes ver desde lejos que soy más alto!
—¿Por qué no nos medimos? —sugirió la chiquilla.
Los dos varones se le quedaron viendo y a Sanemi la idea le pareció perfecta, pero no podía evitar tener miedo.
—¡Bien! ¡Midámonos entre nosotros!
Sanemi se acercó más para estar a medio metro de Kanae.
—¿Qué tal ahora?
Masachika estaba aguantándose la risa en la lejanía. La verdad es que desconocía si Kanae era más alta que Sanemi, pero verlo reaccionar de manera tan pasional le hacía insistir en lo que no sabía, y, por supuesto, el detalle de acercarse tan cautelosamente a la chica. Le recordaba a sus hermanos menores.
Masachika alargó una sonrisa pícara, que escondió bajo un velo de seriedad requerida para la situación.
Dio un aplauso y se acercó a la pareja.
—¡Muy bien! Vamos a medirlos.
—¡De acuerdo!—Kanae se ofreció a la situación muy rápidamente.
—Con permiso, Superiora Kocho—dijo Masachika acercándose a la chica.
Colocó su mano en el hombro y la empujó suavemente para que se diera la vuelta, con la vista fija a la penumbra, luego le extendió su mano a Sanemi.
—¡Vamos, acércate!
Sanemi se ruborizó ligeramente, haciendo su cuerpo para atrás. Masachika se percató de la pequeña ceja de Sanemi temblaba.
—¿Por qué no puedes hacerlo desde allá?
—Porque la lejanía causa perspectiva, es difícil decirlo si te tengo tan lejos.
—Seguro que puedes hacerlo de otra manera—replicó él cruzándose de brazos.
—¿Qué sucede?—preguntó Kanae, mirando de reojo a Sanemi—. ¿Por qué no quieres acercarte?
—Sanemi no quiere admitir que es más bajo que usted—luego le sacó la lengua a Sanemi—.
Una vena en la cien se hinchó y una mueca de irritación cruzó su cara. Y su orgullo gritó en su interior: "¡Esto no se va a quedar así!".
Sanemi se acercó a pasos pesados y rápidos, como niño enrabietado, y le dio la espalda a Kanae, así como ella lo hizo con él.
Masachika notó, sin embargo, que Sanemi no tocaba con ninguna parte de su cuerpo a la chica. Cosa que le hizo difícil de mantenerlo serio otra vez.
—Muy bien, Superiora Kocho, acérquese un poco más.
Kanae dio un largo paso hacia atrás y la punta de su talón tocó una de las piernas de Sanemi, haciendo que el chico se crispara como erizo. Ella calculó mejor su movimiento y, finalmente, se pegó a la espalda de Sanemi.
Sanemi se puso derecho sin necesitar que se lo dijeran. La cara le ardía y el corazón latía con fuerza en su pecho. Cada centímetro de su espalda tocaba a la chica, incluso sus piernas se estaban tocando.
Podía sentir la delineada figura de su espalda. Los huesos que sobresalían a cada lado de la columna.
Sanemi tragó sonoramente.
Y los muslos y los glúteos también.
Kanae hizo para atrás su cabeza para colocarse derecha, rozando su cabello suave con la nuca del chico.
Volvió a crisparse, ahora arqueándose hasta formar un pecho de paloma.
Masachika tomó a Sanemi de sus mechas.
—¡Quédate quieto! ¡No hagas esto más difícil!
—¡Eres un poquito inquieto, niño!—rio Kanae.
Sanemi guardó silencio y dejó que Masachika calibrara las posturas, el mentón y descontó las mechas voladoras del novicio y los broches de mariposa que sobresalían de la cabeza de la veterana.
Finalmente, Masachika fijó su vista en la coronilla de cada uno y el resultado le pareció claro: Por muy poquito, la muchacha era coronada como la más alta de los dos.
—¡Efectivamente! ¡Superiora, usted es más alta que este gnomo!
Sanemi se separó rabioso, mientras Kanae trató de contener una risita. No se esperaba que la conclusión fuera dictada con un lenguaje tan vejatorio.
—¡¿Cómo me llamaste?!—gruñó Sanemi—.
—¡No lo llames así, Masachika!—la mujer salió en su defensa en un aire muy maternal—.
—¡Seguro que mediste mal a propósito!
Sanemi se acercó al costado de Kanae y se le pegó en el brazo para comparar donde terminaba el hombro del otro. Y, aun así, fue capaz de ver la diferencia. No era tan sutil como esperaba.
—Quizás Masachika se equivoca. La última vez que me medí, me dijeron que mi altura era 1 metro y 64 centímetros. ¿Qué mides tú?
Sanemi se quedó en silencio.
"1 metro y 62 centímetros", saltó el recuerdo a su mente para destruir lo poco que quedaba de su dignidad.
Sanemi se dio la vuelta, ahora, en dirección al pueblo.
—Vámonos.
Y comenzó a caminar con la cabeza gacha mientras Masachika se desternillaba de risa, agarrando su estómago.
—¡Oh, vamos!—. Kanae se apresuró a seguir al niño—. ¡No es tan malo! ¡Ya crecerás y serás todavía más fuerte! ¡Todos los niños crecen!
—¿Qué te hace pensar que soy un niño? ¿Cómo sabes que no soy mayor que tú?
—Porque todavía tienes las mejillas suaves y abultadas—Kanae le picó una de ellas con suavidad—. Y tienes el pelo muy brillante.
Sanemi se tomó la mejilla picada y aleteó en el aire con intención de alejar la mano de la chica como si se tratara de una mosca.
—¡Tú también tienes todo eso! —exclamó el chico un poco irritado.
—¡Ay, gracias! ¡Qué lindo que te hayas dado cuenta! —Kanae volvió a sonreír, encantada—. Verás, los hombres cuando crecen se vuelven más ásperos por la barba y se les seca el pelo. Tú no tienes nada de eso.
Una inseguridad que ni siquiera sabía que tenía: No sabía cuándo le iba a crecer la barba.
—¡Ya verás, te volverás más alto y más fuerte!—lo animó Kanae sin perder su sonrisa.
Sanemi solo quedó en silencio con su ceja temblorosa, tratando de disminuir su vergüenza infantil.
Masachika se unió a ellos muy pronto y comenzó a hablar con Sanemi como si nada, a pesar de que se veía como perro gruñón y contestaba al superior de manera cortante, pero nunca nadie podía estar enojado con Masachika por mucho tiempo, por lo que el perdón llegó eventualmente, así como también el momento de su separación.
Kanae los dejó frente a la gran mansión cuya puerta principal lucía una enorme flor blanca.
—Aquí podrán descansar—dijo Kanae—. ¡Nos vemos pronto!
—¿No lo hará usted también, superiora Kocho?—preguntó Masachika—.
Ella negó con la cabeza.
—Yo aprovecharé de seguir un rato más en la noche. Además, mi casa queda bastante cerca y mi familia me espera—ella hizo una cortés y elegante reverencia—. Muchas gracias por su trabajo de hoy. A los dos.
—¡Sí, Superiora! ¡Muchas gracias por su ayuda, también!
Masachika la imitó con exagerada energía.
Sanemi se quedó quieto, distraído y pensativo. Fue el único de los tres que se quedó erguido, hasta que Masachika lo tomó por la nuca con violencia y lo dobló hasta quedar en forma de "L".
—¡Tú también agradece!
Sanemi soltó un gruñido, pero luego de un resoplido respiró hondo y dijo:
—Gracias…
Kanae se irguió nuevamente y les sonrió.
—Nos vemos. ¡Cuídense mucho los dos!
La muchacha se dio la vuelta y continuó su camino, pero los dos jóvenes se quedaron viéndola partir. Su haori siendo mecido por el viento, mientras tarareaba una cancioncita que Sanemi no conocía.
Masachika, sin quitarle la vista de encima a Kanae, se inclinó sobre el oído de Sanemi.
—¿Escuchaste, Sanemi? Si te comes tus verduras, vas a ser un niño grande algún día—Masachika habló como quien habla a los bebés.
Sanemi se giró con los dientes apretados, gruñendo como un perro.
—¡No me hables así!
Masachika se carcajeó unos instantes, para luego rodear con el brazo el cuello de Sanemi.
—Oye, hablando medio en broma, medio en serio. ¡Te luciste con tus piropos!
Sanemi se crispó, ahora completamente rojo.
—¡Yo no dije nada de eso!
—¡Qué no! Le agradaste tanto que hasta te tocó la mejilla. No muchos afortunados pueden decir eso. ¡Te llamó tierno!
—¡No me dijo eso! ¡Estás malinterpretando todo!—le espetó Sanemi con la voz temblorosa.
—¡Te dijo que tenías lindas mejillas y el pelo brillante! ¡Si eso no es una declaración de amor, yo no sé qué es!
—¿De-? ¿¡QUÉ!?
A Sanemi se le salió un gallito propio de los niños de su edad. Masachika volvió a sonreír, pero Sanemi se logró recuperar al instante, pues no pensaba que podía pasar más vergüenza para esa noche.
—¡Ella solo dijo eso porque dijo que yo era un niño!—luego su rostro su puso serio, como si se hubiese dado cuenta de algo—. ¡Claro! ¡Oye!
Sanemi comenzó a correr en dirección hacia donde había ido Kanae. Todavía podía verla entre las pálidas luces de la noche y su haori era fácil de reconocer y, como color claro, era fácil de ver en la penumbra.
—¡Oye niña! ¡Mujer! Am…—Sanemi por poco se le sale decirle vieja, pero su lengua fue prudente y calló. No recordaba su nombre, a pesar de que Masachika lo había dicho muchas veces.
Kanae se detuvo y se dio la vuelta. Vio a lo lejos la inconfundible cabellera plateada del niño nuevo.
Kanae miró hacia los lados y luego se apuntó con un dedo a ella misma.
—¿Yo?—preguntó en voz alta y fuerte.
—¡Sí, tú! ¿Quién más? ¡Oye! ¿Qué edad tienes?—gritó Sanemi.
Kanae puso sus manos a los costados de su boca.
—¡15 años!
Sanemi sonrió victorioso y se giró a Masachika.
—¡Ajá! ¡Ves! ¡Ella es más alta que yo porque es mayor que yo!
Masachika comenzó a protestar en broma y a poner excusas y explicaciones ridículas para molestar más a Sanemi, a lo que él contestaba con poco carisma e ingenio, dado el largo e intenso tiempo de soledad que tuvo que vivir antes de entrar al cuerpo.
Pero eso Kanae no lo sabía, por lo que pasó para ella como un niñito que maduraría de manera tardía, un poco odioso para las personas impacientes y no trataba de ocultar su carácter tosco e impulsivo, quizás demasiado marcado para su propia seguridad.
Sin embargo, y como la gran mayoría de gente en el cuerpo, él también tenía heridas que pesaban provenientes de su pasado, Kanae solamente tenía que fijarse en las brutas cicatrices que surcaban su cara, de unas garras tan afiladas como las de ningún oso grizzli.
Él también merecía una oportunidad. Una oportunidad para hacer algo por él mismo y por los demás. Para encontrar un lugar en el que encajar. Para tener una familia.
Si bien no podía decir que era habilidoso, pues la técnica de cortarse la escandalizaba como a la que más, no había visto su desempeño y la técnica del viento le parecía de las peores para matar demonios por su gravedad y violencia, era claro que tenía un carácter voluntarioso y energético, que nunca estaba de más apreciar en un guerrero.
Kanae se decidió que era un chico con potencial. Y como tal, tenía que saber su nombre y asegurarse de recordarlo.
Resopló por la nariz, orgullosa de su propia confianza en sus subordinados.
Kanae volvió a poner sus manos a los costados de su boca.
—¡Oye, tú! ¡Niño, hombre!—gritó Kanae con una voz dulce—. ¿Cuál es tu nombre?
Sanemi se turbó un momento. No pensaba que la chica iba a contestarle de vuelta y se puso un poco nervioso por eso mismo.
—Am… ¡Sanemi! ¡Sanemi Shinazugawa!
—¡Muy bien, Shinazugawa! ¡Sigue esforzándote mucho!
Kanae estaba lista para darse la vuelta cuando el chico volvió a gritar a lo lejos.
—¡¿C-cómo te llamas tú?!—graznó el muchacho, ya con la garganta seca—.
Kanae le sonrió radiante y feliz.
—Kanae Kocho. ¡Buena noches!
La chica se despidió con una mano y se alejó para adentrarse en la oscuridad.
Sanemi tenía muy presente ese recuerdo. Había algo en esa escena que lo dejaba pensando mucho, mucho tiempo. Más allá de que fue su primera despedida y la ocasión en donde se gritaron sus nombres, era la situación, en cómo estaban compuestas las formas, los colores y ellos mismos…
Él mismo cerca de la puerta, iluminado por las luces de la casa segura que acogía y protegía a los cazadores de demonios y ella, una figura que se adentraba a la penumbra en soledad hasta perderse de vista.
Era casi como un oscuro presagio del porvenir.
