La visita en la oficina de Constance fue demasiado corta para su gusto y lo peor de todo, que la habían alejado de su hermana, la única persona que la entendía en aquel mundo. Y ahora, detrás de esa puerta, solo tenía la opción de enfrentarse a su destino después de dar el primer paso. Dio dos toques y el silencio se hizo evidente en el interior. Respiró profundo, estiró sus mangas y esperó a que le abrieran, temblando de nervios. La ansiedad, la estaba matando.

-Al fin llegaste, mi niña- habló una mujer sonriente y de gruesos lentes de lectura sobre la nariz -El director dijo que esta sería tu primera clase y como todas mis visiones se hizo realidad-

La invitó a pasar con un gesto exagerado, después de acomodarle el cabello.

-Creo que está hablando de mi hermana, profesora...- pidió su nombre antes de entrar.

-Symza- pronunció en un acento por demás extraño -Madame Symza, la profesora de adivinación y mancias, Gaia Curtís- le guiñó un ojo rodeándola por los hombros para caminar a su lado.

-Eso me asusta- tragó pesado, al igual que sus pasos -Está hablando de mí-

Miró a los demás alumnos allí, que se encontraban en lo suyo y delante de esas bolas de cristal que no revelaban nada. Eran demasiados para ser de un segundo año y los uniformes, variaban en colores y formas, dependiendo de sus casas.

-Alumnos- habló, amablemente -¿Alumnos?- repitió -¡Alumnos!- exclamó a voz en grito, provocando pánico y brincos del susto -Muy bien, gracias por su atención- sonrió a todos -Como les comenté hoy, tenemos una nueva compañera en esta comisión y como pueden ver, pertenece a la casa Fenrir- su sonrisa era gigante -Otra guerrera entre nosotros-

-¿Fenrir?- miró su perfil, impactada -No, no, no, Madame Symza- buscó histérica un papel en los bolsillo de su chaleco -Yo no pertenezco a los Fenrir, se supone que, dependiendo a mis dones tengo que estar con los Valkyrie- le entregó lo que tenía en la mano para que lo leyera -Tiene que haber un error, yo soy una sanadora, no una guerrera-

-No sé decirte, cariño- leyó extrañada -Aquí dice, claramente, Fenrir- se lo devolvió -Ves- indicó con un dedo -Además, tu uniforme es azul, como todos ellos- señaló a los alumnos de esa respectiva casa -Tú perteneces a ese lugar-

-Pero mi padre dijo que...- se interrumpió y palideció, al tener una revelación -Mamdame Symza...- estrujó el papel con rabia y amargura -¿Puedo ir a mi lugar?-

-Si, claro- miró al fondo de la habitación -Ve con Valery, ella siempre trabaja sola-

-Gracias-

Caminó a paso lento hasta una joven rubia, de intensos ojos verdes y largo cabello dorado con uniforme rojo. Era muy hermosa, a decir verdad.

-Hola- saludó cohibida al llegar junto a ella -La profesora me dijo que hiciera grupo contigo- no tenía ánimos de nada, en ese momento -¿Qué están haciendo?- acomodó la diadema sobre sus largos rizos.

-Pues, yo intento ver mi futuro y estoy fallando, horriblemente- extendió una mano -Soy Valery Foster, un placer-

-Gaia Curtís, encantada- la estrechó con ánimos renovados -¿A qué casa perteneces?-

-Valkyrie, soy una sanadora- dirigió sus ojos a un compañero de cabellos claros frente a ella -Pssss- chitó -Pssss, Elliot- llamó por lo bajo -Ayúdame con esto, ¿Quieres?-

Él se acercó. Era alto y mucho, con ojos azules muy intensos e hipnóticos, algo muy diferente al uniforme verde que portaba.

-Te dije que soy muy malo para esto, Val-

-No me vengas con eso, eres un protector- lo apuntó con un dedo -Inténtalo- él se concentró, dándolo todo -Él es Elliot Finrandi, pertenece a la casa Nornir- sonrió al escucharla.

-Un placer- él asintió con un gesto amigable -¿Hay algo más que tenga que saber?-

-No mucho, la casa más odiada es la Berseker, los destructores- miró alrededor, había llegado su momento, era una parlanchina sin remedio -Son aquellos de uniforme negro, se creen mucho, porque tienen poder ilimitado y son sumamente fuertes, pero no les tenemos miedo- volvió a mover la cabeza en afirmación, la información que le brindaba, era sumamente importante -Bueno, cada una de las casas tiene a un regente y coordinador del último año...- le entregó una libreta y pluma en mano -Toma detalle de esto, es muy valioso lo que te diré ahora-

-Bien- buscó una hoja en blanco y se preparó para apuntar -Te escucho, soy toda oídos-

-La casa Valkyrie tiene a Logan Lovehood, es pelirrojo y lleno de pecas, un completo frikie, pero buena gente- soltó una risita y negó divertida -La casa Nornir tiene a Lai Row, un arrogante y presumido que no ve más allá de su enorme ego- agregó con desprecio.

-Entendido- movió la cabeza -Lai Row, odiado- levantó la mirada -Continúa-

-Los Fenrir tienen a Keilot Helsing, el ser vivo despreciado por Dylan Bradley, el cabecilla de los Beserker e hijo del director- acotó sin interés -Ahora bien, prepárate, el regente de tu casa entrará por esa puerta en tres, dos, uno...-

Apuntó a la misma y fue abierta, ingresando por ella, un chico alto, castaño, fornido y de unos 18 o 19 años, con una seriedad en el rostro que no parecía humano. Lo siguió con la mirada y cuando llegó a su lado, él se detuvo, la observó de reojo con sus profundos ojos verdes y siguió camino hasta la última mesa disponible, sin pronunciar palabra alguna.

-¿No sabía que compartíamos clases con alumnos de años avanzados?-

Levantó los hombros y siguió dialogando sin importancia. Fue extraño lo que hizo, pero lo dejó pasar.

-Aquí tenemos libertad de cátedra, pero no de casas, puedes elegir que cursar, pero no a donde estarás-

Respondió su compañero por ella, olvidándose de la tarea presente. Esa clase era un asco, muy pocas personas poseían el don de la clarividencia y esforzarse para ello, era un pérdida de tiempo.

-Entiendo- se estremeció de repente, alguien la estaba atravesando con la mirada, podía sentirlo -Lo único que sé, es que mi padre me está castigando cruelmente y que por eso terminé aquí, con los Fenrir- hizo un adorable mohín con los labios -Se supone que, sería una sanadora-

-Lamento oír eso- su compañera le dio consuelo dejando una mano en su hombro -Pero somos los débiles aquí, caíste en un buen lugar-

-Moriré en la primera misión de entrenamiento, te lo aseguro- tosió un poco para que el miedo se disipara -No soy tan fuerte como parece-

-Eso no pasará- pronunció una profunda voz sus espaldas -Lo prometo-

Ella volteó para observar a su portador. Eso jamás lo esperó de un completo extraño.

-¡Esto es de no creer!- exclamó su compañera totalmente impactada -¡Keilot habló!-

Lo apuntó con una mano extendida, sin poder creerselo. En los dos años que se encontraba allí, jamás escuchó la voz de Keilot Helsing y eso era, desde sus propias palabras, un completo milagro.

La mañana llegó, la primera clase se hizo aburrida, un verdadero suplicio, ya que la casa Nornir era completamente sobria y carente de brío, faltaba vida allí y ella iba a dársela, sin que nadie la detuviera. Los Beserker eran engreídos y demasiado perfectos académicamente, pero solo eso, nada que cualquier humano no haya visto antes. Pero los Valkyrie, por otro lado, eran la alegría del lugar, los hippies, los sanadores, los felices y risueños, el lugar a donde Gaia le hubiera encantado ser parte, algo muy diferente a los invendibles Fenrir.

-Hola- saludó, tomando asiento frente a ella, se encontraban en la biblioteca -Soy Evangiline Dresher, tu compañera de clases- apartó los ojos del libro que estaba leyendo para prestarle atención -Quise acercarme a ti hoy al terminar, pero te habías ido y sin quererlo, te hallé aquí-

Era rubia, voluptuosa y de grandes ojos azul celeste, muy bonita, desde su opinión. Era una Beserker, su uniforme lo decía.

-Lo lamento, soy Dea Curtis- se detuvo un momento -Disculpa, en realidad, es Dea Fleming ahora- rectificó, aún no podía procesarlo del todo -Es solo que, no miré a nadie al entrar y me dispuse al ponerme al corriente de la clase- dejó su libro a un lado.

-Sí, se ve a kilómetros que eres muy lista- ordenó su largo cabello en una simple coleta -Y eso me llamó mucho la atención a pesar de ingresar hoy, no presentaste dificultad alguna-

¿Era su imaginación o ella quería su amistad? Existía una sola forma de averiguarlo e iba a hacerlo en ese mismo momento.

-¿Por qué hablas conmigo?- cuestionó sin más -Soy nueva y de una casa distinta a tuya, ¿No sé supone que eso está prohibido?-

-Pues, no, es solo una estúpida regla que jamás se cumple- apretó los labios al sentirse una tonta -Disculpa si invadí tu privacidad, pero...- excusó, roja cual manzana -Es sólo que...- miró alrededor y se acercó a ella para compartir un secreto que le corroía las entrañas -Siempre quise ser parte de los Nornir, son cultos, educados y mucho más inteligentes que los Beserker- volvió a su lugar al sentirse por demás relajada -¡Por favor, ya lo dije!- llevó una mano a su pecho al sentirlo liviano y vacío -¡Hacía dos años que cargaba con esta angustia!- colocó una mano sobre la suya -Gracias por escucharme- su mirada estaba empañada de gratitud -La verdad que lo necesitaba-

-De nada- rió con gracia -Fue todo un placer el poder ayudarte- le guiñó un ojo -¿Quieres almorzar conmigo?- se incorporó entusiasta, al fin de cuentas, era muy agradable -Seguramente, mi hermana estará allí devorándolo todo y sin esperarme-

-Muchas gracias, muero de hambre- siguió sus pasos en un pequeño trote -Por cierto, tengo que decirte esto y no quiero que te lo tomes a mal...- detuvo su paso al sostenerla de un brazo -Ten cuidado con Lai, el regente de tu casa, es un verdadero tirano-

-Lo tendré, descuida-

Llegaron al comedor y era tal cual lo había imaginado, enorme, de largas mesas y rebosante de gente hambrienta de comida.

-Es...- buscó a su hermana con la mirada y no la encontró -Un agujero infernal y tú no sabes lo que pienso de estos agujeros- rieron como locas, se llevarían más que bien -En fin, ¿Dónde es nuestra mesa, Evan?-

-Donde tú quieras, amiga-

-¿Qué te parece si...?-

Señaló una tres mesas a la derecha, pero no pudo continuar. Un estrepitoso sonido de platos rompiéndose y vidrios quebrados, sumió todo en silencio.

-¿¡Por qué no te fijas por dónde vas, calamitosa!?- gritó a todo pulmón a la pequeña joven frente a él y mirando las manchas de comida en su uniforme -¿¡Eres ciega o qué!?-

-Dioses, es mi hermana-

Susurró impactada dirigiendo sus pies hasta allí, ¿Qué se cree ese idiota para tratarla así?

-Lo siento, no te vi- se disculpó sin saber que más de decir.

-No podía esperar menos de una Fenrir- acotó con desprecio, limpiando su ropa con rabia -Y además, de una tonta que lleva lentes y no puede ver, eres peor que una calamidad-

-¡Ya lo dijo que lo siente! ¿¡Acaso no la escuchaste!?- no iba a permitir que le siguiera faltando el respeto a su hermana de esa manera -¿¡Quién diablos te crees que eres para tratarla así, estúpido!?-

El silencio se hizo eterno y ensordecedor después de eso.

-¿Me dijiste estúpido?- se apuntó así mismo, incrédulo, nadie tuvo la osadía de llamarlo así jamás -No sabés quién soy, ¿Verdad?-

Llevaban el mismo color de uniforme, pero a ella le importaba un comino quién era él.

-¿Debería?- preguntó indiferente, escondiendo a Gaia detrás.

-Soy tu superior- levantó ambos hombros sin importancia -Soy Lai Row, el regente de la casa Nornir, tendrías que saberlo-

-Correcto, dame un minuto-

Levantó un dedo pidiendo tiempo y miró más allá con una mano sobre sus ojos.

-Dea, ¿Qué estás haciendo?- cuestionó su hermana aguantando la risa.

-Estoy buscando a quién le importe- hizo un gesto raro al agudizar la mirada -Mira, no veo al último-

Señaló al final del comedor a nadie en particular, ya que no había a quién señalar, dando por tierra que a nadie le importaba quién era Lai Row.

-¿Eres comediante o demasiado chistosa?-

Preguntó él, sintiéndose fuera de lugar por su obviedad. Ella era muy lista y podía verlo.

-Lo soy y demasiado para tu gusto, idiota- cruzó los brazos sin bajar la guardia, además de chistosa, era muy vulgar como para seguirle la corriente -¿Hay algo más que quiera decirme, mi superior?- se burló, mirándolo con desprecio de arriba a abajo -Bueno...- chasqueó la lengua y negó aburrida por su mutismo -Si me disculpa, su alteza real- hizo una irónica reverencia -Me iré a almorzar- giró sobre sus talones -Aunque no le interese, obviamente- aferró el brazo de su hermana -Vámonos de aquí, Gaia-

No le apartó la mirada en ningún momento, ni siquiera, cuando tomó asiento junto a su mejor amigo con ganas de destruir el mundo por semejante humillación pública.

-¿Es mi parecer o acaban de ponerte en tu lugar, Lai?- masticó con cuidado y mirando con disimulo en la misma dirección que él.

-Cállate, Keilot- murmuró entre dientes, robándole su plato de comida -Ese bruja no sabe lo que le espera-

-Si, seguramente, la harás trizas con tu indiferencia y galanura, como a todas- le volvió a quitar su plato -Eres Lai Row, no seas ridículo- se incorporó, no quería seguir hablando con él -Y tienes suerte de ser mi amigo y que no rompa la cara, por como trataste a la nueva e insultaste a mi casa- se inclinó un poco -La próxima, no te salvas- terminó su amenaza y se marchó.

-Interesante- analizó la espalda de su amigo con una mandó en la barbilla y dirigiendo sus ojos a la chica en cuestión -Más que interesante-

Se levantó con ayuda de los brazos y caminó en otra dirección, ya no tenía apetito como para quedarse allí.

El tiempo voló, se desintegró, se hizo añicos en el aire y había transcurrido un mes desde que llegaron a aquellas tierras. Para una de ellas, era todo una tortura, era algo horrible y cada día que pasaba era peor que el anterior. Mientras que para la otra, maquinar una estrategia para marcharse de ese lugar en cuestión de tiempo, se había convertido en algo habitual.

-Pero miren lo que trajo el viento-

Pronunció, alcanzándole aquel libro, al cual no podía llegar aunque estuviera de puntillas.

-Gracias- respondió cortante y apartándose un rizo del rostro -¿Qué quieres ahora, Dylan?-

Descansó su cuerpo en el librero, mirándolo sin expresión alguna. No le agradaba para nada, pero era una posible salida de ese lugar o al menos, ser un paso para eso.

-Nada, solo quería verte- quiso tocarle el rostro, pero ella le dio un manotazo -Que cruel eres, ¿No te cansas nunca de rechazarme?-

Era idéntico a su padre, atlético, alto y fuerte, solo que con ojos verdes y por demás arrogante.

-Tú sabes que no es eso, no podemos tener citas o amoríos dentro de este lugar, está prohibido-

-Pero yo soy el hijo del director- afianzó su cintura con uno de sus brazos -Puedo hacer lo que quiera-

Miró alrededor y gracias a los dioses, no había nadie allí, sería un escandalo a los cuatro vientos si alguien los viera.

-Te voy a decir dos cosas...- levantó dos dedos frente a su cara -La primera, eres como cualquier otro alumno aquí- la sonrisa cínica en su rostro, era inmunda -Y la segunda...- aferró sus brazos -¡Suéltame!- le dio un empujón y sin saber como, lo alejó.

-Bruja maldita- habló aquella voz que le crispaba los nervios con cada sílaba -¿Qué está sucediendo aquí?-

Sin saber como, él se encontraba detrás de ella en una fracción de segundo.

-¿¡Qué es lo que pasa hoy!?- reclamó a la nada entre medio de ellos -¿¡Me persiguen los idiotas o qué!?-

Bajó su entrecejo para apretarlo con fuerza, no podía pasarle eso a ella y en un mismo día.

-¡Contesta lo que te pregunté!-

Presionó su brazo acercándola a él y asesinando a Dylan con sus extraños ojos azul verdoso. La mezcla de razas, hacía maravillas con la diversidad de las personas en Dragma.

-¡Tú también! ¡Suéltame!- quitó su brazo de un tirón -¿¡Qué quieres!?- exigió saber perdiendo la compostura.

-Tenemos que hacer el trabajo de clasificación de dragones juntos, ¿Lo recuerdas?-

-Sí, soy consciente de eso-

Ignoraron a la otra persona con ellos, que los miraba interactuar sin comprender nada, podía ver y apreciar, que se odiaban y mucho.

-Pero parece que tu cerebro de invertebrado no captó mis palabras...- colocó un dedo índice en su pecho -No... Lo haré... Contigo-

Separó cada palabra dándole pequeños golpecitos sin causarle el menor daño.

-Sí, lo harás- sonrió sádico, aferrándola de los hombros e inclinándose a su altura -Arriba, preciosa- de un rápido movimiento la cargó sobre su hombro como si fuera una pluma -Adiós, estúpido- se despidió de Dylan al pasar junto a él como si fuera nada -¡Cálmate, bruja!-

Le dio una fuerte palmada en el trasero provocando que gritara como si fuera una loca al salir del lugar.

-Ya tuve suficiente de ti, Dea Fleming- tragó pesado, él era capaz de todo y lo sabía de ante mano -He sido demasiado paciente contigo y ya no puedo soportarlo más-

La sostuvo por debajo de los brazos a la altura de sus ojos, parecía una muñeca te trapo al ser sostenida así en el aire. Él era alto y podía hacerle daño al dejarla caer.

-Ahora sabrás de lo que es capaz Lai Row- la acercó a una centímetros de su rostro sin soltarla -Lejos-

Pronunció aquel mantra, desapareciendo los dos en un instante. Sólo rogaba que todo el mal que le hiciera, fuera sólo en un instante y nada más.

-Ay, dioses- caminaba por el pasillo de esa enorme casa con una mano en la pared y la otra en su estómago -Dioses, como duele el alma- se dobló de dolor cuando la atravesó -¡Maldición!- inhaló profundo y se incorporó entre temblores -Voy a morir, voy a morir pronto- una lágrima rodó por su mejilla -Lo sé- limpió su maltratado rostro con rabia -¿Por qué diablos soy tan débil?- cogeaba de una pierna con mucha dificultad -Mis padres son muy poderosos, ¿Por qué yo no?-

-Porque tú eres una sanadora- dos fuertes brazos la cargaron al vuelo.

-Ke... Keilot- el dolor no le permitía hilar ideas correctamente -¿Qué haces?-

La estaba llevando a su cuarto a paso firme y sin ningún tipo de esfuerzo. Él era fuerte, el más fuerte dentro de esos altos muros, incluso más fuerte que algunos Beserker y le tenía pánico.

-Eres parte de los Valkyrie, no sé que diablos haces aquí-

La depósito con cuidado sobre la cama y cerró la puerta de golpe, ignorando su pregunta. Tenía el privilegio de poseer una habitación individual al ser el regente entre ellos.

-Mírate- inspeccionó su rostro moviéndolo de un lado a otro -Eres un desastre- inspiró abrumado y rebuscó histérico dentro del cajón de su mesa de noche -Los tendría que haber matado, ¿Cómo pudieron hacerte algo así?- halló lo que buscaba -Eres una novata, con un demonio, ¿Por qué se meten contigo?-

Estaba molesto, no, más que molesto, se encontraba furioso.

-Keilot-

Intentó incorporarse y no puedo hacerlo, cayendo a plomo hacia atrás. Tardaría días en sentirse mejor, pero era un castigo y lo cumpliría a raja tabla.

-¿Por qué estás hablando tanto?-

-¿Eh?- preguntó confundido al acercarse cuando la vio caer.

-Estoy bien- cerró los ojos, presionando con fuerza el edredón para soportarlo -Repito...- humedeció sus resecos labios -¿Por qué estás hablando tanto?- lo miró a los ojos con atención -Hace un mes que estoy aquí y esta es la segunda vez que cruzas palabra conmigo, ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan molesto?-

-No me gustan las injusticias, es todo- respondió, un poco más calmado, acariciando su cabello con ternura -Estás horrible y presentaré una queja por escrito al respecto-

Estalló a carcajadas, él era gracioso detrás de esa dura fachada. Era cierto, toda ella era horrible y ni hablar, de la suciedad y agujeros en toda su ropa. Era un desastre adolorido, sucio y desaliñado, pero lo más adorable dentro de ese cuarto.

-Gracias por tu intención, el entrenamiento de hoy fue brutal, pero me repondré- se acomodó mejor sobre la cama -Tu cuarto es lindo, tenía curiosidad de saber como era por dentro-

-¿De verdad?- cuestionó interesado y desinfectándole las heridas con delicadeza -Lo siento, pero tengo que hacerlo-

Hizo un gesto sin importancia después de sisear del ardor, lo soportaría.

-Sip- afirmó sin más -Seamos sinceros, amigo- le extendió los antebrazos para que siguiera con su labor -Eres sumamente popular aquí, todas las chicas de esta casa morirían por estar en mi lugar, justo ahora- asintió sin mirarla.

-Todas, excepto tú-

-Sí, tenía curiosidad, lo admito- sus gestos al hablar eran únicos -Pero tampoco me generaba un gran interés, duermo al lado- señaló con su pulgar en esa dirección.

-¿Sabés?- tomó asiento en el suelo delante de ella, había terminado -Esa era mi cama hasta hace un año atrás-

-Eso explica el porque tenga tus iniciales grabadas- miró alrededor una última vez y sin más que decir -Bueno, ya me siento un poco mejor, así que...-

-Espera- le impidió el paso cuando se incorporó -¿Quieres ver mi tesoro?-

-¿Tesoro?- sus ojos se iluminaron.

-Sí, tesoro- extrajo una enorme maleta debajo de la cama -Esto te encarará- la abrió como un niño.

-¡Por todas las fuerzas de la naturaleza!- se hincó a su lado -No te asustes, Keilot- miró el interior mordiendo sus labios -Pero creo que te amo-

-Sigue repitiéndolo hasta que te lo creas-

Susurró en su oído después de aspirar su dulce aroma. Él estaba loco por ella, pero no podía ser, era algo inalcanzable.

-¿Ya me bajarás, tarado?-

Habló sobre su hombro cansada de luchar en vano. Después de adentrarse en el bosque que rodeaba a la escuela, había dejado hacerlo, no tenía caso.

-¿¡Por qué siempre tienes que ser tan grosera!?- reclamó agotado -¡Serías una persona tan agradable si hablaras menos o tuvieras un pequeño interruptor para apagarte!-

-¿Mira quién habla?- indicó con desdén, cuando la dejó sentada sobre una piedra -¡Desde el primer momento que me conociste me llamas bruja maldita y a mi hermana calamitosa! ¿¡Quién fue el grosero primero, pedazo de arrogante!?- el odio en sus ojos fue como un disparo a su alma.

-Bien- cruzó los brazos, mirándola de la misma forma -Lo siento, ¿Contenta?-

Su orgullo flaqueaba cada vez que la tenía en frente. Era una maldita bruja y con todas las letras.

-Eso no es para nada sincero, podrías hacerlo mejor, Lai-

-¡No puedo hacerlo!- tiró de su cabello, agobiado -¡Tú me... Tú me... Tú me...!-

Las palabras no salían de su boca, no encontraba la manera correcta de expresarse y decirle todas las verdades a la cara.

-¿¡Yo qué!?- quiso saber plantándole cara al dar unos pasos.

-¡Tú me confundes!- confesó al fin.

-¿Qué?- ahora la confundida era ella -¿Puedes ser más claro?, porque no estoy entendiéndote-

Volvió a su lugar inicial esperando la respuesta.

-¡Tú no sabes cuanto te odio! ¡Te llevo aquí, día y noche!- apuntó a su cabeza -¡Pero no sé porque lo hago!-

En dos largas zancadas se encontraba a su lado, tomando asiento para mirar sus propios pies y tratando de buscar una respuesta al hundirse en su mente.

-Eres mi nemesis allí dentro- señaló más allá del bosque en donde se encontraba la escuela -Y me gustaría saber porque te desprecio sin razón, cada vez que te veo- sintió una pequeña mano sobre su hombro -Eso no es sano, no está bien y no es propio de mí odiar a alguien como te odio a ti-

-Tengo que decirte algo- la observó de reojo, se veía calmada y tranquila, como nunca antes la había visto -Muchos en la escuela te desprecian, dicen que eres un arrogante, un engreído e incluso, yo te veo como un insecto- se apartó el cabello del rostro para poder continuar -Pero no te odio y jamás lo haría...- sonrió al escucharla, eso era bueno -Porque te daría demasiada importancia y eso es algo que no te mereces- su sonrisa, desapareció.

-Al fin lo entiendo- la analizó con la mirada -Tú no sabes odiar-

-No te equivoques- estiró su cuerpo, era la primera vez que hablaba en ese tono tal calmo con él -Sí, sé odiar y lo hago fuerte, es solo que, no quiero hacerlo contigo, Lai- que ojos tenía, eran hermosos, no podía dejar de verlos -Me quitaría tiempo valioso que no tengo-

-Entiendo, quieres largarte de aquí, ¿Verdad?-

-Totalmente y lo antes posible- se relajó en su lugar, suspirando profundamente -Tengo cosas que arreglar en Hara con mi padre y no lo puedo dejarlo pasar-

-¿Relación turbia y conflictiva?- inquirió obvio.

-No tienes idea- miró el firmamento sobre sus cabezas -Hace casi dos años que tenemos una relación de extraños y ya no puedo soportarlo más, ¿Por qué creés que vinimos aquí con Gaia?- su voz vibró al hablar, pero se recompuso de inmediato -Ese desgraciado nos envió aquí y aún no sé si, se trata de un castigo o una venganza-

-¿Venganza?- le extrañó mucho esa palabra.

-El simulacro terminó, Lai- despertó de golpe al oírlo, había hablado de más y no estaba bien -Es todo lo que sabrás de mí, por ahora- le tendió una mano después de erguirse -Tenemos el informe de dragones que hacer y sino comenzamos con tiempo, no terminaremos hasta mañana-

-Lo siento, lo había olvido- lo haló con fuerza para incorporarlo -¿Estás bien?- la sostuvo por los hombros cuando se tambaleó hacia atrás.

-Lo estoy, es que eres muy alto y perdí el equilibrio al tirar de ti, lo siento- sonrió sincera, un gesto que nunca le había regalado a él -Y también estoy un poco cansada, así que, no sé como pedirte esto...- entrelazó sus propias manos con vergüenza -¿Me llevas?-

-Sube- ordenó, dándole la espalda para que subiera de un salto -Tienes suerte de que ese lindo trasero, no pese nada-

-Pervertido- lo golpeó con fuerza después de reír con toda el alma -Pero tienes razón, Dylan dice que es lindo-

-Que asco, no quería saber tanto-

-Sí, querías- descansó la barbilla sobre su hombro y cerró sus ojos -Gracias por escucharme, Lai, eres un gran enemigo-

-Lo intento-

Se perdieron en el bosque, siendo alumbrados por el atardecer.

-Sí, era parte de una banda de rock antes de venir aquí- devoraban dulces uno tras otro mientras conversaban -Era mi refugio, mi luz en la oscuridad, mi sustento de vida, pero tuve que dejarlo atrás-

-Eso es triste-

Acarició uno de sus largos rizos con su pulgar, se encontraban tendidos sobre la cama de una forma muy cómoda.

-No sé que se siente renunciar a algo tan grande como eso- era hermosa y cada vez más -Yo nací aquí, en Dragma y desde que recuerdo, mi destino siempre fue ser el mejor guerrero de todos-

-Lo imaginé y sí, tienes razón, fue durísimo, lloré a mares, pero Dea me necesitaba aquí-

-¿A qué te refieres?-

-Ella no se lleva bien con mis padres, en especial, con papá...- aclaró -Tienen una relación bastante tortuosa para ambos y por esa razón, nos envió aquí, para "educarnos como manda la ley"- realizó la seña de comillas al decirlo -Pero a mí me engañó, me dijo que sería una sanadora, pero me inscribió con los Fenrir y estoy sufriendo como nunca-

-Voy a pedir que te saquen de aquí, lo prometo- la arropó junto a él al verla cerrar los ojos -Mi padre es parte del consejo y es un hombre muy influyente, seguro que te ayudará-

-No lo necesito, pero igual, gracias- aspiró su aroma embriagándose de él -Eres un buen amigo, Keilot-

-Ojalá pudiera ser más que eso-

Murmuró por lo bajo, la cubrió con una manta y veló su sueño, hasta que pudo dejarla en su cuarto antes del amanecer.