La estación más fría del año llegó a las tierras de Dragma y las leyendas al respecto no mienten, dicen grandes verdades. Ese país es un infierno helado, las nevadas eran constantes y consistentes. La nieve lo cubría todo en un manto blanco que calaba hasta los huesos.

-¿Por qué tenemos que hacer esto?- tiritaba junto a la hoguera, al igual que sus compañeros -Se supone que, era un entrenamiento como todos los demás-

En toda su vida en Hara, había vivido semejante martirio como ese. No había parado de nevar desde el amanecer.

-Porque cuando estemos en batalla y a merced de los elementos, no sabremos a que condiciones nos vamos a enfrentrar- respondió uno de ellos con una enorme nariz roja adornando su juvenil rostro -Hay que estar preparados-

-Es inhumano- pasos se escucharon detrás de ellos.

-Hay que ir por leña para pasar la noche- ordenó el regente que parecía no sentir frío alguno -Gaia, Adgar y Freya, vendran conmigo, los demás, preparen el campamento- todos asintieron como los mejores soldados a su mando -Síganme- se detuvo de golpe y volvió a girar sobre sus talones al observar algo que no le gustó -Gaia, ¿Y tus guantes?-

-Se los presté a Lilith- señaló hacia atrás con su pulgar -Olvidó los suyos y como tiene que buscar comida entre la nieve, se los di-

Sonrió orgullosa de si misma, pero él negó disconforme. No había caso con ella, siempre anteponía las necesidades de los demás ante las suyas.

-Ven aquí- tomó sus pequeñas manos -No tienes porque hacer esto- sopló con fuerza y las frotó para que entraran en calor -Nadie morirá aquí por ti, como para que te sacrifiques por ellos-

-No es sacrificio, Keilot- buscó su mirada ya que no la miraba -Es humanidad-

Castañeó los dientes cuando viento frío los rodeó. Era horrible e insoportable, pero debía cumplir con ese entrenamiento así muriera en el intento.

-No me gusta que seas tan humana con los otros- soltó sus manos y la abrigó con su bufanda -Tienes que cuidar de ti y después, ser todo lo humanitaria que quieras- le cubrió la cabeza con su propio gorrito y volteó rápidamente después de hacerlo -Bien, ya estás lista para ir por leña-

Emprendieron camino detrás de él, ya que seguir sus pasos era fundamental para sobrevivir.

-Creo que es una gran idea, Logan- fomentó junto a él, caminando hacia la biblioteca con un enorme libro entre sus brazos -Si lo propones al cuerpo estudiantil, te apoyaré con todo-

Observó por la ventana más cercana y seguía nevando sin detenerse, ese día, sería uno de los más de los más fríos del año.

-Lo sé, por esa razón quería hablar contigo- el regente de los Valkyrie no era tomado en cuenta por sus iguales y jamás era escuchado por ellos -Desde que llegaste aquí, te convertiste en alguien muy influyente y agradecería mucho tu apoyo-

Era una gran verdad y ella desconocía el porque, sólo sucedió y ya.

-No digas eso- lo empujó en broma -Que tenga a Dylan comiendo de mi mano, no significa que sea alguien influyente- negó divertida ante esa idea -En cuanto a Keilot, no estoy interesada en tener una amistad con él y con respecto a Lai, ni hablar, tú sabes lo mucho que nos odiamos-

Miró hacia el frente y él se encontraba allí, conversando con Irene, una de sus compañeras del curso avanzado ignorando el entorno.

-Buenos días- saludó al pasar y siguió camino cuando ellos inclinaron la cabeza a sus palabras -Muy bien, Logan- sonrió, apartándose un rizo del rostro -Aquí me quedo yo- abrió la puerta de la biblioteca -Ya sabés, cuentas conmigo-

-Lo sé y gracias- estrecharon manos en un gesto de compañerismo mutuo -Te mantendré al corriente, que tengas un buen día, Dea-

-Tú también- ingresó y tomó asiento frente a su amiga que la esperaba impaciente -Lamento llegar tarde, Evan- apartó los ojos de su cuaderno de apuntes al oírla -Pero tu objeto de deseo quería hablar conmigo de algo urgente-

-¿Logan?- asintió rápidamente en un gesto tan cómplice, que su rostro parecía otro -¿Qué te dijo? ¿Preguntó por mí?-

Apartó todo y se dispuso a escucharla, así sea una tontería. Ella moría por ese chico pelirrojo y aspecto inseguro de la casa Valkyrie.

-Espera- se incorporó con su libro en mano -Tengo que dejar esto en recepción, buscar el que necesito y enseguida regreso para contártelo todo- caminó apresurada hasta la encargada del lugar -Buenos días, Kiki- ella era la única persona allí, que tenía el derecho y privilegio de llamarla así -Tenías razón, iba a llorar como una loca con este libro- las ojeras en su rostro eran prueba de ello.

-Te lo dije, corazón- lo reingresó de nuevo al archivo -Es una historia bellísima, pero llena de dolor-

-No pude dejar de leerlo y heme aquí, hecha una piltrafa humana al hacerlo en una sola noche-

La encargada del lugar, conocida entre los estudiantes como la señorita Kiki o simplemente Kiki, era una mujer de unos cincuenta años, gafas pequeñas sobre sus oscuros ojos pardo, cabello blanquecino arreglado y vestimenta extraída del armario de su difunta abuela, una típica bibliotecaria de secundaría amante de su trabajo.

-Lo sé, tú adoras los libros casi tanto como yo- dió dos golpecitos en la tapa del mismo y desapareció, regresando a su sitio correspondiente -Unas deboradoras de libros sin remedio- acomodó sus gafas y regresó a su labor -Bien, ¿Qué necesitas para hoy?-

-Cierto, lo olvidé- chasqueo los dedos al recordar a que había ido a ese lugar -Necesito el libro de criaturas mágicas y seres sobrenaturales de Alan Wolfman- buscó la ficha y se la tendió para que lo buscará -Genial Kiki, gracias- leyó la misma para emprender su busque -Seres extraños- murmuró al llegar aquel pasillo -Librero dos, libro 1223- lo buscó con su dedo sobre los lomos enumerados -1220...1222...Aquí estás-

Lo encontró más rápido de lo que imaginó, pero cuando iba a tomarlo, otra mano lo quitó de su lugar de un tirón.

-¡Oye!- reclamó fúrica -¡Ese libro es mío!-

-No me importa- respondió indiferente, después de ojearlo un poco y cerrarlo de golpe -¿Qué quiere el rojito contigo?-

-No te interesa y dame el libro- extendió una mano, impaciente, pero no lo hizo -Por favor, Lai- suplicó como nunca y él sonrió, cínico -Lo necesito y no tengo ganas de lidiar contigo en este momento-

-Te escuché llorar en la noche, ¿Qué sucedió? ¿Te peleaste con tu novio?-

Él nunca dormía y si lo hacía, sólo bastaban unas pocas horas de sueño para sentirse satisfecho, todo gracias a su incontrolable don y sus visiones.

-Eso tampoco te interesa- suspiró cansada -El libro- pidió una vez más.

-Dime porque llorabas y te lo daré-

Era intimidante en esa faceta de seriedad y hostigación constante para con ella. Se había convertido en su sombra, en su cruel verdugo y no existía momento en que la dejara en paz. Era intolerable.

-Leía una novela, ¿Contento?- se lo entregó con una brillante sonrisa -Eres insufrible- lo detestaba tanto que le daba gracia.

-No tanto como tú- se inclinó a su altura invadiendo demasiado su espacio personal al juntar sus frentes -Eres preciosa, ¿Lo sabías?- rodó los ojos y mordió sus labios suprimiendo una risa, era un idiota -¿Pensaste en lo que hablamos?-

-No tuve tiempo, lo siento- apartó su rostro al dar un paso atrás -El estudio me está consumiendo la vida y...- la besó sin que pudiera evitarlo -¡Basta, Lai!- volvió a alejarse -¿¡Qué ocurre contigo!?- limpió sus labios con el dorso de su mano -¡Alguien podría vernos!- susurró exaltada.

-¿Crees qué eso me interesa?- dio un paso y ella otro, pero en sentido contrario -Que todo el mundo sepa cuanto te...-

-¡Cállate!- advirtió con un dedo -¡Eres un...!-

-¡Dea!- su amiga llegó sofocada a su encuentro -Lamento interrumpirlos- se inclinó un poco para tomar aire -Elliot acaba de decirme que el director está pidiendo por tí-

Los miró de uno a otro, el ambiente era espeso y cortante entre los dos, podía verse e incluso, tocarse. Algo había pasado, se percibía en el aire.

-No interrumpes nada, Evan- la incomodidad que sentía, era enorme y quería largarse en ese mismo momento -Gracias por avisarme- emprendió camino a la salida -Nos vemos luego, Row- la perdieron de vista entre las estanterías.

-Tendrías que dejar de insistir en eso, Lai- murmuró al quedarse solos, ella era consciente de su secreto -Estás interfiriendo con sus planes y lo sabes-

-No permitiré que tenga una relación con ese idiota, primero muerto, antes de que eso pase- cruzó los brazos con una tenacidad infranqueable, típico de él y toda su familia -Me importa poco que él sea su puerta de escape, ella estará conmigo, será mía y punto final-

Los sentimientos encontrados que había despertado por ella en tan poco tiempo, lo llevarían a la locura y eso iba a suceder, si correspondía al idiota de Dylan como lo habían premeditado sus sueños.

-Yo no seré tu cómplice en todo esto- lo apuntó a la cara -Eres mi primo y te adoro, pero ella es mi mejor amiga en años y no la traicionaré por ninguna de tus estúpidas visiones-

-Mis visiones no son estúpidas- giró sobre sus talones, siempre mantenían la misma discusión y estaba harto -Que tengas buen día, Evan-

-Ay primo- susurró mirando su espalda -Eres un idiota enamorado-

Llegó a la oficina del director tan rápido como pudo, si pudiera correr por los pasillos lo haría, pero estaba prohibido.

-¿Constance?- llamó a la secretaria al llegar, ya que no se encontraba en su escritorio.

-Pasa, querida...- gritó detrás del archivero -El director te espera-

-Gracias-

Golpeó la puerta frente a ella e ingresó después de escuchar la voz de él indicando que ingresara.

-¿Gaia?- habló sorprendía al verla allí también, pero rodeada de una enorme manta térmica -¿No estabas en entrenamiento hasta mañana? ¿Qué haces aquí?-

-Caí al hielo y sin saber como, desperté en la oficina del director-

No recordaba nada, solo se sintió caer y ser apuñalada cruelmente por el agua helada, después de eso, solo encontró oscuridad en su memoria.

-¡Por todos los dioses!- se acercó apresurada y la inspeccionó histérica -¡Podrías haber muerto!-

Perder a su hermana era su peor pesadilla, no podría seguir adelante con su vida si eso sucedía. Por fuerte y gracias a la divina procedencia de los dioses, solo se trató de un enorme susto.

-Lo sé, pero estoy bien- dirigió la mirada al hombre allí -¿Por qué estamos las dos aquí, director?-

-Hablé con su padre- su semblante era incólume, como siempre -Y está de acuerdo conmigo, en la posibilidad de cambiarlas de casa a partir de mañana-

-¿Cómo?- tomó asiento, aturdida -Pero se supone que estamos en las casas correctas, ¿No?-

-No, no lo están, Dea- indicó, enseñándoles unos papeles -Según los informes de tus profesores, tu poder es muy grande y destructor, algo inconmensurable-

Ella leía lo dicho, mientras él conversaba con toda la naturalidad del mundo sobre ese tema.

-¿¡Soy una hechicera negra!?- se incorporó de golpe al decirlo -Pero, ¿Cómo?- tomó el informe con las manos temblorosas -Mi padre es un brujo blanco y madre una druida, ¿Cómo puedo ser una hechicera negra?- apartó la mirada del escrito sin comprender nada.

-No lo sabemos, pero creemos que lo heredaste de tu abuelo paterno y por esa razón, decidimos trasladarte a Beserker-

-Entiendo y tiene demasiado sentido sí lo vemos desde ese punto- volvió a su asiento cerrando y su informe un poco más calmada -¿Y qué hay de Gaia?-

-Ella es un caso completamente distinto- le entregó su respectivo informe para que lo leyera -Su desempeño, según sus profesores y cito...- buscó una oración en particular colocándose los lentes de lectura -Patético- los dejó a un lado al terminar -Carece de la fuerza física y el espíritu de lucha de los Fenrir, así que, después de insistir tanto y desde el primer día que llegaste aquí, Gaia- realizó un gesto obvio con ambas manos -Mañana seras parte de los Valkyrie y como lo espero de tí, te convertirás en una excelente sanadora- dio por cerrado el asunto.

-¡Sí!- festejó, dando un eufórico y espontáneo salto de alegría -¡No sabe cuanto se lo agradezco, director!-

Lágrimas de alegría escaparon de sus ojos, involuntariamente. Había sufrido tanto en esa casa, que no podía hacer hacer otra cosa que llorar.

-¡Se lo agradezco! ¡Se lo agradezco mucho!- quiso abrazarlo pero se contuvo -¿Puedo irme a armar mi equipaje?-

-Por supuesto, ahí está la puerta- señaló con una mano y ella desapareció en un instante, sin despedirse de ninguno de los dos -Tú también puedes irte, Dea-

-Sí, gracias-

Eran como el día y la noche. Una era alegría y caos, mientras que la otra, era seriedad y compostura. Muy distintas, pero terriblemente iguales en ciertas ocasiones.

-Buenas tardes, director- cerró al salir dejándolo solo.

-Bien, ustedes dos, salgan de ahí y den la cara- su mirada era acusadora, pero cómplice -Ve a que te curen esa mano, Keilot- ordenó desde su lugar -Y no quiero recibir una llamada de tu padre, para darme a conocer lo orgulloso que lo haces sentir al saber que ahora eres un héroe- asintió en silencio y se marchó -Más te vale que su visión sea certera, Lai- apuntó al otro alumno presente.

-Mis visiones nunca fallan, director- aseguró, cruzado de brazos en una pose muy arrogante -La poderosa hechicera en la que ella se está convirtiendo, le costará gente, amistades, relaciones y cosas materiales...- era preso de una visión justo en ese mismo momento -Lo elegirá por encima de todo, pero al fin podrá ser libre y remendará todos sus lazos rotos- frotó sus ojos y volvió en sí -Lo siento, espero no haberlo perturbado, director, pero no puedo evitarlo-

-Tú poder nunca deja de sorprenderme, Lai- sus ojos cambiaban por completo cada vez que sucedía aquello, era algo increíble de ver y sobre todo, único -Eres el orgullo de tus padres, todo un celestial- ese muchacho era impresionante -Puedes retirarte- apretó sus párpados agotado y se inclinó hacia para descansar un poco -Hanibal- atendió al primer timbre -Tenías razón, ella es como tu padre-

Su alegría era inmensa, infinita y no podía contenerla. Armaba su equipaje sin siquiera tomarse la molestia de doblar las prendas. Era un desastre, al igual que ella, pero nada importaba, sólo quería largarse de ese inmundo lugar y llegar a aquella casa que tanto anhelaba.

-¿Gaia?- pronunció sin aliento su compañera Freya -¿Qué haces aquí?- su palidez la consternó -¡Por dios! ¡Estás bien!- la rodeó en un fuerte abrazo -No puedo creerlo, pensé que habías muerto-

-¿Muerto?-

Repitió, catatónica. Creía que sus compañeros de casa aún seguían con el entrenamiento, pero no, ella estaba allí y a punto de rompen en lágrimas.

-¿Qué fue lo que sucedió?- tocó su cabeza, demasiado perdida en el espacio vacío que era su memoria -Recuerdo que caí al agua, pero mi mente es una hoja en blanco- se apartó un poco para verla a la cara.

-¿No lo recuerdas?- negó de inmediato -Santo cielo- la encaminó a la cama -Sientaté, te lo contaré todo-

La recolección de leña fue difícil, la mayoría de los leños se encontraban húmedos por la nieve, pero debían regresar al campamento antes del atardecer y colocar sellos mágicos para repeler a loa intrusos.

-No vamos a poder regresar por donde vinimos- el líder y regente del lugar analizó el terrero -La nieve está muy fresca y nos hundiremos con el primer paso- miró alrededor y no existía ninguna salida fácil, debía elegir la última opción -No quería hacerlo, pero vamos a tener que atravesar el lago- caminó hasta la orilla y arrojó una gigantesca roca al centro. El hielo, por suerte, no se rompió -Bien, parece firme- caminó unos cuantos pasos y saltó sobre la orilla con todo su peso, tampoco sucedió nada -Vamos- les dió la espalda -Sigan mis pasos y estarán a salvo- ordenó.

Los observó marchar sin temor alguno, sus compañeros eran fuertes y tenaces, nada que ver a ella que una una triste cobarde.

-Tú puedes, Gaia- caminó con las piernas temblorosas dándose ánimos -Tú puedes- cargaba con tres pesados leños -Que tu fuerza sea más grande que las excusas- murmuró aquellas palabras que siempre repetía su hermana -Tú puedes-

Dio un paso, luego otro y el hielo bajo sus pies, crujió, deteniendo su aliento y también su corazón. Que los dioses la protejan, porque si daba un paso más, seguramente, caería y moriría.

-¡Maldición!- gritó a todo pulmón el cabecilla del grupo -¡Les dije que siguieran mis pasos!-

Él también se detuvo, pero no volteó ni un milímetro, perdía los cabales cada vez que uno de los suyos no seguía sus órdenes.

-Te juro que lo hice- respondió entre temblores y mirándolo con desesperación, cuando se percató que era ella -Te lo juro, Keilot- abrazó los leños como si fueran su fuente de vida.

-¡Nadie se mueva!- ordenó una vez más mirándola a ella -Gaia, tranquila, ¿Sí?-

Pronunció aterrado, el hielo debajo era increíblemente delgado por la corriente e iba a caer con solo respirar o dar un suspiro.

-Mírame- tocó su pecho en donde su corazón latía errático, tenía que llegar a ella -Escúchame, bonita- se quitó los zapatos tan rápido como pudo -Yo me acercaré a ti y te prometo, te juro, que no caerás- asintió aterrada -Contaré hasta tres- extendió una mano dando tenues pasos -Uno...- el hielo crujió levemente al dar el primero -Dos...-

-Keilot- suplicó por él a punto de llorar y estirando los dedos.

-Tres...-

Se escapó de entre sus manos, no pudo alcanzarla, sólo rozarla ya que el hielo se rompió y ella cayó como si fuera nada.

-¡Gaia!-

Corrió detrás sin importarle nada. Estaba siendo arrastrada por la corriente, mientras intentaba salir buscando una salida con las palmas de sus manos.

-Por favor...- golpeó el hielo con los nudillos cuando se detuvo -Por favor... Por favor...- golpeó una y otra vez, hasta quebrarse los dedos -Por favor- lo logró, introdujo su brazo y la sacó de esa tumba helada de un tirón -Despierta- movió su frío, pálido e inconsciente rostro con insistencia -Despierta- le dio respiración boca a boca, después de quitarle algunas prendas de ropa -Por favor, despierta- rogó como nunca y al fin, un pequeño atisbo de vida escapó de ella -¡Gracias dioses!- la cargó en un fuerte abrazo al escucharla respirar débilmente -¡Ustedes regresen al campamento!-

Ordenó a los demás que estaban inertes, ya que ella temblaba sin control, necesitaba darle calor y rápido.

-¡Y levanten todo!- tomó posición de carrera -¡Nos vemos en la escuela!-

Desapareció de su campo de visión en cuestión de segundos, era muy rápido. Él, sin duda alguna, era el mejor.

-¿Él me salvo?- pronunció en un suspiro.

-Sí, Keilot te salvó- afirmó maravillada -Y no solo eso, te cubrió con su ropa y corrió descalzo entre la nieve hasta aquí- buscó su mirada, ya que parecía en shock -Gaia, él es un héroe, te salvo y sin importarle nada-

-Tengo que hablar con él- se levantó de un salto -Gracias por contarme todo esto, Frey-

Le devolvió ese enorme abrazo que le había regalado al entrar y emprendió la búsqueda de su salvador después de romperlo.

-Keilot- golpeó con insistencia la puerta de su habitación -¿Estás ahí?- abrió después de un momento y la observó sin decir nada -¿Puedo hablar contigo?-

Le dio paso e ingresó. Se miraron el uno al otro sin saber como empezar, el silencio se hizo eterno, pero ella lo rompió.

-Gracias- esa simple palabra, le inundó el pecho de una calidez enexplicable -Frey me contó todo lo que hiciste por mí y quería agradecértelo antes de irme a Valkyrie, acaban de trasladarme esta tarde-

-Soy el regente de este lugar y era el lider del entrenamiento de hoy, mi deber es cuidar y proteger todos-

Los dedos rotos de su mano vendada se veían horribles, amoratados y cubiertos laceraciones, llenándola de culpa y vergüenza. Era una tonta sin remedio y siempre se metería en problemas por su total imprudencia.

-Sí, lo sé- movió los brazos en vaivén, la vergüenza era gigante y no sabía como ocultarla -Pero desde que llegué aquí, estás al pie del cañón y siempre me haz ayudado- volvió a mirar su mano, para luego, hacer lo mismo con sus ojos -Dime que puedo hacer para compensarlo-

-Nada, solo quiero que te vayas de mi cuarto- apuntó detrás, corriéndola -Ya no perteneces aquí, así que, debes irte-

-Tienes razón- era obvio que estaba molesto con ella y que no debía insistir más con ese absurdo -Gracias otra vez- caminó en reversa hasta la puerta -Ya no volveré a molestarte- giró el pomo como una mano, mirándolo con gratitud y tristeza -Que tengas una buena vida, Keilot-

Sonrió una última vez y cuando quiso dar un simple paso, él se encontró delante de ella, impidiendo su avance al cerrar la puerta.

-Antes de que te vayas, quiero que escuches esto- la acorraló con un brazo en alto evitando que volviera a abrirla -Rompería cada hueso de mi cuerpo por tí y no tienes que agradecermelo-

Su sinceridad la encontró muda, carente de ideas o formulación alguna. Separó sus labios para decir algo, lo que sea, pero su inconsciente no encontraba las palabras justas como para romper el momento de tensión.

-Ya vete- abrió la puerta y se fue, sintiéndose más tonta que antes, al no saber que decir o hacer -Perderé la cabeza sin ti aquí, pero tienes que irte- dejó su mano en la fría madera como si fuera ella y luchando contra todo instinto para dejarla ir -No puedo seguir cuidándote, tienes que aprender hacerlo sin mí- cerró los ojos y se arrojó a la cama -Moriré sin ti-

En la casa Nornir todo era silencio, sus compañeros no estaban y ella tenía la absoluta libertad, de empacar las pocas pertenencias que tenía y encaminarse a Beserker.

-Así que, es cierto lo me dijo Evangeline- pronunció esa odiosa voz a sus espaldas -Serás parte de la peor casa de hechiceros aquí-

Ni siquiera volteó al escucharlo. Suponía, no, más bien, aseguraba que se encontraría en esa pose tan distintiva y arrogante en él, bajo el umbral de la puerta.

-Para tu información-

Doblaba su ropa con mucho cuidado y delicadeza, demasiado concentrada como para discutir con él.

-Y según todos nuestros profesores, soy una hechicera negra y mi lugar, aunque te parezca absurdo, es con los destructores-

-Nada que tengo que ver contigo...- susurró en su oído -Me parece absurdo, amor mío- dejó un tenue beso en su coronilla -Te voy a extrañar-

La abrazó por detrás, escondiendo el rostro en uno de sus hombros.

-Por favor, Lai- negó fastidiada -No seas tan drástico, abandono la casa, no el edificio- se removió en su agarre, no era asidua de las demostraciones de afecto -Seguirás haciéndome la vida imposible cada vez que nos veamos-

-No es lo mismo- negó como un niño -Mi vida será un infierno, al saber que estarás cerca de Dylan todo el tiempo-

-Esa absurda rivalidad, no tiene nada que ver conmigo- al fin terminó.

-Te equívocas, tiene todo que ver contigo- la giró de golpe -Él es consciente de que estoy loco por ti y sabe como usarlo en mi contra- acarició su rostro como si fuera a romperse, como si fuera una preciosa y frágil muñeca de porcelana -Siempre nos detestó a Keilot y a mí, por ser más fuertes e inteligentes que él- pensó un minuto en en ello -En mi caso, lo segundo, aunque no estoy tan seguro- la ayudó a levantar su equipaje -Pero ahora, es personal, estamos hablando de algo muy serio y delicado- rió por lo bajo, no podía ser tan hilarante.

-Jamás estaré con él, Lai- aseguró sin titubear -Te confieso que, en un principio, pensé seducirlo para lograr que persuadiera a su padre para irme de aquí- habían llegado a la salida de la casa -Pero con el tiempo, me acostumbré a este lugar, me gusta, soy feliz y me aleja de la locura de casa- se detuvieron bajo el umbral -Quiero volver, es cierto, pero me di cuenta que no estoy lista para hacerlo ahora-

-¿Me lo juras?- suplicó con una mano descansando en su mejilla -¿Me juras que no estarás con él o le darás una oportunidad?- la desesperación en su mirada, la derrumbó.

-Te lo juro- levantó una mano al decirlo -Y te doy mi palabra- sonrió sincera -No tengo tiempo para una relación amorosa en este momento-

-Lo sé, por esa razón, te esperaré-

Formuló como si fuera una promesa y de hecho, lo era, pero no le creyó nada.

-Me voy, ya tuve suficiente de tantas incoherencias, Row- se despidió con dos dedos en su frente -Nos vemos mañana en el desayuno-

-Te guardaré un lugar- la siguió como un perro por todo el pasillo.

-No tienes que hacerlo-

-Sí, si tengo y te apartaré esa inmunda avena con chocolate que tanto te gusta- se detuvo al llegar al final del mismo, era el momento de que siguiera camino por si sola -Te extrañaré como un loco, preciosa-

Levantó un mano como despedida, sin que ella lo mirara, mañana sería un nuevo día y lo esperaba con ansias.