El invierno transitó lento y sin prisas, pero seguido de él, llegó la estación del año más esperada, la primavera. Todo era verde, alegre y colorido, la época de la prosperidad, la vida y el nuevo comienzo había llegado. La felicidad y el amor flotaban en el aire, aunque este último, era errático y errante.

-Bueno días, hermano- se acercó a él que miraba a la nada sentado sobre el alféizar de una ventana -¿Qué haces aquí tan solo?-

-Nada- una pequeña mueca de lo que parecía una sonrisa se asomó por sus labios -¿Qué vas pedirme ahora, Sahara?-

-¡Qué cruel eres!- lo golpeó en el hombro, ofendida -¿Por qué siempre piensas lo peor de mí?- llevó una mano a su pecho, mucho más molesta que antes -¡Ni que fuera tu hermana por interés!-

Eran muy parecidos, los mismos ojos y cabello, solo que su hermana era dos años menor que él y pertenecía a la casa Nornir.

-Exacto, porque eres mi hermana y te conozco, sé muy bien que algo vas a pedirme- le dirigió la mirada, esperando -¿Y bien?-

Insistió y ella le enseñó la lengua. Cuando lo deseaba, él podía convertirse en un ser demasiado condescendiente.

-¡Sahara!- exclamó aquella voz que lo ponía de rodillas -Por todas las fuerzas de la naturaleza, necesito hacer más cardio- pronunció ahogada e inclinada, parecía que había corrido una maratón -¡Que bueno que te veo! ¡Que bueno!- daba saltitos de la emoción aferrando sus manos después de incorporarse -¡Ah! ¡Hola, Keilot!-

No se había percatado que él estaba allí. Era ignorado, terriblemente ignorado y lo perturbaba horrores, tan así que, ya era una rutina entre ellos.

-¿Qué sucede?- preguntó ella, sonriendo ampliamente -Y por cierto...- la señaló con un dedo -Te queda el cambio-

-Gracias, fue una decisión difícil, pero debía cortarlo- miró un mechón, de su ahora, corto cabello rizado -Tú sabes, Gaia la calamitosa tuvo un incidente en la clase de alquimia- se burló de sí misma con una tonta mueca -Bien, a lo que venía...- tomó asiento junto a él de un salto -Me dijo Dea que tú eres la encargada del periódico y a su vez, la coordinadora del baile de primavera de este año- aferró las piernas contra su pecho -Y bueno, nada, quería ayudarte- inclinó la cabeza al decirlo, era un torbellino de felicidad andante.

-Perfecto, hay muy pocos voluntarios y justamente, venía a pedirme a mi hermano una mano- lo señaló, pero él no dijo nada, estaba eclipsado mirando a la recién llegada -¿No, Keilot?- volvió a la realidad al escuchar su nombre.

-Sí, ¿Cuándo empezamos?- preguntó a ambas y moviendo sus ojos de una a otra.

-Cuando tu hermana disponga- miraron a la susodicha, expectantes.

-Mañana repartiremos los volantes por toda la escuela después de clases- indicó -Faltan tres semanas para el baile y creo que llegaremos a tiempo- les pidió espacio entre ellos -La temática será Hallowen y si todo marcha bien, prometo que será todo un éxito-

-Me encanta- declaró, bajando tal cual subió -Por fin seré libre de usar la ropa que quiera y no este inmundo uniforme- estiró su cuerpo entusiasmada por la noticia, hasta que recordó algo -Cierto, no estaré-

-¿Cómo que no estarás?-

Preguntó impactado, ese baile era el momento indicado para pedirle una cita y ahora, ya no podía ser. Estaba cansado de tanta mala suerte y maldecía a los dioses por eso.

-No, no estaré, iremos con Dea a Dubrich por algunos recados para nuestros padres-

Ordenó su cabello sin saber que más decir, su presencia la ponía nerviosa y sus ojos, esos preciosos ojos verdes, la intimidaban demasiado para su gusto. En secreto, él la afectaba bastante y por esa razón, intentaba evitarlo cada vez que tuviera la oportunidad.

-Pero Dubrich queda a tres días de aquí, ida y vuelta, no llegarán a tiempo- aseguró la otra chica con ellos.

-Por eso digo que no estaré- levantó sus hombros, indiferente -Ni Dea, ni yo, estaremos- movía los brazos en vaivén, ya que él no le apartaba la mirada y se estaba inquietando -Bueno, hermanos Helsing, como ya está todo dicho me...- giró sobre su propio eje y chocó con otra persona al hacerlo -Lo siento- se disculpó levantando la mirada -Ah, eres tú- el gesto de desagrado en su rostro, era de otra galaxia -No lo siento nada, maldita perra malvada de ojos azules-

La despreciaba y mucho, además, el sentimiento era mutuo. Cuando ambas convivieron en la casa Fenrir, más de uno de sus compañeros tuvo que intervenir, para que no se agarraran a golpes. Eran opuestas en todo sentido, tanto física, como emocionalmente y como un enorme efecto colateral a todo eso, se odiaban a muerte.

-¿Por qué mejor no te vas, calamitosa horrorosa?-

La corrió como una lacra y señalándola de pies a cabeza. Era cierto, junto a ella era una piltrafa humana, mal vestida, desalineada y sosa.

-¡Y dejas de contaminar a las personas con tu asquerosa humanidad!-

Arremeda en burla e importándole un bledo lo que le dijo. El carisma y el ego en ella, eran tan grandes, que no existían palabras que pudieran doblegar su espíritu.

-Megan- advirtió el muchacho detrás, incorporándose -¿Qué fue lo que hablamos?- cuestionó, retórico.

-Que deje a Gaia con sus locuras en paz-

Respondió encantada de que le dirigiera la palabra y la nombrada, lo miró con la boca abierta y sin poder creérselo, ¿Acaso escuchó mal? ¿O eso sonó a traición?

-¿Tú dijiste eso de mí?- quiso saber.

-Tal vez- tragó pesado -Pero, puedo explicarlo...- levantó ambas manos con inocencia -Verás, yo...-

-Cállate- cerró la boca después de eso, no había manera de justificar lo obvio -Me voy, no quiero escucharte y ya lo sabes, Sahara- hizo un ademán con una mano al señalarla -Cuantas conmigo para el baile-

-Sí, gracias, Gaia- la despidió con un pequeño saludo cuando se marchó -¡Que vergüenza, Megan! ¡Que vergüenza!- era su mejor amiga, pero se estaba convirtiendo en una bruja -¿¡Qué clase de golpe bajo fue ese!?- reclamó, indignada.

-¿Golpe bajo?- fingió ofensa -Te recuerdo que, tú también hablabas mal de ella a sus espaldas- puntualizó con una sonrisa tan siniestra, que la desconocía.

-¡Es cierto y me hago cargo de ese hecho!- levantó la voz, una vez más -¡Pero todo cambió cuando la conocí, es una buena persona y muy generosa!- se arrepentía tanto de cotillar a sus espaldas y juzgarla sin sentido -¡Y además, mi hermano jamás diría algo así! ¡Lo hiciste quedar mal!-

Pisó el suelo con fuerza, ¿Cómo se atrevió a hacer algo tan horrible y degradador?

-Pues, es verdad- no se inmutó en lo más mínimo -Dile a tu hermana lo que hablamos, Keilot- volteó a verlo y él ya no estaba, se había ido, dejándola con la palabra en la boca -¡Esa maldita!- pronunció entre temblores, aparentando los dientes y los puños -¡La odio!-

-¡Juh!- cruzó los brazos con la frente en alto -¡Ahí tienes tu justicia poética!-

Después de esas frías palabras, se marchó y siguiendo el camino que marcaban sus pies. No tenía más nada que hablar con ella.

-¿¡Puedes dejarme en paz!?- lo apartó de un empujón, por suerte, se encontraba en su lugar seguro, la biblioteca -¡Maldita sea! ¿¡Qué no entiendes!?- tenía ganas de darle un golpe, pero se contuvo -¡No iré contigo, ni con nadie, a ese estúpido baile!-

Caminó furiosa hacia la mesa de entrada, no quería tenerlo cerca, su simple presencia le daba nauseas.

-Pero, mi reina, sería la mejor noche de nuestras vidas, piénsalo- se detuvieron al llegar con la encargada del lugar -¿O no es así, señorita Kiki?-

-No- respondió sin apartar los ojos de su ordenador -No lo será y ya deja de hostigarla, Dylan- tecleaba cada letra de manera autómata y a una velocidad pasmódica, era algo inhumano -Y sino te calmas, te vetaré de aquí y tendrás prohibida la entrada como la última vez-

Bufó, hastiado. Esa mujer era un verdadero monstruo cuando se lo proponía.

-Buenas tardes- habló otra voz detrás de ellos -Señorita Kiki, ¿Ya devolvieron el libro que hace semanas estoy necesitando?-

Sus ojos azules no se apartaban de la espalda de la muchacha frente a él, ya que ella se sobresaltó de solo oírlo y logrando lo que él quería, perturbarla.

-Sí, Lai- sonrió maravillada y adorándolo con la mirada -De hecho, quién lo tenía en su poder, está justo aquí- indicó con una mano extendida -Dea, ¿Quieres entregárselo?- negó apresurada, con los ojos gigantes y aferrándolo con todas sus fuerzas -Vamos, cariño- insistió un vez más, no quería voltear -Tú puedes, estarás bien- le guiñó un ojo, cómplice.

-¿Por qué me haces esto?- susurró por lo bajo y falta de aire -No puedo-

Volvió a negar de la misma manera que hace unos instantes. Era la última vez que compartía un secreto tan íntimo con esa mujer.

-¡Esto es absurdo!- exclamó la otra persona allí al sentirse ignorado -¡Dame eso!-

Quiso arrebatárselo de un tirón, pero no puedo hacerlo, una mano en su muñeca se lo impidió.

-Cuida tus modales, estúpido- advirtió con aquella voz que hacía al mundo temblar -Ya te lo advierte una vez, la próxima, te mato- habló en un idioma desconocido para todos, excepto, para ella -¿Está claro?-

Asintió intimido cuando sus ojos cambiaron. Él era un Beserker, un destructor, pero demasiado débil para enfrentarse al mejor de los Nornir.

-Mi padre se enterará de esto-

Alejó su brazo de un tirón y emprendió camino a la salida. Ese maldito vidente se las pagaría y muy caro.

-¿Estás bien, preciosa?- asió su rostro con una mano al verla catatónica.

-Sí- se apartó un rizo en ese gesto tan familiar que siempre hacía -Gracias- lo miró a los ojos -Hablas Nornir- afirmó impactada -¿Cómo puedes hablar una lengua muerta con tanta fluidez?-

-Porque su madre es una de ellos- respondió la mujer por él -¿No, cariño?- ahora era orgullo lo que se reflejaba en su mirar.

-Sí, tía Kiki- rodeó a la chica con uno de sus brazos en una pose muy protectora -Y es lo que estás pensando, mi odiado ángel- respondió a la pregunta silenciosa que ella le dió -La señorita Kiki es mi tía y por lo tanto, hermana de mi padre-

-Eso explica el porque tú eres el favorito aquí- señaló el entorno más que obvia -Y esto es tuyo- le entregó el libro que cargaba con ella.

-Muchas gracias- caminaron a una mesa cercana -¿Irás al baile?- negó a su pregunta -¿Por qué? ¿Nadie te lo ha pedido?- tomaron asiento uno frente al otro.

-No es eso-

Descansó la barbilla en la palma de su mano, en una posición demasiado amistoso y relajada. Sin saberlo, habían forjado una extraña tregua de paz en ese lugar.

-¿Y entonces?- su curiosidad era inmensa, al igual que su poder.

-Sin tener en cuenta las múltiples invitaciones que he tenido del idiota de Dylan, me han invitado como unas...- contó con los dedos perdida en su mente -Cuatro o cinco veces, pero no iré, ya que ese día no estaré aquí, ¿Lo recuerdas?-

-Son demasiadas invitaciones para una sola persona, pero eres tú, nada me sorprende- rió, negando con la cabeza de un lado a otro -Por si te lo preguntas, yo iré con Irene- sofocó una carcajada, se esperaba algo como eso.

-No me lo he preguntado, pero me lo imaginé- mordió su lengua con gracia para no reír en su cara -¿Qué pasó? ¿Te ganó su insistencia?-

No pudo contenerlo y rió con toda el alma, esa cita era tan absurda, que no existían palabras para catalogarla.

-No seas mala- la acercó a su rostro al tomarla de la nuca, era tan hermosa que le encantaba -Tú me rechazaste, así que, no tuve otra opción- hacía un esfuerzo sobre humano para no reír y mantenerse serio -Era ella o Keilot- su risa era encantadora y lo hechizaba cada vez más -Y pues, ninguno de los dos queríamos eso- golpeó la mesa con un dedo -Nuestra reputación y virilidad estaban en riesgo- puntualizó -Ambos tuvimos que hacer enormes sacrificios para esa noche-

-Yo me hubiera quedado con la segunda opción pero, allá tú...- limpió una pequeña lágrima de su ojo, le dolía el estómago de tanto reír -Al menos, harás feliz a Irene-

-Sería feliz yendo contigo- se apartó, regresando a su lugar inicial -Aunque te odio con toda el alma, me encanta pasar tiempo contigo-

-El mundo no cumple deseos, Lai- tamborileó los dedos, pensando -Quizás sí, pero con nosotros no ha sido tan generoso- miró a un lado, sumergida en sus pensamientos y agonías más oscuras.

-¿Quieres saber cuál es mi deseo?-

Se sobresaltó al encontrarlo a su lado, se había transportado a la silla de junto, en un segundo. Era muy rápido, atravesaba el tiempo y el espacio sin que nadie pudiera verlo.

-No, no quiero- su voz vibró, no podía sosegar su dolor -No quiero- cerró los ojos y lágrimas se derramaron de ellos -Es suficiente, Lai- podía sentir como acariciaba su triste rostro -Me harás llorar-

-Y sí lo haces...- besó su mejilla para quitarle una lágrima -Yo lo haré contigo-

-Te odio-

Se incorporó de golpe y huyó de él como siempre lo hacía. La confundía, sus sentimientos la ponían en jaque y desconocía como actuar al respecto.

-Yo te odio más-

No intentó detenerla, tenía la certeza a donde iría y solo le estaba regalándole un poco de tiempo para poder alcanzarla.

-Gaia, por favor, escúchame-

Rogó detrás de ella esquivando algunos alumnos a su paso.

-¡No quiero hablar contigo, traidor!-

No volteó en ningún momento, se sentía traicionada, pero sobre todo, herida.

-Gaia, por favor- sin saber como, se interpuso en su camino, era más rápido que cualquiera -Te estoy suplicando- aferró sus hombros para detenerla -Tú me conoces, soy tu amigo y jamás diría algo como eso- buscó su mirada debajo de ese largo fleco que le cubría los ojos y después de apartarla a un lugar más privado -Eres muy importante para mí, como para perderte por un malentendido- era sincero y mucho.

-No es eso, no estoy molesta contigo- seguía mirando sus propios pies -Es ella la que me saca de quicio con sus insinuaciones estúpidas-

-¿Qué clase de insinuaciones?-

Sonrió ilusionado, ¿Era su parecer o estaba celosa?

-¿No te dista cuenta o te distrajo su enorme escote?-

Indicó el tamaño de esos voluptuosos senos, que eran todo lo contrario a los de ella.

-No, me distraje contigo- miró a ambas direcciones y golpeó un dispositivo en la pared abriendo una puerta secreta -Ven- tiró de ella hacia un oscuro túnel sin que pudiera oponer resistencia -¿No me digas que tienes miedo?- se burló, como era un hábito en él.

-En realidad...- presionó su brazo con ambas manos -Es asco- ese lugar estaba repleto de telarañas y pequeñas alimañas, era horrible -Moriré si un...- algo rozó su espalda, provocando que gritara como nunca lo había hecho en su vida -¡Quítamela! ¡Quítamela!- se colgó de él con brazos y piernas -¡Por favor, Keilot! ¡Quítamela!-

Parecía que iba a llorar en cualquier momento, le tenía pánico y terror a todo tipo de insecto o artrópodo.

-Ssshhh- quitó la pequeña araña que había caído sobre ella -Tranquila, yo estoy contigo- acarició su espalda como si se tratase de una pequeña niña -Nada pasará si estoy aquí-

-¿Lo prometes?-

Escondió el rostro en su cuello, no quería ver nada de lo que pudiera existir en ese oscuro lugar.

-¿Alguna vez he roto una promesa que te he hecho?- negó en silencio -Bueno, entonces, no tienes nada que temer- su aroma le encantaba.

-Lo siento, pero no puedo evitarlo- lo miró a la cara -Les tengo pánico- miró alrededor muerta de miedo -¿Por qué me trajiste aquí?- desconocía el origen de los túneles ocultos dentro de la escuela.

-Soy un Fenrir- caminó con ella a cuestas unos cuantos metros más y presionó otro dispositivo -Somos los guerreros, los encargados de la seguridad ante un posible ataque y los únicos que tenemos conocimiento de los túneles por si eso ocurre-

-Entiendo- la bajó con cuidado, habían llagado a su cuarto -Es un medio de escape para el resto de los alumnos, ¿Verdad?-

-Sí, excepto, de los Nornir y los Beserker- se arrojó a la cama y tiró de ella para llevarla a su lado -Los Beserker son los destructores, la retaguardia, por si los Fenrir no podemos manejar la situación-

Le apartó el cabello del rostro con una mano y la arropó en sus brazos.

-¿Y los Nornir?- él sabía muchas cosas que ella ignoraba por completo.

-Los Nornir, son los encargados de proteger a lo más importante que tenemos dentro de esta escuela de magia y hechicería...- besó su frente con ternura -A los Valkyrie, ellos son vida, son la luz en la oscuridad y sin su existencia, los demás no serviríamos de nada-

-Tiene mucho sentido- miró sus propias manos, pensativa -Nosotros podemos sanar, salvar vidas y eso es lo que realmente importa-

-Es muy fácil destruir, pero muy difícil crear, bonita-

Besó su rostro un millón de veces, la había extrañado horrores. Odiaba estar lejos de ella, todos los días y a todas horas, pero si sus padres tomaban conocimiento de su relación, seguro que harían todo lo posible para alejarla de su vida. Él era un Helsing, un guerrero, un hombre de armas y su destino, era llevar todas las responsabilidades que su familia había depositado sobre sus hombros desde niño.

-¡Keilot, ya basta, me da alergia!- intentó quitárselo de encima con ambas manos empujando su rostro -¡Eres exasperante! ¡Déjame!-

-¡No quiero!- volvió a hacer lo mismo que antes -Odio tenerte lejos y disimular todo el tiempo lo que siento por ti- rodeó su cabeza posicionado sobre ella e intentando no aplastarla -Estoy a un paso de perder la cordura-

-No lo disimulas para nada, no mientas- su sonrisa era radiante - Derribaste de una brutal embestida en la clase de deportes a uno de tus compañeros de clase, cuando tubo la osadía de preguntarte, si era buena idea invitarme a salir- se detuvo un momento -Y a otro, le rompiste la nariz de un codazo, porque me invitó al baile frente a ti- apretó sus labios con fuerza para no reír como una desquiciada.

-Mis celos están completamente justificados- rodó sobre la cama y la levantó en brazos sobre su cabeza -Aunque un poco fuera de control, pero lo están- la acercó a él -Dame un beso- pidió como nunca estirando sus labios.

-Pídeselo a Megan- desvío el rostro y él la besó de todos modos -Según me dijo, esa maldita, tú irás con ella al baile- realizó un tierno mohín de solo imaginarlo -¿Por qué no vas con Sahara en vez de con ella?- reclamó, mientras él, besaba su mejilla -¿O con tu prima Ivette?-

-¿Y tú le creiste?- asintió triste -En realidad, le dije que iba a pensarlo, porque jamás se me ocurriría asistir a un baile con otra persona que no seas tú- la abrazó a su cuerpo.

-Lo sé, pero tus padres estarán gustosos de que asistas con ella- lo miró a los ojos descansando sobre su pecho -Tendrías que decirle que sí-

-¿Acabo de escuchar mal o acaso quieres que tu novio asista al baile de primavera con tu peor enemiga?- sos ojos se veían incrédulos y asombrados.

-Primero, ella no es mi enemiga, es solo una persona con la que me llevo muy mal- levantó un dedo presentando su argumento -Y segundo, tus padres dejarían de insistir en cuanto a la relación que ella y tú pueden tener- dirigió sus ojos al techo -Piensalo, matarías dos pájaros de un tiro, esa noche no estarás solo y tus padres no te molestarán más-

-Bien, lo pensaré, pero no prometo nada-

-No necesito eso, solo piénsalo y ya- se recostó junto a él, guardando silencio por un largo tiempo -¿Keilot?-

-¿Mm?-

Preguntó, abriendo uno de sus ojos, ya que los había cerrado al sentir infinita paz. Ella le daba paz.

-Tengo hambre-

-Busca algo en nuestro tesoro- respondió, volviendo a su lugar feliz.

La encontró. La encontró en esa enorme sala llena de luz y repleta de libros perdidos en el tiempo, al igual que objetos mágicos de otras tierras y mundos. La torre perdida, así llamaban a ese lugar los alumnos y solo unos pocos tenían el privilegio de ingresar allí, si es que la puerta se los permitía, para observarlo todo desde las alturas.

-Lo siento- se acercó a ella a paso lento y tranquilo, se notaba a kilómetros que había estado llorando sobre esa ventana -Lo lamento, preciosa- juntó su frente con la sien de ella cerrando los ojos -Soy un idiota, siempre te hago llorar, perdóname-

-Está bien- rascó su nariz al sentir escozor, no quería seguir llorando -Es que, desde esa vez, todos me tratan diferente y es algo que no puedo seguir soportando, Lai-

-¿Desde esa vez?- preguntó confundido y aspirando la dulce fragancia que emanaba su piel -¿Te refieres a la clase de semiología?-

-Sí y todo fue culpa de Madame Sympza- reclamó al mundo -Mis secretos estaban bien guardados dentro de mi mente y ahora, todo el mundo en este maldito lugar, sabe de ellos- su rencor lo atravesó.

-Dea, entiende, ninguno de nosotros imaginó que eso iba a suceder, no es culpa de nadie-

-Tú hasta ese día me odiabas y después de eso, ya no más- limpió una lágrima de rabia que caía por su rostro, se sentía tan mal, que no se reconocía -Tú me odiabas y ahora, ¿Cómo explicas que te hayas enamorado de mí?- chasqueó los dedos dando a entender su punto -No te confundas, Lai- se apartó lejos y esquivando sus brazos para que no la tocara -¡Lo tuyo no es amor, lo tuyo es lástima!- le gritó a la cara sin poder soportarlo más -¡Ningún ser humano podría amar a alguien tan rota como yo!- llevó una mano a su pecho para sofocar el llanto -¡A una asesina! ¡A un monstruo!-

-¡Dea! ¡Ya basta!- la sometió, rodeándola con ambos brazos -¡Tú no eres una asesina! ¡Tú no eres un monstruo! ¡Y ya deja de llamarte así!- era la primera vez, en toda su vida, que levantaba la voz -¡Solo tuviste muy mala suerte en el lugar equivocado! ¡Es todo!-

Ella se rompió, se rompió en sus brazos, se hizo añicos y se desintegró en lágrimas. No podía contenerlo, era insoportable, desgarrador, el dolor la estaba matando y no había forma de dejarlo atrás.

-¡Él murió!- lo abrazó con toda el alma y presionando ambas manos en su espalda -¡Él murió por mi culpa!- cerró los ojos al escucharla, realmente, estaba rota -¡Yo lo maté, Lai y por esa razón, mis padres me odian!- se ahogaba, no podía respirar -¡Yo lo maté, yo maté a mi hermano!-

Madame Symza, la loca profesora de la clase de adivinación y mancias, había convocado a sus alumnos más virtuosos, para compartir una nueva clase con ellos. Sería algo innovador y único dentro de ese lugar. Ese día, si los dioses apremian, se adentrarían al mundo de la semiología.

-Vaya, si que seremos muchos el día de hoy- llegaron al auditorio repleto de alumnos de todos los cursos -Madame Symza es una demente, siempre, todos los años y desde que llegó aquí, hace este tipo de cosas- comentó a su amiga -Dea, ¿Estás escuchándome?-

Por supuesto que no la había escuchado, ya que se encontraba sumergida en las páginas de una nueva novela que había encontrado el día anterior en la biblioteca.

-Maldito seas, Sebastián- murmuró indignidad -Maldito seas, ¿Cómo te atreves a hacerle algo así a Eve? ¿Cómo te atreves?-

Levantó la mirada, observando hacia la nada y pensando en las terribles líneas que acababa de leer.

-¿Sabes leer, bruja maldita?- se lo arrebató de un tirón para ojearlo sin importancia -Quién diría que eres una persona letrada- realizó un gesto déspota con el mismo -¿Qué? ¿No dirás nada?-

-No te daré el gusto de que arruines mi existencia el día de hoy, Row- miró detrás de él y saludó a un muchacho que le indicaba lugares vacíos a su lado -Logan nos apartó dos lugares, Evan- tiró de su amiga olvidando su libro -Vámonos-

-Nos vemos, primo-

Se despidió esta última, demasiado entusiasta y feliz, al tomar asiento junto a Logan. Era un sueño hecho realidad y su amiga lo estaba cumpliendo.

-¡Lo siento!-

Una persona pasó corriendo junto a él, chocándolo y provocado que tirara el libro.

-¡Maldita calamitosa!- susurró entre dientes al reconocerla -¡Ustedes dos son una plaga!-

Se inclinó para levantarlo, pero otra mano lo tomó antes de que pudiera hacerlo.

-Estás perdiendo la elegancia, Lai-

Su mejor amigo se lo entregó al pasar, impactándolo contra su pecho y tomando asiento detrás de la chica anterior. Estaba loco por ella y ese sentimiento sería cada vez peor, podía verlo.

-Mira quién lo dice-

Caminó molesto hasta un asiento en la primera fila y se quedó allí, tan cabreado como una mula. La escuela estaba perdiendo prestigio al aceptar personas como ellas.

-Hola, Irene- la observó de reojo -¿No tomarás asiento con tu hermano?-

-No, está con la nueva y no la soporto- rodó los ojos, fastidiada -Es demasiado vulgar y grosera para mi gusto, ¿No entiendo como es que son amigos?-

-Los grandes misterios de la vida aún no tienen explicación para mí, linda-

Rieron cómplices y enmudecieron, cuando Madame Symza apareció en escena.

-Buenas tardes mis queridos alumnos y sean bienvenidos a esta clase especial- caminó de un lado a otro a paso rimbombante y teatral -Hoy nos adentraremos en el mundo de...- hizo una pausa para crear más drama -¡La semiología!-

Extendió los brazos y el eco se escuchó en lo más recóndito de ese enorme edificio. Eso fue increíble y sorprendente. El silencio lo inundó todo y una persona entre la multitud, levantó una mano para romperlo, su terrible inquietud y curiosidad, no soportaban esos momentos.

-¿Sí, cariño?- la señaló con un delicado movimiento de su dedo índice -¿Hay algo que quieras saber o alguna pregunta que realizar?-

-Sí, tengo dos- todos las miradas se dirigieron a ella y levantó dos dedos para fomentar la cuestión -La primera, ¿Puede hacer eso de nuevo?- sus ojos brillaron de ilusión -Porque aquí entre nos, maestra- señaló en circulos a todas las personas allí presentes -Eso fue grandioso- algunos asintieron de acuerdo -Y la segunda, ¿Qué es la semiología?- una palmada grupal se escuchó.

-¡Por todos los dioses, Gaia! ¡Nos estás haciendo perder el tiempo aquí!- exclamó su hermana al ponerse de pie a muchas gradas de distancia -¿¡Acaso no leíste el libro que te presté ayer!?-

Reclamó a los cuatro vientos y como si las dos estuvieran solas en el mundo.

-¿¡Creés que si lo hubiera leído haría una pregunta tan estúpida!?- justificó, retórica -¡Tu obviedad me sorprende y me ofende, hermana!-

-¡Mejor cállate y siéntate! ¡A ver si por una vez en tu vida aprendes algo, pequeña ingrata!-

Se desafiaron con la mirada y regresaron a sus lugares después de reír de la nada. Estaban locas y no les importaba lo que los demás pensaran.

-Disculpe este exabrupto tan inapropiado, Madame Symza, puede continuar- asintió con la cabeza para poder seguir.

-Eso es algo que jamás ha sucedido antes- miró de una a otra -Eso me agrada, tienen un vínculo muy especial- sonrió y siguió con la clase -Muy bien, para aquellos que desconocen sobre el tema...- volvió a moverse de un lado a otro -La semiología es la ciencia que estudia los símbolos, los recuerdos y los sueños de las personas- explicó, tan sabia y dramática como era su costumbre -Y se usa una técnica psíquica muy rara, en donde se proyectan las imágenes de nuestro mente como si fuéramos parte ellas- finalizó -Gaia, ¿Quieres pasar?-

Era la persona indicada para experimentar aquello, ya que ignoraba por completo del asunto.

-Claro- se acercó apresurada -¿Qué tengo que hacer?- no dejaba de moverse, esa escuela le fascinaba cada vez más.

-Acuestate en el diván- señaló el mismo a sus espaldas -Y cierra los ojos- pidió -Que los cierres- lo hizo por ella bajando sus párpados -¿Lista?- preguntó, rodeando su cabeza con ambas manos.

-Nací lista-

Todo era silencio, ni una mosca volaba alrededor, solo el viento mecía las hojas de los árboles y nada más.

-Déjame entrar, Gaia- una luz blanca ocupaba sus sienes, pero algo estaba saliendo mal -¿Qué extraño?- habló en trance y los ojos en blanco -Parece que tus recuerdos están bajo siete llaves y no puedo abrirlos- volvió en sí -Dea, ven aquí- ordenó y así lo hizo -¿Tú hechizaste a tu hermana?- inquirió.

-No, Madame- negó de inmediato, jamás haría algo así y mucho menos, a su propia hermana -Es solo que...- no sabía como decirlo sin que sonara a algo estúpido -Es solo que, Gaia es inmune a la magia y en especial, a la magia blanca y astral-

-Eso lo explica todo, su padre es un brujo blanco- le dio dos toquecitos a la chica en el diván, hasta que despertó -Vuelve a tu lugar, querida- señaló el mismo con una mano extendida -No pudimos ver nada- regresó a su sitio sintiéndose algo rara, pero estaría bien -En ese caso...- miró a la otra hermana allí -Tú tomarás su lugar- apuntó espacio libre a su lado -Toma asiento-

-Pero, Madame...- retrocedió asustada -¿Por qué no le solicita a alguien más que lo haga?- miró alrededor y señaló a uno de sus compañeros, desesperada e histérica -¡Este idiota es un vidente! ¡Seguro que lo hará bien sin que su cerebro se haga chicle!-

Todos rieron, era tan graciosa en esa faceta espontánea que tenía y que siempre salía a flote, que alegraba sus días con su locura.

-No, Lai no puede hacerlo, ya que el me asistirá en el proceso y por si algo sale mal-

-¿Si algo sale mal?- repitió y perdió el color, cuando ella sonrió como psicópata -¿Qué posibilidades hay de eso?- la obligó a recostarse empujándola por los hombros e ignorando su pregunta -Madame Symza, en serio, ¿Qué posibilidades hay de que algo salga mal?-

-Ninguna, querida- tocó su frente con dos dedos y cayó dormida, la había noqueado -Muy bien, comencemos- tomó la misma posición anterior -Lai, pude entrar, encierranos-

Él cruzó los dedos y habló en un idioma extraño, ininteligible, trasportándolos a todos a un espacio vacío. Dicho en otras palabras, se encontraban dentro de un plano astral, la mente de Dea Fleming. Era evidente que no era la primera vez que hacían algo como eso, su poder era increíble e infinito, algo completamente digno de la casa Nornir.

-Bien- se encontraban todos de pie y mirando alrededor -Vean esto-

Chasqueó los dedos y el ambiente cambió por completo, transportándolos a los pasillos de un viejo hospital.

-¡Ya nació! ¡Ya nació!-

Dos pequeñas niñas de unos tres o cuatro años, corrían hacia el pabellón de maternidad. Eran hermosas, con grandes ojos avellanas y el cabello tan salvaje como las misma fuerzas de la naturaleza.

-¡Corre, Dea! ¡Corre!- sus traviesas risas lo iluminaban todo -¡Tiene que vernos cuando abra los ojos!-

Su padre caminaba detrás de ellas, completamente despreocupado y con las manos en los bolsillos. Era un hombre joven, de no más de veinticinco años, ojos claros y cabello negro.

-¡Gaia! ¡Espérame!- no podía alcanzarla -¡Tenemos que entrar juntas!-

Reclamó cansada de tanto correr desde que bajaron del auto.

-Es ahí- habló su padre a unos metros -Pero no hagan ruido- hizo la seña de silencio -Cuando me fui, aún estaban dormidos- tomó el pomo -Así que, calladitas, entren a ver su madre y a su nuevo hermano- aferraron sus pequeñas manitos e ingresaron cuando él les abrió la puerta -¿Cómo están, nena?-

Encontró a su hermosa esposa sentada en la cama y alimentando a su pequeño hijo recién nacido.

-Muy bien, tenía hambre- lo apartó de su pecho y lo cargó con cuidado sobre su hombro -Provecho, mi amor- golpeó su espaldita para que se sintiera mejor -Bueno, Aslan- besó su cabecita con ternura -Ellas serán las personas más importantes de tu vida, tus hermanas- lo acercó a ellas que no sabían que decir.

-Es muy pequeñito-

Le picó la mejilla con un dedo, hace unos minutos que lo conocía y ya lo amaba.

-Sí, nosotras vamos a cuidar de ti, hermanito-

Era una promesa que ella, Dea Fleming, siempre iba a cumplir.

Otro chasquido y el escenario cambio nuevamente, rodeándolos en un instante por miles de recuerdos, juegos, risas, llantos, abrazos y muchísimos cumpleaños a lo largo de los años. Todo era hermoso y perfecto, pero el último chasquido, lo ensombreció.

-Enano- susurró una dulce voz, mientras acariciaba su entrecejo -Enano, despierta- volvió a decir una vez más y él, abrió los ojos.

-¿Dea?- preguntó incorporándose y fregando sus párpados -Son pasadas la media noche, ¿Qué quieres?-

Reclamó cansado y cubriéndose el rostro con la almohada, tendría unos quince años, como mucho.

-Vístete- le lanzó sus pantalones -Nuestra hermana nos necesita-

-Ya voy- se incorporó como una bala y vistiéndose apresurado -¿Dónde está?- salieron a hurtadillas de la habitación.

-Tuvo una cita con Gabriel, pero según parece, algo salió mal y acaba de llamarme-

Quitó un par de llaves de un pequeño cuenco junto a la puerta y cerró la misma con discreción, rogando que sus padres estuvieran dormidos.

-No le digas a papá que tomé el auto, Aslan- suplicó tras el volante -Se supone que estoy castigada por lo que sucedió con Velkan, pero Gaia nos necesita-

-Olvídalo, tú secreto está a salvo conmigo- dió marcha y se perdieron en la calle.

-Y eso fue lo que pasó- explicó desde el asiento trasero como si nada -Resulta que, yo era una de sus novias, ¿Pueden creerlo?- cruzó los brazos mirando por la ventanilla -Al menos, podría haber sido un poco más inteligente y agendarnos con nuestros respectivos nombres, estúpido- murmuró.

-Gaia, acabamos de sacarte de una cochina celda, porque destruiste su auto en la vía pública, ¿Te volviste loca?-

Su vista estaba fija en el camino, no quería mirarla, porque reiría y tenía que mantener la compostura hasta llegar a casa.

-No me arrepiento de nada y por cierto...- se acercó a ellos -¿Cómo hiciste eso si las dos tenemos la misma edad?-

-Tienes suerte, soy la que más se parece a mamá- le enseñó la identificación de su madre -Nada que un buen maquillaje y un poco de magia no solucionen-

-¡Eres una genio!- la abrazó por impulso, provocando que diera un volantazo.

-¡Gaia, estoy conduciendo!- la empujó para alejarla -Dame la cerveza, Aslan- su hermano le dió un trago y se la entregó para que hiciera lo mismo -¿El ogro habrá despertado?- así llamaba a su padre, últimamente.

-No hables así de nuestro padre, Dea-

-Silencio, eres su preferido y no tienes idea de lo difícil que es lidear con él- detestaba que nunca estuviera de su lado.

-Sino salieras con vagabundos, te ahorrarías la molestia de cargar con eso- desvío la mirada a la calle para no mirarla a ella -Y no me digas que Velkan es un buen tipo, porque sabés bien que no lo es-

-Aslan, por favor, tú tampoco empieces- intervino, no le gustaba verlos pelear -Es un tema que solo le compete a Dea y a nuestro padre-

-¡Cierra la boca, Gaia!- la mandó a callar -¡Es un tema de todos nosotros, cuando un tipejo como ese, viene a perturbar la paz en nuestra casa!-

-¡Cállate tú, pequeño entrometido!- no iba a permitir que él también se inmiscuyera en sus asuntos -¿¡Qué sabrá un mocoso como tú, que lo único que ha hecho en su corta vida es complacer a nuestro padre!?- no dijo nada, jamás esperó algo así -¡Eramos felices sin ti, Aslan! ¡Pero tuviste que nacer y volverte sus ojos!- aceleró a fondo, pasando todos las luces rojas que hubiera en el camino -¡Ojalá nunca hubieras nacido!-

-¡Dea! ¡Cuídado!-

Fue último que escuchó, antes que la cegará una enorme luz en dirección a su hermano. Otro chasquido.

-¡Por favor, Dea!- golpeaba la puerta frente a ella, frenética -¡Abre la puerta, por favor!- música heavy metal se escuchaba desde el interior -¡También es mi cuarto! ¡Ábreme!-

-¿¡Qué quieres!?-

Preguntó brusca y abriendo de golpe. Vestía ropa oscura, llevaba el cabello negro con mechas de colores, cadenas metálicas y brazaletes anchos. Además, como si eso no fuera suficiente, parecía ebria o intoxicada, mientras fumaba como una chimenea.

-Quiero entrar, es mi cuarto- respondió aturdida.

-No me importa- le impidió el paso aferrándo el umbral con ambas manos -El de junto está libre, es todo tuyo, si lo quieres-

-Tú sabes que nuestros padres no quieren que entremos a la habitación de Aslan-

-Él está muerto, no creo que importe-

Expulsó humo por la boca e incapaz de sentir nada. Era la frialdad vuelta humana, era otra persona, ya no existía ningún sentir en su interior desde que él murió.

-Dea, es nuestro hermano-

-Era nuestro hermano- intentó cerrar, pero no la dejó -Ya vete, Gaia- pidió sin ganas de pelear -Vete y déjame en paz-

-Lo siento- un sollozó escapó de su boca -Te juro que no quería ser cómplice de esto, pero tenemos que hacerlo-

Un batallón de enfermeros empujó la puerta y la sometió con fuerza, como si fuera una demente altamente peligrosa, mientras la sedaban y colocaban una camisa de fuerzas a la vista de sus padres. Era terrible y destructor todo lo que había pasado.

Ahora se hallaban de nuevo en el hospital, pero no hubo chasquido, no hubo nada, solo fueron arrastrados dentro de una habitación con paredes acolchonadas y nada más.

-¿Qué está pasando?- preguntó una de las alumnas, aterrada.

-Es ella, Dea está tomando el poder de su mente- aclaró su profesora -Lai, sácanos de aquí- pidió.

-¿Disfrutan lo que ven?-

Su voz los hizo voltear, encontrándola allí, en el suelo y portando la camisa de fuerzas completamente fuera de si.

-Dea, hermanita...-

Intentó acercarse a ella dando un pequeño paso con su rostro bañado en lágrimas y lleno de dolor, como de remordimientos. Había llorado a mares, revivir todo aquello la hizo pedazos y necesitaba consuelo, pero una mano sobre su hombro no le permitió avanzar.

-No- su regente la detuvo -No te acerques, ella no es tu hermana y podría lastimarte-

Su risa malvada los hizo estremecer, era diabólica y cruel. Por supuesto que les haría daño, habían invadido su mente e iban a pagar.

-¡Lai! ¡Sácanos de aquí! ¡Ya!-

Exigió su profesora antes de que algo terrible pasara, él los señaló y desaparecieron del lugar.

-Al fin solos, vidente- intentó levantarse por su cuenta y no pudo hacerlo -¡Déjame! ¡No me toques!- lo alejó como pudo cuando quiso ayudarla.

-No voy a hacerte daño- mostró sus palmas en señal de paz y tregua.

-¿Qué extraño?- mofó con desden -Porque es lo único haz hecho desde que llegué aquí- en sus ojos no había más que odio -Te habrá encantado ver lo miserable que es mi vida, ¿No?-

Un quejido de dolor la hizo doblegar, su cabeza iba a estallar y sucedería pronto. Él era poderoso y podía someterla con facilidad, no existía forma de enfrentarlo, ni en su propia mente, y lo detestaba con todo su ser al controlarla de esa forma.

-Lo siento, no tenía idea que...-

-¿¡Qué!? ¿¡Qué no tenías idea??- lo interrumpió -¿¡De lo infeliz que soy!?- cayó al suelo a plomo, no podía seguir en pie -¡Pues sí, lo soy! ¡Maté a mi hermano, alejé a mi única hermana de mí y mi padre me niega su nombre!- su labio tembló -¡Esa es mi vida, esa soy yo y me odio por eso!- intentó quitarse la camisa de fuerza, pero fue en vano -¡Y no me mires así!- gritó de la nada -¡No necesito la compasión de alguien tan arrogante y desagradable como tú!- no la escuchó, solo quería acercarse -¿¡Qué sabe el grandioso Lai Row de la miseria humana!? ¡Nada! ¡Porque no puede ver más allá de su enorme ego y...!- la abrazó, sin saber como lo hizo, la abrazó llevándola al silencio.

-Perdóname- susurró en su oído al tenerla entre sus brazos y rodear su cabeza con una mano -Sé que no merezco tu perdón, pero quiero ayudarte con esto- soltó la camisa de fuerza, la liberó -No tienes que cargar con todo este dolor tu sola- la apartó y limpió una lágrima que descendía por su rostro con el pulgar -Es duro, es difícil, yo lo sé...- temblaba por las lágrimas que no quería soltar -Pero, tienes que aprender a dejarlo ir-

-Eso intento, pero no puedo...- llevó una mano al centro del pecho para sentir los latidos de su maltrecho corazón -Me duele, me duele mucho y no sé que hacer con eso-

-Eso lo sabrás cuando despiertes-

Besó su frente y todo se iluminó, arrastrándola a la realidad de ese diván. El viaje por esos tristes recuerdos había terminado.

-¡Dea!- su hermana apareció en su campo de visión -¡Hermanita! ¿Cómo te sientes?- la ayudó a sentarse -¿Estás bien?-

-No lo sé- tocó su sien izquierda con dolor -Me duele aquí-

-Es normal- dirigió sus ojos a la persona que se encontraba de cuclillas ante ella -Fue un viaje muy largo- asió su rostro para examinarlo con cuidado -Tendrás jaqueca por unos días, pero te repondrás- no se había dado cuenta de lo hermosa que era hasta ese momento -¿Puedes levantarte?-

-Creo que sí, Lai, gracias- lo hizo, pero con mucha dificultad -Madame Symza, ¿Puede irme a descansar?- su hermana la ayudaba a que siguiera en pie.

-Sí, mi niña- acarició su rostro con culpa -Lamento mucho haberte arrastrado a esto-

-No se preocupe, estaré bien-

No era cierto y jamás lo estaría, pero al menos, lo intentaría.

-Lo sé, ve a descansar- las perdieron de vista al atravesar esas puertas.

-Madame Symza, no tenía idea-

-Ninguno de nosotros, Lai, ninguno de nosotros-

Regresaron a la realidad de esa torre, el viaje por los recuerdos de su memoria, quedaría grabado en su mente y en la de todos.

-No tenía idea, preciosa- depósito un pequeño beso en el dorso de su mano -No tenía idea que habías sufrido tanto-

Se encontraba sentado en el suelo, con ella entre sus piernas y descansando la espalda en la pared. Era pequeña junto a él y la protegía con su imponente figura como un hermoso gigante.

-Nadie tiene porque saber eso, Lai-

-No, claro que no, mi amor- descansó la barbilla sobre su hombro -Pero si hubiera conocido tu historia desde un principio, no hubiera sido tan malo contigo-

-Eso ya no importa- sus ojos estaban fijos en la nada -Solo se puede obtener una sola impresión de las personas y la tuya, fue la peor- rió cuando le hizo cosquillas al sentirse insultado -Bien, lo siento, no volveré a decirlo- le apartó el mechón de cabello que siempre le cubría un ojo -¿Has podido contactar a Aslan?-

-No- besó la palma de su mano, además de un virtuoso vidente, era médium -La última vez que hablamos, dijo que te amaba mucho, que te perdonaba y que de ahora en más, mi deber era cuidarte como él lo hubiera hecho-

-Basta, me harás llorar- rogó entre temblores -Lo extraño-

-Y él también a ti, pero se fue en paz- limpió una errante lágrima, una vez más -No llores- suplicó angustiado.

-No lo haré- prometió -Es solo que, con el simple hecho de saber que se fue en paz, me siento muy feliz- lo abrazó escondiendo su rostro para que no la viera llorar -Gracias, gracias por todo, Lai-

-Eres una bruja maldita- presionó más ese enorme abrazo -Acabas de hacer que me enamore un poco más de ti-