-¿Cómo estás, hermanita?- subió a una rama de ese enorme árbol donde ella leía, una de sus tantas novelas y ajena al mundo -¿Cómo pasaste la noche?-
Era día libre para todos los alumnos de segundo año. El baile de primavera había sido todo una éxito, ellas no estuvieron presentes ya que regresaron tres días después de su viaje, pero los rumores, no se hicieron esperar entre los estudiantes.
-¿Tengo que responder eso?- cerró el libro, dejándolo a un lado y la observó desde la base -Pero creo que la pasé mejor que tú-
Los alumnos de cuarto año de la casa Fenrir y Nornir, entrenaban muy cerca de ellas, en el campo destinado para ello.
-No importa, voy a ignorarlo y ya-
Se recostó en su sitio y cerró los ojos para pensar en nada.
-No puedes evitar la realidad todos los días, Gaia- dos personas se acercaban y se incorporó, precipitada, tenía que huir de allí antes de que llegaran -Sea cierto o no lo que dicen, no puedes evitarlo por siempre- caminó en otra dirección sin decir adiós.
-Sí, puedo- aseguró sin importancia -Él no es nada mío, puedo evitarlo cuando quiera-
Estaba sola, ella se había ido y no se había percatado de su partida.
-Vaya, es bueno saberlo- su voz la asustó -¿Esa es la razón por la que te escondes de mí?- quiso saber, se veía destruido y desesperado, lo había estado evitando en la última semana -Pensé que habíamos conversado al respecto y que todo había quedado claro entre nosotros, Gaia-
-Te dije lo que querías oír, Keilot- bajó de donde estaba -Vete con Megan y déjame en paz-
-Escúchame, por favor- la detuvo al interponerse en su camino -Todos los rumores que escuchaste al regresar de Dubrich son ciertos, pero te juro, que jamás fue mi intención ocultartelo-
-Si, seguro- quitó su brazo despacio y evitando hacer una escena -¿Alguna vez ibas a decírmelo?- lo encontró mudo -Tu silencio me dice que no- afirmó -¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué ganaste haciendo esto?- sus ojos se encontraban cargados de decepción y lágrimas -¿Sentinter más hombre? ¿Más poderoso? ¿Qué?- no contestó, no tenía como -¡Ahora entiendo porque ella me odia!- se acercó un poco más, cuando se percató de que había levantado la voz -Ella es tu novia- murmuró por lo bajo y mirando alredor.
-Ex novia-
-Eso no es lo que ella y los demás dicen, Keilot- se apartó, ya que intentó tocarla -Sé hombre y dime la verdad-
-Sí, lo es, pero no siento nada por ella- era cierto, la verdad se reflejaba en sus ojos -Yo estoy loco por ti y desde el primer día que llegaste aquí- estiró una mano para tocar su rostro, pero cerró los dedos cuando se alejó -Estoy con ella, sí, pero lo hago por mis padres, los decepcionaría si supieran que amo a una Valkyrie- se le fue el aire, no podía respirar.
-¿Me amas?- murmuró sin aliento.
-Como no tienes idea-
Llevó una mano a su pecho como si le doliera y de hecho, así era.
-Pues, que lástima- pronunció con tanta indiferencia, que le rompió el corazón -Porque yo no seré la tercera en discordia aquí- giró sobre sus talones dándole la espalda -Adiós, Keilot y que seas muy feliz-
No iba a detenerse, seguiría camino hasta que se aburriera de seguirla como una pesada sombra, pero era algo imposible, se trataba de Lai Row.
-Creo que tenemos que hablar, ¿No te parece?-
-Por supuesto que no- negó inmediatamente -Por supuesto que no tenemos nada de que hablar-
-Dea, no puedes estar molesta conmigo, es absurdo- la giró por un hombro de manera brusca -Tú vives rechazándome y ni siquiera me das la oportunidad de estar contigo, ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué estuviera toda la vida suplicándote?- se señaló así mismo, imponente -¡Si correspondo los sentimos de Irene, te enfureces conmigo! ¡Pero cuando te pido que estemos juntos, me ignoras y lanzas todo al olvido como si fuera nada! ¿Qué quieres de mí?- rogó con toda el alma -¿Quieres volverme loco? ¡Eso es lo que quieres! ¿Verdad?-
-¡No lo sé!- cubrió su rostro con ambas manos para ocultar sus lágrimas -¡No lo sé! ¡No sé que es lo que quiero!- descubrió su cara -¡No merezco todo lo que tú me ofreces! ¡No te merezco y me aterra!-
-Eso...- aferró su barbilla con mucha fuerza, sino la soltaba, podría hacerle daño -Lo decido yo, ¿Comprendes?-
Su voz era sombría y peligrosa, como si fuera una amenaza.
-Me lastimas- rodeó su muñeca con ambas manos para alejarlo.
-Y tú a mí- la soltó de golpe -Esto se terminó, Dea Fleming- caminó de un lado a otro tirando su cabello -Se terminó, aunque me duela el no tenerte, no voy a estar toda la vida esperado por ti- llevó las manos detrás de su nuca y la miró por un largo tiempo, como tomando una difícil decisión que no quería elegir -Te adoro infinitamente, estás aquí, en mis sueños y en mi mente- cerró los ojos y sus brazos cayeron a plomo, dándose por vencido -Pero me rindo, esto no es sano para mí-
-Lai- susurró dando un paso, pero se detuvo -Lo siento-
-No, no lo sientes, sino estarías conmigo-
Dio fin a esa discusión para alejarse de su vida, si es que eso era posible. Ese año, los brotes en primavera, no florecerían.
Las hojas cayeron, el clima cambió por completo y trayendo consigo al otoño, como también, al segundo semestre de ese largo año.
-¿Te ayudo, hermanita?- cargaron entre las dos un enorme macetero de mandrágoras.
-Sí, gracias, Gaia-
Eran las únicas alumnas del segundo año que no habían vuelto a casa para las vacaciones.
-Dejaremos este lugar hermoso, ya verás, Dea- sacudió sus manos llenas de tierra.
-Las plantas nos necesitan- arrancó unas hojas marchitas de salvia silvestre -Y son los únicos seres vivos con los que puedo entenderme-
-¿Y yo qué? ¿Soy un monstruo?- preguntó con gracia, trasplantando cilantro en un nuevo almacigo -¿Evan o Val? ¿Qué? ¿Nosotras no contamos en tu pequeño círculo de amistades?-
-Claro que cuentan y mucho, pero la relación que tengo con las plantas, es diferente a la que mantengo con los humanos- la apuntó con una pequeña pala -Tú lo sabes, te encargaron el aviario, los establos, los criaderos y nidos, mientras todos regresan a casa- puntualizó -Es una responsabilidad-
Guardó la pala en su mandil, para usar las tijeras y quitar trasplantes para nuevas rosas. Era adorable, llevaba unos short rotos, botas hasta las rodillas y una pequeña blusa negra con dragones que enseñaba su horadado abdomen, simplemente, preciosa. Era toda una maestra jardinera trabajando en su invernáculo y cultivando flores.
-Cierto, los animales me aman y es privilegio cuidar de ellos-
Había terminado y era un desastre cubierto de tierra de la cabeza los pies, su overol se encontraba completamente sucio, al igual que su rostro y blusa, ni hablar de sus vans. Aunque se veía, increíblemente tierna, ya que parecía una niña hippie con ese pañuelo enredado entre sus rizos.
-Gaia, eres un desastre- rió al verla -¿Cómo alguien puede ensuciarse tanto al transplantar un cilantro de veinte centímetros?- cruzó los brazos, mirándola de arriba a abajo.
-Era un cilantro rebelde- las carcajadas no se hicieron esperar y se escucharon por todo el lugar -Bueno, estaré en los nidos por si me necesitas- limpió sus manos un poco y dejó su instrumental sobre la mesa más cercana -Hoy nacen los Elmekianos, así que, tengo que estar allí-
-Los dragones no me dejan acercar a los nidos, soy una hechicera negra, ¿Lo recuerdas?- había olvidado ese pequeño detalle, los dragones odiaban a los hechiceros -Mejor nos vemos en el ensayo a las siete, ¿Te parece?-
-Perfecto-
Volteó y encontró a una persona observándolas desde el umbral de la puerta, que le indicó que guardara silencio.
-Nos vemos luego, hermanita-
No se había percatado de la presencia del intruso, ya que se encontraba muy entretenida con los rosales mientras tarareaba una canción y siendo adorada por esos hermosos ojos azul verdoso.
-Adiós, Gaia, cuídate-
Le guiñó un ojo al pasar junto a él y los dejó solos.
-Me encanta este lugar- dió un brinco al oírlo, creyó haber estado sola, pero se equivocó -Tranquila, así tienes el alma-
-¿Por qué siempre me haces esto, vidente?- le arrojó tierra a la cara -Y además, ¿Qué haces aquí?, No se supone que regresaste a casa en vacaciones- siguió con su labor después de calmarse.
-¿Tengo que tener algún motivo especial para venir aquí o regresar a la escuela?-
Ella hizo un gesto obvio observándolo de reojo, ni él se creía esa patética excusa.
-Bueno, sí, quería verte, ¿Está mal?-
Llevó las manos a los bolsillos de sus pantalones, descansando su lánguido cuerpo bajo el umbral y observándola con esa superioridad innata que él tenía, la cual estaría encantada de borrar de un golpe. Vistiendo casual, era un ser humano muy atractivo, con esa chaqueta de mezclilla, vans negras y jeans rotos que le quedaban a la perfección. La vida fue muy generosa y había hecho justicia en ese detalle. Él sabía como lucir bien y podía lograrlo, sin el menor esfuerzo.
-No lo sé, ¿Irene sabe que estás aquí?-
Preguntó con asco y mala cara. Odiaba a esa pelirroja de enormes senos y voluptuosos trasero, que cada vez que podía, le hacia la vida imposible y la llamaba escuálida. Solo esperaba que el destino le diera la revancha para darle una lección que jamás olvidaría. El no respondió y su mutismo, la sacó de quicio, estaba harta de sus estúpidos juegos mentales.
-¡Hace meses que no me diriges la palabra y finges que no existo!, ¿¡Qué demonios quieres!?- dejó todo a un lado para plantarle cara.
-¿Es cierto?- su voz ensombreció al decirlo.
-¿Qué cosa?- no se dejó intimidar en lo más mínimo.
-¿Es cierto que sales con Dylan?- no le dio tiempo a procesar lo dicho -¿Sí o no?-
Insistió, al verla inerte, impacta e incapaz de pronunciar nada.
-Eso no te importa-
Caminó a la salida, después de quitarse el mandil. No quería seguir escuchándolo.
-Contéstame, porque me volveré loco e iré a preguntárselo a él sino lo haces y eres consciente de como terminará- la detuvo de un brazo -¿Sí o no?- repitió, a punto de perder la compostura.
-No- apartó su brazo de un tirón -¿Contento?- habló irónica.
-¿Tú que creés?-
La besó con tanto fervor, que no fue consciente cuando la cargó por la cintura, sentándola sobre una de las mesas y disfrutar aún más el momento. Los dioses le estaban dando una segunda oportunidad e iba a aprovecharla.
-¡Keilot!- el grito a coro de ese nombre, le crispó los nervios -¡Me miró! ¡Me miró!-
Gritaban una y otra vez, un grupo de admiradoras, mientras él corría por la costa ignorándolas por completo. Los territorios de la escuela eran enormes y los alumnos los aprovechaban al máximo.
-¡Es tan atractivo! ¡Y Megan tiene tanta suerte!- sofocó una risa -¿Qué extraño que haya vuelto a la escuela en vacaciones, ¿No creen?-
Era un adonis, es cierto, pero tampoco para hacer tanto escandalo por su simple presencia. Volvió a reír ante ese absurdo pensamiento, eran patéticas, cada una de ellas lo eran y sin disimulo alguno.
-Disculpa, ¿Dije algo gracioso?- preguntó una de ellas al escuchar su risa bulona.
-Para nada, es solo que, me resultó patético- su sinceridad, la descolocó -Es todo-
Siguió camino hacia el acantilado de los nidos de dragones, antes del atardecer, tenía que llegar allí.
-¿A dónde vas?- detuvo el paso al llegar a su lado.
-A los nidales- respondió sin más -¿Tú que haces?-
-Entreno- inhaló profundo -El encuentro de intercambio es en dos semanas y tengo que estar preparado- se detuvo en seco al procesar lo que dijo -¿Dijiste nidales?-
Se veía exhausto, sudado y sumamente musculoso con la franela deportiva pegada a sus pectorales. Era un dios entre mortales.
-Sip- indicó con simpleza y sin detenerse -Tengo que llegar antes del atardecer, hoy nacerán los Elmekianos-
-¿Shapira y Dracko serán padres?- estaba consternado.
-Así es- volteó a verlo -Y tengo que ir a supervisar el nacimiento, Logan no está, así que, me corresponde a mí hacerlo- llevó una mano sobre sus ojos para observar lejos -Pero no creo llegar, el acantilado está muy lejos-
Le faltaban recorrer unos dos o tres kilometros hasta adentrarse al terreno de los dragones.
-Sube- le dio la espalda para cargarla -Yo te llevaré-
-No, gracias, llegaré como pueda- lo esquivo y siguió camino -Tendría que haber venido en bici- lamentó abrumada, hasta que no sintió el suelo bajo los pies -¡Keilot! ¿¡Qué diablos haces!?- la había cargado sobre su hombro.
-Dije que te llevaría y así lo haré- se preparó para correr como nunca antes -¿Lista?- su sonriera era única e inigualable.
-¡No!- gritó aterrada cuando él emprendió carrera.
-Te extrañé- besaba una y otra vez esos labios que tanto amaba -Te extrañé mucho- acarició su rostro perdido en ella -No tienes idea de cuantas noches soñé con esto-
-Lai, déjame- suplicó entre ahogos, sentada sobre esa mesa en donde la había aprisionado -¿Por qué haces esto?-
-¿Por qué piensas que lo hago?- besó su rostro, para luego, hacernos lo mismo con sus labios -Porque te necesito, por eso lo hago-
-Nadie necesita de mí- quería llorar, pero se sometía internamente para no hacerlo -Quizás este lugar, pero nadie más-
-Yo te necesito, tu hermana te necesita y todos los de tu casa te necesitan más que nunca- juntó sus frentes al asiar sus mejillas -No vuelvas a decir eso, eres alguien importante en este mundo y viniste aquí para vivir, no para seguir sufriendo-
Lo abrazó tanto, que no quería soltarlo nunca. También lo había extrañado, había extrañado sus palabras, sus besos y sus caricias, todo de él, solo que jamás se lo diría.
-Me harás llorar- susurró en su cuello, haciéndolo sonreír.
-Eso nunca, preciosa- suspiró aliviado al tenerla entre sus brazos, otra vez.
-A veces siento que te odio- se tambaleó un poco cuando la dejó en pie.
-Es una lastima, porque yo jamás podría odiarte- la sostuvo de los brazos para que no cayera -Lo siento, había olvidado que te daba náuseas- estaba blanca como un papel.
-¿Por qué estás hablándome?- pronunció recompuesta y con los ojos cerrados -Perdón, mejor dicho, ¿Por qué estás hostigandome de nuevo?- miró alrededor, habían llegado al territorio de los dragones -¿Te dejó tu novia?- se burló, como siempre.
-Ojalá, ella regresará en dos semanas- bufó fastidiado -Es bastante insufrible, ¿Sabes?-
-No me importa- silbó con dos dedos en los labios -Aguántate- el ruido que hace el aire al cortarse irrumpió su posible respuesta -Escóndete- advirtió en alerta mirando a los cielos -Ahí vienen- obedeció y guardaron silencio hasta que descendieron, pero era solo uno de ellos -Aleh, Dracko, aleh-
Los dragones Elmekianos, eran hermosos, enormes, elegantes y de brillantes escamas negra azuladas, pero sobre todo, sumamente orgullosos de su belleza y su estatutos entre el mundo de los dragones.
-Lo sé, amigo, lo sé- escuchó lo que dijo en su mente, acariciando su enorme cuello -No puedo imaginarme lo histérica que estará Shapira, jamás aspiré a hacer madre- rió con gracia -¿De verdad?-
La carcajada que salió de ella, era hipnótica y él, que se encontraba escondido detrás de un árbol, volvió a perder el corazón.
-¿Keilot?- escuchó sus pasos y salió de su escondite.
-¿Sí?-
Parecía un niño, escuchar su nombre saliendo de sus labios después de tanto tiempo, lo llenó de luz.
-Ven- estiró una mano que fue tomada por él -Coyotito calladito y todo saldrá bien- caminaron hasta el dragón.
-¿De verdad Evan dijo eso?-
Asintió, sentado frente a ella y mirándola con adoración, jamás la había visto tan adorable vestida así.
-Sí, ¿Por qué creés que estoy aquí?- indagó retórico -Tendría que estar con mis padres y mi hermana, disfrutando de las vacaciones de otoño en la capital- indicó en el mismo tono -Y por culpa de Evan y su enorme boca, regresé aquí-
-No hables así de mi mejor amiga- lo golpeó en el hombro con un puño -Tendrá sus razones al haberlo hecho-
-Por favor, Dea, no la justifiques- frotó su brazo para mitigar el dolor -Casi me vuelvo loco de la desesperación- comenzó a narrar los hechos de ese almuerzo caótico.
La familia Row, una de las mejores familias dentro del mundo de la magia y la hechicería, desde las primeras historias jamás contadas, era única. Cada uno de sus integrantes, desde el primero al último, se caracterizaban por ser sumamente virtuosos y talentosos, como también, portadores de diversos dones, como la clarividencia, la adivinación y la manipulación de la magia blanca o astral, entre los más destacados.
Ese día, todo el mundo se encontraba allí, celebrando el quincuagésimo natalicio de la matriarca de la casa, la señora Helen Row. No solo eso, entre los invitados, se encontraban las familias más allegadas a la casa, como los Helsing, los Lovehood, los Foster y los Dresher, todo un acontecimiento de alcurnia para la sociedad mágica.
-Bien, todos los invitados, pasen al comedor- invitó la agasajada abriendo las puertas -Hijo, ven aquí- lo detuvo y entrelazó sus brazos para caminar juntos -Hoy te sentarás junto a Irene, ya que Eyra no pudo venir, pero mañana viajaremos a la capital para celebrar con ella- lo sentó a su lado sin que pudiera decir o hacer algo -Keilot, tú tomarás asiento junto a Megan y Valery- asintió inconforme, pero ya que, esa mujer era exasperante -Y los demás, por favor...- señaló con ambas manos esa larga mesa -Espero que disfruten la comida que preparé yo misma-
-Así lo haremos, cariño- su esposo, como siempre, había apartado el lugar a su diestra para ella -Alan- dirigió la palabra al patriarca Helsing del otro lado de la mesa -¿Hablaste con Bradley?, dijo que iba a llamarte-
-Sí- bebió un poco de vino y lo apartó, para probar ese delicioso platillo frente a él -Después de más de cincuenta años, llegó un hechicero negro a Dragma y está eufórico-
-Hechicera, señor Alan y mi mejor amiga, además- agregó una enérgica Evangeline junto a su primo -Ella es grandiosa, muy inteligente y una gran Beserker, ¿No, Lai?- asintió con una copa en sus labios -Y eso no termina allí, sabe invocar el Drag Slave, el hechizo aniquilador de dragones-
Le encantaba hablar de ella, la llenaba de orgullo y admiración, no por nada era su mejor amiga.
-Es cierto, Dea es increíble- habló la otra muchacha presente -Y su hermana Gaia pertenece a mi casa, es una excelente sanadora y la única con conocimientos en alquimia para ello- metió una porción de carne a su boca y tragó para seguir hablando -Es extraño, porque cuando llegó allí, por un error de papeles terminó en la casa Fenrir y en su último entrenamiento de campo, casi muere al caer en hielo, fue horrible- dirigió sus ojos al muchacho junto a ella -Tú estabas ahí- lo apuntó, afirmando.
-Sí- el recuerdo le cortó el apetito -Cuando la saque del hielo, no respiraba, estaba muy pálida y sus labios se encontraban morados- miró a su mejor amigo transmitiéndole el pensamiento -Fue aterrador, estaba muerta o al menos, lo parecía-
-Pero tú la salvaste, hijo- admiró su padre -Eres un héroe- su pecho estaba lleno de orgullo -Cuando tu hermana me contó lo que hiciste, lo primero que hice fue...-
Su hija tampoco estaba presente, se encontraba en la capital junto a la hija de los Row, en un viaje de compras y turismo.
-Te dije que no dijeras eso- golpeó la mesa al empuñar los cubiertos, interrumpiéndolo -Era su superior y líder del grupo, hubiera sido terrible que muriera bajo mis órdenes-
Lo aniquiló con esos ojos tan idénticos a los suyos, que le causó escalofríos.
-Keilot, compartate- advirtió su madre -Y Alan, por favor, deja de poner incómodo a nuestro hijo- silencio absoluto, ella llevaba los pantalones y el mando en su hogar, sin excusas u omisiones -Ellas son las hijas de Selva y Hanibal, ¿No es así?-
-Sí, señora Lue, lo son-
-Que pareja tan adorable- mencionó ilusionada la matriarca de la casa -Fueron nuestros compañeros hasta graduarnos en Dragma, ¿Los recuerdas, Rocks?-
Presionó la mano de su esposo llena de nostalgia. Las demás familias presentes, se mantenían al margen de la conversación, ya que desconocían de quienes hablaban.
-Hanibal es de Hara, es un hombre inteligente, trabajador, humilde, con un genio de los mil demonios y amante de las motocicletas- habían sido grandes amigos -Se enamoró de Selva, desde el momento en que la vió por primera vez y quién no, si era hermosa- los adultos asintieron de acuerdo -Tienes que recordarla, Alan-
-Como olvidarla, si era una loca gritona, amante de la ropa de moda, las manualidades y la buena comida- rememoró -Que siempre era acompañada por ustedes dos- señaló a su esposa y amiga, respectivamente -El tridente del mal, les decíamos, cada vez que transitaban por los pasillos de la escuela- golpeó la mesa para reír como un loco, al igual que su querido amigo por las caras de sus esposas -Quién diría que ellos se casarían y se irían del país, sinceramente, nunca creí que serían felices al ser tan diferentes-
-Nosotros nos casamos dos años antes, querido- le dió dos toquecitos en el dorso de su mano -Y a los pocos meses, Keilot llegó a nuestras vidas-
-Que hermoso es saber que jamás fui un hijo planeado- acotó sarcástico -Y seguramente, tú tampoco, Lai-
-¿Qué duda cabe, amigo mío?- sonrió, soportando la risa que se le atoraba en la garganta -¿Qué duda cabe?- repitió y miró a sus padres -Desconocía que los padres de ellas eran sus amigos-
-Sí y de los Bradley también- respondió su padre -En esos años, la escuela forjó una gran generación de alumnos y según parece, pronto se repetirá-
-Hablando de los Bradley- volvió a tomar la palabra la misma chica de hace unos instantes -Evan, ¿Es cierto que Dea está saliendo con Dylan?-
-Sí, es cierto- le dió un sorbo a su copa -Son una pareja adorable, tendrías que verlos, Val- suspiró enamorada y haciendo ojos soñadores -Él le entrega el mundo a sus pies y es súper dulce con ella-
Observó a su primo con disimulo y una enorme sonrisa triunfal en sus labios, lo había logrado. Logró su objetivo, perturbado, se veía tieso, confundido y con tanta consternación en el rostro, que parecía otro.
-¿En serio? ¿Dylan?- inquirió asombrada -Pues, ver para creer- sonrió, ampliamente -Le preguntaré a Gaia en la noche cuando la llame- dirigió sus ojos al hijo de la familia Lovehood -Logan, ¿Es verdad que ella se irá de la escuela el año que entra?, me comentó algo al respecto, pero no es seguro, ¿Tú sabes algo?-
El ruido de cristales rompiéndose, irrumpió la posible respuesta que él pudiera darle.
-¿¡A dónde, Lovehood!? ¡Quiero saberlo!-
Se incorporó con una mano cubierta de sangre, había roto su copa al ejercer presión cuando escuchó la pregunta. No podía ser cierto.
-¡Suéltame, Megan!- apartó su mano de un tirón.
-Se... Se irá...- lo miró aterrado, él le daba pánico -Se irá a Acadia, si es que la aceptan en la escuela de alquimia- tragó con dificultad -Piensa aplicar después del encuentro de intercambio, ya que el director estará allí y hablará con él al respecto-
-¡Lai!- gritó angustiado -¡Vámonos a la escuela!-
-Leíste mi mente, hermano- dejó la servilleta sobre la mesa después de incorporarse -Lo siento, mamá- corrió hasta ella, regalándole un enorme beso y abrazo -Mis vacaciones terminaron, hay algo que tengo que solucionar- la determinación que admiró en su mirada, antes de soltarla, no se comparaba
con nada -¡Por cierto, me llevo el auto!- exclamó, antes de escucharse un enorme portazo.
-¿De verdad nuestros padres fueron amigos?- la historia que narró, fue increíble.
-Sí, lo fueron o lo son- buscó algo en los bolsillos de su chaqueta -Me olvide de darte esto-
-¡Monedas de chocolate!- le entregó las tres que había llevado -¿Cómo supiste?- quitó la envoltura de dos y le regaló una.
-Un pajarito llamado Evangeline me lo dijo- la metió en su boca y masticó, sonriendo.
-¿Cómo te preparas para el encuentro de intercambio?-
-Bien, estamos listos- quitó la chequeada que lo cubría, enseñando sus firmes y musculosos brazos -Entrenamos estrategias de combate y hechizos con Keilot, desde hace meses- era cierto, se veía impresionante y mucho más tonificado que antes -Este año será difícil, Rigveda y Acadia son muy fuertes-
-Lo lograrán, como todos los años, aunque lo lamento por Logan- negó de un lado a otro, abrumada -Él es el más débil de los cuatro regentes que participarán, lo harán trizas-
-No lo subestimes, Logan es un gran estratega- se acercó a ella, para cargarla y sentarla en su regazo -Estás más delgada, ¿Dónde fue todo tu peso?- realizó ejercicios de bíceps son su cuerpo, como si fuera una pluma -No pesas nada- la dejó en su lugar.
-Es que tú estás más fuerte- juntó su cabeza con la suya, para medir sus manos y jugar con sus dedos, las de él eran enormes -Jurame que no te pasará nada- le tenía terror al encuentro de intercambio.
-Lo juro, preciosa- llevó su pequeña mano a su boca -Lo juro- solo necesitaba sentir su piel para que todo estuviera bien.
-¡Eso fue grandioso!- exclamó levantando los brazos al universo, terriblemente despeinada, con la cara llena de tierra y hollín -Jamás había visto nacer a un dragón- movió los brazos en vaivén y entrecruzó las manos detrás, caminando a su lado -Fue increíble-
-Sí, por supuesto- él se encontraba igual o peor que ella, ya que su ropa estaba rota y llena de agujeros -Aunque fue un poco violenta por las explosiones, es algo que me gustaría volver a ver-
-En una semana nacerán los Muerte Blanca, pero tenemos que ir al bosque de invierno para verlo- ojeó una pequeña libreta en mano y tomando apuntes del nacimiento de los Elmekianos -Sí quieres, vamos- terminó de escribir y la guardó en su bolsillo trasero -Puedes llevar a Megan, seguro le encantará- propuso, entusiasta.
-A Megan no le gustan esta clase de cosas, odia todo lo que tenga que ver con el aire libre y ensuciarse-
Su novia, era completamente diferente a ella y en todo sentido. Gaia era un caos andante, sucio y desalineado, de grandes ojos avellanas y castaño cabello salvaje, algo pequeña y loca, capaz de robarle el corazón a cualquiera con su luminosa personalidad. Megan era esbelta, voluptuosa, morena y recatada, pulcra de la cabeza a los pies, sumamente atractiva y de encantadores ojos azules. Una perra maldita que sabía lo que quería y como hacerse valer.
-Lo supuse, es como una muñeca, para no insultarla y decirle fresa-
Sonrió un poco, ya que no le agradaba hablar de ella y pateó una piedra, pensando en un futuro próximo para cambiar de tema.
-Eso es lo único que extrañaré cuando me vaya a Acadia, si es que me aceptan, claro-
-¿De verdad te irás?- asintió, muda -¿Por qué?, a ti te encanta este lugar-
-Porque quiero ser una alquimista hiladora de vidas-
-Pero es lo mismo que ser una sanadora-
-No, no lo es- aseguró -Los sanadores utilizan maná y eso es algo que yo no tengo- miró sus manos con tristeza -Aquí soy Gaia la calamitosa, en todas las clases he tenido problemas, excepto, en alquimia- se detuvo un poco -Soy muy buena y sobresaliente en esa área, puedo sanar heridas menores y graves con ella- llevó las manos detrás de su nuca y miró al firmamento -Pero el profesor Eric se encuentra limitado en ciertos aspectos y me recomendó ir a Acadia para cultivar mi talento-
-¿Tus padres lo saben?-
Seguía petrificado a unos pasos de ella, se iría y no podía hacer nada.
-Sí y están de acuerdo- sonrió levemente -Están felices de saber que mi poder podrá salvar la vida de otros y que Dea al fin encontró el rumbo, después de lo de Aslan-
-¿Y qué hay de mí?- volteó a verlo, no comprendía a que se refería.
-¿Cómo qué hay de ti?- repitió -No entiendo-
-¿Me dejarás?- pronunció sin aliento.
-Keilot, nosotros no somos nada, hace meses que no lo somos- volteó para seguir su camino, tenía ensayo y no podía llegar tarde -Tú estás con Megan y eso es lo correcto, para ti y para tus padres- sus ojos se llenaron de lágrimas y dolor -Es absurdo pensar que...-
En un segundo, se encontró aprisionada bajo el tronco de un árbol y siendo observada por un par de ojos verdes, llenos de obstinación.
-No voy a renunciar a ti- su voz la hizo temblar -No me pidas renunciar a lo que siento por ti, porque eso jamás pasará- la levantó por debajo de los brazos para ponerla a su altura -No me importa nada, no me importa Megan y muchos menos mis padres- besó sus labios como tanto lo había anhelado durante todo el día -Te amo con toda mi alma y aunque se pudra el mundo, no voy a renunciar a ti- un sollozó salió de ella al bajar la mirada.
-Eres un maldito- el ruido que produjeron sus lágrimas al caer, lo desesperaron.
-Lo siento, lo siento, bonita- la abrazó con todas sus fuerzas -No llores, no llores, lo lamento-
-Estoy bien- sorbió su nariz e intentó no desmoronarse -Tú me confundes, la última vez, me dijiste que tus padres se decepcionarían de ti al estar enamorado de una Valkyrie- se alejó un poco -¿Qué fue lo que cambió ahora?-
-Tengo una hermosa historia que contarte-
Fue lo único que dijo, antes de hacer procesión de esa esa boca y esa locura que compartían.
