Castigadas, esa era la palabra que las describía a la perfección en ese momento. Están castigadas, dijo el director Bradley, después de la presentación de bienvenida que la banda de musica de la escuela le había dado a sus invitados.

-Cuando se apague el sol...- entonó, limpiando los cristales de un enorme ventanal -Y te traigan hasta aquí, las canciones que una vez, escribiste para mí...- aún le faltaban siete de esa enorme galería vacía de gente -Yo te acompañaré y cantaremos frente al mar, donde el cielo allí nos brinde su luz y su inmensidad-

Silbó cada nota, siguiendo con su castigo y preguntándose, como su hermana estaría padeciendo el suyo.

-¿Necesitas ayuda?-

Pronunció una voz utilizando muchas consonantes, un extranjero, eso era seguro.

-¿Eh?- miró alrededor buscando a otra persona detrás, pero no divisó a nadie -¿Me hablas a mí?- se señaló a si misma.

-Sí, no veo a ninguna otra persona aquí-

Era una enorme obviedad, pero tampoco tenía ganas de entablar conversación con un extraño.

-No, gracias- continuó con lo suyo -Estoy bien- dejaría los cristales hechos un desastre -Se supone que debo hacerlo sola-

-No te vendría mal un poco de ayuda- tomó otro trapo y la ayudó con su labor -Soy Dimitri Ivanovich, alumno negro de Rigveda-

-Gaia Curtís y no soy nadie- acotó cortante -¿Qué quieres?- fue directo al grano.

-Vaya, eres lista- cruzó los brazos y la analizó con la mirada -Quiero que me hables de tu hermana- ordenó con la misma actitud -¿Es cierto que es la única hechicera negra aquí?-

-Sí, ya te respondí- cargó su balde y caminó hasta el otro ventanal -Así que, vete y déjame con mi castigo es paz-

-Me agradas- tocó su cabello con un dedo -Me gustan las mujeres como tú- no se había percatado que la había seguido, fue muy rápido -Las mujeres con un fuerte espíritu, que puedo domar y doblegar a mi antojo-

Se petrificó, jamás espero que hiciera algo así, la encontró vulnerable e indefensa dentro de ese enorme lugar.

-¿Eso es una amenaza?-

Formuló una voz, haciéndolos voltear y regresando su alma al cuerpo.

-No, solo le estaba diciendo que me gusta su espíritu- levantó las manos y se alejó de ella, pero se halló aprisionado por un puño en su pecho -Tranquilo, Fenrir- excusó inocente y rodeando su muñeca con ambas manos -Guarda tu fuerza para el campo de juego- sonrió, cínico.

-Vuelves a acercarte a ella y te mataré, ¿Comprendes?- asintió y sin sentirse perturbado ni un segundo -Sea aquí o en el campo de juego, lo haré y te juro, que disfrutaré haciéndolo-

-Completamente- lo apartó de un empujón -Nos vemos, dulzura- acomodó su horrible uniforme de pieles al pasar junto a ella -Y por cierto, envíle mis respetos a tu hermana- lo perdieron de vista después de eso.

-¿Qué te dijo?- pidió saber al quedarse solos.

-Me preguntó por Dea, es todo-

La tensión seguía allí, firme y cortante, con cada respiración.

-¿Nada más?- la miró escéptico.

-No, nada más, solo lo que escuchaste- suspiró calmada -¿Sigues molesto conmigo?-

Hizo un tierno mohín con sus labios y mirándolo desde abajo para que la perdonara.

-¿Tú que creés?- mencionó, sin bajar la guardia.

-Que sí- cerró un ojo al responder -Por favor, Keilot- juntó sus manos como si fuera una plegaria -Suficiente tengo con mi castigo, como para también, lidiar contigo-

-Tendrás que hacerlo, porque soy tu supervisor- descansó su cuerpo en la columna de junto -Y esos cristales se ven horribles, limpialos de nuevo-

Ordenó, bajó la cabeza y así lo hizo. Ni modo, se lo tenía merecido.

Estornudar, era lo único que hacía cada vez que quitaba el polvo de esa pila inmensa de libros ¡Maldita sea! ¿¡Por qué tuvo que ser cómplice de las locuras de Gaia!? Pero, en fin, quién le quita el sabor de haber pasado un buen momento.

-Disculpa- preguntó una persona junto a ella -¿Puedes recomendarnos algo para leer mientras estemos aquí?-

Eran dos alumnos de la escuela de Acadia, un chico y una chica, respectivamente. Tenido en cuenta el color de sus uniformes a estilo oriental, pertenecían a las casas de fuego y agua, además, uno de ellos era participante del encuentro.

-Sí, claro- dejó algunos libros sobre un estante y les prestó su total atención -¿Qué género les agrada más?-

-Pues, no lo sé, ¿Algún grimorio o algo por el estilo?-

Preguntó la chica leyendo los lomos de aquellos que había sobre la mesa.

-Personalmente, me gustan mucho las novelas de época- recomendó -Pero hay grimorios, aunque son de magia- divagó un poco -El único grimorio de alquimia de este lugar, está en precesión de mi hermana-

-Lo imaginé- estiró una mano -Soy Fallyn Brener y él es mi hermano Valiant-

Eran idénticos, las dos caras de la misma moneda, castaños, trigueños y de oscuros ojos cafés, dignos hijos de la tierra de Acadia.

-Dea Fleming, encantada- respondió el saludo -Bueno, seguramente, tenían conocimiento de mí nombre desde ayer en la noche, cuando el director lo gritó a los cuatro vientos-

-Sí, es cierto- habló el chico por primera vez -Pero fue un espectáculo increíble y tienes mucho talento con el violín, eres magia- sus ojos se iluminaron al contemplarla como si fuera un ansioso admirador -Todos los Acadia te lo agradecemos- hizo una formal reverencia ante ella.

-No sé como responder a eso- lo miró extraño -Quizás un, ¿Gracias?-

Intentó hacer lo mismo, pero no le salió, fallando horriblemente.

-Dea, preciosa- se acercó a ellos con una enorme pila de libros en sus brazos -¿Cuál es la sección de novelas ligeras?- preguntó, ya que se encontraba ayudándola en su castigo -Hola, disculpen, no sabía que estabas ocupada-

-No lo estoy, Lai- aseguró, ayudándolo a cargarlos -Ellos son Fallyn y Valiant- los presentó -Bueno, a él ya lo conoces, es uno de los competidores del encuentro-

-Un placer, soy Lai Row- se veían amigables -Un Nornir y novio de esta hermosa criatura a mi derecha-

Le regaló un guiño, provocando que rodara los ojos. Era insufrible.

-Te supliqué que no dijeras eso, vidente- reclamó abochornada -A nadie le interesa lo nuestro y además, recuerda que está prohibido tener relaciones amorosas en este lugar-

-Yo no diría eso si fuera tú- descansó la frente en su sien -Todo el mundo aquí, está esperando el momento oportuno en el cual me mandarás al diablo-

Sonrió hipócrita y sin separarse de ella, le encantaba perturbar su paz con esas cosas.

-¿Y eso por qué?-

La chica de Acadia estaba encantada, hacían una pareja adorable y no entendía a que refería, si se apreciaba a kilómetros que eran el uno para el otro.

-Porque él me odia y yo tengo muy poca paciencia- acomodó mejor los libros que cargaba -Te puedes imaginar el resto-

-Sí, somos una bomba de tiempo a punto de estallar, ¿No, preciosa?- asintió a lo dicho.

-Sí y ahora que lo recuerdo, la sección de novelas ligeras está en el segundo piso- observó a las personas con ellos inclinando la cabeza -Fue un placer conocerlos, pero tengo que seguir con mi castigo- subieron esas interminables escaleras después de despedirse.

-Me agradan- indicó a su hermano tomando uno de los libros para ojearlo.

-A mí también, él es muy fuerte y será un gran oponente-

Era lo único que le importaba de ese enorme lugar, ganar y ser el mejor de su escuela, por otro lado, todo lo demás era un lastre que debía dejar atrás.

-Creo que ya es todo- se sentía agotada, había fregado cada rincón de esa enorme lugar -Nunca más cantaré en público- cayó a plomo, sus piernas no daban a basto después de tanto trabajo -Lo juro-

-¿Aprendiste la lección?-

Tomó asiento junto a ella y rodeándola con una de sus brazos, ya no estaba enfadado.

-Totalmente- suspiró y descansó la cabeza en su hombro -Gracias por supervisarme-

-No hay porque, era mi trabajo- besó su coronilla -¿Tienes hambre?-

-No, estoy muy cansada para comer-

-Tienes que comer algo- la levantó de un tirón -Estoy seguro que desde ayer no pruebas bocado-

-Tienes razón, no pude disfrutar del banquete de bienvenida- una pequeña risa brotó de sus labios -El director Bradley es un dictador, nos negó hasta la cena-

-Gaia, bonita...- el comedor quedaba muy lejos -Tú hermana y tú, convirtieron la escuela en un cabaret-

-¿A poco no?-

Sofocó una estridente carcajada. Era cierto, hicieron estragos la noche anterior, pero no se arrepentían de nada.

-¡Bienvenidos sean! ¡El encuentro de intercambio fomenta el liderazgo y la amistad con nuestras escuelas hermanas! ¡Es un momento de aprendizaje y enseñanza para todos nosotros!-

Se escuchó la voz del director Bradley por todo el lugar y junto al resto del cuerpo docente que se mantenían incólumes.

-¡Y ahora, sin más preámbulos! ¡Es un honor para la escuela de Dragma recibir a Acadia!-

Las puertas fueron abiertas de par en par por un incontenible viento, mientras los alumnos de esa maravillosa escuela de alquimia del desierto de Minra, revelaban sus habilidades en forma conjunta con movimientos de batalla, aire, fuego, tierra y agua, un espectáculo digno de ver para cualquier mortal. Eran alquimistas de espíritus libres y gran humanidad, amigos incondicionales para todo aquel que posea su amistad, como Dragma.

-¡Y Rigveda!-

Rigveda, ubicada en la frontera de Dragma y Aurugo, la tierra de hielo. La cual oculta y protege dentro de sus muros a magos, hechiceros y sacerdotisas sumamente poderos, usuarios de la magia negra, blanca, astral y natural. Prácticamente, inmortales e indestructibles, pero nada que Dragma no hubiera enfrentado antes con sus enemigos naturales.

-Directora Xana, tan encantadora como siempre- regaló un besa manos a hermosa mujer de cabello rizado, ojos pardos y morena de la escuela de Acadia -Un gusto volverte a verte, Irsa-

-Igualmente, viejo amigo- hizo señas a Rigveda para que tomara asiento en su lugar asignado, parecían soldados recibiendo ordenes de un superior -Gracias por recibirnos tan cálidamente- inclinó la cabeza en señal de respeto.

-Los alumnos de Acadia estaban ansiosos de llegar aquí- la voz de esa mujer era profunda e hipnotizante -El desierto de Minra es demasiado aburrido para los adolescentes- miró a sus alumnos -Niños- aplaudió para llamar su atención -Saluden y tomen asiento detrás de Valkyrie- señaló con un ademán la respectiva mesa.

-¡Sí, maestra!-

Todos y cada uno de ellos, realizó una formal reverencia, para luego, tomar asiento en su lugar correspondiente.

-¡Bienvenidos!- volvió a tomar la palabra después de esa breve conversación con sus iguales -¡Muy bien, como ustedes sabrán, las cuatro casas de Dragma, presentarán a cada uno de sus candidatos y los cuales, cada uno de ustedes votaron!- silencio absoluto -¡Candidato de la casa Fenrir!- extrajo un pequeño papelito de una urna -¡Keilot Helsing!- el grito eufórico de su grupo de admiradoras no se hizo esperar -¡Mucha suerte, guerrero!- palmeó su espalda al llegar a su lado -¡Candidato de la casa Beserker!- leyó lo escrito en su mano -¡Vaya, estoy sorprendido!- el gesto en su rostro no tenía comparación con nada -¡Dylan Bradley!- su hijo era sumamente odiado dentro de ese lugar y su elección, lo descolocó -¡Suerte, destructor!- despeinó su cabello lleno de orgullo -¡Casa Nornir!- esto sería bueno -¡Lai Row!-

-¡Lai! ¡Lai! ¡Lai!-

Exclamaron una y otra vez sus compañeros de casa, con él como representante, iban a llegar muy lejos.

-¡Demuéstrale quién eres, protector!- le guiñó un ojo -¡Por último y que los dioses lo protejan!- los integrantes de esa casa eran los más débiles allí -¡El representa de la casa Valkyrie será...!- la espera se hizo eterna -¡Logan Lovehood!-

Nadie hizo nada, ni un suspiro o un grito de jubiló se escuchó entre la multitud, mientras él se acercaba torpemente al estrado. Era un frikie y un futuro perdedor.

-¡Tú puedes, Logan!-

Gritó una compañera después de ese silencio, precisamente, Gaia Curtís, que en ese momento llevaba la capa del coro.

-¡Sí, tú puedes! ¡Enseñales quienes son los sanadores!-

Siguió su hermana al ponerse de pie y aplaudir como una loca, ella se encontraba con la banda del lugar.

-¡Logan! ¡Logan! ¡Logan!-

Gritaron a coro los alumnos de Dragma, depositando toda su fe y confianza en él, incluso, hasta los demás representantes le daban ánimos.

-¡Silencio!- invocó, calmando la tempestad -Directora Xana, por favor- dió un paso al frente.

-Gracias, director Bradley- observó a todos y sus ojos se posaron en la chica de antes -Tú tienes el corazón de una alquimista- señaló y ella volteó buscando a la susodicha -Sí tú, la chica del coro, luego hablaré contigo- aplaudió llamando la atención, ya que lo dicho, causó revuelo entre la multitud -Bien, la escuela de Acadia está feliz de presentar a su primer representante- apuntó a la banda y un redoble de tambores no tardó en llegar -Valiant Brener, elemento fuego- él se acercó al estrado sin preocupación alguna -Elemento agua, Rina Ferguson- era pequeña, pelirroja y llena de energía -El elemento tierra tendrá como representante a...- otro redoble de tambores -Mikey Stone- era alto, fornido, piel oscura y lleno de músculos -Y por último, pero no menos importante, la representante del elemento viento será Mirna Paige- ella era preciosa, de grandes ojos verdes, cabello blanco y cara angelical -Mucha suerte, mis niños- le entregó el estrado al último de los directivos.

-Muy bien, la escuela Rigveda tiene el enorme orgullo de presentar a Dimitri Ivonovich, alumno negro- era un hechicero negro de gran porte, ojos azules y cabello negro -Alumna blanca y nuestra más virtuosa sacerdotisa, Lua Lavey- una chica de largos cabellos dorados, ojos vendados y portadora de una espada subió al atrio -Los astrales son seres muy especiales y los representará, Adán Miller-

Él era todo lo que una chica podía soñar, cabello oscuro que parcialmente cubría su rostro, facciones dignas de un dios y ojos heterocromáticos. Era como un Lai, pero de la escuela Rigveda.

-Hola, primo- saludó al subir.

-Hola, Adán- ahora entendían el parecido, eran parientes -¿Cómo está la tía Linda?-

-Muy bien, luego hablamos-

Guardaron silencio, ya que la presentación no había terminado.

-Ahora bien, la duendecita de la casa natural, no se queda atrás- la señaló con ambas manos -Demosle la bienvenida a Amelía Rivale, nuestra última representante-

Todo el mundo aplaudió entusiasta a esa pequeña compañera de cabello negro, ojos azul profundo y porte entrenado.

-Gracias Rigveda y Acadia, este año será un gran encuentro- volvió al estrado -Ahora, como muestra de gratitud, la escuela de Dragma a preparado algo para ustedes-

El coro se acercó y algunos músicos de la banda se prepararon para tocar, sería un gran espectáculo. La música comenzó, junto con algunos sostenidos de interpretación vocal de sopranos, contra altos, tenores y barítonos, siendo dirigidos por el director de orquesta como si fueran un coro celestial, hasta que la distorsión no los dejó continuar al apagarse todas las luces, un respecto técnico, eso era seguro.

-¿Qué está pasando?-

Preguntó el director, consternado, ya que la banda o parte de ella, siguió interpretando una bella y dulce melodía de arpegio de guitarra, acompañada por un tenue violín entre la penumbra, para calmar los ánimos de los estudiantes.

-Escucha el susurro de las montañas- entonó la voz de una de las coristas -Te llevaré a un lugar encantado- las luces no regreson -Adéntrate en él, no tengas temor, yo te guiaré hasta su corazón...-

-Esa es mi novia-

Habló por lo bajo y codeando a su amigo lleno de admiración, al reconocer la voz de su adorada Gaia.

-En sus bosques, te perderás, hechizado por la magia- era como una sirena que encantaba a todos con su melodioso canto -Y la brisa del mar que acariciará tu rostro al caminar, al caminar...-

Ritmos armónicos de una increíble melodía celta lo inundó todo, en especial, un espectacular solo de violín, seguido de tambores y guitarras eléctricas. El rock metal sinfónico estaba en el aire.

-Y esa es la mía- su amada Dea tocaba el violín como los mismos ángeles.

-Cuentan las leyendas, relatos del lugar que en las noches salgo con la luna a pasear-

Ahora le tocó el turno a ella de cantar y la luz regresó de golpe, revelando a la banda de rock en el escenario.

-Soy quién trae la lluvia y el viento a tu hogar- continuó -Soy quién por tus sueños, para siempre velará- finalizó y siguió tocando.

Era una hechicera, una hermosa hechicera negra que cargaba con su violín, cantaba como una diosa y vestía como una ninfa diabólica. Su vestido de dos piezas no dejaba nada a la imaginación, llevaba una falda roja a cuadros, medias de red, botas hasta los muslos y un top negro que enseñaba su abdomen horadado. Preciosa de la cabeza a los pies y una incansable ladrona de interminables suspiros, en especial, de ese encantador vidente al cual le había robado el alma y el corazón.

-Mientras duermes, te cuidaré de las penas y el dolor- su hermana se encontraba sobre la mesa de los Fenrir con un micrófono en mano, desconocían como había llegado allí -Que perturban hoy tu calma, te daré calor...-

Parecía una prostituía de un burdel de alta categoría, llegaba unos short de cuero, medias negras, botas acordonadas hasta las rodillas y un pequeño chaleco que ocultaba sus senos. Era bellísima, única y despampanante, pero su novio quería asesinarla en ese mismo momento, al exponerse de esa manera como un pedazo de carne.

-Si esta noche ves, que el camino se torció, si en tu vida nunca encontraste el amor- interpretaron juntas -Silba con el viento y acudiré- eran un dúo imparable y lleno de talento -Tus deseos te concederé al amanecer-

Un interludio melódico, hizo bailar a todos y cada uno de los estudiantes allí presentes. Eran adolescentes y merecían pasar un buen momento juntos.

-Todos los estilos de amor escucharé, siempre a su dueño yo los llevaré- pisó la cara de unos de los Fenrir de primer año que tuvo la osadía de querer tocarle el trasero -Soy quién trae la magia y la inspiración, para que de frío no muera una canción-

Lanzó una flecha imaginaría a la violinista sobre el escenario para que continuara.

-Mientras duermes, te cuidaré- sonrió al verla caminar sobre esa mesa y humillando a más de uno al pasar, en especial, a Megan -De las penas y el dolor-

Dirigió una breve mirada a los directivos, la señora Xana bailaba al ritmo del compás, el director Isra sonreía gustado, mientras que el suyo, las miraba catatónico y detenido en el tiempo. Después de eso, les esperaba un enorme castigo.

-Que perturban hoy tu calma, te daré calor...- tragó pesado y aceleró el ritmo para terminar rápido.

-Si esta noche ves que el camino se torció- de nuevo el estribillo -Si en tu vida nunca encontraste el amor, silba con el viento y acudiré- su hermana bajó de un salto de esa mesa y corrió al escenario -Tus deseos te concederé al amanecer- una estrofa más y terminaban.

-Y verás que pronto, tu suerte cambiará- chocó puños con el guitarrista al subir -Si crees en la magia que habita este lugar- dejó el micrófono sobre el atril -Vence a la tristeza y comienza a vivir, pues aún te quedan muchos sueños que cumplir-

La canción terminó, junto con la melodía y un millón de aplausos. Estaban agitadas, sudadas y rebosantes de alegría, el show salió mejor de lo que esperaban, pero ahora, había llagado el momento de eximir la culpa.

-Bueno, eso fue...-

El director Bradley no encontraba las palabras justas para describir semejante espectáculo y después de que todo quedó en calma.

-¡Muy inapropiado!- miró a la banda y al coro, furioso -¿¡Qué fue eso!?- exigió saber, ya que no hicieron lo pactado y todos los dedos señalaron a las hermanas -¡Me lo imaginé!- ellas dieron un paso atrás ante la mirada que les envió -¡Dea Alexandra Fleming!- la apuntó y ella levantó su violín como si fuera un escudo contra gritos o castigos, más bien -¡Y Gaia Rouseline Curtís!-

-¡Ay mamá!- se escondió detrás de ella -¡Usó mi nombre completo!- sus ojos eran enormes, eso no era bueno.

-¡Están castigadas!- temblaron de solo oírlo.

-¡Corre, Gaia!- gritó aterrada y tratando de emprender su huida -¡Corre! ¡Y hasta Hara no pares!-

Muy tarde, su director la cargó bajo su brazo como si fuera un costal y a la nombrada sobre su hombro, evitando que huyeran de sus despiadadas garras. Era un hombre fuerte, podía cargar con ellas y más.

-Disfruten la velada, compañeros- habló a sus colegas con sus alumnas a cuestas -Tengo un asunto que arreglar con estas dos señoritas- giró sobre sus pies para emprender camino a su oficina.

-¡Keilot, ayúdame!-

Suplicó sobre su hombro estirando una mano, pero él no dijo nada, solo entrecerró la mirada y pasó un pulgar sobre su cuello dando a entender su punto.

-Espere, director- sabía que Lai, su salvador, abogaría por ella -Esto le pertenece a la banda- le quitó el violín de las manos con una burlona sonrisa -Gracias y puede continuar con el castigo-