El encuentro de intercambio era atroz, abarcando desde combate cuerpo a cuerpo, hasta resistencia a diversos hechizos. Cada uno de sus competidores lo dió todo sí, pero muchos de ellos fueron vencidos, cayeron ante la desesperación o han sido dejados atrás, dando fin a su participación en el encuentro.

Bajo toda expectativa, el primero en caer fue Dylan Bradley, al perder en la primera ronda de combate contra Dimitri Ivanovich. Le siguieron Rina Ferguson, la alquimista de agua y Lua Lavey, aquella sacerdotisa de la escuela Rigveda, ambas sucumbieron ante un encantamiento del cual no pudieron despertar.

Uno a uno sucumbieron ante el destino, Amelía Rivale casi muere congelada al atravesar el bosque de invierno, Mikey Stone fue derrotado o mejor dicho, traicionado por su propio elemento al caer en una trampa de arena. Logan Lovehood, aunque demostró ser un gran estratega, perdió la conciencia al ser infectado por un insecto, sufriendo como consecuencia un ataque anafiláctico y siendo dimitido, finalmente, por una emergencia médica.

Doce participantes entraron al rodeo y solo cinco quedaron en pie, Keilot Helsing encabezaba la tabla de puntuaciones, seguido muy de cerca por su inseparable y mejor amigo Lai Row. En el tercer lugar, se encontraba el alquimista de fuego Valiant Brener y por último, el cuarto y quinto lugar, respectivamente, pertenecían a los dos hechiceros de Rigveda que aún no fueron vencidos, Adán y Dimitri.

-Déjame pasar, Hilda- suplicó fuera del cubículo de emergencias -Te lo imploro, déjame pasar a verlo-

Moriría de angustia estando afuera y esperando razones de él.

-Lo siento, pero no puedes pasar, querida-

La enfermera de la escuela y encargada de todos los heridos durante el encuentro le bloqueó el paso.

-Solo dime si está bien, es lo único que pido- su voz vibró y limpió una pequeña lágrima que caía por su rostro -Por favor-

Juntó sus manos suplicando un milagro a los dioses, rogando que Lai estuviera bien o ella se iría con él. No podía tener otra perdida de esa magnitud, no lo soportaría.

-Lo está- aseguró como toda una profesional.

-¡No juegues conmigo, Hilda!- la apuntó a la cara, su desesperación se convirtió en rabia -¡No juegues conmigo!- repitió -¡Yo ví, claramente, como ese maldito dragón atravesaba su abdomen!- la imagen seguía allí, fija e inmutable dentro de su mente y no se iba -¡No mientas y dime cómo está Lai!-

Temblaba, todo de ella de temblaba y no podía sosegar sus emociones, no encontraba como, estaba a punto de sufrir un colapso nervioso.

-Cálmate o te haré detener-

No se dejó intimidar por su locura e increíble poder que podía verse.

-¡No me importa!- pisó el suelo con fuerza haciéndolo temblar -¡Quiero saber como está Lai!- cubrió su rostro y rompió en llanto -Por favor, quiero saber como está- imploró una vez más y la cortina fue abierta de golpe.

-Dea, por favor- era él sosteniendo su abdomen, había escuchado su histeria desde el interior -No llores y ya deja de gritar- pronunció con dolor -Me dará migraña-

Una leve sonrisa se formó en su labios para transmitirle tranquilidad. Estaba bien, solo un poco herido, pero sanaría pronto.

-¡Eres un maldito mentiroso!- se abrazó a él como si fuera la última persona en el mundo -¡Me prometiste que nada sucedería y hoy casi mueres allí dentro!- el llanto la ahogaba.

-Lo siento- besó su frentes al sostenerla de la nuca con su mano libre -Lo siento, lamento mucho haberte asustado, pero estoy bien, ¿Ves?-

Se había mantenido en pie hasta el final, pero al salir de la arena de combate, se desplomó y fue trasladado al área de urgencias sin que nadie pudiera verlo. Se había enfrentando al dragón más temido por esos lares, mucho más temido que los Elmekianos, ya que tenía la capacidad de camuflarse en el ambiente e incendiar todo su cuerpo, un Quebrantahuesos, brindándole todo el honor a su nombre.

-Casi mueres- lo miró a la cara siendo un mar de lágrimas -Casi mueres y yo estuve a punto de saltar a la arena por ti-

-Gracias a los dioses que no lo hiciste- volvió a besarla y descansó su mejilla en ella -Me hubiera vuelto loco si te veía ahí- cerró los ojos al imaginarlo, sería una pesadilla viviente.

-Gaia no me dejó, pero hubiera aniquilado a ese dragón con un Drag Slave- sorbió su nariz y escondió rostro en él -No vuelvas a asustarme así, Lai- lo rodeó con sus brazos teniendo cuidado de no hacerle daño -Perdí a Aslan y ahora no quiero perderte a ti-

-No lo harás, preciosa- correspondió ese abrazo con toda el alma -Te juro que tendrás toda la vida para soportarme-

-Tampoco me amenaces-

Advirtió, haciéndolo reír. Él también tuvo miedo, tuvo miedo de morir y no volver a sus padres, a su hermana y a su mejor amigo, pero sobre todo, tuvo mucho miedo de no volver a verla a ella.

-¡Keilot!- se arrojó a sus brazos dentro de esa pequeña carpa -¡Por todas la fuerzas de la naturaleza!- lo inspeccionó con cuidado, estaba bien, se veía entero -¡Ese dragón casi los mata!-

Estaba desquiciada, el enfrentamiento con ese dragón fue algo mortal.

-¿¡Dónde está Lai!?- preguntó alarmado al separarla de él -¡Gaia!- la zamarreó un poco -¿¡A dónde está!?-

A diferencia de su amigo, él había perdido la conciencia después de vencer al dragón, decapitándolo. El drenaje mágico que sufrió, fue gigante y no hubo manera de hacerlo despertar después de unas horas. Lo único que recordaba, era ver a su amigo malherido, desplomándose al salir de la arena y no más, su mente era un papiro en blanco.

-Tranquilo- descansó una mano en su mejilla llenándolo de paz, solo ella podía hacer eso -Está bien, despierto y preguntando por ti-

Inhaló profundo y exhaló igual, había perdido la cordura por unos cuántos minutos.

-Cuando salga de aquí y me sienta un poco mejor...- el dolor de cabeza que lo invadía era insoportable -Lo mataré- tomó asiento en el catre detrás -Le dije que yo me encargaría del dragón, pero quiso hacerse el héroe y casi muere-

-Keilot, tú lo salvaste- se hincó delante aferrando sus manos -Según parece, eso es lo que haces con todos aquí-

Estaba orgullosa de él, era muy fuerte, tan fuerte como para matar a un dragón con su propia espada.

-Lai no es mi amigo, es mi hermano, nos conocemos desde bebés y crecimos juntos- le apartó el cabello del rostro, era tan bonita con esos ojos expresivos que tenía, que le encantaba -No puedo imaginarme una vida sin él y es mi deber es protegerlo-

-Estoy segura que él piensa lo mismo de ti- se sentó junto a él y descansó la cabeza sobre su regazo -¿Keilot?- esperó a que hablara -Tú no eres un guerrero normal, ¿Verdad?-

-¿A qué te refieres?-

Acarició su cabello siendo preso de un tranquilo trance, le era increíble el como ella podía manipular sus emociones.

-Pues, eres muy fuerte, demasiado fuerte y eso es algo casi inhumano- miró hacia la nada -Eres rápido, muy rápido- rectificó -Tan así que, casi nadie puede verte mover en el espacio- puntualizó una vez más -Resistes ataques y hechizos en pie sin sufrir el menor daño- se incorporó y lo observó a la cara, con mil y un preguntas en su mente -Y aunque usas hechizos simples y de corta duración, tu fuerte es la espada-

Tocó el pendiente con forma de colmillo que colgaba de su cuello, era su arma en estado durmiente.

-¿Qué o quién eres?-

-Tienes razón- era demasiado inteligente como para ocultarle su origen ancestral -Soy un cazador-

-¿Un cazador?- jamás había escuchado ese término.

-Sí, un cazador- volvió a decir -Mis antepasados, los primeros Helsing, eran cazadores de demonios, monstruos y brujos errantes- no sabía como explicarlo sin que sonara tan absurdo -Una raza creada por los dioses para proteger a la humanidad-

-¿Y eso quiere decir qué...?- movió una mano en círculos pidiendo una nueva explicación -¿Todos los de tu familia son como tú?-

-No, soy el único- la recostó en el catre de un tirón, se sentía muy cansado y quería dormir un rato -Soy el único de mi familia que heredó este poder- indicó, cerrando los párpados por un segundo -Los cazadores somos híbridos muy raros, una mezcla extraña entre los humanos, los demonios y los seres celestiales-

Estos últimos, también conocidos como Nornir o dragones raros, eran una de las seis razas de dragones ya extintas y que se habían enfrentado a los dioses, al tener la osadía de robar su poder en el tiempo de las primeras canciones. En consecuencia a esta blasfemia o falta de respeto para con ellos, recibieron un castigo divino y en cuyo caso, fue la infertilidad.

-Eso lo explica todo- chaqueó los dedos al formular la respuesta en su mente -Eres tan rápido como un demonio e indestructible como un ser celestial, pero de todos modos puedes morir, al igual que los humanos-

-Sí, bonita- pronunció somnoliento -Ahora, si me disculpas, quiero dormir por unas horas más-

La arropó bien e inhaló profundo para sumergirse en el mundo de los sueños, mañana y si los dioses apremian, sería un nuevo día.

El ruido de cañones lo despertó, regresando su conciencia a ese plano del mundo, ¿Cuánto tiempo había dormido desde el último encuentro? Se incorporó, frotó su rostro y tocó su abdomen, no se encontraba completamente sano, pero estaba vivo. Miró alrededor y se halló solo dentro de la enorme enfermería de la escuela.

-¿Dea?- preguntó por ella, ya que lo cuidaba día y noche después del incidente con el dragón -¿Keilot?- apartó la cortina de junto y él tampoco estaba -¿Qué extraño?- caminó aturdido hasta la puerta -¿Señorita Hilda?- la divisó detrás de su escritorio completando unas fichas.

-Que bueno que despiertas, querido- le indicó que se acercara -Tienes muy buen color- examinó sus párpados -Y creo que ya estás listo para regresar al encuentro-

-¡Diablos! ¡Lo olvidé!- abrió los ojos gigantes al recordarlo -¡Gracias por todo, señorita Hilda!- corrió a la salida más próxima.

-Suerte- lo despidió con una mano -Esto será difícil- murmuró y siguió con su labor.

Llegó al margen más recóndito del bosque, después de regresar a su cuarto y prepararse para el último desafío del enfrentamiento.

-Llegas tarde-

Protestó su amigo de brazos cruzados y mirándolo con intensidad, eran pasadas la media noche y un frío de muerte lo rodeaba todo.

-Si me hubieras despertado, no hubiera pasado- reclamó igual.

-Lo hice, pero las dosis de morfina que te dieron, te dejaron noqueado- apretó uno de sus hombros con fuerza -Me alegro que estés bien, hermano- lo sacudió un poco, el vínculo que tenían era irrompible y real.

-Yo también- miró detrás de él y solo dos, de los tres participantes restantes estaban allí -¿Dónde está Adán?- su primo era la persona ausente.

-Se rindió, no quiso seguir participando en el intercambio- respondió el alumno de Acadia -Dice que esta última prueba es la peor y que no está listo para eso-

-¿Qué habrá visto ese desgraciado?- cuestionó, retórico -Él es un vidente como yo, también es poderoso, pero sus visiones son inexactas y en eso nos diferenciamos bastante- rascó su nuca, perdido -En fin, ¿Has visto a Dea?-

-No y a Gaia tampoco- respondió, mirando al frente -Esto es malo, Lai-

Sus sentidos de cazador estaban alertas, algo horrible los esperaba allí dentro.

-No seas dramático, que este bosque se llame "El bosque de los tormentos", no significa que...- una visión repentina no lo dejó continuar -No puede ser...- susurró sin aliento y mirando al interior de ese lugar.

-¿Qué viste?- preguntó alarmado.

-¡Bienvenidos una vez más!- se oyó la voz del director Bradley por todas partes -¡Este es el último desafío y el peor de todos!- advirtió -¡El bosque de los tormentos jugará con su mente, pero lo definirá todo!- el silencio y una espesa bruma los rodeo -¡Cuatro de ustedes entrarán, pero solo uno será el vencedor, mucha suerte!- un cañonazo y el juego, comenzó.

-Keilot- lo detuvo antes de que diera un solo paso -Todo lo que veas ahí dentro, no es real- aseguró -Nos vemos a la salida, hermano-

Tomaron caminos separados y sin rumbo fijo dentro de ese bosque, ¿Qué estaba buscando? No lo sabía, pero recordaría las palabras que le dijo su hermano. A cada paso que daba, el bosque se iba cerrando a sus espaldas para no retornar, no tenía otra opción que caminar sin detenerse dentro de la arboleda. Una rama crujió a su derecha y tomó posición de batalla al despertar su espada, sea lo que sea, iba a aniquilarlo en un segundo. Una figura tambaleante apareció frente a sus ojos y helandole la sangre cuando lo miró a la cara.

-¿Keilot?- pronunció cansada.

-¿Sahara?- era su hermana -¿Qué haces aquí?-

Se acercó impactado al bajar su espada, no se veía herida, pero sí agotada.

-Corre- fue lo único que dijo y volteó hacia atrás al escuchar un feroz rugido -¡Corre!-

Gritó con toda el alma emprendiendo huida. Un Fenrir, un enorme Fenrir de pelaje oscuro y ojos verdes los perseguía.

-¡No voltes, Sahara y sigue corriendo!- les pisaba los talones -¿Sahara?- no estaba, había desaparecido y el Fenrir también -¡Sahara!-

Gritó y no hubo respuesta, hasta que el grito de una mujer lo hizo correr en esa dirección.

-¡Gaia!-

Ese enorme animal se encontraba sobre ella, aprisionándola y con sus fauses muy cerca de su rostro, iba a matarla, no había dudas de eso. Silbó y llamó su atención apuntándolo con su espada, era imposible ganarle, pero sería un medio de distracción para que ella escape.

-Yo soy tu presa- caminó en círculos hasta llegar a su lado -Gaia, levántate- ordenó, pero no lo hizo -Gaia, levántate-

Volvió a decir y nada. Mientras tanto, el Fenrir se mantenía firme, enseñando sus mortales dientes y podría decirse que, si fuera humano, estaba sonriéndole cínicamente.

-¡Gaia! ¡Te dije que te levantes!-

La miró por un segundo, ya que no volvió a acatar sus ordenes y lo que vió a sus pies, fue tan duro, que le destrozó el alma y le arruinó la vida para siempre.

-Está...- se inclinó un poco y tomo su pulso con las manos temblorosas -Está...- decía una y otra vez, mirando esos ojos vacíos -Muerta-

La había matado el impacto contra el suelo, fue un golpe letal y él no había llegado a tiempo, no pudo salvarla. Exhaló un suspiró y miró en dirección a su ejecutor, pero se había ido, provocando que se desarmara arrojando su espada al suelo.

-Gaia- la inclinó en uno de sus brazos -Gaia, bonita, por favor...- la meció un poco moviendo su rostro -Hablame de cualquier tontería, te lo suplico, ¿Sí?- parecía un niño perdido pronunciando incoherencias a un cuerpo vacío -Por favor, no me hagas esto- su voz sonó tan rota como su alma -Por favor-

Escondió su rostro en ella para romperse un poco más, si es que eso era posible y no, no lo hora, no podía estar más roto que ahora.

-Estoy en el infierno- murmuró ido -Esto no es cierto... No te vayas... No me dejes...- suplicó, meciéndose de un lado a otro completamente enajenado, no podía ser cierto, no era real -Te necesito-

Después de perderse en el dolor por un tiempo eterno, recordó lo dicho por su mejor amigo y erradicó de su conciencia esa ilusión. Nada de lo veas ahí adentro es real, murmuró su turbada mente. Levantó el rostro y ella sonreía como una psicópata con un puñal en mano. Definitivamente, habían jugado con él y de una manera muy cruel.

-¡No es real!- la apartó de un fuerte empujón empuñando su espada -¿¡Quién diablos eres!?- exigió -¿¡Y a dónde está Gaia!?-

-Eres fuerte, cazador- se burló revelando su verdadera forma, era una ninfa -En un principio, creí que tu hermana sería tu debilidad, pero me equivoqué- aplaudió sarcástica y el ambiente cambió por completo -Tu debilidad...- sonrió diabólica -Es ella-

Señaló a una chica inconsciente, colgando por los brazos de las ramas de un árbol y a punto de caer sobre un matorral de largas espinas. No había dudas, era ella, era Gaia.

-Te mataré- amenazó al apartar la mirada.

-Eso lo veremos-

Sonrió más diabólica que antes y materializando un nuevo puñal en la otra mano, sería algo delirante.

Ese bosque era infinito y lleno de trampas, si caía en alguna de ellas, seguramente, su mente quedaría afectada por largo tiempo. Era fuerte, sí, pero no para soportar las calamidades que lo esperaban allí dentro. Descansó unos minutos pensando en cuanto tiempo había trascurrido desde que todo comenzó, bebió un poco de agua levantando la mirada y la botella fue apartada de su boca de un tirón. No pudo evitarlo y tampoco divisó previamente a quién lo hizo, fue muy rápido.

-¿Qué pasa, vidente?- sonrió pícara con la botella en mano -¿No te defenderás?-

-Déjate de juegos y dámela-

Extendió una mano para que se la entregara. No entendía como y cuando había llegado allí.

-Te la daré, pero primero, besame- tocó sus propios labios con un dedo.

-Vaya, la tienes muy bien estudiada- se acercó y juntó sus frentes como siempre lo hacía -Pero ella jamás me pediría algo como eso- la apuñaló con su arma mágica, llenando su rostro de pánico.

-Lai- algo estaba mal, su expresión era muy real y confusa -¿Qué hiciste?-

Reclamó aturdida e impactada, con sus ojos empañados en lágrimas y llevando las manos a su abdomen para detener la hemorragia.

-¿Dea?- su corazón cayó por los suelos al comprobar que era ella -¡Dea, lo siento!- presionó la herida al sostenerla entre sus brazos -¡Lo siento, preciosa! ¡Lo lamento!- besó su frente envuelto en pánico y tan tangible como siempre -¡Creí que eras una ilusión, lo siento!- hiperventilaba, no sabía que hacer -¡Déjame curar la herida!- apartó sus manos para curarla con magia -¡Déjame!-

-No me siento bien- colapsó en sus brazos -Tengo frío-

Temblaba como un diapasón, mientras él hacía todo lo posible para mantenerla en pie y consciente.

-Por favor, no cierres los ojos- asió su rostro para que lo mirara -Vas a estar bien, lo juro-

Se sentía tan mal y tan culpable de haberla herido, que no podía formular ningún hechizo para poder ayudarla.

-Lo sé- acarició su mejilla con una infinita ternura -Tú siempre cuidarás de mí-

Una lágrima nació en su ojo, rodó por su mejilla y murió en sus labios. Era ella, era real y la estaba perdiendo frente a sus ojos.

-Siempre-

Unió sus labios en un hermoso beso, pero se sentía extraño, desconocido y ajeno, como sino fuera ella.

-¡Flecha ardiente!- invocó una voz que rompió ese beso en un instante -¡Maldita ninfa!-

Gritó colérica y alejándola de él de un empujón, después de quemarla con esa flecha en llamas.

-¿¡Cómo te atreves!?-

Le dió un golpe tan duro en el rostro, que la arrojó al suelo. Era un vil demonio cuando perdía la compostura.

-¿Dea?- formuló al volver del aturdimiento de su mente.

-¡Sí, estúpido!- el fuerte impactó que recibió en el rostro, lo regresó a la realidad en un segundo -¡No se supone que eres un vidente!- reclamó furiosa -¿¡Qué diablos acabo de ver!?- no respondió, no entendía que estaba pasando -¿¡Y tú a dónde creés que vas, perra!?- la ninfa quería huir de ella, era diabólica -¡Pared de vacío absoluto!- la aplastó con su poder -¡Hoy te mueres, maldita!- juró a todo aquel que pudiera oírla.

-Que poder tan monstruoso-

Murmuró por lo bajo y alejándose de ella unos cuantos metros, para no intervenir sino era estrictamente necesario o en cuyo caso, no salir herido.

-¿Dea, preciosa?-

Habló después de un rato y cubrirse el rostro más de una vez, era sádico.

-Ahora no, Lai-

Estaba demasiado entretenida torturando a esa maldita cosa que se había hecho pasar por ella. Eso era lo que más le afectaba, tener la osadía de hacer una copia barata y frágil de lo que era, le causaba asco y rabia, era algo imperdonable.

-Solo quería decirte que, creo que ya es suficiente- se acercó con cuidado y despacio -Mira, ya se convirtió en piedra- señaló las partes rotas de lo que antaño era una ninfa.

-No, no lo es- pisoteaba y destrozaba con una rama lo poco que quedaba de ella -Listo- arrojó su arma lejos -Creo que ya aprendió la lección- sacudió sus manos más que conforme por todo lo que hizo.

-Sí, eso parece- miró en varias direcciones sin saber que más decir -¿Cómo llegaste aquí?-

-No lo sé- pateó lejos una roca que parecía un ojo -Lo último que recuerdo, es estar cenando con Gaia, tener mucho y después despertar aquí- cruzó los brazos y lo miró con autosuficiencia -Para encontrarte besando a una mujer cara de perro- rió con burla.

-Pensé que eras tú y que te había lastimado- la aferró de los hombros y la sacudió en gracia, al menos, no estaba molesta con él -Eso explica el mal aliento-

-Que asco- se estremeció -Bueno, ya vámonos, antes de que este lugar nos vuelva locos- movió sus manos y desintegró por completo una pared de raíces y lianas -Me encanta el poder que tengo aquí- acotó con orgullo emprendiendo su andar -¿Tú crees que si hubiera participado de los juegos los podría haber ganado?-

-Definitivamente- la rodeó por los hombros besando su sien -Tú poder me asusta-

Esa ninfa era muy buena, le estaba dando una gran batalla, pero él era mucho mejor, más hábil e impecable en la lucha y la había aprisionado por el cuello debajo de un árbol.

-Por favor, hermanito...- tuvo el descaro de transformarse en su hermana y provocando que apretara más su agarre -Keilot, hijo, me haces daño...- suplicó en un ahogo rodeando su mano, ahora era su madre -Por favor, no me mates-

Su voz y esos tristes ojos color avellana, le hicieron aflojar sus dedos.

-¡Deja de jugar con mi mente!-

Volvió en sí al recordar que no era ella, pero su contrincante rió como una demente sin control. Había encontrado su punto débil.

-No tienes el valor para matarme mientras tenga esta forma, ella te hace débil, cazador- la levantó sobre su cabeza apartándola del árbol -No tienes nad...-

Sangre saliendo de su boca no la dejó continuar, al igual que una sacudida involuntaria, ¿Qué estaba pasando?

-Él no, pero yo sí- lanzó otra flecha dando de nuevo en el blanco -Keilot, suéltala- ordenó, caminando hasta ellos con su arco cargado -Te dije que la sueltes- abrió su mano y cayó por inercia al suelo -¿Unas últimas palabras?-

-Sí, nunca saldrán con vida de aquí-

Aseguró bañada en sangre. Las flechas eran extrañas, corrosivas y la estaban desintegrando por dentro.

-Pudrete- soltó la cuerda y la asesinó, se había convertido en piedra -¡Boom!-

Chasqueó los dedos y la hizo añicos con una pequeña explosión, para después voltear y mirarlo a él que se veía ausente.

-Keilot, ¿Te encuentras bien?-

Preguntó desde su sitio, desconocía si era prudente o no acercarse y por su seguridad, decidió quedarse donde estaba.

-Es que tú...- miró a ella y luego al árbol -¿Cómo?- apuntó al arco en su espalda -¿Qué pasó aquí?- se puso en guardia nuevamente, podría ser otra ilusión.

-Baja esa espada, te aseguro que soy yo-

Obedeció. Definitivamente era ella, el relicario en su cuello se lo decía, se trataba de un obsequio de reconciliación y que él le había entregado hace unos semanas atrás.

-¿Qué quieres que te responda primero?- señaló el árbol y después su arco, él seleccionó la primera opción -Pues, desperté y me liberé del agarre con esto- le enseñó una pequeña navaja de bolsillo -Eran lianas y pude manejarlo bien-

-¿Y el arco?- eso si que era extraño -¿Desde cuándo sabes usar un arco?-

-Desde siempre, en Hara tomé clases de arquería desde los cuatro años, solo que nadie me lo preguntó antes- lo colgó en su espalda junto a las flechas -Y como ahora sé manejar un poco más la alquimia, pude transmutarme uno-

Había aprendido muchísimas cosas siendo una gran autodidacta. Era muy lista, solo que era opacada por su infantilismo y su gran desinterés por todo.

-Entiendo- movió los brazos en vaivén, un gesto que adquirió de ella -¿Me darías un abrazo?, creo que lo necesito-

-Sí, claro, un abrazo no se le niega a nadie- cumplió con lo pedido -¿Mejor?- palmeó su espalda como si fuera un niño.

-Sí, gracias- aspiró su aroma para buscarlo en su memoria y era ella, no tenía dudas -¿Y a hora qué?-

-No lo sé, ¿Salir de aquí?- señaló hacia atrás con su pulgar -Creo que es la mejor opción- asintió de acuerdo -Solo dame en segundo- cargó su arco y apuntó al cielo -Espero que Dea también esté aquí- disparó y chasqueó los dedos -¡Boom!-

-¿Qué fue eso?- preguntó al ver el destello de una explosión.

-Era azúl, ¿No?-

Miró con una mano sobre sus ojos, pero no divisó más que el resplandor y el sonido que deviene de esa clase de fenómenos.

-Sí, lo era- intentó hallar algún significado, pero no encontró lógica a lo que acababa de ver -¿Qué con eso?- quiso saber.

-Es Gaia- levantó una mano en alto -¡Que caiga el rayo!-

Un relámpago rojizo atravesó las nubes y cayó justo delante de ellos. Esperó una respuesta y otra explosión se divisó.

-¡Es por allá, Lai!- corrió en esa dirección -¡Corre!-

Rayos y explosiones adornaban el cielo esa noche, era un espectáculo impresionante y tanto alumnos, como profesores que se encontraban fuera de ese escenario frondoso, no daban crédito a lo que veían sus ojos, ¿Quién de todos ellos estaría realizando algo como eso? Sin duda alguna, era alguien poderoso.

-Cuando encuentren a Dimitri...- habló sentado en su sitio y mirando al frente -Tráelas, Irsa- ordenó -No es seguro para ellas que se queden allí, solo Keilot y Lai están capacitados para enfrentarse a él-

-Descuida, lo haré, no les pasará nada- aseguró, con una sonrisa única -Quiero a esa chica en mi escuela, Bradley, es increíblemente poderosa-

-Después hablaremos de eso, amigo- observó de reojo a la mujer a su lado -¿Qué me dices tú, Xana?-

-Gaia es buena, muy buena y será una de las mejores cuando llegue a Acadia-

Asintió en total acuerdo, fue una excelente idea que ingresaran al encuentro en esta última parte, pero había llegado el momento de sacarlas de allí y antes de que algo irreversible pasara.

-¡Allí están!- lanzó la última flecha que quedaba en su carcaj como medio de mensaje -¡Dea!- la abrazó al tenerla en frente.

-¡Por todos los dioses, Gaia!- su mal humor era espontáneo, nacía en un segundo -¡Ese maldito de Bradley me las pagará cuando salga de aquí!-

Amenazó y sin importarle nada o que él la oyera si quiera. Odiaba a ese hombre, profundamente.

-Te dije que tendríamos que haberle hecho caso- frotó su frente abrumada de tanta cosa absurda -Te lo pidió de buena voluntad, pero tú te negaste y aquí estamos, padeciendo- puntualizó -Es más, ni siquiera sé porque estoy aquí, supuestamente, no era yo la que estaría aquí-

Se apuntó a si misma llevando ambas manos al pecho, no había razones lógicas para eso.

-¿Estás diciendo que es mi culpa?- pronunció consternada -Porque tu tono me sonó a un claro reproche-

-No, para nada y te aseguro que no es sarcasmo- sonrió para tranquilizarla -Yo tampoco quiero estar aquí, así que, no es culpa de nadie, solo pasó y ya- ella siempre daba las cosas por hecho -Ahora, tenemos que encontrar la manera de salir y estaremos bien-

-¿Por qué están aquí?-

Habló el novio de su hermana después de un rato de pensar en nada.

-Sí, ¿El director les dijo por qué las trajo aquí? ¿O al menos a ti, Dea?-

Cuestionó su amigo blandiendo su espada para regresarla a su estado durmiente.

-Sí, para jugar con uno de los tesoros más preciados de Lai- lo señaló con ademán gracioso -Por esa razón, me negué, ¿No, Gaia?-

-Sí, el desafío anterior fue una prueba de compañerismo y trabajo en equipo, el cual ustedes resolvieron bien- pidió a su novio que la cargara en la espalda -Y aunque terminaron destruidos después de eso, pudieron lograrlo-

-Y ahora...- extendió sus brazos pidiendo espacio -¡Ni se te ocurra cargarme, Lai!- la distancia entre ellos era enorme -¡No me gusta que lo hagas!- se transportó hasta ella y la levantó al vuelo sobre su cabeza -¡Dije que no!- pateó al aire como siempre lo hacía cada vez que cargaba así.

-Y ahora quieren jugar con nuestra mente, ¿No?- la adoró desde abajo al sentarla en uno de sus brazos, le encantaba sacarla de quicio -Demostrar que tan fuertes somos mentalmente y por esa razón, están ustedes dos aquí- sonrió hechizado, ella era todo lo que él amaba -¿Entiendes el punto, Gaia? Tú eres alguien muy importante para Keilot y eso explica tu presencia en este lugar- ella asintió y bajó a su novia al suelo con cuidado, después de darle un beso -En fin, ¿Han visto a Dimitri o Valiant?- negaron al unísono -Bien, los buscaré- cerró los ojos y cruzó los dedos para concentrarse -Encontré a Dimitri- podía percibir el potencial mágico de las personas a kilómetros -Valiant no está aquí- aseguró, abriendo los ojos.

-¿Cómo que no está aquí?- bajó de la espalda que la cargaba de un salto -¿Murió?- cubrió su boca de la impresión.

-No, no lo creo- volvió a hacer lo mismo -No está aquí, está fuera-

-Se rindió- afirmó su amigo y se acercó a su novia, alarmado, antes de que tocara el suelo -¿Qué te ocurre?- sostuvo su nuca con una mano al inclinarla un poco.

-Intercambio equivalente- llevó una mano a su nariz que comenzó a sangrar -Utilicé mucha alquimia en poco tiempo-

-¿Por qué no lo dijiste antes?- su hermana se acercó a ella con una mano en alto -Curo las cicatrices del declive- invocó, pero nada pasó -¿Qué sucede?- miró sus manos confundida -Te doy vida- otra vez y su poder era inútil -¿Qué está...? ¿Me sellaron?-

Lianas o mejor ducho, enormes telarañas aparecieron de imprevisto, rodeando todo su cuerpo y tirando de ella a lo profundo del bosque.

-¡Lai!-

Gritó desesperada al tratar de sujetarse de él al estirar sus manos.

-¡Maldita sea!- siguieron sus gritos en la oscuridad -¿¡Ahora qué!?-

-¡Quietos!- advirtió, apresándola con uno de sus brazos y apuntándola con un puñal.

-No le hagas daño- suplicó al ver a su hermana prisionera.

-No lo haré, si siempre y cuando, siguen mis órdenes- sonrió sádico.

-Bien, ¿Qué quieres?-

La vida de su novia estaba en riesgo y no podía hacer ninguna locura, estaba dispuesto a negociar cualquier cosa por ella.

-Quiero su poder...- miró a la chica con él -A ella- cabeceó en dirección a la otra muchacha -Y que ustedes dos se rindan-

-No- empuñó su espada y escondiéndo a ella detrás -No tendrás nada de lo que pides- lo apuntó -Te daré tres segundos para que la sueltes y pidas clemencia-

-¿Qué harás, guerrero o mejor dicho, cazador?- desafío, acercando el puñal a ella que chilló de impresión, era capaz de todo -¿Matarme?-

-No tendrías tanta suerte- dió un paso y luego otro, haciéndolo retroceder -Te arrepentirás de haber nacido- lanzó su espada, la cual rozó su oreja y se clavó en un árbol detrás -¡Lai, ahora!-

-¡A mi mano!- pronunció y ella desapareció, para materializarse junto a su hermana -¡Lathilt!- lo encerró dentro ese poderoso hechizo de magia astral -¡Liberación!-

Intentó liberarlo de la oscuridad a la cuál había sucumbido, pero no pudo entrar en su mente, no lo permitió, ¿Quién diablos era él?

-¡Maldito brujo blanco!- con un sólo movimiento de manos deshizo el hechizo -¡No tienen idea con quién te enfrentan!-

Su semblante era erratico, al igual que sus acciones. Levantó una mano y conjuró en enoquiano, una lengua extinta y casi muerta dentro del mundo del ocultismo, al igual que es sánscrito, el idioma de los profetas.

-¡Lai! ¡Cuidado!-

Intentó defenderse de ese hechizo, pero no logró y siendo arrojado por los aires unos cuantos metros. Era un hechicero negro muy poderoso, demasiado para un simple mortal y sino hacían algo, los mataría a todos.

-¡Eres fuerte, maldito!- hacía todo lo posible para mantenerse firme, cuando él le lanzó un conjuro que interceptó con su espada -¡Gaia!-

Algo le había pasado, ya que cayó al suelo y parecía noqueada, solo rezaba que un remanente del hechizo no le hubiera dado. No podía bajar la guardia o Dimitri lo vencería, tenia que ganar tiempo hasta que Lai se recuperara e ideara un plan.

-¡Gaia, hermanita!- la asistió desesperada -¡Gaia!- un dolor punzante la atravesó y haciéndola flaquear al caer rodillas -Nos están...Nos están... Llevando... Maldito Irsa- cerró lo ojos para soportarlo y colocó una mano sobre la espalda de su hermana, para vencer a la oscuridad -Suerte, chicos- su consciencia se estaba yendo -Les encargamos el resto-

Susurró, antes de perder la lucidez y caer dormida, al ser arrastradas lejos de ese caótico lugar. No tenían nada que hacer allí, su labor ya estaba hecha y ahora, solo quedaba saber cual sería el gran vencedor de los tres.

-Eres fuerte- relamío sus labios al verlo a los ojos y después de chocar espadas -Dime, ¿Qué se siente saborear a esa ricura indomable de Hara?- era un sociopata altamente funcional y sabía como usar el don de la palabra -Desde que llegué aquí, intenté hacerlo más de una vez, pero ella siempre estaba en guardia cada vez que me acercaba y nunca pude hacerla mía- su sonrisa era repugnante.

-¡Cállate!-

Le dió un cabezazo rompiéndole la nariz, pero él río, río como un demente al alejarse y sacarlo de sus cabales.

-Aunque esa hechicera también me vuelve loco- quitó la sangre de su rostro con el dorso de una mano -Quiero su poder, lo quiero todo- estaba loco.

-¡Hoy te mueres hijo de...!-

-¡Keilot!- no pudo terminar con su amenaza, su amigo apuntaba a ellos con un arco hecho de magia blanca -¡Apartate de él!- lanzó su poder cuando obedeció -¡Purificación masiva!- pronunció, dándole a Dimitri en un ojo y revelando su verdadera forma -Un demonio, lo sabía- tomó posición de ataque junto a su inseparable compañero.

-Te lo dije, Lai- lo apuntó con su espada -Él no era humano, el hedor a sangre que lo rodeaba y el dolor de cabeza que me generaba cada vez que lo veía, no era algo normal-

Volvió a reír como antes. Era repulsivo, de forma humanoide, tes blanca, al igual que su cabello, ojos ambarinos y enfundado en un traje tradicional color hueso. Un ser despreciable y comandado por el rey de los demonios que vagaba por el mundo.

-Mi amo estará feliz de que acabe con ustedes, son una amenaza para él y todos nosotros-

Movió la cabeza tronando todos los huesos de su inmundo cuerpo.

-¿Dónde está el verdadero Dimitri?- sonrió, mucho más, esto sería bueno.

-Me lo comí- respondió sin más y relamiéndo sus labios, nuevamente -Y créeme, vidente- aún podía saborearlo -La sangre de los hechiceros negros es la más dulce de todas- su sonrisa era siniestra -Pero no tanto como la de las hechiceras- era obvio que al acabar con él, iría por ella -Ese tipo de sangre es tan pura como la miel- se le hacía agua la boca de solo imaginarlo.

-Ya tuve suficiente de ti y tus absurdas amenazas- posicionó sus manos apuntó de dar un chasquido -Portal astral- un enorme vórtice se materializó detrás de él -Keilot- miró a su amigo de soslayó -Despierta a la bestia y mátalo-

Ordenó, sosteniendo el conjuro. El infierno estaba a punto de desatarse en ese instante e iba a disfrutarlo viéndolo.

-Tokijin- pronunció ese nombre, así se llamaba su espada -Invoco al cazador-

Todo fue muy rápido e irreal, como un cuento mágico. Otro ser, efímero e intangible, un durmiente en su interior, tomó posesión de él en cuestión de segundos, sus ojos se volvieron completamente verdes y brillantes, carentes de esclerótica alguna, su masa muscular se duplicó con cada respiración, haciéndolo más tonificado e imponente y por último, lo más intimidante de todo, fueron los tatuajes que rodearon todo su cuerpo de la cabeza a los pies, en un arte medieval de Glifos de Wyrd. Había perdido su humanidad, había dejado de ser Keilot Helsing, ya no era un guerrero, era una bestia, era un cazador.

El embate fue brutal, el demonio no pudo defenderse de esa estocada que le arrancó la cabeza y pateó su inerte cuerpo dentro de ese portar, ni siquiera fue consciente de haber muerto.

El guerrero y el protector, en otras palabras, el vidente y el cazador, los habían salvado a todos y en una fracción de segundos. El mundo fuera se detuvo y nadie no daba créditos de haberlo visto frente a sus ojos, dentro de un mortuorio silencio. Fue tan rápido, como irreal, pero al fin de cuentas pasó y existió, como todas las historias extrañas que sucedían en Dragma.

-Cierrate- chasqueó los dedos y todo terminó cuando el portal fue cerrado -Keilot, lo hiciste bien- palmeó a su amigo que respiraba jadeante y vaporizaba aire con cada exhalación -Pero ahora, vuelve- lo golpeó en la cabeza con fuerza.

-Lo siento- pronunció con voz distorsionada y totalmente diferente a la suya -Es casi...- jadeaba como un animal -Incontrolable esta forma- poco a poco, iba regresando a la normalidad -Me aterra cada vez que el cazador toma posesión de mí- movió la cabeza de un lado a otro para mitigar el dolor -Temo que algún día perderé el control y los mataré a todos-

-No lo harás si yo estoy aquí para detenerte- extendió una mano -Dame el brazo- obedeció y aplicó un sello mágico después de hablar en sánscrito -El cazador estará bajo control hasta la próxima vez que lo necesitemos-

Era un hechizo que utilizaban desde niños para poder controlarlo. Eran un gran equipo, uno dependía del otro, juntos eran fuertes, juntos eran inseparables e indestructibles. Amigos por la vida y hermanos por elección, así se llaman y así sería por siempre.

-Gracias Lai- todo vibró después eso -¿¡Y ahora qué!?-

Miraron alrededor y el bosque estaba cerrándose, tenían que buscar una salida inmediatamente.

-¡Corre o moriremos!-

Mientras más corrían, el bosque más rápido se cerraba detrás de ellos. Era un enorme ser vivo que iba a aniquilarlos sino se daban prisa.

-¡Por allá!- señaló a su izquierda -¡Hay un enorme potencial mágico del otro lado!- el camino estaba cerrado -¡Rayo de luz!- desintegró todo a su paso creando una salida temporal -¡Salta!-

Así lo hicieron, llegado al suelo en un golpe seco y quedando muy quietos en su lugar. El bosque, al fin, estaba tranquilo.

-¿Salimos?- preguntó de cara al suelo, ya que no se escuchaba nada.

-Creo que si- respondió igual y tomó asiento, estaba amaneciendo -¿En dónde estamos, Keilot?- habló perdido y rascando su nuca en esa tenue oscuridad.

-No lo...-

Una multiplicidad de gritos, luces y estallidos no lo dejó continuar. Habían salido del bosque, sanos y salvos; y toda la escuela junto con sus invitados, los observaba desde las gradas eufóricos de admiración y rebosantes de adrenalina, ambos habían ganado. Por primera vez en la historia, hubo un empate y dentro de la misma escuela, hicieron leyenda.

-¡Aquí están los ganadores!- el director Bradley los incorporó por cada uno de sus brazos -¡Por primera vez en la historia! ¡Tenemos un empate!-

Sus admiradoras estaban como locas y gritando el nombre de ambos a todo pulmón, mientras sus compañeros de casa los levantaban por los aires en un infinito hurra.

-¡Sahara!- gritó a su hermana entre la multitud -¿¡Dónde está Gaia!?- señaló a una chica dormida con la cabeza sobre el regazo de su mejor amiga -¡Bájenme!- pidió, pero no fue escuchado -¡Lai, ayúdame!-

Quería ir con ella. Miró a su izquierda y enmudeció, ya que se encontraba compartiendo un fogoso beso con su amada hechicera que colgaba de él, ¿Cómo diablos pudo escaparse del festejo y de sus fans? Luego se lo preguntaría.

-¡Ni modo! ¡Tendré que esperar a que despierte!- le hizo señas a Val para que velara por ella y levantó un pulgar en respuesta -¡Sí! ¡Ganamos!- celebró con los brazos al aire al comprobar que estaría bien -¡Ganamos Fenrir!-

-¡Lo hiciste! ¡Lo hiciste!- repetía una y otra vez besando todo su rostro -¡Lo hiciste, Lai!- juntó sus mejillas después de abrazarlo -¡Estoy tan orgullosa de ti! ¡Lo hiciste!-

Reía al compartir su felicidad, ya que era lo único que podía hacer en ese momento. Ella no lo dejaba libre.

-¡Lai!- su hermana se colgó por la espalda -¡Felicidades, hermanito!- besó su cabeza con adoración -¡Keilotmy tú hicieron historia! ¡Cómo lo dijiste!- compartió miradas con la chica frente a ella -Tú debes ser Dea- afirmó, al bajar de él -Mi hermano me ha hablado mucho sobre ti, soy Eyra- estiró una mano que fue tomada por ella -Estoy feliz de al fin conocerte-

Por suerte y gracias a sus padres, ella asistía a una escuela de magia y hechicería de mujeres en el país de Hara, ya que si también era alumna de Dragma, él se volvería loco.

-Igualmente- sonrió agradecida -Tú nombre es hermosa y al igual que tú- era muy parecida a su hermano, compartían los mismos ojos, pero diferencian en el color de cabello, ella era castaña -Además, siempre quise tener una hija que llevara tu nombre- confesó sin pensar -Lo siento, no sé porque dije eso- mordió su lengua por la vergüenza.

-Me sentiría muy honrada, si algún día tengo una sobrina que se llame como yo- acotó con orgullo y llena de brío.

-¡Eyra!- su hermano la reprendió, haciéndole una llave bajo su brazo - Disculpala, preciosa- lo golpeaba en las costillas para que la soltara -En esa maldita escuela no enseñan buenos modales-

Ahora lo mordía y no lograba nada, era muy fuerte.

-Lai, por todos los dioses- intervino -Le haces daño- tiró de sus brazos para intentar separarlos -Se está poniendo azul, sueltala-

-Lai, suelta a tu hermana- ordenó una voz grave y firme detrás -Eyra, ¿Qué le dijiste ahora?- evidentemente, eso era un hábito en ellos.

-Nada que no fuera verdad o fuera a suceder, padre- ella tenía el mismo don que él -Además, miren a quién tenemos aquí- rodeó a la novia de su hermano por los hombros señalándola con una mano -¿No es preciosa?-

Ella enrojeció completa, jamás imaginó que conocería a la familia Row ese día.

-¡Dios mío!- exclamó la mujer frente a ella llevando las manos a su boca -¡Eres idéntica a tu madre!- no salía de su asombro -¿No es así, Rocks?- asintió de acuerdo -Aunque heredaste los ojos del tiempo de tu padre-

-¿Ojos del tiempo?- repitió confusa.

-Sí, tus ojos cambian según el día y tus emociones- su novio se inclinó a su altura juntando sus frentes -¿Nadie nunca te lo dijo?- negó en silencio mientras le rodea el rostro con ambas manos -Pues, los tienes y son hermosos- le regaló un pequeño beso en la nariz.

-Lai, comportate, tus padres están aquí- se removió incomoda en su agarre.

-Descuida, linda- excusó su madre -Lo hemos visto en situaciones más incómodas y con menos ropa que esta- movió su mano sin importancia.

-¡Mamá!-

Le cubrió los oídos, abochornado, pero era muy tarde, había escuchado cada palabra y perfectamente.

-Es cierto, campeón- continuó su padre -Cuando perdiste la virginidad, tú creíste que no estábamos en la casa, pero lo oímos todo-

Levantó un pulgar, felicitándolo por esa buena acción y gran hazaña.

-¡Ya tuve sufriente de ustedes tres!- señaló a cada uno, muerto de rabia y pena, su familia siempre lograba ponerlo en vergüenza -¡Me voy!-

Tiró de su novia a paso firme y en otra dirección.

-Adiós- saludó con su pequeña mano y una linda sonrisa -Fue un placer conocerlos- alcanzaron a oír antes de perderlos de vista.

-Pasó la prueba, Rocks- abrazó a su esposo sin apartar la mirada de su iracundo hijo -Ella lo cambió-

-Quién lo diría, ¿No?- inhaló profundo y rodeándola con un brazo -Nuestro hijo ya no es más ese niño mimado y engreído-

-El amor puede hacer grandes milagros- su hija los miró con un brillo en sus ojos que jamás habían visto -Mi hermano ya es todo un hombre-

El patriarca de los Helsing no cabía en él de la emoción, su hijo no se conformaba con ser solo un héroe, no, ahora era un ganador y además, un destructor de demonios, pero no de un simple demonio, sino de uno que logró infiltrarse en la escuela Rigveda sin que nadie se diera cuenta, solo él y Lai. Su hijo, en simples palabras, era grandioso.

-Me llenas de orgullo, hijo- lo sostenía de loa brazos viéndolo a la cara -Eres grande, escribirán canciones sobre ti- sólo incoherencias podían salir de su boca.

-No exageres- él siempre mantenía bajo perfil -Este año iba a ser un encuentro muy difícil y me preparé por meses para llegar hasta aquí- su sinceridad era cortante -Y si Lai no hubiera estado conmigo, jamás lo hubiera logrado-

-Lo sabemos, hijo- su madre tocó su mejilla con ternura -Él y tú son un gran equipo- le entregó un pequeño beso -Y los amo por eso-

Él adoraba a su madre, siempre tenía las palabras justas para todo.

-Cuando tenga tu edad quiero ser como tú, hermano- lo abrazó por el cuello como si fuera una niña -Te quiero- también lo besó -Pero me voy con Eyra- se alejó a trote de ellos.

-Enana insípida- murmuró amargado -¡Merecía más que un beso y un abrazo, Sahara!- gritó de brazos cruzados y ella hizo un gesto sin importancia siguiendo su andar -En fin...- volteó de nuevo a ver a sus padres -¿Cuándo llegaron?-

-Hoy en la tarde, pero estabas durmiendo en la enfermería y no quisimos molestarte- su madre entrelazó sus brazos -Por cierto, ¿Cómo está Megan? ¿Se encuentra bien?-

-¿Megan?- cuestionó perdido -¿Qué pasa con ella?- miró de uno a otro sin comprender nada.

-Según nos dijo su padre- caminaron entre la gente, mientras su esposo andaba unos pasos detrás esquivando alumnos -Hace unos días atrás, llegó a su casa una carta, en donde él autorizaba que ella ingresara al último desafío del encuentro por ti y así lo hizo- giró un poco el rostro -¿O no, Alan?-

-Sí, a nosotros nos sucedió lo mismo con Sahara-

Aseguró, buscando al director del lugar con la mirada. Los alumnos se encontraban muy inquietos y eso no era normal. Podían festejar en demasía, pero estaban a punto de romper las reglas establecidas, en cualquier instante.

-¿De qué están hablando?- no entendía nada -Sí ella en ningún momento ingresó al campo de juego, la que lo hizo fue...-

Una multitud de compañeros pasó corriendo a su lado, algo terrible se estaba desatando a unos cuantos metros de ellos y detrás de las gradas que al día siguiente debían desarmar. Él los siguió sin pensar, ya que un enorme círculo de personas observando al mismo lugar, no era nada bueno y como uno de los regentes, tenía todo el derecho de intervenir ante un posible caos.

-¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!-

Decían todos al unísono, observando el infierno que se desataba en su interior y quedando inerte en su sitio de consternación, al comprobar quienes eran.

-¡Perra maldita!- se encontraba sobre ella asfixiándola con todas sus fuerzas -¡Hoy te mueres! ¡No pasa de hoy que te mueres!- tenía la nariz rota, el labio partido, un ojo morado y la ropa hecha trizas -¡Te crees muy valiente al atacarme en grupo! ¿¡Verdad!?- miró alrededor y tres chicas más se encontraban inconscientes en el suelo, entre ellas, su mejor amiga -¡No te perdonaré lo que le hiciste a Val!- sus ojos estaban ciegos por la furia y la venganza -¡Es tu hermana! ¿¡Cómo pudiste hacerle algo como eso!?- golpeaba su cabeza contra el suelo y sin soltarla ni un instante -¡No te lo perdonaré!- su labio tembló, quería llorar, pero no lo haría frente a ella -¡Te vas a morir, Megan Foster! ¡Te vas a morir justo aquí!-

No pudo cumplir su juramento, ya que se vio apartada de ella de un tirón.

-¡Suéltame!- pateaba y gritaba al aire como una demente -¡Suéltame, Keilot!- intentaba soltarse de su agarre, pero era demasiado fuerte como para luchar contra él -¡Te vas a morir, maldita! ¡Te vas a morir!- se derrumbó en llanto al dejar de luchar en sus brazos -Te vas a morir-

Cubrió su rostro con ambos manos sin dejar de llorar, mientras caían en un eterno silencio y tanto alumnos como directivos, eran testigos de aquello, ¿Cómo fue que tanta alegría y felicidad terminaron en eso?

-Shhh- susurró al girarla entre sus brazos y darle consuelo -No llores, estoy aquí- rodeó su cabeza con una mano, mientras observaba a Megan y a las demás ser asistida por sus compañeros -Tranquila- besó su frente para intentar calmarla, odiaba verla así, tan rota -¿Qué pasó?-

La miró a la cara, era un desastre envuelto en sangre y lágrimas.

-Es que... Es que...-

Se ahogaba con sus propias palabras e intentó sosegarse llevando una mano al pecho. El director Bradley y los demás, se acercaron para escuchar su versión de los hechos, cuando la multitud se disipó siguiendo sus ordenes. No había nada que ver allí.

-Es que...- inspiró profundo para poder seguir -Es que, después del encuentro quedé muy cansada y me dormí- tragó pesado y tocó sus labios con dolor -Val estaba conmigo...- observó como se llevaban a su amiga, se sentía tan mal e imponente -Y entre tanto griterío, me desperté y salimos a buscarte- devolvió sus ojos a él -En eso, Megan y su grupito de idiotas fanáticas, se interponen en nuestro camino- su hermana llegó a su lado en ese momento cuando le avisaron lo sucedido -Y como te lo había prometido, no iba a volver a pelear con ella y la ignoramos, siguiendo nuestro camino- él la escuchaba con toda la atención del mundo, jamás la había visto así -Pero ellas nos arrastraron hasta aquí a la fuerza, no pudimos evitarlo y el caos era muy grande para que nos prestaran atención-

Se encontraban muy lejos de la muchedumbre y cualquiera calamidad podía pasar allí entre dos luces.

-Bonita, eran tres y ustedes dos, ¿Cómo pudieron traerlas hasta aquí?- su labio volvió a temblar al escucharlo -¿Eran más?- asintió soportando el llanto y quitando las lágrimas con sus maltratadas manos -¿Qué te hicieron?-

Su voz se ensombreció de solo imaginarlo, el grupo de Megan y todas sus admiradoras, habían sobrepasado todos los límites que podían existir.

-¡Fue terrible y me dijeron cosas horribles!- se desmoronó de nuevo -¡Megan me golpeó, una y otra vez, mientras las demás me sometían de brazos y piernas! ¡No pude defenderme!- sus heridas eran la prueba fehaciente de ello -¡Y no conforme con eso, quiso quemarme el rostro con fuego que invocó entre sus manos!- volvió a abrazarlo como nunca antes lo había hecho -¡Y cuando Val quiso detenerla rogándole que no me hiciera daño, esa perra se lo lanzó, dejándola inconsciente!- le dolía todo, pero más le dolería sino contaba la verdad -¡Es su hermana! ¿¡Cómo pudo hacerle eso!- descansó la mejilla en su pecho mirando hacia la nada -Entonces, fue cuando me enojé y usé mi alquimia contra ellas, tres huyeron y las demás quedaron inconscientes, pero te juro que jamás quise hacerles daño, Keilot- iban a expulsarla, estaba segura de eso -Pero ellas lastimaron a mi amiga y no iba a dejarlo pasar-

Acarició su espalda sin decir nada, era algo intolerable y haría todo lo posible para que no volviera a suceder.

-Ellas te lastimaron primero, Gaia- indicó su hermana intentando no perder la compostura -¿Qué va a hacer usted al respecto?- increpó a su director -¿Quedarse de brazos cruzados como lo está haciendo?- agregó, sardónica.

-No me faltas el respeto, niña- ella sacaba lo peor de él -Estoy escuchando la versión de tu hermana y una vez que las demás despierten, haré lo mismo con ellas para tomar cartas en el asunto- aclaró de antemano y evitando levantar la voz.

-Espero que quede por escrito todo lo que esta muchacha padeció y dijo, Bradley- el padre de los Helsing no daba crédito a lo que acaba de oír -Es algo intolerable, que un grupo de señoritas de esta escuela se comporte así y todo por la admiración incontenible que le tienen a un muchacho- miró a la afectada en cuestión, la habían lastimado mucho -El consejo no estará a gusto de saber esto- su semblante era solemne -La escuela perderá prestigio si este acontecimiento sale de los muros- lo apuntó con un dedo -Piensa en eso y ahorrate el escándalo, solucionándolo antes de tiempo- elevaría una nota a los altos mandos sino lo hacía.

-¿Cómo dijiste que era tu nombre, cariño?- su esposa limpiaba las heridas y lágrimas con un pañuelo del rostro de esa chica que su hijo no quería soltar -Mira como dejaron tu bonito rostro- negó abrumada -Es una pena que tengas que pasar por algo como esto-

-Gracias y soy Gaia Curtís, señora-

-Lo supuse- su hijo descansaba la mejilla en ella y mirándola agradecido, era la mejor mamá del mundo -Eres igualita a Hanibal, tu padre- le apartó un rizo del rostro para colocarlo detrás de su oreja -Listo, terminé-

-Gracias, mamá- la apartó un poco para observarla una vez más -¿Mejor?-

-Si-

Miró en varias direcciones y después a él, algo muy duro iba a decirle, ella era transparente ante sus ojos.

-Pero ya no quiero estar aquí-