Sus gritos podían oírse hasta en lo más recóndito de todo el lugar, era aberrante como perdía la paciencia en un instante y proclamaba a viva voz su sentir, sin importarle en lo absoluto quién estuviera en frente.

-Hanibal, por favor...- su dulce esposa intentó calmarlo -Baja la voz-

-¿¡A dónde diablos estabas que permitiste que a mi hija le sucediera eso!?- golpeó la mesa preso de una ira asesina -¿¡A dónde estabas, Bradley!? ¡Una banda de mocosas alteradas de hormonas y altaneras, la moleó a golpes y tú no hiciste nada!- se incorporó y la apuntó a la cara -¡Voy a sacarlas de aquí!-

-¡Hanibal!-

Gritó abrumada, no daba para disgustos con el mal genio de ese hombre tan temperamental, al igual que sus hijas.

-¡Y los demandaré a ti, a los Foster y a todos los que tenga en frente!- la ignoró, estaba fuera de sí -¡No se metan con mi familia porque los mataré!-

Desde que perdió a su pequeño hijo, se convirtió en un hombre demasiado sobre protector con los suyos y para evitar todo daño posible, envió a sus hijas allí. No era un castigo como ellas pensaban, tampoco era una cruel venganza, no, todo lo contrario, era una forma de protegerlas y cuidarlas de todo mal dentro de los altos muros de Dragma, pero se equivocó.

-No es necesario que lo hagas- habló al fin, arrojando unos papeles sobre el escritorio -Rigveda y Acadia están interesados en ellas-

-Pero ellas jamás estuvieron separadas- su madre leía los papeles con suma atención -Jamás, siempre estuvieron juntas y cuando sucedió lo de Aslan, más allá de todo, pudieron superarlo manteniéndose unidas, una junto a la otra, como siempre lo fue- los dejó de nuevo en su lugar -No estoy de acuerdo en que ellas se separen-

-Yo tampoco- aún seguía molesto, pero tampoco quería eso para ellas -Se necesitan, las sacaré de aquí y volverán a Hara con nosotros- ultimátum.

-¿Por qué mejor no les preguntamos a ellas?- apretó el botón del intercomunicador -Constance, diles que pasen, por favor-

La puerta fue abierta poco a poco y ellas ingresaron con pequeñas sonrisas en sus rostros al verlos. Seguían utilizando los uniformes escolares de sus respectivas casas ya que, todavía, eran alumnas de la institución.

-Bien, se preguntarán que hacen aquí, ¿No?- indicó, realizando un ademán con ambas manos al señalarlas.

-Pues, no del todo...- respondió la chica con tiritas y raspones en el rostro -Yo fui quién los llamó para que vinieran por mí, ya no quiero estar aquí después de lo que pasó- aferró la mano de su hermana y su madre que estaban a su lado -Quiero irme, no soy feliz y nunca lo seré al quedarme en Dragma-

-Entiendo y tus padres están de acuerdo con esa decisión- miró a la otra joven con ellos -¿Y tú que piensas, Dea?-

-A mí me gusta este lugar y mis calificaciones son muy buenas, pero después de lo que le hicieron a mi hermana, no me interesa estar aquí- era tan sincera como su padre -Me quedaría bajo la condición de vendetta, hacerme poderosa y destruir a todos los que le hicieron daño, pero tampoco soy así- se relajó en su sitio -En otras palabras, me largo- indicó sin más.

-Comprendo- les enseñó los mismos papeles que había leído su madre -Y si les ofrezco un intercambio, ¿Estarían dispuestas a negociar?-

-Si es equivalente, por supuesto- lo miró a la cara después de dejar de leer con emoción -¿O no, Dea?-

-Soy una hechicera negra, Gaia- leyó el papel en su mano sin mucho interés -No creo en el principio de intercambio equivalente, pero esta vez...- lo dejó a un lado -Podríamos intentarlo- se sentó mejor sitio, era toda oídos -Lo escuchamos-

El encuentro de intercambio terminó, ambos salieron vencedores y con un diferencia mínima de puntos, eran el orgullo de sus casas. Por otro lado, en cuanto a Rigveda y Acadia, emprendieron viaje de regreso a sus tierras al día siguiente, sin vencedores ni vencidos, pero aún así, satisfechos por un gran encuentro. Ahora, una semana después de todo aquello, Dragma había vuelto a la normalidad, pero las vidas de Lai Row y Keilot Helsing, habían cambiado por completo.

-Les dije que no, no pienso ser parte del centro estudiantil y mucho menos, su presidente- leía el lomo de lo diversos libros estante por estante y sin encontrar el que buscaba -Y Keilot tampoco será el vicepresidente, así que, dejennos tranquilos- fregó sus ojos y siguió con su búsqueda -Y si tan urgidos están, hablen con otros estudiantes del ciclo superior al respecto, que estoy seguro de que los ayudarán- volteó a ver al enorme grupo de alumnos de todos los años y casas que lo admiraban con devoción -¿Algo más?- preguntó sin perder la paciencia -Bien, dejenme estudiar en paz, entonces- al fin lo encontró y se dirigió a la mesa donde lo esperaba su mejor amigo -¿Otra vez con esa cara, Keilot?-

Se encontraba descansando la cabeza sobre los brazos, mientras movía un lápiz con uno de sus dedo. No tenía ánimos de nada, a penas de ganas de vivir y respirar día a día.

-Gaia hace más de una semana que está ignorándome y finge que no existo, ¿Qué quieres que haga, Lai?- habló retórico -Quizás tirarme a un agujero y morirme, sería la mejor opción- respondió a su propia pregunta, ya que él no respondió.

-Tú no tienes la culpa de lo que pasó y deja de ser tan dramático, ¿Quieres?-

Buscó la página en cuestión para comenzar su informe, estaba harto de hablar de lo mismo. Él también tenía problemas y demasiado grandes, como para llorar por los rincones.

-De lo que le hicieron- rectificó -Y sí, sí la tengo, no directamente, pero la tengo- escondió su rostro para no verlo -Odio tanto ser yo y mi destino-

Guardaron silencio y uno muy cómodo, en realidad, no necesitaban decir más.

-Keilot- su voz le hizo levantar la cabeza de su refugio a una velocidad sosprendente -¿Puedo hablar contigo?- se incorporó apresurado y provocando que diera un paso atrás por tal exabrupto -¿Estás bien?- tocó su rostro con su mano libre, ya que en la otra llevaba una férula de seguridad -Te ves muy pálido-

-Sí, estoy bien, Gaia- no era cierto, hacía días que no dormía o se alimentaba correctamente por pensar en ella -Estoy muy cansado, es todo- miró a su amigo allí -Lai, ¿Nos permites?-

-No- respondió sin inmutarse -Vayan a molestar a otra parte, yo estoy bien aquí-

Tomaba apuntes sin dirigirles la mirada, quería terminar ese informe.

-Pero que mal genio tienes- giró sobre sus talones -¿No sé que diablos ve mi hermana en ti?- emprendió camino a la salida, seguida por él.

-Eso no te lo diré, maldita alquimista-

Alguien tuvo la osadía de cerrar su libro de golpe, por suerte, pudo apartarse antes de que le aplastara la nariz.

-Estás perdiendo la elegancia, vidente- tomó asiento a su lado después de regarle un beso en la mejilla -¿Se puede saber por qué estás tan molesto?-

-No lo sé, tú dime- apartó todo a un lado para poder hablar con ella con más calma -Creo que mi mal humor se debe, a que mi novia, se irá a vivir al otro extremo del país, ¿No es así?-

Ella bajó la cabeza y apretó su entrecejo, ofuscada, jamás podía esconderle nada a ese hombre.

-Maldito sea tu don, Lai- pronunció por lo bajo al levantar la mirada -Sí, tienes razón, me iré- entrelazó su mano con la de él -Pero no es tan malo como lo ves ahora-

-Todo es malo si tú no estás aquí- besó sus nudillos con ternura -Tú me hiciste un buen hombre, una buena persona y si te vas, voy a volver a ser el mismo de antes y eso es algo que no quiero- se veía destrozado.

-Tranquilo- le apartó el cabello del rostro -Me iré el año que entra, estamos terminando el segundo semestre y sería absurdo que me vaya a Rigveda ahora-

-Eso no me consuela en lo absoluto-

-Lo sé, pero al menos, estaremos hasta fin de año juntos- sonrió triste -Eso es peor que nada-

El bosque era eterno y lleno de vida, pero sobre todo, habitado por hermosas criaturas míticas.

-Ven- se ocultaron detrás de un tronco para no ser vistos -Hace poco más de una semana que nació- susurró junto a ella -Es muy pequeño, pero muy fuerte y juguetón- aspiró el aroma de su cabello sin que se diera cuenta de ese hecho.

-Es hermoso, desconocía que en este bosque había unicornios- sonrió maravillada -¿Tú estabas aquí cuando pasó?- asintió en silencio -Es una lástima no haberlo visto- volteó y tomó asiento en el suelo, él hizo lo mismo -Lo siento- pronunció después de un largo silencio -Siento mucho haberme alejado de ti, tú no eres complice de lo que pasó, te culpé por ello y lo lamento-

Sus atacantes habían sido expulsadas por el consejo de brujos, especialmente, Megan, al ser la autora material e intelectual del hecho. Otras fueron suspendidas hasta el siguiente año, por consiguiente, ya no había a quién temer y mucho menos, a quién culpar.

-No, yo lo siento- miraba al frente para no mirarla a ella -Por mi culpa te lastimaron y es algo que no puedo perdonarme- inhaló profundo y sin apartar la mirada de su punto fijo, la nada -Megan está loca, pero yo me olvidé de ella al concerté a ti, fuimos novios por dos años antes de eso y la olvidé completamente- jamás le había contado eso -Pero tú eres ese pequeño sol que ilumina mi existencia y lo que tanto necesitaba en este horrible lugar- confesó con una pequeña sonrisa -Me cegaste con tu luz desde la primera vez que te ví, eres incandescente e inalcanzable, pero ahora te perdí y no sé que hacer al respecto- suspiró derrotado.

-No digas eso- se posicionó frente a él para verlo a la cara -Aquí estoy, ¿No me ves?- se acercó mucho a su rostro -Algo que destaco de ti, es lo dramático que eres, Keilot- le golpeó la nariz con un dedo -Solo estaba molesta contigo por todo lo que pasó y lo mal que me sentí al no poder defenderme- dirigió sus ojos hacia arriba con un gesto extraño -Pero ya estoy bien y no volveré a culparte, nunca más- levantó una mano -Lo juro-

-Te creo- juntó su mano con la suya -Hay algo más que quieres decirme, ¿Verdad?- afirmó muda -Te escucho-

-Me iré a Hara- le atravesó el alma.

Se irían, las dos se irían, los dejarían en ese oscuro y triste lugar sin mirar atrás. No volverían, de eso estaban seguros, Acadia y Rigveda tenían mucho que ofrecerles, en cambio ellos, ya no.

-¿Qué haces aquí afuera muriéndote de frío, tarado?- tomó asiento a su lado en un aspecto tan miserable como el suyo.

-Yo nunca tengo frío- lo miró de reojo -¿No puedes dormir?-

Regresó sus ojos al frente, ese tejado era alto y podía verse todo desde allí.

-Sabes bien que no duermo- exhaló el frío aire de esa noche -¿Cuándo se irá?-

-Mañana- frotó su rostro, agotado -Mañana regresará a Hara con sus padres y el año que entra, comenzará sus estudios en Acadia- estaba tan roto que cualquier persona podía verlo -No sé que hacer Lai, no volveré a verla y eso me mata-

-No es la primera con la que estás, ¿Por qué tienes esa enferma obsesión con ella?- señaló a la escuela -Haga una fila de admiradoras esperando por ti y anhelando cual de todas ellas será la próxima ahí centro-

-¿Mira quién habla?- mufó irónico -Pasaste del odio al amor en cuestión de días y sin saber como pasó- lo miró completamente -Casi te vuelves loco cuando te dijeron que salía con Dylan y no solo eso, rompiste ese tórrido romance que tenías con Irene, porque cada vez que ella estaba cerca de ti, no sabías que hacer o como reaccionar, te desquiciaba su simple presencia- afiló los ojos -Eres tan patético como yo, Lai y no me vengas con eso- lo apuntó -Tu absurda lógica me insulta-

-Me hace un mejor hombre y yo la ayudo a curar sus heridas- indicó con simpleza -No hay nada extraño en que me haya enamorado de ella- sonrió -Es más, cuando se vaya de aquí, estaré a unos pocos días de graduarme, así que, podré irme a Rigveda como profesor o ayudante de catedra en la casa blanca o astral- lo tenía todo planeado -Solo tengo que mover algunos contactos, hablar con mi padre y ya-

-No te dejarán irte de aquí, eres un vidente, el único dentro de esta escuela y no podrás marcharte así porque si- puntualizó -En Rigveda hay muchos como tú y estoy seguro de que no te necesitan en lo absoluto-

-¿¡Por qué siempre rompes mis ilusiones!?-

Lo golpeó en la nuca con fuerza, tenía tanta razón, que sentía que lo odiaba.

-Será porque tienes el hábito de armar castillos en el aire- rió a todo pulmón, de los dos, él era el soñador -Yo me quedaré aquí en la casa Fenrir, como profesor del primer año en entrenamiento físico y combate, ya está decidido- rodó los ojos -Bueno, mi padre lo decidió, en realidad-

-El tío Alan siempre quiso lo mejor para ti- pensó en ello un momento -Bueno, excepto, en tu enfermiza relación con Megan-

-Sí, que fastidio- volvió a hacer lo mismo con sus ojos y miró hacia el bosque -Mira eso- señaló a dos siluetas que se escabullían entre las sombras y se perdían en su interior -¿Los Valkyrie de nuevo?- se incorporó.

-Quizas- hizo lo mismo estirando sus músculos -Desde que Gaia llegó, tomó el mando y Logan no puede controlarlos- se preparó para descender -¿Listo, cazador?- iban a poner en su lugar a ese par de insurgentes.

-Por supuesto, nadie retrocede, ni se rinde, vidente-

Emprendieron carrera a toda velocidad hacia el bosque, uno usando su magia y el otro, su poder innato. Era increíble todo lo podían lograr juntos. Los encontraron más rápido de lo pensado, ya que sus voces los hicieron detenerse y esconderse entre las sombras.

-¡Gaia, deja eso! ¡Te harás daño!-

Exclamó, tan impaciente como siempre y perdiendo el buen humor, su hermana la sacaba de quicio en un segundo.

-Es que, esta maldita férula me da comezón- rascaba su brazo introduciendo una rama para mitigar el malestar -Al demonio, me la quitaré- la arrancó de un tirón -¿Cómo se ve?- movió los dedos y rotó la muñeca sin problemas -Maldita Megan, el golpe que le di en el rostro me luxó la mano- renegó con mala cara.

-Pero tú le quebraste la nariz, hermana- palmeó el lugar junto a ella -Déjame ver- la examinó con cuidado -Diste una buena pelea, Gaia y esto es nada a todo lo que podrían haberte hecho-

-Si, bueno, no iba irse invicta después de lo que le hizo a Val y merecía ser castigada- miró alrededor y guardó silencio un momento, como escuchando algo a la lejanía -¿Aslan está aquí?-

-No lo sé- hizo lo mismo que ella -Según Lai, él siempre estará con nosotras de alguna u otra manera-

-¿Creés que algún día volvamos a vernos?- su hermana encendió una hoguera con su magia, mientras la escuchaba -Me refiero a volver a estar los tres juntos como antes, aunque sea un instante-

-No lo sé, Gaia- volvió a su lugar -No lo sé, pero daría mi vida entera para que eso pase- miraba las llamas perdida en su memoria -Quizás sí, no sé mucho sobre eso, tendría que preguntarle a alguien versado en el tema- sonrió, guiñándole un ojo -¿¡No, Lai!? ¿¡Tú que dices!?- los habían descubierto desde que las siguieron en la oscuridad.

-Si fueran más silenciosos a la hora de correr...- su novio la abrazó al llegar junto a ella -No los hubiéramos descubierto nunca- él le dio un enorme beso en la mejilla y la estrujó con todas sus fuerzas, ese era el último abrazo que le daría en mucho tiempo -Keilot... No respiro-

-Lo siento- aflojó su agarre -¿Su hermano está aquí, Lai?- pidió saber.

-No- él arropaba a su adorada hechicera entre sus brazos y piernas, sentados ambos en el suelo muy cerca de la hoguera -Está en el espíritu del mundo, velando y cuidando de todos ustedes-

-¿Por qué siempre dices esa clase de cosas que me hacen llorar?- reclamó, quitando una pequeña lagrimita de su ojo -Eres como un poeta, Lai- movió sus manos para jugar con el fuego frente a ella -Pero causas enormes tristezas-

-Yo no soy lo el que dice eso, preciosa- parpadeó un poco y apretó la mirada con sus dedos -Son las visiones que me obligan a decirlo- exhaló un enorme y largo suspiro -Es una suerte que no me vuelva loco-

-Tengo una pregunta para ti- la otra chica allí, levantó una mano como pidiendo permiso -Eres el único vidente que conozco que no lleva los ojos vendados, ¿Por qué?-

-Porque los demás videntes que conoces, no pueden controlar sus dones y yo sí, ya que la mayoría de ellos son psicométricos y yo soy milenario, algo muy poco común entre los maestros hechiceros- aclaró arrogante -Pero si lo dices por los sacerdotes y sacerdotisas de la casa blanca de Rigveda, es un caso totalmente distinto, ellos son oráculos y por esa razón, llevan sus ojos vendados, ya que pierden la vista con los años-

-Vaya, es triste- se acomodó mejor entre los brazos que la arropaban -¿Y eso a qué se debe?- el mundo de la magia era todo un misterio para ella.

-Es el precio a pagar por ser los mensajeros de los dioses- respondió su hermana por él -Se supone que, nadie puede verle la cara a un dios y ellos lo hacen- arrojó unos leños a la hoguera -Es un precio justo con tan de cumplir con su trabajo-

Los dioses eran sabios y justos, pero muchas veces, como en este caso, eran crueles y despiadados. Al igual que lo hicieron con la raza dragón al robarles su magia.

-Un intercambio equivalente, así le dirían los alquimistas como tú, bonita- besó su mejilla de nuevo -¿En qué estás pensando?- se veía perdida en su mente.

-En el tabú de la alquimia- silencio absoluto -La transmutación humana- su mente era un libro cerrado, miles de secretos se escondían en su interior y que aún no fueron revelados -Me pregunto si...- miró a su hermana, no sabía si era prudente decirlo en voz alta -Me pregunto si, ¿Es posible revivir a Aslan a través de la trasmutación humana?-

Sólo el viento oyó sus palabras, ya que nadie tuvo la osadía de contestar.

-¿Acaso perdiste la cabeza o te volviste loca, Gaia?- ella era la única persona entre todos los presentes que podía decirle algo como eso -Revivir a un muerto es imposible e innatural, no se puede intercambiar una vida por otra y mucho menos, dar algo a cambio de igual valor para que eso ocurra, no hay un precio a pagar y no existe tal cosa- su sinceridad era absoluta y brutal -¿Y si logras hacerlo qué surgirá?- habló retórica, para hacerla pensar más de la cuenta -Un ser oscuro y no natural, ya no sería Aslan-

-Eso no lo sabemos, Dea-

-Sí, lo sabemos- se señaló a sí misma -Yo lo sé, la mayoría de los homúnculos que surgieron en este mundo, fueron concebidos a través de transmutaciones humanas fallidas, ¿Cómo puede ser que no sepas algo como eso?- la apuntó con una mano extendida -Es inaudito-

-Será porque tengo una vida, charlo con personas y no me la pasó encerrada en la biblioteca- le enseñó la lengua con burla, tenía un buen punto -Soy un ser social y existen muchas cosas que ignoro-

-Serás una gran alquimista, Gaia- sonrió animada -Pero tendrías que leer más, Acadia no será fácil para ti sino te esfuerzas lo suficiente-

-No necesito esforzarme- estiró su cuerpo al sentirse cansada -Jamás lo hice, sólo tendré que dedicarle un poco más de horas al estudio y ya- dirigió sus ojos a la persona que la sostenía -¿Tú que crees?-

-No querrás saber lo que pienso- respondió serio -Pero estaré bien si tú lo estás-

Una explosión remeció hasta lo más profundo de ese bosque, irrumpiendo toda posible plática o momento a meno entre ellos. Se miraron los unos a loa otros buscando una respuesta a ello, en un estado completa lentamente de consternación y alerta, hasta que una segunda explosión los sacó de ese estupor.

-¡Están atacando la escuela!- despertó a su espada después de decirlo y olfatear el aire para reconocer a los extraños -¡Son ellos de nuevo, Lai!- corrieron como locos hacia el caos próximo.

-¿¡Ellos!?- preguntó su novia agitada, ya que estaba siendo arrastrada por él.

-Si, Gaia...- un visión demasiado perturbadora llegó a su mente en ese instante -Saurom otra vez nos ataca en plena noche- miró el firmamento, ya que percibía que algo se acercaba a ellos a gran velocidad -¡Dea! ¡Abajo!- la derribó al suelo, justo a tiempo, antes de que esa cosa se la llevara en plena oscuridad -¿¡Estás bien!?-

Preguntó desesperado y sosteniendo su cabeza con una mano, se encontraba protegiéndola con su cuerpo.

-Sí- murmuró impactada y mirando hacia arriba, pero no podía ver nada -¿Qué era eso?- algo quiso secuestrarla en ese momento.

-Saurom tiene dragones a su mando y cada vez que nos atacan, secuestran alumnas para hacer intercambios después-

-¿Qué clase de dragones?-

La ayudó a ponerse de pie, Keilot y Gaia siguieron corriendo buscando un lugar seguro para ella y el resto de los Valkyrie. Esa casa era la cual tenían que proteger cueste lo que cueste.

-Los Arach- cubrió su boca con ambas manos de la impresión -Tranquila, estarás bien-

Aseguró, escondidos detrás de un árbol, frotando sus brazos para reconfortarla.

-Esa clase de dragones son los peores-

Nadie, nunca, jamás, a lo largo de la historia de una humanidad había visto un Arach y sobrevivido para contarlo, en especial, lo hechiceros negros a los cuales cazaban por su potencial mágico.

-Lo sé- cruzó dos dedos y la apuntó -Pero estarás bien- repitió una vez más -Esconderé tu esencia y potencial mágico para que no puedan hallarte- habló en sánscrito y la hechizó -Bien, ahora- tomó su mano con fuerza -Corre, tenemos una escuela que salvar-

Era peor que un campo de batalla, alumnos y profesores estaban dando todo de sí, para que Saurom no invadiera sus dominios, pero las fuerzas se estaban agotando y muchos de ellos habían caído ante ese impredecible ataque.

-¡Corran! ¡Corran! ¡Corran!- incitaba a todos los alumnos de la casa Valkyrie a buscar refugio dentro de los túneles secretos de la escuela -¿¡Ya están todos, Gaia!?- asintió muerta de miedo -Perfecto- apretó un dispositivo y las puertas comenzaron a cerrarse -Arriba- la cargó con una agilidad inigualable y la introdujo dentro del túnel -Escuchame- temblaba entre sus manos, ya que sostenía su rostro para que lo mirara a la cara -Por nada del mundo abran esta puerta- besó sus labios por un instante.

-Keilot- susurró aturdida, ya que todo volvió a vibrar -No me dejes- suplicó.

-No, escúchame, tengo que ir a luchar y necesito que te quedes aquí- rogó, acariciando su rostro como si fuera a romperse -Te lo digo a ti y a todos- el silencio era absoluto -¡No abran esta puerta!- la sostenía con fuerza para que no se cerrara -¡Si ustedes viven, nosotros también! ¡Manetenganse a salvo!- besó a su novia por última vez -Te amo- susurró por lo bajo para que solo ella oyera -Volveré por ti, lo juro- la puerta se cerró después de eso.

-Tranquila, amiga-

Logan y Val se acercaron para intentar calmarla, no era el primer ataque que tendrían y mucho menos, el último, pero tenían que mantener la calma.

-¿Qué es Saurom?- cuestionó mirando la única salida allí.

-Nuestra peor pesadilla- respondió el regente, llamando la atención de todos -Los del primer año, acerquense- así lo hicieron -Necesito que escuchen esto, les contaré todo sobre nuestro enemigo-

Saurom, la escuela de magia y hechicería más grande del país de Eurogo, que diestraba a grandes hechiceros de todo el mundo dentro de sus impenetrables muros, pero ocultistas, transformista y nigromantes, eran sus aprendices más fuertes, junto con los demonios que podían invocar estos últimos. No solamente enseñaban magia negra, las artes oscuras eran el pan de cada día, como también, el vandalismo y el pillaje, hacia sus más grandes enemigos dentro del mundo de magia, la escuela de Dragma, la cual querían destruir a toda costa.

-¡Muentrense!- exclamó el director Bradley levantando una mano y se hizo la luz -¡Ahí estás, desgraciado!-

Apuntó al jefe de ellos, sobre el lomo de un dragón de alas y espinas negras. Era un grupo numeroso, un poco más de cien personas montadas en esas bestias, en barcas sobre el lago o levitando en el aire. El panorama no se veía bueno o alentador para nadie.

-¿¡Qué es lo que quieren ahora!?-

La barrera de protección caería en cualquier momento, el poder de todos ellos era inmenso y no podían contenerlo mucho más. Por suerte, las casas Fenrir, Beserker y Nornir, estaban dispuestos a luchar cuando eso sucediera. No caerían hoy, ni nunca.

-¡No les fue suficiente el enviar un demonio a nuestros territorios, que ahora nos atacan por la noche!- hiperventilaba de amargura -¿¡Qué demonios quieren!

-¡Hermanito! ¡Que alegría me da verte!- respondió sarcástico y extendiendo ambos brazos para demostrar enorme poder -¡Estoy decepcionado de ti! ¿¡Cómo pudiste esconderle tan enorme secreto a tu hermano mayor!?-

Sonrió como un psicópata altamente funcional. Era tan oscuro y sombrío como su alma, con penetrantes ojos azules y cabello tan negro como la misma penumbra que llevaba en una larga trenza sobre su hombro izquierdo, musculoso de pies a cabeza y siniestro como el aura que lo rodeaba. Un hombre poderoso y lleno de vigor por donde se lo mirase.

-¡Déjate de estupideces, Gilbert Bradley!- no bajo la guardia ni un instante -¿¡Y dime por qué diablos sigues atacando Dragma!?-

-No, no- negó moviendo su dedo de un lado a otro -Esa no es la forma correcta de hablarle a tu hermano, Roy- sonrió aún más -Pero por esta noche, lo dejaré pasar si me das lo que quiero- guardó silencio un momento -¿Dónde está el Hakari?-

-No sé de lo que hablas- habían dejado de atacarlos después de sus palabras -Dragma no tiene en su poder tal objeto mágico, sería algo incontrolable si cae en las manos de algún alumno y eres consciente de ello-

-Sí, lo sabes, soy consciente de que se encuentra aquí, puedo sentirlo- aseguró, apuntaló con la palma de su mano extendida -Estás mintiéndome, como siempre- magia oscura se materializaba delante de él -Te daré tres segundos para que me lo entregues o destruiré este lugar, piedra por piedra, hasta los simientes- era poderoso -Uno...- pronunció y su poder, se masificó -Dos...- era algo colosal, todo comenzó a temblar -Tres-

-¡Alto!- una voz a sus pies, irrumpió la inminente destrucción -¡Mi nombre es Dea Fleming!- se dejó ver dando varios pasos al frente -¡Y por designios de mi madre, soy la guardiana de Hakari!-

Extendió un brazo sosteniendo la rosada que siempre llevaba consigo. El mundo se detuvo, al igual que la respiración de todos, eso era un Hakari unas de las armas de destrucción masiva mayormente conocida por la raza humana.

-La hija de Selva, la druida más poderosa que ha tenido este lugar y mi anhelado amor errado-

El amó a esa mujer por un algo tiempo y en una tortuosa agonía, pero jamás fue correspondido, hundiéndose en el dolor y el odio cuando lo rechazó, convirtiéndose en el hombre que es hoy.

-¡Hasta que tu padre llegó y me la quitó!- ahora la apuntaba a ella -¡Ese Hakari fue un regalo para ella cuando niños y lo quiero de vuelta!- sus ojos eran letales -¡Y te ordeno que me lo entregues en este mismo instante!-

-¡Baje su mano y se lo daré!-

Así lo hizo, estaba dispuesta a negociar, era idéntica a su amada Selva y jamás le causaría un enorme dolor al hacerle algún daño a ella.

-¡Dea, no!-

-¡Ahora, no Lai!- fue ignorado, sumamente ignorado, ese era un tema que a él no le correspondía resolver -Muy bien, señor Gilbert- sus ojos cambiaron y el Hakari, emitió un cegador resplandor -Pero primero...-

Aolo su voz llegó a los oídos de todos, helandoles el alma y paralizándolos por completo, ¿Qué estaba haciendo?

-¡Corriente del tiempo da marcha atrás!-