El silencio era infinito, inconmensurable y perturbador, nadie pronunciaba palabra alguna alrededor de esa mesa. Era un calvario para todos los presentes admirar los rostros malhumorados del príncipe y su prometida, pero lo más inquietante de todo, era el golpe que adornaba la mejilla de él.
-¿Cómo estuvo tu día, hijo?- su madre intentó romper esa atmósfera tan tensa -¿Fuiste al pueblo?- continuó, ya que no respondió -Seguro que fue un recorrido estupendo, los aldeanos se están preparando para el festival de otoño y deben acondicionarlo todo- se contestó a si misma, cuando se percató que no quería hablar y dirigió sus ojos a la joven frente a ella -Hoy hablé con la costurera, querida- le dio un sorbo a su copa de vino -Mañana en la tarde nos espera para tomarte las medidas y comenzar con tu vestido de bodas-
-Si es que la hay-
Bufó sarcástica y metiendo una porción de carne a su boca para masticar con molestia. La comida no sabía a nada, era insípida o quizás, sería su propia amargura la que le atrofiaba el paladar.
-¿Qué dijiste?-
Preguntó a la defensiva, golpeando los cubierto contra la mesa y dejando de comer.
-Lo que escuchaste- refutó digna y llevando la copa a sus labios, para luego, dejarla a un lado -¿Puedo retirarme?- preguntó al rey que asintió -Gracias, buen provecho-
No tenía apetito y tampoco el deseo de seguir compartiendo la mesa con él, era indigno de su presencia. Por suerte y gracias a la intervención divina, su maestra había viajado a la Torre de Magos en Nívea acompañada de su sobrina, la princesa Eyra, para no presenciar tal espectáculo. Estaba segura que le exigiría una disculpa, lo cual, no haría y manteniendo una nueva riña con alguien más.
-¡Dea!- se incorporó para intentar detenerla -¡Ven aquí! ¡Todavía no he terminado contigo!- le dio la espalda para dirigirse escaleras arriba -¡No puedes marcharte así después de decir eso!-
Intentó seguirla cuando lo ignoró, pero su padre lo detuvo con solo el movimiento de su mano.
-Siéntate, Lai- apuntó hacia abajo y obedeció como un perro a su amo -Explícate- señaló el golpe en su cara.
-Se enojó conmigo y me golpeó- respondió, luego de unos minutos de silencio.
-¿Por qué?- entrelazó las manos delante del rostro y esperando una respuesta.
-Quizás fui un poco brusco con ella cuando regresamos del pueblo y...- abrió lo ojos enormes al tener una revelación -Me dio lo que merecía al ponerme en mi lugar- despeinó hacia atrás su cabello al sentirse un completo idiota.
-Diste en el blanco- acotó irónico -Lai, quiero que entiendas esto...- asintió a su esposa para pedirle espacio y poder hablar con él en privado -Eres un hombre, sé como la miras y la deseas con cada fibra de tu ser- indicó al quedarse solos -Pero ella no te pertenece y no puedes tratarla como se te ocurra-
-Sí, lo hace- llevó una mano al pecho como marcando dominio sobre su prometida -Es mía, ella y yo...- levantó un dedo pidiéndole un minuto.
-Y si tú mueres mañana, ¿Qué pasaría?- no respondió, tenía un buen punto -Rehacerá su vida y será de otro- levantó sus hombros sin más lógica que esa -Ves, no te pertenece- hizo un gesto obvio con la mano -Nosotros estamos en esta vida de paso, nuestro andar es efímero y vamos a encontrar personas que nos hagan sentir los más dichosos de la humanidad, como te sucedió a ti- se incorporó con ayuda de los brazos.
-Pero recuerda, cada uno elige como vivir, tenemos el libre albedrío y la plena libertad de poder elegir, sin ataduras que nos corten las alas- lo palmeó al pasar -Nos guste o no, tenemos que aprender a respetar la forma de vivir de los demás- se detuvo un momento -Al menos que, queramos pasar una vida solos- él también abandonó su sitio.
-Lo entiendo- corrió a grandes zancadas en sentido contrario -¡Gracias, padre!- escuchó su voz a la lejanía -¡Descansa!-
-Tú también, hijo- sonrió, siguiendo sus propios pies.
-Eres un gran padre, querido-
Se había mantenido tras la puerta escuchando la conversación.
-Lo sé- besó su coronilla -Soy maravilloso-
Subió los peldaños de dos en dos y llegó a la habitación correspondiente, inhaló aire, se inclinó un poco para sosegar la fatiga y golpeó la puerta con los nudillos esperando a que abriera.
-¿Dea?- silencio -Dea, mi amor- volvió a llamar -Por favor, perdóname, soy un idiota y quiero arreglar las cosas entre nosotros-
La puerta se abrió se golpe y él se horrorizó, otra vez estaba pasando.
-Ayúdame-
Murmuró, sosteniendo su nariz con ambas manos y gimiendo de dolor, le atravesaba el cráneo como una lanza.
-Ayúdame, Lai-
Aferró su pálido rostro entre sus manos e ingresó a la habitación para poder hacer algo.
-¿Qué sucede?-
Miró alrededor y todo se encontraba intacto, excepto, un pequeño frasco derramado en el piso.
-Boté el elixir de mandrágora por accidente- la sentó en la cama y corrió al sanitario para buscar una toalla -Y tú sabes lo malo que es eso para los hechiceros-
El elixir de mandrágora, era sumamente peligroso para los hechiceros con poco conocimiento en clarividencia, adivinación y mancias. Era letal para aquellos carentes de poderes psíquicos, por la incidencia a producir visiones y proyección astral con solo inhalar su aroma. Era considerado un fuerte alucinógeno, como también, un potente veneno.
-Por dios- limpió su rostro con delicadeza y cuidado, después de apartarle el cabello -Respira- indicó como debía hacerlo -No trates de suprimir las visiones, déjalas que lleguen a ti- no podían hacer nada, solo esperar que el malestar pasara.
-Me duele- presionó sus sienes con fuerza -Siento que mi cabeza va a estallar- intentó levantarse pero flaqueó débilmente -¿Por que soy tan estúpida?- lágrimas se derramaron sin que pudiera contenerlas -Estaba furiosa contigo y vine aquí para ir a la Torre, pero todo rodó por los suelos- estaba asustada, jamás se había sentido así, tan desorientada y adolorida -Cuando me di cuenta, ya era tarde, la mandrágora se hizo volátil- era abrumador -Tendría que haber sido más cuidadosa- cubrió su boca al sentir nauseas.
-Ven aquí- se recostó en la cama y la llevó con él para abrigarla sobre su pecho -Cierra lo ojos-
Descansó los labios sobre su cabeza y perdió una mano entre su cabello para sostenerla con cuidado. Era tan frágil y pequeña, que sentía una inmensa necesidad de cuidarla y velar por ella el resto de su vida.
-Tranquilízate, fue un accidente y no tuviste la culpa de nada- no podía verla así -Estoy aquí contigo- su voz era hermosa y generaba paz con cada sílaba -Estarás bien- la meció de un lado a otro -Cuéntame- dejó un beso en uno de sus largos rizos al acercarlo a sus labios -¿Qué es lo que ves?-
-Veo a Gaia...- pronunció adormilada -Se ve triste y parece que ha estado llorando...-
Levantó su rostro con dos dedos bajo el mentón, se veía agotada y débil.
-No te duermas- sostuvo su mejilla con una mano -Abre los ojos- besó sus labios un instante -Sigue hablando-
Suplicó con el corazón en la mano, si caía en el mundo de los sueños, quizás no despertaría en un par de días o tal vez, nunca. Era aterrador.
-No puede olvidarlo-
Entreabrió los párpados para poder verlo y apreciarlo con su conciencia a dos luces.
-¿A quién, mi amor?- sonrió enternecido y acariciando su rostro.
-A Gabriel- volvió a recostarse en su pecho y aspiró la fragancia almidonada que emanaba su camisa -Tú me protegerás, ¿Verdad, Lai?- era presa de otra visión -Tú me protegerás cuando él venga por mí, ¿No?-
No respondió, no tenía como, sólo la ocultó entre sus brazos mirando hacia la nada y esperando el día que él llegara a Dragma para arrebatársela. La guerra inundaría sus tierras, aniquilaría a su reino y muchos perderían la vida, pero lucharía hasta el final.
-El amor es la maldición más retorcida de todos- bajó la mirada y ella dormía en calma, las visiones se habían ido -Pero prefiero morir que estar sin ti-
Miró la luna llena en la ventana, como buscado alguna ayuda de la diosa Selene, pero no fue escuchado. No había marcha atrás, la tragedia y la desgracia tenían los días contados para poder atacar.
Después de los quehaceres, subió a su habitación a tomar un baño y no volvió a bajar, ya que tomó la cena a solas y pidiendo disculpas para poder descansar. Él se encontraba en el suyo, caminando de un lado a otro como una bestia enjaulada, necesitaba verla, tocarla, acariciarla y tenerla cerca. No podía soportarlo más.
-Esta noche no seré el perro del carnicero- emprendió su búsqueda por ese largo pasillo que los separaba -¡Gaia!-
Abrió la puerta de un fuerte empujón y sin molestarse en llamar, encontrándola sobre la cama, aferrando sus piernas y escondiendo el rostro entre las rodillas.
-¿Sí?- levantó la cabeza y apartó las lágrimas rápidamente -¿Qué ocurre?- tomó asiento en su lugar fingiendo que nada pasaba, era una terrible actriz -¿Otra vez Alpha dejó un regalo para ti?- cerró la puerta y se acercó a la cama lentamente -¿Qué hice ahora?- se alejó un poco cuando ocupó el lugar vacío delante de ella -¿Por qué no estás gritándome?-
Otra vez rodeó las piernas con los brazos para mirarlo en silencio y esperar algo de él que jamás llegó.
-Estás raro- pronunció después de un rato -Y estás asustándome, ¿Qué pasa?-
Se apartó un poco más. Era muy intimidante con esos calculadores y fríos ojos verdes, acompañados de ese enorme torso desnudo.
-¿Quién era él?-
Pidió saber después de pensar mucho cada palabra y tragarse los celos que lo quemaban por dentro.
-¿Él?-
Repitió inclinando la cabeza, parecía un cachorrito confundido y curioso.
-Sí, por el que llorabas- presionó las manos en puño sobre su pantalón, mitigando la rabia -¿Quién era?-
-¿De verdad quieres saberlo?- cuestionó incrédula.
-Cada palabra- permaneció inerte y sereno para tratar de escucharla.
-Hace algunos años atrás...- presionó sus piernas con fuerza -Me enamoré de un juglar- descansó la barbilla en sus rodillas, ahora entendía el porque se llevaba tan bien con ellos -Su nombre era Gabriel Campbell, era el hijo de la cocinera de la casa de mis padres- las imágenes eran vívidas en su memoria -Nos conocíamos desde niños y fue el único hombre bueno conmigo, ¿Sabes?, ni siquiera mi padre me trató bien en toda mi existencia- sus ojos se aguaron.
-Todos le tienen miedo a la maldición, a Dea le llovían los pretendientes y en cambio a mí, no- no le importaba ese hecho, solo era una parte de la historia que contar -Y siempre fui despreciada por todos ellos, pero a él no le importó, simplemente, me quiso con todo lo que era- una lágrima rodó por su mejilla y la dejó caer.
-¿Y tú a él?- asintió en silencio y lo destrozó -¿Qué más pasó?-
Estiró una mano para quitarle esas odiosas lágrimas, no quería verla llorar, su dolor lo aniquilaba.
-Muchas cosas- aferró la mano que seguía en su rostro -Mi padre se opuso a lo nuestro y con toda la razón, yo tenía dieciséis años y él era casi un vagabundo- ahora, siendo una adulta, comprendía su reacción -Pero no me importó, huí con él en la primera oportunidad que tuve- el recuerdo era terrible -Yo lo amaba, lo amaba mucho- siguió llorando entre ahogos -Además de Dea, Aslan y mi madre, él era el único que me hacía feliz-
-¿Hasta dónde llegaron?-
No podía creer que le estaba contando todo eso a él, a su esposo, pero al menos, se tragaría su orgullo de hombre y la ayudaría a poder superarlo.
-Llegamos hasta Cirse- era muy lejos de Hara, al otro extremo del continente -Las leyes para casarse allí, son menos estrictas que aquí y una vez que cruzáramos la frontera, yo sería libre de mi padre-
Se incorporó para acercarse a la ventana, llevaba la ropa de dormir y parecía un alma en pena andando por el cuarto en ese estado.
-No pudieron llegar, ¿No es así?-
-No, no lo logramos- la luna era radiante esa noche -Un grupo de mercenarios que contrató mi padre, nos encontró- tocó los cristales empañados con la punta de los dedos -Nos separó y nunca más volví a verlo-
-¿Murió?- la abrazó por detrás para que no se sintiera tan sola.
-Según mi padre, sí- se relajó ante su toque -Uno de los mercenarios lo mató al no querer entregarse-
Aferró los brazos que la rodeaban con ambas manos, lo necesitaba, necesitaba su abrazo.
-Pero ya no quiero hablar de eso, fue muy duro para mí e intento olvidarlo- rasguños en la puerta los separaron, su cachorro quería entrar -Él ya no está y mi vida no fue la misma desde entonces-
Abrió la puerta y lo cargó con cuidado para darle todo su amor.
-Lo siento- la levantó en vilo para llevarla a la cama -Sé lo que es perder a alguien que amas, perdí a mi madre y hermana cuando tenía cuatro años- la depositó con cuidado en su lecho y la abrigó bien, esa noche hacia frío -Y así pasen los años, no puedo superarlo- besó su frente como despedida -Descansa, mañana queda mucho por hacer- le dio un último abrazo y se incorporó para marcharse.
-Por favor- asió su mano por impulso -No te vayas- miró alrededor con desconfianza -No quiero dormir sola- no necesitó más, se introdujo a la cama con ella.
-Dame espacio, Alpha- pidió al cachorro que gruñó entre sueños y sin molestarse en moverse -Maldito lobo- lo apartó al sostenerlo entre sus enormes manos y recostarlo a un lado -Ven conmigo, bonita- la acercó a su pecho y cerró los párpados al aspirar su aroma -Jazmines, lirios y tierra mojada- hundió la nariz en su cabello que era una suave nube castaña -Dulces sueños, amor- murmuró y se durmió.
-Tú me recuerdas mucho a él-
Acarició su mejilla con los dedos y se dejó arrastrar al mundo de Morfeo.
El sol molestaba su cincelado rostro con demasiada insistencia, iluminando su cabello azabache y su piel que deslumbraba incandescente. Era un ser celestial, no había dudas de eso. Sonrió entre sueños al sostener un pequeño y cálido peso sobre su pecho, que acercó un poco más al sentir su candor.
-Lai- pronunció su hermosa voz para traerlo de nuevo a la realidad -Lai, despierta- abrió los ojos revelando su magnificencia -Buen día- sonrió sobre él mirándolo a la cara -Te ves terrible, ¿Dormiste bien?-
Las enormes ojeras y el aspecto demacrado en su rostro, opacaban su atractivo, además de esa palidez enfermiza que no lo abandonaba.
-Buen día, preciosa- acarició sus hermosos rizos que eran un desastre -Casi no dormí, tenía miedo de que no despertaras al amanecer- depositó un beso en su coronilla.
-¿Estuviste toda la noche en vela?-
Se incorporó sobre él con los brazos y arrastrándolo a una hermosa tortura a esa hora de la mañana. Ella era un ángel que lo volvía loco con su belleza.
-Tenía miedo- miró el escote de su vestido y luego, sus ojos -¿Cómo te sientes?- le apartó el cabello del rostro con delicadeza tras la oreja.
-Cansada y mucho- regresó a su lugar y se arropó en sus brazos -Soñé cosas muy extrañas toda la noche, pero mejoraré- él olía también que la hipnotizaba -No es la primera vez que pasa- se tapó hasta el cuello.
-Lo sé- tiró de la cuerda sobre la cama para llamar a las criadas -Eyra hace dos años me envió una paloma, informándome tu desafortunado encuentro con esporas de hongo rojo-
Rodó los ojos y negó de un lado a otro, agotado de su infortunio con las sustancias extrañas.
-Ni me lo recuerdes- rió amortiguada detrás de la manta, solo podía verle los ojos detrás de esas largas pestañas -Aluciné que podía volar y me arrojé al vacío desde la Torre-
-Y yo perdí la cabeza al saberlo- se apartó de la cama para descorrer las ventanas y abrir la puerta -Hubieras muerto si no fuera por el poder de la tía- la criada hizo una reverencia ante él -Hertie, la señorita necesita un baño y el desayuno, por favor- asintió y fue por lo pedido -Por suerte, solo te dislocaste un hombro-
Regresó a su lado para contemplarla en silencio. Esa noche, utilizó su poder astral para poder verla y procurar que todo estuviera bien, pero estaba seguro que no recordaba nada, ya que se encontraba bajo los efectos de un potente somnífero.
-Así que, es cierto...-
Se incorporó con cuidado y siendo ayudada por él, tomaría el desayuno que acababan de traerle.
-Mi hermano en su última carta preguntó por ti, siempre decía- llevó la taza de té a su boca -Pero jamás lo creí- sopló un poco y le dio un sorbo -Teniendo en cuenta que, es una delirante y ocurrente en lo que respecta a las relaciones-
-¿Por qué lo dices?- también tomó el suyo.
-Porque está enamorada de Dante- escupió su té al escucharla.
-¿¡Qué!?- se golpeó el pecho, se había ahogado de la impresión -¿¡Eyra está enamorada de ese sucio alquimista!?- no podía creerlo.
-Sí, lo está-
Suprimió la risa, su reacción fue muy exagerada, aunque, podía entenderlo, estaban hablando de su hermana y eso no era elocuente.
-¡Pero ella es un princesa y él es un paria!-
Se incorporó enervado, iba a matarlo cuando tuviera la oportunidad, se opondría en ese matrimonio en cuerpo y alma.
-¡Lai!- gritó impactada -¡Dante es una buena persona!- no iba a permitir que hablara así de su amigo -Quizás no sea procedente de una buena cuna y lo más apropiada para tu hermana- se veía molesta y no era bueno -Pero es un gran hombre, trabajador y honrado- dejó su desayuno a un lado -No lo juzgues sin siquiera conocerlo- levantó un dedo en advertencia.
-¡No lo entiendes!- había levantado la voz sin darse cuenta -¡Ella merece algo mejor! ¡Es la princesa!-
Hizo un gesto furioso al aire, era inaudito permitir tal unión en la corona real.
-¿¡Cómo puedes ser tan malo!?- se llevó la mano al pecho al sentir un pequeño dolor -¡Tú me tienes a mí y es lo mismo!- inhaló profundo y cerró los ojos para soportarlo, era punzante -Mi padre es un noble al ser nombrado caballero, pero su cuna es aberrante y tranquilamente, yo podría ser una de tus consortes en vez de tu esposa-
Se acomodó mejor en su sitio e intentando mitigar la agonía, de ahora en adelante, sería mas cuidadosa con esas cosas.
-Jamás permitiría que eso pase- levantó una mano para colocarla entre sus pechos y pronunciar un mantra en sánscrito, era magia de sanación -Eres digna de mí desde la primera vez que te ví- besó su labios por un instante -Pero comprende, es mi hermana pequeña y tengo que velar por ella- continuó, al alejarse unos centímetros.
-Lo hago, creeme que lo hago- apartó el mechón de cabello que siempre le cubría un ojo, se sentía mejor -Pero tiene que vivir su propia historia-
Sonrió y volvió a recostarse, el efecto de la mandrágora seguiría por unos días más, debía descansar.
-¿Su alteza?- pronunció la criada del otro lado -Traemos el baño para la señorita Dea-
-Adelante- se abrieron paso a la habitación -Dejen todo allí- señaló el espacio junto a la chimenea -Yo me acuparé de ella- levantó sus mangas, chasqueo los dedos y el fuego de las llamas iluminó el lugar -Gracias, pueden retirarse- salieron de allí abochornadas y entre cuchicheos, serían la comidilla ese día -Arriba, preciosa- la llevó en brazos hacia una silla para poder desvestirla.
-Lai- ocultó la vergüenza con las manos al encontrarse desnuda frente a él -Esto no está bien, las criadas pueden ocuparse de mí-
-Silencio- la depósito con cuidado dentro de la tina -¿El agua está bien?-
Asintió muda y roja cual manzana, era impropio, erótico y muy excitante lo que estaba pasando entre ellos.
-Prometo que seré bueno, dulzura- enjabono su largo cabello preso de un enorme encantamiento -Mejor que cualquier criada, lo prometo-
Sonrió lascivo y lo dejó ser, de todos modos, no había forma de discutir con él, siempre ganaría.
-¡Buenos días!- exclamó a todo pulmón y descendiendo por las escaleras de la cocina -¿Qué es lo que huele tan bien?- saltó por un candelabro hasta llegar al suelo y robar una manzana -¿Acaso es pastel de manzanas?-
-Sí, señora Helsing- respondió la cocinera con una enorme sonrisa -Me encantaría que pueda probarlo y me de su opinión al respecto-
-Por supuesto que si, Moddy- le dio un enorme mordisco a su fruta -¿Vieron a Keilot?-
Le entregó un pedacito a su erizo que se acercó a ella al escucharla. Era regordete, casi ciego y tierno. Lo amaba.
-Sí, despertó muy temprano y salió con tu cachorro al campo de entrenamiento con el resto de los caballeros-
Respondió una muchacha que no había visto el día anterior.
-Excelente- mosticó como un pirata hablando con la boca llena -¿Y tú eres?- estiró una mano después de tragar.
-Soy Ivette- respondió el saludo -Ivi, para los amigos- vestía de negro y llevaba un enorme arco en su espalda, parecía una mercenaria -Soy la prima de Keilot por parte padre-
Se sonrieron mutuamente. Era idéntica a él, los mismos ojos y color de cabello, solo que el de ella era rizado y salvaje. Se veía atlética, entrenada y fuerte, como todos los descendientes de la familia Helsing.
-Encantada de conocerte, él me habló mucho sobre ti de camino aquí- soltaron sus manos -Eres cazadora de monstruos y lo enorgulleces-
-El término adecuado es mercenaria- acomodó el arma en su espalda -Pero cazadora de monstruos suena poderoso, me agrada- señaló hacia atrás con un pulgar -¿Quieres ir a ver como entrenan?-
-Sí, claro- emprendieron su andar después de dejar a su erizo en la jaula -¿Tú no entrenas con ellos?, Megan lo hace-
-No, según Seth...- podían verlos desde la distancia y entrenando colina arriba -Soy poco ortodoxa y una completa salvaje a la hora de entrenar- rió con fuerza -A más de uno le he roto la dignidad, así qué, no les conviene entrenar conmigo- salió disparada al campo de batalla -¡Primo!- gritó extasiada y robando una espada a su paso para chocarla con la suya -Esa si que es la forma correcta de bloquear- le dio un golpe en el rostro, alejándolo.
-Maldita- escupió sangre y se puso en guardia -Veo que en este tiempo mejoraste mucho- volvieron a chocar armas -Pero no más que yo- le dio un cabezazo que la hizo caer y la apuntó en la garganta dando fin a la batalla -Perdiste otra vez- le tendió una mano para poder levantarla.
-Eso crees, estúpido- la zancadilla que le dio lo arrojó al suelo al perder el equilibrio, era tan fuerte como él -Rindete, perdedor-
Tomó posición sobre él acercando una daga a su rostro y sonriendo como una demente.
-Te extrañé, enana- confesó, luego de incorporarse y darle un pequeño, pero consistente abrazo -Y Seth también-
Apuntó al nombrado con un dedo y la espada sobre un hombro, en una pose complemente despreocupada. Él estaba profundamente enamorado de su prima, pero ella lo ignoraba y sin misericordia. Su misión no era tener un furtivo romance con un caballero de Eragon, merecía más que eso.
-Sí, bueno...- levantó los hombros, indiferente -Kylar estaba buscándote- cambió de tema cuando el susodicho se marchó con la mirada gacha -Acaba de llegar del burdel hace un momento, pero no lo veo por aquí-
Observó alrededor y divisó a la otra mujer con ellos, que se encontraba a unos metros observándolo todo con los ojos enormes y los brazos bien abiertos.
-Tenías razón...- lo codeó en el estómago -Ella me caería bien-
-Te lo dije- se acercaron -¿Te gusta lo que ves?-
Su fragancia lo impactó como una ola al inclinarse a su altura y susurrar en su oído.
-¡Me encanta!- daba saltitos como una niña -¿El bosque es peligroso?- miró al cachorro que jugaba bajo sus pies y luego, a ellos -Porque me gustaría ir a explorar cuando tenga tiempo- regresó su vista al mismo.
-No, para nada- respondió la prima de su esposo -Cuando quieras podemos ir juntas, ¿Qué dices, Keilot?- miraba en la misma dirección, tan emocionada como ella.
-No tengo problema con eso-
Esperó al mago que se acercaba a paso tranquilo, semblante agotado y cayado en mano. Era un hombre taciturno, amargado, amante de las siestas, la buena vida y las mujeres, ya que contaba con un gran potencial para ello. Era increíblemente atractivo, el cabello negro, ojos de un gris muy oscuro, demasiado alto y poderoso, cualquiera caería a sus pies.
-Gaia- la rodeó por los hombros para invitarla a voltear -Quiero presentarte a alguien- sonrió al tenerlo cerca -Él es mi confidente y mi mejor amigo aquí- la muchacha junto a él carraspeo, haciéndose notar -Después de Ivette, claro...- continuó entre risas -Kylar Azoth, el mago de este castillo-
Palideció y se sostuvo con fuerza cuando le temblaron las piernas. No podía ser cierto, sus ojos debían mintiéndole, estaba observándo a un triste fantasma del pasado.
-No puede ser- murmuró a punto de derrumbar -Gabriel-
Se sintió asfixiada por realidad, la aplastó de golpe y sin anestesia. Fue muy duro y no supo más, había perdido la luz en los brazos de su esposo.
-Keilot-
Pronunció catatónico, tragando fuerte y apartándose de golpe, cuando le dio un fuerte empujón para alejarlo de ella al querer ayudarla.
-Puedo explicarlo- levantó ambas manos cuando lo asesinó con la mirada.
-Eso espero-
No dijo más, caminó con su inconsciente esposa en brazos y siendo seguido por su inseparable prima, que no estaba al tanto de la situación. Esperaba que, después de su evidente enfado, le diera una explicación.
-Ahora, sí- lo palmeó Megan al pasar y llevando al pequeño cachorro en su cabeza -Estás frito, Kylar-
El sanador real llegó esa misma mañana después de ser llamado y que ella fuera aseada por la mano del mismo príncipe del reino. Después de examinarla de la cabeza a los pies, tomar las pocas muestras de mandrágora que quedaban y purificar su cuerpo, llegó a una inevitable conclusión, no debía moverse por tres días de esa cama o tendría una recaída instantánea. Era un milagro, así lo definió. Era un milagro que ella estuviera viva, despierta o cuerda después de esa intoxicación.
-¿Qué extraño?- tiró de la cuerda de servicio por tercera vez -Ni modo- miró alrededor y apartó las sabanas que la rodeaban -Me levantaré-
Sus pies tocaron el suelo con mucha dificultad, se sentía exhausta, pero según el sanador, en tres días pasarían los efectos colaterales de la mandrágora.
-¿¡Qué haces levantada!?- gritó al azotar la puerta de golpe -¿¡Acaso no escuchaste al sanador!?- la levantó en vilo para dejarla en la cama de nuevo.
-Es que...- le tenía terror cada vez que exponía su carácter agresivo -Quería abrir las ventanas y nadie venía a ayudarme- no estaba solo, su hermana Eyra lo acompañaba.
-¿Dónde están las doncellas del servicio?-
Preguntó a la joven detrás, que se dirigió a abrir las ventanas de par en par para dejar entrar el aire. Era un día hermoso y ella se encontraba confinada allí dentro, perdiendo el tiempo
-Están organizando la cena y el salón principal-
Respondió con su cabello al viento, mientras él, preparaba un cáustico brebaje para que lo consumiera enseguida.
-Gracias, Lai- respondió con una sonrisa al sostener el vaso entre sus manos y comenzar a beberlo, asqueada -¿Tenemos visitas?-
Lo miró al ojos cuando tomó asiento delante de ella y acarició sus resecos labios, producto de la fiebre que todavía no abandonaba su cuerpo.
-Sí, la tía Symza y yo, regresamos acompañadas del director de la Torre de Magos- se sentó junto a su hermano. Eran grandes amigas y tenían mucho de que hablar -Él está muy interesado en ti, quiere verte- apartó su largo cabello castaño tras la oreja -Por cierto, ¿Has visto a Dante?-
Cambió de tema, como si el ambiente no hubiera perdido el brío después de lo que dijo.
-¡Eyra!- la reprendió, era una imprudente y entrometida -¡Habíamos acordado que no se lo diríamos hasta que se sintiera mejor!-
-Bueno, lo olvidé- se hizo pequeña ante su regaño y se mordió la lengua, avergonzada -Pero es verdad, hermano- excusó de inmediato con un gesto gracioso -El director vino aquí por ella- la apuntó con un dedo.
-¡Vete de aquí!- apuntó hacia la puerta, corriéndola -¡No tienes discreción en nada!-
-Mira quién lo dice- lo golpeó en la nuca al pasar -Nos vemos luego, Dea-
Le enseñó la lengua con burla y huyó despavorida, cuando hizo el amague de seguirla para darle una lección.
-¡Eyra! ¡Espera!- quiso salir de la cama pero no la dejaron -¿Qué quiso decir con eso?- preguntó asustada, necesitaba una nueva explicación -¿La Torre de Magos está reclutandome?-
-Dea, mi amor- pronunció, tan perplejo como ella -No quiero que entres en pánico por esto...- tocó sus pequeños labios una vez más, se veía muy demacrada -Pero tenemos que hablar-
Su mente no dejaba de girar, todo le daba vueltas y eso que aún, mantenía los ojos cerrados sobre ese lecho de pluma y nubes que la abrigaban. Podía escuchar la voz de su esposo, Ivi y de alguien más que no logro descifrar, manteniendo una discusión bastante acalorada. Presionó los párpados con fuerza para tratar de despertarse y abrió los ojos despacio, para encontrar el techo de su habitación sobre ella.
-Keilot...- murmuró adormilada y sentándose en su lugar -No sabes el sueño tan raro que tuve- rascó su frente, abrumada -Resulta que, estábamos en el campo de entrenamiento y de repente...- giró el rostro para poder verlo -Apreció Grabriel- enmudeció -¡No es cierto!- gritó aterrada y dando un salto al otro lado de la cama -¡Tú estás muerto!- lo apuntó con un dedo, no dejaba de temblar -¡Mi padre me dijo que lo estabas!- aferró la cabeza entre sus manos negándose a ver la verdad.
-Gaia- se acercó despacio y con las manos en alto, parecía un pequeño animal asustado.
-¡Señora Helsing!-
Lo interrumpió de golpe y corrió asustada para subirse a la espalda de su inerte esposo, que no sabía si reír o mantenerse sereno, por esa absurda situación que estaba interpretando.
-¡Keilot!- hiperventilaba -¡No dejes que se acerque a mí!- escondió el rostro en él -¡Es un espíritu maligno!- volvió a apuntarlo sin mirarlo -¡Matalo!-
-Estás exagerado- dirigió sus ojos a ella que estaba a punto de soltar lágrimas -Ven aquí...- se desarmó y la aferró entre sus brazos para darle consuelo -No llores, bonita- tomó su rostro entre sus manos para verla con añoranza -Te prometo que hay una buena explicación para todo esto- dejó un beso en su nariz y miró a su amigo -¿No es así, Kylar?-
-Sí la hay, lo juro-
Suspiró fuerte y tan cansado como siempre, para sentarse a plomo sobre una silla.
-El día que los mercenarios nos encontraron, huí- ocultó la mirada bajo la palma de su mano, era tan poco hombre, que se avergonzaba -Huí como un cobarde después de suplicar clemencia y cambié mi nombre por otro para borrar mi existencia- quería que le creyera con toda el alma -Ahora estoy aquí, dándote una explicación a todo lo que pasó y sintiéndome tan mal como aquel día-
-Me dejaste- murmuró impactada -¡Me dejaste!- exclamó al mundo y le arrojó lo primero que tuvo a su alcance -¡Me dejaste! ¡Maldito hijo de la...!-
-¡Gaia!-
Su esposo sostuvo su mano, evitando que le arrojara ese enorme candelabro que aferraba con fuerza.
-¡Teníamos dieciséis años! ¡No sabíamos lo que hacíamos!- refutó, oculto tras la enorme silla donde estaba previamente -¡Era un juglar! ¡Un mendigo vagabundo! ¡No tenía nada que ofrecerte!-
-¡Suéltame!- rompió el agarre que la sometía de un tirón -¡Tú no tienes ni idea de lo que hizo mi padre conmigo cuando regrese a casa!-
Levantó un dedo con furia al acercarse, quería matarlo por haberla dejado sola y a su suerte.
-Lo sé y creeme que lo siento- se removió incómodo -Lo hice por tu bien, estarías mejor con ellos y sin mí-
-¿Lo hiciste por mi bien?- repitió sarcástica -¡Estaba enamorada de ti y me fallaste!- apartó una lágrima con rabia -¡Lloré día y noche pensando que habías muerto! ¡Día y noche estuve hundida en la culpa por ti! ¡Y resulta que aquí estás!- movió su mano de arriba a abajo para señalarlo completo -¡Vivito y coleando! ¡Argumentando patéticas excusas como si eso solucionara tantos años de dolor!-
Al fin lo dijo y se tranquilizó, era un enorme peso con el cual ya no iba a cargar.
-¿Tu madre y tu hermano lo saben?- asintió en silencio -Bien, ¿Y alguien más?- negó -¿Desde cuándo eres mago?-
Descansó su cuerpo en el brazo del sillón donde se encontraba su esposo.
-Desde que llegué a la Torre de Magos- miró a la otra chica allí que lo incitó a seguir haciendo un ademán -Mi padre es el director allí-
-¿Tu padre está vivo?- afirmó con el mismo movimiento anterior -Vaya, parece que es un don de familia el desaparecer- cruzó los brazos -¿De dónde se conocen?-
Observó a los presentes buscando una respuesta a esa casualidad del destino.
-Él le salvó la vida a Ivi en una subyugación y nos hicimos amigos desde entonces- la aferró de la cintura para sentarla en sus piernas -¿Cómo quieres que te llamemos de ahora en adelante? ¿Kylar o Gabriel?- lo miraron, expectantes.
-Grabriel es un nombre que nunca le gustó- aseguró ella -Creo que Kylar estará bien, ¿No?- asintió -Muy bien, ya no tengo nada que hacer aquí- estiró su cuerpo al sentirse mucho más liviana que antes -¿Quién tiene hambre?- la otra muchacha y ella, levantaron una mano al aire -Perfecto, vamos a comer algo, Ivi- salieron de allí aferradas de los brazos y dejándolos solos.
-Tú- lo detuvo antes de que diera un paso más -Ven aquí-
Lo aferró de un hombro con fuerza haciéndolo estremecer y hallando una respuesta a la pregunta silenciosa que se reflejaba en sus ojos.
-Te juro que nunca la toqué más allá de lo permitido- contestó trémulo y lo soltó.
-Bien- no dijo más y regresaron al campo de entrenamiento.
Otro incómodo silencio, esos momentos, eran una eterna maldición entre los dos. Cuando su mente reaccionó a todo lo dicho por él, regresó de la nebulosa de su mente con más dudas que certezas.
-No- negó de inmediato en un rápido y torpe movimiento -No voy a irme de aquí, Lai- sus nervios iban a romperse en cualquier momento -Que de destruya el mundo, pero no me iré-
-No es una opción, tendrás que hacerlo- acercó una mano a él para que la escuchara, tenía que entrar en razón -¡No me toques!- se alejó, como si ella fuera algo corrosivo y letal -¡Si lo haces, no podré soportarlo y te encerraré en este castillo para que te quedes a mi lado!- extendió un brazo marcando distancia -¡Y no te gustará!-
-¡No voy a irme!- pisó el suelo con fuerza soportando el llanto -¿¡Por qué me haces esto!?- pidió saber -¡Dijiste que nos casaríamos!-
-Lo haremos, pero ahora, no es el momento- ejerció tanta presión en el pomo de la puerta, que lo rompió -No puedo protegerte si algo ocurre y eso me destruirá si sucede- quería irse de allí lo antes posible -Tendrás que irte a la Torre de Magos, es una orden del Rey-
Lo miró por un largo tiempo, con sus labios temblado y conteniendo las lágrimas que pedían salir.
-Está bien- dirigió sus pies al buró -Que así sea- extrajo todas las prendas de ropa que podían cargar en sus brazos -Me largaré de este maldito lugar- dejó todo sobre la cama para luegometerlo en su maleta -Pero ten por seguro que...- inhaló profundo antes de decirlo -No voy a esperarte- lo aniquiló.
-Dea- dio un paso hasta ella cuando la escuchó.
-Vete- señaló fuera -Largate de mi habitación y no vuelvas- su frialdad le caló hasta los huesos.
-Yo...Yo...- se convirtió en el hombre inseguro de antes -Yo... No quiero pasar por esto... Pero-
-¡Cállate!- su llanto se transformó en rabia en cuestión de segundos -¡No quiero verte, Lai! ¡Vete!-
Se alejó, se alejó de ella a paso lento y hecho añicos. Le dolía, le dolía muchísimo el dejarla ir, pero debía hacerlo, no podía soportar la idea de perderla por proteger a su reino. No podía, era solo un hombre con un corazón roto y triste. Un golpe junto con una multiplicidad de estruendos lo hicieron detener y preguntarse que había hecho, si debía volver, pero había renunciado a lo único auténtico que le había regalado la vida. Siguió, siguió firme y con toda la determinación que debía tener dentro para dejarla partir.
-¡Maldito hechizo!- destrozaba todo lo que pudiera dentro de esa habitación, estaba histérica -¡Maldito!- arrancó su Hakari de un tirón para hacerlo pedazos y no funcionó -¡Maldición!- se dejó caer al suelo abrazándose así misma como si fuera un ángel herido -¡Solo quería cambiar mi destino y el de mi hermana, pero no así, no así!- el dolor la mataba -¡No puedo seguir con esto! ¡No más!- limpió sus lágrimas y miró hacia la nada -¡Dama del Caos, ayúdame!-
No hubo respuestas y nadie se las daría, había llegado el momento de marchar.
