El mundo daba vueltas, al igual que su cabeza y el sonido de diversas voces se escuchaban a la lejanía. Eran difusas, distorsionadas y difíciles de identificar ¿Qué diablos había pasado con ella?, ¿Por qué su mente se encontraba tan vacía de recuerdos?, ¿Y la invadía un dolor insoportable por toda su anatomía?

-¡Maldita sea!- sintió una fuerte opresión en el pecho -¡Abre lo ojos, Dea!- ahora insuflaba sobre sus labios -¡No me hagas esto, preciosa! ¡Por dios!-

Suplicó a nadie en ese lugar o a cualquier deidad que se apiadara de él, siendo seguido por gritos de ayuda.

-¡Ya déjala, Lai!- parecía que lo habían apartado de un fuerte empujón -¡Déjala!- unos delgados brazos la rodeador y recostaron su cabeza sobre un regazo -¡Déjala en paz! ¡Ella no volverá!- parecía que estaba llorando -Dea, hermanita- acarició su rostro con ambas manos -Por favor, te lo suplico- pequeñas gotitas caían sobre su rostro siendo mecida de un lado a otro -Abre los ojos- se oía desecha -Por favor, no me abandones, te necesito-

Juntó su cabeza con la suya y siguió llorando, desconsolada, hecha pedazos y demasiado rota como para escuchar a alguien más, ¿Cómo era posible que no tuviera la fuerza suficiente como para poder despertar?

-Respira- murmuró después de un largo tiempo en donde solo se escuchaba su llanto -¡Respira!- acercó la oreja a sus labios -¡Es muy débil, pero está respirando!- gritó eufórica y a todo pulmón.

-Te doy vida- fue invadida por una energía extraña cuando colocaron una mano en su pecho -Por favor, mi amor- imploró una vez más -Abre tus ojos- sintió como la punta de sus dedos tocaban sus resecos labios -Mi ángel, despierta-

Depositó un pequeño beso en su frente, llenándola de paz y luz. Él era la luz, el brillo, ese enorme destello dentro de su oscuridad.

-Lai...- pronunció su nombre en un suspiro e inhalando profundamente -Eres insufrible-

Encontró sus ojos azul cielo frente a los suyos, repletos de lágrimas que intentaba suprimir y llevando su pequeña mano a los labios para no romperse más. Estaba viva.

-Gaia- acarició los largos rizos de su hermana que no dejaba de llorar -Aslan te manda saludos- volvió a derramar su llanto abrazándola con toda el alma -Keilot- lo miró extraño, se veía en shock, como si observara algo fuera de lo común -¿Quién bailó en mis costillas?-

Se sentó a penas y cubrió su pecho expuesto, habían destrozado su ropa por el frente y solo el brasier ocultaba su docencia.

-¿Dónde estamos?- observó alrededor -¿Dragma?- sus compañeros de clases se encontraban allí -¿Qué año es este?- dirigió la palabra al director Bradley cuando imágenes difusas inundaron su mente -¿Qué está pasando? ¿En que época estamos?-

¿Acaso todo lo vivido había sido un sueño o un producto de su imaginación?

-¿Qué es lo último que recuerda, señorita Fleming?- se hincó delante de ella manteniendo distancia.

-Huí del castillo de Egaña con ayuda de Aslan, mi hermano- las caras de todos eran una mezcla de consternación y perplejidad -Nos atacaron con flechas y logré escapar aunque estaba herida, pero él, no- tragó pesado -Otra vez murió- se estaba asustando, ya que todos la miraban como si estuviera loca -Luego de vagar por horas y horas, hasta el amanecer...- parecían no creerle -Encontré a Lai en el bosque y me desmayé pidiéndole ayuda- no habló más -No entiendo nada, ¿Qué hago aquí?-

Miró su ropa y era otra, no recordaba haber estado consciente y cambiarse el camisón. No recordaba nada, más bien.

-Dea...- su hermana fue la única que tuvo el valor suficiente para poder hablar después de eso -¿De qué estás hablando?- se veía tan confundida como ella -Aslan está en Hara con nuestros padres y el año entrante, ingresará a Dragma con nosotras-

-¿¡Qué!?- se incorporó aterrada y a traspiés -¡No juegues conmigo, Gaia!-

Sostuvo las prendas rotas con una mano buscando ayuda o una nueva explicación. Si se sentía dolorida y sobre todo, perdida, ahora se encontraba mucho peor.

-¡Aslan murió hace casi un año en un accidente automovilístico!-

-Cálmate- la aferró de los hombros para intentar tranquilizarla -Tienes razón, tuvimos ese accidente, pero los tres estamos bien-

Era evidente que, el hechizo que utilizó la desestabilizó un poco.

-Mira-

Le enseñó la pantalla de su celular con diez llamadas pérdidas de él. Era una regla fundamental, recuperar sus teléfonos móviles cuando se acercaba el fin de semana, ya que alumnos de años superiores o aquellos con autorización de sus padres, podían salir a recorrer Dragma.

-Está llamando de nuevo- sonrió al atender -¿Enano?- habló tranquila pidiendo un minuto -Sí, estamos bien, esos malditos que nos atacaron recibieron su merecido- devolvió sus ojos a ella -Dea está bien, dentro de lo que se puede, ella los aniquiló- agregó con orgullo -Si, uso el Dragma Blade y los hizo añicos- rió con toda el alma -Lo sé, nuestra hermana mayor es grandiosa- apartó su teléfono de la oreja, mirándola -Quiere hablar contigo- lo extendió cubriéndo la bocina -Háblele-

Ordenó, entregándoselo y haciendo señas al resto para volver a la normalidad. No había nada que ver o escuchar allí, solo tenían que limpiar el desastre que dejó el enemigo atrás.

-Hola- habló con cuidado de no derrumbarse -¿Aslan?- sofocó el llanto al comprobar que era él, era su voz, no había dudas de eso -Sí, estoy bien, hermanito- le temblaron las piernas, pero fue sostenida con fuerza por Lai -Sí, estoy llorando, pero no importa- rió entre lágrimas -Tuve mucho miedo, creo que es por eso- intentó justificarse -Yo también te quiero, enano- apartó sus lágrimas -Cuídate- cortó y la realidad la abofeteó a la cara -Creo que no me siento muy bien- se sintió desvanecer.

-Arriba- la cargó en sus brazos como si fuera una pluma -Bien, te llevaré a la enfermería y cuando te sientas mejor, conversáremos de todo lo que pasó- se dejó abrigar por él colocando la cabeza muy cerca de su corazón -¿Está bien?-

Asintió en silencio y cerró los ojos escuchando sus pasos en la oscuridad.

-Curtís-

Volteó y parpadeó un par de veces al escucharlo, sus pensamientos vagaban por los delirios de su hermana, ¿Qué le estaba pasando?

-¿Sí, superior Helsing?-

Acomodó el arco en su espalda y presionó con fuerza su brazo derecho.

-Estás herida-

Señaló el enorme corte y la cantidad exagerada de sangre que emanaba de su brazo.

-Lo sé- acotó indiferente -No es profunda, estaré bien-

-Ve a que te curen o se infectará- ordenó, pero ella lo miró, irónica.

-Luego, ahora tengo mucho que hacer- intentó dar un paso, pero la detuvo interceptado su mano -Suéltame-

Ni siquiera lo miró, odiaba esa faceta sobre protectora que siempre tenía. Le daba náuses sentirse tan indefensa en su presencia.

-Estás perdiendo mucha sangre y podrías desmayarte, eso no sería conveniente para nadie- no iba a flaquear -Ve a tratar esa herida o yo te llevaré a rastras- la volteó con fuerza remarcado su amenaza.

-Quiero ver que lo intentes...- acercó su rostro al suyo -Cazador-

Fue muy rápido, terminó sobre su hombro en una fracción de segundo y siendo llevada a lo profundo del bosque ignorando el caos que los rodeaba, que otros se encarguen de eso, ellos tenían mucho que hacer a solas.

-¡Te he dicho más de mil veces!-

Empujó la puerta de esa pequeña cabaña con demasiada fuerza, parecía que iba a arrancarla.

-¡Que no me llames cazador!- la arrojó a la cama sin premura alguna -¡Alquimista calamitosa!-

Se posicionó sobre ella sometiendo sus brazos con fuerza y enfrascándose en una eterna guerra de miradas.

-Tienes suerte de ser tan bonita y loca, que no puedo castigarte por insultar a un superior- besó todo su rostro y le hizo cosquillas con ganas -Me desobedeciste, te dije que huyeras al refugio con los Valkyrie, si algo salía mal- jamás le haría caso, era indomable -No sabes el terror que sentí cuando ese tipo te tomó de rehén- acarició su maltratado rostro con culpa.

-Si, pero tú estabas ahí para salvarme- le estaría eternamente agradecida -Tanto Lai como tú, lo hicieron bien y ni hablar de Dea- el poder de su hermana los había salvado a todos -Aunque al despertar, se veía un poco perdida y fuera de foco-

-Gaia- habló serio -Tu hermana dejó de respirar por más de cinco minutos- aclaró su duda -Eres una sanadora, sabes lo peligroso que es eso para los seres humanos-

-Totalmente, pero...- curó su herida con alquimia -Creyó que Aslan estaba muerto y que nos encontrábamos en otra época o lugar- rememoró perdida -Eso es lo que me descoloca un poco, es como si hubiera viajado en el tiempo en ambos sentidos-

-Tu hermana es muy poderosa- se recostó junto a ella e introduciendo una mano bajo su ropa -Quizás pueda hacerlo- apretó uno de sus senos con cuidado, era perfecto, cabía en toda su mano -Como yo lo haré contigo ahora- juntó sus bocas en un salvaje beso.

Los días pasaron y ella seguía en la enfermería, su potencial mágico había mermado tanto que, flaqueaba con cada simple respiración.

-Así que, nuestra llegada a Dragma fue tal cual te la conté- asintió compartiendo unos dulces con ella -¿Y nos iremos a Acadia o Rigveda?-

-Sí, en teoría, tenemos hasta el próximo viernes para tomar una decisión- metió una paleta a su boca -Pero no creo que lo haga, Keilot y Val están aquí, así que, me quedaré- sus ojos se movieron de un lado a otro, analizando la situación más de la cuenta -Al menos que algo cambie y cambie de opinión, tu sabés-

-Completamente- quitó la envoltura de una moneda de chocolate con los dedos -Yo nunca quise irme y con más razón, sabiendo que le rompiste la nariz a Megan cuando besó a Keilot después del encuentro- sofocaron una carcajada, siempre encontraban el momento para reír -Me hubiera encantado verlo- esa parte de la historia había cambiado, al igual que la de su hermano -¿Cuál casa creés que le tocará a Aslan?-

-Pues, no sé...- movió la paleta de un lado a otro, pensando -Es tan hábil con la magia como un Nornir y tan diestro en combate como los Fenrir- divagó un poco más -Será difícil- se incorporó con ayuda de los brazos -Bueno, hermanita- acomodó su uniforme sin ganas de marchar -Me voy a clases- tomó una de las bolsas de dulces -Nos vemos a la hora de la cena-

-Cuídate- la despidió con una mano y otra persona ingresó -Hola- saludó con una cálida sonrisa -¿Dulces?- ofreció, extendiendo una mano.

-No, gracias- dejó los libros que cargaba a un lado y tomó asiento en la silla de junto -¿Cómo amaneciste hoy?- besó uno de sus largos rizos, aún se veía muy demacrada.

-No lo sé- masticó despacio la moneda en su boca -Pero un poco más fuerte que ayer, seguro- tragó e inclinó la cabeza, observándolo -¿Qué sucede?- se veía preocupado.

-Hace casi tres días que estás aquí y ya tendrías que verte mejor- llevó una mano a su mejilla con sus ojos llenos de pesar -No me gusta verte así, hoy puedo decir que te ves lúcida, pero muy débil-

-Estoy bien, Lai- le apartó el mechón de cabello que siempre caía sobre su ojo -¿Trajiste lo que te pedí?-

-Sí, aquí están, Evangeline me los dio en la clase de prácticas- le entregó dos pesados libros que descansó sobre su regazo -¿Qué pasa con ellos?- volvió a tocar sus rizos para colarlo tras su oreja -Eres preciosa-

Murmuró encantando y regalándole un beso al verla tan concentrada, ojeándolos.

-Dime una cosa...- abrió uno de los libros por el centro -Este eres tú de adulto, ¿Verdad?- le enseñó una antigua ilustración de un príncipe de oscura armadura -Y esta soy yo, ¿No es así?- señaló a la mujer a su lado que parecía llorar a lágrima viva.

-¿De dónde sacaste esto?- lo tomó entre sus manos y analizó las imágenes con cautela -Pues, no lo sé...- rascó su cabeza, perdido -Sí, se parecen un poco a nosotros, pero ella tiene el cabello un poco más claro que el tú, aunque los ojos son los mismos- miró de una a otra -Al igual que las facciones del rostro- lo cerró y leyó la portada -¿Reina de mis sueños?- pronunció con un gesto raro.

-Así es, cuenta una historia bastante peculiar y creo que, hasta real- se lo devolvió -El antiguo príncipe de Dragma, se enamoró, perdidamente, de una poderosa hechicera negra que le robó el corazón con su simple existencia- era bastante cliché a decir verdad -Con muchos, pero muchos, altibajos emocionales dentro de su tórrida relación-

Era una de las tantas novelas que ella leía y le encantaban. No había dudas, amaba la literatura y tenía grandes sueños e ilusiones a su causa.

-Mis padres me dieron este nombre gracias a él-

Acotó con orgullo y de brazos cruzados, mientras ella seguía con la búsqueda en otro libro.

-Lo supuse- al fin halló lo que buscaba -Lai Aren Row- mordió su lengua y le enseñó otra nueva imagen -Y ellos son Keilot y Gaia, pero con unos cuantos años más-

Era tal cual como decía, la leyenda de un honorable caballero de brillante armadura y su intrépida e indomable esposa, de grandes ojos avellana y largo cabello salvaje castaño rojizo.

-¿Y esta historia cómo se llama?- la situación se estaba poniendo interesante.

-Antes del amanecer- respiró profundo y lo dejó de nuevo en su lugar -¿Puedes hacer algo por mí?-

Inclinó la cabeza, mirándolo con ojitos tiernos y conquistadores de mundos.

-Lo que sea, amor mío-

Besó su pequeña mano dispuesto a dar la vida por ella, si es que era necesario, para cumplir todos sus anhelos.

No ingresó a clases, no tenía ganas de hacerlo y se quedó allí, sobre la balaustrada del corredor del tercer piso, observado cada recóndito lugar desde las alturas.

-¿Por qué no fuiste a clases?-

Se sobresaltó al oírlo y fregó sus ojos con la mirada al frente. Odiaba que la viera en ese estado tan vulnerable.

-¿Qué ocurre?- quitó la lágrima que descendía por su mejilla con uno de sus pulgares -¿Por qué lloras?- no respondió -¿Hice algo malo?- guardó silencio -¿Alguien te lastimó?- insistió.

-No, nada de eso, Keilot- la sonrisa fingida y falsa que le ofreció, no tenía comparación -Es solo que, siento que arruiné la relación con tus padres-

Era cierto, el último día del encuentro de intercambio, lo hizo, a consecuencia de ese horroroso espectáculo que interpretó al romperle la nariz a Megan de un solo golpe y captar la desaprobación de todos los presentes después del hecho.

-¿Por qué dices eso?- quiso tocarla pero se alejó, marcando una enorme distancia entre ambos -Gaia... Amor...- a cada paso que daba, ella retrocedía -¿Qué ocurre?-

-No te acerques, por favor- quedó inerte, escarchado en su sitio, como la capa de hielo en un lago helado -¡Mírame!- se señaló completa extendiendo los brazos -¿¡Qué no ves!?- hacía un esfuerzo sobre humano para no llorar -¡Soy nadie! ¡Gaia la calamitosa, la peor Valkyrie de todas e indigna de ti!- lo apuntó con una mano consumida por los nervios -¡No puedo estar contigo, tus padres desaprueban mi comportamiento y te prohibieron acercarte a mí!- se abrazó a si misma para darse consuelo.

-¡Ellos no me dicen que hacer!- adelantó un paso al decirlo -¡Tú eres lo único verdadero que tengo en la vida y no voy a renunciar a ti!- llevó un dedo a su propia sien -¡Quítate esa absurda idea de la cabeza, porque no lo voy a permitir!-

-No sabes lo que dices- lo esquivó siguiendo camino -¡Suéltame!- forcejeó con él cuando detuvo su andar al afianzar su muñeca.

-¿Por qué estás terminando conmigo?- sometió su otro brazo para que dejara de luchar -¡Deja de temblar y respóndeme!- le gritó a la cara -¿¡Hay alguien más!?- negó derramando lágrimas y la soltó, lentamente -Entonces, ¿Por qué me haces esto?- se rompió igual que ella y rodeó su rostro con ambas manos para saber la verdad -No me dejes, te lo ruego- juntó sus frentes cerrando los ojos -No me pidas que te deje ir, porque no lo haré-

Un sollozo ahogado salió de ella, le dolía, le quemaba y la hacía trizas.

-Lo siento- se disculpó entre hipitos por el llanto -Te juro que lo siento- presionó una de las manos sobre su rostro y llevó a su vientre dando a entender la verdad -Nunca quise que esto pasara-

Se le fue el aire, no pudo respirar, estaba embarazada y el cazador que llevaba dentro no sabía como reaccionar.

-¿Por qué me pediste que te trajera aquí, preciosa?-

La sentó con cuidado sobre una enclenque silla, rodeada por una enorme frazada y los viejos libros que llevó consigo, él descorrió las cortinas para que entrara la luz.

-Porque somos los únicos que podemos entrar- se destapó e intentó hacer algo que no podía ejecutar hace un par de días, incorporarse por su cuenta -Déjame intentarlo- extendió un brazo cuando quiso ayudarla -Si no puedo pararme a mi voluntad, jamás mejoraré- tenía un buen punto -Quédate ahí y yo llegaré hasta ti- se irguió completa sosteniéndose del respaldo de la silla -¿Listo?- extendió los brazos, esperándola -Ahí voy-

Seguía muy débil, pero su fuerza de voluntad era más grande que las excusas. Sus pasos eran pequeños, cautelosos y tenues, pero lo estaba logrando.

-Lo estás haciendo muy bien, ángel mío- movió las palmas hacia arriba instándola a continuar -Unos metros más y llegarás a mí-

Su imagen era inmaculada y angelical con ese largo camisón blanco hasta los pies.

-Que romántico, mi príncipe de oscura armadura- se burló entre risas, como era un hábito en su persona -Bien, creo que hasta aquí llegué- tomó asiento en el suelo al sentirse agotada.

-Demasiado bien, ¿No te parece?- se sentó con ella entre las piernas apartándole el cabello -¿Dea?- besó su hombro para que contestara.

-Estoy bien, Lai- inhaló profundo con la vista fija en la nada -Es solo que, es cansado- desinfló todo su cuerpo al decirlo -Pero mejoraré- la abrazó con fuerza para intentar convertirla en parte de su alma -¿Qué ocurre?-

Preguntó al verlo tan serio y buscando algo en los bolsillos de su túnica.

-El día del ataque...- carraspeó un poco para que el mal sabor de boca, pasara -Lo tenías entre tus manos- le enseñó lo oculto en el interior de sus ropas -Algo similar a esto, fue el causante de todo lo que sucedió contigo esa noche-

-Mi piedra demoníaca-

La recibió entre sus palmas para examinarla bien. Era una piedra negra, oscura y de forma irregular, con un pequeño destello rojizo en su interior. Llevaba la sangre de Zaluster, el demonio que, ahora, era el dueño de su vida y la de su hermano.

-No sé como regresaste del mundo de los muertos, Dea- la abrazó escondiendo su rostro en ella, el recuerdo era desolar -Pero esa cosa puede matarte y lo quiero lejos de nuestras vidas-

Aspiró el dulce aroma que de ella emanaba, para saborear con su lengua cada centímetro de su nuca y bajar despacio una manga de su impoluto camisón. Estaba hechizado y debía librarse de ese embrujo.

Ese hombre era poderoso, lo sabía y tenía que hacer algo, el tiempo corría en su contra, pero ella era la única que podía controlarlo.

-¡Alto!- una voz a sus pies irrumpió la inminente destrucción -¡Mi nombre es Dea Fleming!- se dejó ver dando varios pasos al frente -¡Y por designios de mi madre, soy la guardiana de Hakari!-

Extendió un brazo sosteniendo la lágrima rosada que siempre llevaba consigo. El mundo se detuvo, como cada respiración, eso era un Hakari, unas de las armas de destrucción masiva mayormente conocida por la raza humana.

-La hija de Selva, la druida más poderosa que ha tenido este lugar-

Amó a esa mujer por un largo tiempo y en una tortuosa agonía. Jamás fue correspondido, hundiéndose en el dolor y el odio cuando lo rechazó, convirtiéndose en el hombre que es hoy.

-¡Hasta que tu padre llegó y me la quitó!- ahora la apuntaba a ella -¡Ese Hakari fue un regalo para ella cuando niños y lo quiero de vuelta!- sus ojos eran letales -¡Y te ordeno que me lo entregues en este mismo instante!-

-¡Baje su mano y se lo daré!-

Así lo hizo, estaba dispuesta a negociar. Era idéntica a su amada Selva y jamás le causaría un enorme dolor, produciéndole te algún daño a ella.

-¡Dea, no!-

-¡No te metas, Lai!- fue ignorado, sumamente ignorado, ese era un tema que a él no le correspondía resolver -Muy bien, señor Gilbert- sus ojos cambiaron y el Hakari emitió un resplandor cegador -Pero primero...-

Su voz llegó a los oídos de todos, helandoles el alma y paralizándoles el corazón, ¿Qué estaba haciendo?

-¡Corriente del tiempo da marcha atrás!-

El tiempo retrocedió, retrocedió tanto que, regresaron a ese bosque contemplando la hoguera delante de ellos.

-¡Dea! ¿¡Qué hiciste!?- gritó su hermana entrada en pánico.

-¡No hay tiempo!- se incorporó, para evitar el caos venidero.

-¡Vamos al refugio, Gaia!-

Keilot entrelazó sus manos para empezar a correr y esconderla en un lugar seguro.

-¡No!- Lai lo interrumpió -¡La necesitamos en la retaguardia!- asintieron y ella materializó un arco con su alquimia -¡Dea, cuidado!-

-¡Torre del sol!- derribó al dragón que pretendía llevársela -¡Ya están aquí!- las dos explosiones de antaño se percibieron a lo lejos -¡Ustedes dos sigan corriendo!-

Así lo hicieron y su hermana silbó con dos dedos en los labios, esperando impaciente su llegada desde los cielos. Harían algo loco e improvisado y solo esperaban que, esta vez, pudieran interceptarlos.

-Agarrate fuerte, hemanita- extendió un brazo al igual que ella -Ahí viene Shapira- las llevó con ella en pleno vuelo.

-¡Ay dioses!- miró hacia bajo y no había nada -¡Ay dioses benditos!- repitió extasiada -¡Estamos volando, Gaia!- observaba atónita el vacío bajo sus pies -¡Estamos volando!-

-¡Sí! ¿¡No es genial!?- trepó al lomo de su amiga con suma agilidad -Sube- le tendió una mano y la ayudó a subir -Dea, sé que no es el momento para esto, pero...-

Se acercó a su oído y susurró muy por lo bajo ese enorme secreto que escondía su ser.

-Ay, Gaia- sus ojos se humedecieron, desconocía que decir -¿Estás segura?-

-Sí, lo estoy, Madame Symza me lo dijo- sus labios temblaron pero negó, inmediatamente, no podía dejarse caer justo en ese instante -Así que, tenemos que sobrevivir a esto para concerlo- agudizó la vista -¡Shapira!- apuntó con su arco a un objetivo lejano -¡Fuego!- le dieron a un Arach entre las alas que empezó a caer -¡Boom!- chasqueo los dedos y lo destrozó en mil pedazos.

-¡No!- otro dragón apareció de la nada y se la llevó de imprevisto -¡Suéltame!- lo golpeó con fuerza para poder liberar su agarre, pero era imposible -¡Gaia! ¡Cuídado!- una bola de fuego impactó contra Shapira, cayendo las dos en picada cerca de la escuela -¡Te dije que me sueltes!- miró al firmamento y sus ojos cambiaron por completo -¡Que caiga el rayo!- electrocutó a esa bestia que la soltó de inmediato -¡Me arrepiento inmediatamente de esta decisión!-

Cubrió su rostro con los brazos esperando el impacto y duro golpe que acabaría con ella, pero no llegó.

-¡Epa!- abrió los ojos y se encontró con su salvador -¿A dónde vas, preciosa?-

Colgaba de la rama de un árbol con uno de sus poderosos brazos y con el otro, la sostenía a ella de la ropa a muchos metros del suelo.

-¿A salvar a Gaia?- era una situación muy cómica, de hecho -¿Cómo llegaste aquí?-

-Soy un Nornir- de un simple impulso subió a los dos a la rama -Un protector y tenemos poderes ocultos que nadie puede entender- le rodeó la cintura con posición -Ni siquiera tú, Beserker- le peinó ese indómito cabello con cuidado -Lejos-

Llegaron a destino y el panorama era peor de lo que imaginaron. El líder de Saurom, había tomado a Gaia de rehén y pedía a todo pulmón que le entregaran el Hakari o ella pagaría el precio de la insolencia de su hermana.

-¡Aquí estoy!- levantó las manos lanzando un hechizo para llamar su atención -¡Aquí estoy, me rindo!- sonrió como una psicópata al acercarse -Ahora estamos de igual a igual, bajaste de tu mula para hacer esto, ¿No?- enseñó la palma de su mano -Aquí está, ¿Ves?- la apuntó con un dedo -No, no- cerró la mano en un puño -Primero dame a mi hermana-

Keilot y Lai se encontraban a su lado listos para atacar, lo mismo hacían sus compañeros de casas de los grados superior y maestros. Esta vez, no los tomaron desprevenidos gracias a ella.

-Bien- la empujó con fuerza haciéndola caer -¡Muevete!- ahora la pateó en la espalda para que se arrastrara hasta ellos -¡Me estás haciendo perder el tiempo, niña!- ordenó impaciente.

-¡Maldito!- su novio iba a invocar al cazador al verla siendo humillada -¡Hoy te mueres!- su espada cambió de color, estaba listo para matar.

-No, Keilot- sus ojos de dragón podían verlo todo -Ella estará bien- lo apuntó con una mano sin bajar la guardia -¡Dea, ahora!-

Arrojó el Hakari al aire, su hermana cargó su arco y lo hizo añicos, producto de la flecha alquímica que lanzó. La alquimia era lo único que podía destruir a la magia del dragón en este mundo, todos lo sabían, excepto él.

-¡Desgraciada!-

Caminó hasta ella a paso furioso, dándole un golpe en la nuca, dejándola inconsciente y mandarla al infierno con un simple hechizo. Keilot lo derribó de una brutal embestida y la alejó de él lo más rápido que pudo, al dejarlo aturdido en el suelo.

-¡Que no quede nadie vivo!-

Ordenó a sus súbditos, pero estaban siendo sometidos antes de tiempo, su poder había disminuido notoriamente después de destruir el Hakari.

-¡Ahora sigues tú!-

Miró a la hechicera que había arruinado sus planes e invocando magia aniquiladora entre sus manos.

-Eso lo veremos, hermano- el director Bradley se interpuso en su camino -Dea... Lai- quitó su túnica de un tirón, revelando su escultural cuerpo lleno de músculos -Vayan a la Torre Perdida y lean el conjuro de la página treinta del Libro Oscuro- titubearon, no querían dejarlo solo -¡Es una orden!- exclamó sin derecho a réplica o arrepentimientos -¡Haganlo ya!-

-Si, señor- respondió él -Adelante, torreón del cielo- pronunció y ambos reaparecieron delante de esa puerta que intentó abrir, pero fue en vano -No abre- sus manos no lograban girar el pomo aunque lo quisiera -¡Maldición!- la aporreó con fuerza -¡Abrete!- la golpeó con el puño y nada pasó.

-Por favor- tocó la madera con la palma de su mano -No nos hagas esto- se abrió sola, pero solo ella pudo entrar.

-Ve ve- la ínsito a seguir -Yo estaré aquí cuidándote la espalda, por si alguien tuvo la osadía de seguirnos-

La puerta volvió a cerrarse y ella quedó dentro en plana oscuridad.

-Las hadas pequeñas- recitó y se hizo la luz -El Libro Oscuro-

Quitó de una vieja estantería, un derruido libro de tapas negras y gastandas, buscando la página que necesitaba con las manos temblorosa.

-Dragma Blade- leyó lo más rápido que pudo -¿Zaluster? ¿En serio?- reclamó mirando al cielo -¿Cuál es precio a pagar?- dio vuelta la hoja y palideció al encontrar la respuesta -Soy la única que puede usarlo- murmuró para si misma.

-Dea, ¿Estás bien?- la batalla era brutal afuera.

-Si, Lai, tú cuida la puerta- limpió una pequeña lágrima de su mejilla -Lo siento, Gaia- apretó los puños memorizando el mantra -No podré acompañarte en esta- miró a la ventana y a paso firme se acercó a ella -Tengo que acabar con esto-

El director Bradley no podía distraer por mucho tiempo más a su hermano.

-Llegó el momento de ser fuerte y reivindicar todos mis pecados- se transportó a la cima y levantó las manos sobre la cabeza -Mamá... Papá...- se ahogaba con solo respirar -Lo siento mucho- otra lágrima escapó -Lai, eres el hombre de mis sueños- ya no podía sostenerlas, debía liberarlas -Aslan, hermanito...- todo comenzó a temblar alrededor -Esperame del otro lado-

-¡Dea!- Lai quería acercarse a ella, pero una fuerza invisible se lo impedía, repeliendolo -¡Dea! ¿¡Qué estás haciendo!?-

La magia que la rodeaba era destructora, incólume y colosal. Era el poder de Zaluster, "El Rey Demonio" que rondaba y asechaba a la humanidad.

-Durmiendo en las profundidades de la tierra...- un enorme pentagrama rodeó los territorios de la escuela -Rey supremo de alma helada...- los dragones volaron lejos, no podían contra ese poder -Con nuestro poder oscuro, a aquellos que obstruyen nuestro camino...- tenía cierta similitud con el Drag Slave -Con el poder que tú y yo poseemos...-

Apuntó sus manos a su incansable enemigo que no tenía donde huir. Él y su séquito, eran magia oscura y ella la usaría en su contra.

-¡Todos a la escuela!- ordenó el director Bradley con el cuerpo hecho pedazos pero en pie -¡Los muros nos protegerán!-

-Recompensaremos con la destrucción...- cerró los ojos y una última lágrima de amargura cayó -Dragma Blade-

Lo soltó y todo a su paso quedó reducido a cenizas, cualquier ser vivo era consumido por la oscuridad y cada hechicero negro se desintegraba en la nada. Zaluster, el señor de la oscuridad, se había llevado su cuerpo y alma, al igual que la suya. Ese era el precio a pagar y era completamente justo con tal de volver a ver a su hermano, pero ya nada en su vida, sería igual.

-¿En qué piensas, mi ángel?-

Acarició su cuerpo desnudó debajo de esa mohosa frazada, se había entregado a él sin siquiera imaginarlo o pedírselo, como tantas veces antes. Era éxtasis, un dulce manjar, que amaba saborear con cada centímetro de su boca y siendo llevado a la gloria con solo hecho de sentir su piel.

-En que Gaia hoy, le confesaría a Keilot que está embarazada- si él podía verlo todo, ella podía sentirlo a kilómetros -¿Cómo creés que lo tomará?-

Lo miró con curiosidad, con sus hermosos ojos hechiceros, descansando sobre su tonificado y firme pecho.

-Se volverá loco- llevó una mano a su nuca para acercarla a él -Como yo si tuviera un hijo tuyo- le mordió el labio inferior con lujuria.

-Lai, exageras-

Rodó sobre su espalda haciendo posesión de ella una vez más esa larga noche. Era peor que una droga imposible de dejar de probar, se había vuelto adicto.

-Entra-

Abrió la puerta de la pequeña cabaña, para poder conversar sin causar un melodrama en la escuela.

-¿Estás molesto conmigo?-

Lo siguió con la mirada cuando pasó junto a ella sin siquiera voltear a verla y tomar asiento en una vieja silla, para fregar sus ojos con amargura.

-No, solo estoy molesto-

Llevó la cabeza hacia atrás ocultando la mirada. Sentía que el mundo se estaba derrumbando, al verlo tan frío, inhumano e indiferente para con ella y su estado.

-¿Hace cuánto que lo sabes?- habló después de un rato.

-Un poco más de cuatro semanas- la miró de golpe y ella retrocedió hasta chocar con la puerta -Te juro que lo siento, no quería decírtelo para no distraerte del encuentro y...-

Cerró la boca cuando él se incorporó como un gigante y la miró severo por unos eternos minutos.

-Perdóname-

Cerró los ojos y giró el rostro cuando él colocó uno de sus potentes brazos a la altura de su cabeza e hiperventiló como un Fenrir embravecido, pero lo que pasó a continuación, la derritió.

-Hola, bebé-

Abrió los ojos al escucharlo. Se encontraba de cuclillas y rodeando su cintura con un brazo, hablándole a su vientre y depositando un hermoso beso allí, después de levantarle la blusa. Ella estaba inmóvil y sin saber que decir o hacer.

-Soy tu papá...- volvió a besarla -Sólo venía a decirte que te quiero mucho y que espero conocerte pronto- acercó su oreja con suma ternura para poder escucharlo, tenía muy buen oído -Te voy a cuidar siempre y no me importa si eres un niño fuerte como yo o una hermosa niña como tu mamá, te voy amar, sin importar nada- la estrechó con emoción -Seremos muy felices cuando llegues a este mundo- se convulsionó soportando el llanto que no quería dejar salir -No llores, todo estará bien y no estoy enojado contigo- la consoló entre sus brazos -Ven-

Tiró de su mano y la encaminó con él hacia un pequeño sillón de madera junto a la ventana, para observar la vista que ese inmenso bosque les ofrecía. Se sentó y luego la colocó entre sus piernas, abrazándola.

-Estoy aterrado, es cierto- descansó la cabeza en su hombro -Pero no voy a odiarte porque me digas que vamos a tener un hijo- una pequeña sonrisa se formó en sus labios -Es nuestro, es de los dos y yo soy igual de responsable que tú en esto- la besó en la mejilla -Nunca te dejaría sola y tampoco se me cruzaría por la cabeza el dejarte ir-

-Es que, me siento tan mal, somos muy jóvenes- aferró los brazos que la rodeaban, necesita un abrazo -Tú estás lleno de sueños y aspiraciones- miró la infinidad del horizonte -Y sucedió esto-

-Es culpa de los dos, bonita- la meció de un lado a otro -Y todos esos sueños que tengo, puedo cumplirlos contigo y ahora, con alguien más- inspiró entre ahogos por el llanto -No quiero que llores, no soy tan malo como lo hago creer-

-Lo sé- se relajó entre sus brazos -Sólo espero que, el ataque que recibí haces unos días no le haga daño-

Tocó su pequeño y plano vientre que pronto crecería.

-No te preocupes, no hay nada que papá no solucione- los cubrió a ambos con una frazada que había a sus pies -Ahora, duerme- susurró y ella se arrastró al mundo de los sueños -Gracias por esto, amor- le apartó unos rizos del rostro sonriendo con ternura -Gracias- la estrechó entre sus brazos, durmiéndose.