Su mirada no se apartaba de ella, era el ser humano más triste del planeta, toda su existencia se lo decía y sus enormes ojos avellana, carecían de sentimientos que reflejar.
-Bien, aquí estamos- habló después de darle el espacio suficiente para procesar el porque estaban allí -Ahora podemos hablar tranquilas y sin que nuestros padres o Aslan intervengan- le hizo señas a la mesera para que se acercara -¿Puede traerme un capuchino de vainilla, un café doble y una rebanada grande de pastel de chocolate para compartir?- pidió, amablemente.
-Sí, señorita- anotó la orden en una pequeña libreta y se marchó.
-No hay nada de que hablar- su vista seguía fija en la mesa -Ya no existe, así que, olvidemos todo esto y dejémoslo atrás-
Podía fingir que era fuerte con cualquier persona en el universo, excepto con ella, con su hermana, que era la única que la conocía más que a si misma.
-Gaia- murmuró triste y aferrando su mano -Perdiste a tu bebé, eso no es fácil de olvidar o sobrellevar para nadie- inspiró entre temblores y desvió la mirada.
-Lo sé- rascó su nariz al sentir escozor por las lágrimas que picaban sus ojos -Aunque no estaba feliz con la idea de ser madre...- tragó duro y rasposo -Merecía nacer y ser parte de este mundo- cubrió su rostro con ambas manos -¡Iba a ser profundamente amado!-
Tres días atrás, había perdido a su bebé de doce semanas producto de una fuerte hemorragia y de un terrible dolor en su vientre. No podía asumirlo y seguramente, nunca lo haría.
-Hermanit- la rodeó con sus brazos al acercarse -Lo lamento mucho, te juro que sí- acunó su cabeza con una mano mientras lloraba en ella -Lo siento mucho-
Era la imagen más tierna que alguien hubiera visto jamás dentro de esa cafetería. Eran como ángeles abrazados compartiendo su dolor, pero muy diferentes una de otra. Una se encontraba enfundada en un hermoso vestido rojo, que caía con elegancia sobre sus largas piernas y la otra, envuelta en un overol azúl, gastado y roto, que la mostraban adorable ante los ojos de los mortales.
-Después de todo lo que pasamos con Keilot, ahora sucede esto- aferró los brazos que la consolaban con fuerza -Cada vez que regreso a Hara, pasan cosas terribles-
Regresaeon a su tierra natal en las vacaciones de verano y hasta el siguiente retorno a clases el año entrante. Aunque, solo una de ellas regresaría a Dragma, la otra se quedaría atrás, cuidando de su hijo que en unos meses nacería, pero ya no podía ser.
-No digas eso- ella era consciente de las vueltas que daba el destino -No tienes la culpa de lo pasó, fue algo espontáneo y la naturaleza lo decidió así- se tranquilizó, pero no fue suficiente.
-Sí, eso lo entiendo- llevó la mano a vientre que ahora se sentía vacío y carente de vida -Pero, ¿Por qué a mí?- su teléfono vibró después de esa triste pregunta retórica -Es Keilot- lo tomó con las manos temblorosas, aún desconocía lo que había pasado con ella -¿Qué voy a decirle, Dea?-
Sus ojos reflejaban terror, él era muy impulsivo y podía hacer cualquier locura sin pensar en las consecuencias.
-La verdad, Gaia- regresó a su asiento, ya que la mesera trajo lo pedido -Solo la verdad-
Sostuvo la taza de su capuchino con fuerza y mirándola con intensidad, debía hacerlo, la ayudaría a sanar.
-¿Keilot?-
Pronunció al atender llevando tres dedos a sus labios, se escuchaba feliz y entusiasta del otro lado, pero su agonía fue tan grande que, el llanto no se hizo esperar.
La escuchó, la escuchó en silencio hablando con él y llorándose un río, sorbiendo su dulce bebida calienta y pensando en lo injusta que era la vida para ciertos mortales, en especial, para ellas.
El ambiente se hizo espeso, cortante y desolador, nadie emitía sonido dentro de la enorme sala de la casa Helsing. Todos estaban allí, sus padres, los de ella y sin saber como o porque, la familia de su mejor amigo también se encontraba presente.
-¿Puedes repetir lo que dijiste?- pidió su padre después de escucharlo hablar.
-No-
Negó desde su lugar aferrando la mano de su adorada Gaia y para darle toda la confianza que necesitaba. El momento sería difícil para ellos y para todos. Era el primer día de vacaciones y aún llevaban los uniformes puestos. No solo eso, había sido su graduación y la recibió con honores, al igual que su amigo. La ocasión era demasiado importante y las familias decidieron organizar una cena para agasajar a ambos, pero la misma, se truncó.
-Es lo que escuchaste y no volveré a repetirlo-
No lo haría por él, sino por ella, ya que llevaría a su hijo en su vientre y no quería causarle ningún pesar o humillación.
-¿Voy a ser tía?- murmuró su hermana Sahara en shock y con la taza de té a medio camino de su boca -¡Por todos los dioses!- aventó todo al aire de felicidad -¡Voy a ser tía!- los abrazó a ambos llena de ilusión -¡Hermanito, que escondido lo tenías! ¿¡Eh!?-
Le pellizcó ambas mejillas con fuerza como lo hacía cuando niños y cada vez que se sentía molesta con él. Le gritaría hasta acabarse la garganta cuando compartieran un tiempo a solas, ¿Cómo tuvo la osadía de esconderle algo semejante?
-¡Zahara!- reprendió su padre -¡Vuelve a tu asiento! ¡Ahora!-
Realizó un aburrido mohín con los labios, rodó los ojos y regresó donde dijo. Era un auténtico tirano.
-E...Em- habló al fin, la madre de la muchacha y girando la cabeza de una manera mecánica -Em... Emba...- se veía impactada -¿Embarazada?- la realidad la abofeteó -Gaia, ¿Estás embarazada?- sus ojos eran enormes y fijos, ella asintió hundida en la vergüenza -¡Ay! ¡Hija!-
Murmuró en un suspiro y sin saber que más pronunciar, evitando una horrible pena.
-¿Y ahora qué van a hacer?- preguntó su padre, tan hosco y brusco como siempre.
-Yo me haré cargo de ese bebé- respondió igual.
-¿Cómo?-
Parecía una interrogación militar. No respondió al encontrarse con la guardia baja y conteniendo la ira que gritaba por salir, para no mandarlo al diablo.
-Lo supuse- su frialdad los atravesó -Nosotros nos haremos cargo de esa criatura, ya que es obvio que Gaia regresará a Hara- miró a todos y en especial, a los Helsing -Pueden ir a visitarlo todas las veces que quieran, serán bienvenidos, pero ella regresá a casa- ultimátum, ya era una decisión tomada.
-Un momento, Hanibal- el patriarca de la casa se incorporó para plantarle cara -Estás hablando de mi nieto, el siguiente en la línea de los Helsing y creo que nosotros también debemos decidir al respecto, ¿No te parece?- sería un duelo de titanes ese cruce de palabras.
-Ella es mi hija y una menor de edad- enfrentaron miradas al levantarse -Y todavía está bajo mi tutela- era cierto, no podían refutar al respecto -Yo decido que se hace con ella o no, así que, regresará a casa con su madre, su hermano y...- miró a su otra hija que asintió de acuerdo, ella también regresaría -Y su hermana, para que tenga una estadía cómoda bajo mi techo- no se dejaría intimidar por él y toda su fortuna.
-No estoy de acuerdo- no iba a dar su brazo a torcer -Keilot tiene diecinueve años, es un hombre y ya no puedo decidir por él, pero estoy seguro de que está de acuerdo conmigo- lo apuntó con una mano extendida.
-¿Gaia?- su hermana habló preocupada, ya que se levantó de golpe y se veía muy pálida -¿A dónde vas?-
Cubrió su boca con ambas manos y salió corriendo de la casa a la puerta más cercana para poder vomitar, le había dado nauseas.
-No puedo...- el cantero más próximo del jardín recibió todo el contenido de su estómago -No puedo escucharlos pelear así- vomitó hasta las lágrimas -No puedo- su novio sostenía su largo cabello para que no se ensuciara -Dea, no mires-
Pidió recompuesta y con un hermoso color verde adornando su rostro, pero era muy tarde, se encontraba devolviendo la vida en el siguiente cantero.
-¡Te odio, Gaia!- cada vez que vomitaba, ella también lo hacía -¡Te juro que te odio!- cerró los ojos con fuerza y deglutió con dificultad suprimiendo la próxima arcada -¿Cuándo comí sandía?- limpió sus labios con un pañuelo que le ofrecieron -Gracias, Lai- se sentía asqueada.
-Quédatelo- levantó ambas manos al aire cuando se lo devolvió -Tus padres no se ven felices...- murmuró por lo bajo -Pero se ve que lo aceptaron relativamente bien-
Podía ver a su padre, como siempre, con la misma cara de ogro amargado de toda vida, manteniendo una cortante conversación con los Helsing y los Row, acompañado de su inseparable hijo que era su viva imagen. En contra parte, se encontraba su madre, siendo tan devota y adorable para con sus hijos, asistiendo a su hermana con las otras damas presentes. Eran una familia muy extraña y desproporcionada, al fin de cuentas, pero chiquita, feliz y sin roturas presentes.
-Sí, bueno...- movió los hombros con indiferencia -Esto no tiene remedió y la mejor forma de poder sobrellevarlo, es aceptándolo-
Después de la sesión de vómitos y arcadas de ambas, la conversación se volvió amena y pudieron llegar a un acuerdo en calma. Keilot trabajaría en Dragma como maestro del primer año para solventar la manutención de su hijo o hija, mientras que Gaia, viviría con su bebé en la casa de sus padres hasta cumplir la mayoría de edad y poder regresar al país junto a él, ya que el casamiento con menores de edad en Dragma, era ilegal. Por otro lado, los padres del muchacho, depositarían una generosa suma de dinero todos los meses, para solventar los gastos médicos necesarios o cualquier cosa que hiciera falta. Era justo para ambas partes y podían llevar una vida en paz.
-¿Qué nombre llevará?-
Preguntó la señora Lue con una pequeña sonrisa en el rostro.
-Si es niño...- respondió su hijo -Me gustaría que lleve el nombre del abuelo...- se refería al padre de su padre -Daven- tenía un significado muy bello.
-¿Y si es niña?- inquirió de nuevo.
-Será niño- su cara era un espanto -Porque si es niña...- revolvió su cabello, nervioso -Me mataré- juró al mundo y todos rieron con ganas.
-¿Y si son dos?- picó su mejor amigo para atormentarlo.
-Me mataré dos veces- se congeló en un gesto raro, como pensando demasiado en algo -Aunque, podría funcionar...- movió un dedo índice en afirmación -Podrían ser dos niños como yo- esa idea le agrandó el ego a niveles estratosféricos -Sería grandioso- se relajó en su sitio extendiendo los brazos en ese enorme sofá.
-Moriré-
Se cubrió el rostro para mitigar el horror que sintió, tres hombres en su vida con el mismo temperamento que él, sería algo insoportable.
-El doctor dijo que el bebé venía mal logrado y que por esa razón, sucedió-
La voz de su hermana la trajo de regreso de aquél letargo y el drama de esa tarde de verano.
-No te preocupes, estoy bien- dirigió sus ojos en varias direcciones -Sí, tienes razón, estoy como puedo- había dejado de llorar y ahora revolvía su café con una triste sonrisa en los labios -No, no quiero que vengas- abrió los ojos enormes -Keilot...- entró en pánico -¿Estás conduciendo hasta aquí?-
Le hizo señas a su hermana para que mensajera a Lai y transmitiera lo sucedido, después de unos minutos, levantó un pulgar dando a entender la respuesta.
-Lai también vendrá a Hara-
Realizarían un viaje improvisado de dos días, pero necesitaba verlo y ya iba de camino, por más negativas que presentara, era consciente que correría a verla.
-Dile que iremos unos días a la playa de Magnolia- releyó el texto recibido -Los padres de Lai tiene una casa allí- asintió sonriendo a penas.
-Dice que ya te escuchó, hermanita-- apretó sus labios en una línea para no reír sin ganas -Por favor, tengan cuidado y repito, estoy bien, no tengan apuro en llegar- sus ojos se inundaron -Si, yo también- inhaló profundo para no seguir llorando -Adiós- cortó de golpe y apartó su teléfono igual.
-Esta bien llorar, Gaia- acarició su mano con dolor, era el único consuelo sincero que podía darle -Es parte del duelo, tienes que liberarlo y dejarlo ir-
Se removió incomoda, con la cara tiesa y tomando la cuchara para probar un poco de ese rico pastel frente ella.
-Ahora no tengo excusas para engordar- murmuró con la boca llena -Hubiera sido lindo comer sin culpa- masticó sin percibir ningún sabor en la boca -¿Nuestros padres nos permitirán ir a la Isla de Magnolia con ellos, Dea?- era una incógnita bastante interesante.
-Por supuesto que lo harán- bebió su capuchino y sonrió con un bigote de espuma sobre el labio superior -Quedaron muy desestabilizados con lo del bebé y según los escuché esta mañana...- metió la cuchara a su boca después de limpiarse -Se irán unos días a Cirse a visitar al tío Lucyan, mamá lo necesita-
Su madre tenía dos hermanos, uno era Lucyan, diez años menor que ella y el otro Mickey, once meses mayor. Por otro lado, su padre tenía siete hermanos, con él eran ocho hijos, solo que dos de ellos murieron por diferentes causas, quedando seis en total, cuatro mujeres y dos hombres. Sus respectivos nombres eran Rosalie, Mabel, Horacio, Vilma, Elizabeth y él, Hanibal.
-Mamá lloró más que yo- se había prometido no volver a llorar jamas después de ese día -Será una gran abuela cuando tenga la oportunidad-
-Por supuesto que sí- le dio toda la razón, hasta que recordó un enorme detalle y la apuntó con la cuchara -Ahora tenemos que deshacernos de Aslan-
Su hermano siempre sería un problema o una inclinada tangente en la cuestión.
-Déjamelo a mí- sonrió macabra tomando su teléfono celular -Hola, Zahara- rodó los ojos, era tan eufórica que la volvía loca -¿Me pasarías el numero de tu prima Rina?- asintió rápidamente -La necesito para distraer a Aslan por unos días, gracias-
La carretera a Hara era truncada y larga, con muchísimas curvas y senderos. El paisaje era verde, frondoso y extraño, completamente diferente al de Drama, que era inhóspito, frío y lúgubre.
-No quiero imaginarme como te sientes, Keilot-
Él lo observó de reojo, completamente serio y apretando el volante entre sus manos con fuerza.
-Tienes razón- su voz era tan profunda que le resultó ajena e impropia a su persona -Tienes toda la razón, Lai- su vista no se apartaba del camino -No tienes ni idea de como me siento- cubrió sus ojos con unos lentes de sol para ocultarlos -Gaia perdió a nuestro bebé y se encuentra a kilómetros de mí, sobrellevando todo esto por su cuenta y me siento terrible- aún podía escuchar su llanto, el impacto de oírla tan destrozada, lo arruinó -Necesito verla y saber que todo estará bien- la lejanía lo desesperaba -Decirle que no fue su culpa y que era algo que tenía que pasar- sintió un fuerte apretón sobre su hombro -Necesito estar con ella-
-Lo sé y en dos días podrás verla-
Lo soltó después darle ese absurdo consuelo y acomodar la gorra de jockey que llevaba en la cabeza para admirar la vista, sus ojos azules, no se perderían absolutamente nada de ese paisaje.
-Quizás el pasar unos días en Magnolia, le levante un poco el animo- hasta para él sonó como algo estúpido -Ustedes pueden usar la casa de huéspedes y nosotros la cabaña, para tener mayor privacidad-
-Sí, gracias- desaceleró en una curva -Justamente, eso iba a preguntarte...- rebasó un transporte de gallinas -¿Cómo haremos para cruzar a Magnolia?- se relajó en su asiento -No tenemos un bote y el puente quedó destruido en la última sudestada-
-Si todo marcha bien, tendremos uno- atendió la llamada entrante -¿Preciosa?- sonrió de oreja a oreja al escuchar su dulce voz -¿Lo conseguiste?- escuchó su respuesta -Buen trabajo y para pasar la frontera, ¿Qué necesitamos?- volvió a guardar silencio -Bien, entonces, presentando nuestra identificación, podemos pasar por el tratado de libre comercio con Dragma, es excelente-
Rió con toda el alma, había cambiado de tema en un segundo. Era tan suspicaz.
-No, mi amor, quédate tranquila- acomodó su gorra de nuevo -No caeremos en las tentaciones de los juegos de azar y mujerzuelas, te lo aseguro- negó con la cabeza de un lado a otro -No y tampoco nos detendremos en Azura, queda a mitad de camino y sería un desperdicio de tiempo en detenernos-
La ciudad de Azura era conocida por la lujuria, el vicio y el juego excesivo, que corría como moneda corriente por las calles a todas horas del día. Vulgarmente llamada "El Corredor Rojo del País" y haciéndole un gran honor a ese nombre, ya que llevaba a los hombres a perder la cordura y el sentido común con solo poner un pie allí.
-Dile que nos detendremos en Cebeck esta noche y preguntale por Gaia- habló el conductor.
-Keilot dice que nos detendremos en Cebeck esta noche y seguramente, en Dingual el día mañana-
Por suerte y gracias a que Dragma era un país inmensamente poblado, el recorrido abarcaba pequeños pueblitos aledaños para poder descansar hasta llegar a Hara.
-Quiere saber como está Gaia- levantó un pulgar en respuesta -Dice que ahora está dormida- repitió el mensaje -Y que dentro de lo que se puede, está bien- movió la cabeza no muy conforme por la respuesta -Me alegra oír eso, preciosa- frotó su rostro, abrumado -Sí, cuando estemos en Cebeck te llamaré, te amo- esperó a que cortara y miró la pantalla de su celular con amargura -Jamás me dirás esas mismas palabras, ¿No?- habló a la nada.
-¿Qué más te dijo sobre Gaia?- ignoró su falsa retórica.
-Que ya no tenía dolor- divisó una gasolinera la cual señaló y él asintió dirigiendo el auto hasta allí -Y que la hemorragia disminuyó hace unas horas, que según en doctor, mañana se detendría- no había más que decir, el panorama se divisaba horrible -Lo siento mucho, Keilot-
-Yo también- no volvieron a hablar del asunto después de eso.
Llegaron a destino luego de dos horribles, largos y tediosos días, bajo una lluvia torrencial que no daba tregua o indicios de detenerse.
-Es aquí-
Una casa sencilla a las afueras de la ciudad, de hermosa fachada de ladrillos a la vista, dos plantas y rodeada por una alta verja de hierro, los esperaba.
-Al fin-
Bajó del auto sin tener en cuenta, en lo absoluto, mojarse bajo la lluvia. Tocó el timbre con insistencia y una pequeña figura se divisó por la ventana, que bajó las escaleras como sino hubiera un mañana.
-¡Keilot!-
Exclamó falta de aire por la corrida y tiritando de frío, al ser empapada por las gotas heladas que caían sobre ella y su pequeño pijama, no había hecho otra cosa más que dormir. No le importó, no le importó nada y se arrojó a sus brazos después de abrir la verja que los separaba.
-¡Lo siento!- lloró aferrada a él en un enorme abrazo y sin tocar el suelo bajo los pies -¡Lo perdí!- cerró sus ojos con fuerza al compartir su dolor -¡Lo intenté! ¡Te juro que lo intenté todo para salvarlo, pero no funcionó!- la depósito en el suelo para verla a la cara y secar esas lágrimas que se confundían con la lluvia -¡Mi alquimia me debilitó mucho y tuve que dejarlo ir!-
Era la única excusa o explicación coherente que tenía al respecto, ni su don pudo salvarlo.
-No tenía que ser, amor- acarició sus pómulos con los pulgares -Y quiero que dejes de culparte por esto, era nuestro, sí- le apartó un rizo empapado del rostro -Pero no era el momento para que llegara aquí, ¿Comprendes?-
Jamás la culparía por lo que pasó, la amaba demasiado como para causarle esa angustia.
-Sí- fregó sus ojos sintiéndose un poco mejor -Pero yo lo amaba-
-Igual yo- una toalla la cubrió por la espalda -Gracias, Dea- le entregó un paraguas y corrió dentro junto a Lai -Pero debemos seguir adelante y dentro de algunos años, volver a intentarlo- le guiñó un ojo haciéndola reír -Eso es, amor- dobló un poco las rodillas para ponerse a la altura de su mirada -Quiero que rías y mucho, con toda el alma, como siempre lo haces- tocó su mejilla con los nudillos -Y aunque nos cueste, el tiempo nos ayudará a sanar-
Tallaba su cabello con una toalla, necesitaba de un baño urgente, dos días de viaje habían arruinado su impoluta y pulcra apariencia que tanto lo caracterizaba.
-Adelante- dijo después de un golpe en la puerta del baño.
-Aquí esta tu ropa, Lai-
Le entregó una muda de ropa recién planchada e intentando ignorar el hecho de que, sólo cubría su desnudes con una toalla alrededor de su cintura.
-Gracias- tiró de ella y la besó con tanto candor, que la derritió -Extrañaba esto-
Sus labios descendieron desde su boca, hasta su cuello y parte de sus pechos, cuando arqueo la espalda para darle espacio a sus besos.
-Te extrañé mucho, mi amor- regresó en sí, cuando se percató del transe de lujuria en el cual había caído -Lo siento- se alejó como si le quemara -Te juro que, tu aroma me enciende y no puedo cont...- sus ojos azules se desorbitaron por completo -¿¡Qué estás haciendo!?- su voz le raspó la garganta al haberse secado de golpe.
-Voy a tomar un baño- se había quitado la pequeña blusa sobre sus pechos y ahora, los pantalones -¿Qué no ves?-
-Hechicera malvada y cruel- no había lugar a donde huir -Me voy a volver loco- apretó los ojos para no verla desabrochándose el sostén -No me hagas esto-
Rogó con los ojos cerrados, muerto de dolor y desesperanza. Le dolía que sea tan manipuladora con sus sentimientos y necesidades.
-Estamos en la casa de tus padres- podía sentir su mano jugando con el borde de la toalla que lo cubría -Por favor...- ahora tocó su rostro con delicadeza y se derrumbó.
-Mírame- ordenó y así lo hizo, encontrándose con esos irises que tanto le gustaban -Mis padres no están, tengo casi dieciocho años- en unas semanas los cumpliría -Y el albergue de la piscina es todo nuestro- depósito un beso en sus labios -Vamos a disfrutar el momento- no supo más de sí al perder la cordura.
Sus almas son hoy, dos almas rotas y en sus corazones, el vacío no iba a volver a llenarse nunca. Era durísimo perder a un hijo y aunque sea no nato, ninguno de los dos lo olvidaría jamás. Pero al menos, el consuelo de tenerse el uno al otro, les daba el valor suficiente para poder superarlo juntos.
-¿Gaia?- después de rápido y relajante baño regresó a la sala con ella -¿Bonita?- la televisión seguía encendida, pero no respondió, seguro estaría muy entretenida -¿Estás...?- sus ojos brillaron de ternura -Dormida-
Habló bajito y tomando asiento frente al sofá, donde dormía envuelta en una frazada y una mano sosteniendo el mando a distancia.
-Eres lo más hermoso que ví en mi vida- le apartó unos rizos del rostro procurando no despertarla -Ojalá pudiera protegerte de todo lo feo e injusto de este mundo- descansó una mano en su rostro -Pero no soy tan fuerte-
Se sentía tan mal e impotente por lo que había pasado, que no sabía como consolarla sin caerse a pedazos.
-¿Keilot?- murmuró con el sueño opacando sus ojos -¿Te encuentras bien?-
Se destapó un poco para tocarle el puente de la nariz con un dedo, se veía triste y sombrío, como alejado del mundo.
-Sí, ¿Y tú?-
Besó la palma de su mano al tenerla tan cerca después de unas semanas de ausencia y sentir su calor.
-Mucho mejor ahora que estás aquí- estornudó y tiritó de frío -¿Puedo usar el baño?-
-¿Aún no te has quitado la ropa mojada?-
La destapó completa y su ropa era otra, ahora llevaba un overol de verano y una franela de pac-man debajo.
-Sí, lo hice, pero tengo frío y me daré una ducha- estiró los brazos a él -¿Me llevas?-
Movió los dedos con una enorme sonrisa, le encantaba que sea tan fuerte y pueda cargar con ella sin ningún esfuerzo.
-No tienes que pedirlo dos veces- la cargó en sus poderosos brazos sin dificultad -¿O yo estoy más fuerte o tú no pesas nada?-acotó sarcástico dirigiendo los pies al cuarto de baño.
-Hace tres meses que vomito todo lo que entra a mi boca, ¿Tú que crees?- la dejó en pie bajo umbral, pero no respondió, era obvia la respuesta -En unos minutos estaré listas, ponte cómodo- cerró la puerta con el pie al entrar.
La lluvia no se detuvo desde que llegaron a Hara, caía sin piedad sobre los vidrios de las ventanas, los dinteles de las puertas y el duró tejado, provocando somnolencia con su estruendoso crepitar. La observaba en silencio y embelesado, hundido en la belleza de ese armonioso rostro a altas horas de la noche. La amaba y amarla traía consigo un enorme tormento, perderla ante Zaluster cuando abandonara este mundo. No volvería a renacer, su alma no transcendería a través del tiempo y como lo había hecho hasta entonces, se quedaría vagando en el plano de los muertos para no regresar jamás.
-En toda mi existencia había visto una pestañas tan largas- quiso tocarlas, pero si lo hacia, despertaría -Es increíble como los dioses te bendijeron, preciosa- sonrió y ella también -Sabía que no estabas dormida- rodó para cambiar de posición y llenarla de besos -Hace horas estoy esperando a que despiertes- la miró a los ojos esperando a que dijera algo -Cierto, lo olvidé, no te gusta hablar cuando lo haces- una campanada de oyó -¿Qué es eso?-
-La campana de la iglesia- otra siguió, acompañada de seis más -Ay, dioses, dame espacio, Lai- se removió debajo de él -Vistete- ordenó cuando se apartó, comenzando a vestirse.
-¿Qué ocurre?- se veía alarmada.
-Ahora te digo- terminó con su labor y salió apresurada, atravesando todo el jardín hasta la casa -¡Gaia!- gritó por ella al abrir las puertas y ya se encontraba levantada -Llama a Aslan, yo cerraré las ventanas-
-Sí, eso estoy haciendo- la perdió al subir las escaleras.
-¿Qué ocurre?-
Su novio apareció somnoliento y con solo el par de pantalones del pijama. Por otro lado, su amigo atravesó las puertas en la misma condición que él, no entendía nada.
-Dame un mínuto- levantó un dedo para no perder la llamada -Aslan, ¿Dónde estás?- habló con su hermano del otro lado de la línea -Sunset se encuentra sobre las colinas del este- la lluvia empeoró, los rayos y truenos no daban tregua -Por nada del mundo bajes a Hara hasta que todo se calme, estaremos bien- aseguró y sonrió, su hermano era muy listo, jamás se expondría al peligro en vano -Llama a nuestros padres para que se queden tranquilos y si quieres, ve a la casa de los abuelos que viven allí- silencio -Sí, yo ya lo hice, a la primera campanada hablé con mamá y me dijo todo lo que teníamos que hacer- sonrió y despeinó su cabello -Bien, cuidate hermanito, te quiero- cortó y suspiró fuerte.
-Listo, ya cerré todas las ventanas- descendió las escaleras y se dirigió a la cocina para hacer lo mismo con la última que quedaba -Lai, ¿Cerraste la puerta del albergue?-
-Sí, lo hice- su amigo realizó lo propio con la puerta que daba al jardín -¿Van a decirnos que ocurre aquí?-
-Espera- guardaron silencio por un minuto y el viento remeció la casa por completo -¿Ya tocó tierra, Gaia?- miró la pantalla de su celular buscando la información.
-No, aún no- se arrojó al sofá más cercano -Bienvenidos a Hara, chicos- encendió la televisión pero los canales solo mostraban interferencia -Y disfruten de su época de tifones- rió irónica.
-Momento...- quedó catatónico -¿Estás diciendo que se acerca un tifón?- parecía no haberla oído.
-Por favor, Keilot- habló detrás de la barra -Presta atención- metió un paleta a su boca que extrajo de un cajón -Sí, se acerca un tifón, ¿Qué tan increíble es creer en eso?- extrajo el dulce de si boca, pero Lai la metió a la suya -¿Qué haces?- intentó quitársela, sin éxito -Era mía-
-Era- le guiñó un ojo burlándose de ella -Tiene sentido, Hara es un península que linda con dos mares, es normal que se formen tifones en esta época del año-
-Sí, así es- aseguró desde el sofá y apagando la televisión -Mientras no haya crecidas estaremos bien, así que, cambia esa cara, Keilot- estiró los brazos hacía él que la cargó sobre su regazo, después de tomar asiento -Nuestros padres construyeron esta casa como un banquer, no hay nada que temer-
-Te creo, pero...- miró a todos allí -¿Qué pasará con las personas que no tienen la misma suerte?-
-Eso lo sabremos al amanecer- quitó un maso de cartas de la repisa detrás y comenzó a barajarlas, hasta que se detuvo de golpe -Gaia...- recordó algo -¿Dónde están Rita y Alpha?-
-¡Mis bebés!-
Corrió hacia la puerta de entrada como sino hubiera un mañana.
-Iré por las toallas-
Rió por lo bajo. Ellos no entendían nada, mirándose el uno a otro y buscando un consuelo para esa locura.
Rita y Alpha, eran las mascotas de la casa. La primera de ellas, se trataba de una hermosa gata de pelaje esponjoso y tricolor, comúnmente conocido como carey, con enormes y cautivantes ojos verde esmeralda adornando su pequeña carita. Por otro lado, Alpha era un perro de Hara, una raza endémica del continente y descendiente de los antiguos habitantes de esa zona, los Lobos de Grym. Era bellísimo, sus ojos eran azules, celestiales y resaltaban de sobremanera por su manto blanco.
-Esto es extraño, Dea-
Observaron con curiosidad a los dos hombres con ellas, que ocupaban todo su empeño en secar a sus nuevos amigos de cuatro patas.
-Sí, demasiado- caminaron con cuidado, devorando un tazón de palomitas para no distraerlos -Alpha se parece a Lai-
Era cierto, tenían los mismos ojos y su piel nívea emulaba a su pelaje blanco, algo muy digno de ver para cualquiera.
-Y Rita a Keilot-
Ahora entendía, el porque él, le había caído tan bien a esa gata malhumorada. Los dos eran trigueños, caprichosos y de ojos hermosos.
-¿Por qué nunca me dijiste que tenías una gata, Gaia?- la cargó en sus manos para enfrentar sus ojos -Siempre quise tener un gato, pero mi madre los odia- la besó en su pequeña naricita peluda -¿Por qué maulla así?- en vez de un maullido parecía un chillido afónica -Es como si fuera ronca-
-Estuvo enferma por mucho tiempo, hasta que la rescaté- la gata desubicada y descarada, se durmió en sus brazos como si nada -Según el veterinario, tenía una afección respiratoria producto de un golpe o una infección- explicó, tocándole las orejas -Pero como las radiografías salieron veladas, nunca supimos lo que realmente tenía- tomó asiento en el sofá con el tazón de palomitas -Solo concluimos que, su ronquera se debe a un efecto colateral de la misma- metió un enorme puñado a su boca escuchando el viento fuera, que era cada vez peor -Quizás tengamos unas dos o tres horas de luz, ¿No, Dea?-
-Tal vez un poco más- encendió la radio para informarse de la situación -Todavía no ha tocado tierra- eso decía el locutor -Si se mantiene en la costa, solo será un fuerte temporal- estiró los brazos sobre su cabeza al sentirse cansada -Parece que le agradas, Lai-
Se acercó a él que seguía secando a su nuevo amigo y la luz pestañó a penas, rezaba internamente para que no se fuera, odiaba la oscuridad.
-Mi anhelo de niño siempre fue adoptar un perro- tomó su enorme cabeza entre las manos y lo miró a los ojos -Pero mi padre es terrible alérgico- les tomó una fotografía con su teléfono celular, verlos juntos era adorable y luego la subiría a una red social para presumir de ellos -Y Eyra igual, así que, nada de perros o animales en casa-
-Tu infancia debió haber sido muy triste- lo palmeó para darle consuelo -Nosotras siempre tuvimos animales, papá los ama y aunque a mamá no le gusten, crecimos con muchos de ellos-
Tomó asiento a su lado tocando la enorme nariz de su adorada mascota.
-Eso es cierto y es más, hace unos años atrás, ganó un caballo como primer premio en un sorteo- recordarlo las iluminaba -Y cuando fue por él, los organizadores se equivocaron de número ganador y resultó que obtuvo el tercer premio- la cara de desilusión de su padre, aquella vez, fue épica -Por consiguiente, no hubo caballo para nadie- metió más palomitas a su boca -Pero mamá estaba feliz por ello, ya se imaginaba lo terrible que sería su vida con un caballo- concluyó con la boca llena -Por cierto, hermanita, ¿Y Achu?-
-¿Achu?- dijeron los dos a la vez.
-Ahí está- señaló con un dedo la silla vacía detrás de Lai -Pensé que lo habías visto- las cejas fruncidas de ambos observado la nada de ese asiento, no tenía comparación -Tendría que despertarlo, pero se pondrá insufrible si también despierta Enrique-
-¿Enrique?-
Hicieron lo mismo que antes, ¿De quiénes estaban hablando? ¿Seres imaginarios o fantasmas que no podían ver?
-Despiertalo- la radio seguía encendida -Enrique estará en su jaula esta noche- bostezó -No despertará, las tormentas lo hacen dormir-
-Achu- dijo ella después de sonreír y dar tres palmadas -Achu, despierta...- nada pasó -Achu...Galleta- un pequeño ojo ambarino apareció sobre la silla -Ven, Achu-
Golpeó el suelo con las manos y un pequeño lagarto que poseía la habilidad de camuflarse, se acercó a ella a gran velocidad.
-¿Él es Achu?-
Tuvo la osadía de tocarlo, pero le lanzó una feroz mordida y provocando que apartara su mano de inmediato. No le gustaban los extraños.
-Sí, él es Achu- escaló por su brazo, hasta llegar a su cabeza y jugar con su cabello, se veía amigable, pero solo con ella -Su verdadero nombre es Amador, es un dragón tipo tierra de Acadia, el tío Lucyan me lo regaló cuando cumplimos quince años- dirigió sus ojos a él pero no logró verlo -Y a Gaia le obsequió un erizo ciego de Cirse, se llama Enrique, mañana lo conocerán-
-¿Y por qué le dices Achu?-
Tenía curiosidad en saber, llevaba a la gata de la familia en brazos y la cabeza de su hermana sobre el regazo que comía palomitas sin detenerse. Era una imagen bastante graciosa, Rita no quería compartir su espacio con ella e intentaba golpearla con sus patitas para que se alejara.
-Cuenten hasta cinco-
Pidió con una mano extendida enseñando los dedos y así lo hicieron, hasta que el pequeño dragón en su cabeza estornudó, lanzando una pequeña bola de fuego.
-¿Ven?- lo señaló -No sabemos porque, pero estornuda todo el tiempo y por esa razón, le decimos Achu- lo bajó al suelo -Ve a comer, creo que en el ático hay ratas- desapareció de su vista en un instante.
-¡Rita! ¡Ya basta!- le lanzó palomitas a esa gata malhumorada -¡Keilot! ¡Está mordiéndome!- atacó su mano sin piedad.
-¡No!- la separó de ella después de que le lanzara un feroz arañazo en la cara -¡Eso no se hace!- la sacudió un poco a la altura sus ojoa -¡No se hace!- repitió enojado -¡Rita mala! ¡Gata mala!- la bajó al suelo y al sentirse ofendida por su insulto, se alejó de él después de una hostil mirada -Si que tiene carácter- jamás había visto tal reacción en un animal -¿Te lastimó?-
Inspeccionó su rostro con cuidado al sostenerlo de la barbilla.
-Por poco y me saca un ojo- un tenue rasguño adornaba su pómulo derecho -¡Alpha! ¡No!- miró a la cocina, en donde su hermana abrió la puerta del refrigerador para comer algo dulce -¡Dea! ¡Cuidado!-
Muy tarde, en una fracción de segundo, terminó siendo derribada al suelo producto de la brutal embestida que le dio.
-¡Santo cielo!-
Lai se acercó a ella cuando la perdió de vista tras la barra y todo quedó en silencio.
-Quítalo...- pidió aplastada por él -Por favor...- meneaba la cola e intentaba lamer su rostro lleno de felicidad -No respiro- era enorme y podía hacerle daño.
-Ven, amigo- lo apartó tomando una galleta de un frasco y arrojándola lejos -Ahora tú, ven aquí-
La incorporó de la cintura con ambas manos, para sentarla sobre la barra e inspeccionarla con cautela.
-¿Te encuentras bien?- fue un duro golpe el que recibió.
-Me duele el pecho- llevó una mano a su centro, sentía que le faltaba el aire -Y la cabeza- frunció las cejas al apretar una de sus sienés.
-Te quedará un enorme chichón- palpó su cráneo con los dedos buscando algún corte -Avísame si tienes nauseas-
Asintió y miró furioso al perro que subió las patas sobre el mármol de la barra para pedir otra galleta.
-¡Aléjate de ella!- lo empujó con todas sus fuerzas.
-Lai, no, déjalo- rodeó uno de sus brazos con ambas manos -No lo hizo a propósito, seguro tiene hambre y fue mi culpa no haberlo previsto- palmeó la barra a su lado para que volviera a subir y entregarle su premio -Estoy bien, amigote- acarició su adorable rostro y él ladró con fuerza después de tragar -Gaia, ¿Qué quiere?-
Ella era la que más tiempo pasaba con él y podía entenderle a la perfección.
-¡Alpha!- la miró serio y con las orejas en alto al escucharla -¡Busca!- subió las escaleras después de esa orden -¡Todos! ¡Escondanse!- ese juego sería divertido.
-¿¡Qué diablos es eso, Lai!?-
Reclamó su amigo a la luz de las velas jugando Pictionary, la electricidad se había ido hace horas y no sabían que más hacer.
-Somos tú, Gaia, Dea y yo- señaló a cada monigote dibujado en la pizarra con el plumón -Aquí, en el presente, jugando Pictionary- era cierto, todos estaban allí.
-¿Qué?-
Preguntó su novia a su lado, mirándolo consternada y con el dibujo de un obsequio que ella misma había ilustrado, para representar la palabra en cuestión y la cual era, presente.
-No puedo creerlo- murmuró su hermana con los ojos bien abiertos -Vamos a ganar esto- suprimió una enorme carcajada y se incorporó -Bien, nos toca, Keilot- leyó la tarjeta que tomó de la mesa de junto e intercambio lugares delante de la pizarra -¿Lista, Dea?-
Asintió preparada para adivinar y comenzó a dibujar un círculo con muchos puntos en su interior.
-¡Un botón!- aseguró el integrante del otro equipo -¡Una coladera!- su amigo negó y remarcó de nuevo el dibujo -¡Una persona con tripofobia!- era lo más absurdo que había dicho nunca.
-¡Galleta con chispas de chocolate!- exclamó la chica a su lado.
-¡Si!- gritó su hermana chocando cinco.
-¿¡Cómo puede ser que no hayas adivinado esta!?- reclamó a punto de estrangularlo.
-¡Si hubieras dibujado un vaso de leche, lo hubiera hecho!- le gritó igual.
-¡Cállate y pasa a dibujar!-
Le arrojó el plumón a la cara. No les gustaba perder a nada, pero esa noche, les estaban dando una tremenda paliza.
-¿Tienes la cámara lista, Dea?-
Preguntó, mordiéndose el labio para no reír como una loca. Admiraban dos hermosos y firmes traseros, espaldas anchas, musculosas y cuerpos lánguidos bajo la lluvia, esperando delante de la alberca, que una de ellas les diera la señal para arrojarse dentro.
-¿Listos, muchachos?-
Inquirió con su teléfono en mano y preparada para grabar, la vida la estaba compensando después de tantas penurias. Ellos vaporizaban la humillación que sentían con cada exhalación, al perder al Pictionary y por lógica, la apuesta que venía detrás, tirarse desnudos a la piscina de la casa.
-¡Juro que le vengaré de esto, Gaia!-
El agua estaba helada y el frío le atravesaba el cuerpo sin clemencia. Ella rompió a carcajadas después de inflar sus mejillas y sin dejarse intimidar por sus palabras. Una apuesta era una apuesta y ahora, debían pagar.
-¡Ni Zaluster te salvará cuando salga de aquí, Dea!- bufó irónica al advertir su amenaza y verlo tiritar de frío como un pollito mojado, era un regocijo -¡Ya verás lo que te espera después de esto!- por suerte, el viento había aplacado bastante.
-¡No me amenaces!- comenzó a grabar -¡Y tírate ya!-
A la cuenta de tres, los dos se lanzaron al agua, pero la venganza sobre ellas estaba a punto de comenzar.
