La lluvia mermó a altas horas de la madrugada y aunque no tuvo clemencia alguna, por suerte, fue solo un duro temporal. Pudo escucharlo crepitar el resto de la noche con ella dormida entre sus brazos y recordando cada instante, desde que salió de esa alberca convertido en un furioso vendaval.
-Vas a pagar por esta humillación, Dea Alexandra Fleming-
Se acercó a ella como un enorme titán de casi dos metros de altura y sus ojos convertidos en hermosos zafiros, pero opacados por una gran ira, ¿Cómo alguien con esos ojos podía mirarla así?
El frío había desaparecido por completo, lo exudaba de su cuerpo con cada respiración e hiperventilaba, para no sentirse tan deshonrado ante ella.
-Por favor, Lai- siguió grabando sin importarle el hecho de que estuviera como dios lo trajo al mundo -Eres un mal perdedor, podría haber sido yo la que esté desnuda en este momento- le acercó una toalla con su mano libre para cubrir su desnudes -Aprende a perder- guardó su celular y sonrió cínica de brazos cruzados.
-Tú...- juntó sus frentes como siempre lo hacía -Eres una...-
Inspiró profundo para encontrar las palabras correctas y describirla a la perfección.
-Eres una...-
Repitió con el cuerpo tenso. Seguía lloviendo sobre él, convirtiéndolo en un ser celestial y ella enmudeció, debajo de ese cobertizo que la protegía de los elementos. La enloquecía, la encantaba con su simple presencia y esos ojos de en sueño que solo él podía tener. Era absoluta su belleza y lo ignoraba por completo.
-¡Keilot!- el grito de su hermana, muerta de terror, los interrumpió -¡No sé nadar!-
La había aventado a la alberca después de cargarla en brazos buscando venganza.
-¡Lo olvidé!- se lanzó detrás al colocarse el bañador y cubrir su pudor -¡Lo siento! ¡Lo siento!-
Reía como un loco, cuando se aferró a su cuello como un gatito asustado.
-¡Estúpido!- estaba histérica -¡No sé nadar!- eso era ridículo para alguien que poseía una alberca -¡Eres un idiota!- rodeó su torso con las piernas para no hundirse más -¡Ni siquiera sé flotar!- tenía ganas de matarlo.
-Cálmate- le apartó el cabello mojado del rostro con una enorme sonrisa -Yo estoy aquí y nada podrá...- un trueno rompió la atmósfera y no lo dejó continuar -Vámonos- caminó con ella hasta la escalinata para poder salir -No sé en que estamos pensando- la dejó en pie bajo la puerta que daba al jardín -Estabamos en la alberca y nos podría haber dado un rayo- la rodeó con una toalla frotando sus brazos -Pero me divertí mucho- depósito un pequeño beso en su nariz.
Era la luz de su vida, la adoraba con locura y dejaba de ser ese hombre estoico, que siempre cargaba con todos los pesos de la familia Helsing sobre sus hombros.
-Yo también- lo ayudó a quitarse el agua del cabello -Gracias por estar aquí-
Esos ojos verdes, tan profundos y únicos que poseía, habían cambiado mucho desde el primer día en que lo conoció, ahora parecían humanos, todo se reflejaba en ellos.
-Por cierto...- miró alrededor y estaban solos -¿Dónde están Dea y Lai?-
-No querrás saber eso-
Abrió la puerta detrás de ella e ingresaron dentro. No necesitaban ser adivinos para imaginar la situación entre ellos.
-¡Lai, por favor!- rogó sobre su hombro al verlo subir esas escaleras del albergue, iban a la habitación -¡Te juro que jamás compartiré este vídeo con nadie, te lo juro!- estaba perdiendo la dignidad, mejor dicho, lo estaba perdiendo todo -¡No me hagas daño!- suplicó, cuando la depósito en la cama, lentamente.
-Eso...- la asedió como un dragón en celo -Lo tendrías que haber pensado antes- acarició su abdomen descubierto con su enorme mano -Ahora tendrás de atenerte a las consecuencias- se alejó para hacerse pequeña en un rincón, pero tiró de su tobillo hacia abajo -No te muevas- ordenó sobre ella -Te haré pagar esta humillación hasta que pidas clemencia- la llenó de besos por todas partes, desvistiendola -Y cumplas todos mis caprichos y demandas, como la diosa que eres- su dulce aroma a flores silvestres, lo desquiciaba en un segundo.
-No te tengo miedo- pronunció entre suspiros al ser devorada por él.
-No tendrías porque-
La miró a los ojos por un eterno minuto y pensando en cuanto la amaba a pesar de su silencio, antes de entrar en ella.
Amaneció, el sol turbaba su cincelado rostro y desde los primeros indicios que rayaron al alba. Cubrió sus ojos con su antebrazo, para seguir durmiendo un poco más y tanteando el otro lado de la cama buscándola con insistencia, pero no estaba.
-¿Gaia?- llamó con voz tesa y ronca -Bonita...- giró sobre si mismo dándole la espalda a la ventana -Cierra las cortinas-
Se quejó entre sueños, él jamás podía dormir con la claridad del día dándole en la cara, lo despabilada. Cerró los ojos una vez más, llamando a Morfeo para comenzar un nuevo viaje onírico, hundido en la fragancia que ella había dejado en la almohada, pero el sonido de música heavy metal y rock metal sinfónico, lo hicieron salir de la cama de un salto cuando todo tembló.
-¿¡Pero que diablos!?- corrió a trompicones hasta la puerta y la abrió de golpe, para poder acabar con todo -¡Gaia!- llegó a la cocina después de bajar las escaleras y tapar sus oídos con fuerza -¿¡Qué demonios creés que haces!?-
Gritó sobre la musica, pero fue ignorado, ya que ella siguió preparando el desayuno y cantando a todo pulmón.
-¡Son...!- miró el reloj en la pared y se petrificó -Casi las doce del medio día- nunca había dormido tanto en su vida.
-Buenos días- saludó al voltear y bajar la música al verlo -¿Café?- le ofreció una taza que sostuvo impávido -¿Sucede algo?-
Tomó asiento detrás de la barra para beber el suyo con una linda sonrisa.
-Es que...- rascó su nuca al ubicarse delante de ella -Dormí demasiado- le dio un pequeño sorbo y estaba muy bueno -Por cierto...- la apuntó con la taza al apartarla de sus labios -¿Siempre despiertas así por las mañanas?-
La admiró de arriba a abajo, llevaba una camiseta de su personaje de ficción favorito que le quedaba gigante, caóticamente despeinada y también, iba descalza.
-Estás radiante-
-No sé como sentirme respecto a eso-
Mordió sus labios, avergonzada, jamás recibía cumplidos, generalmente, eran dirigidos a su hermana.
-No te muerdas el labio- los separó con su pulgar en un delicado movimiento -Esa costumbre que tienes, te hace daño, ya te lo he dicho- lo acarició con cuidado -Mira, ya estás sangrando- suspiró abrumado y lo rozó con el suyo para intentar curarlo -¿Mejor?- volvió a tocarlos con los dedos y asintió muda con el corazón desbocado -Ahora estás roja-
Sonrió arrogante y disfrutando el momento. Era consciente, de como le afectaba a su cuerpo todo lo que él hacía.
-Maldito- murmuró entre dientes y más roja que hace un instante, apartándolo de un empujón -Hijo de la...-
Levantó un dedo, abochornada, pero fue acallada por un enorme beso, cuando aferró su rostro con ambas manos.
-¿No es muy temprano para eso?- la voz de su hermana los separó -Buenos días para ti también, Keilot- respondió a su mirada asesina, como si nada -¿Hay té?-
Pasó de ellos buscando la lata de té en las gavetas más altas de la alacena y que intentó alcanzar de puntillas, pero no logró hacerlo.
-Maldita enanismo- frotó su frente, cansada -¡Lai!-
Gritó y él se materializó a su lado con solo un par de pantalones puestos.
-¿Me llamaste, preciosa?-
Bostezó con pequeñas lágrimas en sus ojos, su cara aún seguía cargada de sueño, cuando estiró todos los músculos adormecidos.
-Si que fue rápido- de un brinco ocupó un pequeño espacio sobre la mesada -¿Me alcanzas el té?-
Señaló la lata y encendió la estufa para colocar la tetera al fuego, sin tener la delicadeza de bajar de su cómodo sitio.
-Sí, claro- con solo estirar un brazo llegó a tomarla sin dificultad, la ventaja de ser alto corría a su favor -Aquí tienes-
Agradeció con una hermosa sonrisa y él levantó la manga de la enorme camisa que le caía por un hombro. Era demasiado temprano para mostrar su pequeño cuerpo al mundo y a esa hora del día.
-Buenos días, chicos- asintieron con un leve movimiento, ya que tenían la boca llena -Es cierto lo que dicen de Hara, Keilot- ocupó la banqueta vacía a su lado.
-Si, te juro que no lo creía, hasta hoy-
Sopló su café con fuerza, se sentía agotado, sin energías y no era por los dos días de viaje, era por otra razón.
-¿De qué hablan?-
Metió una tostada con mermelada a su boca para escuchar con atención.
-¿No lo sabés, Gaia?-
Habló su hermana a sus espaldas, preparando el té y unas tostadas más para ellos, al bajar de su lugar.
-No, la verdad que, no sé que es lo que ignoro- el timbre se escuchó -¡Pasa, Chris!- exclamó desde su sitio -Haré más café-
Se incorporó con ayuda de los brazos y emprender su labor con la cafetera eléctrica.
-Los habitantes de Dragma, sufren drenaje mágico cada vez que viajan hasta aquí y por esa razón, se ven tan cansados- explicó, sirviendo el té en dos tazas -Buenos días, Chris-
Un joven rubio, más o menos de su edad, contextura atlética, pero delgada, camisa clara, bermudas y gafas de sol, ingresó a la cocina cargando una bolsa de papel.
-Buenos días, mis amores-
Besó a cada una en la mejilla y giró, levantando los lentes, para admirar a las otras dos personas presentes.
-¡Vaya!- formuló, rebosante de alegría y sorpresa, con sus ojos azul celeste bien abiertos -No sabía que teníamos compañía, picaronas- nalgueó a cada una en el trasero.
-¡Oye!- se incorporó como el cazador que era, para ponerlo en su lugar -¿¡Qué demonios haces, amigo!?-
Esa era la nada que podía tolerar frente a sus ojos. No iba a permitir que nadie manoseara a su novia delante de él.
-Tranquilízate, nene- le dio dos golpecitos en el pecho sin sentir temor alguno -Tú debes ser Keilot- aseguró, dejándolo pasmado, al ocupar el asiento donde antes se encontraba Gaia -Toma, cariño- lanzó un beso a su pequeña amiga, entregándole la bolsa que cargaba -Por otro lado...- bebió de la taza que acababa de llegar a sus manos -Eso me dice que, tú eres Lai- inclinó la cabeza en un gesto amistoso.
-Sí y tú debes ser Christián- estiró una mano que fue estrechada por él en un fuerte apretón -Un gusto al fin conocerte- soltó su agarre -Dea me ha hablado mucho sobre ti-
-Me alegra oír eso y mucho más, con ese acento de Dragma que tienes- observó con reproche a la joven sentada sobre las piernas del muchacho a su lado -¿¡Por qué él no sabe nada sobre mí!?-
Su tono era muy agudo y gestual, para ser un simple hombre de gustos "normales".
-Claro que sí- golpeó a su novio con el dorso de su mano, para que la sacara de ese embrollo -Keilot, él es Christián, nuestro vecino de toda la vida, ¿Recuerdas que siempre te hablo de él?- lo miró con un gesto obvio para que siguiera con la mentira -Es el que siempre viene a desayunar con nosotras los miercoles y desde que éramos niños- continuó, gesticulando más de la cuenta.
-No, te juro que lo recordaría- respondió sincero y sin entender lo que quería transmir con la mirada -No me hubiera comportado como un idiota hace un instante, si supiera de él- golpeó su frente, indignada, nunca entendía nada -Keilot, un placer- estiró su mano y él hizo lo propio, aceptándola.
-Encantado- sonrió y devolvió los ojos a su amiga después de soltarlo -Tú, no me hables, taimada- la interrumpió, cuando abrió la boca para decir algo y justificar el porque no le había hablado de él -No es cierto- abrió los brazos cuando bajó la mirada al suelo -Ven aquí- compartieron un cálido abrazo como si fueran hermanos -Todo estará bien, princesa- descansó la mejilla en su coronilla -Tenía que ser, piénsalo así-
Cerró los ojos y escondió el rostro en su pecho, se refería a la perdida de su bebé.
-Lo sé, Chris, gracias- besó su mejilla antes de alejarse y regresar al regazo de Keilot -¿Qué haremos hoy?-
Cambió de tema para no llorar y sentirse segura dentro de los brazos que la rodeaban.
-¿Voluntariado?- cuestionó su hermana, colocando un plato con galletas de mantequilla que su amigo había llevado para el desayuno sobre la barra -¿Cuál es el parte, Chris?- Lai le hizo señas con un dedo para que se acercara y así lo hizo, un tanto extrañada -¿Quieres más té?- observó su taza y aún tenía un poco.
-Tienes chocolate aquí- la besó muy cerca de los labios para poder quitarlo, su descaro no tenía límites -Glotona-
Susurró con esa voz que la ponía de rodillas y quedar congela en su sitio por su accionar. Eran espíritus afines, no había dudas de eso.
-Yo también tengo, Lai-
No cabía una mancha más de chocolate en el rostro de Christián, lo había hecho a propósito.
-¡Consíguete a tu propio Lai, Christián!- rodeó su cuello con ambos brazos y juntó sus mejillas con posición -¡Este es mío!- parecía una niña pequeña aferrando a su muñeco más preciado.
-Bien... Bien...- levantó las manos con inocencia -¿Keilot?-
Parpadeó encantado y pidiendo un beso suyo, señalando con un dedo el chocolate en él.
-Buena suerte con eso- le sirvió más café -Él no se inclina para ese lado, amigo mío- su teléfono timbró y atendió en altavoz -¿Aslan?-
Habló con su hermano del otro lado, por suerte, las líneas telefónicas no habían caído por el temporal.
-¡Gaia!- parecía agitado -¡Tienen que venir ya!-
-Aslan, ¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?- su hermana mayor tomó la palabra -¿Te encuentras bien?- apartó sus rizos del rostro al sentirse nerviosa.
-Sí, me encuentro bien, Dea- la tranquilizó, eso era bueno -Estoy en las playas del sur con unos amigos...- inhaló profundo -Y no van a creer esto-
-Vamos para allá-
Aseguró la dueña del teléfono antes de cortar y subir las escaleras a toda prisa, su hermano no las llamaría sin ninguna razón aparente.
-Vistanse, nos vamos- ordenó a los demás antes de seguir a su hermana a la habitación -¡Tú también vienes, Chris!- gritó y dio un portazo.
-Excelente- se incorporó, tranquilamente, después de terminar su café -Los espero afuera, caballeros- ocultó sus ojos bajo los lentes -Iré por el jeep- los dejó solos y en silencio, después de esas palabras.
-Hara es un país muy extraño-
Parpadeó a la nada con la taza de té a unos centímetros de su boca.
-Nosotros venimos de Dragma- suspiró fuerte y tronó su cuello, agotado -No hay lugar en el mundo más extraño que ese-
Subió las escaleras, pesadamente, para poder ponerse algo decente.
-Si que hace calor aquí-
Estiró el cuello de su camiseta para liberar un poco del calor que emanaba su cuerpo y removió su gorra para quitarse el sudor de la frente, sentado en uno de los asientos traseros y mirando el océano.
-Es una inmundicia- renegó de nuevo, sudaba como cerdo en un chiquero.
-Tienes razón, es asqueroso, Lai- el aire era pesado y húmedo -Dragma es un país frío, no pasamos por esto- el sol le daba justo en los ojos -Estoy todo pegajoso- la camiseta se pegaba a sus pectorales -Es inhumano vivir así-
Dirigió los ojos a su novia, que se encontraba parada en la parte trasera del vehículo, que Christián conducía sin ninguna prisa y disfrutando del clima.
-¡Gaia! ¡Siéntate!- él iba junto al conductor -¡Es la tercera vez que lo repito!-
Le crispaba los nervios verla aferrada del parante y sin ningún tipo de protección extra. No lo escuchó, parecía que iba en estado de alerta y observando todo alrededor, como buscando algo.
-¡Christián!- Dea detrás de él, golpeó su asiento con fuerza mirando la pantalla de su celular -¡Es aquí! ¡Detente!-
Clavó los frenos y ella bajó de un salto sin dar explicación, para correr hacia la playa.
-¡Hermanita!- hizo lo mismo -¡Espérame!-
Las perdieron de vista detrás de un enorme médano. Sin perder más tiempo, las siguieron a toda carrera.
-Por todos los dioses-
Murmuró impactado al llegar. Todos y cada uno de ellos, quedaron inertes en su sitio admirando el panorama.
-¿Qué fue lo que sucedió aquí?- no había explicación para lo que veían sus ojos -¡Gaia!- se precipitó, al verla caer de rodillas por la impresión del momento -¡Está bien! ¡Está bien!- la rodeó con sus brazos obligándola a mirar a otro lado -¡No mires! ¡Está bien! ¡Estoy aquí!-
Hiperventilaba, le costaba respirar, la imagen le había afectado mucho.
-Cuando los dragones...- caminó impactada y en shock, hacia la destrucción delante -Cuando los dragones caigan sobre la tierra de Hara- una mano aferró su muñeca impidiéndole dar un paso más -Los demonios y los dioses, se enfrentarán- cubrió su boca con una mano y rompió en llanto, al sentirse refugiada entre sus cálidos brazos -¿Qué pasó aquí, Lai?- era el único que podía darle una explicación a lo que estaban viendo -¡Es horrible!- lloraba sin contención.
-No lo sé, preciosa- descansó los labios en su sien para darle consuelo -Te juro que no lo sé-
No podía ver nada, ninguna visión llegó a él en ese momento, solo podía contemplar los que mostraban sus ojos y era un panorama devastador. Un cementerio de dragones, así podía explicarlo y con esas duras palabras. Eran tantos los cadáveres diseminados, que no logró contarlos con claridad, solo el color escarlata de la sangre mojaba sus pies con cada oleaje.
No había respuestas, era una especie muy noble la que yacía ante ellos, se trataba de dragones dorados de la Isla de Magnolia, seres indefensos e inofensivos para la raza humana, ¿Quién podría haber hecho algo cómo eso?
-Aquí están- su hermano llegó a ellas, junto con Christián y unas personas más -Vengan aquí y quiero que me escuchen bien-
Las incorporó con con cuidado. Parecía ser el mayor de los tres, pero no lo era, su porte imponente y su voz profunda, hacían estremecer a cualquier persona presente.
-Aslan...- levantó un dedo inclinado a su altura para acallarla un minuto.
-Después, Gaia- dirigió sus ojos a su otra hermana -Deja de llorar, Dea- ordenó, apartándole una lágrima -Lo vi todo- se les fue el aire de solo oírlo -Lo vi todo, en uno de mis sueños cuando era niño- era un virtuoso druida, al igual que su madre -¿Lo recuerdan?- asintieron sin emitir palabra -Bien, así que, mantengan la calma- sus ojos viajaron de una a la otra con una enorme sonrisa y se posaron sombríos en las dos personas detrás -¿Puedo hablar con ustedes?- los apartó a un lugar privado -¡Chicos!- habló a sus amigos -¡Llévenlas con el que aún está vivo!-
Emprendieron el camino contrario y siendo guiadas por Christián que aferraba sus manos con fuerza, no las iba soltar.
-¿Qué hacen aquí?-
Preguntó de brazos cruzados y semblante serio. Era casi tan alto como ellos y aparentaba ser igual de fuerte, a pesar de su corta edad.
-¿¡Qué clase de pregunta estúpida es esa!?- ese chiquillo insolente lo sacaba de quicio -¿¡Creés que me quedaría en Dragma de brazos cruzados, después de que tu hermana perdiera a nuestro bebé!?- tenía ganas de darle un golpe.
-¡Keilot!- Lai lo detuvo cuando dio un paso al frente al aferrar su hombro -¡Aplaca tu ímpetu!- no lo soltaría aunque se lo pidiera -No iba a dejarlo venir solo y en este estado, Aslan- se dirigió a él después de calmarlo -Lamento mucho si te incomoda nuestra presencia, pero Keilot es mi hermano y cuando me necesite, estaré ahí para él, sin importarme las consecuencias-
-Lo sé- rió, cambiando de actitud en un segundo y relajando todo su cuerpo -Solo me gusta y me divierte muchísimo, el sacarlo de sus cabales- les dio un fuerte golpe en el hombro a ambos -Gracias por venir, los necesitaba aquí a los dos- llevó las manos detrás de su nuca y miró al firmamento -Han sido días horribles, Gaia no ha hecho otra cosa que dormir y Dea...- entrecerró los ojos -Huír sola al parque, sentarse bajo un enorme árbol y leer la misma página de un maldito libro, una y otra vez, para no escuchar el llanto lamentos de nadie- suspiró, profundamente, liberándose del peso que cargaba dentro -Estoy cansado-
Negó con la cabeza de un lado a otro, sintiéndose un poco mejor al estar acompañado y no lidiar con sus hermanas solo.
-¿Ustedes saben el por qué llegué aquí?- cambió de tema, sin razón.
-¿A qué te refieres?- bajó la guardia cuando Lai soltó su hombro.
-¿El por qué llegué a este mundo?- repitió y no contestaron, querían seguir escuchando -Llegué a este mundo o mejor dicho, fui concebido, con el único objetivo de cuidar y proteger a mis hermanas, soy su guardián- lo observaron extraño -Pero han crecido tanto que, ya no puedo hacerlo solo- devolvió la vista a ellos -Y ahora, es donde ustedes entran en juego-
-Aslan- habló precavido -Sé que eres un chico inteligente pero, no logro comprenderte- llevó una mano al centro del pecho -Y soy un vidente, imagínate mi desconcierto en este momento-
-No tendrías porque, último rey de Dragma- hizo una graciosa reverencia -Los nombres tienen poder, transcienden en el tiempo y es algo muy paradójico, que tú lleves el del antiguo rey de este continente- levantó sus hombros sin preámbulos -¿No lo creés, asesino de dragones?-
-¿Asesino de dragones?-
No entendía nada, siempre fue guiado por el instinto y no por la razón, a pesar de ser sumamente listo.
-Sí, asesino de dragones- repitió -El hombre más fuerte de la humanidad y el capitán de los caballeros de Eragon- aclaró un poco más el panorama -Ese eres tú, Keilot- lo apuntó con un dedo.
-Bien, empiezo a comprender un poco más esto- recordó cuando Dea le habló de su extraño sueño, al invocar a Zaluster cuando enfrentaron a Saurom -¿Qué sucede con tus hermanas?-
Movió una mano en círculos y los cuerpos de los dragones comenzaron a consumirse en azules llamas. Más tarde, llamaría a la Torre para informar lo sucedido.
-Cuando los dragones caigan sobre la tierra de Hara...- pronunció las mismas palabras que su hermana mencionó al llegar allí -Los demonios y los dioses, se enfrentarán-
Sus ojos cambiaron por completo, eran otros, extraños, como los de un profeta. Tocó un hombro de cada una, revelando una turbia y tétrica premonición.
-Gaia, ¿Qué quieres?- tenían mucha hambre y se encontraban en una pequeño parador de comida rápida de regreso a casa -Estoy famélico, acabo de pedirme una hamburguesa- señaló la imagen en cartelera y sin saber muy bien lo que era -Pero no sé que es lo que quieres tú-
Palmeó su tonificado abdomen, mientras la empleada del lugar, lo admiraba embelesada tomando apunte de lo pedido. Él, a sus ojos, era hermoso.
-No lo sé- intentó leer el menú colgado en la pared -No veo nada...- sus ojos eran cada vez más pequeños -Una porción de patatas grandes y...- arrugó la nariz como si eso ayudara en algo -Y una soda de limón, por favor- su hermana su acercó, masticando un enorme sándwich que Lai le había comprado -¿Rico?-
-No tienes idea- respondió con la boca llena y dándole un enorme trago a su soda -¿Quieres?- ofreció, acercándolo un poco a ella.
-No, gracias, quiero patatas fritas-
Se veían contentas y recompuestas después de lo de la playa. Habían salvado la vida de un dragón y era un consuelo más que suficiente, al menos, uno sobreviviría.
-¿Y Lai?-
Señaló con su pulgar a su espalda y lo halló allí, esperando el almuerzo junto a su mejor amigo y manteniendo una conversación amena, siendo ambos, el centro de atención de la cocinera y el empleado de la caja. Era evidente que, ninguna persona allí, había admirado jamás la belleza innata que se obtenía de la mezcla de razas en los habitantes de Dragma.
-¿Tú sabés que el dinero de Dragma vale mucho más aquí que allí?- le enseñó una moneda de oro que sostenía entre sus dedos -Con solo una de estas, Lai pagó la comida de todos nosotros-
Eran un grupo bastante numeroso, ya que su hermano, Christián y una pequeña jovencita, de largo cabello rubio y grandes ojos violáceos, envuelta en un enorme chándal de hombre, los esperaban cerca del auto degustando su almuerzo.
-¿Cuánto pagaste por todo esto, Lai?- preguntó al llegar a ellas y devorar su enorme hamburguesa con ferocidad -Aquí tienes, bonita- le entregó una bolsa de papel con su comida.
-Aunque no lo creas- compartió su cerveza con él -Un soldán- abrió los ojos enormes al escucharlo.
-¿Nada más?- le devolvió la botella después de un sorbo -Me sorprende lo barato que es este país- se encaminaron al auto.
-A mi también- observó alrededor con su hamburguesa en mano, jamás había probado una y le encantó -Aunque el clima es bastante molesto, no me disgustaría vivir aquí- miró al frente -¿Cómo te sientes, Filia?- dirigió la palabra a la pequeña joven con ellos.
-Mucho mejor, señor Lai- apartó su largo cabello del rostro con delicadeza -Nunca había estado aquí- observó el sándwich entre sus manos -Y mucho menos, probar comida de humanos alguna vez- sonrió inocente y encantada.
-No es de extrañar- el chico a su lado le colocó una gorra en la cabeza para protegerla del sol -Eres un dragón- dobló un poco las rodillas para ponerse a su altura, era muy hermosa -¿Qué haremos contigo ahora?-
Habló retórico y mirándola a la cara. Era la última de su especie y no es correcto dejarla sola, seguramente, correría peligro.
-No lo sé, Aslan- respondió su hermana mayor después de pensarlo mucho -En casa no hay espacio, compartimos la habitación con Gaia y tú tienes la tuya, pero es muy pequeña para dos- le dio otra mordida a su sándwich -Además, hasta que lleguen nuestros padres, Keilot y Lai ocuparán el albergue- no había lugar seguro en donde dejarla a salvo.
-Puede quedarse con Christián- secundó su otra hermana y el susodicho, escupió toda su soda al oírla -No te pongas así, Chris- metió una patata a su boca y masticó como un cerdo -Tu hermana dejó una habitación libre y repleta de cosas, al casarse con el tío Lucyan- puntualizó -Aprende a compartir-
Ellos eran parientes políticos, ahora entendían la relación tan estrecha que tenían.
-Mis padres no quieren que nadie ocupe o toque las cosas de mi hermana, Gaia- eso era cierto -Además, no puedo regresar a casa con una dragona vuelta humana y sin ningún tipo de explicación coherente, ellos son personas muy simples y normales- acertó -No como ustedes, que son un grupo de fenómenos- bebió del popote de su bebida pensando en lo dicho -Sin ofender- se disculpó después eso.
-No nos ofende- sonrió y tomó su celular buscando un número en la agenda de contactos -Hola, Anna- habló con la persona del otro lado, era la hermana de él -Soy Dea, ¿Cómo estás?- se alejó unos pasos después de entregarle su sándwich a medio comer a Lai -Me alegra oír eso, ¿Y el tío Lucyan?- se apartó un rizo del rostro -Sí, dile que pronto estaremos por ahí...- mordió su dedo meñique, indecisa -Escúchame, Anna, tienes que hacernos un enorme favor-
Así fue, como tres horas después, la dragona Filia y ahora, su nueva amiga, terminó siendo acogida en la casa de sus vecinos, alegando que, era una pariente muy lejana de la familia Curtís y Fleming. Por supuesto, sus padres fueron cómplices en toda esa locura.
-¿Creen que aquí estará bien?-
Preguntó inseguro y observándola desde la puerta deambular dentro de esa habitación que le era extraña.
-Sí, lo estará, además...- lo codeó, pícara -Podrás verla desde tu habitación-
Enrojeció hasta las orejas, la ventana de esa habitación daba frente a la suya. Podría verla a su antojo y a todas horas.
-Cállate, Gaia-
Murmuró entre dientes y los puños apretados, para no hacer una escena.
-Creo que a alguien le gustan mucho los dragones-
Molestó, haciéndolo enfurecer, por sus ojitos tiernos y lanzar besitos al aire.
-Tú también, Dea- quería matarlas por la vergüenza que estaba sintiendo.
-Aslan- Filia se acercó con una pequeña cajita blanca entre sus manos, parecía un huevo -¿Qué es esto?-
La levantó a la altura de sus ojos con curiosidad.
-Dale cuerda- señaló la diminuta manivela y ella la hizo girar -Ahora espera-
Sonrió hipnotizado, al verla abrir los ojos iluminados por la sorpresa, cuando la caja se abrió revelando un hada bailarina en su interior.
-Eso es música- susurró, al recordar esa palabra que siempre decían los humanos -Es muy bonita- la melodía era muy dulce -¿Cómo se llama?-
-El mar sabe tu nombre- dijo él con una ternura infinita -Mi madre siempre nos la cantaba cuando eramos pequeños-
-¿Qué es cantar?-
Era como una pequeña niña que desconocía todo del mundo que la rodeaba y que abría los ojos por primera vez.
-A su orilla llega aquél...- interpretó una de ellas que se destacaba por su hermosa voz -Por quién daría su alma, arrastrado por las olas del mar, malherido se apaga- guardo silencio -Se me olvidó la letra...- confesó avergonzada.
-Dioses- aguantó la risa y apretó el puente de su nariz al bajar la mirada -Ella siendo divinidad...- continuó la canción que comenzó -Lo acaricia y lo sana- tocó el rostro de esa joven que las miraba maravillada, eso es cantar -Le susurra su promesa de amor y renuncia a su hogar...- era una historia bastante triste y melancólica -¿La recuerdas ahora, Gaia?-
-Sí y creo que sigue así- acomodó su voz de nuevo -Pierde su eternidad por amor a un simple mortal...-
Hizo un ademán y pidió que ella continuara, provocando que rodará los ojos, fastidiada.
-El futuro brilla por él...- descansó su cuerpo en el umbral de brazos cruzados -No habrá miedo al despertar- podía ver la historia desarrollándose en su mente.
-Dulces sueños, mi amor- era la parte más hermosa y la cantaron juntas -Ahora y siempre dormiré...- los ojos de la pequeña dragona se llenaron de lágrimas -En tus brazos y el calor de tu cuerpo arropará, mi dolor-
-¿Qué es esto?- preguntó consternada, quitando una pequeña gotita de agua salada de su ojo -Me estoy deshaciendo-
Rieron enternecidos, era muy dulce e ingenua.
-Eso es una lágrima, muñeca- quitó otra con uno de sus pulgares al llevar una mano a su mejilla -Y lo que haces, se llama llorar- explicó con calma.
-¿Y por qué me duele?- tocó su centro con una mano.
-Porque fue una historia muy bonita, pero es tan triste...- sus hermanas los habían dejado solos -Que te causó mucho dolor y te hizo llorar- besó su frente con delicadeza -No tengas miedo, Filia- lloraba por otro motivo, podía sentirlo al sostener su rostro entre sus manos -Nosotros te protegeremos-
La refugió en sus brazos y dándole una cálida bienvenida a su vida, él la protegería.
-¿De verdad?-
Preguntó sobre su espalda y admirando su perfil con curiosidad.
-Sí, de verdad- iban por una de las calles principales de Hara y disfrutando de un paseo antes del atardecer -Los humanos y los dragones, pueden enamorarse el uno del otro, sin problemas- llegaron a destino -¿Es aquí?- leyó el cartel sobre sus cabezas.
-Sí, así es- bajó de un salto -¿Quieres entrar?- apuntó a la entrada, invitándolo.
-No, gracias- descansó su cuerpo en la pared más cercana -Si entro, me pedirás que te compre todo lo que quieras y no podré negarme- contó las monedas de oro que había llevado consigo -Y no creo que el dinero en mi bolsillo alcance para tanto- no quería arriesgarse.
-Está bien- levantó sus hombros sin más que decir -Entro por las cuerdas para mi ukelele y vuelvo enseguida- se trataba de una tienda de instrumentos musicales -No tardo- trotó al interior.
-Tomate tu tiempo-
Extrajo su teléfono celular del bolsillo de sus pantalones, para continuar con su videojuego al esperarla.
-Disculpa- una voz femenina detuvo su actividad, levantó la mirada y se trataba de una chica de su edad -¿Tú eres Riftan Calypse?- frunció las cejas, confundido.
-¿Perdón?- miró alrededor y se apuntó a si mismo -¿Me hablas a mí?-
-Sí, te habló a ti- la acompañaban dos chicas más, que se veían nerviosas y encantadas -Debes pensar que estoy loca, pero...- rebuscó algo en la mochila que colgaba sobre su hombro -Te pareces mucho a él-
Le enseñó la tapa de una novela ligera y era verdad, el protagonista masculino tenía cierta similitud física con él.
-Pues, no- rascó su nuca en un gesto raro -Soy Keilot, lo lamento- se disculpó sin saber porque.
-¿Podemos tomarnos una fotografía contigo?- preguntó otra de ellas con la esperanza de que dijera que sí y él asintió al encontrarse desprevenido -Disculpa-
Detuvo a su respectiva novia que salía de la tienda, leyendo las instrucciones de las cuerdas en mano y muy distraída o concentrada, como para prestarle atención al mundo.
-¿Te molestaría tomarnos una fotografía?- le ofreció su celular en un gesto ansioso.
-¿Eh?- miró a todos allí, consternada -Sí, claro- sonrió encantada al comprender la situación y divisat la cara de desconcierto en él -¿Listos?- gatilló un par de veces y soportando la risa que le quemaba la garganta -Ya quedó-
Apretó sus labios en una pequeña línea y los ojos enormes, devolvió el teléfono a su dueña. Era tan divertido, que no estaba segura de aguantar hasta el final.
-Te lo agradezco muchísimo-
La felicidad en los rostros de esas tres muchachas, no tenía cabida en el mundo al mirar esas fotografías. Era irreal y de ensueño, encontrar a un ser literario caminando por las calles de Hara.
-¡No puedo creer que Riftan Calypse exista en la vida real!-
Exclamó al mundo moviendo los pies de felicidad y dando un pequeño gritito de éxtasis.
-¡Súbelo a todas las redes sociales!- ordenó otra de ellas, inquebrantable -¡Qué el mundo sepa de él!- volteó a verlo -¡Te agradezco tu buena predisposición!- aferró su mano con alegría entre las suyas.
-¡Gracias!-
Su amiga lo abrazó como una fan histérica al colgarse de él, que se mantuvo catatónico por su estupor y sin querer tocarla o apartarla con las manos en alto. No era un grosero con las mujeres, podía soportarlo.
-¡Adiós!-
Se despidieron y siguieron camino después de venerarlo una última vez.
-Eso fue...- rascó su nuca, otra vez, sin saber como describir lo que acababa de pasar -Raro- las mejillas rojas e infladas de su novia, suprimiendo la risa, no aguantarían un minuto más -Riéte, sé quieres hacerlo- la carcajada que nació en su garganta y murió en el aire, fue épica.
-¡No puedo!- se doblaba y lloraba, abrazando su estómago -¡Te juro que no puedo con esto!- su risa pasó a ser la de un cerdo -¡Me duele, Keilot!- secó sus lágrimas después de tanto reír y la cara roja cual manzana -Hacía mucho que no reía así- inclinó la cabeza al observarlo -Gracias por hacerme tan feliz-
Sus palabras lo atravesaron como balas, causándole un enorme dolor en el pecho y que intentó sosegar llevando ambas manos al centro. El amor duele.
Tenía razón, ese lugar le encantó y como había dicho, lo tenía todo, desde libros antiguos, biografías ilustres, diarios y revistas, hasta un área para tomar café y disfrutar de la lectura. Era un paraíso.
-Interesante historia- leía, más que entretenido, ese libro que pretendía comprar apoyado a una de las estanterías -¿Me pregunto si se tratará de una saga?- habló consigo mismo, apartando los ojos y admirando los demás lomos -No, pero es parte de una colección de libros de aventuras- tomó dos ejemplares más -Me los llevaré-
Sonrió complacido por la compra que haría. Levantó la mirada y se percató de algo bastante extraño, muchas personas lo estaban mirando, en especial, un grupo de adolescentes con sus teléfonos en mano desde una esquina.
-¿Algo interesante?-
Cuestionó su novia, al llegar con un carrito repleto de libros viejos y que no podía cargar por su propia cuenta.
-Dea, no voy a comprarte más de tú peso en libros- negó con la cabeza de inmediato -Elige tres y vámonos, la gente está empezando a mirarme extraño-
Empezaba a sentirse incómodo por las miradas que recibía.
-Por favor, Lai- ese tierno e irresistible mohín en sus labios, no lo convencería, esta vez -Aquellos que no se venden terminan en la basura y...- se detuvo un momento -Espera...- levantó un dedo examinando el entorno y prestando atención a lo que dijo -Es cierto, te están mirando- llevó una mano a su barbilla, analizándolo -Pero, ¿Por qué?- desde su perspectiva, no había nada extraordinario en él.
-¿Cómo puedo saber eso, no soy un...?- se interrumpió, ya que iba a decir una obsurda estupidez -Sabes que, mejor vámonos-
Aferró el carrito con su enorme mano y sus tres libros bajo el brazo para marcharse de una buena vez, pero cuando se dirigió a pagar todo a paso rápido, una de las empleadas se interpuso en su camino, deteniéndolo.
-Perdón que te aborde de esta manera...- se veía nerviosa, como todos por su presencia -Pero mis compañeros y yo, queríamos saber algo- se mantuvo en silencio para que continuara -¿Tú eres modelo o algo por el estilo?- sus hermosos ojos azules se desorbitaron, jamás había escuchado semejante cosa -Porque eres idéntico a él- señaló a una enorme gigantografía que anunciaba el lanzamiento de una novela de época muy conocida -Eres idéntico a Black Tiwakan, el héroe de una Propuesta Barbárica- ahora entendía el porque todos lo miraban extraño.
-Te puedo asegurar que, es pura coincidencia- indicó cohibido y sintiendo vergüenza ajena -Ni siquiera pertenezco a este país, soy de Dragma-
Despeinó su cabello con una mano para calmar su incomodidad.
-¡Dios mío!- gritó una chica detrás que no habían visto -¡Incluso hasta tu voz es igual!- apartó a la vendedora de un tenue empujón -¿Me darías tu autógrafo?-
Le extendió una libreta y pluma en mano para que lo hiciera. Miró a su novia para que dijera algo o diera alguna excusa creíble, pero solo levantó los hombros, indiferente. La situación la divertía y mucho, sus traviesos ojos se lo decían.
-Sí, claro-
Dejó los libros a un lado y se dispuso a seguirle la corriente, estaba seguro de que si lo hacía, se marcharían pronto.
-Escribe...- pidió, no, más bien, ordenó señalando la libreta -Para Linda...- que coincidencia, tenía el mismo nombre que su tía -Con todo mi amor, Black Tiwakan- así lo hizo -Gracias, eres todo un Dios de la Guerra para mí- admiró su hermosa caligrafía como si fuera un tesoro y dando una referencia a la historia -Lo enmarcaré cuando llegue a casa-
Lo abrazó contra su pecho y se marchó con una brillante sonrisa.
-¿¡Alguien más quiere algo de él!?- preguntó entretenida a todos los presentes que no tenían la osadía de acercarse -¡Nadie!- silencio -¡Miren que es la última oferta!- lo exhibía como si fuera un pedazo de carne -¿Sí?- apuntó a un chica a lo lejos que tuvo el valor de levantarla la mano.
-¿Quería saber si podía firmar mi libro?- dio dos pasos al frente muerta de pena.
-¿Lai?- esa sonrisa ladina lo derrumbó.
-Sí, por supuesto-
Estiró una mano dando un enorme suspiro. Así fue, como sus cinco minutos de fama, dieron marcha.
