La noche llegó y decidieron ir a un lugar decente donde cenar los cuatro juntos, en realidad seis, si contaban a Filia y Aslan, terminando así, en la pizzería favorita de las hermanas.

-¡Pizza! ¡Pizza! ¡Pizza!- golpeaba la mesa como una niña ansiosa por su comida -¿Qué extraño que Dea y Lai no han llegado? ¿No?- observó a su novio con reproche -¿Le avisaste a tu amigo que estábamos aquí?-

-Sí y respondió que están de camino, ya llegarán- guardó su teléfono en uno de los tantos bolsillos de sus bermudas y miró a la otra chica allí -¿Cómo estás, Filia?-

Lo escuchó con total atención, parecía una princesa y de hecho, lo era. Ella era o en otras palabras, ella fue la princesa de los dragones dorados de la isla de Magnolia.

-¿Qué te parece el mundo de los humanos?-

-Desconocido, señor Keilot- se apartó unos mechones del rostro con un delicado movimiento de su mano -Hay muchas cosas que no sé y desconozco, pero me adaptaré- dirigió sus ojos al chico de junto -Eso es lo que Aslan me dijo-

La sonrisa que le regaló, fue encantadora. Ella era encantadora, con ese hermoso vestido lila estilo vintage, una diadema del mismo color que aplacaba su largo cabello dorado y unas zapatillas de suelo blancas, la hacían adorable para todos los mortales que volteaban a verla.

-Sí, princesa- le sirvió un poco de soda en un vaso y compartió unas patatas fritas con ella -Con el tiempo te adaptarás y además, tengo un plan para que te sientas más cómoda-

Le acarició el cabello al verla comer con cuidado y desconfianza, lo tenía hipnotizado, ¿Cómo era posible que le atrajera tanto una persona que acababa de conocer hace un par de horas? ¿Podría llamarlo casualidad o destino el haberla encontrado en su camino?

-¿Un plan?- preguntó su hermana, más que interesada y robándole una patatas.

-Cuando Dea llegue, se los diré- bebió de su soda -Necesito su astucia y tu perspicacia, para ejecutar el plan a la perfección y no cometer ningún error-

Los tres justos eran terribles o mejor dicho, los tres juntos eran insuperables, cuando unían sus mentes para un fin común.

-Ahí vienen- sus ojos verdes casi se desorbitan, al ver a su mejor amigo en es estado tan deplorable -¿Quién fue?- se incorporó dispuesto destruir el mundo por él.

-No quiero hablar de eso- respondió tan frío y cortante, que les heló la sangre a todos -Siéntate, Dea-

Ordenó, apuntando el lugar vacío junto a Gaia. Tomó asiento de golpe, cubrió su rostro frustrado y despeinó su cabello hacia atrás, estaba furioso.

-¡Tendría que haberlo matado!-

Exclamó después de unos minutos de silencio y revelando su pésimo estado de humor con su horrible cara, de solo recordarlo, se volvía loco.

-¡Voy a terminar lo que empecé!-

Se incorporó tal cual llegó, no se quedaría así, lo haría trizas y esta vez, nadie lo detendría.

-¡Lai! ¡Por favor!- ella lo detuvo de un brazo -¡Por favor, no!- quería llorar, pero no lo haría, no lloraría en un lugar público y con tanta gente -¡Mírame!- sostuvo su rostro con fuerza -¡Estoy bien!- temblaba sin saber porque -¡Estoy bien! ¿¡Ves!?- contuvo su llanto todo lo que pudo, pero una lágrima escapó, fue inevitable -No vayas-

El miedo le estrangulaba la garganta y no podía hablar con claridad, su voz salió ahogada y apagada al suplicar.

-No llores- rogó angustiado y limpiando esa lágrima con su pulgar -No llores, no iré a buscarlo, tranquila- prometió -Es solo que, al ver esto...- giró su rostro un poco al sostenerlo de la barbilla y un golpe punzante adornaba sus preciosos labios -Sale lo peor de mí- los acarició con su pulgar -Y no me pidas que lo olvide, porque no lo haré- inhaló profundo para no explotar de rabia de nuevo -La próxima vez que se cruce en mi camino, no habrá poder divino o humano, que detenga mi furia sobre él- juró al mundo y sin que le temblara la voz.

-No te estoy pidiendo que lo olvides- quitó los pocos cabellos que caían sobre su ojo derecho -Te estoy pidiendo que lo dejes pasar y que solo por hoy, tengamos una cena en paz- asintió de acuerdo y se dispuso a tomar asiento con los demás, que se encontraban detenidos en el tiempo, escuchándolos -Sí, Gaia- su hermana era transparente ante ella -No encontramos con él, con Velkan- su hermano golpeó la mesa con fuerza y asustando a Filia en el proceso -¡Aslan!-

Reprendió, pero la ignoró. Olvidó por completo que la pequeña dragona a su lado, había sobrevivo a un brutal ataque enemigo y no quería que conociera ese lado tan horrible de él, en ese momento.

-Me imagino que lo habrás hecho morder el polvo, ¿No, hermano?-

Keilot le entregó una cerveza para que aplacara los nervios.

-Es un cobarde- bebió sin respirar -La paliza que le di, no la olvidará jamás- lo apuntó con la botella -Pero habría resultado ileso, si tú hubieras estado allí, ayudándome con los otros cinco- palmeó su espalda cuando lo vio tensarse -Pude con ellos, tranquilo- chocaron puños -Pero entré en pánico, cuando uno de ellos quiso llevarse a Dea y me hicieron esto al distraeme- apuntó los golpes en su cara y las roturas de su ropa.

-Maldita sea- lamentó amargado -Tendría que haber estado allí- dejó su botella de forma muy violenta sobre la mesa -Mañana iré a buscarlos- juró sin remordimientos.

-¡Tú no irás a ningún lado!- una molesta Gaia lo apuntó con un dedo en advertencia, pero él no hizo nada, igual iría por ellos, quiera o no -¡Keilot, por todas las fuerzas de la naturaleza!- su necedad la sacaba de su quicio -¡Tu pensamiento me retumba y aún, no lo haz dicho en voz alta!-

-Gracias, Filia- su voz interrumpió el posible cruce de palabras entre ellos.

-De nada, Dea- respondió inquieta y escondiendo las manos bajo sus muslos, había curado sus heridas con su poder -No me gusta que los humanos se lastimen los unos a los otros- su vista estaba fija en la mesa, como hundida en la penumbra de su mente y tormentos -Es muy triste y malo, no me gusta-

Sus ojos se inundaron, pero no de lágrimas, sino de dolor.

-A veces los humanos somos muy crueles, Filia- tocó su rostro para que lo mirara -Está en nuestra naturaleza, lo siento- se disculpó con ella por toda la raza humana -¿Quieren contarnos que fue lo que pasó, antes de que nos entreguen nuestra comida?- la rodeó por los hombros para que se sintiera segura a su lado -Porque, sinceramente, quiero comer en paz-

Inhaló profundo y un agradable aroma inundo su ser. Ella olía a glicinas, una flor trepadora y muy extraña que solo crece en la isla de Magnolia. Según antiguos escritos, la glicina es un amuleto natural contra los demonios y es normal que los dragones capturen su esencia para protegerse.

-No quiero hablar de eso, creo que fui demasiado claro cuando lo dije al llegar- cortó toda conversación posible sobre el asunto.

-Lai- su amigo lo sacudió por un hombro -Voy a decir algo que jamás dije...- la sonrisa gigante que se formó en su rostro después de relamer sus labios, era inigualable -Calma tu ímpetu-

Rió por lo bajo negando con la cabeza de un lado a otro. Él siempre lograba ponerlo de buen humor, no por nada era su mejor amigo o como le decía, su hermano.

-Dea, ¿Quieres proceder, por favor?- pidió Gaia con los ojos iluminados cuando le entregaron su ansiada pizza -Espera...- detuvo al mozo que dejó la orden de manera impecable -Esta es la mía- señaló la comida delante -¿Y el resto?-

Parpadeó consternada, no alcanzaría para los demás.

-¡Trae acá!- la nombrada le quitó la bandeja de un simple jalón y repartió a todos su porción correspondiente -¿Puedes traer...?- contó con los dedos y la boca llena -¿Cuatro sodas más y dos cervezas, por favor?- asintió, tomando apunte de su pequeña libreta.

-¿Algo más?- preguntó antes de marcharse.

-Sí y tres pizzas más como esta, gracias- aseguró, después de tragar -Bien...- bajó su porción a la mesa y bebió del resto de la soda que le quedaba -La cosa fue, más o menos, así-

Su voz no solo derrumbó su mundo, sino también que, la dejó inerte y carente de fuerzas para voltear a verlo, pero no así Lai, que con sus fríos y calculadores ojos azules, no le perdió pisada cuando se posicionó frente a ellos con cinco sujetos más. Parecían ser parte de una banda de rock o algo parecido a eso, por sus ropas oscuras y cadenas por todas partes. Algo que le llamó sumamente la atención, es que entre ellos, uno parecía tener la nariz rota por un golpe reciente.

-¿Quién es él?-

Exigió arrogante y señalándolo con su mentón, como si tuviera todo el derecho a hacerlo.

-No te interesa- respondió cortante y tomando el valor de solo los dioses saben, al dirigirla la palabra -¿Qué te pasó en la cara, Gabriel?-

Suprimió la risa al preguntar. No respondió, se veía que le habían roto el orgullo, como también, su lindo rostro.

-¿Dónde está el tipo que acompañaba a tu hermana?- volvió a hablar sin cambiar de actitud y dando un paso al frente.

-Me parece que esa no es la forma de hablarle a una señorita-

Se interpuso en su camino al ponerse de pie, era más alto que él y por mucho. Lai se convertía en un gigante imponente y musculoso, cuando tomaba esa posición protectora para con ella.

-Esto no te incumbe, dragmano- lo miró a los ojos desde abajo y tocándole el pecho con un dedo -No te metas en mi camino- advirtió, dando tres golpes más al pronunciar las últimas palabras -Y apartate, que tengo mucho de que hablar con ¡Mi!- remarcó -¡Chica!-

-¡Yo no soy tu chica, Velkan!- se posicionó entre ambos, al observar que su novio apretó los puños al escuchar tal absurdez -¡No sé de quién hablas, así que, vete y déjamos en paz!-

-¡Cállate!-

De un simple revés, la arrojó al suelo producto del impacto y despertando al dragón dormido que habitaba en el interior de Lai, desatando el infierno, al ver sus labios llenos de sangre.

En una fracción de segundo, se encontraba sobre él dándole la paliza de su vida, fue tan rápido y letal, que nadie pudo detenerlo. Los demás sujetos que lo acompañaban lo sometieron de brazos y piernas, recibiendo varios golpes en el proceso, pero no lo desestabilizaron o lo hicieron perder el equilibrio, todo lo contrario, lo enfurecieron mucho más, obteniendo cada uno su merecido. Era la reencarnación del Dios de la Guerra o al menos, su hijo bastardo.

-¡Suéltame!-

Escuchó el grito de ella, al pelear a puño limpio contra tres de ellos y que no podían defenderse de sus golpes. Había noqueado a dos, entre ellos Velkan, su respectivo líder y a otro más que desconocía su nombre, pero uno había escapado como una rata cobarde y pretendía llevársela contra su voluntad.

-¡Suéltame, Gabriel!- la estaba arrastrando a un lugar apartado -¡Lai!-

Estiró un brazo hacia él, al verlo recibir un certero puñetazo que lo arrojó al suelo de un golpe sordo y al bajar la guardia.

-¡No! ¡Déjenlo!- lo pateaban sin piedad al tenerlo a su merced -¡Que caiga...!-

Invocó levantando una mano para poder ayudarlo. Estaba prohibido utilizar la magia contra simples mortales, pero rompería las reglas por él, ¿Cómo era posible que nadie pudiera ver lo que estaba pasando? Cierto, Velkan tenía tratos sucios con la policía y tendría que haberlo imaginado.

-¡Dea, no!-

Escuchó entre la confusión del momento, cuando arrojó a uno de ellos por los aires e impactó contra una de las bancas, al interceptar su pierna al patearlo de nuevo.

-¡Esta en mi pelea!-

Se incorporó limpiando la sangre de su rostro con el dorso de su mano y escupió un poco que ocupaba dentro de su boca, el sabor metálico era molesto.

-Van tres...- volvió a ponerse en guardia -Faltan dos- sonrió sádico y con sus ojos convertidos en los de un dragón -No saben al monstruo que han despertado-

Cubrió sus ojos por la brutalidad de la imagen que se presentó delante, fue tan rápido y despiadado, que no quería verlo. Su captor quedo tieso y congelado en su sitio, no movería un solo musculo, porque estaba seguro que él lo mataría a golpes.

-Ahora sigues tú-

Su voz jadeante la hizo descubrir su rostro y lo divisó allí, frente a ellos, furioso y con ganas de seguir luchando.

-Te voy a dar tres segundos para que la sueltes...- levantó tres dedos al aire -O te romperé el cuello y sin que te des cuenta de que has muerto, cuando lo haya hecho- la soltó, apartando ambos brazos como si fuera algo tóxico y ella cayó al suelo al sus piernas no sostenerle -Lárgate- huyó como lo que era, una rata cobarde -Dea- se hincó delante y sosteniendo su rostro con una mano para comprobar su estado de shock -Amor mío, mírame- suplicó, tragando la sangre en su boca -Preciosa...- su vista estaba fija en los cuerpos inconscientes detrás de él -¿Estás bien?-

Apartó la sangre que caía por su labio con la caricia de su pulgar.

-Sí- respondió muy bajito y sin parpadear -Es que, eso fue...- movió su cabeza aturdida -Increíble- soltó en un suspiro -Eres increíblemente fuerte, Lai- volvió en sí al encontrarse con sus ojos -¿Tú como estás?- sonrió engreído y airoso en la victoria.

-Perfectamente, si tú lo estás-

Sus ojos brillaron al escucharlo y rodeó su cuello con los brazos, para darle un fuerte abrazo.

-Gracias por cuidar de mí-

Susurró sobre su hombro y al escuchar los latidos de su errático corazón sobre el suyo.

-Ese es mi trabajo- presionó su agarre disfrutando el momento -Mi preciosa hechicera- besó su mejilla y la ayudó a levantarse -Vámonos- recibió un mensaje de texto en ese momento -Los chicos nos esperan-

El silencio era sordo dentro de esa pizzería y de hecho, los demás comensales y hasta los empleados del lugar, escuchaban atentamente, esa increíble narración que ella tan bien compartió.

-No puedo esperar menos de ti, hermano-

Palmeó su espalda lleno de orgullo y aplaudió con fuerza al ponerse de pie, como si se tratara de un héroe mitológico o legendario, que debía ser alabado ante el mundo.

-Por favor, no es necesario que hagan eso-

Pidió a todos que dejaran de aplaudir, ya que las personas presentes, se habían unido a la locura de su amigo.

-El dueño te envía esto- una de las empleadas se acercó a la mesa con una camisa negra en mano -Dice que puedes tomar el sanitario de empleados para asearte- apuntó en sea dirección.

-¿Qué?-

La aceptó lleno de confusión y consternación, ¿Tan desastroso se veía su aspecto al público?

-Todo sea por nuestro salvador-

Un hombre alto, robusto, de enormes brazos músculos y completamente tatuados, espesa barba, cabello cano y un mandil manchado de salsa, apareció en su campo de visión.

-¿Salvador?-

Repitió, dirigiendo sus ojos a él. Según podía concluir, se trataba del dueño del lugar.

-¡Hola, señor Nicolás!-

Saludaron las hermanas a coro y devorando su tercera pizza a más no poder.

-¿Cómo está el dueto diabólico?, ha pasado mucho tiempo desde la última vez- les despeinó el cabello a cada una con sus enormes manos -Me alegra que al fin hayas conseguido novia, Aslan- él se atragantó con su soda y golpeó su pecho con fuerza para soportar el ahogo -Calmante, solo bromeó- le dio una fuerte palmada en la espalda que lo ayudó a respirar de golpe -Soy Nicolás Bari, el dueño de esta pizzería-

Estrechó la mano de Filia, Lai y Keilot de un apretón consistente.

-Santa, ¿Eres tú?-

Este último, se encontraba en una especie de alucinación infantil y sin atreverse a soltar su mano. Su anhelo de niño, siempre fue conocer a Santa Claus y ahora, lo estaba cumpliendo. La carcajada que salió de ese enorme hombre, contagió a todos y cada uno de los presentes. Era un ángel de barba blanca.

-Discúlpelo, señor Nicolás- su novia le dio un fuerte golpe en la nuca para sacarlo de ese estado -Él es Keilot y está encantado de conocerlo- rodeó las manos de ambos con la suya -¡Suéltalo!- tiró de su agarre -¡No es Santa Claus y estás haciendo el ridículo!-

-Lo siento- rascó su nuca, muy avergonzado y las mejillas rojas -Es que, es idéntico- tomó asiento junto a su amigo y sin dejar de observarlo como hace unos instantes -¿Después puedo tomarme una fotografía con usted para enviársela a mi madre?- sus ojos verdes eran como los de un niño feliz.

-¡Keilot!- sentía vergüenza ajena, pero era tan gracioso -Sí tú quieres una fotografía, yo también quiero una fotografía- metió más pizza a su boca -¿O no, señor Nicolás?-

-No hables con la boca llena- reprendió con un pequeño golpecito en su nariz -Bien, como te decía, puedes pasar al baño y asearte tranquilamente...-

Realizó un gesto en círculos con la mano para que dijera su nombre.

-Lai- aclaró -Mi nombre es Lai Row-

-¡Milagro!- exclamó anonadado y juntando ambas manos como si fuera algo maravilloso -¡Nuestro salvador tiene el mismo nombre que el antiguo emperador!-

Aslan lo miró condescendiente y puntualizando que tenía toda la razón. Aunque le contará asumirlo o no, él era la reencarnación de ese benévolo monarca.

-Señor Nicolás- ese día no podía ser más extraño -¿Por qué está llamándome así?-

Sus ojos viajaron por todas las personas en la mesa buscando de una respuesta. Lo que pasó, fue solo una pelea callejera y nada más. Ese desgraciado golpeó a su novia hasta hacerla sangrar y merecía ser castigado.

-¿Acaso no le contaste, Dea?- ella se había mantenido en silencio después de narrar los hechos -Bueno, tu silencio me dice que no- cruzó los brazos con reproche.

-Lai-

Se removió inquieta en su sitio, apartó un rizo del rostro y lo miró a la cara, haciendo un esfuerzo titánico para no desmoronarse.

-Él...- pasó saliva con dificultad -Él, me refiero a Velkan...- apretó sus labios en una pequeña línea pensando en cada palabra antes de soltarla -Es el líder de una banda de matones aquí-

-¿Y?- levantó sus hombros como si eso no fuera la gran cosa.

-Es alguien peligroso, la pandilla que maneja, antes pertenecía a su hermano, pero...- apretó los puños con fuerza sobre la mesa, hasta que sus nudillos se pusieron blancos -Dicen que él lo asesinó para tomar el poder y no estar a su mando- cerró los ojos -Y desde entonces, ni hasta la policía de Hara se mete con ellos- le lanzó una bala.

-Momento- levantó las manos después de superar el aturdimiento -¿Tú salías con un criminal?- la apuñaló con sus ojos.

-No era un criminal cuando empezamos a salir- justificó de ante mano -Lo conocí en la escuela, me pareció un buen chico, salimos un par de veces y comenzamos a tener algo- explicó para que le creyera -Pero no pensé que el poder lo cegaría tanto- miró a su hermana que la incitó a seguir -Se volvió agresivo y desequilibrado- era evidente que no era la primera vez que la golpeaba -Intenté alejarme de él muchas veces, pero por miedo a que tomara represalias contra mi familia, no lo hice- cubrió su rostro para no llorar -Luego pasó lo del accidente y...- un par brazos la rodearon, era Gaia -No pensé que fuera capaz de tanto-

Esa noche había tenido una fuerte riña con él, con sus padres y con todo el mundo, al sentirse agotada de cargar con ese silencio por sí sola. "Quién bien te quiere, te hará llorar", se decía una y otra vez, para justificar todo el mal que él hacía. El maltrato tiene muchas formas, pero nunca se justifica bajo el nombre del amor y al estar lejos de él, pero sobre, al conocer a Lai, lo supo.

-No puedo creer esto- se incorporó, cuando estiró una mano para poder tocarlo -¿Dónde está el bañó, señor Nicolás?-

Señaló al fondo del local y caminó hasta allí sin querer escuchar más.

-Ya vengo-

Keilot lo siguió para poder hablar a solas y tranquilizarlo, no era prudente que el dragón despertara en un lugar tan cerrado.

-Lo siento, nena- el señor Nicolás se disculpó muerto de pena.

-Está bien- aferró la mano que le ofrecía -Era el momento de que supiera la verdad-

Sonrió lleno de culpa y regresó a la cocina para seguir trabajando.

-Él es el demonio que mató a mi familia- Filia habló con la voz tomada y se abrazó a Aslan para deshacerse en él -El demonio de ojos dorados y cabello negro, los mató- reafirmó sin dejar de derramar lágrimas -El demonio llamado Velkan los mató-

-No puede ser cierto- llevó las manos a su boca para soportar la agonía y no gritar como una loca -Dea, él...-

-Sí- llevó una mano al pendiente en su cuello -Él le vendió su alma a Zaluster y ahora, viene por mí-

Se aferraba al lavamanos con todas sus fuerzas, mirando su torso desnudo y rostro deshecho en su propio reflejo. Ahora entendía todo, ahora entendía sus palabras y el porque ella decía, el que iba a ser de su existencia cuando lo volviera a ver. Él intentó matarla en aquel accidente de autos y dejando en claro que, si no era suya, no sería de nadie.

-¿Ella me mintió, Keilot?- le habló a través del espejo.

-No- cruzó los brazos y descansó bajo el umbral -No lo hizo, solo le resultó más fácil olvidar que decirlo-

-¿Tú lo sabías?-

Sus ojos se encontraron a través del cristal. Unos eran salvajes y llenos de instinto, mientras que los otros, eran celestiales y cargados de una enorme determinación.

-No- negó de inmediato -Pero lo supuse, Gaia siempre decía que llegó a Dragma, porque Dea la necesitaba y que si era por propia voluntad, jamás habría ido allí- era cierto, lo repetía constantemente -Pero no contaba más que eso, creo que para las dos, era muy duro de sobrellevar esta situación- tocó su hombro después de un largo tiempo en silencio -¿Lai?- preguntó al verlo dubitativo en su mente.

-Él me llamó dragmano- abrió los ojos al tope -Tiene sentido, ya que tanto mi aspecto como el tuyo, difieren mucho de las personas de aquí- apuntó al espejo para presentar el punto -Y ni hablar de nuestro acento pero, ¿Cómo pudo encontrarnos en el parque y saber de donde vengo con solo pararme en frente?- cuestionó retórico.

-¡Maldita sea!- golpeó su mano hecha un puño con la palma de su igual -¡Alguien nos entregó!-

Aseguró con los dientes apretados y al recordar el encuentro con Gabriel. Se asomó por la puerta haciéndole señas a Aslan y que dejó a Filia al cuidado de sus hermanas.

-¿Qué ocurre?- habló al llegar y encerrarse los tres en el baño.

-Velkan tiene un espía dentro de Dragma- respondió seguro de sus palabras -Soy un Fenrir, un guerrero y nada se me escapa- comenzó a caminar de un lado a otro sintiéndose impotente -¿Cómo puede ser que no me haya dado cuenta de la situación?-

-Quizás es alguien en quién tú confías mucho y no podrías sospechar jamás de él...- pensó un poco más -O ella- culminó el recién llegado.

-¡Maldición!-

Se contuvo para no romper nada con sus propias manos y atando cabos en su mente a una velocidad increíble.

-Es Freya-

-¿Freya?- volteó a verlo, más que sorprendido -Pero ella y tú, son amigos desde siempre-

-No, tú eres mi amigo desde siempre- cruzó sus brazos de nuevo -A ella la conozco desde la escuela primaria y cuando llegó a vivir con su tía a Dragma- sus ojos viajaron hasta Aslan -¿Cuál es el apellido de estos dos idiotas con los que nos encontramos hoy?-

-El apellido de Gabriel es Barnes- indicó sin titubear.

-¿Y por casualidad el apellido de Velkan es Ion?- asintió mudo -¡Lo sabía, Lai!- exclamó al mundo -¡Tienen el mismo apellido, ellos son algo, no puedo equivocarme tanto!-

-Bien, tranquilo- asió sus hombros para verlo a los ojos -Eres bueno, Fenrir- su instinto jamás lo traicionaba -Pero por ahora, hay que solucionar lo de hoy- pasó las mangas de la camisa por sus torneados brazos y los observó a ambos -El primer punto sería...- levantó un dedo para empezar con la explicación del plan.

-¡Oigan!- la voz de Gaia y golpes histéricos del otro lado, los sobresaltó -¡Algo le está pasando a Filia!- su hermano fue el primero en salir.

-¿Qué le ocurre?- la tomó de los brazos, pero como no contestó, siguió camino hasta la mesa -¡Filia!-

Se precipitó hasta ella al encontrarla con la cabeza sobre el regazo de Dea y en posición fetal en el asiento.

-Aslan- tocó su rostro con sus ojos, literalmente, en blanco -Por favor...- respiraba entre temblores -No dejes que él robe mi maná-

Presionó su vestido en un puño entre medio del pecho. Su piedra de maná, su fuente de vida, seguía intacta y en su interior.

-Por favor, el demonio de ojos dorados, hijo de Zaluster...- era presa de una visión -Viene por Dea y por mí, no dejes que nos lleve- su mano cayó débil y se dejó arrastrar por la oscuridad.

-¡Filia!- la zamarreó desesperado, parecía muerta -¡Filia, princesa!- movió su rostro con insistencia -¡Abre los ojos!-

-¡Aslan!- su hermana lo llamó para que la mirara -Se desmayó- indicó tranquila, apartando unos cabellos de la frente de ella -Creo que es hora de irnos-

Sus ojos se posaron en Lai, pero los desvío al instante al sentirse muy mal.

-Sí, ya ha sido mucho por hoy y todo el mundo nos está mirando, otra vez y es bastante incómodo, ¿No creen?- secundó Gaia, muy suelta de cuerpo y levantando a su oso del suelo -Keilot, te toca pagar esta vez- cabeceó a la caja registradora.

-Por dios, mujer- renegó, llevando las manos al bolsillo trasero de sus bermudas para extraer su monedero -El agujero económico que me quedará en la cuenta bancaria después de este viaje, no podré taparlo ni con mil misiones a lo largo de mi vida- suspiró derrotado -Pero, en fin, me lo merezco...- acarició sus largos rizos al pasar -Es mi castigo por no aprender a decirte que no-

Lo siguió como una pequeña niña enamorada, al conseguir todo lo que quisiera o pidiera su inquieta voluntad.

-Bien, vámonos-

Estiró los brazos a la inconsciente dragona para poder cargarla.

-No, yo lo haré, Lai- la alzó sin problemas -Los espero afuera- se encaminó a la puerta.

-Lai, yo...-

Levantó una mano para que guardara silencio. No era el momento para escuchar explicaciones o excusas tontas al respecto.

-No estoy molesto- fue lo único que dijo, antes de ofrecerle su mano e incorporarla de un leve tirón -Pero solo te diré una cosa...- juntó sus frentes como siempre lo hacía -No voy a permitir que él se acerque a ti- dio por finalizada la cuestión al salir.

-Déjala aquí, Aslan- hizo espacio para ella en el sillón de la sala y marcó un número telefónico en su celular -Hola, Chris- se escuchaba histérico y nervioso -Sí, tranquilo, hermano mayor- se burló como era un hábito entre ellos -Filia está aquí, tuvo una crisis y se desmayó...- explicó y observando, enternecida, como su hermano se ocupaba de ella -Dile a tus padres que se encuentra en una noche de chicas con nosotras y listo- rodó los ojos al oírlo -Solo explícales eso y ya- mordió sus labios para no reír como una demente -Hasta mañana, Chris- cortó, arrojando su teléfono por ahí y cruzó los brazos mirando a los tres hombres de pie frente a ella -Suéltenlo-

Exigió de la nada, ya que Gaia dormía sobre la espalda de Keilot y no podía ver sus caras.

-Solo te diré hermana, que...- cubrió a la chica en el sofá con una frazada -La llegada de Filia a nuestras vidas, lo cambia todo-

Bajó la mirada, apretó el punte de su nariz y se convirtió en toda oídos para escucharlo.

-Muy bien, bonita, llegamos- la recostó en la cama procurando no despertarla -Que duermas bien, amor-

Besó su mejilla aspirando su aroma, pero cuando quiso marchar, su pequeña mano tiró de su bermuda evitando que se fuera.

-No me dejes sola, Keilot- podía ver sus ojos verdes entre la penumbra -No me dejes- se sentó en su sitio y fregándose los párpados con fuerza, para poder despertar -Él vendrá por mi hermana y yo no sabré que hacer-

-No, amor- ocupó el lugar vacío delante de ella -Yo jamás te dejaré sola- llevó una mano a su mejilla para sentir su piel contra la suya -Crucé todo el país con tal de verte y saber que estabas bien, ¿Qué te hace pensar que voy a dejarte?-

-Porque cuando el día llegue, tendrás que elegir un bando y...- su voz vibró -Yo no puedo prometerte si estaré en él-

-¿De qué estás hablando, Gaia?- encendió la luz de la mesa de noche para verla mejor.

-Sabés bien de lo que te estoy hablando- rodeó las rodillas con sus brazos -Aslan te enseñó esa estúpida profecía, ¿Verdad?- no tuvo el valor de contestar, ella era muy lista como para osar mentirle en la cara -La hija de la madre tierra, la diosa de la naturaleza...- pronunció con la voz llena de rencor y rabia -Resurgirá en una simple mortal y cuando los dragones caigan sobre la tierra de Hara, un guerrero sin armadura la detendrá, al hacer al mundo temblar- giró el rostro hacia la ventana para no verlo a los ojos o se rompería -No me vengas con eso de que no sabés- una lágrima rodó por su mejilla, dejándola caer.

-¡Cierra la boca, Gaia!- la derribo sobre la cama al someterla de los brazos, sin piedad -¡Nunca te atrevas a dudar de lo que siento por ti! ¡Me oyes!- no pudo contenerlo y le gritó a la cara como pocas veces lo hizo -¡Primero muerto antes de hacerte daño con mi espada!- se sintió débil y se dejó sobre ella para darle todo su calor al rodearla con su ser -¡No puedo!- se convulsionaba, parecía que estaba llorando -¡No podre hacerlo, Gaia! ¡No podré!- levantó la mirada y era cierto, las lágrimas no quería de salir de él -¡Cuando ese día llegue, yo tendré que matarte y no podré seguir viviendo después de eso! ¡No podre!-

Iba quitarse la vida si eso llegaba a suceder y sus palabras eran tan ciertas que, conmovían hasta al más tieso corazón de acero.

-Keilot- sostuvo su triste rostro entre sus manos -Somos humanos y a diferencia de los dioses, nuestra vida está atada, inevitablemente, a la entropía, decadencia y eventual muerte- contó con los dedos -No tienes de que preocuparte ahora-

-Eso no me consuela en nada- descansó una mejilla sobre su pecho mirando hacia la nada -Y además, no sé lo que significa- le acarició el cabello observando el techo sobre ellos.

-Tendrías que saberlo, nuestro destino es parte de nosotros y puede cambiar, si elegimos hacerlo- levantó los ojos para poder verla a la cara -Y con más razón, teniendo en cuenta que...- se incorporó un poco, al divisar deseo detrás de esos irises esmeraldas -Esta no es la primera vida que pasamos juntos, asesino de dragones- dejó un pequeño besó en su nariz al ver su cara extraña.

-¿No sé por qué siempre dices eso?- levantó su blusa hasta más allá del ombligo y comenzó a besarla lentamente -Sabes que me asusta cuando habla cosas que no entiendo y así renazca mil vidas, voy a amarte hasta el fin de los tiempos- su rostro cambio por completo al decirlo, era feliz con muy poco, en realidad -No necesito más-

Inclinó la cabeza y recorrió cada centimetro de ella con su lengua, hasta llegar a sus pechos y descubrir uno de sus pezones, al quitar parte del bresier que lo ocultaba de su vista, contemplándolo en silencio. Era perfecto, pequeño y rosado, listo para ser saboreado con su boca como un dulce manjar.

-Gaia...- su voz era profunda y ronca, le costaba hablar -Sé que desde lo que pasó no hemos tenido intimidad, pero...- tocó con la punta de la lengua esa tentación maldita frente a él -Te necesito-

-Y yo a ti-

Juntó sus labios en un beso que la desnudó completa, en cuerpo y alma. Necesitaba de él, de su calor, de sus caricias y de su amor más que nuca. Como lo necesitó aquella vez, cuando le suplicó que la hiciera suya por primera vez, en ese ya lejano día a comienzos de la primavera.

Su vida en la casa Valkyrie no podía ser mejor, amaba ese lugar, le encantaba, se hizo de grandes amigos y como si eso fuera poco, era una de las mejores a más de un mes de cursar clases con ellos. Ahora, después de ese tiempo transcurrido, el día esperado por todos había llegado y ese era, el día de la independencia de Dragma. El día en el que el imperio, pasó a ser considerado una nación soberana e independiente, bajo elecciones libres y democráticas. Un día patrio que debía y merecía ser celebrado a comienzos de la primavera.

-¿Estás segura que no quieres ir?-

Andaban por uno de los largos pasillos a la salida de la escuela, ya que no habría clases hasta el siguiente lunes y se tomarían el tiempo libre para recorrer la ciudad a gusto.

-No, tú sabes que no me gustan mucho las salidas en grupo y prefiero quedarme aquí, tacando un poco- un enorme grupo bastante numeroso las esperaban fuera -Sé que se divertirán sin mí-

El día estaba espléndido, se merecían salir un rato y pasarla bien, pero ella en esa ocasión, no tenía ganas de hacerlo.

-No lo creo- hizo un adorable mohín -Yo no me divertiré sin ti, hermanita- aferró sus manos con fuerza -Por favor, ven conmigo- rogó por lo bajo y en tono desesperado -No me dejes sola con Lai- un brazo rodeó su cuello por detrás.

-¿Estás hablando de mí?- el rostro de él apareció sobre su hombro, después de darle un sonoro beso trompetilla en la mejilla -Estuve de acuerdo en salir con todos ellos por ti, no me arruines esto, preciosa- rodó los ojos y mordió sus labios al oírlo, era la sombra con la que cargaría por siempre -Y tampoco hagas eso- tocó su boca con cuido para abrirla unos centímetros -Yo soy el único que puede hacerlo-

Volvió a besarla en la mejilla y la levantó del suelo en un enorme abrazo de oso, sin importarle en lo más mínimo, que todos sus compañeros comprobaran lo perdido que estaba por ella. A su lado era alto, gigante, vestido con simples jeans, franela gris topo, vans oscuras y una chamarra de cuero, que lo hacían ver como un matón muy atractivo, para ser un simple mortal.

-¡Lai! ¡Por todos los dioses!-

Sus torneadas piernas pateaban al aire con tanta insistencia, que casi mandaban sus botas a volar y el pequeño vestido a cuadros estilo gótico que llevaba, no ocultaba nada, por suerte, llevaba medias negras debajo para cubrir su dignidad.

-¡Estaba hablando con Gaia! ¿¡Qué no respetas nada!?- no podía soltarse de su agarre -¡Y ahora estás ignorándome!- caminó con ella aún en brazos hasta el grupo.

-Te prometo que cuidaré bien de ella, Gaia- la bajó al llegar junto a Val, Logan, Elliot y Evan -Deja a tu hermana y su soledad en paz, por favor-

La aferró de los hombros y junto sus frentes, como transmitiendo un enorme secreto. Ella observó de reojo en su dirección, sonrió satisfecha y asintió con la cabeza dispuesta a marcharse.

-¡Te traeré gomitas cuando regrese!-

Exclamó a lo lejos y levantando una mano al aire, cuando emprendieron andar.

-¡Eso espero!-

Respondió y giró sobre sus talones, para seguir el camino que la dirigiría al salón de musica.

-¿Por qué vine aquí?- preguntó a si misma al llegar con las manos en la cintura -Ni siquiera tengo ganas de tocar nada-

Acomodó el pañuelo atado en su coronilla, ajustó los tiradores de su overol y se acercó a una de las sillas, en donde se encontraba un cuaderno con dibujos bastante extraños.

-¿Me pregunto que será de ustedes, Celtian?-

Así decía la tapa del cuaderno que tomó en mano, era el nombre de su antigua banda de música.

-Daría cualquier cosa por volver con ustedes, pero no puedo- se sentó allí y comenzó a ojear cada una de las letras escritas en las diversas páginas -Dea me necesita aquí- suspiró agobiada, lo cerró con fuerza y cubrió su rostro con él, al inclinar la cabeza hacia atrás -Me deprime mi asquerosa vida sin ustedes-

-¿Qué haces aquí?-

Su voz casi la hizo caer de la silla del susto, pero su inconfundible olor, lo había llevado hasta allí.

-¡Keilot!- abrazó el cuaderno contra su pecho -¡Casi me da algo!- lo observó de pies a cabeza, parecía que había estado entrenando duro -Tú nunca descansas, ¿Verdad?- su equipo deportivo estaba bañado en sudor.

-No, para nada- liberó el calor al mover la camiseta por el cuello -Pensé que saldrías con tu hermana y los demás-

Siguió de pie, no quería sentarse, apestaba a mil diablos y no deseaba incomodarla.

-No me gusta ser el mal tercio- estiró los pies y bajó uno de los tiradores de su overol, para no sentirse tan rígida -Era la única que no iría acompañada, así que, me quedé-

-¿No iba a ir Val contigo?-

Negó, rehaciendo el nudo de la camisa a cuadros que llevaba alrededor de su cintura y estirando un poco la blusa que cubría sus pechos.

-Iba a acompañarme, siempre y cuando, no fuera Elliot- se incorporó de un pequeño salto -Pero, ya ves, él amor pudo más-

Estiró los brazos, al igual que su cuerpo y enseñando su horadado abdomen que él moría por tocar.

-Bueno, fue un gusto verte, Keilot- siguió sus propias huellas a la salida -Nos vemos-

Él la ponía nerviosa y debía escapar de su cercanía antes de que hiciera una estupidez, como era su costumbre, besándose locamente sin que sean nada.

-Gaia, espera- la alcanzó al trote -¿Qué te parece si hacemos algo juntos?- rascó su nuca confundido y avergonzado, caminando a su lado torpemente -Solo dame unos minutos para tomar una ducha y ponerme presentable- se detuvo para pensarlo mejor -¿Qué dices?-

Se removió inquieto, rezaba en silencio para que dijera que sí y no lo rechazara, como se lo imaginaba.

-Está bien- levantó hombros sin más opciones que esa -No tengo nada que hacer aquí- miró el cuaderno en su mano -Dejo esto en mi cuarto y nos vemos a la salida- la perdió de vista a unos metros cuando se dirigió a su casa.

-¡Gracias!- levantó los brazos al cielo agradeciendo a quién sea que lo escuche al quedarse solo -¡Les debo una muy grande, chicos!-

Corrió en sentido contrario, lleno de alegría y resplandeciendo de felicidad. La vida, al fin, le estaba sonriendo.

-Bienvenida a mi humilde hogar-

Abrió la enorme puerta blanca frente a su nariz y después de dar un pequeño paseo en motocicleta e ir por un enorme helado para pasar la tarde.

-¿Humilde?- repitió, sarcástica -¿Qué tiene de humilde esto?- señaló el entorno en un círculo y lo miro, irónica -Este recibidor es más grande que mi casa en Hara- cruzó los brazos, escéptica -¿Cuánto dinero tienes?-

-Yo no, mis padres- entrelazó sus manos, la elegiría en sus ojos era contagiosa y lo iluminaba todo -Ven, te enseñaré mi cuarto- subieron las escaleras apresurados.

-Por cierto, ¿Dónde están?-

Arriba era tan grande como la planta baja. Era impresionante la riqueza y la ostentación que cultivaba la familia Helsing. Es más, se preguntaba cuantos baños habría en ese lugar y si eran suficientes para todos.

-De viaje en Cirse, con mi hermana- se detuvo y tomo el pomo delante, pero sin girarlo, siquiera -Estoy nervioso, eres la primera persona que traigo aquí, además de Lai-

Era cierto, no paraba de moverse. Nadie creería jamás que, Keilot Helsing, el mejor Fenrir que ha habitado los muros de la escuela de Dragma, estaría nervioso por llevar una chica a casa. Su porte musculoso y fuerte, oculto bajo esa franela con estampados de motocicletas, jeans negros y vans blancas, no lo representaban para nada, pero por dentro, era una bomba de tiempo a punto de estallar.

-Alentador- se burló, suprimiendo una enorme carcajada -Eso me dice mucho sobre ti y tus gustos personales- la aniquiló con sus ojos, no le gustó su doble sentido -Bromeo, seguro que me encantará- lo empujó -Vamos, ábrela- apuntó con una mano delante y lo hizo -Oh por dios...- sus ojos eran gigantes y sus pasos lentos, pero constantes -Es enorme-

-Sí y siento mucho el desorden-

Comenzó a moverse de un lugar a otro, intentando ordenar lo que ya estaba ordenado y en su lugar. Era una habitación masculina, en tonos verde oliva y gris, repleta de videojuegos, cómic, libros de aventuras, muebles modernos, una enorme cama y una televisión plasma del tamaño de una pared. Representaba a su dueño, completamente.

-¿Tocas guitarra?-

Adoró con los ojos, a una bellísima guitarra electroacústica de fina caoba sobre un soporte y ubicada en una las esquinas de la habitación.

-De hecho, no- lo miró de soslayo al tocar con sus dedos una de las cuerdas -La compré hace un tiempo para impresionar a una chica, pero resulté ser, terriblemente, malo y dejé de intentarlo-

No le diría jamás que ella era la chica, sería demasiado patético y perturbador de su parte, admitirlo en voz alta.

-Yo puedo ayudarte, ¿Si quieres?- movió los brazos en vaivén y lo miró, muerta de pena -¿Puedo?- señaló el instrumento con un leve movimiento de su dedo.

-Adelante- realizó un ademán gracioso para que hiciera lo propio.

-Uuuuffff- resopló -Sí que suena feo- buscó una aplicación en su celular -¿Puedo sentarme allí?- cabeceó a un sillón nido y él asintió -Quizás no es falta de talento, sino de afinación, amigo- con ayuda de su celular pudo ponerla a punto -Bien, ya está- interpretó unos cuantos arpegios y acordes, sonaba muy bien -Ahora dime, ¿Qué es lo sabes?-

Descansó la barbilla sobre el cuerpo de la guitarra y lo contempló desde lugar, ya que se encontraba sentado en el suelo mirándola con ojos extraños.

-Que eres lo más bonito que he visto en este mundo- respondió sin tapujos -Eso es lo único que sé- sonrió y se incorporó al encontrarla muda -¿Tienes hambre?- caminó a un pequeño mini bar que simulaba ser un mueble más -Tengo sodas y algunas golosinas, ¿Qué quieres?-

Ella colocó la guitarra a un lado y se quedó allí, sobre la silla, pensando. Todo el tiempo decía esa clase de cosas y parecía no darse cuenta, era como algo natural e inconsciente en él.

-¿Por qué siempre dices esa clase de cosas?- preguntó, aún en su sitio.

-¿A qué te refieres?- indagó, mirándola.

-A lo que acabas de decir- acusó, levantándose -No es la primera vez que dices algo como eso, ¿Por qué lo haces? ¿Es para perturbarme?- frotó su frente al sentirse nerviosa -He escuchado y presenciado, todos los rumores sobre ti por los pasillos de la escuela- lo apuntó, como si fuera un embustero -Y créeme cuando te digo que, yo no seré como ninguna de tus admiradoras jamás-

Lo miró a la cara para que comprobara la determinación en su mirada. No era como las demás chicas en Dragma y si pretendía que iba a caer a su pies como una tonta enamorada, iba por el camino equivocado.

-¿Quieres saber la verdad?- asintió sin bajar la guardia -Pues, bien...- se acercó y la miró intensamente a unos centímetros de su rostro.

Era ahora o nunca, tenía que repetirle lo que sentía por ella, así lo mandara al diablo y lo ignorara, como lo estaba haciendo después de su primer beso en el bosque.

-No lo sé, no sé porque digo esas cosas cuando estoy contigo- contestó serio -No sé porque tengo está gran necesidad de protegerte y velar por ti- llevó una mano al centro del pecho, revelando toda la sinceridad de su alma -No sé porque cada vez que te veo, me invade una gran felicidad que nunca antes había sentido- la tomó del rostro rozando sus labios, mientras ella estaba inmóvil -¿Sabés que es lo más perturbador de todo? Que desde que llegaste aquí, sueño todas las noches contigo-

No pudo resistir la tentación y la besó, como quiso hacerlo siempre, como quiso hacerlo, desde el primer día en que la conoció y sin necesidad de que fuera un momento robado. Lo menos inesperado de todo y que lo llenó de felicidad, es que respondió a ese beso con fervor, como si extrañara el calor de sus labios. Ambos sabían que algo existía entre ellos, pero aún, no podían averiguarlo.

-Keilot...-

Murmuró, nublada de pasión, sus besos habían subido de tono en una forma atroz e irrefrenable. Era algo animal, instintivo e incontenible. Se habían quitado la ropa, ferozmente y él la recostó en su cama, como si fuera una dulce muñeca procurando no romper.

-Keilot, no...-

Separó sus labios unos centímetros, se veía agitado y desesperado por hacer posesión de ella. Su pecho subía y bajaba por su errática respiración, sin contar la enorme erección en su entrepierna que lo estaba matando. Necesitaba quitarse los pantalones y entrar en ella o lo destruiría.

-Si me dices que me detenga, lo haré...-

Acarició uno de sus pequeños pechos que seguía discretamente oculto bajo la ropa interior. Moría por destrozarla con los dientes y poder saborearlo con su boca, hasta saciarse completamente y caer rendido al amanecer.

-Mentiroso- tocó con la punta de sus dedos uno de sus enormes pectorales -No te detendrás, ni aunque te lo pida-

Sonrió encantado, bajó la mirada y adoró su cuerpo en silencio. Lo volvía loco, era perfecta y encajaba debajo de él a la perfección.

-Si quieres que mienta...- descendió a su cuello y lo devoró -Mentiré- susurró entre jadeos desabrochándose los pantalones -Gaia...Amor...- su voz era ronca, sacudía sus tímpanos con cada silaba -Te lo suplicó...- frotó su erección en ella, haciéndola estremecer -Dime que hacer...- temblaba, soportándo el dolor como un animal hambiemtro -No puedo más-

-Hazme tuya- se abrazó a su torso con todo lo que era -Haz conmigo lo que quieras, Keilot-

Sus manos arrancaron las últimas piezas de ropa que la cubrían, había escuchado lo único que necesitaba para convertirla en parte de él y no necesitaba más que ese simple permiso, para tener su cuerpo a su antojo.