Little witch academia, es propiedad de Trigger y sus respectivos creadores.

El siguiente fanfic esta escrito sin fines lucrativos.

Cualquier parecido con la realidad es mera ficción...

Los campeones le dicen NO a las drogas.


Escritorio pt.3 (O Barbara la sumisa)


- ¿Le gusto? –soltó la estudiante al fin la pregunta que había tratado de hacer antes de que la consejera se corriera.

-Me encanto… –respondió entrecortadamente la maestra apaciguando su excitación.

- ¿Me seguirá enseñando? –pregunto juguetonamente Barbara incorporándose y sentándose de medio lado sobre las piernas ya cerradas de la consejera.

-Todo lo que quieras –respondió cerrando sus ojos y con la respiración volviendo a su ritmo habitual mientras acariciaba las mejillas de la estudiante.

-Es hermosa… –habló sinceramente Barbara apartando unos mechones castaños de la frente de la maestra.

-Tú lo eres más –dijo en un suspiro antes de besar tiernamente las mejillas de la estudiante– me encantas.

La joven pelinegra se apartó un poco del regazo de la maestra para quedársele viendo por algunos segundos, penetrando con su delicada mirada a la mayor quien la veía medio perpleja.

-Quiero estar con usted, hacer lo que sea por usted ¿me dejaría?

La abrupta confesión de Barbara iba cargada con una intención encubierta; podía estar con una nota alta de droga, pero continuaba lo suficiente cuerda como para saber lo que hacía.

La ignorancia de Hannah y lo ciega que estaba por la joven le impedía ver cualquier tipo de oscuras intenciones en esas palabras, así que sin dudarlo respondió.

-Te dejaré hacerlo, pero por favor háblame de tú.

Una pequeña risa salió de la boca de la estudiante al escuchar aquello; hablarle tan propiamente a Hannah se le había hecho inconcebible salvo por mantener la etiqueta en su vocabulario, pero después de que la mayor la hiciera llegar a su clímax sentía que no era necesario.

En efecto, ya no lo era.

-Está bien… trataré de ya no hacerlo…

- ¿Solo tratarás? –pregunto Hannah como si aquello fuera un pequeño regaño.

-Bueno… ya no lo haré –respondió la pelinegra volviéndose a acomodar sobre las piernas de la consejera, quedando nuevamente frente a frente– ¿y tú cómo vas a llamarme a mí?

Las suaves manos de Barbara aprisionaron el rostro de Hannah en un acto cariñoso, haciendo más difícil la respuesta de la mayor.

- ¿Cómo quieres que me refiera a ti?

-No lo sé… ya me dijiste perra… –respondió fingiendo tristeza mientras desviaba su mirada a otra parte.

-Lo siento… no era mi in…

-Nunca dije que no me gustara –interrumpió la pelinegra entrecerrando sus ojos y acercándose para besar la mejilla izquierda de la consejera– es… algo excitante…

En la mente de Barbara no había espacio para mentir sobre aquello, había vivido tantos años siendo quien daba órdenes a su servidumbre que un cambio tan radical como el que Hannah había mostrado le había excitado, era la combinación de dos cosas: de la actitud y de la apariencia fría y dominante de la mayor lo que desencadeno esa necesidad de ser dominada, una sensación que nunca había sentido.

Hannah por su parte sonrió al escuchar la respuesta de la británica, sus sospechas ahora eran ciertas y estaba decidida a darle a la joven lo que pedía.

- ¿Serás mi gatita?

-Si –respondió Barbara sin dudarlo; era agradable que Hannah también tuviera calificativos cariñosos con ella.

- ¿Mi perra?

-…Si

Barbara respondió un poco vacilante; aún le costaba un poco asimilar su postura sumisa, pero era entusiasta en continuar ese rol con Hannah.

- ¿Serás mi…?

-Seré lo que quieras, ¿quieres que sea tu puta? ¿una fácil contigo? Lo seré, úsame las veces que quieras y cuando quieras, no tendré problema si solo quieres tenerme para satisfacerte, si quieres que te esté lamiendo el coño o comiéndome tus tetas, pero no me apartes de ti para nada…

Era increíble como Barbara siendo tan bien educada podía escupir ese lenguaje tan vulgar y soez sin sonrojarse y avergonzarse, aún más impresionante era la actitud tan sumisa que podía adoptar una chica tan orgullosa de su estatus social para rebajarse a sí misma.

Hannah en ningún momento disimulo su excitación, mordió su labio inferior y se encontró rápidamente con Barbara restregando cadenciosamente su trasero sobre sus piernas demostrando nuevamente que la libido volvía a subir en el cuerpo de la joven. Tenía que calmarla.

-Ven –susurro Hannah tomando fuertemente de los hombros a la pelinegra, deteniendo el cadencioso restregar de la joven y finalmente la acerco a ella para abrazarla– no pienso apartarte de mí…

El acto debía llegar a su fin.

Barbara al escuchar aquellas palabras acurruco su cabeza al hombro izquierdo de la consejera para tomarlo como almohada.

-La cabeza me da vueltas ¿a usted no?

-Solo por ti…

La consejera lanzó una mentira, no en cuestión de que estaba empezando a perder la cabeza por la gatita que tenía recostada en su hombro, más bien mintiendo por el efecto de la droga en su organismo; la nariz por la que había inhalado el psicotrópico le ardía como nunca provocándole un horrible dolor de cabeza por no decir que sentía su cabeza explotar; un pago justo por sentir un orgasmo como nunca antes lo había sentido en su vida. Era cierto que Barbara no había hecho algo que nunca antes hubiera sentido, de hecho, a pesar de haberla dirigido a la zona más estimulante sus lamidas habían continuado demostrando inexperiencia siendo la droga aspirada el principal catalizador para hacer que algo así se sintiera extremadamente bien. Había valido la pena.

-Me encantas –dijo Barbara antes de dar una seguidilla de besos en la mejilla de la consejera– me encantas, me encantas.

Una risa juguetona salió de los labios de la joven estudiante, una risa agradable y tierna para el oído de Hannah que se sentía dichosa de poder escuchar.

-Calla –dijo en tono agradable Hannah callando la suave risa de la menor con un beso en los labios.

Las manos de Hannah se posaron en las mejillas de Barbara para acariciarlas antes de separarla lentamente. El tiempo que tenían se acababa y en cuestión de nada la campana que marcaba el fin de clases sonaría.

» Me gustaría pasar más tiempo contigo, pero ya casi terminan las clases.

- ¿Es un adiós?

- ¿Un hasta mañana? ¿podrías?

Antes de responder apareció una dulce sonrisa en el rostro de Barbara, una sonrisa que para Hannah fue de lo mejor que le pudo pasar ese día, mientras que para Barbara era la muestra clara de que su plan había sido un éxito.

-Aquí estaré para ust… para ti –respondió servicial la pelinegra– ¿puedo traerlo mañana también?

Hubo un momento de silenció antes de que la consejera comprendiera el sujeto tácito de ese verso: se refería a llevar otra vez sus polvos mágicos. El ardor en sus fosas nasales comenzaba a aminorar, la cabeza dejaba de sentirse explotar y su cuerpo dejaba de sentirse caliente, dejando tras de sí solo un rastro, una pista de lo bien que se había sentido durante todo el acto que había protagonizado con la alumna. El asiento de piel sobre el que estaba sentada junto con su acompañante había dejado un pequeño charco con sus fluidos en una hendidura cóncava mojando sus ropas; si, esa cosa era mágica, hasta podía empezar a pensar en los resultados que obtendría una vez que la joven Parker mejorará en las artes eróticas.

-Si puedes… –respondió finalmente la consejera cediendo a la propuesta– solo ten cuidado de que nadie lo vea.

-Lo tendré.

La sonrisa en el rostro de Barbara se ensancho antes de que se pusiera de pie en busca de sus bragas para volver a ponérselas. Hannah ya había caído, y lo había hecho más fácil de lo que hubiera pensado.

La consejera se acercó cautelosamente a su escritorio para tomar algunas toallas de papel y limpiar su asiento antes de incorporarse.

» ¿Mañana a qué hora nos veremos? –preguntó Barbara terminando de vestir nuevamente sus bragas.

-Uhmmm… ¿a la hora del almuerzo te parece bien?

- ¿Comemos juntas?

La coquetería de Barbara no se podía comparar jamás con la de Atsuko, sin embargo, esa simple pregunta termino por corromper a la mayor; una falsa ilusión de algo similar a una relación fue como la luz al final del túnel para un alma solitaria como lo era Hannah.

El golpe de gracia de Barbara.

El rostro de la mayor se ilumino al escuchar aquellas palabras dejando atrás el letargo y éxtasis producido por la cocaína antes de responder.

-Claro –respondió tratando de esconder su evidente felicidad– podemos comer juntas.

-Y comernos después –continuó Barbara con un tono bromista, pero pícaro.

La consejera England sonrió y negó con su cabeza lentamente haciendo lo mejor por no mostrarse de acuerdo con esa propuesta.

-Con tenerte por aquí es suficiente.

-Bueno… entonces hasta mañana ¿verdad? –pregunto arreglando lo mejor posible su cabello y su uniforme.

-Así es, la espero mañana señorita Parker, cuide bien "ese golpe" –respondió la mayor aludiendo a la falsa causa por la que Barbara había llegado a su oficina.

-Gracias por "atenderme" Miss Hannah –sonrío pícaramente por última vez antes de abrir la puerta de la oficina– hasta mañana, usted también cuídese.

Barbara salió por la puerta hasta cerrarla tras ella, dejando la oficina de la consejera en silencio.

Hannah al fin pudo echar la cabeza hacía atrás sobre su silla, se sentía tan relajada como nunca lo había hecho desde hacía mucho tiempo ¿era el efecto final de la cocaína invadiendo su cuerpo? ¿o tal vez el efecto de una sesión de sexo inesperada con una de las alumnas más guapas de Luna Nova? ¿o tal vez era la combinación de ambas? Opto porque la respuesta fuera esta última y suspiró aliviada. Un día que había comenzado cargado de trabajo y estrés ahora parecía un día común y corriente en su trabajo como consejera y apostaba que el resto del día sería igual de llevadero que como ahora lo concebía.

Necesitaba más días así.

Y los tendría.

A cambio de emprender un camino a su propia ruina.

Los siguientes encuentros con Barbara pasaron fugaces y explosivos entre ambas mujeres, la relación entre consejera/maestra y alumna volvía tan prohibida y atractiva la relación. La joven Parker solo necesito unas cuantas semanas para construir con Hannah el muro que protegería su negocio de venta de drogas.

La dependencia de Hannah por Barbara y sus drogas creció poco a poco hasta el punto de volver adicta y sumisa a la joven consejera; los papeles se invirtieron –al menos en cuanto a la relación de poder, pues la joven británica continuaba disfrutando su papel como sumisa en los encuentros sexuales– la pelinegra ahora controlaba a Hannah a placer, si esta no acataba las ordenes de la heredera de los Parker la joven no premiaba a la consejera, no se presentaba en su oficina, privando a la mayor del cuerpo y de los narcóticos que vendía… una situación de lo más deplorable que atacaba a Hannah con un abrupto síndrome de abstinencia; la necesidad de meter en su nariz el preciado polvo blanco la llevaba al borde de la irritabilidad y depresión; síntomas que no paraban hasta que decidía por seguir las ordenes de su "querida" Barbara quien encantada volvía a proporcionar su cuerpo y drogas a la consejera.

Barbara tenía comiendo de su mano a una de las piezas más importantes del Comité institucional a la vez que su negocio y reinado en Luna Nova comenzaba.

La joven Parker se sentía dueña –y tal vez ya lo era– de Luna Nova.


Tarde, pero seguro. Recuerden que todos los jueves actualizo este fanfic.

¿Mis palabras para esta parte? No muchas, pero me agrado mostrar la decadencia del personaje de Hannah al volverse adicta a las drogas de la pequeña gangster de Barbara; una jugada magistral para nuestra pelinegra favorita.

Por supuesto nada de esto esta escrito por mero capricho, todo tiene una razón y esta parte no es la excepción.

Gracias por leer y nos vemos el próximo jueves.