C2 Clavel de poeta
― Amelie. ― Escuchó salir de aquellos voluminosos labios. ― ¿Estás bien? Sigue respirando…
Pero en los oídos de la pobre agente de entretenimiento sólo resonaba su nombre con aquella voz tan profunda y acaramelada.
― Oye… ― La mano que aún sostenía el pañuelo chasqueó un par de veces frente a su rostro. ― ¿Amelie? ¿Sigues conmigo? ¿Necesitamos llamar a un doctor?
Wow.
Era como escuchar dulce miel derramándose lentamente.
¿Doctor?
― ¡Estoy bien! ― Exclamó un poco demasiado alto y agudo.
¡Blight! ¡Estás trabajando! ¡Contrólate!
―Estoy bien. ― Carraspeó. ― Yo… No sé qué me pasó.
Tratando recuperar la postura, volvió a intentar ponerse de pie.
Pero, de nuevo, el férreo abrazo que la sostenía no cedió.
― ¿Estás segura qué puedes levantarte? ― Preguntó la mujer con un tono preocupado.
Y Amelie tenía muchas dificultades para entender como la morena pasaba de absurdamente atractiva a absurdamente tierna en décimas de segundo.
¡Concéntrate!
―¡Sí, sí! ― Aseveró con más ánimo. ― Estoy perfecta, lo juro.
La morena levantó una ceja con incredulidad.
Y antes de que Amelie continuara admirando estúpidamente cada movimiento en su rostro, sintió como su cuerpo se elevaba en el aire.
Por puro instinto, soltando un gritito de sorpresa, se aferró al cuello de la morena en un abrazo, para mantener el equilibrio.
¡Vaya fuerza!
La joven rio suavemente, haciendo vibrar el torso al que Amelie se aferraba.
― ¡Lo siento! ― Dijo con una sonrisa. ― Debí avisarte.
Cuidadosamente se agachó para poner las piernas de Amelie sobre la alfombra, acercando, sin intención, el rostro de la misma a su cuello.
Y Amelie, que estaba respirando como siempre lo hacía, no pudo evitar percibir el aroma.
Naranja…
Canela…
Miel…
Y… Algo más.
La morena se irguió antes de que Amelie pudiera averiguar el último aroma, frustrándola un poco.
Retiró el brazo bajo sus rodillas y también el abrazo en sus hombros, sosteniéndola aún por los brazos mientras la estabilizada.
― ¿Todo bien? ― Preguntó de nuevo.
Amelie, que hacía todo por no mostrar el hervidero de emociones que la embargaba, asintió.
― ¿Segura? ― Confirmaba mientras daba leves caricias a los brazos de la castaña.
Amelie tragó con dificultad.
― Estoy bien. ― Dijo al fin con un suspiro.
Finalmente, la morena la soltó.
Y Amelie se molestó consigo misma por lo rápido que extrañó el contacto.
¿Qué me está pasando?
― ¿Señorita Blight? ― Intervino su secretaria, que llevaba consigo un vaso de agua. ― ¿Qué fue lo que pasó? ¿Necesita que llame a un médico?
― ¡No, no, no! ― Afirmó con vehemencia agitando las manos. ― Sólo… Sólo perdí la fuerza un segundo, creo que me levanté demasiado rápido de la silla.
― ¿Está segura? ― Volvió a preguntar la empleada. ― Tal vez debería irse a casa…
― Ya está mejor Charlie. ― Intervino la morena tomando el vaso de agua en su mano. ― No hay que presionarla más.
¿Charlie?
¿Quién era esta mujer que le hablaba con tanta confianza a su secretaria a minutos de conocerla?
La joven Charlene, una mujer bajita de rasgos asiáticos y piel perlada miro expectante a su jefa.
― Estoy bien Charlie. ― Confirmó la agente. ― Puedes retirarte.
Dubitativamente, la menuda mujer siguió sus propios pasos y salió de la oficina.
Al cerrarse la puerta, Amity recuperó su postura y su papel como agente profesional de Hexide records.
― Lamento mucho el incidente, señorita Noceda. ― Comenzó mientras verificaba que su atuendo continuara impecable, alisando la falda gris holgada bajo la rodilla que hacía juego con su blazer gris a cuadros sobre una blusa blanca de algodón discreta. ― Si gusta tomar asien-
― Toma. ― Interrumpió la joven entregándole el vaso con agua. ― Bébela toda.
Amelie miró el vaso un par de instantes, y fue hasta entonces que se dio cuenta de lo seca que estaba su garganta.
― Gracias. ― Dijo con simpleza mientras tomaba el vaso.
Acto seguido, apuró su contenido con toda la gracia que le permitía su ávida sed.
Al terminar los contenidos del vaso, suspiró y lo dejó sobre el escritorio.
― Ahora. ― Continuó la morena, acercándose. ― ¿Quieres contarme que pasó?
Amelie la miró por un instante.
Un instante que se alargó mientras al fin podía verla de cuerpo completo.
La mujer de piel tostada era extraordinariamente alta, casi una cabeza más que la propia Amelie, su complexión era obviamente atlética, si la espalda ancha y los fornidos hombros que la habían sostenido daban alguna pista, su atuendo era rocambolesco, pero a la vez, ideal para la ocasión que ameritaba, una camisa negra de beisbol que ostentaba el logo de los Yankees de New york, abierta sobre un crop top anaranjado de tirantes que hacía juego con el beanie, pantalones ajustados, oscuros y desgastados que ostentaban roturas en rodillas y muslos, con cadenas colgando de los bolsillos, y unos Jordan con detalles en anaranjado y negro completaban el atuendo.
Pudo notar más que su ropa, desde luego, los abdominales cincelados estaban siendo muy difíciles de ignorar, así como la piedra negra que adornaba su ombligo, sobre la clavícula izquierda, en elegante caligrafía y colores de acuarela, se leía la palabra "Roy" y sobre la derecha, en el mismo diseño, la palabra "Cami", además, en la parte frontal del hombro izquierdo, debajo de lo que alcanzaba a cubrir la camisa de beisbol, alcanzó a distinguir un "Bichit"…
Y… del escote del croptop escapaba otro patrón que le llamaba la atención particularmente, pero no alcanzaba a distinguirlo del todo…
Lo observó detenidamente.
La mujer era la más clara imagen del estilo urbano.
Un estilo que no iba para nada con Amelie.
¿Entonces por qué…
―¿Estás tomando tu tiempo para responder o estás disfrutando la vista? ― La morena interrumpió el silencio con una sonrisa socarrona. ― Sea lo que sea, puedo esperar, preciosa.
Amelie inspiró con sorpresa, no sólo por ser pillada in fraganti, sino porque la morena la había halagado sin previo aviso.
― Y-ya. ― Comenzó con voz temblorosa, luego carraspeó. ― Ya te lo dije, sólo me levanté demasiado rápido.
― No tienes que contarme si no quieres. ― Le respondió con empatía, acercándose mientras jugueteaba con sus manos incómodamente. ― Pero reconozco un ataque de pánico cuando lo veo.
Era interesante ver a una persona de aspecto tan… hosco, actuar tan tímidamente.
Le inspiraba confianza.
Amelie suspiró enésima vez.
― Sólo… Algunos problemas familiares, no es nada grave. ― Eso era una verdad a medias. ― Sólo que terminé por colapsar por otras situaciones de las que tengo que encargarme también.
― La idea de Charlie no es nada mala. ― Prosiguió la morena. ― No tengo ningún problema en posponer la cita para otro día si prefieres descansar.
Diooooos.
¿Por qué le hablaba como si se conocieran de toda la vida?
¿Y por qué le resultaba tan… Agradable?
La idea de un descanso sonaba tentadora.
Pero Amelie necesitaba que se firmara este contrato lo antes posible.
― No será necesario señorita Noceda-
― Lola. ― Interrumpió la morena con aliviane. ― NC Lola, y Lola para los amigos.
― Lola. ― Concedió Amelie disfrutando secretamente como el nombre rodaba de su lengua. ― Estoy perfectamente, podemos comenzar con la reunión sin ningún problema.
― ¿Ya comiste? ― Preguntó Lola.
¿Acaba de ignorar lo que dije?
Claramente no todo son apariencias…
― Señorita- Lola, sé que mayormente es mi culpa, y de verdad lo lamento, pero tenemos que cumplir con un itinerario y-
― ¿Cuánto tiempo tienes disponible? ― Preguntó la morena con una sonrisa radiante.
Amelie hizo una mueca de incredulidad.
Que ocultó rápidamente ya que estaba trabajando.
― El tiempo destinado a su entrevista es de unos 60 minutos. ― Respondió intentando disimular su fastidio.
Lola sonrió perezosamente y ladeó la cabeza.
― ¿Y ya almorzaste?
Amelie suspiró calmadamente.
Muy MUY calmadamente.
― Sí S-Lola, ya almorcé.
Pero su estómago decidió que era el mejor momento para dejarla en ridículo, al rugir sonora y escandalosamente por primera vez en sus 24 años de vida.
La risa que soltó Lola fue adorable y eso no ayudó al obvio sonrojo que manchaba la pálida piel de su rostro.
― Deberías comer algo, literalmente te desmayaste. ― Le dijo la morena mientras se acercaba un poco más. ― ¡Un amigo acaba de abrir un café en esta misma calle! ¡Está cerca, podemos almorzar ahí y hablar de los términos del contrato! ¿Qué te parece?
Amelie la miró con extrañeza y pánico.
La exuberante confianza de la cantante no le estaba ayudando a calmar sus emociones.
Esto era profesional, así debía mantenerse.
Cálmate Blight, no es la primera vez que esto pasa.
― No creo que sea una buena idea, como ya te mencioné, tenemos que cumplir con un itinerario y-
― ¿Qué vas a hacer después de tu reunión conmigo? ― Continuó ella con ligereza.
Amelie reprimió un bufido.
― Apreciaría mucho que dejaras de interrumpirme.
La morena dio otro paso al frente.
― Está bien, prometo dejar de interrumpirte si me dices que es lo que sigue en tu agenda.
Su sonrisa era impasible, Amelie empezaba a pensar que debía dolerle la cara.
La castaña se cruzó de brazos con fastidio.
Podía mentir…
― Después de esta reunión…
Los ojos oscuros brillaban con ilusión y ternura.
¡Contrólate!
― Es mi hora del almuerzo. ― Concluyó.
¡ESO ERA JUSTO LO QUE NO TENÍAS QUE DECIR!
Lola hizo lo imposible y sonrió aún más ampliamente.
― ¡Ahí está! ¡Tenemos la reunión y también comes, así tienes más tiempo libre! ¡Vamos, yo invito!
¡No, no, no, no!
― No tengo permitido sacar los documentos del edificio. ― Se excusó.
La morena ladeó la cabeza sin dejar de sonreír.
― ¿No los tienes en digital? ― Preguntó posando sus manos a cada lado de la castaña, sobre el escritorio.
Amelie recargó su cuerpo sobre el mueble, retirándose un poco al poder percibir el calor corporal de la morena.
― S-sí, pero, pero…
― ¿Qué cosa? ― Preguntó la siempre sonriente mujer. ― Sólo vamos a revisarlos, luego podemos volver y firmar lo que sea necesario.
― Y-yo…
Fue entonces que se dio cuenta de que la mujer más alta la había acorralado.
Literalmente.
Sintiendo sus mejillas arder y sin poder evitar un atisbo de pánico en su voz, dijo:
― ¿P-puedes alejarte un poco, por favor?
Lola frunció el ceño, para ensanchar los ojos con sorpresa un instante después al darse cuenta de la posición a la que había empujado a la agente.
Su piel tostada estalló en carmesí para después saltar medio metro hacia atrás.
― ¡Lo siento, lo siento mucho! ― Dijo con pánico agitando las manos frente a sí. ― ¡No me di cuenta, te lo juro, que vergüenza!
Amelie suspiró con alivio, relajando al fin su cuerpo.
El silencio incómodo se hizo presente por varios segundos mientras ambas intentaban recuperar la compostura.
Finalmente, tras aquellos tortuosos momentos, Lola carraspeó.
―Perdón… Yo, uh… De verdad no quería acorralarte así… ― Tosió. ― ¿Quieres, uh, ir al café?
― ¡Sí, sí! ― Apuró Amelie, desesperada por salir de aquella situación incómoda. ― ¡Vamos!
Tomó su bolso y metió en él una tableta digital, después apuró el paso para salir de su oficina.
Lola la siguió en silencio.
Al llegar al elevador fue que se dio cuenta.
¡ESTO ES PRECISAMENTE LO QUE YO QUERÍA EVITAR!
¡Ahora todos sus compañeros la verían dejar el edificio con una clienta!
¡CON SU PRIMERA CLIENTA!
― ¿Cómo te sientes? ― Preguntó Lola rompiendo el silencio mientras entraban en el ascensor.
Mareada y abrumada.
― ¡Estoy bien, de hecho, aún podemos volver! ― Sugirió con desesperación.
La morena resopló risueñamente.
― ¡Nop! ¡Me rehúso totalmente! Necesitas comer, no me gustaría que te desmayes de nuevo, esas cosas no se ignoran. ― Observó a la castaña con detenimiento. ― ¿Has comido algo al menos hoy? No es tan común desmayarse por un ataque de pánico si no fue algo grave lo que te pasó…
Amelie desvió la mirada.
― ¡Claro que he comido! ― Increíble la facilidad con que mentía.
― ¿Ah sí? ― Dijo Lola con una sonrisa. ― ¿Qué has comido?
― Comí una ensalada verde y una manzana esta mañana. ― Mintió de nuevo.
Era su desayuno habitual, así que no denotaba nada raro.
Pero Lola la miraba horrorizada.
― ¿Sólo eso?
― También un café negro.
― ¡¿Sólo eso?!
Amelie frunció el ceño.
― ¿Qué tiene de malo?
― ¡Que son las once de la mañana y sólo has comido verdura y fruta! ¡Por eso te desmayaste también!
―¡Es lo que como siempre! ― Reclamó la mujer más bajita cuando las puertas se abrieron en la planta baja.
La morena la miraba con preocupación.
No dijo nada al respecto, pero eso explicaba la delgadez de la chica.
― ¿Eres vegetariana? ― Preguntó.
― No, sólo cuido mi figura. ― Dijo cruzándose de brazos. ― Yo creo que entiendes de eso.
―¿Oh~? ― Respondió la morena melosamente mientras caminaban por el pasillo. ― ¿Por qué crees eso?
Amelie se sonrojó levemente.
― El abdomen que tienes no se hace comiendo chatarra. ― Murmuró.
Lola rio suavemente.
― Es más por el ejercicio que por una dieta. ― Dijo con orgullo.
― ¿Ah sí? ¿Tú que has comi… ― Pausó su andar y hablar tocándose la cabeza.
Lola se detuvo de inmediato.
― ¿Estás bien?
Amelie se irguió en seguida, deseando no llamar la atención en lo absoluto.
―¡Sí! ― Afirmó con vehemencia. ― Sólo una pequeña punzada.
Pero al dar un paso, su cuerpo se fue de lado, siendo atrapada de inmediato por la morena.
― ¡Woah! ― Dijo apresándola de nuevo en un férreo agarre. ― ¡Definitivamente no estás bien! Amelie, creo que si debemos ir con un médico.
¿Debemos?
― ¡No, estoy bien en serio! Es sólo que… ― Suspiró con fastidio. ― ¡Ugh! No he comido nada hoy, sólo bebí café.
Lola frunció el ceño con preocupación y algo de molestia.
Amelie continuó excusándose.
― Se me hizo tarde esta mañana y no pude desayunar, sólo necesito comer algo, en serio.
― ¿Amelie? ¿Te encuentras bien?
Oh no.
Quien hablaba era Hyeronimus Bump, el director de Hexide records.
Su jefe.
Amelie palideció al notar que estaban llamando la atención de sus compañeros de oficina.
― Está bien señor Bump. ― Respondió Lola ante el mutismo de Amelie. ― Se saltó el desayuno y se siente un poco mal, vamos a un café que está calle abajo para que coma algo.
El imponente hombre, apenas más alto que Lola, de largo cabello negro, y ojos color avellana, o bueno, al menos el que no era cubierto por un parche de cuero, ostentaba una mirada de preocupación.
― ¿Y quien es usted señorita?
― ¡Lola Noceda! ¡Lola para los amigos y NC Lola para el estudio, es un placer conocerlo en persona!
La morena extendió su mano izquierda mientras la otra permanecía afianzada a quien sería su agente.
El hombre sonrió con entusiasmo.
― ¡Ah, usted es nuestra nueva aspirante! ¡Es un gusto! ¡Debo admitir que sus canciones me impresionaron señorita! ¡Espero que podamos hacer grandes proyectos a futuro!
― ¡Nada me agradaría más señor!
El hombre se dirigió entonces a Amelie.
― ¿Amelie, por qué no desayunaste? ― Preguntó con un tono casi paternal.
Amelie titubeó.
―Uh… Mi alarma no sonó esta mañana, se me estaba haciendo tarde, así que decidí venir directamente.
El hombre frunció el ceño.
― Por favor no vuelvas a hacer eso, puedo entender un incidente, y no quiero que nadie tenga problemas de salud por el trabajo, prefiero que llegues tarde a que te desmayes en la oficina. ¿De acuerdo?
Amelie suspiró con resignación y asintió con lentitud.
― Excelente, ahora… ¿A dónde dicen que van? ― Preguntó el hombre acariciando su mentón.
― ¡Un amigo acaba de abrir un café muy cerca de aquí! ― Respondió Lola.
― ¡Oh! ¡El colombiano calle abajo!
― ¡Ese mismo! ― Confirmó Lola. ― Se llama Cali Caffe.
El gesto del hombre se iluminó.
―¡Oh! ¡He querido ir toda la semana y no he tenido la oportunidad! ― Juntó sus manos esperanzadoramente. ― ¿Podrían por favor traerme algo para el almuerzo? Aún tengo pendientes por hacer.
― ¡Claro! ― Respondió Lola de inmediato, sin permitir que Amelie interviniera. ― ¿Qué le gustaría?
― ¡Oh, cualquier bebida está bien mientras tenga café, y cualquier cosa para comer también! ― Un pitido proveniente del smartwatch del director le interrumpió, el hombre miró el aparato y chasqueó los dientes. ― Disculpen, tengo que volver a la oficina.
El hombre comenzó a alejarse rumbo a la oficina principal.
―Después que me traigan el almuerzo tómate el resto del día Amelie. ― Se giró para mirarla con firmeza. ― Es una orden.
Amelie relajó los hombros.
― Si señor.
El director continuó su camino.
― Bueno… ― Dijo Lola un instante después. ― Vamos entonces.
Dio un paso al frente intentando llevar a Amelie consigo.
Pero la castaña se resistió.
― Uh… ― Dijo con confusión. ― Ya me puedes soltar.
De nuevo, la morena le ofreció una amplia sonrisa.
― Yo creo que no.
Amelie frunció el ceño, aun confundida.
¿Qué?
― Suéltame. ― Dijo con firmeza.
― No. ― Repitió la morena. ― Estás débil, no te voy a soltar.
Esta vez, Amelie se molestó.
― ¡Suéltame! ― Dijo empujando a la mujer más alta, y para su infortunio, más fuerte. ― ¡Lola!
― Nope. ― Reconfirmó la morena resonando la "p". ― Ahora, apóyate de mí, hay que llegar al café.
― ¡Soy perfectamente capaz de caminar sola! ¡Suéltame!
― Tú lo crees, pero yo no, y tu cara es muy linda como para golpearse contra el suelo, así que no.
Amelie se sonrojó hasta las orejas y el corazón se le agitó en pánico al escuchar algunas risas a su alrededor.
― ¡Esto es totalmente inapropiado! ¡Suéltame!
Lola hizo una mueca de incomodidad y pareció pensar unos segundos.
Luego, la sonrisa retornó a su rostro.
Pero no era la misma sonrisa afable que le había mostrado toda la mañana.
Era más… Oscura, como si fuera a hacer una travesura.
La morena apretó el brazo a su alrededor y se inclinó hasta posar su boca cerca de su oído.
Amelie se congeló.
― Mira, tienes dos opciones. ― Susurró tranquilamente, provocando que a la castaña la recorriera un escalofrío. ― O te apoyas en mí hasta que lleguemos al café, o te llevo en brazos. ¿Cuál prefieres?
Amelie estaba segura qué estaba sonrojada hasta los hombros.
¡Estaba haciendo el ridículo en la oficina!
― ¡N-n-n-ninguna! ― Logró pronunciar al fin con voz ahogada. ― ¡Suéltame! ¡Nos están mirando!
Lola rio alegremente.
― Y nos van a mirar más. ― Susurró de nuevo en su oído mientras llevaba su brazo contrario al interior de las rodillas de la agente.
El alma de Amelie escapó a su cuerpo cuando sintió como empezaba a tirar de ella para levantarla.
― ¡Estábienestábienestábien! ― Susurró a gritos. ― ¡Me apoyo en ti, pero por favor no me cargues!
Aun a la altura de su oído, Lola soltó suaves risitas.
Adorable.
¡AGH!
La mano de la morena se recargó y afianzó en su hombro, mientras que con la otra, guiaba la mano de Amelie alrededor de su cintura.
Justo para que la punta de sus dedos dejara de tocar la tela de la camisa de los Yankees para sentir la suavidad de la piel tostada y la rigidez de su abdomen debajo.
Amelie tragó con dificultad.
Sólo son unos metros, ten calma.
― ¡Vamos! ― Le dijo con voz dulce, para después dar el primer paso.
Apretando de nuevo su agarre, Amelie se dio cuenta que la mejor forma de mantener el ritmo, era recargar su peso en la mujer más alta.
Al salir del edificio pudo ver como Scarlet, la recepcionista, se cubría la boca con las manos intentando ocultar una gigantesca sonrisa.
Amelie gruñó con fastidio mientras salían a la calle.
― ¿Estás bien? ― Preguntó Lola atrayéndola aún más hacía sí.
― ¡Sí! ― A Amelie comenzaba a fastidiarle su forma de hablar alrededor de esa mujer. ― Sólo recordé algo.
― ¿La situación de tu familia? ― Le preguntó con empatía. ― No tienes que contarme si no quieres, pero puedo escucharte si necesitas hablar.
Cierto, Amity.
Con toda la conmoción que le provocó Lola, se había olvidado de su hermanita.
La castaña suspiró.
― No es la gran cosa… Sólo… Mi hermanita tiene algunos problemas en la escuela.
Lola arqueó una ceja.
― Deber ser complicado si te provocó un ataque de pánico.
― No sé… ― Amelie suspiró de nuevo. ― Creo… Creo que puede que tenga un crush…
Lola resopló.
― ¿Y cual es el problema con eso?
Amelie la miró con desprecio.
Lola respondió mostrándole su mano libre con inocencia.
― ¡Lo siento, lo siento! ― Luego bajó su tono de voz. ― ¿Qué hay de malo con ello, es muy pequeña?
― No, tiene quince años.
― ¿Entonces, que es lo que te preocupa tanto? ¿Se enamoró de alguien malo?
― ¡¿Quién dijo algo de amor?! ― Rebatió mientras seguían caminando por la acera.
― Woah. ― Exclamó Lola casi riendo. ― Tranquila, sólo es una forma de hablar. ¿Le gusta alguien malo?
Amelie recuperó la compostura y, sin darse cuenta, comenzó a juguetear con la camisa de Lola.
― No lo creo… Más bien, no creo que a mis padres les agrade la idea, me parece una relación imposible y… Yo sé como es ella, nunca había pasado por esto… Me da miedo que se lastime.
Lola ladeó la cabeza con curiosidad.
― ¿Por qué sería imposible?
Amelie caviló.
Porqué es un pecado.
Esa era la respuesta más simple.
Pero no estaba segura de que Lola fuera a estar de acuerdo con ella.
Y no quería quedar como una homofóbica con su primera clienta.
¡Porque no lo era!
Simplemente…
La ley de Dios es la ley de Dios.
― Es… Complicado.
―Hmmm… ― Musitó Lola devolviendo la vista al frente.
Pero Amelie pudo sentir como acariciaba lentamente su hombro con el pulgar.
Y era conflictivo lo reconfortante que le resultaba.
― No tienes que contarme más si no te sientes cómoda. ― Le dijo tras un par de pasos. ― Pero… El corazón no elige… Sólo pasa… Así es como aprendemos a vivir, con tropiezos… Y si tu hermanita se tropieza… Sólo puedes ayudarla a levantarse y tratar de enseñarla a no caerse.
La morena atrajo más a Amelie para evitar que chocaran con un ejecutivo apurado.
― Yo también tengo una hermanita. ― Siguió. ― Y no siempre me hace caso, pero no puedo entrometerme de más, porque entonces no la dejaría vivir por su cuenta, y eso no está bien, porque no voy a estar con ella todo el tiempo y necesita saber resolver sus problemas sola… Así que sólo trato de estar siempre que me necesite, lo demás… Le tocará aprender a resolverlo por su cuenta.
Amelie observaba todo el tiempo el rostro de la mujer que acababa de conocer, su molesto atractivo no la distraía lo suficiente para ignorar lo sensato de sus palabras.
Y su voz… De alguna manera sosegaba el desorden en sus entrañas.
― Además… ― Interrumpió Lola de nuevo el silencio. ― Confío en ella, es lista y sabe cuidarse, y si tu hermanita es la mitad de inteligente que tú, sabrá salir de sus problemas.
Amelie sonrió con calidez.
― ¿Y tú como sabes que soy inteligente? ― Cuestionó con sorna. ― Me conociste desmayándome en una oficina hace quince minutos.
Lola rio fuertemente, haciendo vibrar su cuerpo bajo las manos de Amelie.
― ¡Fue una interesante primera impresión, en serio! ― Dijo al calmar sus carcajadas. ― Pero no creo que la mejor empresa de entretenimiento del mundo contrate a gente poco inteligente, sobre todo si esa gente aprecia mi música.
Amelie la miró arqueando una ceja.
― Yo aún no he escuchado tu música.
Lola respingó sorprendida.
― ¿Ah no?
― No. ― Continuó Amelie. ― Es política de la sucursal, el director Bump hace lo posible por asignarnos a artistas que no hayamos escuchado antes, para tener un criterio fresco al escucharlos por primera vez.
―Hmmm… ― Musitó Lola. ― Entonces creo que tu inteligencia está por verse.
Amelie rio, sorprendiéndose a sí misma.
― Gracias. ― Musitó. ― Estaba teniendo un día bastante malo… Creo que eres justo a quien necesitaba escuchar.
Lola se sonrojó levemente y rio con suavidad.
¿Acabo de coquetear con ella?
― Bueno, pensé que este era el mejor día de mi vida porqué por fin iba a firmar por una disquera, pero empiezo a pensar podría serlo por otra razón.
¡¿ACABA DE COQUETEAR CONMIGO?!
Oh no.
Ohnononononono.
―¡Aquí estamos! ― Anunció la morena señalando un pequeño café con alegres colores y flores en los alrededores.
Cali Caffe, colombiano en New York.
Se acercaron a la puerta, donde Lola finalmente la soltó, para poder abrir la puerta.
¿Cómo se puede tener frío en medio del caluroso verano?
Se avergonzó del alivio que sintió cuando la morena volvió a envolverla en su abrazo.
― Vamos linda. ― Le dijo caminando de nuevo.
― ¡QUÉ´ LO QUÉ NICO! ― Le escuchó gritar al joven trigueño tras la barra.
― ¡Eh Lolita! ― Respondió el joven levantando la barra para salir. ― ¡Bien o qué!
Oh, vaya.
Español.
Siempre era divertido escuchar cuando pensaban que no entendía.
Pero eso era un secreto.
FIN C2.
